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Revisión de 16:48 21 oct 2014
- CAPÍTULO 2 De cómo se abrió el Colegio Nazareno [1630]
El Sr. Cardenal Tonti, Arzobispo de Nazaret y Obispo de Rimini, era tan admirador de las virtudes y óptimas cualidades de N. V. P. Fundador y General, y de la Obra de las Escuelas Pías, por la suma pobreza de profesa, y tan encariñado, que se propuso ayudarla con todo su poder; especialmente, fundándole un Noviciado y un Estudio, para la educación en la piedad y en las letras a la juventud apta para nuestro Santo Instituto. A tal efecto, compró en Roma, en el ´chiavica´<ref group='Notas'>Basurero, desagüe de aguas sucias.</ref> del Búfalo, un edificio de los Señores Gaetani, si bien me recuerdo, con algunas casitas unidas comodísimamente a aquél, con aguas en abundancia que allí hay; y con intención de unirlo todo, para construir, por cuenta de la Cofradía del Ángel Custodio, la iglesia, con el título de Santa María de Nazaret.
No mucho después de aquella compra, fue sorprendido por una grave enfermedad. Pensando que era mortal, ordenó muchas veces llamar a N. V. P. Fundador, para determinar y sellar con él su deseo, para satisfacción común de ambos.
Los Señores de su Cámara, temieron que, si Su Eminencia había hablado con N. V. Padre, no obtendrían la parte que deseaban. Bajo diversos pretextos, nunca hicieron saber a N. V. Padre la intención y el deseo de Su Eminencia. Al contrario, cuando se enviaba allí a alguno para interesarse por la buena salud de Su Eminencia, era echado, de forma que nunca lo podía ver.
Sentía mucho que N. V. Padre no compareciera, porque cada día se sentía empeorar, y deseaba hacer su testamento. Por eso, estaba dolorido, estaba seguro (como era la pura verdad) que no le hubieran dado el aviso; por eso, envió una carta recomendada para llamarlo. Mientras tanto Sus Señores de Casa le obligaron a dar comienzo y disponer su testamento. Dejó una progenitura a su nepote, con un fondo de cincuenta mil escudos, además del palacio y muebles de aquél, situado en su tierra, y otros, que también le dejaba, de los de Roma. Al segundogénito, también nepote suyo, una Abadía de siete mil escudos; y a la hermana le dejó muchas cosas.
Nuestro V. Padre Fundador se presentó enseguida, pero aquellos Señores, con el pretexto de no sé qué cura que se hacía a Su Eminencia, lo condujeron a otra habitación con el acompañante, diciendo que una vez atendido, lo introducirían. Allí lo encerraron y lo tuvieron más de cinco horas, terminando todo el testamento a su gusto, y haciéndose nombrar tres de ellos ejecutores testamentarios, y a cada uno lo que quería. El Maestro de cámara hizo que le absolvieran de dar cuenta de la administración que había realizado durante muchos años, autorización para poder quedarse con todos los muebles, incluso argentería y cobres; que mientras viviera se le pagase el alquiler de la casa por parte suya; que se le diera la parte de todo lo que se suele dar en las cortes, para él, y para un servidor, y además cien escudos al año.
Aunque los demás no consiguieron tanto, también ellos se llevaron una buenísima parte. Por ejemplo, los ayudantes de cámara lograron, durante su vida, noventa escudos anuales cada uno, y mucho más el auditor y el secretario.
Su Eminencia constituyó y dejó heredero universal a un Colegio que se debería fundar, con el nombre de Colegio Nazareno, encomendado a la Sagrada Rota Romana, que funcionaría en el susodicho palacio del Búfalo. Éste sería dirigido por los Padres de las Escuelas Pías. Los alumnos que deberían admitidos, tenían que ser elegidos y examinados por dichos Ilmos. Y Revmos. De la Sagrada Rota.
Efectuado y publicado el testamento, introdujeron a N. V. Padre Fundador y General adonde Su Eminencia, el cual, al verlo, le dijo con dulce queja: -“¡Oh, Padre José! ¿Por qué no ha venido? ¡Hace tanto tiempo que he esperado! He ordenado muchas veces que lo llamaran, y nunca ha venido”. Calló N. V. P., porque vio que si respondía a la pregunta, habría desbaratado todos los proyectos de aquellos Señores. Su Eminencia añadió-“He hecho el testamento de este modo”. Y le contó todo.
–“Padre José ¿le gusta? ¿Le gusta? Si no está a su gusto, dígamelo, que lo haré como usted quiera”; demostrando grandísisma aflicción porque no había estado presente.
N. V. P. no quiso decir más, pues vio que Su Eminencia se había agravado, y temía importunar el alma, lo que le pesaba más que las cosas; por eso le respondió:
-“Bueno, bueno, Ha hecho bien. Tranquilícese Su Eminentísima, y ahora cuídese de su alma, ya que las cosas se han arreglado”.
Todos aquellos Señores abandonaron al Cardenal, y cada uno se dedicó a reintegrar, quedándose N. V. P. y su compañero ayudando el alma de Su Eminencia, y no lo abandonaron nunca, hasta que se le murió en los brazos. Ocurría en abril de 1622.
Dichos Señores ejecutores ordenaron sepultar el cadáver en la iglesia del Gesù, conforme al testamento. Y habiendo cogido a su arbitrio todo lo que les dejó, vendieron el remanente en el pórtico de dicho palacio, sabe Dios cómo. Yo sólo diré que uno de ellos compró un aparato de cámara por doscientos escudos, y antes de anochecer se lo vendió a los hebreos por setecientos escudos.
