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'''Año 1625 de Cristo. Vigésimo octavo de las Escuelas Pías. Tercero de Urbano VIII.
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:''“José de la Madre de Dios, ministro general de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
 
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:''Puesto que nuestro instituto de las Escuelas Pías ha sido solicitado por muchos Ilmos. Cardenales, arzobispos, obispos y otros príncipes y señores seglares, y también comunidades en diversas partes y provincias de Italia, y también allende los montes, por las presentes te damos licencia y facultades, y en virtud de santa obediencia te mandamos que vayas a los lugares que te parecieren convenientes y oportunos en Italia, especialmente en el Reino de Nápoles y Sicilia, en los cuales se pueda ejercer cómodamente nuestro instituto y en los cuales podamos satisfacer los píos deseos de quienes nos lo pidan, y que procures fundar, aceptar y recibir casas e iglesias según la forma de nuestras Constituciones, con tal que antes de la recepción o la fundación nos tengas informado, para que podamos aprobarlas sin fuere conveniente. También te concedemos que puedas admitir al hábito de nuestra Orden a quienes cumplan los requisitos, y a que puedas retirárselo a aquellos cuyos deméritos fueran conocidos. Y para llevar a cabo de manera más cómoda esta misión, te confiamos algunos de nuestros hermanos bajo tu obediencia, y que en aquellos lugares a los que pudiéramos llegar, conseguida antes la licencia del Ordinario del lugar, que puedas celebrar misas, oír confesiones, enseñar la doctrina cristiana, y predicar al pueblo, según los decretos del Santo Concilio de Trento y de nuestras Constituciones, y será grato para nosotros que te apresures cuanto puedas. Dado en Roma en la casa de las Escuelas Pías el 6 de octubre de 1625. José de la Madre de Dios, Ministro General.”
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::''Puesto que nuestro instituto de las Escuelas Pías ha sido solicitado por muchos Ilmos. Cardenales, arzobispos, obispos y otros príncipes y señores seglares, y también comunidades en diversas partes y provincias de Italia, y también allende los montes, por las presentes te damos licencia y facultades, y en virtud de santa obediencia te mandamos que vayas a los lugares que te parecieren convenientes y oportunos en Italia, especialmente en el Reino de Nápoles y Sicilia, en los cuales se pueda ejercer cómodamente nuestro instituto y en los cuales podamos satisfacer los píos deseos de quienes nos lo pidan, y que procures fundar, aceptar y recibir casas e iglesias según la forma de nuestras Constituciones, con tal que antes de la recepción o la fundación nos tengas informado, para que podamos aprobarlas sin fuere conveniente. También te concedemos que puedas admitir al hábito de nuestra Orden a quienes cumplan los requisitos, y a que puedas retirárselo a aquellos cuyos deméritos fueran conocidos. Y para llevar a cabo de manera más cómoda esta misión, te confiamos algunos de nuestros hermanos bajo tu obediencia, y que en aquellos lugares a los que pudiéramos llegar, conseguida antes la licencia del Ordinario del lugar, que puedas celebrar misas, oír confesiones, enseñar la doctrina cristiana, y predicar al pueblo, según los decretos del Santo Concilio de Trento y de nuestras Constituciones, y será grato para nosotros que te apresures cuanto puedas. Dado en Roma en la casa de las Escuelas Pías el 6 de octubre de 1625. José de la Madre de Dios, Ministro General.”
  
 
Según cuenta Pedro Agustín, que fue también uno de sus misioneros, como el P. Ansano de la Visitación, profesos, y los PP. Andrés de la Pasión y Juan Domingo de la Cruz, novicios. Con ocasión de las obediencias prometidas llegaron rápidamente cartas a todas las fundaciones en todos los lugares invitando a aceptarlas. Sin embargo aquel año, como había ocurrido en los dos o tres anteriores, nada pudo hacerse para logra el efecto buscado. Hay que concluir que al P. General se le habían enviado numerosas cartas de invitación, puesto que él escribió con fecha 4 de febrero de 1623: “Son tantos los que piden el Instituto, que si cada uno valiera por diez no bastarían”. Y el 22 de agosto de 1624: “Se nos llama de tantas partes que una religión bien numerosa no bastaría”.
 
