Diferencia entre revisiones de «Benabarre (ES) Colegio»

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Mapa de la demarcación
Aviso de contenido

Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Aragón

(1729-1842)

Primeros intentos de fundación.

Cuando los escolapios, en enero de 1681, se ven obligados a abandonar la fundación de Barbastro, algunos de ellos (Marino Spina, Felipe Matheis y José Viola) fueron llamados por D. José de Calasanz Bardají, prior de los síndicos de Benavarre, para desempeñar allí la docencia. Otros dos escolapios, los PP. Agustín Passante y Juan Zamboi, viendo que allí había posibilidades de fundación, se les unieron poco después, y en enero de 1682 llevaban los cinco vida común.

Era Benavarre la capital del condado de Ribagorza, que constaba entonces de 366 villas y lugares. Desde tiempo antiguo hubo en la villa una escuela general de latinidad, la única del condado, instalada en un suntuoso edificio que tuvo que ser arrasado hasta los cimientos en la guerra de 1640. A partir de ese año el prestigio de la escuela se arruinó. La villa mantenía una escuela, pero no estaban muy satisfechos de su rendimiento sus vecinos, por lo que ofrecieron a los escolapios cien escudos de renta para que se hicieran cargo de la enseñanza. Ellos aceptaron, pero como la cantidad era muy escasa, tuvieron que ayudarse con sermones y otros ingresos.

Las autoridades de la población intentaron hacer una fundación normal, y solicitaron la autorización real. Se encontraron no obstante con la fuerte oposición del clero secular de la villa, que temían perder sus ingresos. Al no obtener el real permiso, pensaron los síndicos conferir a título personal durante diez años a los escolapios el magisterio de las dos escuelas de primeras letras y latinidad, a la sazón vacantes. Los clérigos presentaron nuevas protestas al obispo de Lérida, que ocasionaron la suspensión de licencias ministeriales a los escolapios sacerdotes, mientras D. José de Calasanz pasaba varios meses en la cárcel por abrir escuelas sin permiso real. Estos intentaron protestar, pero el P. General les ordenó callar, pues no quería litigios con obispos y virreyes, y les mandó dirigirse a la casa de Moyá, recién fundada. Era el mes de agosto de 1683.

Pocos años después, en 1697, viendo a los escolapios instalados en varios colegios de Aragón y Cataluña, los de Benavarre se dieron cuenta de la magnífica ocasión que habían desperdiciado, y se dirigieron al P. General para que les concediera una fundación. El 25-4-1698 el P. Sebastián Cossa, delegado del P. Viceprovincial de España, Pablo Bonino, firmó una escritura de capitulación con la villa. De nuevo surgió la oposición del clero secular, pero el obispo de Lérida, el 24 de mayo, les mandó callar. Fueron acalladas también las protestas de los agustinos, que temían ver reducidas sus limosnas, pues los escolapios iban a vivir de su sueldo de maestros y estipendios de misas y sermones (aunque de hecho más tarde se hizo necesario que un hermano se dedicara a pedir limosna como actividad propia: los ingresos normales no bastaban para sobrevivir).

Así las cosas, el ayuntamiento de la villa dirigió un memorial al rey, solicitando su autorización para que la Orden de las Escuelas Pías pudiera fundar un colegio.

La autorización no llegó, ya que poco después murió Carlos II, con el consiguiente desorden. Al estallar la guerra de Sucesión los escolapios italianos se retiraron de España, por lo cual, por segunda vez fracasó el fundar en Benavarre.

Fundación definitiva.

