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25.10. El fracaso de dos legaciones
El panfleto de Mons. Asesor llegó a manós del Nuncio de Polonia a primeros del año 1647 , y habiéndolo leído, creyó conveniente no decir nada al Rey, aprovechando la excusa de que a finales de diciembre había salido camino de Roma el Conde Magni para proponer al Papa la formación de una Liga Católica contra los turcos, después de haberla propuesto al Emperador y a Venecia. Y el Rey le había encomendado también que tratara con sumo interés con el Papa el restablecimiento de las Escuelas Pías, al menos en Polonia. El Nuncio, pues, esperaba el resultado de esa entrevista.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.3012-3014.</ref>
El Conde fue agasajado calurosamente en San Pantaleón por el P. General y la comunidad, que le honraron con una solemne Academia. El P. Fundador le entregó tres memoriales: uno para él mismo, instándole a que, cumpliendo la voluntad del rey, suplicara al pontífice con decisión la restauración de la Orden; el segundo para el papa, pidiéndole 'la reintegración de esta Religión en sus primeros honores y privilegios'; y el tercero para doña Olimpia Maidalchini, cuñada del papa, para que intercediera ante él por el mismo fin.<ref group='Notas'>Cf. los tres memoriales en G. SÁNTHA, ‘Comes Franciscus Magni…, p.22-23, n.36-38. Entre los biógrafos calasancios se ha mantenido la idea de que Dª. Olimpia Maidalchini intervino ante su cuñado el Papa en contra de la Orden por un supuesto desplante recibido del P. General, de haberle quitado a su confesor, mandándolo fuera de Roma. No parece probado ni probable, sino todo lo contrario (cf. Bau, BC, p.1097-1098).</ref> La embajada del Conde Magni fue un fracaso, tanto en el asunto de la Liga antiturca como respecto a las Escuelas Pías, en cuya peroración debió de sobrepasar los límites de la diplomacia, la corrección y la prudencia. La actitud del Pontífice fue inflexible, tanto respecto a la Orden en general como a su restablecimiento parcial en Polonia.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.10-12; c.4436-4438, 4451; ID., ‘Calasanz, las Escuelas Pías y el Duque Jorge Ossolinski, p.331-335.</ref>
No por ello apocaron velas en la corte polaca, sino que con renovado empeño se propuso la cuestión en la Dieta General de mayo, que decidió un nuevo recurso oficial a la Santa Sede por parte del Brazo Eclesiástico y del Brazo de los Caballeros, suplicando la reintegración de las Escuelas Pías en Polonia. El primero decía que aquello era defender la causa de Dios (‘Dei nos causam agere existimamus’) y el segundo rogaba incluso expresamente que se mantuviera el rigor y la austeridad de la Orden.<ref group='Notas'>'illos in integerrimo incorrupti vigoris statu conservari bono publico prorsus fructuosum… ut sacrum hunc coetum sanctum tutumque servare dignetur [S. S.], qui solidis austerioris vitae documentis ac sperimentis obvia catholicorum firmat studia, infensa haereticorum debilitat odia…' (G. SÁNTHA, ‘Calasanz, las Escuelas Pías y el Duque Jorge Ossolinski’, p.338-339).</ref> Pero además de las dos cartas al Papa, escribían también a los Cardenales Spada y Roma, y el Duque Ossolinski -Gran Canciller del Reino y primer defensor e introductor de las Escuelas Pías en Polonia- y el Conde Magni enviaron sendas cartas al nuevo Secretario de Estado, Cardenal Juan Jacobo Panziroli.<ref group='Notas'>Panziroli es otro de los adversarios de las Escuelas Pías. Berro dice de él: 'sentía una pasión extraordinaria contra nuestro S. Instituto, pareciéndole no sólo que no era necesario en la Iglesia, estando los PP. Jesuitas (de quienes había sido alumno), sino también nocivo al mundo por enseñar a los pobres' (BERRO II, p.202). Cf. S. Giner, ‘El proceso de Beatificación…’, p.42, n.47.</ref> El Rey volvió a suplicar al Papa que se dignara conservar en su reino a estos religiosos 'tan beneméritos en la Iglesia de Dios' y que no permitiera que fueran perturbados ya más o que se les cambiara su norma de vivir.<ref group='Notas'>'… quatenus tam benemeritos in Ecclesia Dei Religiosos, et vere pios in Regno meo Dominiisque his annexis circa Sacra Sanctaque Instituta conservare eosque vel turbari amplius vel primaevam vivendi normam non patiatur immutari' (G. SÁNTHA, o.c., p.340). Muy deficiente el texto en EC, p.3036.</ref> Con ello rechazaba expresamente la reforma moderadora propuesta por el ‘Racconto difuso’ de Albizzi.
La respuesta de la Secretaría de Estado por mano de Panziroli fue terminante: 'este asunto depende inmediatamente del Papa que ya lo ha cerrado y no se debe hablar más de él'.<ref group='Notas'>Cartas del 6 y 20 de julio (ib., p.342, n.258 y EC, p.2972).</ref> Y a primeros de agosto daba cuenta al Nuncio de las cartas de obispos y caballeros de la Dieta y le reiteraba: 'responderá a todos sirviéndose del ‘Relato difuso’ que se le mandó de todo lo sucedido, porque la resolución se tomó ciertamente con todas las consideraciones… y no se debe ni se puede retractar'.<ref group='Notas'>Cf. ib.,p.342, n.258.</ref> El indigno ‘Relato difuso’ seguía siendo la versión oficial que debía imponerse a los arzobispos, obispos, prelados y caballeros de la Dieta, así como al mismo rey. A este último además se le mandó un Breve papal, fechado el 7 de agosto de 1647, en el que se le decía taxativamente: 'Por lo tanto, habiéndose tratado y resuelto el asunto justísimamente, no ha lugar ninguna nueva deliberación'.<ref group='Notas'>Ib,. p.345, n.263. Texto íntegro del breve.</ref> Palabra definitiva.