Según cuenta Pedro Agustín, que fue también uno de sus misioneros, como el P. Ansano de la Visitación, profesos, y los PP. Andrés de la Pasión y Juan Domingo de la Cruz, novicios. Con ocasión de las obediencias prometidas llegaron rápidamente cartas a todas las fundaciones en todos los lugares invitando a aceptarlas. Sin embargo aquel año, como había ocurrido en los dos o tres anteriores, nada pudo hacerse para logra el efecto buscado. Hay que concluir que al P. General se le habían enviado numerosas cartas de invitación, puesto que él escribió con fecha 4 de febrero de 1623: “Son tantos los que piden el Instituto, que si cada uno valiera por diez no bastarían”. Y el 22 de agosto de 1624: “Se nos llama de tantas partes que una religión bien numerosa no bastaría”.

Última revisión de 17:29 27 oct 2014

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Año 1625 de Cristo. Vigésimo octavo de las Escuelas Pías. Tercero de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae VIII (1939, 46-49)

Este año jubilar (centésimo de la institución de la Orden de los Padres Capuchinos) no se celebró con tanto concurso de gente como se solía celebrar en otras ocasiones, a causa del peligro de la peste que se temía podía llegar de Sicilia, y de los tumultos bélicos en Liguria y Piamonte. Sin embargo, aunque no vino mucha gente, los historiadores dicen que grandes príncipes visitaron Roma para conseguir las gracias y ver la canonización de Sta. Isabel, reina de Portugal. De entre la plebe llegaban algunos tan rudos que ni sabían recitar la oración del Señor ni comenzar la confesión. Y estos sin duda iban a muchas iglesias queriendo reconciliarse con el sacramento de la penitencia, pero en todos los lugares los expulsaban y los enviaban a aprender las oraciones. Ocurría que ellos por fin también iban a parar a San Pantaleo. Sabiendo que en aquel lugar había escuelas para los pobres, suplicaban humildemente que les enseñaran también a ellos las oraciones y los requisitos de Roma para la confesión. Y no era en vano; puesto que respondió a sus súplicas el mismo P. General, que se hizo cargo fielmente de ellos, hasta el punto de convertirse él mismo en maestro, y no sólo les enseñaba las oraciones, sino todas las cosas necesarias para hacer una confesión sacramental, y enviados luego al P. Melchor para que los examinara, no sólo eran considerados aptos para recibir los sacramentos, sino que se confesaban y recibían la comunión para ganar el jubileo, alegrándose de haber topado con tan eximios maestros. P. Vicente, Tomo I, fol. 90.

Ahora lo que concierne a nuestros asuntos en este año. Después de trasladar la capilla del crucifijo de los señores de Mutis en la iglesia de San Pantaleo a un lugar más cómodo según el indulto de la S. Congregación, también se pensó en trasladar la comunidad de Frascati de la casa de D. Ambrosio de Parentis a causa de las continuas exacciones de censos, que no dejaban de producir discusiones entre las partes. La comunidad presentó para este fin una casa de huérfanos con oratorio para vivienda nuestra. No pareció mal el edificio presentado, si hubiera servido para habitar cómodamente. Sin embargo, después de visitar el edificio se vio que no tenía capacidad ni para nosotros ni para las escuelas. Informado del hecho el P. General, como consecuencia de ello dio las gracias a los gobernadores de la casa de huérfanos y a la comunidad, y dirigió oraciones para que D. Jerónimo Rossolini, ciudadano romano, pusiera en efecto cuanto antes lo que había prometido. Pues él había prometido que por la amistad que había tenido con el abad Glicerio de santa memoria nos dejaría su casa de Frascati para nuestro uso. Por ello nuestro P. General quiso que por nuestras oraciones el Señor nos fuera favorable para que el piadoso deseo se hiciera realidad rápidamente. Y sin duda fue escuchado a causa de la fuerza y la eficacia de las oraciones piadosas. Así escribe acerca de este negocio el P. General al P. Ministro con fecha 6 de marzo: “La gracia de Dios ha hecho que el Sr. Rossolini, a causa de la amistad que tuvo con el P. Abad Glicerio, nos haya querido prestar su casa por un trienio sin ningún pago para vivienda nuestra, pero creo que Dios nos dará su gracia en el futuro para que podamos obtenerla para uso perpetuo nuestro”. Así el P. General en la fecha indicada. Qué ocurrió después, en otro lugar lo diremos.

