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:'''CAPÍTULO 3 De los grandes favores Hechos por el Revmo. Muzzarelli Al P. Mario Sozzi
 
:'''CAPÍTULO 3 De los grandes favores Hechos por el Revmo. Muzzarelli Al P. Mario Sozzi

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CAPÍTULO 3 De los grandes favores Hechos por el Revmo. Muzzarelli Al P. Mario Sozzi

Confieso que no soy capaz de poner sobre el papel los grandes favores y el afecto particular que el Revmo. P. Inquisidor Muzzarelli, en Florencia y en Roma, tuvo y demostró al P. Mario de San Francisco; tan grandes y especiales fueron. Porque, no sólo se envilecía él mismo ensalzándolo a él, sino que posponía el afecto de la propia sangre y parentela, para darle gusto a Mario. Como he dicho antes, el P. Lucas [Bresciani] de San José, Superior de las Escuelas Pías de Florencia en aquel momento, era pariente muy próximo del P. Muzzarelli. Pues bien; hasta para dar gusto a Mario fue un día de fiesta -en pública iglesia nuestra- a sacar al P. Lucas del confesionario sin causa alguna, sólo para colocar en él al P. Mario. El mismísimo Inquisidor apareció, para hacer esta faena, con gran escándalo de todos los que estaban en la iglesia y que se enteraron, habiéndolo podido hacer mediante una nota, sin dar escándalo.

Otra vez, sólo para dar gusto al P. Mario, --a quien, por orden del Superior de la Casa, le habían retirado de su celda muchos dulces, mazapanes, bizcochos, crocantes, confites, y otras cosas, y los habían puesto en la mesa, indistintamente a cada uno, y también su porción al P. Mario, y porque no sé quién de casa se puso modestamente a reír, viendo que el P. Mario, conociendo que eran cosas de su celda había dado algunos motivos-- éste fue a casa del Revmo. P. Inquisidor, y le contó muchos despropósitos, que ni venían al caso, ni había razones, pues eran cosas frívolas. Pero, a pesar de todo, el Revmo. Padre dio orden de que ninguno saliera de Florencia sin permiso suyo; y otras cosas, todas a favor del P. Mario, y lacerantes para el Superior y Comunidad de la casa. Pero mucho más notable fue otro caso realizado por el Revmo. Inquisidor para dar gusto al P. Mario, y con mucha publicidad en ambos.

Formaba un proceso el Revmo. Inquisidor a favor del P. Mario, por una acusación que éste le había hecho contra algunos de nuestra casa; y aunque, en efecto, el P. Mario llevaba todos los agravios, al escribir las respuestas del testigo, el Canciller no ponía sobre el papel más que lo que iba a favor del P. Mario. Al darse cuenta de ello el testigo, y observando bien el hecho, cuando salió del examen, fue a informarse de un Religioso paisano suyo, persona de muchas letras, quien le aconsejó que

- recordando bien los interrogatorios que le habían hecho, y las respuestas que había dado- lo escribiera todo en un folio, y con su firma, se lo llevara al Revmo. P. Inquisidor, diciéndole y jurándole que aquella era su deposición, que allí estaban los interrogatorios y sus respuestas, y que aquella sola mantenía, porque, en la otra, el Canciller no lo había escrito todo. De lo que quedó informado el Revmo. Inquisidor.

Esta misma protesta y examen se la envió al P. Mario, el cual la mostró en nuestra casa públicamente, gritando contra el testigo, el P. Martín [Ciomei]: -“Eh, P. Martín, ¿Ha dicho usted estas cosas? ¿Ha dicho estas cosas? Confiaba en usted más que en otros. ¡Basta! ¡Basta!” Y lo amenazaba.

Ahora, querido lector, si aquél fue un acto de grandísimo afecto o no, quiero dejarlo a juicio de los prudentes, y de quien sea práctico en el secretismo de aquel santísimo tribunal.

Muchas cosas podría decir a este respecto, pero escucha aún la siguiente bagatela.

Estaba un jovencito catecúmeno de unos doce años en nuestra Casa, llevado allí por aquellos Serenísimo Señores, para instruirlo en los rudimentos de nuestra Santa Fe; y, habiendo visto por la ciudad algunos disparos de cohetes, le entraron ganas de disparar uno. Los Padres se lo compraron. Y para mayor seguridad de que el niño no se hiciera daño, se lo empalmaron a un palo, y con sus manos lo prendió fuego dede un rincón de la casa. No hubo nada de malo, ni se habló del P. Mario para nada. Pues bien; éste fue al Revmo. P. Inquisidor y le dijo que habíamos tirado cohetes en ofensa suya, como haciendo fiesta para demostrar que no les preocupaba Su P. Revma. Éste vino enseguida a nuestra casa a mortificar al Superior y a todos los demás. Y, aunque éstos quisieron desengañarlo con toda reverencia, con tal de dar gusto al P. Mario lo tapaba todo, quedando siempre humillados el Superior y los Padres de casa.

Los encomios que aquel Revmo. Padre dio e hizo, ante el supremo tribunal de la Sma. Inquisición en Roma, a favor del P. Mario fueron grandísimos, alabándolo siempre, porque había denunciado el hecho de la Madre Faustina y del Canónigo Ricasoli. Todo por puro afecto, y no porque fuera verdad, como después, con el tiempo, lo supo con seguridad dicha Inquisición, que hizo Obispo al Maestro de La Fratta.

El fruto y los efectos de los favores hechos al P. Mario por el Inquisidor, Revmo. P. Muzzarelli, se contarán más adelante, como también la confesión pública de dicho Revmo. Padre.

Notas