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02.09. Las herrerías de Peralta
El retintín de los martillos sobre el yunque no acaba de complacer los oídos de algunos historiadores calasancios modernos, como el P. Poch, que se esfuerza por convertir el humilde oficio de 'herrero- herrador de pueblo' en “maestro armero”, “maestro de hazer pedreñales” (scopetarius). Cuando el padre del Santo —escribe Poch— “apareció calificado de ‘fabriferrarius’, la posición económico-social de los Calasanz peraltenses pareció uncirse exclusivamente a la dura situación del “pobre herrero” del lugar. Ni un solo documento ha corroborado el ‘fabriferrarius’, como equivalente al simple herrero de yunque y martillo. Para nosotros el ‘fabriferrarius’ en cuestión —habida cuenta de instrumentos archivísticos de la época y de aquellos lugares, en familias semejantes— hay que identificarlo con el “maestro armero” (scopetarius) de algunos documentos”<ref group='Notas'>J. POCH, Aportación documental biográfico-calasancia, p.275; ID., Manuscrito inédito deis. XVIII, p.8-9. Se citan algunos 'maestros de hazer pedreñales' y 'scopetani'. Es interesante constatar que la hermana del Santo, Juana Calasanz, estaba casada en Benabarre con 'Pere Joan Agostí', que califican como ferrer en catalán y scopetarii en latín. Cf. ID., El Fundador de las Escuelas Pías en la Historia Eclesiástica de la Corona de Aragón: AnCal 20 (1968) 305, n.84; Rass 26-27 (1957) 43-44.</ref>
Hemos leído antes que no se quería oír hablar de yunques ni martillos en absoluto, ni para forjar rejas catedralicias. Y lo más normal es que la herrería peralteña de los Calasanz fuera simplemente eso: una herrería de pueblo, que lo mismo sirve para arreglar aperos de labranza que para poner herraduras a las bestias o para cualquier otra chapuza vulgar y corriente que pidan los vecinos.
Casualmente se conserva un documento, firmado en Peralta el 18 de octubre de 1592, en que el concejo y jurados deciden dar la herrería municipal, por espacio de un año, a un vecino de Pelagriñón asignándole salario y obligaciones. A la vez aluden a otra herrería del mismo pueblo, que pudo ser propiedad particular, pero cuyas funciones son las mismas. Dos herrerías en un pueblo tan pequeño como Peralta y dedicadas a los mismos menesteres dan la impresión de que son rentables y de que hay trabajo para ambas. Y la explicación hay que buscarla no sólo en las ocupaciones ordinarias de cualquier otra herrería de pueblo —con las que difícilmente podrían mantenerse las dos—, sino sobre todo en el tráfico de la sal, cuyo acarreo —casi hasta nuestros días— se hacía a lomos de borriquillos y otras bestias de carga, cuyas herraduras exigían con frecuencia muchos golpes de martillo sobre los yunques de ambas herrerías. Véanse unos párrafos de esta 'conducción de ferrero':
- ... conducimos para ferrero del dicho lugar [de Peralta] a vos el honor. Joan Sala ferrero natural del lugar de Pelagrinyon a tiempo y por tiempo de un anyo... por precio... y salario de una fanega de trigo y otra fanega de cebada por par de bestias de labor que en dicho lugar habrá con los pactos y condiciones siguientes, et Primero es condición que el dicho ferrero sea obligado de luciar todas las rexas y axadas estrechas de los vezinos de dicho lugar durante dicho anyo tantas vezes quantas fuere menester... Item que sea obligado de ferrar dicho ferrero todas las cavalgaduras de los vezinos de dicho lugar pagándole de las ferraduras de las mulas y machos a nueve dineros por ferradura y de los burros a ocho dineros por ferradura y de referrar qualquier pie se le dé a tres dineros por pie... Item es condición que si el dicho ferrero hiziese faltas muy notables a culpa suya de no tener persona y aparejo para luciar las rejas y otras ferramentas de los vezinos de dicho lugar que se offrecerá puedan los sobredichos a costa del dicho ferrero yr a luciar al otro ferrero de dicho lugar las vezes que como dicho es faltare...'.<ref group='Notas'>Doc. Merigó, n.195.</ref>
De la abundancia de trabajo en las herrerías de Peralta puede dar idea no sólo el hecho de que fueran dos, sino también la insinuación de que el herrero tiene otra persona de ayudante. No sabemos si Pedro Calasanz ejercía su oficio en esta herrería municipal o en la otra que se menciona. Como en ninguno de los testamentos o capitulaciones matrimoniales de sus hijos o enumeración de bienes, cuyos textos completos o aludidos conservamos, se menciona la herrería, cabría concluir que no era propia, ni hereditaria.<ref group='Notas'>Con plausible intuición sospecha el P. Poch que el P. Jericó, tan solícito en conservar documentos calasancios y mandarlos, además, transcritos a Roma, tuvo interés en no dejar copia de testamentos, capitulaciones matrimoniales, etc., en que constara el oficio de 'ferrero' de Pedro Calasanz padre, y por tanto no tenemos más datos sobre el asunto (cf. J. POCH, Tres testamentos..., p.475-477).</ref> Lo que sí nos consta es que su hijo y heredero Pedro era también herrero, y lo lógico es que trabajara en la herrería de su padre.<ref group='Notas'>En un instrumento público de venta, firmado en Peralta, a 20 de mayo de 1576, se lee: 'Testigos fueron a las sobredichas cosas los Rdo. mossen Pedro GuI presbítero y Pedro Calasanz menor ferrero habitantes en el dicho lugar de Peralta de la Sal...' (AEPZ, Peralta 4). En documento del 15 de octubre de 1570 se lee: 'Juan Rius herero (sic) hab. en el lugar de Peralta de la Sal...' (Doc. Merigó, n. 181), que debía ejercer su oficio en 'la otra' herrería, distinta de la de los Calasanz.</ref> Pero tanto si era propia como si era municipal, el documento leído las pone a la par en cuanto a las tareas de oficio, y no hay alusión alguna a 'armas ni pedreñales'. Cuando en 1592 se arrienda la municipal a Juan Sala, vecino de Pelagriñón, ya habían muerto los dos “ferreros” Calasanz.
El Santo Fundador de las Escuelas Pías tuvo siempre particular cariño por los borriquillos y los sabía cuidar y almohazar, quejándose de quienes los maltrataban. A sus 72 años se lamentaba: 'no me extraña que haya muerto el borriquillo, porque no todos saben tener cuidado de las bestias como conviene y ordinariamente se mueren por el poco cuidado y porque se las maltrata sin darles el pienso y el descanso debidos. En adelante téngase más cuidado y no confíe el Superior en la diligencia de un mozo, sino que las observe con frecuencia'.<ref group='Notas'>C.1233.</ref>
Es probable que esta debilidad por los borriquillos y el modo peculiar de tratarlos le vinieran de aquellos lejanos años de su infancia, cuando las recuas de asnillos paraban junto a la herrería de su padre, esperando el turno para que les arreglaran las herraduras antes de subir la cuesta hacia el valle de las salinas. ¡Cuántas veces, en las frías tardes de invierno, acurrucado junto a la fragua y tirando de la cuerda de los fuelles, quedaría estático mirando el hierro candente que su padre y su hermano mayor batían sobre el yunque con sus martillos rítmicamente acompasados!