El día 12 de ese mes de marzo la Cofradía de la Madre de Dios erigida allí por nosotros expresamente, envió un escrito al P. General suplicando que para incrementar el culto de la Virgen se dignara fortalecerla con un diploma de la Santa Sede, con las indulgencias anuales pedidas. La cual súplica fue admitida con gran consuelo del P. General, y produjo el efecto deseado. Pues obtuvo el deseado breve apostólico a petición de la congregación mariana, con fecha 21 de abril, y lego pidió que se leyera en el oratorio público en la siguiente solemnidad a todos los hermanos y hermanas presentes, con permiso del Rvmo. Sr. Vicario (que se encargo de darla el Ilmo. y Rvmo. cardenal Alejandro Cesarini, obispo de Frascati entonces). Y después nuestro P. General no sólo prescribió algunos puntos, sino que dictó también las reglas por las cuales debería regirse esta cofradía mariana, para su mejor progreso. Y, después de constituir los oficiales por elección común, admitió benévolamente a toda la cofradía en la comunión de los méritos de nuestra Orden. Puede verse en el último folio de dichas reglas, con fecha 18 de octubre de 1625.

Mientras se trataban estas cuestiones de la casa de Frascati y de la cofradía mariana, llegaron a Roma de Viena en Austria ciertos comisarios que eran Ministros Mayores de la congragación de la Sagrada Milicia de Nobles de Olomut en Moravia erigida en el templo de los PP. Capuchinos el 16 de noviembre de 1619, y ahora recientemente aprobada por la Sede Apostólica, con la intención de agregar a su Instituto algunos prelados de la curia romana, hasta donde llegase la autoridad del ministro de dicha Congregación. Antes de obtener el breve apostólico con la gracia pedida, les fue necesario permanecer en la ciudad por más tiempo, lo cual fue ocasión para que nuestro P. General se reuniera con ellos frecuentemente para obtener bienes para nuestra religión, y entre otros dones ofrecidos, figura el de la comunión de los méritos de su Congregación, en signo de amistosa confederación, según el texto siguiente:

“El ilustrísimo D. Miguel Adolfo, Conde de Althan, consejero y camarero de su Cesárea Majestad, y los príncipes, prelados y caballeros de la Milicia Cristiana de la Inmaculada Concepción de la B. Virgen María y de la Comunión germana quieren acercarse al celo incomparable de dicha sagrada Cesárea Majestad, e intentan no omitir nada que juzguen pueda servir para promover la religión y la piedad. Por eso, conociendo con singular afecto el fruto increíble que los RR. PP y HH. de la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías producen en la Iglesia de Dios a causa de la singular integridad, piedad, erudición y otras virtudes de su vida ejemplar, entre otras cosas a las que se dedican, han decidido hacer todo lo posible y poner todo empeño por parte suya y de los suyos para promover y propagar dicha Orden por el Imperio, y especialmente intentar que primero tengan casa tanto en Viena como en Praga, recibiéndolos como hermanos y partícipes de todas las gracias y buenas obras de dicha Milicia Cristiana y Comunión.”

Hasta aquí el texto auténtico de la confederación, a la cual nuestro P. General en agradecimiento escribió las palabras que siguen:

“Nos, José de la Madre de Dios, Prepósito General de dicha Orden de los Clérigos Regulares, abrazando con suma gratitud la pía Confederación y el magnífico obsequio de los fundadores, príncipes, prelados y caballeros de la misma, a nuestra vez la consideramos entre los patronos de nuestra Orden, y les hacemos partícipes de todas y cada una de las gracias y buenas obras que podamos hacer por nos y por los nuestros en toda la Orden, sin omitir nada para la promoción de dicha Milicia y Comunión cristiana y de sus ejercicios que pudieran ser hechos por nosotros; y rogaremos asiduamente a Dios para que con su bendición haga aumentar y crecer a unos y otros en toda obra buena para mayor gloria de Dios, y nuestro bien y el del prójimo, para la exaltación de la Madre Iglesia, la propagación de la religión y ejercicio de las obras de misericordia. Dado en Roma el 19 de julio de 1625.”

Así se formó la confederación mutua de estas familias religiosas hermanas. Por lo cual parece más bien que fue esta, más bien que el Rvmo. D. Bautista Gramay, cuya firma aparece en el texto del documento de la confederación, la causa para que el P. Pedro Asistente y Provincial de Liguria fuera llamado a Roma desde su provincia para que en adelante estuviera preparado en caso de que la religión fuera invitada a Viena o a otra ciudad alemana.

