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CAPÍTULO 28 ¡Lamento y lágrimas! [1646]

“Quis dabit capiti meo aquam salutis, et oculis meis fontem lacrimarum, et plorabo die ac nocte interfectos », decía Jeremías (Jr 8, 23), llorando la muerte de tantos del pueblo de Israel, tan querido de Dios.

Mucho más debo decirlo yo, al considerar el trágico resultado de las cosas de nuestra pobre Orden, y de N. V. P. Fundador General. Porque, si el día 18 de julio de 1645 la Sagrada Congregación de los Emmos. Cardenales Delegados y el Sumo Pontífice determinaron el alivio de la Orden, y la reintegración del P. General, como dijimos en el libro anterior, Cap. 23 y 24 con tanta seguridad, hasta de la misma boca del P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, cruel parricida; ahora se oye todo lo contrario, no por otra cosa, como dice el mismo Profeta, sino porque “coetus prevaricatorum extendunt linguam suam quasi arcum mendacii et non veritatis, conformati sunt in terra, quia de malo ad malum egressi sunt, et Dominum non cognoverunt (Jr 1,12)”, ´nec de aeternitate recordati sunt´, digo yo.

El P. Esteban no se acordó de que hay una eternidad de penas para quien no piensa en Dios cuando actúa, y se deja precipitar de un mal a otro peor. Y es que, para quedar victorioso él no se preocupó de desenvainar la lengua y la de sus secuaces, no sólo contra el V. P. José de la Madre de Dios, elegido por él mismo y por los Sumos Pontífices como Fundador y General de la Orden de las Escuelas Pías, y por consiguiente, dado por Padre, Guía y Maestro para el cielo, sino también contra la misma Orden, manchándola toda con las inmundicias con que él solo y sus secuaces estaban manchados.

Ni tampoco se acordó de la eternidad el Revmo. P. Pietrasanta, jesuita, dado como Visitador a las Escuelas Pías, para corregir a los delincuentes, proteger la verdad y la justicia de la Orden y de su Venerable Fundador, que no buscaba otra cosa, sino la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, en medio de tantas y tan grandes fatigas, en tan larga serie de años y lustros.

Debía haberse acordado de que la verdad llega a descubrirse, y vence siempre el peso de la mentira, y que se encuentra en el fondo, como el agua bajo el aceite. Nunca el P. Pietrasanta debió convertirse en piedra [de escándalo], al menos ante las faltas y pecados de aquellos a quienes él protegía; sino, al contrario, no queriendo ver ni escuchar al que le decía la verdad, y rechazando siempre lo que le decía todo un cuerpo de la Orden entera, unida con su Fundador y General, hombre conocido por todo el mundo, y proclamado como santo y digno de todo honor. Porque, aunque el mismo P. Pietrasanta lo alaba y ensalza con la lengua y la pluma, lo desacredita con los hechos, y lo vitupera como hereje y cismático; más aún, lo llama cabecilla de herejes y cismáticos; y se atreve a decir, y poner por escrito, con toda temeridad, ante una Congregación de Emmos. Cardenales e Ilmos. Prelados, y ante todo el mundo, que su Orden ha crecido siempre en la desobediencia a la Sede apostólica.

Mira el golpe mortal da el P. Silvestre Pietrasanta, jesuita, para conseguir su objetivo de “evellere et destruere Religionem”. Como escribió en una exhortación suya, hecha al comienzo de su cargo, y enviada a las Provincias y a las casas de la Orden, y a Nápoles especialmente, donde yo me encontraba; allí vi y leí la carta escrita por él. Y luego la ha recordado en un manifiesto suyo, enviado fuera el día 7 de febrero de 1644, un año después de su cargo de Visitador.

Por eso, dilectísimo hermano mío en Cristo, y lector, siguiendo al mismo Profeta en sus Lamentos, en el Capítulo segundo, llorando de corazón, y vertiendo lágrimas de los ojos por el dolor, yo también te digo: “Deduc quasi torrentem lacrimas per diem et noctem, non des requiem tibi, nec taceat pupilla oculi tui (Lm 2,18)”.

