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CAPÍTULO 15 Disturbios en nuestra Casa De las Escuelas Pías de Savona [1646]

Esta casa de las Escuelas Pías, como ya se ha dicho en los tomos anteriores, fue fundada en 1622 en el barrio de Scarcaria, en las casas propias del Ilmo. y Revmo. Alejandro Abbate, Protonotario Apostólico; más aún, este mismo Señor las llevó de Roma a Savona por el afecto que tenía a su patria, y por el deseo de ayudar a los pobres. Gastó mucho en transformar su casona en casa regular, con una iglesita bastante bonita, dedicada a la Presentación de la Santísima Virgen.

Los Padres estuvieron en esta casa muchos años, ejercitando su Instituto de las Escuelas Pías; estuvo algunos días N. V. P. Fundador, allí tomaron el habito muchos. Yo también ayudé a dar clase y a acompañar a los alumnos a sus casas hasta el año 1623, y vestí el hábito el 22 de octubre de dicho año. El Señor Alejandro Abbate decía públicamente que dejaba a las Escuelas Pías no sólo la Iglesia, la biblioteca y aquella parte de la casa donde desde tiempo habitaban, sino también todo lo demás de su gran casa, con huerto en ella; de la biblioteca nos dio la llave y la posesión, pidiendo a los Padres le prestaran libros cuando quería algunos.

A punto de morir por enfermedad natural, llamó a una hermana y a una sobrina, ambas Monjas ursulinas, pues no tenía parientes más cercanos; asistían también dos testigos, y les habló de esta forma, en presencia del P. Antonio del SS. Sacramento, Superior local de las Escuelas Pías y de otros Religiosos nuestros: “Hermana mía, sabéis que os he dicho muchas veces que toda esta casa se la he dado aquí a los Padres de las Escuelas Pías; no sólo la parte donde ya viven y tienen en posesión, sino también toda la restante, después de vuestra vida. No quiero hacer testamento, porque yo lo he tenido todo sin testamento; aquí de nuevo os la doy y dejo, con la biblioteca y la iglesia. Y como sé que también vos queréis bien a los Padres, no os digo más; sólo que os los recomiendo, y creo quedarán recomendados. Ella, llorando, respondió: “Hermano mío, estad seguro de que haré cuanto me decís; sé que la deseáis para las Escuelas Pías, estad, pues, seguro de todo”.

Esta es, en resumen, la verdad del hecho. Murió Monseñor Alejandro, y pasó algún tiempo con toda relación religiosa recíproca. Pero, como había tenido en casa como Procurador un cierto D. Vicente Abbate (no pariente del difunto, sino su capellán y asesor), éste, un día pidió al P. Superior la llave de la biblioteca, bajo pretexto de no sé qué cosa que quería buscar. Los Padres se la dieron con ingenuidad. Pasados no sé cuántos días, nuestros Padres se la reclamaron. Primero se excusó no sé de qué manera, y poco después mostró su malicia. Llamó a nuestros pobres Padres, para pagar el alquiler de la casa, o a preguntar cómo vivían, pues no veía el modo de que dejaran dicha casa.

El P. Superior, y todos los demás de casa, se extrañaron, y fueron adonde la hermana de dicho Sr. Alejandro Abbate, a la que encontraron toda irritada, y contraria a la voluntad de su hermano, declarada en su testamento en el momento de la muerte, en presencia de testigos.

Este hecho se comentó negativamente por la ciudad, y todos murmuraban e inculpaban a D. Vicente. Más aún, el Sr. Juan Francisco Spinola, Comisario de la Basílica de San Pedro, quería hacer por ello un proceso a favor de nuestros Padres, y los testigos declaraban públicamente la verdad, lo que el Sr. Alejandro Abbate había dicho a la hermana. Como nuestros Padres dieron información de todo a N. V. P. Fundador, él ordenó que no litigaran, y que vieran con la ciudad cómo encontrar otra casa; y así ocurrió, en el Barrio de Ciapina, lugar más ameno, con vistas al mar. Y, con la ayuda del público y particulares de la ciudad se construyó alli una hermosa iglesia, y casa muy cómoda para nuestra residencia y de los alumnos. A ella habían ido antes los Padres carmelitas descalzos, aunque no estuvieron mucho tiempo; y dieron sospecha de haber sido ellos los autores del susodicho escrito contra nosotros.

Notas