Diferencia entre revisiones de «Mataró (ES) Colegio de Santa Ana»

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*Poch, J.: Las Escuelas Pías de Mataró, Mataró, 1963
 
*Poch, J.: Las Escuelas Pías de Mataró, Mataró, 1963

Última revisión de 14:43 5 dic 2014

Mapa de la demarcación
Frontis de la portada de la iglesia de Santa Ana de Mataró
Aviso de contenido

Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Cataluña

(1737- )

Antecedentes e historia del edificio.

Ya en 1715 la ciudad de Mataró había solicitado una fundación escolapia. Los superiores de la Orden no vieron oportuno, de momento, acceder a tal solicitud a pesar de la insistencia tanto de la ciudad, como de los mismos religiosos que la consideraban básica para la futura expansión de las Escuelas Pías en Cataluña. Fue el 1-5-1737 cuando se firmaron las capitulaciones con el ayuntamiento. Dos meses más tarde se abrieron las clases de gramática, dependientes del municipio.

Los religiosos se alojaron en el convento de los carmelitas; a finales del mismo año alquilaron el «mesón del Pardal», fuera de la ciudad, habilitándolo para vivienda, escuelas y capilla, que fue dedicada a Santa Ana por voluntad del mismo municipio. La vivienda quedó inaugurada el 26-12-1737. En terrenos comprados por la propia Orden se colocó, dos años después, la primera piedra para levantar de planta una vivienda, un seminario o internado, una iglesia y un colegio. La iglesia quedó inaugurada el 31-5-1789. Las deudas que pesaban sobre la comunidad y la situación difícil del momento obligaron a detener las obras; el colegio no pudo construirse hasta 1801; para conseguir recursos se montó una gran rifa, presentada por toda Cataluña. La invasión francesa retrasó nuevamente las obras hasta 1814 y el ayuntamiento contribuyó económicamente para terminarlo. Sin embargo, con Fernando VII no se disfrutó de vida tranquila, sino que etapas difíciles y de supresión se entremezclaron con tiempos de normalidad. Así que el edificio pudo ver su conclusión en 1863. Durante el rectorado del P. Calasanz Casanovas se acomodó el internado o seminario, el huerto se transformó en patio de recreo, se allanó el paso desde el ala de residencia de los maestros a las clases y se construyó un gimnasio. En años sucesivos se harían nuevas mejoras. Con la guerra civil española (1936-1939) se hubo de abandonar el inmueble y en él se instaló la «Escuela nueva unificada»; se proyectó convertir la iglesia en «Museo del Maresme», aunque la idea se quedó sólo en plan; se pensó colocar en el colegio el grupo de «Escoles comaplans», aunque tampoco fructificó la idea. Cuando regresaron los escolapios a su casa, tras la contienda, hubo de llevarse a cabo trabajos de conservación y adaptación. Más, como el edificio era viejo y amenazaba ruina por muchas partes, se vio la conveniencia de demolerlo y levantar otro en el mismo solar, debido a su óptima situación en el casco de la ciudad. Tal nuevo colegio fue inaugurado en 1968, tras sucesivas etapas de construcción; del antiguo sólo queda en pie la iglesia. El internado abierto en 1750, cerró sus instalaciones en 1957.

Desarrollo pedagógico.

Los escolapios siempre procuraron impartir enseñanza gratuita; para ello tuvieron que salvar dificultades como la retirada de las subvenciones municipales en ciertos momentos, las desamortizaciones de algunos bienes que servían para mantener el colegio y la pérdida del carácter de «entidad pública»; para solventar tales situaciones se crearon las fórmulas de diferenciar entre encomendados o vigilados y externos, y en otros momentos, cobrar la enseñanza impartida.

