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Los Padres de las Escuelas Pías de Génova, habiendo obtenido copia de la carta escrita por el Revmo. P. Silvestre Pietrasanta a nuestros Padres residentes en Roma, y visto que en ella eran injustamente tachados de desobedientes, escribieron a dicho Revmo. P. Visitador la carta siguiente, para su descargo: | Los Padres de las Escuelas Pías de Génova, habiendo obtenido copia de la carta escrita por el Revmo. P. Silvestre Pietrasanta a nuestros Padres residentes en Roma, y visto que en ella eran injustamente tachados de desobedientes, escribieron a dicho Revmo. P. Visitador la carta siguiente, para su descargo: |
Última revisión de 17:39 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 22 Carta de respuesta Al Revmo. P. Pietrasanta, jesuita [1646]
Los Padres de las Escuelas Pías de Génova, habiendo obtenido copia de la carta escrita por el Revmo. P. Silvestre Pietrasanta a nuestros Padres residentes en Roma, y visto que en ella eran injustamente tachados de desobedientes, escribieron a dicho Revmo. P. Visitador la carta siguiente, para su descargo:
Carta
“Pax Christi
Muy Revdo. Padre en Cristo
Habiéndonos enviado una copia de la carta que V. P. ha escrito a los Padres de Roma, y la respuesta de ellos, hemos visto, entre otras cosas que usted ha publicado, que la Casa de Génova se ha opuesto muchas veces a las órdenes de la Visita. Aunque creemos que ya otros han respondido suficientemente, a pesar de ello, hemos pensado que es nuestra obligación demostrar particularmente, y con razones, lo contrario; para que, como consta el hecho, en apariencia malo, pueda también oírse la disculpa, y quede borrada de las mentes de quien no sabe cómo ha sucedido, esta calificación de resistencia a la Visita Apostólica, con la que estamos acusados en dicha carta suya.
Así pues, V. P. y el P. Mario [Sozzi] de San Francisco, que en 1643 gobernaban juntos la Orden, enviaron una patente de Visitador de Liguria al P. Nicolás Mª [Gavotti] del Rosario, cuando estaba de residencia en Savona.
Después de leer la patente, no hubo nadie que lo rehusara, aunque era una persona de todos bien conocida, y se imaginaban lo que podía suceder. Pronto hizo su Visita (Dios sabe cómo) en Génova, en Savona y en Carcare, que luego envió a V. P.; y como señal de haberla terminado, se fue a visitar, con otra patente, la casa de Cagliari en Cerdeña, donde dio el ejemplo que cuentan las cartas del P. Superior; y es que, como quería seguir mandando, los Padres decidieron de común acuerdo rechazarlo, sin querer oír más semejante juego, sobre todo de una persona muy relajada e inobservante, informándole también de ello a V. P., para que no permitiera se prolongarle más aquel gobierno. Temían que si el P. Nicolás María pedía a V. P. otra patente, se la habría enviado enseguida, porque era todo un plan del P. Mario y del P. Esteban de los Ángeles, quien, en el puesto del P. Mario, ya difunto, gobernaba la Orden. Y, en efecto, usted le escribió cartas particulares, leídas después por él en público, en las que lo llamaba a Roma.
Estando así las cosas y queriendo él continuar aún mandando, al ver que no era respetado como antes, presentó el estado de esta Casa a V. P., como si tuviera necesidad de una nueva Visita. Y, de hecho, obtuvo una nueva patente de Visitador hasta nueva orden, a pesar de las reclamaciones hechas por la Casa. Entonces, nosotros, como no habíamos sido escuchados por V. P., y viendo el grave daño que se seguiría para la Casa, nos decidimos a no quererlo aceptar más, por muchos motivos, y en particular por los siguientes.
1. Por haber terminado su visita; y después, porque, con la ambición de nueva precedencia sobre el Superior de la Casa, consiguió que le llegara nueva patente, jugando con la Provincia por espacio de ocho meses, con grave perjuicio para esta Casa.
2. Por haber revelado el examen hecho en la Visita a muchos, para sembrar cizaña e intranquilizar los ánimos, como de costumbre.
3. Por haber dicho que había venido para vengarse y castigar a quien lo había rechazado, declarándose enemigo nuestro.
4. Por ser hombre de mala fama, lo que pueden testimoniar muy bien las casas nuestras donde ha vivido, y en particular la de Nápoles.
5. Porque los seculares, que lo conocen en la Orden, quedaron escandalizados; y los Superiores Mayores, por haber hecho de Visitador, lo consideran como del todo inepto; y por eso nunca ha tenido gobierno alguno en la Orden en el pasado, a no ser durante un mes, una o dos veces, porque enseguida fue necesario quitárselo.
6. Por no haber visitado nunca las escuelas, ni exhortado nunca a los alumnos al temor de Dios, y a la frecuencia de los Sacramentos, finalidad principal de la Visita.
