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He dicho antes que la primera fundación hecha en la Provincia de Toscana fue la casa de de las Escuelas Pías de Fanano, tierra muy noble en la región de Modena; su fundador fue el V. P. Pablo [Ottonelli] de la Asunción, cuarto Asistente General, y compañero de N. V. P. Fundador, nacido en dicha tierra, llamado en el mundo el Capitán Ottonello Ottonelli, que antes fue Capitán general de Su Alteza Serenísima de Ferrara y Módena, quien estado casado y con muchos hijos de uno y otro sexo, fue profetizado por San Felipe Neri, en el lugar de San Onofre de Roma, que sería sacerdote. | He dicho antes que la primera fundación hecha en la Provincia de Toscana fue la casa de de las Escuelas Pías de Fanano, tierra muy noble en la región de Modena; su fundador fue el V. P. Pablo [Ottonelli] de la Asunción, cuarto Asistente General, y compañero de N. V. P. Fundador, nacido en dicha tierra, llamado en el mundo el Capitán Ottonello Ottonelli, que antes fue Capitán general de Su Alteza Serenísima de Ferrara y Módena, quien estado casado y con muchos hijos de uno y otro sexo, fue profetizado por San Felipe Neri, en el lugar de San Onofre de Roma, que sería sacerdote. |
Última revisión de 17:40 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 36 Ofensas hechas a los Nuestros En Fanano [1646]
He dicho antes que la primera fundación hecha en la Provincia de Toscana fue la casa de de las Escuelas Pías de Fanano, tierra muy noble en la región de Modena; su fundador fue el V. P. Pablo [Ottonelli] de la Asunción, cuarto Asistente General, y compañero de N. V. P. Fundador, nacido en dicha tierra, llamado en el mundo el Capitán Ottonello Ottonelli, que antes fue Capitán general de Su Alteza Serenísima de Ferrara y Módena, quien estado casado y con muchos hijos de uno y otro sexo, fue profetizado por San Felipe Neri, en el lugar de San Onofre de Roma, que sería sacerdote.
Fundó, pues, esta casa con sus bienes, dejándola además bien provista de lo necesario, y muy estimada por aquellas partes, adonde ha habido siempre una comunidad numerosa de nuestros Religiosos. También nos dejó un hospicio en Módena, o sea, un lugar particular en el hospital de Módena, donde los nuestros pueden permanecer lo que les parezca, y están tratados con caridad. Fundó también un monasterio de Religiosas vírgenes en dicho lugar de Fanano, bajo la primera Regla de Santa Clara, y la dotó, a condición de que fueran del mismo lugar. Pero se ha observado que, no reuniendo las cualidades dejadas por N. V. P. Pablo, fundador de aquél, o no siguen allí mucho tiempo, y vivirán en él con muchísimas dificultades. Sus hijos varones han ido de bien a mejor, y han crecido de mayores, pues él los ha elevado lo que ha podido elevarlos, de forma que, después de su muerte, han resultado de los primeros en la Corte de la Alteza Serenísima de Módena, al haber sido Mayordomo del Palacio Residente de Su Alteza en Roma y en Nápoles, y Embajador de España, ente el Rey Católico.
Pues bien, en esta casa, después de la publicación del Breve del Papa Inocencio X, nuestros Religiosos, en lo temporal no sufrieron nada notable, porque eran dueños de lo que tenían estos Ilmos. Sres. Ottonelli, que, además, los defendían no poco en los tribunales, tanto eclesiásticos como seculares; y si en algo eran perjudicados por los Eclesiásticos, escribiendo a Roma, y nosotros también, enseguida se arreglaba; porque estando los nuestros sometidos al Abad de Nonantola, hablando aquí con el Auditor del Emmo. Cardenal Antonio Barberini, rápido se solucionaba todo, dado que Su Emma. Era Abad de Nonantola, a cuya jurisdicción está sometida Fanano en cuanto a lo espiritual.
Monseñor el Ilmo. y Revmo. de Módena, a quien había que acudir para las ordenaciones, oprimía muchísimo (se dice que era jesuita en voto); y por eso no sólo no quería ordenar a los nuestros sub titulo paupertatis vel Congregationis, como a aquellos que vivían entre nosotros y eran profesos de votos solemnes, y no necesitaban ni doctrinas ni nada; sino que, además, aun teniendo patrimonio, no quería ordenarlos, si no deponían nuestro venerable hábito, y vestían el de Cura secular. Aunque se consiguió que le escribieran y hablaran personas de calidad, y aunque se le presentaron Breves expedidos para la ordenación “in tribus diebus festivis”, en los que el Sumo Pontífice quería que mantuvieran nuestro hábito, nunca se suavizó.