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CAPÍTULO 4 Del modo de vivir de dichos alumnos En aquel tiempo [1631]

N. V. P. Fundador y General hizo para aquel Colegio y alumnos unas Ordenanzas suyas particulares, conforme juzgó conveniente para educar a los jovencitos en las letras y en la piedad, según la pía intención del Emmo. Tonti, el cual dejó dicho que fueran pobres, pero de legítimo matrimonio y de excelente inteligencia, para que, al salir del Colegio, pudieran estudiar cualquier clase de ciencia, en cualquiera Universidad, sin la obligación de ayudar a Misa, ni ninguna otra carga. Y que el Colegio a estos estudiantes, antiguos alumnos suyos, les diera toda la ayuda posible para estudiar en dichas Universidades. A condición, sin embargo, de que el Colegio se encuentre en tal situación de que pueda mantener de alimento, vestido, libros, papel, y de todo lo necesario para estudiar, y para el número de veinte alumnos y ocho Religiosos de las Escuelas Pías, para su guía en dicho Colegio Nazareno, en su palacio de la catarata del Búfalo, tal como se ve claramente en su testamento impreso, que se encuentra en dicho Colegio, y en otros sitios.

Sobre esta base, y otras cosas que dicho Eminentísimo había dicho, N. V. P. hizo dichas Ordenanzas para los alumnos; y quería que se ejercitaran durante una hora al día en ejercicios manuales, para que mantuvieran vivo el recuerdo de su pobreza, y con las comodidades del Colegio no se olvidaran de su antiguo estado; y que, con el sudor de sus esfuerzos en el estudio, se debían, mediante la gracia de Dios, ganar la comida y el vestido para siempre, pues el pobre, si es soberbio, es mezquino para cielo y para la tierra.

Escribió, pues, N. V. P. Fundador y General dichas Ordenanzas sobre dicha base; y una vez terminadas quiso que las vieran los Ilmos. Y Revmos. Señores Auditores de la Santa Rota romana. Éstos comisionaron su revisión a uno de ellos, pero éste se las dio también a los Padres jesuitas, lo cuales le hicieron algunas apostillas. Estas Ordenanzas, escritas todas de propia mano de N. V. P., yo mismo las puse, después de su muerte en una caja de lata, con el original también de nuestras Constituciones, y las conservé en un cajón de nueces, mandado hacer a posta con tres llaves, y en él metí también las vísceras de dicho V. P. Fundador y General nuestro, con su mismo corazón, todas cerradas en una caja, con el sello del Notario Meula, que ha hecho el proceso; y en un vaso de cristal, fuera de dicha caja, está la mayor parte del Corazón del Siervo de Dios Glicerio Landianai de Cristo. Todas estas cosas cerradas dentro de dicho cajón con las tres llaves yo mismo, al salir de Roma, después del favor que nos hizo el Papa Alejandro VII, se las entregué a los tres primeros Asistentes Generales, para mayor seguridad de todo. Dicho cajón quedó cerrado en la habitación donde murió N. V. P. Fundador.

La forma cómo vivían aquellos alumnos en cuanto a la cualidad de alimentos era como la nuestra, descrita en nuestras Constituciones. En cambio, no ayunaban más que los viernes, ni tan estrictamente como nosotros. Por la mañana, cuando no era ayuno de precepto o viernes, hacían su colación en el mismo refectorio, que consistía en un cuarto de hogaza de centeno, un vaso de vino y alguna fruta.

Sus mortificaciones eran los ayunos antedichos, y el viernes la disciplina a la manera nuestra; algunos la hacían también más veces por devoción; pero las siete vigilias de la Virgen ayunaban, aunque no con un rigor como el nuestro, y hacía la disciplina como nosotros.

Las devociones eran las siguientes: Dada la señal de levantarse, adoraban a la Santísima Trinidad, diciendo la antífona “Benedicta sit Sancta Trinitas atque Individua unitas, confitebimur ei quia fecit nobiscum misericordiam suam”, más esl salmo “Quam dilesta tabernacula tua, Domine, etc”, y las Letanías de la Santísima Virgen. Se iba a la Oración; hacían media hora de oración mental, leyendo nuestras acostumbradas meditaciones. Después hacían su cama, cuidando de sus propias necesidades. Recitaban el Oficio de la Virgen María en privado, y después estudiaban las lecciones. Después de las clases oían la Santa Misa, y recitaban la Hora de la Santísima Virgen, y se hacía el examen de conciencia.

Después de la hora de recreo, al terminar la comida, recitaban todos la Corona [de las Doce Estrellas], y luego se iba a estudiar. Por la tarde hacían con nosotros la media hora de oración mental antes de la cena, y después de la recreación, la de las Letanías con las preces y el examen de conciencia a nuestro modo, y se iban a descansar.

La confesión sacramental con la SS. Comunión la hacían todas las fiestas móviles, siete solemnidades de la Santísima Virgen, y las fiestas de los Apóstoles; y una vez de quince en quince días, así como también otras veces de su devoción particular. En esta ocasión se iba a nuestro San Pantaleón; aunque también por su gusto, o mejor podríamos decir, devoción, alguna vez iban a ayudar en alguna iglesia de su devoción particular. Si durante la semana se querían confesar, tenían en el Colegio quien les podía confesar.

Notas