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Capítulo 19º. Sobre la vida del P. Casimiro Bogatka de la Concepción y del P. Juan Francisco Horliz de Sta. María Magdalena, para ejemplo nuestro.

Entre los novicios del P. Alejandro Novari de S. Bernardo, maestro de novicios, brilló el hermano Casimiro de la Concepción, llamado en el siglo Juan Adán Bogatka, de la ciudad de Poznan en Polonia, que siendo antes preceptor de Nikolsburg, atraído por el amor a nuestra religión, el 6 de diciembre de 1635 fue el primer polaco en cambiar el vestido seglar por el religioso.

Mientras era preceptor del Lauretano en Nikolsburg, iba a menudo a escondidas a nuestra iglesia y ponía velas compradas con su propio dinero en el altar, y las ofrecía para el culto divino. El sacristán estaba admirado por la liberalidad del hombre, y deseando saber quién sería, un día, mientras los demás padres estaban en la mesa comiendo, él se fue a vigilar, y pilló al piadoso Casimiro en esta hermosa acción, y así se enteró de quien era el limosnero que no quería ser conocido de nadie sino de Dios.

Antes de recibir el hábito, mientras era huésped en Lipnik por unos días, tomó la cruz llamada de madera, fue en medio del foro, como le había mandado el superior, y llamando a los niños les explicó los rudimentos de la fe cristiana. Después de tomar el hábito le ordenaron ir a vender cebollas al mercado, y pedir una moneda de oro por cada una, con lo cual la gente se reía de él, y allí estuvo durante bastante tiempo, hasta que le mandaron volver a casa.

En otra ocasión fue enviado con el hermano operario Luis de S. Alejo al castillo que está cerca de nuestra casa, para que le dieran algunas verduras de las cuales luego le mandaron plantar una en nuestro huerto con la raíz hacia arriba y las hojas bajo tierra, y le mandaron regarla cada día, hasta que empezara a ponerse verde y crecer. Era invierno, y todo estaba cubierto de nieve: se veía que era un trabajo inútil, que repugnaba a la razón. Y, de manera sorprendente aquella raíz plantada de una manera antinatural comenzó a ponerse verde, y echó hojas, y con el tiempo produjo una cabeza de hojas tan grande que después se hizo un guiso para todos los religiosos con ella.

Alguna vez le mandaron hacer disciplinas, lo que en la intención del superior significaba unir hilos para formar un látigo. Pero, entendiendo el medio por el fin, Casimiro fue a su celda y se dio disciplina hasta sangrar, hasta que al llamarlo para que acudiera a los ejercicios comunes lo pillaron flagelándose.

En materia de vida religiosa le dieron a Casimiro el libro de Tomás de Kempis para lectura espiritual. Cuando lo recibió abierto del Maestro de novicios, estaba abierto en la primera página, y el buen joven entendió en su simplicidad que sólo tenía que leer aquella página, y nada más. Así que cuando luego le preguntaban qué había de nuevo acerca del fruto espiritual de la lectura, siempre respondía lo mismo. El maestro le reprendió por ello, y él respondió que como sólo le había mostrado la primera página, pensaba que no debía leer nada más. En ello conocieron su simplicidad y su obediencia simple. Dio otro ejemplo de esta virtud saltando durante toda la noche en el refectorio, pues en su cándida simplicidad había entendido que se lo mandaba el maestro de novicios cuando, por broma o por mortificación, le dijo estas palabras: “Eh, Casimiro, tú siempre quieres saltar; salta toda la noche si quieres, me alegro de ello”. Después de dar mucho miedo a los demás que estaban durmiendo, cuando fueron por la mañana a la oración lo vieron saltando en el comedor, cayéndose de sueño, y dando saltos por aquí y por allá hasta que se cayó dormido de cansancio en algún rincón.

Volviendo en una ocasión de Olomuc con una imagen de la B.M.V. de Frascati, que había hecho pintar allí por mandato del superior, por la tarde llegó a casa. Pero cuando quiso enseñarla, se dio cuenta de que no la tenía. Pues la había abandonado y perdido por el camino. Ya era de noche y continuaba cayendo una lluvia pertinaz. El pobre Casimiro no sabía qué hacer ni a donde volverse, así que pasó la mayor parte de aquella noche insomne y rezando, y muy temprano por la mañana, tras recibir la bendición del superior se volvió por le mismo camino por donde había venido con un compañero, y he aquí que encontró la imagen seca, en una zona seca, cuando toda la zona de alrededor estaba empapada de agua, como si aquel lugar hubiera sido inmune a la pasada lluvia. Así que lleno de alegría toma consigo la santa pintura y la lleva a Lipnik. Esta imagen se conserva en Lipnik en la casa noviciado, y se saca en la procesión pública del Santísimo Rosario, con mucha devoción popular y una veneración particular.

En aquella casa fue primero maestro de aritmética, luego desempeñó de manera brillante los cargos de catequista, predicador, superior y maestro de novicios. En el año 1642 fue a Polonia con el P. Provincial Onofre del Stmo. Sacramento, y de nuevo fue maestro de novicios y predicador.

Estaba muy instruido en todo tipo de ciencias, y estaba muy dotado para la predicación, con la cual movía muchas veces a los oyentes a llorar, y también era gran amigo del silencio, de modo que nunca se le oyó de sus labios una palabra ociosa. Fue asiduo contemplador de los cuatro novísimos, y muy temeroso adorador de la divina presencia. Siempre tenía los ojos fijos en el suelo. Siempre decía las horas canónicas de rodillas. Se flagelaba de manera tan horrorosa durante horas que tenía el cuerpo cubierto de sangre. A menudo por la noche recitaba la corona de la Virgen María con los brazos en cruz, hasta que el sueño le vencía.

