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CAPÍTULO 25 De cómo Su Santidad Paulo V Suprimió la prohibición de las veinte millas, Y nombró Cardenal A nuestro Venerable Padre José de la Madre de Dios, Fundador. [1618]

Como el Sumo Pontífice, Paulo V, veía con sus propios ojos, por una parte, el gran bien que significaba para la República Cristiana la educación de los niños, por medio de la nueva Congregación Paulina de Clérigos Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y, por otra, oía la gran insistencia que le hacían desde muchas Ciudades y pueblos para tan santa Obra, suprimió la prohibición que había dado en el Motu Proprio de la erección de esta Congregación, es decir, de no poder abrir Casas más que dentro del distrito de veinte millas en torno a Roma, y, accediendo a las súplicas de la Ciudad de Narni, en Umbría, y de Magliano, en Sabina, dio licencia al P. José de la Madre de Dios, Fundador de la Congregación, de ir a aquellas poblaciones, para abrir las Escuelas Pías, y tomar la dirección del Seminario de Magliano.

Mientras tanto, en 1618, poco después de la Santa Pascua de Resurrección, fue también a Narni el P. José, y se detuvo allí unos pocos meses, teniendo como casa, en la ciudad, el Palacio que fue del Emperador Nerva. Dejó después allí como Superior al P. Pedro [Casani] de la Natividad, y por Maestro de Retórica al P. Viviano [Viviani] de la Asunción. Éste, al principio, antes de abrir las escuelas, pronunció un discurso tan elegante, que admiró no sólo a toda aquella Ciudad, sino también a los principales literatos de Roma, profesores y lectores de Retórica en los Colegios y Estudios públicos de aquella Santa Ciudad. Aquel discurso fue preferido a otro que, a tal efecto, había pronunciado el Doctor Peralta, español, que tantos años había explicado Retórica en la Universidad pública de Salamanca, aplaudido por el más insigne de todos los demás contendientes suyos en aquella cátedra. Hasta tal punto el discurso de nuestro P. Viviano fue estimado como mucho mejor, que el señor Cardenal Benedicto Giustiniani, Protector de las Escuelas Pías, ordenó publicarlo; con lo que lo apreciaron mucho también todos los que podían conseguirlo.

En Magliano nuestro P. Fundador dejó como Superior al P. Francisco [Lamberti] de la Madre de Dios, palermitano, y como Maestro al P. [Oderico] Valmerana, tanto de los Novicios, como de los demás escolares. Este Padre, a petición de Nuestro Venerable P. José, comenzó a componer en verso todo el Antiguo Testamento, con la idea de servirse después de él en las clases, en lugar de Virgilio. De esta obra se han editado dos tomos; el primero dedicado a Su Santidad Urbano VIII, y el segundo a Fernando IV, Emperador de Austria, padre del actual Emperador.

El mismo Sumo Pontífice Paulo V quiso también que las Escuelas Pías se instalaran en la tierra de Moricone, que fue la primera casa que tuvo el Príncipe, nepote suyo. A él, y al Sr. Cardenal Escipión Borghese, también nepote, les encomendó mucho esta Santa Obra.

Y como solicitaron las Escuelas Pías además, con todo interés, la Ciudad de Nursia, en Umbría, la de Fanano, en el Modenese, patria del que fue Capitán, Ottonelli, y la de Carcare, en las Langhe de Lombardía, por medio de distintos Titulados y Prelados de mucha calidad, en el año 1620, el día 30 de julio, el P. José de la Madre de Dios, Prefecto general y Fundador, envió a estos tres lugares a abrir las Escuelas Pías.

A Nursia, al P. Pelegrín [Tencani] de San Francisco; a Fanano, al antiguo Capitán [Ottonello] Ottonelli, es decir, el P. Pablo de la Asunción; y a Carcare, al P. Juan Pedro [Cananea] de la Virgen de los Ángeles, calabrés. A todos les dio sus compañeros; y fueron recibidos con señales de mucha alegría en todos aquellos lugares. En Nursia tuvieron por casa el palacio de Diocleciano; en Fanano, el antiguo Capitán Ottonelli les hizo desde los cimientos una casa con una Biblioteca especial, que es la más bella que hay hasta en nuestra Orden, pues tiene muchos y muchos miles de buenos libros; en Carcare el Señor Bernardino Castellani, médico del Papa Gregorio XV, y Monseñor, su hermano, nacidos en aquel lugar, les hicieron, desde los cimientos, una suntuosa iglesia y casa, con un huerto grande, para desahogo de los Padres.

Era tan estimado Nuestro Padre José de la Madre de Dios, Fundador de las Escuelas Pías, por sus extraordinarias cualidades y óptimas virtudes, no sólo por los Príncipes seglares y Emmos. Cardenales, sino también por el mismo Sumo Pontífice Paulo V, que muchas veces, en Frascati, lo llevaba consigo de paseo, platicando durante mucho tiempo, horas. Una vez, lo encontró en la Rotonda, cuando acompañaba a los alumnos. Su Santidad ordenó parar la litera, y habló largo y tendido con Nuestro Padre José.

Yo lo sé por uno que estaba presente. Lo contó con mucha satisfacción el Sr. Cardenal Montalto al P. Pablo Ottonelli, que estaba en compañía el P. Glicerio [Cerutti], de Frascati, por los cuales lo he sabido. Contó lo siguiente: -“Viendo que en Nuestro Padre no sólo campeaba en santidad, sino también en la Santa prudencia y ciencia convenientes para un Prelado de la Santa Iglesia, y aunque era al final de su Pontificado, lo incluyó en el número de Cardenales que quería crear. Se lo dijo, e incluso se lo dio por escrito al Sr. Cardenal Escipión Borghese, nepote suyo. Como la voz de esto se extendió por la Ciudad, -y cuando cualquier otro hubiera sentido una gran alegría- nuestro Padre sintió mucho disgusto por ello, demostrando, de hecho, que no había demorado su estancia en Roma para ascender en dignidades, sino sólo para servir mejor a Dios y ayudar al prójimo. Y como la cosa era tan pública, que los mismos seglares lo decían abiertamente, él, una mañana, ordenó dar muchos caballetes<ref group='Notas'>Potro o ecúleo de madera en que se empleaba como castigo.</ref> y otros castigos a quien hablara de ello”. Hemos de creer que luego se encomendó mucho a Dios, e hizo muchas gestiones para ser liberado de esta dignidad, como así ocurrió, gracias al susodicho Cardenal Escipión.

Notas