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Contenido
Datos
Demarcación Cataluña
(1884- )
Antecedentes y ubicación del edificio.
Ya desde finales del siglo XVIII se efectuaron repetidos esfuerzos por parte de entidades tarragenses para poder dotar a la ciudad de una fundación escolapia. La primera gestión se efectuó por la «Sociedad económica de Amigos del País», pero se encontraron con la dificultad de ¿o poder ofrecer ni casa ni medios de subvención. Más tarde, al ser suprimida por Carlos III la Orden de San Antonio Abad, los dirigentes de dicha «Asociación» pensaron en la casa que quedaba en Tárrega y pidieron al ayuntamiento que ayudara en dicha gestión, lo cual fue aprobado por el consistorio en sesión del 3-10-1788. Se elevó informe al rey. Pero aquí quedó todo. En 1806 se instala en Tárrega el escolapio P. Felipe de San Joaquín con el encargo de enseñar primeras letras y gramática. En 1811 tenía 232 alumnos y un ayudante. Arreciando la presión francesa el escolapio abandonó la ciudad. En 1816 hay otra tentativa, que también fracasó. En 1880 empiezan las negociaciones definitivas. El 9-11-1883 el ayuntamiento aprueba las bases fundacionales fijando en 5.000 ptas. la cantidad anual para los religiosos. En esta sesión se acuerdan también las obras necesarias para habilitar el exconvento e iglesia de la Merced, que importaban 15.000 ptas. El 17-3-1884 se firma la escritura de convenio entre el ayuntamiento representado por el alcalde, Enrique de Cárcer, y los escolapios representados por el Provincial, Ramón Riera. Entre los muchos bienhechores del colegio en los inicios destaca el reverendo Magín Pons Lloberola que dedicó muchas horas a las gestiones previas a la fundación y después legó todos sus bienes al colegio. Leemos en la escritura fundacional: «Establecer en esta villa de Tárrega un colegio de primera y segunda enseñanza. .. conformándose al plan de estudios aprobado por el gobierno... siendo obligación de los alumnos asistir a los actos de piedad propios de las Escuelas Pías... La enseñanza que deben dar los escolapios será gratuita para todos los alumnos externos, sean o no de la población, corriendo, sin embargo, a cargo de los de segunda enseñanza, satisfacer, además de las matrículas y derechos de exámenes... una pequeña cuota que podrán los Padres señalarles para la conservación y aumento de los gabinetes». El ayuntamiento se compromete, además de facilitar el local -el antiguo convento y su iglesia-, a adecentarlo y amueblarlo, por una sola vez, tanto en lo referente a las habitaciones de los religiosos como a las aulas de los alumnos. Se incluyen también los gabinetes de física, química e historia natural, que se enriquecieron con material procedente de San Pedro de Cárdena. El P. Clerch regaló varias colecciones de minerales, y de otras procedencias se recibió una magnífica colección de moluscos y otra de fósiles. El edificio en su conjunto sería entonces un tanto oscuro, dada la pequenez de las ventanas y el grosor de las paredes construidas en piedra. Sin embargo, el certificado de sanidad que acompaña a la solicitud de inscripción dirigida al rector de la Universidad de Barcelona, unos años más tarde, afirma que el colegio «ocupa un lugar espacioso, orientado al N N O y rodeado de huertos y jardines». Las habitaciones de los religiosos ocupaban el primer piso y las aulas estaban situadas en la planta baja. A esta casa llegó la primera comunidad, el 5-9-1884, tomando posesión del edificio el P. José Jofre en nombre del P. Provincial y el rector, P. Juan Miracle. El 15 de septiembre empezaban las clases. Diez días más tarde el Vicario capitular de Solsona concedía validez seminarística a los cursos de latín del colegio para los aspirantes al sacerdocio. Con igual fecha el director del instituto de Lérida autorizaba al colegio estudios de segunda enseñanza. El 2-12-1885 un real decreto lo incorporaba al instituto de Lérida.
Desarrollo histórico del colegio.
A lo largo de los años el edificio y bienes recibidos fueron notablemente ampliados y mejorados con no poco sacrificio por parte de los religiosos. Se compraron dos casas («les paneres») que estaban a ambos lados de la entrada de la iglesia. Se compró lo que ahora es la plaza del «Padre Perelló» y que fue durante muchos años «el patio de los escolapios». Se valló dicho patio, se construyó en él un gimnasio, se abrió un pozo y se colocó una bomba para regar la parte reservada a huerta y jardín. Se compró una franja de huerta vecina que permitió rectificar toda la fachada sur y ampliar las clases y las habitaciones de la comunidad. Se remodelaron los salones de estudio y de actos y se organizó un nuevo internado sobre un ala de la iglesia. Se restauró y embelleció la iglesia ampliando algunas capillas y dotándola de órgano y campanas. A lo largo de cincuenta años la transformación fue notable. En 1936 el ayuntamiento se apoderó de todo el colegio, de la iglesia y demás dependencias. Destinó el conjunto a distintas finalidades y lo remodeló, dándole la estructura global que se conserva hasta hoy, aunque quedó a medio hacer. La comunidad tuvo que abandonar la casa que se convirtió en hospital militar y después en escuela de trabajo. Los religiosos Pablo Roca, Vicente Roca, Isaac Salvet, Pedro Font, Andrés Camats, Ramón Bertrán, Martín Sitjar y Filemón Marqués fueron asesinados. Algunos años después los antiguos alumnos levantaron un monumento a su memoria en la montaña de San Eloy.
