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Revisión de 16:50 21 oct 2014
- CAPÍTULO 44 Provincia de las Escuelas Pías De Cerdeña [1646]
Esta, erigida nuevamente en aquella isla y Reino, tiene en la ciudad de Cagliari, dentro del Castillo, el lugar donde se ejercita el Instituto de las Escuelas Pías, la casa llamada de San José; y a una milla fuera de la ciudad, en un sitio llamado El Borgo, está el noviciado, que antes era convento del los Padres Mínimos de San Francisco de Paula. Los nuestros son más de cincuenta, muy estimados en la ciudad, y amados por toda la Nobleza, la ciudadanía y el pueblo.
El primero que fue allí fue el P. Pedro Francisco [Salazar Maldonado] de la Madre de Dios, nacido en Nápoles de padres españoles; religioso de toda virtud, que quería muchísimo a N. P. P. Fundador y al Instituto.
En aquella ciudad ocurrieron algunas cosas admirables. Las relato aquí, porque recuerdo me lo recomendaron los que las vivieron, aunque mejor lo contarían ellos mismo.
Al principio de llegar los nuestros a Cagliari, y por mucho tiempo aún en años sucesivos, mientras se celebraban en común nuestras funciones espirituales, y sobre todo cuando se cantaban las Laudes de la Santísima Virgen, que se llamaba la Coronilla, se oía otro coro que, con una armonía casi musical, cantaba lo mismo; de forma que a quienes estaban en el Oratorio donde se cantaba, les parecía que había otro fuera de éste. Como el caso era cotidiano, y producía admiración y devoción al mismo tiempo, dicho Padre Superior, y otros, en momentos distintos, se asomaban a otras ventanas -de aquella parte, sí- pero de otra habitación, y oían el canto, que les parecía que venía de muy lejos. Sin embargo, los que estaban -al mismo tiempo que éstos- asomados a las ventanas en el mismo Oratorio, no observaban cambio alguno, ni lejanía en las voces de tan devoto y armonioso concierto, lo que causaba más admiración a todos. Se creía que eran los ángeles Custodios de nuestros Religiosos que estaban allí cantando; algo ordenado por Su Divina Majestad, bien para que manifestaran la estima en que tenían que tener a aquellos santos ejercicios, como para moverlos a devoción, quizá porque aquellos jovencitos, que recientemente habían recibido el hábito, eran poco fervorosos, y, debido a las ocupaciones escolares no podían ser amaestrados con tanta exactitud, para ser uno solo el guía de aquel nuevo jardín de la iglesia.
Uno de los nuestros me lo ha contado, y dice que lo sabe por boca de muchas personas seculares cualificadas, que viven vecinas a donde están las Escuelas Pías. Me cita tres que recuerda de memoria, que son: 1. El Señor Doctor Andrés Pradani. 2. El Señor Benedicto Notari. 3. El Señor Agustín Regentra. Pero, en general, todo el vecindario dice que esto sucedió ya mucho antes de que nuestros Padres hubieran ido a la isla, y a vivir en aquella casa.
Lo cuenta, en efecto, de esta manera. Habiéndose puesto de acuerdo, al mismo tiempo, el Ilmo. Magistrado de Cagliari y el Ilmo. y Excmo. Virrey, Príncipe Doria, para hacer todo lo posible por tener en dicha ciudad la Orden de los Clérigos Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y enviado a Roma a hacer las debidas gestiones ante el V. P. José, Fundador y General de aquella Orden, y obtenido el favor, al mismo tiempo se oyó cantar en dicha casa – que luego consiguieron nuestros Padres, para su residencia, después de diversas dificultades-- el Salmo Miserere mei Deus; y, en la hora acostumbrada por nosotros, las Letanías de la Virgen Santísima, con los cinco Salmos en honor de su Santísimo Nombre, que nosotros llamamos comúnmente La Coronilla; y al anochecer las Letanías de los Santos, más las preces que solemos rezar. Los que vivían en dichas casa oían lo mismo, pero creían que los que cantaban estaban en la calle; mas al mirar por las ventanas no veían a nadie, y seguían oyendo el mismo canto, que les parecía venir de muy lejos. Sin embargo, lo vecinos oían siempre los cantos en la casa.
Fueron después nuestros Padres, y encontraron en aquella casa una piedra donde estaba grabado el Santísimo Nombre de Nuestra Señora. Y los vecinos, cuando oyeron a nuestros Padres cantar las mismas oraciones, las alabanzas a Dios y a la Santísima Virgen, a las horas previstas, se maravillaron y alabaron a S. D. M., porque antes de su llegada ya había dedicado a nuestros Padres aquella casa, en su vecindad. Así que estimaron mucho aquel favor, y tuvieron siempre mucha confianza en nuestra pobre Orden y en sus Religiosos.
En El Borgo abrieron el noviciado, que primero había sido de los Religiosos de San Francisco de Paula, y había sido fundado y dado por el Sr. D. Salvador Astraldi.