Ciertamente leo escrito en el P. Vicente, Tomo I, fol. 60 que el citado Sr. Gramay, que fue nombrado obispo de Upsala en Suecia, y además Consejero y Limosnero de la sacra Cesárea Majestad, había recibido el mandato de la Cesárea Majestad de llevar consigo a Viena religiosos de las Escuelas Pías, sin embargo no sé con qué fundamento; puesto que hasta entonces la Cesárea Majestad difícilmente conocería nuestro instituto nuevo, y después que lo conoció no hizo nada.

Se dice también que lo mismo estaba en el buen ánimo del Cardenal Clessel, que debía salir cuanto antes para Viena, y que quiso llevar algunos de los nuestros como miembros de su comitiva y recomendar nuestro instituto, pero el negocio no llegó a ninguna parte. Sin embargo a nuestro P. General la cosa le produjo algún fastidio, puesto que por entonces ni podía ni se atrevía a intentar que su religión se extendiera por aquellas partes, puesto que no tenía sujetos hábiles que enviar a causa de la lengua alemana (aunque ese año profesaron 45). Quería solamente estar preparado para aquellos que al menos habían mostrado el afecto de su benevolencia hacia la religión, y estaban inclinados hacia ella de algún modo, aunque sin efecto, como recordamos que había hecho con los genoveses el año anterior.

Ephemerides Calasactianae VIII (1939, 77-84)[Notas 1]

El Colegio de los Notarios nos pidió que enseñáramos el arte de escribir y de contar a los niños con un método fácil según se acostumbraba en nuestro instituto, y encomendó sus niños al cuidado nuestro y de nuestra institución, lo cual se llevaba a cabo en casa del Sr. Quani en la Plaza Scutaria, y esa actividad comenzó estando aún presente el Provincial P. Pedro. El cual al ser llamado (como se ha dicho más arriba) a Roma, dejó al P. Francisco de la Purificación en el oficio de Provincial, y al P. Domingo de la Madre de la Misericordia como maestro de novicios. Estas son las noticias de Liguria. Por lo demás el citado P. Pedro Asistente llegó felizmente a Roma la víspera de la solemnidad de S. Miguel Arcángel, es decir el 28 de septiembre, para las indulgencias del jubileo. Pues en este día la iglesia de San Pantaleo había sido dotada con indulgencias por Su Santidad el Papa Urbano VIII con ocasión de nuestra procesión de Frascati que trajo a la ciudad con mucha gente la imagen milagrosa. Así quien seguía una vez la procesión citada desde la iglesia de S. Pantaleo a las 4 basílicas, teniendo en cuenta lo que hay que tener en cuenta, se lucraba con el jubileo, lo mismo que otros lograban mediante muchas visitas.

Debía presidir y guiar esta procesión el en otro tiempo P. Ministro de Frascati Juan Pedro de Sta. María de los Ángeles, que a instancia de los ciudadanos se trasladó desde nuestra casa de Moricone. Pero fue impedido por la muerte, y precedió a todos hacia la eternidad. Cuando el P. General se enteró de que estaba tan enfermo, le escribió una carta para su especial consuelo, en la cual decía: “Tiene ahí la Madre de la Misericordia, Madre de las Gracias; ore para que le conceda una de dos gracias: bien la salud para servir a Dios con toda santidad, o bien la de llegar a verla en su presencia”. Tenemos mucha esperanza en que consiguió la segunda gracia. Pues el 12 del corriente mes se durmió plácidamente, después de recibir todos los sacramentos.

