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No fue muy satisfactoria la última estancia de Mario en Roma, al menos en la segunda mitad de 1639, si nos atenemos al testimonio concorde de Berro y Caputi, que le acusan de criticar las acciones de gobierno del Santo Fundador, así como de haber murmurado contra el cardenal Cesarini, que había sido nombrado Protector de la Orden en julio de dicho año. Por estas razones, el cardenal pidió al Fundador que sacara de Roma al impertinente Mario, que fue mandado a Florencia con otros cuatro Padres a mediados de noviembre. Con ello satisfacía las promesas hechas al rector a fines de octubre de mandarle un confesor para la iglesia de Santa María dei Ricci, encomendada a los escolapios.<ref group='Notas'>C.3192 y 3181. Cf C.VILÁ, o.c.,p.132-134. El autor rechaza sin argumentos convincentes la opinión de Berro y Capúti, abundando con ello en el matiz claramente reivindicativo de todo el artículo a favor de Mario. Aceptan el testimonio de Berro y Caputi tanto Sántha (cf. ‘Card. Franciscus Albitius [I593-1684] et Scholae Pie’: Archivum 11 [1982] 57) como Picanyol (cf. ‘Le Scuole Píe e Galileo Galilei, p.126).</ref> Y en esa tarea de confesonario encontraría el camino de sus futuros triunfos y desgracias.
 
No fue muy satisfactoria la última estancia de Mario en Roma, al menos en la segunda mitad de 1639, si nos atenemos al testimonio concorde de Berro y Caputi, que le acusan de criticar las acciones de gobierno del Santo Fundador, así como de haber murmurado contra el cardenal Cesarini, que había sido nombrado Protector de la Orden en julio de dicho año. Por estas razones, el cardenal pidió al Fundador que sacara de Roma al impertinente Mario, que fue mandado a Florencia con otros cuatro Padres a mediados de noviembre. Con ello satisfacía las promesas hechas al rector a fines de octubre de mandarle un confesor para la iglesia de Santa María dei Ricci, encomendada a los escolapios.<ref group='Notas'>C.3192 y 3181. Cf C.VILÁ, o.c.,p.132-134. El autor rechaza sin argumentos convincentes la opinión de Berro y Capúti, abundando con ello en el matiz claramente reivindicativo de todo el artículo a favor de Mario. Aceptan el testimonio de Berro y Caputi tanto Sántha (cf. ‘Card. Franciscus Albitius [I593-1684] et Scholae Pie’: Archivum 11 [1982] 57) como Picanyol (cf. ‘Le Scuole Píe e Galileo Galilei, p.126).</ref> Y en esa tarea de confesonario encontraría el camino de sus futuros triunfos y desgracias.
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23.02. La comunidad florentina de los 'escolapios galileyanos

No fue muy satisfactoria la última estancia de Mario en Roma, al menos en la segunda mitad de 1639, si nos atenemos al testimonio concorde de Berro y Caputi, que le acusan de criticar las acciones de gobierno del Santo Fundador, así como de haber murmurado contra el cardenal Cesarini, que había sido nombrado Protector de la Orden en julio de dicho año. Por estas razones, el cardenal pidió al Fundador que sacara de Roma al impertinente Mario, que fue mandado a Florencia con otros cuatro Padres a mediados de noviembre. Con ello satisfacía las promesas hechas al rector a fines de octubre de mandarle un confesor para la iglesia de Santa María dei Ricci, encomendada a los escolapios.[Notas 1] Y en esa tarea de confesonario encontraría el camino de sus futuros triunfos y desgracias.

