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Año 1627 de Cristo. Trigésimo de las Escuelas Pías. Quinto de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae VIII (1939, 177-179)

A principios del presente año llegó el rumor de que cierto individuo andaba por España provisto de nuestras constituciones y una patente, diciendo falsamente en nombre y en hábito que era el vicario general de las Escuelas Pías, en nombre de las cuales había pedido y recibido limosnas de muchos magnates. Los hechos sucesivos probaron que el rumor no era vano.

Mientras tanto, queriendo el P. General evitar el mal presente, envió con toda rapidez un memorial al Ilmo. Cardenal Pamphili, que era el nuncio apostólico ante el Rey de España, suplicándole que se dignara interponer su suma autoridad ante ese impostor de las Escuelas Pías, para que lo expulsaran o para que le prohibieran pedir. No dejó de hacer una instancia semejante ante el Excmo. Regente del Supremo Consejo en el Reino de Aragón. Y en cuanto al efecto del intento del P. General, no se perdió, pues este fingido vicario general después de algún tiempo fue detenido en las cárceles del Oficio de la S. Inquisición, como diremos al año siguiente.

El día 24 de enero envió el P. General desde la casa de Nápoles al P. Melchor de Todos los Santos, que poco antes había llegado de allí a Roma (porque con los demás también fue llamado a Nápoles) una orden escrita que decía lo siguiente: “José de la Madre de Dios, Ministro General de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios. A ti, Rvdo. P. Melchor de Todos los Santos, sacerdote religioso en nuestra Orden. Para que puedas visitar nuestra casa en la ciudad de Cárcare en nombre mío, y para que proveas en la casa dicha las cosas que te parezcan convenientes, durante nuestro beneplácito, a tenor de las presentes te damos licencia y facultad. En Nápoles, 24 de enero de 1627.” Aceptada la cual, el P. Melchor salió con el H. Ambrosio hacia Cárcare, para hacer lo que le mandaban.

Mientras tanto apareció un cierto noble de Bolonia que (no se sabía mucho qué espíritu le guiaba) que, a pesar de que las Escuelas Pías no existían antes allí, fundó unas escuelas con nuestro propio nombre, y tuvo especial interés en introducir nuestro instituto. Tenía la misma intención el Marqués de Adorno, pidiendo unos pocos de los nuestros para su tierra. A ambos el P. General ni les concedió ni les negó; pero les escribió lo que era necesario según las bulas pontificias recientemente publicadas para nuestro Instituto, y según nuestras Constituciones: que teniendo en cuenta sus peticiones, había que pensar muy en serio la cosa de fundar una casa, pues con menos de 12 religiosos era necesario pedir luego una dispensa de la S. Congregación. El P. General con fecha 9 de enero.

El 30 de enero fue enviada una obediencia del P. General al P. Santiago de S. Pablo ministro de la casa de San Pantaleo, en la cual le confiaba el cargo de Provincial. Como a causa de su ausencia el P. General no podía proveer adecuadamente a las cosas de las casas de la provincia romana, fue necesario dar a ese padre el cargo de provincial, para que ofreciera los auxilios necesarios tanto a las casas como a los sujetos con prudencia y consejo, y para que promoviera la observancia regular. Apenas comenzado su oficio recibió un anuncio lúgubre. Pues en S. Casio de Narni poco después falleció atacado por una fatal enfermedad el P. Bernardino de la Visitación, el 7 de marzo. Lo cual, por tratarse de un hombre insigne por su erudición, y también notable por la destreza para hacer cosas, además de ilustre por sus virtudes, no sólo al P. Provincial, sino también al P. General causó una gran pena. Lo cual se nota por la expresión escrita del mismo P. General con fecha de 20 de marzo al P. Provincial, con estas palabras: “En cuanto a los enfermos, demos gracias a Dios que nos mortifica así, máxime en este tiempo en el que necesitamos tanta necesidad de sujetos, y sobre todo siento la pérdida del buen P. Bernardino, que no sé como encontraremos otro como él.” Así dice él.

