Diferencia entre revisiones de «Moyá (ES) Colegio y casa de formación»
m |
m |
||
Línea 2: | Línea 2: | ||
[[Archivo:Moya (ES) Colegio y casa de formacion-v01n01.png|350px|thumb|Portada de la iglesia del colegio de Moyá, primera fundación escolapia en España]] | [[Archivo:Moya (ES) Colegio y casa de formacion-v01n01.png|350px|thumb|Portada de la iglesia del colegio de Moyá, primera fundación escolapia en España]] | ||
+ | |||
+ | {{DENESOriginal}} | ||
=Datos= | =Datos= |
Última revisión de 14:44 5 dic 2014
Aviso de contenido
Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual |
Contenido
Datos
Demarcación Cataluña
(1683- )
Antecedentes de la fundación.
Es la Casa más antigua en España. Fracasados los intentos de fundación en Barbastro y en Benavarre, los escolapios napolitanos intentaron encontrar otro lugar en donde establecerse. D. Jaime Boixó, sacerdote moyanés y vinculado a la poderosa familia de los Rocabertí, entró en relación con los PP. Domingo Prado y Agustín Passante. El 17-5-1682 el municipio nombró a Juan Carner Alovet, síndico, para tratar de la fundación. El 30 del mismo mes el Sr. Boixó se compromete ante notario a dotar al colegio con 200 libras catalanas anuales, proporcionar casa e iglesia para los religiosos y para las escuelas con todos los enseres necesarios. Dos días más tarde se firman las capitulaciones entre la villa y las Escuelas Pías; aquélla sumó 100 libras más a las prometidas por el sacerdote y los escolapios se comprometieron a mantener tres aulas -leer, escribir y contar, gramática y retórica-, ayudar a bien morir a los enfermos de la ciudad, impartir la doctrina cristiana los domingos y atender en la iglesia las confesiones de todos los fieles. El rey Carlos II dio su permiso escrito el 1-7-1683; el obispo de Vich expidió la licencia el 13-9-1683, con la condición de que antes de cinco años debían obtener la licencia de la Congregación romana de obispos y regulares; D. Jaime de Mas pretendía de ese modo llevar a instancias superiores el contencioso que se originaba entre los escolapios, la villa y la parroquia.
Desarrollo histórico.
El 15-9-1683, entre las cuatro y cinco de la mañana, se dio posesión de la casa de la calle de las Joyas, llamada de Perxer, en presencia del notario Miguel Pradell, del P. Domingo Prado, del reverendo Damián Bosch y como testigos del municipio D. Juan Carner y D. Raimundo Busquets. A las nueve de la mañana el P. Domingo celebró la primera misa en la casa ya escolapia. Dos años después los escolapios se trasladaron a otro edificio propiedad del herrero Daví, en la calle San Sebastián, esquina con el camino de L'Estany (hoy escalera que sube al colegio). También resultó insuficiente y hubo que comprarse otros terrenos, los actuales, en 1689 por el P. Passante, verdadero artífice de la fundación y permanencia en Moyá. Se empezó a edificar con mucha lentitud hasta que en 1702 fue nombrado rector de la casa el P. Félix Audet, natural de la villa, quien dio gran impulso a la obra de tal modo que en 1707 ya pudieron trasladarse los religiosos al nuevo edificio. La construcción de la iglesia comenzó en 1727 y se concluyó sobre 1750; recientemente se ha descubierto un dintel de la puerta que daba al claustro con la fecha de 1737.
El conjunto del edificio no ha sufrido significativas modificaciones en su estructura; en 1839 fue incendiado y derruido por los carlistas, pero en la reconstrucción se conservaron las líneas fundamentales. Como recuerdo del segundo centenario de la fundación del colegio se quiso construir un grupo separado de aulas; el P. Glicerio Nonell, durante su rectorado, fue quien lo levantó en el solar lindante con la carretera de L’Estany. En 1970 se inauguró otro nuevo pabellón de aulas, puesto que el anterior había quedado inservible; e, igualmente, el interior del inmueble ha sufrido grandes transformaciones.