Años más tarde los escolapios de Peralta heredaron algunas posesiones en Benavarre, entre ellas una casa. Se hizo preciso enviar allí para su cuidado al P. Tomás Mir. Muy pronto los niños de la villa acudían espontáneamente a su casa, y él les enseñaba. D. Eustaquio Calasanz, regidor de la villa, propuso en sesión municipal el 26-8-1729 que se intentara de nuevo que los escolapios fundaran un colegio, ya que la enseñanza estaba desatendida con el consiguiente perjuicio para la juventud. El ayuntamiento delegó a D. Eustaquio para tratar con la Orden, y ésta al P. Antonio Ginés para firmar las capitulaciones. Llegaron a un acuerdo el mismo año. Por él la villa se comprometía a pagar 40 libras jaquesas y una ración en la iglesia parroquial al maestro de primeras letras, 100 libras al primer profesor de gramática y 24 al segundo. La comunidad estaría formada con un presidente, tres maestros y un hermano operario, y se comprometía a atender las escuelas y explicar la doctrina públicamente en la plaza. Este compromiso se firmó para diez años. El obispo de Lérida, Francisco Olasso de Ipenza, autoriza a los escolapios a decir misa en la capilla de su casa, con puerta a la calle. Posteriormente otro obispo, D. Gregorio Galindo, daría su permiso para reservar el Santísimo y poner campana (es decir, para tener culto público) el 5-10-1742. En 1740, concluido satisfactoriamente el plazo del contrato, la villa presentó de nuevo su solicitud al rey para que autorizase la fundación definitiva del colegio. Él 11 de julio firmó la autorización el cardenal Molina, presidente del Consejo de Castilla.

Historia del colegio.

Desde el primer momento de su permanencia en Benavarre los escolapios sufrieron apuros económicos. En 1705 doña María Ana Guardia, esposa de D. Manuel de Mercado, había dejado parte de sus bienes en testamento a los escolapios a condición de que fundaran en Benavarre o La Puebla de Castro. En 1713 murió su marido, testando también a favor de los escolapios con la condición de que fundaran en el plazo de cinco años. Pasado este tiempo sin fundar, los bienes se adjudicarían al Capítulo eclesiástico y a las religiosas dominicas de Benavarre. En esos años se ponen de acuerdo los jesuitas de Graus con los agustinos de Benavarre: éstos deben estorbar la fundación escolapia en su villa, mientras aquéllos estorbarían la de La Puebla. Años después de la fundación, en 1753, los escolapios intentan recuperar parte de los bienes de la herencia, alegando que el espíritu de los testadores era más fuerte que la condición de los cinco años, y parece que tuvieron éxito. Aun así las posesiones del colegio eran muy reducidas, y muy corto el beneficio que obtenían de su arriendo. Por otra parte el ayuntamiento pagaba poco y tarde. Las fincas apenas rentaban. Cuando en 1783 el conde de Robres, exalumno del colegio, les entrega 200 libras para erigir un altar al recientemente canonizado S. José de Calasanz (¡todavía no habían podido erigirlo ellos mismos!), el dinero es destinado a pagar deudas, y se deja el altar para más tarde. Veamos, como muestra de su penuria, las cuentas del año 1787: ingresos por la enseñanza, 164 libras; por misas, 203 libras; de las tierras, 150 libras (de las que 90 son para pagar al criado y las muías). Quitando los gastos, les quedan 306 libras anuales para vivir seis sacerdotes, un júnior y tres hermanos operarios. Una miseria, lo que obliga a que uno de los hermanos tenga el oficio de limosnero.

De 1780 a 1800 el número de alumnos se reduce, al contrario que en otros colegios en la misma época. Apenas llegan a un centenar, siendo la única clase numerosa la de primeras letras. Las otras dos tienen que reducirse a una. En estas condiciones parecía que el colegio iba a desaparecer durante la guerra de la Independencia, pero no fue así.

En 1824 sólo hay dos maestros, que causan preocupaciones a la autoridad por su talante liberal y su adhesión al sistema constitucional. El obispo de la diócesis intenta que el P. Provincial los traslade a otra casa.