El cual el día anterior dispensó al P. Esteban de la Reina de los Ángeles para emitir la profesión sin haber terminado el bienio de noviciado. Para memoria del hecho escribió el atestado siguiente: “El Rvdo. P. José de la Madre de Dios Ministro General de los Cl. RR. PP. de la Madre de Dios Sch. P. En virtud de la facultad concedida a él por las Constituciones, admitió a la profesión solemne a Esteban de la S. Reina de los Ángeles, el cual estuvo en la casa de probación algo más de un año y dos meses, teniendo en cuenta su edad madura, la calidad de la persona y el notable provecho en las virtudes. Estando presentes los RR. PP. Pedro Andrés de Jesús María, Juan Pedro de la B. Virgen de las Gracias, Francisco de Sta. Catalina, y muchos otros clérigos y hermanos operarios. Y así, para futura memoria de la cosa por mandato del dicho P. General lo escribí en esta forma pública, lo que fue hecho. En Nápoles, en la casa de las Escuelas Pías, el día 19 de marzo de 1627. Juan Bautista de S. Bartolomé”.

El 17 de abril el P. Pedro Asistente, deseado y esperado durante tanto tiempo, volvió con buena salud a Nápoles de Mesina de Sicilia (no pudo hacer aceptar allí nuestro instituto con ninguna razón) con los que había dejado allí el P. Melchor para promover los negocios. Después del viaje y de dar la información necesaria de las cosas de Mesina al P. General, y recíprocamente, de recibir toda la serie de negocios para promover la fundación napolitana, fue constituido superior de Nápoles, y el P. General, después de saludar a todos los que conocía como patronos y promotores del instituto en aquella ciudad, salió hacia Roma el 25 del mes corriente, y favoreciéndole el uso de la vela, llegó a su casa de San Pantaleo en dos días, el día 27, con los aplausos y gozo de todos los de la casa.

Donde después de descansar del viaje durante un día o dos, no sabiendo estar ocioso, pronto se aplicó a tratar los negocios de la religión, y en particular se dedicó a lo que según las Constituciones debía hacer ese año: convocar el Capítulo General. Así, pues, después de consultar sobre ello con el Rvmo. P. Domingo de Jesús de la familia carmelitana, hombre expertísimo en los negocios de los regulares y amigo íntimo suyo desde hacía muchos años, y de pedir la facultad y la bendición de Su Santidad el Papa reinante para este acto público, convocó la celebración del Capítulo General para el mes de octubre. El P. Pedro, después de asumir el cuidado de la casa de la Duchesca en Nápoles, promovió de tal modo la cosa que los complatearios más devotos del barrio se obligaron con fecha 19 de agosto a aportar una cantidad anual hasta que se pagara totalmente el precio de dicha casa. P. J. Carlos, fol.4.

Ephemerides Calasactianae IX (1940, 11-17)

Con todo esto, aparecía evidente el provecho de la juventud por medio de nuestra disciplina escolar, por lo cual, estimulados y edificados los complatearios de la región Conigliera fuera de la Puerta Real, como todos eran gente de dinero, habiendo conseguido dinero D. Félix Pignatelli, también aquí el P. Pedro fundó otras Escuelas Pías, junto a la nueva iglesia puesta bajo el título de la Natividad de la B.V.M. y de san Félix Mártir, obtenida previamente la autorización para esta buena obra por parte del Arzobispo, y del Supremo Gobierno de la Ciudad, para que en el lugar (que era comodísimo) no sólo se hicieran los ejercicios escolares, sino también (lo cual contribuyó mucho a la propagación del Instituto) se creara un noviciado. En la P. I Car. F. 12 el citado P. Juan Carlos recuerda lo que ocurrió el 7 de septiembre.

Todas las cosas iban tan bien para el aumento del Instituto en Nápoles que las de otros lugares pasan detrás, aunque también habría que recordarlas. Lo primero es que al celebrar nuestros padres de Frascati la procesión con la imagen milagrosa, en su opinión de la manera más solemne posible, el P. General les envió una carta, que dice como sigue: “He leído sobre vuestra festividad tenida en honor de la Santísima Madre. ¡Dios sabe si no habréis tenido con ello más deméritos que méritos! Pues la gloriosa Madre de Dios desea más el afecto interno de la devoción que la pompa exterior.” Así decía el 30 de mayo. Poco después sucedieron algunos disturbios, y le escribió al P. Castilla pidiéndole que cerrara las escuelas; y si nuestra labor educando en aquel lugar a la juventud no les parecía a propósito, que el Consejo público se sirviera decirlo, para que se proveyeran de maestro de su gusto y placer; y así podríamos nosotros ir a otro lugar en que nuestra obra fuera deseada, y donde hubiera esperanza de que tuvieran más afecto hacia nuestro instituto. Lo cual se lee confirmado el 29 de septiembre.