La casa siempre ha vivido con estrechez económica; el ayuntamiento pasó largos tiempos sin entregar sus aportaciones comprometidas en el momento de la fundación. Un largo pleito privó a los escolapios de disponer de unas rentas. La población siempre ha sido pequeña; sus habitantes, agricultores y artesanos. En los años de la fundación aquélla se encontraba levantando la iglesia parroquial, por lo cual no se podía permitir que donativos fuesen a otras finalidades; así los escolapios tuvieron que afrontar la situación con muy escasos recursos y sin poder pedir limosna por la ciudad.Las grandes obras hubieron de realizarse con ayudas ajenas: la fábrica del colegio, a principios del XVIII, se levantó gracias a la donación de un sacerdote de Santpedor; la reconstrucción tras el incendio de 1839 con la aportación del antiguo alumno Jaime Torrents; las aulas del pabellón de 1900 con donativos de otras ciudades; las obras últimas con la aportación de la Provincia. La desamortización del siglo XIX privó a los escolapios moyaneses de unos censos de que disfrutaban. Los bienes que han poseído han sido siempre insuficientes para mantener a los religiosos de la casa, y el noviciado se ha sustentado principalmente gracias a la contribución que las demás casas de la Provincia han venido aportando. Pero en los momentos de mayor indigencia y escasez los moyaneses han sabido compartir el pan con los maestros de sus hijos.
El colegio hubo de cerrar en dos ocasiones sus puertas. La primera, en 1839 durante la guerra carlista, en que se convirtió en fortín de liberales y fue atacado y destruido con un incendio por los carlistas; permaneció cerrado y abandonado durante más de una década; en 1853 abrió nuevamente sus puertas gracias a la generosa donación del antiguo alumno Jaime Torrents Serramalera, enriquecido en América, que quiso hacer de su antiguo colegio un centro educativo mejor que el conocido en su niñez; el P. Provincial, otro moyanés, Narciso Tarter, impulsó la iniciativa. La segunda fue durante la guerra civil de 1936-1939; no murió ningún religioso, pues éstos y los novicios estuvieron bien acogidos por familias de la villa o de las masías; el señor Estevanell salvó lo que pudo de valor de la iglesia, biblioteca y archivo; terminada la contienda, se volvieron a abrir las puertas para los alumnos en marzo de 1939.
Por tres veces ha celebrado Moyá el centenario de la estancia de los escolapios en la villa. La primera -1783- con una academia o examen público. La segunda -1883- con actos a lo largo de los días 7, 8 y 9 de septiembre; a ellas acudieron muchos religiosos de la Provincia, los obispos de Lérida y Vich; hubo pasacalles, danzas populares (con mención especial de los «garrofins»), iluminación de fachadas, fuegos artificiales; fueron tan solemnes que la crónica termina diciendo: «... que los escolapios que celebren el tercer centenario podrán igualar, pero no superar». Durante el curso 1983-1984 se programó la fiesta del tercer centenario; con tal motivo el gobierno autónomo de la Generalitat concedió a la Provincia la «Cruz de San Jorge». A raíz de los actos y festejos celebrados en torno a la estancia de las Reliquias de San José de Calasanz en Moyá se reorganizó el grupo de antiguos alumnos y se creó la asociación. Posteriormente se ha organizado la asociación de padres de alumnos.
Desarrollo pedagógico.
Los niveles o aulas de enseñanza no fueron siempre las tres pactadas, sino que al poco tiempo de la fundación se redujeron a dos: una para leer, escribir y contar, otra para lo demás. En 1756, a raíz de un nuevo pacto con el ayuntamiento, volvió a dividirse el alumnado en tres aulas, pues la segunda se subdividió en mayores y pequeños. El libro de matrícula de la clase de menores permite conocer el alumnado de esa fecha hasta 1807; de los 1380 matriculados sólo 283 son de Moyá, pues el resto llega de ciudades vecinas; así 31 de Vich, 40 de Manresa, 53 de Barcelona, 16 de poblaciones lejanas como el Valle de Aran. No todos eran internos, sino que algunos vivían en pensiones de la ciudad, en casa de parientes o estaban al servicio de alguna persona con un contrato que les hacía posible el estudio. A finales del siglo XIX se abrió la clase de comercio no oficial; durante algún tiempo los alumnos llegaban al colegio barcelonés de San Antón para homologar sus estudios con los de aquel centro que estaba habilitado.
