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:'''CAPÍTULO 26 De cómo fue constituida Una Congregación de 5 Cardenales Para nuestra Orden [1643]
 
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CAPÍTULO 26 De cómo fue constituida Una Congregación de 5 Cardenales Para nuestra Orden [1643]

Al Revmo. P. Silvestre Pietrasanta, jesuita, Visitador Apostólico de las Escuelas Pías, le parecía que estaba (como él dice) bien informado del estado de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías con aquellas informaciones, tomadas, casi indebidamente, para dar una relación de ellas a los supremos Superiores; por eso insistió ante quien debía, para referirlas.

Mantengo que el Emmo. Cardenal Francisco Barberini, él mismo ordenó una Congregación Particular, de la mejor manera que quiso, en la que tuvo alguna participación el Sumo Pontífice Urbano VIII, su tío. Puede ser también que Monseñor Ilmo. y Revmo. Asesor [Albizzi] hablara de ello a N. S. el Papa, en sus audiencias, como de cosa que ya adjudicada al sagrado Tribunal de la Santa Inquisición. Pero, sea como sea, la cosa continuó.

El mes de agosto de 1643 salió un Breve Apostólico, en el cual se constituía una Congregación de 5 Emmos. Cardenales y dos Prelados, para estudiar los problemas de las Escuelas Pías, y arreglarl[os]. En el Breve se nombraron los 5 Eminentísimos, y dos Ilmos Prelados. Aunque hubo algunos cambios en dicha Congregación, por los incidentes que ocurrieron, sin embargo pondré aquí los que creo estuvieron en la primera lista:

El Emmo. Y Revmo. Señor Cardenal Julio Roma, milanés.

El Emmo. Y Revmo. Señor Cardenal Bernardino Spada

El Emmo. Y Revmo. Señor Cardenal Juan Bautista Panfili

El Emmo. Y Revmo. Señor Cardenal Falconeri

El Emmo. Y Revmo. Señor Cardenal Ginetti

El Ilmo. y Revmo. Monseñor Paolucci, Secretario de la sagrada Congregación del Sagrado Concilio

El Ilmo. y Revmo. Monseñor Albizzi, Asesor de la sagrada Congregación de la Santa Inquisición.

El mes de septiembre de 1643 el Revmo. Visitador hizo su relación a la Sagrada Congregación. N. V. P. Fundador General me informó de ello al momento, en una carta, fechada en Roma el 26 de septiembre de 1643, que dice de este modo:

“El P. Visitador ha hecho ya la relación a los Señores Cardenales delegados. Se espera que ellos tomen la resolución acerca de nuestras cosas dentro de pocos días. Quiera el Señor sea en beneficio del Instituto, como se espera, etc.

José de la Madre de Dios”.

Y el P. Visitador escribe también una larga carta, en la que dice:

“Me ha parecido estar suficientemente informado para hacer a los Señores Cardenales la relación del estado en el que se encuentra la Orden. Se la he hecho de vida voz, pero se la he dejado también escrita a Sus Eminencias. Digo esto para que cada uno sepa que continúa; y que se puede producir lo mismo que yo he afirmado. No temo que por eso la Orden me pueda considerar como deudor, ya que he procurado (salva siempre la honorabilidad de ella) cumplir la obligación de fidelidad que tenía, de ser veraz ante tan santo Tribunal supremo, etc.

Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico”.

Yo, lector mío, no pienso extenderme mucho, exponiendo los contenidos de la Relación dada por el Revmo. P. Visitador a dichos Eminentísimos, porque son muy largos; y tampoco puedo recordarlos así, de memoria, porque hace muchos años que los dejé con las otras escrituras, tantas veces citadas por mí. Estaban escritas y firmadas de propia mano del P. Visitador, y eran dos los propios originales. La primer, era como el hecho, quiero decir, la simple narración; la otra, era como una escritura in jure, o amplificación del hecho, ambas muy políticas. Espero y mantengo que no las haya quemado, porque si fuera así, “Vae, vae animbus eorum!”, porque frente a ellas se ve muy clara la santidad de N. V. P. Fundador General y la perfección religiosa de toda nuestra pobre Orden. Estaba allí todo el proceso formado en Roma por el P. Visitador Apostólico jesuita. ¡Oh daño irreparable si la hubieran quemado! No lo sé, no lo creo. Pero, vae, vae nobis, si hoc esset!

En el hecho, o sea, en la relación, se habla de que uno de los nuestros fue a la celda de N. V. P. Fundador General, lamentándose, con mucho enfado, de que uno lo perseguía; y le decía que si Su Paternidad no ponía remedio, actuaría por su cuenta, y se vengaría con sus propias manos, mostrándole un cuchillo. Creo que éste era el P. Juan Leonardo [Vitale] de Santa Ana, por lo que recuerdo; que padecía de un gran temperamento melancólico.

Además, se hablaba de otro, que había herido con una navaja a un esbirro, cuando el Superior había ordenado meterlo en la cárcel; y escapándose de los guardias, hirió al Superior en una mano, cuando se acercó para detenerlo. Éste fue el H. Francisco, de Cucino, que luego murió fugitivo. No se le pudo castigar porque estaba muy favorecido por Monseñor Altieri, Vicegerente, a quien había sido calurosamente recomendado por el embajador de Savoya.

Se decía también que, habiéndole ordenado los Superiores no sé qué cosa, a pesar de ello, no habían obedecido. Y no sé qué otras cosas más, que se sufren en las más perfectas y bien reglamentadas Órdenes.

Alababa también con mucho afecto la observancia regular, no sólo de N. V. P. Fundador General, sino también de otros muchos, muchos, que eran verdaderos Religiosos y observantes.

En la otra escritura, de jure, iba haciendo diversas observaciones a hechos de los que ahora no me acuerdo; por ejemplo que, “existiendo tanta bondad en el Jefe y en muchos Miembros, no veo razón para quererla destruir; a lo sumo, se podría (cuando parezca bien a Sus Eminencias) reducirla a Congregación, como era en tiempo de Clemente VIII, cuando hacía tanto bien”. Tanto más, cuanto que el mismo Fundador me ha dicho que él “no pensaba hacerla Orden, sino sólo dejarla para ayudar a los pobres, como Instituto de las Escuelas Pías (esto no lo puso el Visitador), y que Dios había hecho el resto”. No sabía que estas palabras de N. V. P. Fundador General eran un acto de profunda humildad, y que habría sido para él una gran soberbia pensar hacer una cosa tan gloriosa, como fundar una Orden.

Incluso el P. Ribadeneira, que era un hombre de virtud, reconoció en su santo P. Ignacio, Fundador de la Compañía de Jesús, que había sido una gran humildad, un pensamiento parecido que tuvo al principio de la Compañía, y en su Vida alaba mucho este hecho. ¡¡Y N. P. Pietrasanta, del profundo acto virtuoso de humildad, salido del humilde sentimiento de aquella alma santa de N. V. P. José, Fundador y General, saca esta consecuencia: “Así pues, se debe destruir la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y dejarla en estado secular, como en tiempo de Clemente VIII, porque su Fundador no tenía pensado hacerla Orden, sino sólo ayudar a los pobres con el Instituto de las Escuelas Pías!” ¡Oh pasión! ¡Oh política!!

Lector, concluye tú cuál era la intención de este Padre, jesuita de hábito, pero no de costumbres. Porque yo me muero de dolor.

Notas