Aquel 19 de junio, como ocurría que coincidía a la misma hora la procesión que hacíamos el cuarto domingo del mes de la nueva Congregación o cofradía bajo el título de la B.M.V. del Carmen con la devoción de los eremitas de S. Agustín, ellos hicieron recurso a la S. Congregación para que nuestra devoción se tuviera antes de las vísperas. Como el P. General no estaba de acuerdo, suprimió totalmente dicha procesión, considerando que dicha devoción podría ser suplida con otro tipo de devoción, puesto que la Virgen se contenta con poco afecto, si se le ofrece con un sincero corazón.

El 8 de julio nuestros padres de Nursia, como hasta la fecha no tenían una iglesia propia, sino que usaban la antigua iglesia beneficiada de S. Leonardo Abad, al morir el cura, como sólo tenía un beneficio de ocho escudos anuales, pidieron a la Sede Apostólica dicha iglesia, y con ella un lugar para la comunidad, y al Rvmo. Vicario General que diera testimonio y fe del exiguo beneficio. Se obtuvo sin embargo un rescripto para el uso de esa iglesia, y eso hasta nuestros días, aunque ahora, a causa del reciente terremoto (año 1702) no podamos nosotros tener allí los oficios divinos, pues la ciudad trasladó a ella los suyos, no habiendo un local mejor (pues los edificios fueron destruidos), para guardarse de los ladrones con seguridad, pues parece que por los méritos de San Leonardo había quedado inmune de la ruina común de la ciudad.

En Génova se escribieron en ese mes las cosas que siguen. El H. Gabriel de la Anunciación de la Virgen, hijo de D. Marco Antonio Bianchi, recibió el hábito de las Escuelas Pías sin saberlo su padre. Cuando el padre se enteró del hecho, se inflamó sobremanera. Y considerando que se trataba de una forma de robo, recurrió al arzobispo contra nuestro P. Provincial Francisco de la Purificación, interponiendo una querella por lo ocurrido, pidiendo con mucha fuerza al arzobispo que se dignara ejercer su autoridad para que su hijo fuera licenciado de nuestro noviciado y se dirigiera a los PP. Barnabitas, ya que quería que su hijo fuera barnabita, y no escolapio. El arzobispo respondió al Sr. Bianchi que él juzgaba los hechos, pero no tenía potestad para quitar el hábito. ¿Qué podría hacerse? El padre indignado habló con su hijo, intentando persuadirle para que fuera con los Barnabitas. Pero en vano; el hijo aducía la razón de que no con otros, sino aquí; se sentía llamado por Dios a este lugar en el que le habían dado el hábito. Convenció a su padre opuesto, y este, como no veía modo de llevarle la contraria, con el consentimiento de su padre, el hijo Gabriel regresó a su noviciado triunfante, junto con su compañero. Así lo cuentan las actas de Génova.

También se cuenta otro caso en Génova. Dos naves de transporte iban desde el puerto de Nápoles hacia Liborno con nuestro Hno. Benito y un compañero. Salieron con buen viento de la ciudad pero ¡ay! Cuando llegan a alta mar se encuentran con que está infestado de piratas turcos. Una y otra parte luchan valientemente, pero a las dos les va mal. Por parte de los turcos murieron tres; por la nuestra murió el primer piloto, y el Hno. Benito recibió una herida en el brazo; y una vez terminado este enfrentamiento inesperado, cada parte prosiguió la ruta comenzada, y continuó hasta el puerto. La razón por la que nuestros hermanos no fueron conducidos a cautividad, nuestro Padre General la atribuye a la protección de la Estrella de la Mar, la Santa Madre de Dios, según le escribe al P. Castilla en Frascati el 15 de julio.