El Santo Fundador tenía puestas sus esperanzas en la intervención del rey y de la Dieta,<ref group='Notas'>Cf. c.4472-4474, 4478, 4479, 4483, 4485, 4490, 4495.</ref> y, mucho antes de enterarse de la respuesta negativa del papa, escribió al rey, el 20 de agosto, una preciosa carta latina agradeciéndole lo mucho que estaba haciendo por la Orden, considerándole como 'el único Aquiles y Mecenas' (defensor y bienhechor) de 'nuestra mínima Religión en las adversidades'.<ref group='Notas'>C.4475</ref>
Hasta noviembre no comunicó el Nuncio Torres al Rey el contenido del último breve papal, intentando con suma diplomacia que aceptara la irrevocable decisión pontificia. No lo consiguió. Y aun después de enterarse del breve siguió impertérrito en su empeño de doblegar la voluntad de Inocencio X. Fue su última tentativa. A finales de 1647 mandó a Roma como legado extraordinario a Mons. Domingo Roncalli para conseguir del Papa el capelo cardenalicio -del que había abdicado el Príncipe heredero Casimiro- a favor del P. Valeriano Magni. A la vez debía intentar que el Papa nombrara otra Comisión cardenalicia para tratar de nuevo el asunto de las Escuelas Pías. Y desde que llegó a Roma tomó su misión tan a pecho y con tan poca diplomacia que exacerbó el ánimo del papa y del Cardenal Panziroli. De ello se lamentaba este último escribiendo en mayo al Nuncio en Polonia: 'El papa le respondió -a Roncalli- que ya se había discutido lo suficiente, y que desde el primer día de su llegada a Roma, habiendo siempre insistido en lo mismo, podía haber comprendido por la negativa que se le dio seriamente, que la decisión era irrevocable... Dice S. S. que si todos los Reyes hablaran de la forma con que Roncalli hace hablar al Rey de Polonia, la Santa Sede se hallaría en un estado muy lamentable'.<ref group='Notas'>EC, p.2973-2974.</ref>
Fracasó también esta misión, pero Roncalli no sólo había alentado vanamente las esperanzas del santo Fundador,<ref group='Notas'>Cf. c.451 5, 4522, 4524, 4532, 4537, 4555, 4556.</ref> sino que le animó para que consiguiera cartas de recomendación de la familia imperial. Y el Santo se movió para que interviniera en ello el Príncipe de Dietrichstein, logrando efectivamente que la Emperatriz Eleonora Gonzaga escribiera al Sumo Pontífice el 3 de marzo de 1648, intercediendo por las Escuelas Pías.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.2907, c.4524.</ref> Pero en vez de favorecer no hizo más que irritar los ánimos, obligando a Panziroli a escribir al Nuncio en Viena que hiciera comprender a la Emperatriz que el asunto estaba ya zanjado y no se podía tratar de nuevo, y que 'dichos Padres deben contentarse y tranquilizarse de lo ya tan maduramente establecido, y que no den mayores molestias a S. S. sin esperanza de poderlo obtener'.<ref group='Notas'>Ib., p.2973.Para este último período de la embajada de Roncalli cf. G. SÁNTHA, ‘Ultimus S. J. Calasanctii ad redintegrandum Ordinem conatus…’: EphCal 4-5 (1958) 109-115.</ref> La esperanza, sin embargo, era lo único que no podían prohibir.
El 20 de mayo murió el rey de Polonia. Calasanz, entre las cartas que escribió hablando de su muerte y rogando oraciones por su alma, dijo al P. Orselli: esperamos 'que nos ayudará en el cielo con S. D. M. mucho más de lo que hizo con su Vicario en la tierra'.<ref group='Notas'>C.4573 y 4559-4562, 4575.</ref> Orselli, por su parte, a principios de junio escribía al P. General diciendo que el Gran Canciller del Reino, duque Ossolinski, le había asegurado que seguiría protegiendo la Orden, y que había escrito a Mons. Roncalli que continuara con nuestra causa y dijera a S. S. (que mientras esté en pie la Corona de Polonia, siempre estará protegida esta Religión'.<ref group='Notas'>EEC, p.1099.</ref> A principios de julio, al recibir esta carta el Santo Fundador, escribió otra en elegantísimo latín -increíble para sus noventa y un años- al duque Ossolinski, reconociéndole como el máximo protector en Polonia, después del rey, y asegurándole que era tal la esperanza que les infundía para conseguir favores futuros (que sintiéndonos perecer irremediablemente al morir el rey, nos parece con razón que sólo en ti podremos respirar y vivir'.<ref group='Notas'>'Tu, qui in isto Regno... quasi a Rege secundus, secundus nemini post ipsum in testificanda amoris tui erga nos voluntate semper es cognitus, tantum spei facis ad secunda omnia in futurum expectanda, impetrandaque, ut qui rege extincto interiisse penitus visi sumus, in Te uno respirare et vivere non inmerito posse existimemur' (RevCal 12 [1957] 351-352, n.282. Carta omitida en EGC, incluso en el vol. X suplementario). Probablemente esta carta la compuso el gran latinista P. Carlos Mazzei, que vivía entonces en San Pantaleón.</ref> Y con esos sentimientos de un futuro esperanzador llegó al final de sus largos días antes de pasar dos meses.