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Revisión de 16:48 21 oct 2014
- CAPÍTULO 1 Quién fue el P. Mario [Sozzi] de San Francisco [1630-1634]
Créeme, querido lector, que no está fuera de lugar comenzar el segundo tomo, tal como dice el título de este primer capítulo, porque la base de las calamidades que aquí se describen, todas han tenido su principio en las astucias y maquinaciones de este hombre.
Sabe que el P. Mario de San Francisco, en el siglo llamado Mario Sozzi, nació en Monte Pulciano, en Toscana. Él decía que era de familia noble. Lo que cierto es que nombraba y visitaba algunas personas de importancia, como parientes suyos. Pero a mí, que en Roma he ido con él adonde estos Señores más de una vez, no me parece que lo trataban como tal; y otros de los nuestros me han contado que, en Toscana, a quien él nombraba como pariente, para nada lo consideraba así.
Sea como quiera todo esto, él fue a Nápoles, en donde, para poder alimentarse, se puso a servir a un señor ciego, que era procurador o abogado en la Vicaría, y lo llevaba por los tribunales cuando tenía necesidad, como se guía a los ciegos. Estuvo algún tiempo haciendo este servicio, en el que conoció a uno de los nuestros, llamado Hermano Pedro, de Sassolo, que hacía de ecónomo o procurador en aquellas Casas nuestras. Éste se lo presentó al P. Provincial, que era el P. Pedro [Casani] de la Natividad, 1º Asistente de N. V, P. General y Fundador.
Después de algún tiempo de prueba, el día 19 de mayo de 1630, le dieron nuestro hábito; y a su debido tiempo hizo la profesión. Me parece que le dispensaron el bienio del noviciado, dado que decía ser pariente próximo del Emmo. Sr. Cardenal Cenuri; y porque, como zorro, fingía mucho la devoción, y se las daba de hombre de mucha mortificación, aunque era el revés de la medalla. Según recuerdo, profesó el día 8 de junio de 1631 en Nápoles<ref group='Notas'>Dice una nota: El paréntesis es un añadido al margen.</ref>.
Estaba en Roma como portero de nuestro noviciado en Monte Cavallo. Una tarde en que, con ocasión del proceso de Beatificación de nuestro Abad Landriani, estábamos entretenidos de noche en el palacio de Monseñor Ilmo. Tegrimi el P. Nicolás [Mª Gavotti] del Rosario y yo, al llegar a la portería de nuestro noviciado, encontramos escondida, entre los batientes de la puerta y el portón, a una jovencita de aspecto muy vistoso, de la que nosotros dos no nos habíamos dado cuenta, porque no hablaba, hasta que, al sonar la campanilla, llegó Mario, el Portero, con una vela. Le preguntamos, en efecto, qué hacía allí, y ella dijo que esperaba a su hermano o marido, que había ido a Nuestra Señora de la Victoria, para no sé qué; y que estaba allí casi escondida para no ser vista de quien pasara.
Se lo contamos todo al Superior, explicándole lo que ella decía, bien sabe Dios lo que era, por los sucesos siguientes. Mario insistió en que le quitaran de la portería, diciendo que aquella era un trampa que quería tenderle no sé qué persona, que él nombró. Sabe Dios.
En 1634 yo fui nombrado, por N. V. P. Fundador y General, Superior de las Escuelas Pías de Poli, donde me encontré a Mario de Comunidad. Surgió una discrepancia entre el Párroco y nosotros, porque él quería bendecir las palmas en nuestra iglesia; y Mario se puso siempre de parte del Párroco y de los Señores que estaban unidos a él, y contrario a los nuestros. Lo envié a Roma, a contar el hecho a mis Superiores, pero él se lo contó a su manera.
Era muy amigo de la propiedad y de la gula. No se sabe cómo hacía para encontrar cosas y dinero; y cuando no tenía qué rumiar, siempre masticaba papel.
En la casa de Poli yo le encontré cosas de devociones, adornos, y cosas semejantes, por valor de muchos escudos. Se excusaba diciendo que tenía permiso; pero avisé a mis Superiores, quienes lo reprendieron por la gran cantidad de ello que tenía.
Con todo esto, cuando iba a Florencia lo hacía peor. Se servía del confesionario como despensa para todo. Tanto en él como en la celda, hacía mil escondrijos, donde tenía paquetes, pastas, mazapanes, y toda clase de cosas comestibles, adornos, y otros regalos, para todo tipo de personas.
Vuelto a Roma, le encontraron en la habitación mil sandeces; no sólo gemas de gran precio de señoras, sino también trenzas de cabellos, espejos y cosas parecidas, indignas de estar en la celda de una persona Religiosa, y descalza, como andamos nosotros, que hemos hecho voto de suma pobreza. Dónde las encontraba, o dónde se hacía con dinero para comprarlas, no se sabía.
Pues bien; este hombre andaba después criticando las acciones de gobierno de N. V. P. Fundador y General. Y, como agitador, suscitando trifulcas y chismes contra Nuestro Venerable Padre. Entre los enumerados en el otro tomo, se encontraba siempre él; y todo bajo pretexto de celo, y de mejor gobierno de nuestra pobre Congregación.
Su madre ha dicho bastantes veces a algunos de los nuestros, que no era hijo suyo, -por las malas costumbres que siempre tenía- y necesitaba que la autoridad lo reformara.