En 1939 los escolapios volvieron a tomar posesión del colegio y firmaron con el ayuntamiento un nuevo convenio. Las Escuelas Pías se comprometían a impartir la enseñanza como anteriormente y en las mismas condiciones de gratuidad. Cedía además la propiedad y uso del «patio» (hoy plaza del «Padre Carlos Perelló»); a cambio el ayuntamiento, además de ceder el uso del edificio, debía completar las obras de vivienda de la comunidad y para unos setenta internos, con comedores y cocina, así como también mobiliario en las aulas y habitaciones de los religiosos por una sola vez.
También se comprometía a dar un patio de juego cerca del colegio. El contrato fue también, como el primero, por cien años. En años posteriores se restauró la iglesia y otras dependencias, y se compró (1951) no lejos del colegio otro campo mucho más espacioso que se transformó en un buen complejo deportivo. En 1973-1975 se adquirió una huerta lindante con el edificio que ha sido transformada en pista polideportiva y dotada de modernas instalaciones de vestuarios y duchas. Son utilizadas también por los padres de familia en sus competiciones deportivas.
Desarrollo pedagógico, cultural y pastoral.
Desde la fundación en el colegio se impartió la enseñanza primaria completa, el bachillerato libre, en seis cursos y clases de comercio. En 1905 se añadieron clases nocturnas para obreros. En 1933, viendo las dificultades que la República ponía a las Congregaciones para dedicarse a la enseñanza, la comunidad compró una academia «El Modern Liceu» que ya funcionaba en la calle Agoders, y allí se trasladaron las clases de bachillerato. Algunos religiosos de la comunidad juntamente con algunos profesores de la antigua academia continuaron en ella su tarea docente. La academia era mixta y, además del bachillerato, impartía el comercio oficial. Después de la guerra civil se reemprendió la primaria y el bachillerato libre. En 1964 fue reconocido el bachillerato elemental y dos años después, el superior. En 1970 comienza la «Educación General Básica», y con ella la progresiva supresión del bachillerato. Durante muchos años hubo internado al que acudían principalmente alumnos de la comarca para cursar estudios secundarios; actualmente tiene mediopensionistas. El número de alumnos normalmente ha superado los trescientos. Desde 1978 es mixto.
Siempre el deporte ha sido muy cuidado en este centro, fomentado por entusiastas del mismo como el P. Eusebio Millán, que introdujo el baloncesto en España y estuvo en Tárrega por los años 1927-1928. Años después el P. Pedro Font (1934-1936) reanimó la afición al baloncesto que actualmente tiene buenos equipos entre alumnos y exalumnos. Mención aparte merece el «batallón infantil» que existía también en otros colegios, fundado aquí en 1912 que, a pesar de su nombre y estructura pseu-domilitar, era un magnífico incentivo a la práctica de la gimnasia y del atletismo, además de ser un medio, según la ley entonces vigente, para quedar exento más tarde del servicio militar.
Durante el siglo de existencia que lleva el colegio, la actividad docente ha salido muchas veces del ámbito de la escuela para aprovechar horas de asueto y de descanso, llevando también su influencia a personas que habían dejado mucho tiempo antes los bancos de la escuela. Citemos el P. Carlos Perelló que murió en Tárrega de accidente mientras pintaba en una pared un cuadro de S. José de Calasanz. Había pasados muchos años pintando y enseñando a pintar. Se desplomó el andamio el 6-10-1922. Es considerado como el maestro de una pléyade de importantes pintores tarregarinos. El P. Bernardo Noguera fomentó el espíritu de búsqueda y excavación, especialmente en poblados ibéricos; fundó, en el colegio (1917-1922), un museo prehistórico que llegó hasta la guerra del 1936, y debe considerarse como el precursor del museo de Tárrega. Los PP. Luis Martínez y su hermano Fernando organizaron una schola cantorum (1940-1952), admirada incluso en Montserrat por la buena interpretación del gregoriano. El P. Pedro Rimbles inculcó tanto el estudio de las abejas y de las hierbas medicinales (1926-1932) que diez años más tarde venían desde los pueblos vecinos a consultar dudas, sin conocer que se hallaba en otro lugar.
La «asociación de antiguos alumnos y amigos de las Escuelas Pías» se fundó en 1945; en 1970-1976 quedó fusionada con la de «padres de alumnos». De entre los alumnos han surgido muchas vocaciones religiosas y escolapias; con el P. José M. Balcells, General de la Orden, hay que citar a los PP. Ramón Roca, Francisco Marsá, Jaime Vidal, Ricardo Piqué, Jaime Minguell, Magín Pont y otros más.
Superiores
Bibliografía
- B 2, 390-392
- P 1, 207
- VA 1, I, 43, 65, 105-115, 337, 651, 833
- V 2, 106, 128, 257, 267
- Eph. varios números
- ARen. Cat.
- AA. VV. Cent anys d’Escola Pía a Tàrrega (1884-1984).
Redactor(es)
- José Baburés, en 1990, artículo original del DENES I