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CAPÍTULO 3 Los sinsabores que sufrió N. V. Padre En favor el Colegio Nazareno [1630-1635]

Además de la arcabuchada que dispararon en Romagna a nuestro H. Arcángel [Sorbino], y otras cosas y rumores que en aquellas tierras se hacían contra dicho Colegio por las cosas sobra las que estaba fundado, en Roma los mismísimos Auditores de la Rota se mostraron muy fríos para protegerlo, alargando más que nunca las pleitos a favor de él, en atención a los favores que hacían los Señores Tonti, nepotes del Cardenal Fundador, y repartiendo con toda facilidad las cosas que eran debidas al mismo Colegio.

En poco tiempo se sublevaron los servidores del difunto Cardenal, por las desidias durante muchos años de los legados que les había hecho Su Eminencia; pues nunca en el pasado habían podido recibir un bayoco; y ahora, apenas abierto el Colegio, querían ahogarlo.

Los Padres jesuitas procuraron que se hiciera el sepulcro de Su Eminencia conforme al diseño y a gusto de ellos, donde se gastaron unos setecientos escudos o más; además hubo que pagar el funeral, que ni siquiera hasta entonces, entre 1622 y 1631, se había pagado. Pendía sobre el palacio del Búfalo un antiguo censo de no sé cuántos miles de escudos, cuyos intereses nunca se habían pagado en muchos años; también éstos demandaban los suyos, y otras tasas de las que ahora no me acuerdo. Todo esto afligía no poco el corazón de N. V. P. Fundador; pues le parecía en aquel momento se debía tener consideración con el Colegio, y lo intentaba por todos los medios posibles.

Los bienes de Cesena y Rimini se encontraban no sólo sin animales de labranza, vendidos por los nepotes, sino también tan destruidos, que de ellos se obtenía poquísimo, además de existir deudas por los impuestos de bienes de consumo, y avales impagados en el pasado, además de lo que se paga cada año. Por tantas obligaciones sin pagar en los comienzos de la herencia, quedaba éste sin poderse mantener de lo suyo.

Por eso, N. V. P. Fundador y General, en agradecimiento al Emmo. Tonti, proveyó de nuestra Casa de San Pantaleón de muchos muebles para la cocina, de camas surtidas de todo para nuestros Religiosos que se cuidaban aquél, como también de todo el remanente que necesitaban para vestir; y esto lo hizo durante muchos años. Llevó de nuestra biblioteca más de cien ejemplares de libros de bellas artes, para que los alumnos y su Maestro se sirvieran de ellos en el Colegio; y, lo que más importa, la mayor parte de la comida se ponía, o mejor se gastaba, de las limosnas que llegaban para nuestra pobre Orden. Esto también durante muchos años; yo lo sé por la práctica, porque fui el primer Superior o Rector de aquél. Para el mantenimiento de los jovencitos el mismo me daba dinero, y para gastar poco enviaba cosas alimenticias, que venían para la Casa de San Pantaleón de nuestras Casas de fuera. Para ahorrar, yo mismo iba al horno con la alforja a coger pan; y por las plazas, para otras cosas, para el ahorrarme el cestero o repartidor, etc.

Sobre esto existe también una carta de nuestro mismo V. P. Fundador, toda de su propia mano, en Romagna, al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, con estas palabras precisas:

“El P. Berro irá pagando al Sr. Blas; cuando pueda, doscientos, cuándo 300 escudos, pues me dice que está muy exhausto; porque quiero quitarme este fastidio de encima, etc. Roma, 7 de marzo de 1635.”

“He recibido la letra de cincuenta escudos, que ha venido muy a propósito. En cuanto a admitir alumnos, esté seguro de que no se acepten hasta tanto que las cosas del Colegio estén acomodadas; ahora los alumnos se mantienen a expensas de la Orden. Roma a 7 de marzo de 1635”.

De aquí se ve que desprendido del interés estaba N. V. P. Fundador y General; porque no sólo no hizo cambiar el testamento de Su Eminencia a favor de la Orden, como lo habría hecho si le hubiera hablado de la prisión en la que le habían tenido sus Señores de familia, para que no se encontrara presente en el testamento; como también porque le había prometido un Noviciado y Estudio para los nuestros. Y además, a expensas de la Orden alimentó a los Padres y alumnos de dicho Colegio por muchos años, cuando todo el mundo se retiraba, estando obligado; y él, por pura caridad cargó con tontas sinsabores, sin ninguna utilidad, a excepción de ayudar a los jovencitos pobres.

Su Santidad Nuestro Señor, el Papa Urbano VIII, cuando oyó el legado dejado por el Emmo. Tonti, decía que estaba a favor de las Escuelas Pías, y no del Colegio Nazareno, sin darse cuenta de que los Padres de las Escuelas Pías no cargaban en él más que con trabajo, con la comida y el vestido de aquellos del Colegio de los que se cuidaban, ordenó que no se le dieran en adelante los doscientos ducados anuales de la Cámara, que siempre nos había dado la Cámara Apostólica desde Clemente VIII hasta aquí. Así que el afecto del Emmo. Sr. Cardenal Tonti nos hizo mucho daño, por no haber permitido entrar a N. V. P. Fundador y General, cuando fue llamado por dicho Eminentísimo para hacer su testamento.

Notas