Los niveles de enseñanza pactados entre los escolapios y el municipio fueron: las primeras letras -lectura, escritura, cuentas-, la gramática -humanidades- y la filosofía o artes -primer nivel universitario-. Los dos primeros compromisos fueron iniciados desde el primer momento de la presencia escolapia en la ciudad, siguiendo los programas y métodos típicos y propios de la Orden. Pero lo interesante de Mataré fue el convertirse en centro «piloto» o modelo de toda la Provincia de Cataluña; este carácter se perdió con la fundación en Barcelona en 1817. Las dos grandes corrientes dentro del campo pedagógico en que quedaron divididos los escolapios al comienzo de su historia como Provincia canónica -conservadores y progresistas o renovadores- estuvieron presentes en el colegio de Santa Ana; por varios indicios parece que prevalecieron los renovadores, es decir, quienes pretendían llevar la enseñanza hacia cuestiones y asignaturas prácticas, dejando a un lado las humanidades, que sólo servían a la minoría que buscaba estudios universitarios. Los más destacados defensores de la corriente progresista fueron rectores de la casa y del colegio, y el P. Ildefonso Ferrer, luego Provincial, fue en varias ocasiones profesor en Santa Ana. Muestra de esta tendencia renovadora del P. Ferrer hay una «academia», o examen público, de 1768, en la cual junto a la aritmética -las matemáticas que daban en todos los niveles- aparece la «náutica» o formación de peritos en navegación para el tráfico comercial con el Nuevo Mundo. Hay que tener presente que a las escuelas de Mataré llegaron jóvenes de la ciudad, de la comarca, incluso de Madrid, Murcia o Cádiz, quienes luego pasaron a América. Esta relación y semilla de intermediarios hizo que en momentos difíciles de la Península los escolapios de Mataré se pudieran trasladar a América y abrir centros de enseñanza en Cuba o en Montevideo. Esta mentalidad de dar enseñanza práctica hizo que años más tarde (1869) se instalara en el colegio la «Escuela de Náutica», de corta duración, y poco después surgieran los estudios comerciales similares a los iniciados en Barcelona por los mismos escolapios. En 1916 Mataré inauguró un magnífico «Museo comercial pedagógico». Las humanidades se transformaron durante los siglos XIX y XX, a tenor de la legislación española, impartiéndose el bachillerato en todos los cursos. Últimamente y con la reforma educativa de Villar Palasí resurgen los estudios comerciales, se imparte formación profesional de primero y segundo grado en las ramas de electrónica, administrativa, informática y agricultura. (Las prácticas de ésta última se llevan a cabo en el colegio e instalaciones del colegio escolapio de Alella). Como ayuda se creó el «Centro de cálculo Escuela Pía» (CCEP), con ordenadores, lectoras, etc. que además de servir de práctica a los alumnos de distintos centros, prestan su trabajo a entidades civiles y eclesiásticas. La amplitud de espacio exigido por dicho centro ha urgido colocar el centro de cálculo en un edificio y la escuela profesional en otro.

Según las capitulaciones de 1734 los escolapios se comprometieron a impartir la filosofía, o sea, la llamada facultad de artes, que ordinariamente sólo se enseñaba en la universidad; así se facilitaba a los jóvenes de la comarca los estudios previos necesarios para iniciarse en las facultades especiales; de ese modo evitaban el largo desplazamiento a Cervera, en donde se encontraba la única universidad del Principado. Ocho años más tarde se abría el aula con un grupo de jóvenes escolapios y otro de seglares. El número creció a los pocos años. El primer filósofo fue el P. Juan Balcells, tomista en su doctrina. El citado P. Ildefonso Ferrer fue en eso también innovador; introdujo una línea ecléctica, siguiendo al también escolapio P. Eduardo Corsini. Otros insignes escolapios y profesores fueron los PP. Estanislao Tor, probable discípulo del anterior; Agustín Espina, también formado en Mataré; Luis Barberí, discípulo de Tor y uno de los profesores más eximios de la Provincia de Cataluña; Vicente Tió, que probablemente tuvo entre sus discípulos a Martín Aixelá. El eclecticismo que inició Ferrer permaneció en la enseñanza de Santa Ana y fue la orientación de todo el alumnado que pasó por sus aulas. Tales estudios filosóficos eran reconocidos, primero, por Cervera y luego por la restaurada Universidad de Barcelona, desde 1828.

Casa provincial y juniorato.

En 1751 el P. Baltasar Toneu, nombrado primer Provincial de las Escuelas Pías de Cataluña, pensó en el colegio de Mataró como sede provincialicia. Aunque en algunas ocasiones el Provincial residiera en otras casas, de hecho no se modificó la situación hasta 1819, en que se trasladó definitivamente a la reciente fundación de San Antón de Barcelona. La continuada presencia del Provincial en el colegio hizo que éste se convirtiera en el centro director de la pedagogía de todas las demás casas; de él salieron muchos de los futuros rectores y directores; en él se prepararon los textos escolares, como los famosos de aritmética del P. Francisco Ferrer; en él se fraguó el «Método uniforme» de la Provincia de 1797.