Formaba parte de aquella comunidad florentina un nutrido grupo de religiosos admiradores, amigos y cierta medida seguidores de Galileo Galilei. Este cenáculo de 'escolapios galileyanos' tuvo su origen en los primeros momentos de la fundación de las Escuelas Pías en Florencia. Antes de establecerse oficialmente, el P. Francisco Castelli consiguió del P. General que le mandara al H. Francisco Michelini, que en Génova había profundizado en el estudio de las matemáticas, entrando en contacto personal o epistolar con amigos y seguidores de Galileo. Al trasladarse a Florencia en noviembre de 1619, trajo consigo cartas de recomendación de amigos de Galileo con las que se presentó en seguida al sabio anciano, así como también entró en el círculo de sus amigos florentinos.

El incipiente prestigio conseguido por el H. Michelini por sus innegables dotes de matemático y su relación con Galileo y amigos, hizo que, además de las humildes clases de ábaco o de cuentas quedaba a los niños de primaria en las Escuelas Pías, empezara en aquellos mismos locales otra 'escuela de Algebra' o matemáticas superiores para jóvenes y adultos debidamente iniciados en tales materias, forzado por la intelectualidad y la aristocracia de Florencia. A tales clases asistían también jóvenes escolapios, interesados y alentados por los Superiores, particularmente por el P. Castelli desde cerca y por el mismo Fundador desde lejos.

Sabido es que al publicar Galileo en 1632 sus ‘Diálogos’ fue recriminado por el Santo Oficio por desobedecer la sentencia que en 1615 le había prohibido escribir sobre la condenada teoría copernicana. Hubo nuevo proceso en Roma en la primera mitad de 1633, condenándosele como 'sospechoso de herejía, y las primeras penas que se le impusieron fueron conmutadas a fines del mismo año 1633 por un forzado 'retiro' o reclusión domiciliaria en la villa 'Il Gioiello' (la joya), que tenía Galileo en Arcetri, junto a Florencia. Esta villa rustica era frecuentada sin objeción alguna por sus amigos, entre los cuales Michelini y los demás escolapios discípulos de este último.

En febrero de 1634 Calasanz llamó a Roma a Michelini, y tanto la corte del Gran duque como los 'discípulos de álgebra' temieron que ya no volvería, Por lo que el cardenal Carlos de Médicis escribió al P. General: 'El beneficio que aporta a esta ciudad el P. Francisco [Michelini] de S. José es causa de que, al haberle llamado V. P., un grupo de nobles me rueguen que interceda ante V. para que no les prive de este sujeto'.[Notas 2] Y si estas palabras dan una idea del aprecio que se sentía en Florencia por Michelini, no son menos elocuentes las que Michelini escribe a Galileo en octubre del mismo año, manifestándole la estima y agradecimiento que por su persona siente el P. General, a quien Michelini pedía algunos jóvenes para formar un grupo de estudiantes de matemáticas, cerca de Galileo: 'Nuestro P. General me concede sólo dos jóvenes para el Estudio, por la insuficiencia de nuestro sustento y habitación en Florencia'. Y terminaba la carta así: 'Nuestro P. General se considera obligadísimo por los favores que V. nos hace a mí y a los demás Padres nuestros'.[Notas 3]

Era, pues, una iniciativa conscientemente favorecida por Calasanz, quien sin duda no podía ignorar el peligro y la temeridad que suponía fomentar el discipulado de sus jóvenes estudiantes y demás religiosos florentinos respecto al Maestro, antes de cumplirse el año de su definitiva condena por el Santo Oficio. A los jóvenes de que hablaba Michelini siguieron luego otros, tanto clérigos como simples Hermanos, de modo que al llegar el P. Mario a Florencia en noviembre de 1639 encontró en aquella comunidad, además de Francisco Michelini, a Clemente Settimi, que le acompañaba en el viaje; Ángel Morelli, Salvador Grise, Carlos Conti, Juan Bta. de Ferraris, Domingo Rosa (hermano del conocido pintor napolitano Salvator Rosa, que fue novicio escolapio unos meses), Juan Francisco Apa, y unos diez días después de la llegada de Mario y sus cuatro acompañantes, se incorporaba también a aquella comunidad el P. Ambrosio Ambrosi.[Notas 4] Todos ellos giraban en torno a los treinta años, salvo el P. Rector, Juan Domingo Romani, de edad más provecta.

