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Aquí, queridísimo lector, había que escribir muchas cosas dignas de memoria, pero yo las dejé en Roma, en dos cajones, con otras escrituras preciosísimas, para mayor seguridad; si lograra encontrarlas, las podría poner, porque son dignas. En ellas se veía claramente, por una parte, la malicia del Visitador y del P. Esteban, y por otra, la opresión a que sometió a todos nosotros en la persona de N. V. P. Fundador General.
 
Aquí, queridísimo lector, había que escribir muchas cosas dignas de memoria, pero yo las dejé en Roma, en dos cajones, con otras escrituras preciosísimas, para mayor seguridad; si lograra encontrarlas, las podría poner, porque son dignas. En ellas se veía claramente, por una parte, la malicia del Visitador y del P. Esteban, y por otra, la opresión a que sometió a todos nosotros en la persona de N. V. P. Fundador General.

Última revisión de 17:38 27 oct 2014

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CAPÍTULO 4 Recuerdos dignos de memoria [1643]

Aquí, queridísimo lector, había que escribir muchas cosas dignas de memoria, pero yo las dejé en Roma, en dos cajones, con otras escrituras preciosísimas, para mayor seguridad; si lograra encontrarlas, las podría poner, porque son dignas. En ellas se veía claramente, por una parte, la malicia del Visitador y del P. Esteban, y por otra, la opresión a que sometió a todos nosotros en la persona de N. V. P. Fundador General.

Y es que, después de la muerte de Mario, el Tribunal de la SS. Inquisición había quedado satisfechísimo en su deseo de remunerar a Mario, y mucho más lo estaba el Ilmo. y Revmo. Monseñor Asesor [Albizzi]. Aunque, gracias a Dios, no había ninguna causa por la cual dicho sagrado Tribunal estuviera descontento. Pero dichos dos Padres incitaban y provocaban a Monseñor Ilmo. y Revmo. Asesor y al Emmo. Cardenal Barberini para conseguir sus intentos.

Podríamos poner en este lugar una carta o declaración, hecha por nuestros Padres Asistentes, alegando diversas razones. Podríamos poner diversas actuaciones de nuestras Provincias a favor del bien común, pero no recuerdo el contenido de aquéllas. Harían falta las escrituras del mismo sagrado Tribunal de la SS. Inquisición, porque se consiguieron todas; pero yo las dejé, como he dicho, en Roma.

No estará fuera de sitio que ponga aquí una carta que me escribieron a Nápoles, firmada por el P. Visitador, aunque la letra no era la suya, como me asegura el M. R. P. Alejandro Gottifredo, de la Congregación de Jesús. La carta es ésta:

“Pax Christi

Como me parece justa la excusa de V. R., acepto que se quede en Nápoles, pero en el lugar y ocupación que le parezca al P. Provincial.

Procure que esto de quedarse no sea para intentar adherirse al consejo de quien, por celo indiscreto, quiere oponerse –casi dijo- a la voluntad der Dios, que “bene omnia disponit”; porque sé, como cosa cierta y segura, que V. R. ha querido quedarse en Nápoles por consejo que le han dado desde Roma. A pesar de ello, para que vea qué dulce es el gobierno de ahora, le concedo que se quede; aunque, razonablemente, uno puede dudar de su buena fe. Pero ´Deus superbis resistit´. El Señor le mejore. Roma, a 14 de noviembre de 1643.

De V. R.

Afmo. en el Señor, Silvestre Pietrasanta”.

El P. Esteban, por las fiestas de Navidad de Nuestro Redentor, escribió una carta a Nápoles, felicitando las Fiestas a todos, en la que hacía diversos ofrecimientos de su persona, el afecto que sentía por la Orden, y otras cosas parecidas.

Le respondieron que el afecto se habría visto si hubiera procurado el retorno de N. V. P. Fundador General al gobierno de la Orden, como también el tener permiso para poder dar el hábito. En muchas casas tuvieron lugar las Profesiones de los novicios que habían tomado el hábito antes de la Visita Apostólica. Fue también admitido a la Profesión antes del año, con Breve Apostólico, un cierto médico calabrés, con el nombre de P. José [Politi], que recibió también dispensa para el sacerdocio, y para poder curar a los pobres por amor de Dios.

Por este tiempo se aceptaron dos ciudades, donde abrir las Escuelas Pías, en razón de dos legados hechos para tales fundaciones. Una fue la Casa de Turi, en Puglia, en el Reino de Nápoles; la segunda, en Piscina, en el Marsico, de la Provincia de Abruzzo. En ésta no se continuó, aunque ahora, agosto de 1663, se ha recibido un decreto de la Sagrada Congregación de Religiosos, por la que nos ha sido devuelta por los Padres Silvestrinos.

Notas