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Revisión de 19:20 23 oct 2014
Ver original en Italiano- CAPÍTULO 21 De la Casa de las Escuelas Pías Fundada en Carmagnola
En las fundaciones de las casas de las Escuelas Pías de Liguria, como ya he dicho antes, ocupó el último lugar la ciudad de Carmagnola, de Su Alteza Real de Savoya. La Comunidad del lugar hizo el edificio desde los cimientos, primero para nuestros Religiosos y para las Escuelas Pías, y dio comienzo a una iglesia muy capaz. Todo con la asistencia del P. Santiago [Bonello] del Ss. Sacramento, sacerdote de muy buenas cualidades religiosas, nacido en el lugar de Roccaverana.
Después, a su tiempo, fueron otros de los nuestros los que dieron comienzo a las escuelas, con mucho decoro y satisfacción de toda la ciudad. Fue como Superior, o sea, Ministro, como así se llama entre nosotros a los Superiores de las casas, el P. Juan Evangelista [Carretti] de Jesús María, de la casa Carretti, que tenía de familia cuatro o cinco sacerdotes, y entre todos eran diez o más. Vivían como Religiosos pobres, pero decentemente provistos.
No faltó su cruz en esta casa, porque pocos años después de su perfecta fundación, se recrudecieron de tal manera las guerras en Lombardía y Piamone, que todo se trastornó, y la ciudad de Carmagnola se convirtió en plaza de armas, donde llegaron gran número de compañías de soldados a pie y a caballo, de donde surgió en la ciudad la confusión y el libertinaje.
Uno de nuestros jóvenes clérigos, llamado Diosdado [Lesna] de San José, francés, se introdujo de tal manera con Du-Plessis-Mornay, -comandante principal de la soldadesca de dicha ciudad- que era muy favorecido y creído; pero en la perfección religiosa muy deteriorado. Tanto que, a guisa un Guía, traicionó a su Madre la Orden en muchas cosas. Se atrevió a decir que el maestro de la Clase de Aritmética y escritura, llamado Antonio, de Lucca, había dicho no sé qué disparate contra Su alteza Real, la Duquesa Reinante, hermana del Rey de Francia, lo que en principio causó malísimos efectos. Se arregló después con la ayuda divina, cuando se averiguó la verdad del hecho, pero quedó alguna sombra. Acusó a nuestro Hermano Carlos [Arcangeli] de la Natividad, natural de Urbino, del Estado Eclesiástico, que era español, y, como la guerra era contra los españoles, Du-Plessis-Mornay quiso a toda costa que se fuera. Viendo que todo iba de mala manera, N. V. P. Fundador y General ordenó a nuestros Padres que se retiraran, hasta que las cosas se apaciguaran. Por esta razón, nuestros Padres se fueron de Carmagnola; y ya no se volvió allí, porque el susodicho P. Santiago [Graziani], y también el P. Juan Evangelista se fueron al Creador. Mientras, las guerras continuaban, prosiguieron muchos años, y deshicieron malamente aquellas ciudades y provincias. Después, nuestra Orden y Congregación ya no mostró otro deseo.
El susodicho Diosdado, disfrutando de la libertad y confianza que le daba Du-Plessis-Mornay, al marchar los Padres de Carmagnola, no quiso dejar a Du-Plessis-Mornay, y vencido por el demonio, dejó nuestro hábito, apostatando; se hizo soldado, y sabe Dios a qué se dedicó.
Lo que sí es cierto es que, fue a Turín, con el apoyo de Du-Plessis-Mornay; pretendió demasiado, se enfrentó con otro soldado, y, desafiándose en duelo público, Diosdado murió. En el siglo se llamaba Juan Lesna. No sé si murió en el acto, o si tuvo tiempo de confesarse; el caso es que murió a causa de aquel duelo. Tal sucede a quien deja a Dios por el mundo.