Para concluirlo, sacaron tan poco de los muebles de la casa y de la biblioteca de un rico y docto Emmo. Cardenal, que ni siquiera pagaron el funeral y la sepultura que se le hizo en la iglesia del Gesù, pues al cabo de muchos años los tuvo que pagar el Colegio Nazareno, erigido, como se verá, por N. V. Padre Fundador y General.
Cuando dichos Señores hubieron arreglado sus intereses particulares del Emmo. Cardenal Tonti, llamado también Cardenal de Nazaret, bajo pretexto de que tenían miedo de los nepotes de dicho Eminentísimo, dejaron que todo corriera a río revuelto, como se suele decir, conservando el nombre de ejecutores testamentarios, pero sin hacer nada. Al contrario, abandonaron, a la buena de Dios, todos los bienes dejados al Colegio Nazareno, heredero universal de Su Eminencia. Yo he oído decir a personas entendidas, que dicha herencia pasaba de doscientos mil escudos de capital. Y todo anduvo de mal a peor, tanto en Roma como en Cesena y en Rimini. Porque los nepotes tomaron posesión de todo, sin que los ejecutores testamentarios hicieran ninguna actuación a favor de dicho Colegio. Así que los mismo nepotes vendieron por pocos miles el valor de más de cincuenta mil escudos de animales en las granjas, entre vacunos, bovinos, caballos, ovejas y cabras, y todos los aperos que allí podía haber, destruyendo incluso la más mínima cosa.
N. V. Padre Fundador y General soportó durante algunos años la negligencia de aquellos ejecutores testamentarios, exhortándoles a efectuar el piadoso deseo del Señor Cardenal, su dueño y tan liberal bienhechor. Pero, viendo después que pasaban el tiempo en palabras, y que nunca harían nada, hizo oración; y con el consejo de personas expertas, doctas y temerosas de Dios, y sobre todo del Sr. Bernardino Panicola, nuestro Procurador,-que luego fue bispo de Scala y Ravello, en el Reino- entregó un Memorial al Sumo Pontífice, con el consentimiento de los señores ejecutores, -quienes se excusaron por las amenazas que le habían hecho los nepotes de Su Eminencia- en el que solicitaba la autorización de poder actuar contra los usurpadores de dicha herencia, en nombre del Colegio Nazareno.
Su Santidad el Papa Urbano VIII agradeció mucho a instancia, recordando que dicho Emmo. Cardenal de Nazaret había sido íntimo amigo suyo, cuando ambos eran Cardenales. Por eso, expidió un Breve particular, en el que daba amplia facultad, como único ejecutor de dicha herencia, a N. V. Padre Fundador, con todos los requisitos necesarios, etc.
Con este Breve se litigó mucho tiempo, para quitar la posesión a los nepotes, tanto de las cosas de Roma, como de Cesena y de Rimini. Y, con la ayuda de la Revma. Fábrica de San Pedro, se tomó posesión del Colegio y de otras cosas, en Roma, a favor del Emmo. Vidoni. Y se envió a un Comisario a Romagna, con el H. Arcángel [Sorbino] de S. Carlos, Profeso nuestro, para tomar posesión de las cosas de Cesena y Rimini con todas las autorizaciones necesarias; y se hicieron cosas buenas. Pero los nepotes, cada vez más endemoniados, cometieron diversos despropósitos y amenazas contra el Comisario y contra nuestro Religioso, a quien una vez dispararon una arcabuzada, aunque, gracias a Dios, no le hicieron ningún daño.
La Corte actuó, pero, como nuestro V. P. Fundador no quiso que se hablara de ello, se apartó al fiscal con poco trabajo. Y las cosas del Colegio comenzaron a tomar un nuevo cariz. Así que el Comisario volvió a Roma, con pequeño resumen del estado de la herencia.
Deseando N. V. P. ser agradecido al Eminentísimo, de feliz memoria, y a los favores recibidos del mismo a favor de nuestra pobre Orden, con el parecer de dicho Obispo y de Monseñor Ángel Cesi, hermano del Duque de Acquasparta, entonces Obispo de Rimini, y la protección del Emmo. Vidoni, quien habló a Nuestro Señor, para abrir el Colegio Nazareno, y le mostró el uniforme que llevarían [los alumnos], esto es, capa verdosa y toga bermeja, con una franja roja. Agradó mucho la idea y el uniforme a Su Santidad, y dijo que quería favorecerlo ante la justicia.
En consecuencia, N. V. P. Fundador publicó que quería dar comienzo a dicho Colegio. Habló de ello con los auditores de la Rota; aprobó el examen de muchos jovencitos, en cuanto a las costumbres y las letras, y después se dio la lista de los aprobados a Monseñor Decano de la Sagrada Rota, Monseñor Ilmo. Coccini. De aquella lista y nombres hecha por nuestros Padres, dichos Ilmos. Y Revmos. Eligieron seis. Habiéndoles N. V. P. ordenado hacerles los uniformes, como se ha dicho, a expensas del Colegio, y también, y también las camas, equipadas con todo, y la ropa interior para cada uno, lecho y mesa, y lo necesario para la cocina, ajustó la casita pegada a dicho Colegio al [palacio] del Búfalo para residencia, para ir a la iglesia de San Andrés Delle Frate.
Eligió a cuatro de nuestros Religiosos para cuidar de dichos alumnos el día de San Francisco de Asís, 4 de octubre de 1630, o quizá en 1631, y les dio el uniforme del color antes señalado, y al día siguiente los presentó en pública Rota a los Ilustrísimos, que fueron obsequiados con una bellísima oración, recurriendo a su protección, como Colegio recomendado a su piedad por el Emmo. Fundador y por Nuestro V. Padre, abierto con su esperanza, pero sin el debido subsidio.
Después de algunos años fue invitado el Emmo. Vidoni a una Academia que se hizo en su honor en dicha casita del Colegio, que fue muy agradecida.