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06.21. Calasanz, testigo de la tragedia final

La ‘Breve Notizia’ dice que Calasanz 'ayudó a dicho obispo en dicha visita…, queriendo siempre estar retirado y habitar en una estancia desde donde con mucho gusto espiritual oía la misa que en una capilla de enfrente se cantaba todos los días al amanecer',<ref group='Notas'>Cf. BAU, RV, p.11. Véase el plano de la iglesia antigua en J. POCH, ‘El Fundador…’, lám. de p.405, en que se dice que la capilla de la Virgen era lateral. Sin embargo, según Barreiros, ya citado, 'la imagen de N. Sra. está en el medio del panel del altar mayor…' (cf. n. 155 anterior y texto correspondiente).</ref> La misma referencia nos da el P. Berro, pero no se contenta con ello. El dramatismo de la situación no podía dejar al joven Calasanz tranquilo, despreocupado y ensimismado en sus devociones personales. Y Si Berro baja a detalles, hay que concluir que son fruto de las confidencias del Santo, en cuya feliz memoria no se habían borrado todavía en sus últimos años aquellos hechos lamentables y trágicos. Añade, pues, Berro:

… aunque hubiera sido fácil en aquellas circunstancias aprovechar la ocasión de ganarse grandes sumas con pequeños favores, no tuvo jamás otra mira que la gloria de Dios, la salud de las almas y el bien público de aquella santa casa. La fidelidad a su oficio fue su norma, sin ceder nunca al soborno por los donativos no pequeños que con frecuencia le proponían; y aun hubo de avisar muchas veces a su Prelado que anduviese con mucha cautela, sospechando serios males, por haberse descubierto graves delitos en el manejo de los cuantiosos intereses del Monasterio'.

Y concluye:

No bastaron los avisos de José para con el Monseñor, que no supo estar sobre sí. A los seis meses enfermó de improviso y en solos dos días pasó a la eternidad, con no escasa sospecha de haber sido envenenado, por las señales evidentes que de ello se percibieron'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.146-l47. '… in due soli giorni d’infermitá —dice el original italiano— passó all’altra vita, con non poco sospetto fosse stato tossicato per Ii segni che se ne vedevano assai evidenti' (BERRO I, p.59).</ref>

El mismo día de la muerte, 13 de febrero de 1586, el delegado real, don Iván de Bardaxí, daba la inesperada noticia al Cabildo de Lérida:

Esta mañana, entre quatro y cinco horas, ha sido Dios servido de llevarse para sí al esposo dessa Iglesia, que nos ha dexado con el sentimiento que Vs. ms. pueden pensar; púsose en la cama con occasión de unas calenturillas haviendo dicho missa el día antes y no ha estado enfermo sino solos dos o tres días...'.<ref group='Notas'>Cf. J. POCH, ‘Documents montserratins…’, p.10.</ref>

Con la misma diligencia escribió Bardaxí al virrey de Cataluña, comunicándole la ingrata nueva. Y el virrey, el mismo día, escribía al secretario de la visita, Jerónimo Pérez, mandándole que recogiera todos los papeles referentes a la visita y los llevara a Barcelona en el acto, acompañado por un comisario real.<ref group='Notas'>Ib.</ref> Escribía de nuevo a los jurados y bailes de los pueblos vasallos del monasterio, exigiendo 'mucha paz y quietud, sin congregaciones ni reuniones de gente, ni demostraciones de pasiones y haciendo que los inquietos y delincuentes sean perseguidos y castigados…'.<ref group='Notas'>Ib.</ref> Y una tercera carta mandaba todavía el virrey el mismo día al prior y monasterio de Montserrat, recomendándoles que “hasta que su Santidad provea otra cosa, deis testimonio interno y exterior de vuestra cristiandad…”, conservando todos los cargos nombrados por el visitador, “no dando lugar a que gente inquieta cause los inconvenientes del pasado”.<ref group='Notas'>Ib., p.10—12.</ref> Y en las tres cartas aludía el virrey a “la repentina muerte”, pero ni él, ni Bardaxí, ni en las actas o crónicas del monasterio, ni en la nota necrológica de la curia episcopal de Lérida, hicieron constar la sospecha de envenenamiento.<ref group='Notas'>Cf. J. POCH, ‘El Fundador…’, p.410, n.203.</ref> Más tarde, el abad de Montearagón, don Martín Carrillo escribió en 1615, que “Don Gaspar Juan de la Figuera… murió electo obispo de Lérida en Montserrat, adonde con el Doctor Ibán de Bardaxí, Asesor del Governador de Aragón, hacían la Visita de aquella casa y ‘murieron los dos con harta priesa y no sin sospecha…’”.<ref group='Notas'>‘Historia del glorioso San Valero…’ (Zaragoza 1615), p.379 (cit. en J. POCH, o.c. p.385.</ref>

Esa gravísima sospecha de envenenamiento la vimos claramente formulada por Berro, en lo que al obispo La Figuera se refiere. Y, dados los otros detalles, como los dos días de enfermedad que apunta también Bardaxí en su carta, nos da la impresión inequívoca de que en todo ello no tuvo otra fuente de información más que las confidencias del anciano Fundador de las Escuelas Pías, testigo presencial de los hechos. Son, además, sospechas que concuerdan con lo que expresaba el primer punto del interrogatorio respecto de la muerte misteriosa del visitador anterior y de otros monjes.<ref group='Notas'>Según F. Carreras Candí, hubo todavía un tercer visitador de Montserrat, anterior a Tocco y La Figuera, que como ellos 'la muerte le impidió llevar a término su difícil cometido y las discordias se redoblaron', y esto ocurría en 1582 (cf. F. CARRERAS CANDÍ, ‘Visites dels nostres Reys a Montserrat (1268-1907)’ [Barcelona 1911] p.72).</ref>

Y hubo otro solemnísimo funeral en la vieja iglesia venerable, menos oscura que de costumbre, pues para esa ocasión arderían sin duda las noventa y tres lámparas de plata. Y junto al féretro, como 'familiares' del difunto, estarían el presbítero José de Calasanz y el diácono Miguel Juan Castanesa; el secretario Jerónimo Pérez y el delegado real, Juan de Bardaxí.

Notas