Porque he visto erradicar una Orden, humillar al Fundador de ella, y a todos los Religiosos, vivos y muertos, de la misma Orden; y no por otra cosa, sino por fanatismo y por la persecución de un P. Mario [Sozzi] de San Francisco, atizado por el P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, con unos pocos de sus secuaces, todos protegidos por el P. Silvestre Pietrasanta, propuesto por los mismos como Visitador por el Santo Tribunal de la Santa Inquisición, bajo el pretexto de que el P. Mario había descubierto los despropósitos de Faustina en Florencia, lo que, de hecho, ni siquiera había sido cierto, sino que lo había descubierto el P. Maestro de La Fratta, que había sido Inquisidor en Florencia entes del P. Maestro Muzzarelli, por lo que fue nombrado Obispo.

Pero, con este supuesto, el Ilmo. Y Revmo. Monseñor Albizzi, Asesor del Santo Oficio de la Inquisición, tomó bajo su protección al P. Mario, al P. Esteban y a todos sus secuaces, y para darles gusto a ellos, quiso siempre defenderlos y ensalzarlos, sin tener para nada en cuenta su mala vida, ni la ofensa, daño y ruina que de ello se deducía para nuestra pobre Orden y para los Religiosos, -para que no cayeran bajo aquel sagrado Tribunal- pareciendo que ella había protegido a los indignos y astutos, aunque dicho Monseñor había sido engañado por el Revmo. Pietrasanta, Visitador, quien le aseguraba que todo el mal que se decía de dichos Padres Mario y Esteban, y de sus secuaces, todo eran pasiones y calumnias, y no verdades palpables; y las faltas, que eran sólo de éstos, se las imputó a todo el cuerpo de nuestra pobre Orden, que, precisamente por esto, fue suprimida y destruida, como se va a ver en este papelito que N. V. P. Fundador General adjuntó a su carta del 17 de marzo de 1646, que me escribe a mí:

Papel

“Vicente [Berro] de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías.

Ha llegado en este momento, a las 24 horas, el Secretario del Emmo. Vicario del Papa. Éste ha publicado un Breve en el que se contiene: Que cada Casa de nuestra Orden se ha de gobernar por sí misma, sometida al Ordinario del lugar, como la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri; que el Profeso de los nuestros que quiera pasar a otra Orden, aunque sea más laxa, lo puede hacer; que en el futuro no se puede dar el hábito, sino no es como hacen los de la Chiesa Nova, sin votos; que no haya ni General ni Provinciales; que cada uno deberá gobernarse según las Constituciones que hagan algunos Prelados; y que el Colegio Nazareno quede sometido a la Rota Romana”

Esto es lo que me escribió N. V. P. Fundador, no siendo ya General, por ser una Orden destruida por el P. Pietrasanta, jesuita, a quien, igual que al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, verás, lector mío, cómo la Divina Majestad, a su tiempo le dio el castigo en este mundo, para ejemplo de los posteriores, y, quizá, también para librarlo del eterno. Yo, con la ayuda divina, lo pondré en el tomo tercero.

Quiero añadir, como confirmación, una carta.

Fuera

“Al P. Superior de los Padres de las Escuelas Pías. Narni.

Dentro

“Pax Christi

Habiéndose publicado esta tarde el Breve de Nuestro Señor el Papa, cuyo contenido podrán ver en el papel adjunto, se lo comunico a VV. RR., para que sepan cómo han quedado las cosas de la Orden. A pesar de todo, no dejen de atender alegremente al Instituto, y estar unidos y en paz, esperando que Dios lo remedie todo. Es cuanto quiero decirle.

Roma, a 17 de marzo de 1646.

Servidor en el Señor,

José de la Madre de Dios

Notas