El día 26 de julio el P. Melchor de Todos los Santos, con muchas súplicas, no sé qué espíritu le guiaba, tan pronto como llegó de Cárcare, pidió permiso al P. General para ir a visitar Compostela, y otros lugares sagrados, y al mismo tiempo para ir a las Indias. Recibió carta de obediencia para sí y su comitiva, en la forma que sigue:

“José de la Madre de Dios, Ministro General de la C.R.P.de la Madre de Dios de las Escuelas Pías a nuestros queridos hijos Melchor de todos los Santos y Sebastián de San Geminiano, hermanos y sacerdotes profesos nuestros, salud y buen viaje. La obediencia, queridos hermanos, vale ante Dios más que muchos holocaustos, por lo cual como vosotros sois hijos fieles, y pretendéis serlo siempre, en virtud de ella y por la autoridad de nuestro mandato os mandamos que vayáis sin tardanza a Compostela a venerar el sepulcro de Santiago Apóstol, y otros lugares santos del Reino de España, y que actuéis con el máximo cuidado, como siempre supimos que lo habéis hecho, bajo nuestra obediencia, y de los Superiores de nuestra Congregación, allí donde los haya; y lo mismo con respecto a los Ordinarios de los lugares a los que quiera que vayáis. Rogamos a los dichos, y a todos los fieles cristianos, que os reciban benignamente, y os traten con humildad, y os permitan celebrar misa, y enseñar la doctrina cristiana, y oír confesiones, y aceptar las limosnas en nombre del Cristo de las misericordias y del Padre. En virtud de Santa Obediencia os pedimos que no concedáis a nadie el hábito de nuestra religión, y anulamos todas y cada una de las facultades que antes os habíamos concedido al respecto. En fe de todo lo cual firmamos con nuestra mano y ponemos nuestro sello. En Roma, 24 de julio de 1627.”

Así, como las copiamos, suenan las obediencias dadas a los padres peregrinos, y aunque dadas de esta forma, D. Félix de Todis aconsejó al P. General que intentara obtener un breve apostólico para mayor seguridad de ellos; pero el R.P. Lorenzo de Paulis, procurador general de la Compañía de Jesús le persuadió de manera diferente; interrogado sobre cómo solían los Padres jesuitas enviar a los suyos a las Indias, le respondió que sólo con la obediencia de sus superiores.

Mientras tanto, en Savona de la provincia de Liguria escriben los nuestros que se trasladaron del palacio del Rvmo. D. Alejandro Abad a una casa mayor, y con mejor acomodo para habitación de los religiosos, que pertenecía a D. Filiberto Pavesi, que D. Francisco Roca les había persuadido para que tomaran. En Génova ocurrió algo parecido, el P. Provincial fue urgido por D. simón Doria a trasladar el noviciado de Villa Oregina a la casa de D. Esteban Rivarola, en una calle llamada Cicala. Por la cual casa se estipuló según instrumento público que de cualquier tipo de bienes de la ciudad se pagaría a nuestro instituto la cantidad de 800 liras genovesas. Establecidos de esta manera los nuestros, abrieron las escuelas públicas, al mismo tiempo que la iglesia bajo el título de los Mártires Justo y Pastor, por especial breve del Pontífice Reinante Urbano VIII, habiéndolo procurado el P. Juan Bautista de Santa Tecla. Así estaba la Provincia en el mes de septiembre.

El día 8 de octubre el P. Ministro de Génova transmitió una sentencia severa contra los PP. Peregrinos citados más arriba: si veía que los dichos padres cambiaban su intención de proseguir el viaje, los entregaría al brazo secular. Se decía que después de restablecerse de una fiebre, a causa de la cual guardaban cama en Finale, se dedicaban a pedir limosna como vagabundos, y no se preocupaban de continuar su camino. Pero la cosa no llegó hasta ese extremo, porque cuando se enteraron, para evitar la pena continuaron el viaje en barco con la bendición del P. Ministro de Génova.

Alrededor del 9 de los corrientes los PP. Provinciales de Génova y de Nápoles, respectivamente Francisco de la Natividad y Pedro de la Natividad, acudieron a la celebración del primer Capítulo General. El día 11 del mismo mes se reunieron en la casa noviciado de Roma en la Cuatro Fuentes del Monte Quirinal, y en presencia del M.R. P. Domingo de Jesús María, carmelita descalzo, a quien el P. General había invitado para que lo dirigiera con su humanísima gracia, dieron comienzo al Capítulo General. Eran capitulares los siguientes:

Muy Rev. P. José de la Madre de Dios, Ministro general
P. Pedro de la Natividad de la Virgen, Asistente y Provincial de Nápoles
P. Francisco de la Purificación, Asistente y Provincial de Liguria
P. Santiago de S. Pablo, Asistente y Provincial Romano.
P. Peregrino de S. Francisco, privilegiado con voz
P. Glicerio de la Natividad del Señor, Maestro de Novicios y Secretario del Capítulo.