A comienzos del siglo XX la renovación pedagógica llegó a los escolapios de Moyá con la llamada «escuela nueva»; se conocen las excursiones programadas a industrias, a masías, a bosques y lugares pintorescos o artísticos (como el monasterio de Santa María de L'Estany). Cuando el moyanés y antiguo alumno, Francisco Viñas, fundó la «liga de protección del árbol frutal» los escolapios colaboraron y contribuyeron a repoblar parte del monte municipal y a mantener árboles frutales en la vera de los caminos. En los últimos tiempos promocionaron el movimiento scout a nivel local. Algunos actos colegiales han sido cívicos y abiertos, como las celebraciones del carnaval, la semana santa, la cabalgata de Reyes. Un acto típico y original desde tiempo muy antiguo ha sido la «quema del demonio» el 27 de noviembre, patrocinio de San José de Calasanz, eliminando así todo el mal del mundo como la tradición cuenta del niño Calasanz. En los años de la II República el P. Francisco Sagrega colaboró con los «fejocistes», jóvenes cristianos; la huella del religioso todavía está presente hoy.
Durante la década de los sesenta el colegio abre aulas para bachillerato en la categoría de «centro libre». El 1967 es legalizado como «colegio libre adoptado», dependiente del instituto de Vich. En 1974 el colegio pasó a depender del ayuntamiento que lo trasladó a locales ajenos a las Escuelas Pías, quedando el edificio de éstas para la educación básica, completa y el preescolar.
Casa de formación.
La casa de Moyá ha sido en muchas ocasiones noviciado de la Provincia. En los primeros años todas las casas tenían novicios, aunque una sólo fuera el noviciado; ésta era Moyá, hasta 1824 que pasó a Sabadell. En 1873 volvió a ser noviciado y continuó como casa de primera formación hasta 1970. A partir de este año continúa siendo «de iure» casa noviciado, pero se erigió un segundo noviciado, primero en Alella, después en Barcelona; de ese modo los novicios pueden trasladarse a aquella casa en períodos de su tiempo formativo.
También fue en diversos momentos casa de estudios para los jóvenes profesos o júniores; tuvo júniores hasta 1714; volvió a tenerlos de 1727 a 1736; cuando dejó de ser noviciado en 1824 se convierte en juniorato provincial hasta el cierre de 1835; con la restauración de la casa en 1853 vuelve a ser considerada como juniorato hasta que en 1873 se abre el noviciado. Durante breves períodos a comienzos del siglo XX, después del juniorato de Tarrasa y hasta la apertura de Alella, albergó a los júniores en la llamada «Cal Cristo», que poseía un extenso y frondoso jardín; como la villa lo apetecía, las Escuelas Pías lo vendieron para parque público, que sigue siendo y lleva el nombre de parque «Francisco Viñas».
La comunidad y noviciado fueron creando una biblioteca desde los primeros años de la fundación que servía para que los religiosos pudieran preparar sus clases y sermones. Contribuyó a su considerable incremento los diversos donativos de bibliotecas de sacerdotes que estudiaron en el colegio el latín, la filosofía e, incluso, la teología, entregadas en agradecimiento a su muerte por la formación y el cariño recibido. El número de volúmenes era considerable. Hoy se encuentra en Alella, en la biblioteca de la Provincia.
En 1902, o poco después, el P. Antonio Tasi, maestro de novicios, creó el «museo calasancio y escolapio»; el señor Estevanell salvó gran parte en la destrucción de 1936 y el P. José Liñán lo restauró y continuó en el período 1967-1970 en el que fue maestro de novicios. Este museo ha sido la base que permitió crear el «Archivo provincial» con la biblioteca escolapia y el museo escolapio; todo ello se encuentra en las dependencias de la Curia provincial en Barcelona.
Los escolapios en la ciudad.
Los escolapios han estado siempre en la villa de Moyá no sólo como maestros, sino también como sacerdotes. En los años de la fundación fueron muy solicitados los exorcismos del P. Casani, en especial para las parturientas; tantas veces iban los moyaneses a solicitar a los religiosos que éstos optaron por hacer una copia, adherirla a una tabla y colgarla en la puerta de la casa; en más de una ocasión debieron acudir a otra copia de emergencia porque la primera se la había llevado y no devuelto.