Y como no tenía aún un lugar de sepultura propio, puesto que los padres vivían en casa ajena, por orden del P. General se presentó una súplica al Arcipreste de Frascati para depositarlo temporalmente en algún lugar; la cual súplica consta en el documento que copiamos:

“Yo, el notario infrascrito, doy fe de que el 13 de septiembre de 1625 ante el Rvdo. D. Flavio Ceci, arcipreste de la catedral de Frascati y ante mí se presentó el R. P. Bernardino de la Visitación de la religión de las Escuelas Pías, y expuso que la noche anterior había emigrado de esta vida el R. P. Pedro de Santa María de los Ángeles, sacerdote de esa religión y ministro de la casa de la ciudad de Frascati, y que el Rvmo. P. José de la Madre de Dios, Prepósito General de toda la Orden piensa trasladar su cadáver a la Ciudad o a otro lugar eclesiástico, por lo cual en nombre del citado Rvmo. Padre y de otros padres que residen en la ciudad de Frascati para los cuales el decreto etc., pidió insistentemente que se le conceda un lugar en la catedral de Frascati llamada de Sta. María del Vicario, a efecto de depositar allí dicho cadáver y transportarlo de allí a la ciudad o a otro lugar a petición del citado Rvmo. P. Prepósito General. El muy Rvdo. Sr. Arcipreste citado le concedió un lugar en el ángulo de la iglesia citada, junto a la puerta menor a la entrada de la iglesia a mano derecha, con el efecto de que dicho cadáver sea depositado y trasladado como se ha pedido, con el conocimiento del muy Rvdo. Arcipreste de Frascati, y no en otro caso, estando presentes en la sacristía de dicha iglesia los RR. Sres. Francisco Lorenzo, canónigo, y Mateo Pisano, beneficiado de la iglesia citada, como testigos, etc. En fe de lo cual etc. En Frascati, el 15 de septiembre de 1625. Así es. Ascanio Regio, notario público.”

Así suena el instrumento público acerca de la deposición del padre difunto. Del cual hablaré antes de seguir con las obras de los vivos, y lo mismo haré de otros difuntos de la Orden. Los difuntos del año en curso son 5, pero sólo dos otros además de este son dignos de ser recordados abiertamente. El primero es el P. Rodolfo de la Madre de Dios, clérigo profeso, patricio romano de la familia de los Petrignani, cuya muerte anunció el P. General a Toscana por carta con las palabras que siguen: “Ha muerto nuestro P. Rodolfo de la Madre de Dios, ya profeso, con muchos signos de santidad y de gracias recibidas de la B. Virgen María”.

El P. Melchor lo recuerda en sus anotaciones de Sicilia, alabándolo por la virtud de la paciencia que ejerció en las obras del edificio, cuando a causa del frío y de la humedad se le agrietaron las plantas de los pies y por las grietas manaba pus, las cuales se las ungía con aceite por la tarde después del trabajo, y al otro día nuevamente volvía a trabajar con sus connovicios, no queriendo ser el único ocioso, y añadía dolor al dolor.

El P. Rodolfo de S. Jerónimo alaba al P. Rodolfo con el nº 5 entre nuestros Venerables Siervos de Dios con estas palabras: “Adolescente en la inocencia de costumbres, brillando con fulgor en el candor de ánimo y de las demás virtudes. Amó a la Santa Virgen con obsequio interior, resplandeció adornado por sus numerosos dones y favores como signo de santidad. Recorrió los caminos del Señor sin maldad. Porque su vida inmaculada agradaba a Dios, fue amado de Él, y llevado antes de tiempo por la muerte, descansó con un fin glorioso en Roma el día 19[Notas 2] de agosto”.

El día 4 de octubre falleció el P. Juan Francisco de la Anunciación, clérigo profeso, iluminado por la visión del santo Patriarca S. Francisco y de nuestro Venerable abad Glicerio. Se lee que este hermano había deseado tres cosas: 1. Morir en año santo. 2. En la fiesta de S. Francisco. 3. En viernes. El cielo escuchó sus deseos y se los concedió. Murió en año santo, en viernes, en el cual caía la fiesta de S. Francisco. Así dice el P. Vicente, tomo I, p. 2, fol. 65. Ahora pasemos de los muertos a los vivos.

El día 6 de octubre el P. Melchor de Todos los Santos, maestro de novicios en Roma, fue enviado con 12 hermanos, algunos novicios y otros profesos, a Mesina en el reino de Sicilia, con las patentes que copio a continuación:

“José de la Madre de Dios, ministro general de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
Puesto que nuestro instituto de las Escuelas Pías ha sido solicitado por muchos Ilmos. Cardenales, arzobispos, obispos y otros príncipes y señores seglares, y también comunidades en diversas partes y provincias de Italia, y también allende los montes, por las presentes te damos licencia y facultades, y en virtud de santa obediencia te mandamos que vayas a los lugares que te parecieren convenientes y oportunos en Italia, especialmente en el Reino de Nápoles y Sicilia, en los cuales se pueda ejercer cómodamente nuestro instituto y en los cuales podamos satisfacer los píos deseos de quienes nos lo pidan, y que procures fundar, aceptar y recibir casas e iglesias según la forma de nuestras Constituciones, con tal que antes de la recepción o la fundación nos tengas informado, para que podamos aprobarlas sin fuere conveniente. También te concedemos que puedas admitir al hábito de nuestra Orden a quienes cumplan los requisitos, y a que puedas retirárselo a aquellos cuyos deméritos fueran conocidos. Y para llevar a cabo de manera más cómoda esta misión, te confiamos algunos de nuestros hermanos bajo tu obediencia, y que en aquellos lugares a los que pudiéramos llegar, conseguida antes la licencia del Ordinario del lugar, que puedas celebrar misas, oír confesiones, enseñar la doctrina cristiana, y predicar al pueblo, según los decretos del Santo Concilio de Trento y de nuestras Constituciones, y será grato para nosotros que te apresures cuanto puedas. Dado en Roma en la casa de las Escuelas Pías el 6 de octubre de 1625. José de la Madre de Dios, Ministro General.”

Según cuenta Pedro Agustín, que fue también uno de sus misioneros, como el P. Ansano de la Visitación, profesos, y los PP. Andrés de la Pasión y Juan Domingo de la Cruz, novicios. Con ocasión de las obediencias prometidas llegaron rápidamente cartas a todas las fundaciones en todos los lugares invitando a aceptarlas. Sin embargo aquel año, como había ocurrido en los dos o tres anteriores, nada pudo hacerse para logra el efecto buscado. Hay que concluir que al P. General se le habían enviado numerosas cartas de invitación, puesto que él escribió con fecha 4 de febrero de 1623: “Son tantos los que piden el Instituto, que si cada uno valiera por diez no bastarían”. Y el 22 de agosto de 1624: “Se nos llama de tantas partes que una religión bien numerosa no bastaría”.

Veamos ahora cómo fueron recibidos estos peregrinos o misioneros nuestros en Nápoles, y cómo lo fueron en Mesina.

Puesto que ocurrió que ellos llegaron primero a Nápoles, capital del Reino, allí fueron recibidos y saludados honrosamente el 16 de octubre por el Ilustrísimo y Excelentísimo D. Carlos Tapia, Marqués de Belmonte, y durante algunos días fueron tratados generosamente en la misma mesa del Marqués a veces, y a veces aparte, para vivir una vida más doméstica y regular. Y como se mostraron durante todo este tiempo tan ejemplares en la conversación, después de salir de la ciudad continuando su viaje, no sin que la fama del óptimo olor dejado allí encendiera el deseo en el Marqués y otros que habían hablado con ellos, de llamar a los religiosos de las Escuelas Pías a Nápoles.

El viaje por tierra y por mar duró meses, acompañándolos a todas partes el Señor, y por Calabria llegaron a Reggio, que es una ciudad que se encuentra enfrente de Mesina, donde se detuvieron mientras tanto. Como aquí el P. Melchor no podía encontrar ninguna tranquilidad para el ánimo ni para los afectos hasta llegar al deseado puerto de Mesina, abandonaron la morada de larga duración en Reggio y pasaron felizmente a vela a Mesina en cuanto se presentó un navío. En cuanto salieron del navío se convirtieron en espectáculo no solo para la plebe (disponiéndolo sin duda Dios así), sino también para los primeros jurados del Consejo, en concreto del Ilmo. Sr. Francisco Ozes, D. Marcelo Cerini y D. Vicente Gotti, D. Tomás Zuccarato, D. Tomás Marchetas, D. Antonio Staitte y otros, que a porfía pedían la gracia de hospedar en sus casas a los huéspedes. Y sin dificultad uno pedía hoy, otro mañana, otro el tercer día. Y así, residiendo en días alternos en casa de los patronos citados, y considerando el estado de su Orden y de su instituto, obraron de tal modo que consultaron entre sí para ver si se les podía retener en la ciudad, y procurar alguna fundación para que ejercieran el instituto de las Escuelas Pías.