No pudieron asistir más, pues no cumplían los requisitos que se piden a los vocales según las Constituciones, p.3. c.I.

Como es necesario prestar atención al Espíritu Santo, para poder discernir asuntos serios de la Orden, por ese motivo el P. General celebró más devotísimamente que de costumbre el Sacrificio de la S. Misa para pedir la asistencia del Espíritu Santo, y los demás oraron en la misma con similar fervor, y después de cantar el himno Veni Creator Spiritus, el P. General dijo un sermón como corresponde a su función, en el cual propuso brevemente las cosas que había que discernir, para que las meditaran con prudente juicio, y pudieran decidir después. Aquel día no se trato de nada más, ni hubo sesión.

El día siguiente, esto es el 12 de octubre, se decidieron los puntos que siguen:

1.Foméntese el rigor de la pobreza en las futuras nuevas fundaciones, para que se elimine totalmente todo uso de riqueza. Los Provinciales en sus provincias (a la que enviarán uno de sus visitadores en el tiempo adecuado) procuren que las casas más ricas ayuden a las más pobres, y al aceptar fundaciones introduzcan poco a poco esa forma de pobreza, y el mismo Padre General no deje de exhortar a todos en lo que se ha dicho, con enseñanza saludables.
2.Que todos, tanto las personas como las casas de la Escuelas Pías, sean incapaces de recibir cualquier tipo de legado, herencia o sucesión. Sin embargo para fundar Escuelas Pías, para comprar un huerto contiguo o para reparar las iglesias, algún censo de los citados anteriormente puede admitirse, pero puesto en posesión de la comunidad, servirá para el fin citado.
3.De la misma manera, nadie tendrá ningún derecho ni por sí mismo ni por medio de procuradores y abogados de exigir cosas similares en ningún juicio, puesto que a nosotros sólo nos pertenece el uso de los bienes, y no su posesión, p.2, c.5.
4.Se comisiona al P. Provincial de Nápoles para que consulte si nuestra Religión puede expulsar no obstante el Breve de la Sede Apostólica contra los incorregibles, por los tres vicios castigables de la parte 3, c. 2 de nuestras Constituciones.

Después de esto terminó la sesión, y ya no se tuvo ninguna otra hasta el día siguiente.

5.Día 27 de octubre. Acerca del P. Gaspar Dragonetti se definió que, después de haberse dedicado por espacio de tantos años a las Escuelas Pías y con tanto mérito, se considere agregado a la Religión, y se declara que goza de todos los privilegios y gracias de todo el Instituto, como si fuera un miembro del mismo, y que se le provea de todo lo necesario para vivir, tanto si está sano como enfermo, hasta su muerte.
6.Del mismo modo se ha resuelto con respecto al P. García o Castilla que se le induzca a tomar el hábito; y que si quizás decide seguir con su hábito clerical entre nosotros, que también se le considere agregado a la Religión, con todas las gracias y privilegios concedidos a nuestra religión.
7.En cuanto a Francisco Silvagio, limosnero de la casa de San Pantaleo, se ha decidió que, puesto que a causa de su edad avanzada no se le puede conceder el hábito, se le retenga proveyéndolo de todo con el hábito seglar hasta la muerte, con las mismas gracias.
8.Se ha comisionado al P. General para que, con particular favor y asistencia de la Sede Apostólica, consiga un breve apostólico para que, por medio del mantenimiento de la suma pobreza, para que no haya ninguna dificultad en lo que falte, de manera que las Constituciones de la religión y la misma religión adquieran más vigor.
9.Se concede a los hermanos operarios que fueran hallados dignos de recibir la primera tonsura la gracia de llevar bonete clerical; a partir de ahora se les llamará Clérigos Operarios, y se dedicarán a enseñar en las escuelas, concretamente la lectura, la escritura y la aritmética; pero sólo aquellos que fueren considerados idóneos para esta labor por los Padres Provinciales. Pero si alguno de ellos rehúsa prestar algún tipo de servicio manual, ipso facto será privado de la gracia citada.

