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:'''CAPÍTULO 20 De las primeras actividades Del Revmo. P. Visitador jesuita [1643]
 
:'''CAPÍTULO 20 De las primeras actividades Del Revmo. P. Visitador jesuita [1643]

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CAPÍTULO 20 De las primeras actividades Del Revmo. P. Visitador jesuita [1643]

Reconfortados con los ejercicios espirituales nuestros Padres Asistentes, y preparados con el auxilio divino, los cinco demostraron tener voluntad en lo externo. Por eso, el P. Juan Esteban [Spinola] de la Madre de Dios, uno de los Asistentes, me escribía estas precisas palabras en una carta suya del 23 de mayo de 1643: “Nuestras cosas caminan muy bien hasta ahora; hay buena esperanza; pidan ustedes por nosotros”.

El Revmo. P. Pietrasanta, jesuita, Visitador Apostólico, al tomar posesión de su cargo en nuestro Oratorio de San Pantaleón, leyó el Breve de Nuestro Señor Urbano VIII, y recibió de todos nuestros Padres, y especialmente de N. V. P. Fundador General, la debida obediencia y reverencia. Hizo un discurso, en el que eligió por tema las palabras del Profeta Jeremías en el capítulo 1º: “Ut evellas et destruas, edifices et plantes”. Y dijo que quería insistir especialmente en la segunda parte, que consiste en la edificación y la perfección. Sobre esto esto basó su discurso.

De este mismo tenor fueron las cartas circulares. Yo oí y vi la que envió a las casas de Nápoles, donde estaba de Comunidad; y recuerdo muy bien que figuraban las mismas palabras del Profeta Jeremías arriba citadas. Además, conservo de su misma mano el recuerdo, en un manifiesto que hizo el 7 de febrero de 1644, donde decía que quería poner en práctica aquella 2ª parte. Pero dejó ésta, se sirvió de la 1ª, que dice: “Ut evellas et destruas”. Porque se dedicó a la protección el P. Mario y de todos los demás relajados y díscolos, como más adelante se dirá.

En las cartas circulares añadió también que, para mayor seguridad de quien quisiera escribir alguna cosa secreta para la visita,-a fin de que estuvieran seguros de que las cartas les llegarían con seguridad a sus manos, y con todo secreto- nombraba, para cada Casa, a un religioso de la Compañía, de entre los que vivían en la ciudad donde ellos y nosotros vivíamos, nombrándoles personalmente en cada Provincia. Yo recuerdo que, en Nápoles, fue un Padre que se cuidaba de las camas de las prisiones de la Vicaría, y era confesor en la enfermería de dichas prisiones.

Arrebataron después, de las manos de N. V. P. Fundador y General, todas las llaves del Archivo, las escrituras, e incluso el Corazón de Nuestro Glicerio de Cristo, familiarmente llamado el P. Abad Landriani, que él tenía en su habitación, con el cual se había incoado el proceso para su Beatificación. Después de muchos años se pudo recuperar, gracias a Monseñor Ilmo. y Revmo. Vitrice, que era Vicegerente.

Además, dicho Revmo. P. Visitador, –todo era obra de Mario- contra la voluntad de los otros Asistentes, sacaron, -primero de la habitación y después de Roma, siempre con pretextos- al P. Santiago [Bandoni] de Santa Mª Magdalena, que durante muchos años había servido a N. V. P. Fundador y General, como Secretario, y para otras muchas necesidades. Así que, si quería escribir algo, tenía que servirse, hora de uno, hora de otros; y todos a gusto de los dos Padres, el Visitador y Mario.

Pero fue más allá la mortificación a N. V. P. Fundador General. Le quitaron también las cartas que le dirigían los Religiosos, sus hijos; no sus hijastros, como él mismo me escribe en una carta suya con las siguientes palabras:

Carta

Fuera: Al P. Vicente [Berro] de la Concepción, Maestro de novicios de los Padres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Nápoles.

Dentro: “Pax Christi

De las cuatro cartas que V. R. dice me ha escrito, ésta, a la que ahora respondo, es la primera. Me informa sobre Monseñor Panicola, y me envía una suya adjunta, a la que –adjunta a ésta- le respondo. Pero no puedo decir otra cosa sobre las suyas; o se han perdido, o están retenidas.

Después, V. R. me escribía sobre sus necesidades. Yo, tal como pueda, no sólo con oraciones, sino también con el consejo, intentaré ayudarle. Ne piense que me creo tan fácilmente todo lo que se escribe. En cambio, le aseguro que de usted no tengo nada en contrario; sólo le recuerdo que se preocupe de la perfección y observancia religiosa, que es ésta la que ha de salvarnos.

El Señor nos bendiga a todos.

Roma, a 4 de julio de 1643

Servidor en el Señor

José de la Madre de Dios

Algo parecido me escribe en otra suya, de la que sólo pondré aquí las palabras que tienen relación con esto mismo, porque hay más cosas.

Yo me quejaba de no recibir respuesta a algunas mías, y él me respondió así: “Siempre he respondido a todas las cartas que V. R. me ha escrito; de aquí puede deducir si he recibido o no sus cartas.

Siervo en el Señor

José de la Madre de Dios”

Vean a qué extremo redujeron a N. V. P. Fundador y General en la visita del P. Pietrasanta, jesuita. Y otras cosas se podrían añadir.

Notas