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Revisión de 16:48 21 oct 2014
- CAPÍTULO 16 De la Visita hecha en San Pantaleón Por el Revmo. P. Ubaldini [1643]
Como el Revmo. P. D. Agustín Ubaldini, Clérigo Regular Somasco, Visitador Apostólico y Consultor del sagrado Tribunal de la Inquisición, en la Visita a las Escuelas Pías no tenía acompañante, o sea, Asesor, sino sólo Secretario elegido por él, que era un sacerdote de la misma Orden, una vez que llegaron a Roma sus cuatro Padres Asistentes, religiosos nuestros, leído el Breve, que era común con los Padres Asistentes, todos tomaron posesión de su oficio. Y el Revmo. Padre dio principio a su Visita, junto con su Secretario.
Terminada la visita de la iglesia y sacristía, como de costumbre, comenzó por la celda del P. Mario de San Francisco, como 1º Asistente. Y, al ser verdaderamente improvisada, y del todo inesperada, ordenó que aquél le entregara las llaves de la celda y de los trastos que en ella había. Entró él con su Secretario solamente. Y como no había podido retirar nada de ella, encontró más y más cosas indignas de un Religioso, además de dinero, pastas, confecciones, y toda clase de comida, y bebidas suficientes para beber varias personas; guates de piel, puntillas de mujeres, hebillas, trenzas, con graciosísimas cintas finas por encima, rosarios vistosísimos de mujer, y otras cosas de devoción, en abundancia. De todo ello hizo un inventario fidelísimo. Se extraño muchísimo de aquello, y lo deploró con N. V. P. Fundador y el P. Pedro [Casani], luqués. Además informó al Ilmo. y Revmo. Monseñor Asesor [Albizzi] del Santo Oficio.
Prosiguió también la visita a las demás celdas, de las que quedó edificadísimo, pues en ninguna encontró sino algo religioso, y que despedía olor a la suma pobreza profesada por los nuestros; y limpio, aunque pobre.
Pero no quiso entrar en acto de visita en la celda de N. V. P. General Fundador, porque lo veneraba como santo, y como tal lo publicaba. Sin embargo, iba allí cada vez que venía a San Pantaleón, y con él conversaba muy gustoso, largo y tendido, pues lo conocía lleno de virtudes, sobre todo de paciencia, y de una muy admirable prudencia. Por eso, estaba cada vez más convencido de que aquélla era una persecución injustísima, que había sido impulsada por el P. Mario de San Francisco; que no era celo de perfección en las virtudes, como la de los Religiosos de nuestra pobre Orden; y que era falsísimo que N. V. P. Fundador General fuera vacilante y sin prudencia, y desmemoriado en su proceder y gobierno.
Terminada la visita local, dio comienzo a la visita personal, en la que Su Paternidad Reverendísima se informó mucho mejor de la vida y costumbres del P. Mario de San Francisco, de la forma de vivir que tenía entonces, de las afrentas que, de viva voz y con hechos, había desatado contra su, y nuestro V. P. General Fundador, y contra los compañeros; de los compañeros con los que el P. Mario hablaba y había hablado, tanto en Roma como en Florencia.
Acabada la Visita total de la Casa de San Pantaleón, entregó una relación al sagrado Tribunal de la santa Inquisición, en la que de forma verídica y escueta refirió lo que había encontrado, y tocado con las manos, diciendo que todo el mal e inquietud provenía del P. Mario de San Francisco. Alabó, como debía, a N. V. P. Fundador General, en las virtudes, en la doctrina, y en la prudencia, que entonces allí había.