Después de esto se terminó la sesión, y no se tuvo otra hasta el día 4 de noviembre.

10.Después el 4 de noviembre, habiéndose reunido los capitulares, se eligieron a seis padres para que dieran su consejo y asentimiento con respecto a los incorregibles, de acuerdo con el decreto del Pontífice Urbano VIII del 21 de septiembre. Fueron nombrados los PP. Provinciales de Roma, Génova y Nápoles, y tres ministros locales, concretamente los de Narni, Fanano y Savona.
11.Se pidió a los PP. Provinciales que en todas las casas y en la medida de lo posible se estableciera la clausura, separando las escuelas del dormitorio o habitaciones de nuestros religiosos. De modo similar que se determine el orden para las cuestaciones, en lo referente a lugres y tiempos.
12.Acerca de los que viajan a Roma sin licencia por escrito de sus Superiores, o del P. General, si pasan por alguna casa nuestra, se les retenga allí y no se les deje seguir, y se avise al P. General o al Provincial, hasta que se reciba respuesta. Mientras tanto se les encerrará en la cárcel durante 15 días, con tres días de ayuno a la semana a pan y agua, y otras penitencias añadidas al arbitrio del superior.

Así, pues, de este modo y con otros tres puntos (que trataban sobre personas particulares, de los cuales me pareció oportuno no citar los nombres, a causa del honor y reverencia debida, ni juzgué que estos puntos interesaran a los que vengan después) definidos, como no había nada más que tratar, concluyó el Capítulo General aquel día, de San Carlos Borromeo. Las actas de este Capítulo sólo fueron firmadas por el P. Glicerio de la Natividad, como Secretario y Notario de la Reunión Capitular.

Ephemerides Calasactianae IX (1940, 41-45)

Antes de que los Provinciales, terminado el Capítulo o Congregación General, salieran de la Ciudad para volver a sus provincias, sin ninguna duda debieron establecer estatutos particulares sobre cómo debería ser la práctica, en especial de lo referente a la conservación de la Pobreza. Así, en el archivo de Nursia con fecha de noviembre se lee el Decreto que sigue:

“Procúrese que la caja común tenga dos llaves, de las cuales una esté en la habitación del superior de la casa, y la otra en la del limosnero, en la cual se depositen fielmente todas las limosnas recogidas. Y para las necesidades de la casa y de los sujetos se gaste según el arbitrio del Superior por algún ecónomo seglar, como suelen tenerlo los PP. Franciscanos de la Estricta Observancia y los PP. Capuchinos; a ninguno de los nuestros le sea lícito ni permitido tocar ningún tipo de dinero excepto al hermano cuestor, para evitar así el vicio de la propiedad, y los ánimos de los religiosos se purifiquen de todo afecto a las riquezas seculares. Son preceptos dados un día por el P. General en virtud de Santa Obediencia, para quitar los motivos de relajación, con la esperanza de que todos cumplirán diligentemente todas las cosas más bien por amor de Dios que por la fuerza del precepto.

Fue llamado también en presencia de los Padres Capitulares el P. Ansano de la Visitación, que había venido de Sicilia tiempo atrás con el P. Melchor; se le escuchó en lo que tenía que pedir, y se le respondió con una dimisoria que dice lo siguiente:

“La Paz de Cristo. Ante todos y cada uno a cuyas manos pudiera llegar nuestra carta, damos fe y testimonio que por las presentes damos y concedemos libertad y facultad para que el R. P. Ansano de la Visitación, a petición propia, pase de nuestro instituto a la Orden de los PP. Reformados de San Francisco, que tiene un estilo de vida más difícil y que se acomoda mejor a su complexión y manera de ser. Nos reservamos la jurisdicción que sobre él tenemos ahora, hasta que se obligue en esa Orden mediante la profesión solemne. Dado en Roma, en la casa de las Escuelas Pías, el día 15 de noviembre de 1627. José de la Madre de Dios, Ministro General”

