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Contenido
Datos
Demarcación Romana
(1622- )
Historia
Fue su creador el cardenal Miguel Ángel Tonti, arzobispo de Nazaret (diócesis de la Italia meridional), llamado corrientemente el cardenal Nazareno. Tonti, de origen humilde, llegó a ser la gran figura de los Estados pontificios en los primeros años del reinado de Paulo V. Convencido por S. José de Calasanz, que le dirigió un célebre alegato, de la conveniencia de elevar a rango de Orden religiosa la Congregación de las Escuelas Pías, no sólo se decidió a conceder al Fundador su demanda, sino que pensó entregarle gran parte de su fortuna como herencia. A esto no se avino Calasanz, pero le sugirió la idea de creer un colegio para niños pobres y bien dotados intelectualmente. Tonti aceptó con la condición de que se encargaran de él las Escuelas Pías. Redactó su testamento el 19-4-1622 en favor de la creación del colegio Nazareno, muriendo al poco de firmarlo; la oposición de sus familiares ocasionó un pleito que duró de 1622 a 1679, esto es, algo más de medio siglo. Calasanz luchó denodadamente, mientras vivió, para defender los derechos del colegio. Este tardó años en ubicarse en el palacio de Tonti; posteriormente creció su mole con nuevas edificaciones. Según testamento, en él se atenderían de momento doce alumnos, que ascenderían a veinte cuando lo permitieran los réditos de los bienes. Calasanz, aceptó formalmente la dirección de la obra el 24-8-1622. El Nazareno no se abrió hasta el 1-1-1630, siendo Calasanz su primer rector (1630-1643); Calasanz vivió con los colegiales algún tiempo; después visitaba el colegio con mucha frecuencia. Destinó ocho religiosos al cuidado de los alumnos. Era un colegio para superdotados. A él enviaba para cursar estudios a sus religiosos jóvenes. En vida de Calasanz, entre 1643 y 1645, se empezó a admitir colegiales de pago. Desde entonces se distinguieron dos grupos de niños: los alumnos, que gozaban de la gratuidad fundacional, y los internos, que pagaban su pensión. Pronto la abundancia de éstos convirtió al Nazareno en un verdadero colegio de nobles, y uno, por cierto, de los más famosos de Europa. Baste decir que, según una estadística de 1852, en cosa de dos siglos habían desfilado por él como colegiales más de cuarenta cardenales, veintinueve arzobispos y obispos, dieciséis sabios ilustres, trece altos dignatarios, más de cincuenta caballeros y comendadores de Malta, más de sesenta barones, noventa y dos príncipes, ochenta y siete duques, más de trescientos marqueses, más de cuatrocientos condes... El Nazareno contó siempre con profesores destacados como Bernardo Guglielmi, Francisco Bonada, Ildefonso Tarditi, Urbano Tosetti, José Lalli, Francisco Nobili, Pedro Vacca, Felipe Bruni, etc., siendo alguno de ellos invitado a ocupar cátedras universitarias por príncipes y Papas. Característica fundamental del colegio fue la piedad cristocéntrica lauretana que radicaba en la capilla del colegio, dedicada a Nuestra Señora de Loreto por voluntad del cardenal Tonti. Al cambiar de rumbo el colegio, fue preciso modificar el reglamento primitivo trazado por Calasanz. Y con frecuencia se modificaron los planes de estudios y su metodología sirvió de modelo para la Orden entera. Al Nazareno acudieron escolapios jóvenes de gran talento que llevaron a las diversas naciones europeas inyecciones de vitalidad y novedades metodológicas. En 1658-1659 creó una Academia el P. Pennazza con el apoyo de la reina Cristina de Suecia, la cual polarizo en Roma por entonces toda la vida cultural y artística. Se intituló «Academia de los Incultos». Los académicos se ejercitaban con seriedad innegable. Sus torneos fueron espectáculo que atrajo a Papas y cardenales, nobles de todas las categorías y hasta príncipes y reyes que se hallaban de paso en Roma. En alguna ocasión (15-9-1754) acudieron veintitrés cardenales a una misma sesión. Con el tiempo la Academia de los Incultos se agregó a la Arcadia Romana. Por privilegio de Benedicto XIII, desde 1726, el tercer día de Pascua un colegial peroraría ante el Papa en latín sobre el tema «De Christi Domini resurgentis gloria».
