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:'''CAPÍTULO 2 De lo que hizo N. V. P. Fundador General [1643]
 
:'''CAPÍTULO 2 De lo que hizo N. V. P. Fundador General [1643]

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CAPÍTULO 2 De lo que hizo N. V. P. Fundador General [1643]

¿Quién no estaría seguro de que, a tan buena y oportuna ocasión, como fue la muerte P. Mario de San Francisco, por pésima lepra, seguiría la justa causa de N. V. P. Fundador General, para ser reintegrado en su Cargo de General, que por tantas razones y títulos le correspondía? Pues N. V. P. José de la Madre de Dios, había sido Fundador y Propagador; y nombrado mediante Breve Apostólico del mismo Pontífice reinante, Urbano VIII, General y Fundador de las Escuelas Pías. Aunque sabemos que él no dijo ni una sola palabra, más que: “Dejemos obrar a Dios”. Más aún. Lo que no hizo para él, lo hizo a favor de sus adversarios, de los que nunca habló con título de vilipendio, ni con ningún otro, sino siempre de honor.

Escucha y admírate. El cuanto el Revmo. P. Pietrasanta, Visitador, salió de San Pantaleón, donde prometió que el P. Esteban no detentaría más que unos pocos días el lugar de P. Mario, sin inquietar para nada a los Padres, una vez que salió, digo, el Visitador, y vio la justa conmoción de los Padres, y algunas señales de su grave daño, no sabiendo adónde recurrir, se fue a la habitación de N. V. P. Fundador General; y, arrojándose a sus pies, le pidió ayuda para no ser maltratado, como en realidad le hubiera sucedido, porque era grandísima la insurrección de los ánimos de toda la casa.

Escucha y admírate. Salió de su celda nuestro santo viejo y venerable P. Fundador General, y, entrando en el Oratorio, donde estaba la mayor parte de los Padres, no sólo para aquietar sus ánimos, sino también por su gran santidad, exhortó a todos con palabras paternas a tener paciencia, recibirlo todo de la mano de Dios, y someterse a la obediencia del P. Esteban, quien, como estaba presente, prometió que nunca haría nada, no sólo contra la voluntad de N. V. P., sino todo con el consentimiento de N. V. P.; y que no deseaba, ni procuraría otra cosa más que lo que dice el Breve, el acomodo de la Orden, y mil promesas más. Pero pronto se olvidó de ellas, porque todo era fingimiento para alcanzar su intento. A pesar de todo, los Padres de la casa se tranquilizaron con aquellas palabras y la exhortación del V. P. Fundador General, admirados todos de una humildad y paciencia tan grandes.

Pero escucha más aún. Dado que las casas de Nápoles en aquel momento eran numerosas, y más de setenta los Religiosos, verdaderos Hijos de N. V. P. Fundador General, y no querían oír para nada la readmisión del P. Esteban, porque era uno que apestaba mucho en aquella ciudad, N. V. P. Fundador y General me escribió a mí, Vicente [Berro] de la Concepción, una carta de este tenor:

“Quiero decirle ahora –como por otros informes habrá oído- que el P. Esteban ha sustituido en el gobierno de la Orden el puesto que tenía el P. Mario. Y como es favorito del P. Visitador y de Monseñor Albizzi, y además –como dicen- de la Congregación de Señores Cardenales delegados, no es bueno mostrarse contrario a lo que dicho Padre, junto con el Visitador, ordenen. Comunique V. R. esto a esos Padres nuestros de la casa.

Roma, a 21 de noviembre de 1643”.

En una carta, del 28 del mismo mes, me escribe así:

“Mientras tanto, conviene que V. R., y todos los que desean la paz común de la Orden, tengan paciencia, y encomiéndenla al Señor”.

Notas