Del mismo modo se llamó al H. Lucas de la comunidad de Frascati, sin otro fin que, por medio de una charla familiar de todos los capitulares, animarle a no manchar su gran talento e ingenio para gloria de Dios y utilidad del prójimo; pues tenía una gracia especial para la poesía, como si hubiera nacido con ella, según demostraba en la escuela. Por esa razón, el P. General, queriendo que el mismo estuviera siempre honestamente ocupado, tanto en casa como en las escuelas, le animó a componer epigramas de todos los santos de los que se hace memoria en el ciclo litúrgico (algunos de los cuales podrían ser los que se consevan manuscritos en la biblioteca de S. Pantaleo), el mismo Padre General le dictó el tema en honor de S. Lorenzo, aquella antífona del oficio divino: “Feliz Lorenzo, puesto en la parrilla etc.” Según cartas del P. General del 16, 21 y 26 de agosto. Estas palabras de los PP. Capitulares al Hermano Lucas no resultaran vanas, como se vio más tarde, pues más tarde fue llamado a Nápoles para declamar poesías, y allí siguió recibiendo alabanzas.

Me agradó incluir aquí una carta del P. Pedro, Asistente, al P. Pedro Pablo de Santa María, recién ordenado, para que por ella se conozca el espíritu del primero. Dice como sigue:

“Pedro de la Natividad de la V. envía muchos saludos a Pedro Pablo de Santa María.
Tu carta, por menos esperada, me fue más grata, en la cual anuncias el gran gozo de que has recibido la dignidad sacerdotal, lo cual ignoraba hasta ahora. ¡Gloriosa virtud, Pedro Pablo! Quien te llamó, él mismo complete tu decisión; ya que el hombre no puede ni cambiar ni impedir la decisión de Dios. Todo lo que él quiere, se hace en el cielo y en la tierra. Conviene que seamos confirmados por estas verdades, para que todas las cosas que se nos presenten, adversas y prósperas, las recibamos igualmente, sin mirar atrás ni querer evitarlas, sin que nos depriman, sino que sigamos nuestro camino recto hacia Dios. No dudo que siempre hubo en ti una inclinación hacia mí, por lo que viste y oíste de buena gana en mí, y lo mismo yo hacia ti, pero la virtud que cultivamos en otro tiempo, nos separa ahora por el tiempo y los lugares. ¿Quién pudo separar a quienes el vínculo de la caridad religiosa y del amor fraterno unió de manera tan fuerte? Ni siquiera la misma que puede separar a quienes están muy unidos, la amarga muerte. Pues las almas de los justos están en las manos de Dios, y no les afectan los tormentos de la muerte, sino que más bien los une más fuertemente. Así, si alguna vez sacaste algo bueno de mí, venía de Dios, porque nada puede hacerse para que aproveche algo al tesoro del corazón, que no provenga de él. Yo sé, como el Apóstol, que en mi cuerpo mortal no hay nada bueno. Recordad que cualquier cosa que haya en él, de mí lo recibisteis, y debéis conservarlo diligentemente, y a ti te toca llevarlo a la perfección. Comprende que si desprecias algo de eso, no desprecias palabras de hombre, sino lo que en verdad son, desprecias las palabras de Dios. Pronto volveré a Nápoles, de donde salí antes, en cuya ciudad nuestra religión progresa mucho, pues aunque en ella no llevemos ni un año entero, ya tenemos dos iglesias con sus dos casas y escuelas. Te escribo de buena gana estas cosas, pues un alumno nuestro, de esta Provincia, vaticinó insulsa e imprudentemente que nuestra religión dentro de poco sería expulsada, y se quedaría en humo, y partiría miserablemente. ¡Mira, por favor, que verdadero y verosímil oráculo! Pero hasta aquí hablamos de las cosas que sabemos. En Roma, 22 de octubre de 1627.”