7. Por haber perseguido injustamente a los Religiosos.
8. Por haber privado de su Cargo al Superior de Savona, a la fuerza y sin causa alguna.
9. Por habar mandado a los guardias públicos a nuestras escuelas a presentar citaciones a los Maestros, en presencia de los alumnos, incluso de la Clase 1ª, los cuales, por esto, se rebelaron contra los guardias, con peligro evidente de haber quedado allí muerto, pues quien lo enviaba no tenía consideración al honor de la Orden.
10. Y últimamente, porque nosotros nos enteramos de que dicho Padre, a su retorno de Cerdeña a Cagliari, había enviado a Savona una barca de cosas conseguidas, en parte por aquellos Padres nuestros de Cagliari, y en parte por otros. Se trataba de pastas de aquellas tierras, en cantidad; corderos, gallos de la India, jamones, quesos, salchichas, granadas, dos Reliquias de Santos y otras reliquias, cuatro borricos de aquel Reino, vino, ropa blanca, y dinero; en suma, bastante para enviar a tierras mucho más lejanas. Pero, como vio que todo le venía bien él, menos dichas Reliquias, que dejó en nuestra iglesia de Savona, y cuatro lotes de queso, que, por compasión, dio a las Escuelas Pías de dicha ciudad, todo lo demás lo envió a casa de sus padres. Nosotros temimos mucho que aquello fuera para hacer más daño aún a la casa, por lo que se lo rechazamos.
Hemos querido poner todo esto en la carta, dejando de lado otras cosas más internas para otra ocasión, para que –después de ver la calificación que V. P. nos da de renitentes a las órdenes de la Visita- vea y considere también las causas y razones, más que suficientes, para rechazarla.
Por eso, si, cuando los de la casa de Génova escribieron a V. P. que recogiera información “de vita et moribus” de este Padre, los hubiera creído, y no se hubiera producido ningún rumor. Pero como usted siempre se ha complacido más bien en secundar, no sólo el deseo del P. Esteban, sino el de sus muy pocos secuaces, sin querer prestar oídos a los gritos de los pobres Religiosos oprimidos, por eso, ahora no se debe maravillar de que sus órdenes no han tenido el efecto que, quizá, pretendía. Y, el no haberlo conseguido, se ha visto clarísimo que no ha sido culpa de usted -que como muy buen religioso en su sagrada Orden, creemos hubieran sido órdenes más amables y caritativas, según su amabilidad, que todos nos han manifestado—sino más bien del P. Esteban y de sus secuaces, que, como los más relajados e inquietos de toda la Orden, siempre han procurado su destrucción, parte con los hechos, y parte con sus malos ejemplos. Para ver que esto es verdad, sírvase V. P. buscar información “de vita et moribus” de estos pocos, que siguen las huellas del P. Esteban, y verá que es cierto que nosotros no andamos lejos de la verdad.
Así que V. P. es digno de excusa, en parte, porque éstos le han presentado las cosas de la Orden de manera distinta; pero, por otra parte parte, no parece que su oficio consistiera en hacer indagación de cada uno, y dejar de lado la protección, más de una que de la otra parte, como hemos visto hasta ahora. De esa forma, no hubiera usted prestado oído a los que han presentado a nuestra Orden como si hubiera crecido en desobediencia, sobre todo a la Sede Apostólica; ni, menos aún, lo hubiera usted publicado, ni de viva voz ni por escrito, con tan grave perjuicio para la misma Orden.
Aunque esto ya se lo han manifestado otros de forma suficiente, y muy bien, sin embargo, nos parece oportuna una única y breve razón contra tan infortunada afirmación. Es decir, supuesto, y no concedido, que fuera como usted dice, en todo este asunto, silencia usted, notablemente y sin fundamento, a Su Santidad, Nuestro Señor Inocencio X, quien no tiene otra mira más que el honor de Dios y la exaltación de la santa Iglesia; y que –llevando, como signo de rectitud en el gobierno, y pureza e inocencia de vida, la blanquísima paloma- a pesar de todo esto, permite que en Roma, y ante su misma cara, crezca una Orden desobediente a la santa Iglesia, casi secta de herejías; a la que, naturalmente, con su santísimo celo, si ello fuera verdad, debería, con toda razón, extinguirla del mundo.
No se puede negar que en esto no haya un poco de pasión, y, con ésta, se haya usted propasado un poco demasiado en su carta, de la que no trataremos otro particular, tanto para no hastiarlo, como porque también otros le han dicho ya bastante.
Y, como creemos que con ésta quedará borrada la valoración que en la suya usted nos dio, terminamos, pidiendo al cielo para V. P. aumento de la Divina Gracia.
Génova, a 3 de marzo de 1646.
De V, P. Revma.,
Humildísimos servidores en el Señor,
Los Padres y Hermanos de las Escuelas Pías de Génova.