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Revisión de 16:50 21 oct 2014
- CAPÍTULO 12 Suceso ocurrido el día de San Pantaleón En Roma, el año 1648 [1648]
Había sucedido en Savona la noche del 6 de julio la destrucción de nuestra casa, con la muerte de todos nuestros Religiosos, por el incendio de su polvorín a causa de un rayo, como ya hemos dicho, cuando, al enterarse en Roma N. V. P. Fundador, me dijo -a mí, escritor de ésta, que estaba en su celda, y se a continuación se retiró a hacer oración: “Veremos qué es lo que Dios quiere con este incendio”.
Así también, pienso anotar aquí el siguiente suceso, para gloria de S. D. M.; porque N. V. P. me dijo casi las mismas palabras cuando lo anunciaron.
El día de San Pantaleón, fiesta de nuestra iglesia en Roma, 27 de julio de 1648, a mediodía, en la plaza propia del Sr. Altieri, el Emmo. Cardenal Farnese había erigido muchos años antes un bellísimo templo para la casa profesa de la Ilma. Compañía de Jesús, con una fachada soberbiamente adornada de mármoles.
Entre sus ornamentos había 4 estatuas en relieve, en cuatro grandes cornisas; en la parte casi colateral de las puertas de dicho templo había dos estatuas; y actualmente hay aún una de San Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús; y en la otra parte, otra de San Francisco Javier, de la misma Compañía.
En la parte superior había dos grandes estatuas (de estuco, pero bellísimas), que simbolizaban, una, la Religión, y la otra, la Iglesia. Y por todas partes, muchos adornos brillantes, fabricados con todo tipo de hierro y la robustez que el arte y la prudencia aconsejan.
Pues bien, después de tantos años, en el día y hora arriba dichos, se levantó tal vendaval por aquella plaza, (ahora llamada del Gesù) que derribó de la fachada del templo a la Religión, que, cayendo sobre la escalinata de la iglesia se redujo a polvo, sin causar daño a ninguna persona.
Como aquella caída había sucedido en la fiesta de San Pantaleón, junto a cuya iglesia fueron fundadas, por los Pontífices Paulo V y Gregorio XV, la Congregación y la Orden de las Escuelas Pías, el vulgo comenzó a decir chascarrillos y a hacer pintadas, diciendo que era señal clara de que los Padres jesuitas habían destruido la Orden de las Escuelas Pías, pero que en su fiesta Dios les había dado una señal.
Los Padres de la Compañía, considerando prudentemente que no estaba bien, sola, la otra estatua, que simbolizaba la Iglesia, y temiendo que también ésta cayera, con daño de alguno, enviaron a un obrero, que con su instrumentos -después de quitar primero la cabeza a la estatua, porque era bellísima- derribó a tierra el resto del cuerpo, sin causar ningún daño.
Enseguida contaron este suceso a nuestros Padres, y los comentarios que sobre esto hacía el pueblo. Yo mismo hablé con uno que vivía en dicha plaza del Gesù, y se encontraba en su cantina cuando sucedió el hecho, oyó el rumor, y vio cuando levantaron la otra; y me dijo rotundamente que el viento era flojo, pues no se sintió en los demás sitios, y que todos lo habían considerado cosa extraordinaria.
N. V. P. Fundador y General, cuando le contaron el suceso, y lo que se decía, se retiró a la oración, mandando fuera de su celda a todos nosotros. En ella estuvo dos horas o más; y no quiso que nunca se hablara más de ello, ni que en sus cartas se informara a nadie.