El año anterior, 1638, Michelini, recién ordenado sacerdote junto con Ambrosi, había sido llamado a palacio para dar lecciones de matemáticas a los príncipes Juan Carlos y Leopoldo, hermanos del Granduque Fernando II, viéndose obligado a residir continuamente en la corte. Al dejar por necesidad la escuela de álgebra, le reemplazó el P. Clemente Settimi, adquiriendo desde entonces carácter de escuela pública. Además, desde que en 1637 Galileo quedó prácticamente ciego, Settimi solía pasar con él muchas horas a la semana sirviéndole de secretario. Mas pareciéndole poco, Galileo recurrió al Granduque para que consiguiera del P. General permisos más amplios para retener a su lado al P. Clemente, incluso de noche. El embajador toscano Francisco Niccolini se entrevistó con Calasanz, presentándole las súplicas del Granduque y de Galileo, y Calasanz, con moderación y con respeto a las Constituciones, concedió que -escribe Niccolini- 'cuando no sea suficiente al Sr. Galileo que el mencionado Padre se traslade a su villa una vez por semana, puede llamarle y ordenarle que lo haga más a menudo. Dice además [Calasanz] que si alguna vez es necesario pasar allí la noche, puede hacerlo, como lo ha hecho hasta ahora, pero no se le puede permitir que duerma continuamente fuera del convento'.[Notas 5]

El P. Ángel Morelli forma con Michelini y Settimi la terna de los 'escolapios galileyanos' de primera fila, y entró en contacto personal con el Maestro desde su llegada a Florencia en septiembre de 1632. Estos tres llevan en los catálogos antiguos de la Orden el apelativo de 'matemático', que si por una parte pretende ser título honorífico, por otra llevaba implícita, según el sentir de la época, cierta sospecha de heterodoxia desde la condena de Galileo, en 1633, hasta muy avanzado el siglo.[Notas 6] Los demás, en mayor o menor grado, cultivaron las matemáticas y son considerados como los representantes del galileísmo en las Escuelas Pías.

Con todo, quizá la historiografía escolapia, particularmente en nuestro siglo, haya exaltado excesivamente este grupo de 'galileyanos' y su trascendencia en el futuro de la Orden.[Notas 7] El acercamiento y estima de Calasanz y de algunos de sus hijos a las controvertidas figuras de Galileo y Campanella, ambos procesados por la Inquisición, es más bien una manifestación de apertura de espíritu y aprecio de la ciencia moderna en sí, y aun de las personas perseguidas, que un intento de implantar en la incipiente Orden sendas corrientes de alta cultura matemática y filosófica, que forzosamente tenían que quedar al margen de la tarea ordinaria de la escuela para niños y en contra de la mentalidad expresa del Fundador, siempre temeroso de que la alta cultura y sus correspondientes títulos académicos pudieran apartar a sus religiosos de las labores escolares. Por ello, sería más acertado hablar de 'un interés y una curiosidad, que no fue nunca más allá de una formación científica de base y para emplear preferentemente en la enseñanza primaria'.[Notas 8]

En realidad, este cenáculo galileyano de Florencia ni tuvo repercusión notable en el ambiente científico-cultural de la época,[Notas 9] ni en las demás provincias de la Orden;[Notas 10] ni suficiente duración y consistencia, pues se dispersó en 1641 debido a la acción perturbadora de Mario Sozzi; ni la experiencia fue muy gratificante, pues de la decena de religiosos nombrados, todos abandonaron las Escuelas Pías en los años aciagos que iban a venir, salvo Morelli, Ferraris y Apa. Este último, sin embargo, no se distinguió por galileyano ni matemático, sino por latinista, escribiendo una gramática, editada en Roma en 1643, inspirada en los principios de Schoppe, pero escrita en italiano y no en latín, como era de rigor hasta entonces. Además, en 1638 dio vida a una 'Escuela de Nobles', atendiendo las peticiones de la aristocracia florentina, reacia a que sus hijos se mezclaran con los demás alumnos 'plebeyos' de las Escuelas Pías o incluso a que frecuentaran las escuelas de jesuitas.[Notas 11]