No pudieron menos que prever las dificultades con los demás religiosos, pero confiaban superarlas, de modo que pidieron el benigno permiso de derecho de morada a la magnífica municipalidad y al Vicario General (pues el arzobispado estaba vacante por muerte del arzobispo), que era D. Lucas Conchiglia. Se podría esperar que sin duda con tan poderosos protectores de su causa nadie se atrevería ciertamente a contradecir a las felices Escuelas Pías, pero los hechos mostraron lo contrario. Pues aunque el ilustrísimo Senado y el Pueblo de Mesina dieron su permiso de muy buena gana, y dieron el permiso para que se establecieran en casa de D. Andrés Patti, el Vicario General nunca quiso dar el permiso de habitación en perjuicio del futuro obispo y de los demás religiosos. Al contrario, parece que se dirigió por otro camino al P. General para que los misioneros fueran llamados a casa. Así cuentan las noticias de Sicilia. Por lo cual no me parece verosímil lo que cuenta el P. Juan Carlos en sus Noticias, a saber que el hermano Francisco del Ángel Custodio se atreviese en su cara a hablar y anunciar al Sr. Vicario que las Escuelas Pías serían introducidas en Mesina en tiempo suyo (ya que ahora no son admitidas), y que en ese mismo tiempo el Vicario sería expulsado de la ciudad, y no sería el Vicario, sino el Arzobispo quien nos daría el permiso, como se mostrará más tarde en su momento.

Así, pues, en medio de las dificultades presentes nuestros misioneros pidieron al P. General que resolviera lo que debían hacer, y no recibieron la respuesta hasta principios del año siguiente. Ya hablaremos de ello entonces. Ahora, para continuar con los hechos del presente año, es necesario seguir el orden de las cosas. Por lo tanto volvamos de Sicilia a Roma, para ver lo que ocurre en la casa de San Pantaleo.

El año anterior por orden de Su Santidad se encargó una Visita Apostólica de todas las iglesias, monasterios y lugares piadosos de la Ciudad Santa a los Ilmos. y Rvmos. Sres. Ulpiano, arzobispo teatino, y los obispos Rafael de Zakynthos, Octavio de Châlon-sur-Saône, Luis de Adria, Antonio de Caserta y Alejandro de Gerace, para que de hecho el Domingo in Albis de aquel año, después de la oración de las 40 horas con varias indulgencias, la comenzaron tras avisar a todos los prelados de las iglesias de la ciudad para que cumplieran lo que Su Santidad había ordenado en el decreto que les había enviado. Como esta visita continuó durante el presente año, también se realizó en nuestra casa de San Pantaleo el 26 de octubre. Donde después de ser reverentemente saludada y recibida por el P. General con su clero en la puerta de la iglesia, comenzó por el Santísimo Sacramento de la Eucaristía con las debidas ceremonias, y se inspeccionaron todos los altares con el ajuar sagrado en el sagrario, y se planteó la cuestión de si estaba consagrado el ara del altar mayor, puesto que no había ningún signo visible de que se hubiera consagrado en el pasado, y por otro lado no había nada por escrito sobre ello. Pero en poco tiempo se dio respuesta a esta pregunta y se quitó el escrúpulo. Pues se encontró en el Libro de Visitas del Papa Pío V de feliz recuerdo, que se conserva en la cancillería del Ilmo. Cardenal Vicario, que el altar mayor de la iglesia de San Pantaleo del barrio Parión está consagrado. Odoardo Tibladeschi da fe de ello en un instrumento que dice lo siguiente: “Doy fe por las presentes, yo, infrascrito, de que en el libro de vivista del Papa Pío V de feliz memoria, que se conserva en la sacristía del Ilmo. y Rvmo. Cardenal Vicario, entre otras cosas aparecen escritas las siguientes: El altar mayor de la iglesia parroquial de S. Pantaleo (ahora de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías de la Ciudad) está consagrado. En Roma, 15 de diciembre de 1625. Así es. Odoardo Tibladeschi, Secretario del Ilmo. y Rvmo. Cardenal Vicario.”

Terminada la visita de la iglesia por fin, los Sres. Visitadores apostólicos también pasaron a visitar la casa, y no sólo el oratorio, el refectorio y la biblioteca, sino también la cocina e inspeccionaron cada rincón, y también preguntaron diligentemente a cada uno de los religiosos por separado sobre el orden doméstico, la manera de vivir y de la observancia de la disciplina regular. El P. General escribió al P. Melchor a Mesina sobre esta visita con estos mismos términos, con palabras que terminan como sigue: “Todos quedaron satisfechos, y uno de ellos se atrevió a decir: ¡Dichosos vosotros, si tenéis el don de la perseverancia!” Así el citado P. General con fecha 27 de diciembre.