La enseñanza del Nazareno abarcaba la enseñanza media inferior y superior y el curso de filosofía. Para los que aspiraban al sacerdocio (y fueron muchos) se seguían cursos de teología y derecho canónico. Otros cursaban en él las ciencias físico-químicas, arquitectura civil y militar, etc. Se daban clases de adorno (canto, música, baile, equitación, esgrima, etc). El régimen del colegio dependió en un principio de las Escuelas Pías; desde 1646 pasó a los Auditores de la Rota Romana. Perduró su tutoría o patronato hasta 1717. Grandes rectores tuvo el Nazareno después de Calasanz; tales fueron el P. Paulino Chelucci que significó una edad de oro para el centro; Lalli, Oliva, Peri, Danesi, etc. El número de colegiales pasó del centenar entre 1752 y 1754. La fama recorría Europa: acudían colegiales de todos los países. Los Papas le prodigaron sus atenciones: Pío IX se empeñó en la construcción de la magnífica capilla, obra del arquitecto Tito Armellini, enriquecida con cuadros murales de los pintores Giovanni Gagliardi y Francesco Grandi. También reyes y aún emperadores como José II visitaron e hicieron donativos de colecciones de minerales, etc. Cuando estalló la revolución francesa, el colegio decreció rápidamente; la invasión de Roma y sus alternativas crearon en él un ambiente enrarecido, sembrando ideas libertarias que trastocaban las mentes jóvenes. En 1800 quedaron reducidos a sólo seis los colegiales. Abandonándose desde entonces el traje talar y vistieron en adelante de frac y sombrero cilindrico a la usanza de los gentiles hombres de la época. Otra etapa difícil para el colegio resultó la toma de Roma por los franceses y la abolición de las Órdenes religiosas. Recuperada la paz en Europa, empezó nueva ruta de ascenso y ya en 1816 llegaba a sesenta el número de colegiales. Momento difícil: León XII pensó entregar el colegio a los jesuitas. Gregorio XVI, en cambio, lo honró y ayudó generosamente. El colegio poseía en Albano una finca de recreo para los colegiales. En 1867 la peste hizo allí alguna víctima. En tal ocasión San Juan Bosco escribió al rector del Nazareno una bellísima carta cantando las glorias del colegio; se difundieron de ella diez mil ejemplares. Al caer la Roma papal, un decreto de Víctor Manuel fechado el 27-5-1875, confió la administración del Nazareno a una comisión estatal. En 1952 el P. Vicente Tomek logró del Gobierno italiano que en esta Comisión hubiese mayoría escolapia, con lo que era más fácil que la dirección recayera con el tiempo en un miembro de la Orden, respetándose así la voluntad del cardenal fundador. En 1930 tenía un total de 680 matriculados: de ellos 106 entre alumnos gratuitos e internos; 70 mediopensionistas y 504 externos. En 1974 abarca la enseñanza elemental, el comercio, liceo clásico y científico, impartiendo estas enseñanzas a 570 alumnos de los que 60 son internos, otros mediopensionistas tiene también mucha actividad extraescolar. Últimamente se cerró el internado y se abandonó el proyecto de trasladar la sede del colegio a la periferia de Roma, junto a la Vía Aurelia, por lo cual está en proceso de total renovación material y pedagógica. Se han admitido alumnas en todos los grados y llegan en total a 1.150 distribuidos en las escuelas elementales, medias y de liceo clásico, científico y lingüístico. Se han renovado antiguas asociaciones como la Academia de los Incultos o la congregación lauretana, y creado nuevas instituciones como el premio para el mejor alumno de Italia.
Ha sido y sigue siendo el Nazareno uno de los centros educativos de más renombre de la Roma actual.
Bibliografía
- Vannucci, P., Il palazzo del Coll. Nazareno e i suoi più antichi inquillini (Roma 1937)
- Premii ed onorevoli testimonianze concesse ai nobili signori convittori del C.N... (Roma 1852) con lista de A.A.
- B 1. cap. XXXI
- Villani, G., De vetusta Arimini urba et de eius Episcopis (Ms.)
- VoC (1928) 12 pp.
- Cianfrocca, Il principio del 4.ª secoólo de lia fondazione delle Scuole e il C. N. in Roma (Roma 1897)
- Reg. L.-Sc, nn. 7, 8, 19, 110, 128, 144, 145, 167, 196, etc.
Redactor(es)
- Claudio Vilá, en 1990, artículo original del DENES I