Durante algunos períodos desempeñó la función de ser casa- noviciado; se sabe que en 1740-1742 hubo novicios, aunque no puede probarse, si la casa era canónica o tan sólo se trataba de una situación intermedia al contar con medios de mantenimiento. De 1815-1817 igualmente hubo novicios; el primer curso para operarios y clérigos, el segundo sólo para operarios. Con la restauración de la Orden en España en 1845 y la preocupación que siguió por el aumento de las vocaciones, se instala en Mataró el noviciado para hermanos operarios; fueron maestros los PP. Joaquín Cruzat y Agustín Dordal sucesivamente. Además de exigirles unos conocimientos generales mínimos, de los que tenían exámenes semestrales, se les obligaba a aprender un oficio; tal vez por ello se eligió el colegio de Mataró como sede, ya que existiendo en él tanta diversidad de actividades permitía ocupar una notable mano de obra. El último período en que se encuentran novicios es de 1870 a 1876, igualmente para operarios, siendo maestro el P. Cayetano Renom. Después de 1868, tras la revolución, el colegio de Sabadell pasaba dificultades para mantenerse; los superiores decidieron trasladar el noviciado de clérigos desde la ciudad vallesana a la ciudad del Maresme. El P. maestro fue el P. Domingo Borra, quien en 1876 pasó con sus formandos a Moyá. A los novicios, además de formarles en el espíritu religioso calasancio, se les daba asignaturas como latín, castellano, catalán, cálculo, teneduría de libros con la colaboración de profesores especializados.

En 1740, tres años después de la fundación, se imparten en Santa Ana clases de teología por el P. Baltasar Toneu a los júniores escolapios. Dos años más tarde también filosofía, como se ha indicado arriba. El Capítulo provincial de 1753 declaró que la casa de Mataró fuese la «casa de estudios» de la Provincia; el de 1872 separaba a los filósofos (en Mataró) de los teólogos (en Balaguer y después en Oliana). De hecho los júniores se fueron repartiendo por diversas casas, aprovechando la presencia y las posibilidades de los buenos profesores, al tiempo que colaboraban en las actividades escolares; de ese modo, además, el gasto de mantenimiento se repartía no gravando a una única comunidad.

En 1778 el P. General romano reordenó nuevamente los estudios de los júniores, distribuyendo el tiempo en dos años de humanidades, dos de filosofía y tres de teología; exámenes cuatrimestralmente para comprobar el rendimiento; y, sobre todo, mandó que no se les dedicara a la enseñanza hasta terminar el currículo. Esta última ordenación casi nunca llegó a su cumplimiento, pues bien al concluir las humanidades, bien al concluir la filosofía, se les encargaba de las clases elementales durante algún tiempo por motivos generalmente económicos.

Mataró fue casa de estudios, parece ser, hasta 1824, en que el Capítulo provincial relegó tal función a la de Moyá, aunque algunos jóvenes quedaran en la primera. En 1845, el P. Comisario general de España, Jacinto Feliu, dispuso un nuevo plan de estudios y formación en el cual se destaca la importancia de las matemáticas y las ciencias afines, sobre las humanidades, que hasta entonces habían prevalecido en la formación. El mismo P. Felíu escogía a algunos jóvenes y se los llevaba a una casa especial para iniciarlos en las matemáticas, de ese modo, por su preparación especial, luego serían el fermento entre los demás.

Cuando en 1879 se abrieron las «casas centrales de estudios» para todos los jóvenes de las Provincias de España, a ellas se trasladaron los catalanes, aunque algunos permanecieron en Mataró. Desde este momento dejó de ser «casa de estudios».

Presencia en la ciudad y acción educativa.

Santa Ana es algo natural ya en la ciudad de Mataró. La integración de los escolapios con la ciudad ha sido total desde los comienzos. La enseñanza y el culto en la iglesia fue el camino por el cual los mataronenses encontraron en los religiosos de Calasanz ayuda en sus preocupaciones: escolapios que atendían a los enfermos, escolapios que administraban sacramentos, escolapios que les acompañaban en el culto, escolapios que se colocaron al lado de la ciudad en las situaciones de persecución y ocupación, en particular en contra de las tropas napoleónicas. El culto dado en la iglesia escolapia ha sido de los más intensos y vivos de la ciudad; la cofradía de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de Montserrat han agrupado a muchos cristianos en torno a Santa Ana. Las actividades extraescolares han sido múltiples y han acogido el excursionismo con los colegiales antes de 1880, la enseñanza y la práctica de deportes y gimnasia desde finales del siglo pasado, la introducción del baloncesto para los alumnos en el curso 1928- 1929 por el P. Eusebio Millán, y en años recientes el scoultismo y las colonias de verano.

A lo largo de dos siglos se ha creado una pléyade de ilustres alumnos. A modo de ejemplo se pueden citar a los hermanos Puigblanch, Damián Campeny, Manuel Llauder, Jaime Isern, Baltasar Dorde, Martín d'Aixelá, Melchor de Palau, Miguel Biada, Antonio Ros de Olano, José Puig Cadafalch, Antonio Comas, los jesuitas Celestino Matas, Jaime Novell, el canónigo Jaime Almenara, el cardenal Vives y Tuto, y los obispos Jaime Creus, Francisco Mas y José María Serra. De Mataró surgieron vocaciones escolapias de la talla de José Rius, Jacinto Feliu, Agustín Botey, Eduardo Llanas y Tomás Viñas.