Notas

  1. C.3192 y 3181. Cf C.VILÁ, o.c.,p.132-134. El autor rechaza sin argumentos convincentes la opinión de Berro y Capúti, abundando con ello en el matiz claramente reivindicativo de todo el artículo a favor de Mario. Aceptan el testimonio de Berro y Caputi tanto Sántha (cf. ‘Card. Franciscus Albitius [I593-1684] et Scholae Pie’: Archivum 11 [1982] 57) como Picanyol (cf. ‘Le Scuole Píe e Galileo Galilei, p.126).
  2. EHI, p.1434.
  3. EC, p.1865-1866.
  4. Cf. c.3198. Duró poco, pues el 8 de septiembre de 1640 el General le llamó a Roma y no volvió más a Florencia (cf. O. TOSTI, ‘Gli scolopí a Pisa’. Ricerche 15 [1985] 111282,n.4).
  5. Cf. L. PICAÑY0L, o.c., p.56-57. Carta de Niccolini al secretario ducal, Andrés Cioli, del 16 de abril de 1639. El mismo día escribía Calasanz al Rector de Florencia: 'Y si acaso el Sr. Galileo pidiera que alguna noche se quedara el P. Clemente, V. R. se lo permita y Dios quiera que sepa sacar el debido provecho> (c.3074).
  6. En octubre de 1647 escribía Juan B. Riccioli a Vicente Renieri: 'il Padre Inquisitore [de Bolonia] haveva trattenuto le tavole nuove di V. P. perché quando i libri sono di matematica sono molto sospetti a questo Padre'. Y el 10 de enero de 1648 escribía Rafael Magiotti a Ludovico Serenai: 'in questo paese i matematici non nè stima, nè onore, per non dir peggio… Et io ho conosciuto altri belli ingegni che hanno bensi veduto i buoni autori in questa professione, ma studiatigli piü segretamente che se fussero stati di nigromantia, per non perder affatto la reputationer' (cit. en M. BUCCIANTINI, ‘Eredità Galileiana e politica culturale Medicea: il caso degli Scolopi’: Studi Storici 2 [1989] 391-392).
  7. Los dos autores principales son: P. G. GIOVANOZZI, ‘Il Calasanzio e I’opera sua’ (Florencia 1930) y L. PICANYOL, o.c. En su citado artículo reconoce Bucciantini el mérito del estudio histórico de Picanyol sobre este tema, lamentando a la vez 'de intenzioni dichiaratamente apologetiche dell’autore' (o.c., p.385).
  8. Cf . M. BUCCIANTINI, o.c., p.388.
  9. Baste recordar que ninguno de los escolapios galileyanos publicó obra alguna científica, salvo Michelini, ya fuera de la Orden, y no de contenido 'galileyano' o matemático, sino hidráulico y fue: ‘Trattato della direzione dei fiumi’ (Florencia 1664).
  10. Observa Bucciantini que los voluminosos epistolarios del Fundador y los escolapios a él contemporáneos, en ius más de 6.000 páginas 'contengono rarissimi riferimenii di natura scientifica e filosofica: in particolare sono del tutto assenti -eccettuate le lettere del nucleo fiorentino- riferimenti ad opere e temi di interesse galileiano, e questo sia prima che dopo la condanna del 1633' (ib.).
  11. Cf . L. PICÁNYOL, ‘La Scuola dei Nobili nelle Scuole Pie fiorentine e il suo fondatore P. G. F. Apa (Roma 1939).