Las dificultades económicas siguen, y el colegio está cada vez más endeudado. Durante la primera guerra carlista se convierte en fortaleza, lo que supone el desalojo y la marcha de la villa de algunos religiosos. Hasta 1742 permanece en su puesto de maestro el P. Carlos Marro, presidente de una pequeña comunidad de tres miembros. En ese año se despoja a los religiosos de todos los bienes fundacionales (en contra del real decreto de 29-7-1837, que permitía a los escolapios seguir en poder de sus bienes), por lo que el P. Marro dimite de su cargo de maestro. Los padres de familia reclaman a las autoridades de Huesca, pero la suerte ya está echada. Considerando los Superiores escolapios la escasez de personal en la Orden y la poca viabilidad de la fundación de Benavarre, ordenan al P. Marro que se retire de allí, trasladando las escasas pertenencias al colegio de Peralta.

La historia pedagógica del colegio de Benavarre es poco llamativa: no hubo más de tres escuelas, una elemental y dos medias, oscilando el número de alumnos entre 80 y 150. No se sabe si se celebraron importantes actos académicos, ya que a causa de la pobreza no podrían imprimirse los guiones. Del único acto notable que se tiene noticia es de las fiestas de la beatificación de S. José de Calasanz, el 25-8-1748, que se celebraron por todo lo alto, con actos religiosos, culturales y recreativos, y la participación de numeroso público.

En el epílogo de esta reseña merece ser destacada la insistencia del ayuntamiento de Benavarre para que los escolapios volvieran allí a ejercer la docencia. Pocos años pasaron antes de que se presentara la primera petición al P. Provincial, fechada el 18-8-1848, respondió afectuosamente que le era imposible, de momento, atender a sus deseos.

En 1858 repitieron su gestión ante el P. Vicario general, Jacinto Feliu. Parece que las cosas iban a arreglarse y van a negociar con el ayuntamiento el ex-provincial P. Cosme y el P. rector de Barbastro. Incluso se llegan a poner de acuerdo en las cláusulas para el restablecimiento del colegio: el ayuntamiento proporcionará un edificio adecuado, con vivienda para doce religiosos y atenderá a todos los gastos para su puesta en marcha. Las Escuelas Pías se comprometen a enviar un rector, dos maestros de primera enseñanza y dos de segunda. Como pago las Escuelas Pías reclaman 11.000 reales de vellón, y el ayuntamiento ofrece 10.000, cantidad en la que se pondrán de acuerdo. El ayuntamiento, además, administrará en beneficio propio las escasas posesiones rústicas de los escolapios. A pesar del acuerdo, éstos no pueden volver a Benavarre: falta la autorización oficial, que el ayuntamiento solicita en febrero de 1860.

En 1862 el ayuntamiento sigue tratando de obtener los permisos; pero el interés se va enfriando por parte de los religiosos. Es posible que al fin se lograra la autorización, porque en 1873 avisan al P. Provincial que si no vuelven allí les van a enajenar las fincas. En 1887 el antiguo edificio del colegio se convierte en cuartel de la guardia civil y escuela. El P. Provincial reclama las fincas que desde 1843 administraba el ayuntamiento; en 1888 los tribunales sentencian que todo es posesión del ayuntamiento y que no se vuelva a reclamar. En 1908 son trasladados al cementerio de la localidad los restos de los escolapios que descansaban en su propio panteón.

Superiores

Persona Año
Zenón Mallén 1751
Buenaventura Sánchez 1754
Tomás Mateo 1757
José Félez 1763
Miguel Pequerul 1766
José Félez 1769
Tomás Salanova 1772
Tomás Mateo 1775
Domingo Rubio 1778
Antonio Palos 1781
Fulgencio Martínez 1784
Pablo Ranzón 1790
Miguel Sánchez 1796
Vicente Bamala 1804
Mariano de Agustín 1807
Eusebio López 1814
Miguel Rodrigo 1823
Felipe Millán 1829
Miguel Bañolas 1832
Carlos Marro 1835

Bibliografía

Redactor(es)

  • José P. Burgués, en 1990, artículo original del DENES I