En Mataró nació la primera, en España, «asociación de antiguos alumnos» gracias a la iniciativa del exalumno José Colomer Volart y al apoyo y orientación con que la secundó el rector, José Soler Garde, en 1913. La vitalidad de esta asociación ha sido hasta años recientes muy considerable: a ella se deben muchas celebraciones tenidas en el colegio, entre las cuales destaca la conmemoración de los 225 años de la fundación. En ésta, cabe subrayar, el encuentro de los «Primeros juegos escolapios de toda la Provincia de Cataluña» (1962); en los años sesenta la asociación promovió el estudio de catalán y favoreció las clases de dicha lengua; la asociación organizó las «Ejercitaciones para un mundo mejor» predicadas por el P. Arcusa, jesuita; promocionó actividades de teatro, de música, lúdicas.

Por Mataró han pasado muchos escolapios que se han distinguido en la Orden dentro de campos diferentes y otros, en número mucho mayor, que calladamente dieron su vida día a día en sus aulas; peculiar recuerdo por su sencillez y humildad, así como por su inolvidable recuerdo en la ciudad como parvulistas, se debe tener de los HH. Joaquín Brugat y Francisco Roca.

En 1961 el ayuntamiento de Mataró, en nombre de toda la población, reconoció la labor de los escolapios a lo largo de los años y les distinguió con la «medalla de oro de la ciudad».

Publicaciones.

Arriba se ha indicado cómo surgieron de la pedagogía usada en el centro un abundante número de libros de texto. No menor ha sido la lista de revistas y pequeñas revistas, incluso hojas, que han servido de vehículo de comunicación entre alumnos, entre familias, entre exalumnos, muchas de las cuales han tenido una vida efímera.

Por su valor de cara a la historia se citan las siguientes: Afany et Company (1968); Asociación de padres de familia (1961); El barco de cartón (1955-1956); Boletín para los antiguos alumnos de Santa Ana (1951- ); Boletín de información y estudio para los congregantes de Acción católica (1951); Brisas (1951); El carrilet (1972); El colegial (1882, manuscrita); Época (1963-1964); L’estornut de COU (1970); Excelsor (1950- 1951); Expansión (1966); Fulla dominical (1932-1934); Gong (1947); Guía del cofrade (1944- ); Isard (1966); Kerik (1945-1946); Lux (1948-1949); Minibatxiller (1967-1968); Quid (1967-1968); Sisé (1969); Suplement a la fulla dominical (1933-1934); Suplement a la guía del cofrade (1957); Suplemento de «Vida escolar» (1957); Temple (1964-1965); Vida escolar (1951-1961); Xauxa (1972-1973).

Superiores

Persona Año
Salvador Llenas 1737
Miguel Picanyol 1740
Francisco Plana 1742
Jacinto Cruells 1745
José Caballol 1748
Juan Balcells 1751
Tomás Casas 1752
Rafael Passarell 1757
José Pujol 1760
Francisco Plana 1763
Ildelfonso Ferrer 1766
Mateo Mestre 1769
Ildelfonso Ferrer 1772
Olegario Janer 1775
Ildelfonso Ferrer 1778
Jaime Andreu 1781
Rafael Passarell 1784
Ildelfonso Ferrer 1787
José Calasanz Bages 1790
José Pont 1794
José Picas 1796
Miguel Busqué 1804
Jaime Vada 1807
Joaquín Tomás 1814
Mauricio Tomás 1824
Adjutorio Blanch 1827
Ramón Ribera 1833
José Rius 1847
Cayetano Renom 1858
Calasanz Casanovas 1863
José Draper 1865
Miguel Cercos 1875
Francisco Sallares 1892
José Llauradó 1893
Francisco Llonch 1899
Félix Sors 1906
José Soler 1909
Pedro Vilar 1919
Juan Cornelias 1922
Juan María Vives 1924
Luis Feixas 1925
Ramón Castellví 1928
Constantino Noguera 1931
Luis Feixas 1934
Calasanz Balanyá 1940
Calasanz Ubasart 1943
Miguel Simón 1946
Joaquín Seguí 1949
Salvador Salitjes 1952
Lorenzo Bonet 1955
José Liñán 1958
Salvador Salitjes 1961
Salvador Dalmau 1964
Jorge Gaza 1973
Ricardo Manich 1976
Juan Herrero 1982

Bibliografía

  • Poch, J.: Las Escuelas Pías de Mataró, Mataró, 1963
  • Florensa, J.: Ensenyament de Náutica ais Escolapis de Mataró en el III Coloquio de Historia de la Educación, Universidad de Barcelona, 1984, 451-457.

Redactor(es)

  • Juan Florensa, en 1990, artículo original del DENES I