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Revisión de 16:50 21 oct 2014
- CAPÍTULO 29 Injusticias cometidas Contra nuestros Religiosos En las Escuelas Pías de Bisignano [1646]
Monseñor Ilmo. y Revmo. Juan Bautista de Paula, una de las principales familias en…<ref group='Notas'>Hay nota que dice que los nombres están omitidos en el manuscrito.</ref> era Obispo de Bisignano, en Calabria. Junto con el Ilmo. y Excmo. Príncipe de dicha ciudad, insistieron tanto ante nuestros Superiores, que éstos se vieron obligados a fundar en dicha ciudad -bastante destruida- la casa de las Escuelas Pías, sin tener nada en que apoyar dicha fundación. Pero, como nuestros Venerables Padres superiores no pensaban en otra cosa sino en la mayor gloria de Dios y la ayuda a los pobres, enviaron a aquella ciudad al P. Francisco [Trabucco] de santa Catalina, no sé en qué fecha, después de la fundación de las Escuelas Pías de Nápoles.
El interés de dicho Padre, ayudado con la caridad de las personas devotas, dio comienzo a un edificio en una de las siete colinas y barrios de la ciudad. Se fue haciendo muy despacio, porque, si pobre era aquella Provincia, más pobre era dicha ciudad. Pero con la ayuda divina se hizo al principio una casa bastante buena, con algunas celdas para los Padres, y escuelas, separadas de nuestro claustro, para los alumnos. Durante el tiempo en que éramos Orden hubo siempre una buena comunidad, e incluso vistieron el hábito algunos buenos individuos de dicha Provincia. Monseñor Obispo se mostraba amabilísimo, y se esperaba que con sus bienes patrimoniales pudiera terminar el edificio. Durante el tiempo de sus trabajos, que fueron grandes, nuestros Padres ayudaban, y trataban de superarse mucho en todo lo que podían; y también en Roma,
-mientras estuvo sometida a un Vicario Apostólico, y estaba del todo privado de jurisdicción episcopal, lo mismo que de entradas y el ejercicio episcopal. Pero después que se publicó en Roma el Breve de nuestra reducción, y él tuvo la jurisdicción, aun con la buena atestación que de Su Ilustrísima hizo en Roma N. V. P. Fundador, siendo General, ante las Sagradas Congregaciones, no continuó con su antigua amabilidad, y, a su muerte, no dejó nada a nuestros Padres, sino a los jesuitas de Cosenza, -por lo que he oído- a pesar de que habían muerto antes todos sus nepotes. Antes al contrario, diré más, permitió el siguiente atropello a uno de nuestros Religiosos.
El H. Juan [Boscarelli] de San Jacinto, profeso nuestro vivo, y natural de Bisignano, tenía una hermana casada en dicha ciudad; y quizá fuera sobrina. Pues bien, a esta jovencita, estando ya casada y caminando por la ciudad con otras señoras honradas, se le acercó un joven en pública calle, se le echó descaradamente al cuello, y la besó. Ante aquel suceso, el marido de la joven quería actuar con la mayor animosidad, por sí mismo y por medio de la justicia.
Los del tribunal episcopal, favoreciendo al delincuente (no sé por qué razón) procuraron hacer las paces por muchos medios; pero como no lo conseguían, ordenaron llamar a nuestro Religioso Juan de San Jacinto, y de diversas maneras lo insinuaron esta paz a favor del delincuente, y con orden expresa de Monseñor Ilmo. Obispo, se la ordenaron, y le dieron de tiempo no sé qué días.
Después de ser citado a dar la paz, compareció y dijo que, por parte suya, él, como Religioso estaba muerto al mundo; que le había disgustado muchísimo lo sucedido, porque era ofensa de Dios; pero que, por lo demás, él no deseaba ni deseaba daño alguno al delincuente; y que, por eso, no tenía que darle la paz, porque no le tenía ningún odio.
El tribunal dijo entonces: “Esto no nos basta; queremos que le dé la paz, en nombre, también, de su cuñado, marido de la joven ofendida. A esto respondió nuestro H. Juan de San Jacinto que él no podía prometer por otros; que no entraba en la voluntad de su cuñado, y por eso no debía ser obligado a algo que no estaba en su poder. Y manteniéndose siempre firme en esta determinación, tan justa, se fue de la Curia. Y por eso, fue excomulgado con cedulones. Sacó copia de ellos y fue a Roma. Guiado adonde era necesario, la excomunión fue declarada nula e injusta. Y con carta de la Sagrada Congregación, que llevó consigo, se volvió a su patria, para trabajar religiosamente en las Escuelas Pías, como ha hecho.