Moyá ha sido siempre muy castigada, como la Plana de Vich, por las tormentas de granizo; los escolapios cuando veían el cielo amenazante salían en procesión e iban a un alto desde donde divisaban el pueblo y recitaban los exorcismos y plegarias para alcanzar la bonanza. Tuvieron tanto efecto en sus oraciones que las gentes los consideraban como santos. Durante la guerra de «les berretines», en 1695, Moyá vivió entre dos frentes de lucha y además sufrió las consecuencias de una terrible plaga de langostas que asoló todos los campos; el P. rector (sería el napolitano P. Marino Spina) ordenó que el colegio tuviera siempre la puerta abierta y a nadie se le negara comida, acogida y refugio, si era perseguido. Los duros años de la guerra de Sucesión en que ya no estaban los escolapios italianos, en la casa de Moyá se procedió de modo semejante a la anterior ocasión: los escolapios estuvieron con el pueblo, es decir, en el lado de los defensores de Austria, y por ello parece que dos escolapios fueron procesados y desterrados del Principado.
En las fiestas populares siempre estuvo presente la comunidad escolapia. El titular de la iglesia, San Antonio de Padua, ha hecho que el gremio de la construcción, que le tiene por patrón, eligiera dicha iglesia para celebrar su fiesta. La epidemia de 1918 sobrevino a la población cuando ésta no contaba ni con médico, ni con farmacéutico; el H. Pablo Roca Roma (el «germá Pau», como era conocido en toda la comarca) se convirtió en la salvación de los apestados con sus atenciones y sus medicaciones. Muchas gentes le agradecieron siempre la superación de tan terrible trance.
La relación de los escolapios con las familias de la ciudad ha hecho que de ella hayan surgido vocaciones para las escolapias, aunque nunca tuvieran casa en la población. Pero especialmente salieron vocaciones para la Orden; 84 son los que se cuentan, amén de otros nacidos en poblaciones vecinas, aunque alumnos del colegio. El primer superior en España tras la marcha de los italianos fue el moyanés Félix Audet, que murió antes de recibir el nombramiento. Uno General de la Orden en España: Francisco Sola; cinco provinciales: Rafael Passarell, Francisco Sola, Narciso Tarter, Jaime Orriols y Francisco Llenas; otros que pueden destacarse como Jacinto Tord, quien aguantó solo durante la guerra de Sucesión el colegio de Balaguer; Antonio Costa, maestro y formador de júniores, que enseñó en público matemáticas por vez primera en Cataluña; Francisco Javier Riera, autor de libros de texto; Adjutorio Grau, pintor; Francisco Barrachina, dibujante y pintor; Leodegario Picanyol, archivero e historiador de la Orden; Juan Sola Corominas, docto en ciencias naturales y colaborador del Instituto de estudios catalanes. Y siguiendo en la línea de alumnos que han sobresalido se puede citar a: Jaime Pascual Corominas, promotor del renacimiento de los estudios históricos en el siglo XVIII; Onofre Jaime Novellas, matemático y profesor de la Junta de comercio de Barcelona; Mariano Puigllat, obispo de Lérida y que murió en la celebración del Concilio Vaticano I; José Alemany, dominico y primer arzobispo de San Francisco en California; Sebastián Galles, artista y pintor y jesuita en su ancianidad; Amadeo Oller, sacerdote y apóstol de los obreros católicos; Francisco Viñas, tenor e introductor del wagnerianismo en España; Erasmo de Gónima, propulsor de la industria textil en Barcelona; Jaime Torrents Serramolera, ya citado arriba; Isidro Dalmau, historiador de la ciudad; José Coma Passarell, industrial textil; y el canónigo penitenciario de Vich, Jaime Passarell, relacionado con San Antonio M. Claret y con el filósofo Jaime Balmes.
Superiores
Pueden aparecer ciertas irregularidades en la presente lista, pues algún rector no fue aceptado, otro no llegó a ejercer, hubo vicerrectores «in capite».
NOTA: El orden de los superiores estaba equivodado en la edición original. Hemos procedido a rectificarlo
Bibliografía
- Archivo Cataluña
Redactor(es)
- Rosendo Casallarch, en 1990, artículo original del DENES I