Esto es lo que se puede decir de la visita apostólica. No consta por lo demás que se diera ningún aviso para corregir cosas de la casa. El P. General en su carta citada al P. Melchor indicaba que esperaba que le señalarían algunos puntos en relación con la visita, pero por aquel tiempo no le habían comunicado nada. Pero el P. Vicente dejó escrito que el mismo P. General en una conferencia espiritual poco después de aquella visita a la casa confesó públicamente las palabras que siguen: “si a causa de los defectos observados por aquellos señores visitadores en el régimen y disciplina doméstica fuera condenado por Su Santidad a galeras, consideraría aquel lugar como una gracia especial y me sentiría feliz si pudiera padecer en la vida presente lo que tendría que padecer en la futura”. Sin duda lo que el P. Vicente dice que pronunció con tanta energía movería a todos a seria compunción.

Como aquella carta al P. Melchor enviada a Mesina compendiaba los eventos romanos llorados, los narro tal como siguen.

El primero es la muerte el 22 de diciembre del Ilmo. Don Santos Orlando, actual secretario del Rvmo. E Ilmo. Sr. cardenal Lanti, que en su testamento deja a nuestra religión de los Pobres de la Madre de Dios heredera con la venerable cofradía de los santos estigmas de S. Francisco de todos sus bienes, cuya suma, después de pagar otros legados, asciende a 20.000 escudos romanos, de la cual debemos obtener la mitad. Da fe de este testamento D. Flaminio Hettorei de Fermo en pergamino escrito en el día presente, que también firmó D. Demofón Ferrino, ciudadano romano, público notario con autoridad apostólica.

El otro es el Ilmo. y Rvmo. D. Sestilio, obispo de Alesano y canónigo de la basílica de S. Pedro de la ciudad, gran benefactor y promotor del instituto, fallecido en el Señor después de dejar en su testamento como heredera a la Venerable Cofradía del Smo. Cuerpo de Cristo de la Basílica de S. Pedro, dejando en el mismo dos mil escudos para comprar una casa en el Borgo para el ejercicio de las Escuelas Pías, y otros ocho mil para el noviciado, en cualquier lugar de la ciudad en que encontremos un lugar. Así dice la carta del P. General.

Coincidió la muerte del nombrado Sr. Obispo con la Natividad del Señor, cuya vigilia fue adornada con el rito y ceremonia solemne de la clausura de la Puerta Santa y final del año jubilar de las indulgencias. Ciaconio recuerda esta celebración con las palabras siguientes: “El día 24 de diciembre mandó cerrar las puertas santas que habían sido abiertas en S. Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, y después de rezar la oración de vísperas fue a cerrar la puerta de la basílica vaticana, puso en ella el primer cemento y terminó la sagrada ceremonia.”

Y como no hay más noticias que contar en el año presente, lo coronaré con algunas frases seleccionadas y sacadas de unos pocos documentos y algunas cartas de nuestro P. Fundador, que transcribo a continuación. Estas son las frases:

1.Quiero que nadie esté exento del mérito de la Santa Obediencia, porque en ella consiste toda fuerza y peso de la virtud. 22 de enero.
2.Hagan allí los Señores los primores que les plazcan; nosotros haremos lo que parezca que sirva al aumento del honor y obsequio divinos. 27 enero.
3.Declaro que nuestra confianza debe estar en el Señor, que nunca nos abandona en nuestras necesidades. Misma fecha.
4.Vuestra Señoría sea amigo de quien quiera; yo quiero ser amigo de Dios que es omnipotente. 6 marzo.
5.El que Dios nos mortifique es un signo de que nos ama, pues quizás no quiere la muerte sino la enmienda. 3 de septiembre.
6.En las escuelas no hagan diferencias entre los escolares; muestren a todos un afecto paterno. Sean visitados frecuentemente por el superior y sean animados a la frecuencia de sacramentos y al temor de Dios. 4 de noviembre.

Notas

  1. Falta una línea: “Ubi hoc preasenti anno Collegium Notariorum condocefactum nos…”. Incorporamos la traducción al texto.
  2. 29 en el original.