Así escribió el P. Pedro Asistente al recordado P. Pedro Pablo residente en Cárcare. Por lo demás el P. Pedro Asistente volvió felizmente a Nápoles del capítulo cerca del fin de noviembre, y con tanto mejor efecto cuanto que recibió poco después una instancia para que aceptara una fundación en Bisignano, y leyó su escrito, y vio que en aquellos lugares alejados habían hablado mucho de ellos. Pues, conocido el fruto que nuestro instituto había producido en tan poco tiempo en Nápoles, el Rv. D. Octavio de Preti, chantre de Bisignano, indujo en el ánimo de la municipalidad bisiñana la promoción del bien común, y para tal efecto introducir este instituto, asignando como edificio para escuelas su propia casa palatina fabricada y situada en la región de Santa Cruz. Después de recibir pleno derecho por parte del P. General para aceptar la fundación, el P. Provincial envió a Bisignano el 7 de diciembre al P. Francisco de Sta. Catalina, con el H. Juan Antonio de San Carlos. Los cuales, tras ver la comodidad del lugar, y pedir al ordinario del lugar el permiso para vivir en las casas citadas, tomo real posesión el 21 de diciembre. Así en el libro de las Fundaciones, fol. 143, 144.

Mientras tanto en Roma el P. General, para cumplir lo que le habían encargado en el punto 8 del capítulo General, se puso a trabajar. Recogidos aquellos puntos que según su opinión pueden poner dificultades a nuestro estado, envió a la S. Congregación un memorial, que decía lo siguiente:

“Ilmos. y Rvmos. Señores,
El Instituto de las Escuelas Pías fue introducido en Roma primero en la iglesia de Santa Dorotea, junto a la puerta Septimiana, y a pesar de las persecuciones por los maestros de los riones vecinos y de otras escuelas dedicadas a la educación de los pobres, creció hasta el año 17 del siglo presente, en el que Su Santidad Paulo V de feliz memoria, para hacer más firme el estado de ese instituto, se complació en expedir un moto proprio expedido como breve apostólico el 6 de marzo, erigiéndolo en Congregación con tres votos con el título de Pobres de la Madre de Dios; y S. Santidad Gregorio XV la erigió en religión de votos solemnes, comunicándole todos los privilegios y gracias de las órdenes Mendicantes, con la confirmación y aprobación de sus propias Constituciones. Y puesto que este instituto parece que puede servir y ser de mucha utilidad para la Iglesia, y para el bien de la república cristiana, si es administrado debidamente por sujetos apostólicos. Por esta razón, el suplicante ruega humildemente a sus Ilmas. y Rvmas. Señorías se dignen ofrecer los remedios necesarios para la conservación de dicho instituto contra todos inconvenientes de los cuales podría venir la relajación, y que muestren su autoridad precaviendo otros similares. Se trata de lo siguiente, de lo cual se temen malas consecuencias:
1.No querer observar el rigor de la pobreza tal como aparece en las Constituciones.
2.Querer ir calzados, y vestir espléndidamente.
3.Querer admitir más lugares de los que podemos satisfacer con sujetos aptos.
4.No querer aceptar párvulos para enseñarles en la clase de la Cruz.
5.Querer hacer estudios superiores, ocupar cátedras de predicadores, y dedicarse a las confesiones en lugar de trabajar en las humildes escuelas.
José de la Madre de Dios.”

Hasta aquí el Memorial a la S. Congregación para la reforma de las casas apostólicas. Aparece como autógrafo entre las cartas guardadas en el fol. 121.

Por lo demás no consta si este memorial fue presentado ni si se recibió alguna respuesta o decreto al mismo; sin embargo nos parece cierto que el P. General recibió algún escrito pidiéndole la misma S. Congregación que se abstuviera de hacer ninguna fundación durante un trienio. Pues él mismo respondió a la S. Congregación de la municipalidad de Mesina, la cual había suplicado enviando intercesores a su arzobispo para que suplicara que nos permitiera hacer una fundación que nos ofrecían allí. El rescripto fue enviado a Mesina con fecha 10 de diciembre firmado por el cardenal de S. Sixto, Próspero Fanano.

El 11 de diciembre falleció en Roma el noble y eximio D. Guido Nolfi, patricio romano que antes de morir entregó cien escudos a San Pantaleo encomendándose a sus píos sufragios. A quien el P. General a cambio le hizo enviar una carta de agradecimiento, y prometió celebrar 100 misas antes, durante o después su muerte, y un aniversario durante cinco años, y quiso que se cumpliera lo prometido y así se hizo.

Cierro el presente año con la conmemoración de nuestros difuntos. Fueron los 27 los que se ataron a la religión haciendo la profesión. Los difuntos entre los profesos según el catálogo del P. Bernardino fueron siete, y cuatro novicios. Orar por los cuales orar ahora es una santa y saludable acción.

Notas