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24.06. Autodefensa de Pietrasanta y amenazas de destrucción
A los lamentos, protestas y amenazas del P. Cherubini se unieron las de P. Visitador, incluso con tonos más subidos, conminando excomuniones y suspensiones ‘a divinis’ y dando órdenes en virtud de santa obediencia. Pero el alegato más solemne fue una larga carta circular, enviada a toda la Orden con fecha del 7 de febrero, en defensa propia y del denigrado P. Esteban. He aquí en síntesis su vibrante contenido: empezaba lamentando las siniestras acusaciones de haber pretendido desde un principio destruir la Orden, mientras al contrario había insistido reiteradamente de palabra y por escrito en que se conservara como tal, se arreglaran sus problemas y se reintegrara al P. General en sus funciones. Explicaba a continuación el método empleado en la Visita, y las fuentes de información que tuvo para redactar su Relación conclusiva a la Comisión Diputada. Respecto a su tarea de gobierno distinguía el primer período, en que colaboraron los cuatro Asistentes del segundo, en que tres de ellos ‘renunciaron’ al cargo. En el primer caso, todos los nombramientos se hicieron ‘nemine discrepante’ (por unanimidad), y en el segundo -confiesa que 'me vino orden de gobernar con la asistencia de uno solo'- apenas si ha habido de qué disculparse.
En términos generales, pregunta en qué ha perjudicado a la Religión, y propone los tres puntos más graves de que se le acusa. El primero consiste en que pretende destruir la Orden. Sin embargo, en su Relación abogó por la conservación de la misma, alegando que su cabeza, el P. General, 'era un óptimo religioso de santísima intención y laudabilísimas costumbres, y que había gran número de religiosos ejemplares'. Libraba también a la Compañía de Jesús de la acusación de intentar por su medio destruir las Escuelas Pías 'por enseñar gratis a la juventud y ser semejante en vocación e instituto'. Y recordaba haberse negado a emanar un decreto de Visita, pedido por el P. General y un Asistente, prohibiendo fundar casas donde hubiera jesuitas o limitando sus enseñanzas hasta donde empiezan las suyas los de la Compañía.
El segundo punto le acusaba de no querer la reintegración del P. General, a lo que respondía que una de sus primeras solicitudes fue ésa, para lo que redactó un memorial y lo hizo firmar a los cuatro Asistentes nuevos, rogando a Mons. Albizzi que lo presentara a la Comisión. Y luego lo volvió a pedir a los cardenales, como deseo común de la Orden y de personas importantes y tituladas.
El punto tercero sugería que estaba intentando conseguir para Cherubini un breve de nombramiento de Vicario General. Nunca se había pensado en ello; más bien suplicaba a los cardenales que, en atención a la avanzada edad del viejo General, le dejaran elegírselo a él mismo. Por otra parte, tampoco pretendió tal título el P. Esteban, pues le había escrito un billete al P. Visitador rogándole que pidiera a los cardenales la reposición del P. General y la creación de una comisión de ocho o diez religiosos selectos para que decidan la solución de los problemas actuales de la Orden. Este billete se lo entregó al Visitador antes de que se presentara el Memorial contra él.
Por fin, respecto a este Memorial, no parece aceptable, pues unos dicen haber firmado sin saber el contenido; otros, por respeto al P. General, que encabezaba las firmas; algunos, que pusieron su nombre sin consultarles; todos perjudicando el buen nombre del P. General, pues bastaba él solo pana dar valor al Memorial, sin mendigar las firmas de los cocineros y otros oficiales de último rango en la Religión. Y ello, además de otras razones que lo hacen inadmisible.
Y acababa diciendo que todo esto ya lo preveía en un principio, y por ello aceptó a disgusto el encargo de Visitador, del que pidió que le libraran una vez presentada la Relación a la Comisión.<ref group='Notas'>EC, p.2O97-2103. Traducción íntegra en BAU, BC, p.1009-1029.</ref>
¡Demasiado inocente para ser creíble! Hay, sin duda, mucha verdad, pero no toda. Y las verdades a medias disimulan las mentiras. Ciertamente, había insistido en ponderar no sólo la santidad del P. General, sino también en pedir su restablecimiento en el cargo y mantener la Orden como tal. Y lo seguiría pidiendo. Pero el cuadro de brocha gorda que compuso en su primera Relación era lo menos indicado para ganarse el voto positivo de los cardenales Roma y Spada, dado que Albizzi ya tenía formada su opinión personal irreductible. No tan suave se mostró en sus cartas personales, pues toda su contenida indignación por la campaña de memoriales contra Cherubini, acusada y condenada en la autodefensa, estalló en amenazas y vituperios. Al Provincial de Nápoles le dice que 'el daño que han acarreado a la Orden ha sido gravísimo y me parece irremediable', y le ordena 'en-virtud de santa obediencia y bajo pena de suspensión inmediata', que le envíe las cartas de quienes han inducido á firmar tales memoriales.<ref group='Notas'>EC, p.2104.</ref> Mucho más dura la que escribe al p. Alejandro Novari a Germania, porque todavía no se han recibido de allí muestras de acatamiento al nuevo 'Superior General'. Dice así:
- He querido dar tiempo al tiempo para excluir toda excusa que pudiera presentarme su obslinación. Pero me he persuadido finalmente que la malignidad de un corazón pervertido no sé cambia con el mudar del tiempo. Aviso a VV. RR. qué el P. Esteban de los Angeles ha sido nombrado Superior General de su Religión por orden de S, Santidad, y de ahí no se le ha mandado el debido reconocimiento, ni se le ha rendido obediencia, quizás porque desde Roma alguien les há contado mentiras. Con la presente ordenó a V. R. y a toda su comunidad en virtud de Sta. obediencia, bajo pena de excomunión y suspensión ‘a divinis’, que en el primer correo mande el reconocimiento del p. Esteban de los Ángeles por su Superior… De lo contrario se recurrirá a los remedios que pre-prescribe la ley contra los contumaces… Roma, 14 de febrero de 1644'.<ref group='Notas'>EC, p.2105.</ref>
El 23 de marzo llegaba la carta a su destino, y al día siguiente el P. Novari respondía al indignado Visitador con una frialdad rayana en la ironía, diciéndole entre otras cosas: 'Como V. P. M. Rda. nos ordena y manda, y por parte de Su Santidad, que reconozcamos al P. Esteban de los Ángeles por Superior nuestro y General de toda la religión, Por tal ahora ‘et in futurum’ será dicho Padre reconocido, respetado y humildemente obedecido por nosotros… Y si en el pasado no hemos reconocido y estimado a dicho Padre por nuestro Superior General, la culpa no ha sido nuestra, pues nadie nos ha avisado ni hecho sabedores de ello…'.<ref group='Notas'>EC, p.1912-1913.</ref> Cabe sospechar que en esta respuesta hay más sutileza que sinceridad, pues difícilmente es creíble que en tres meses no llegara a alguna de las casas de Germania la noticia de la muerte de Mario y nombramiento de Cherubini como sucesor. La carta de Pietrasanta tardó en llegar cinco semanas. Quizá Novari pretende decir que hasta entonces nadie les había aclarado que el P. Esteban fuera legítimo Superior General. Y esta actitud, en efecto, se refleja en otra carta de Pietrasanta escrita a Nikolsburg el 2 de abril lamentando que le hayan escrito a él y al P. Esteban, diciendo que le obedecerían, 'si consta que haya sido elegido legítimamente'. Por ello, nuevamente se indigna -y con razón- el P. visitador, afirmando que 'todas las demás Provincias y sus comunidades han admitido como Superior al P. Esteban de los Angeles', y sólo se niega a obedecerle la Provincia de Germania. Y conmina: 'Ni los Emos. Cardenales podrán aprobar demasiado que se tenga en tan poco a los Supremos Tribunales de la Iglesia, en los que se desprecia al Vicario de Cristo y su autoridad'. Instaba, por tanto, a exigir obediencia.<ref group='Notas'>EC, p.2113-2114.</ref> Y estaba en su pleno derecho. Pero a estos lejanos súbditos 'morosos' nadie les había dado las suficientes garantías de la legitimidad de su nuevo Superior General.
Indudablemente, la tensión estaba al máximo. Conocemos la indignación de Cherubini y la de Pietrasanta ante la no menos indignada reacción general de la Orden contra la persistencia de Cherubini como Superior General. Y no tenía menos motivos pana indignarse Mons. Albizzi, no sólo porque era responsable de aquel nombramiento, sino por las acusaciones directas de soborno y parcialidad, así como también debía estar sobre ascuas el presidente de la Comisión, cardenal Roma, a cuyas manos habían llegado los memoriales.
El P. Baldi, en un memorial posterior del que hablaremos, menciona por tres veces un 'Breve de aniquilación' de la Orden, atribuyendo la culpa al P. Pietrasanta y a Mons. Albizzi de consuno. Dice: 'Ya se ha descubierto que se consiguió un Breve de su destrucción, mas por la intervención de un Emo. Sr. Cardenal (que quisiéramos conocer) ante el Emo. Sr. Card. Barberini, siniestramente informadoantes por enemigos de nuestra Orden, si no fue impedido, al menos no ha sido publicado'. Y lamenta luego 'haber susurrado (Pietrasanta)… junto con dicho Prelado (Albizzi) al difunto Pontífice (Urbano VIII) tantas cosas que pudieran exasperarlo e incitarle a la destrucción de la Religión'.<ref group='Notas'>EC, p.202-203,211.</ref> Esto ocurrió -comentaba Baldi- después de haber ejercido ocho o nueve meses su cargo de visitador, es decir, precisamente en enero o febrero de 1644, cuando arreciaba la tormenta de memoriales y acusaciones contra Cherubini, Pietrasanta y Albizzi a la vez.
La facilidad con que Albizzi conseguía breves, aunque luego no se promulgaran, así como el recurso a 'billetes personales', dando disposiciones que confirmaba o debía confirmar luego con breves, manipulando incluso las fechas de promulgación, hace perfectamente verosímil la acusación de Baldi, aunque nadie la confirme. Y el ambiente de irritación general que hemos observado hace todavía más probable la noticia.