Finalmente este raro ejemplo de virtud consumada y perfección religiosa con fama de santidad tanto en Germania como en Polonia, vio su último día en Podolín, el 7 de mayo de 1650, a los 40 años de edad y 15 de vida religiosa[Notas 1].

Y puesto que en nuestra vida, como nos muestra la experiencia, nos sentimos animados a los carismas mejores por los ejemplos de los hombres egregios, también aprendemos de los casos tristes que a veces ocurren, para que estando atentos a los engaños del enemigo, conozcamos sus insidias y las eludamos; en consecuencia me parece que vale la pena que diga algo sobre la apostasía del P. Juan Francisco Horliz de Sta. María Magdalena y su feliz readmisión, copiado de la Historia Provinciae Polonae del P. Miguel Krauss.

“Aquí en Polonia el presente año (1645) ha pasado de manera poco feliz, especialmente a principio de mayo. A pesar de que, con la bendición de Dios, había un gran número de niños (incluso luteranos) que venían a nuestras escuelas, de Hungría, Liptovia, Silesia y Polonia, y un gran número de conversos a la religión católica, conviene decir que en otros asuntos sufrimos pérdidas.
Pues cuando los ministros heréticos o predicadores se dieron cuenta de que el padre Juan Francisco de Sta. María Magdalena trabajaba mucho y bien con la gente de la herejía luterana, consiguiendo mucho fruto de conversiones a la verdadera fe, incluso entre la gente noble, decidieron atacarlo con la falacia seductora, siendo enemigos bajo la apariencia de la amistad y la caridad; conquistarlo bien sin hacerle una guerra hostil; derrotarlo sin armas crueles; herirlo sin hacerle ninguna herida, y, finalmente, matar sin crimen no su cuerpo, sino su alma. Y habría ocurrido según su deseo, si Dios, salvador de las almas, no lo hubiera dispuesto de otro modo.
Pues estos pastores y predicadores atraían con frecuencia al padre citado que discutía con ellos sobre cosas de la fe, y que se oponía fuertemente a ellos, mediante actos de caridad y esfuerzos de benevolencia (pues él solía dedicarse a ello), y le proponían y exponían sus dogmas con tal seducción de palabras, y entre discusiones le iban instilando la fuerza de sus argumentos, de modo que (permitiéndolo Dios) fue admitiendo poco a poco en su ánimo los propósitos de aquellos hombres astutos, fue comenzando a dudar de la verdad de la religión católica y finalmente, opuesto a la verdadera fe, dejó de seguirla.
Supongo que Dios permitió esa tentación porque o bien no supo custodiar el don de Dios a causa de que se había hecho soberbio por la fama y el aprecio entre los hombres (aunque esto no puedo asegurarlo, como tampoco hasta qué punto era apreciado por la gente), o bien porque estaba triste y muy confuso al ver la situación de nuestras cosas de la Orden, a causa de los tumultos que duraban ya un trienio y no se calmaban. Pero por un motivo o por otro, la cosa es que se puso de acuerdo con algunos fieles vecinos de la secta luterana, de cuyos esfuerzos hablé, y para poder conseguir fácilmente un beneficio en el ministerio de los dogmas luteranos para el resto de su vida.
Habiendo llegado a este acuerdo con los predicadores, cuando el superior P. Juan Domingo estaba ausente a causa de asuntos de la casa y le había encargado a él de guardar las llaves por la noche, se le presentó la ocasión oportuna el 9 de mayo para dejar una nota en su cuarto diciendo que había salido hacia Roma, abrir la puerta del edificio que conducía hacia los suburbios y marchar directamente hacia Toporz, una aldea distante media legua de Podolín, a casa del predicador, que seguramente le estaba esperando en el suburbio con caballos. Por la mañana fue a Buschovia, y de allí el predicador de Buschovia Juan Kliskio lo llevó a Kezmarok, y finalmente se dirigió a Levoka. Allí el 11 de mayo se quitó el hábito religioso y se puso vestidos seglares, y una semana más tarde, vestido a la germana, quedó investido como diácono de la iglesia de aquella ciudad.
Cuando los nuestros descubrieron que el padre había desaparecido de repente, quedaron muy confundidos, y esparcieron el rumor entre los estudiantes de que se había ido a Italia, pero la cosa no podía quedar oculta durante mucho tiempo hasta que fuera conocida de todos. Pues algunos de Podolín que había ido allí por asuntos propios lo vieron en Kezmarok subiendo y bajando de la carroza del predicador de Buschovia que le había ofrecido el beneficio a medio día, después de comer, por lo cual sintieron admiración y sospecha. Entonces a un niño de unos cuatro años que iba a la escuela, por la tarde le preguntó su hermano que había vuelto de Kezmarok dónde estaba el P. Juan Francisco. Él respondió que había ido a Italia, a lo que el otro le dijo que seguramente estaría en Italia, pero él lo había visto subir y bajar de la carroza del predicador en Kezmarok. El niño, aunque no sospechaba nada grave del religioso, al día siguiente, como los niños seguían preguntándose por el P. Juan Francisco, que era también el prefecto de las escuelas, el niño comentó con sus compañeros lo que había oído decir acerca del padre el día anterior a su hermano. La cosa llegó poco a poco hasta el maestro, y este fue a decírsela al superior. Este llamó al niño a su habitación, y en presencia del maestro oyó afirmar lo mismo que había esparcido en la escuela.
Él entonces envió informadores para confirmar el rumor, y lo vieron que vivía en Levoka, y cuando el tránsfuga, que estaba atento, vio a los informadores, aprovechó una oportunidad para irse rápidamente a Kosice. Cuando aún estaba en Levoka comenzó a darse cuenta de lo que había hecho, y principalmente de los errores de los dogmas luteranos, y había decidido volver con el consejo de algunos hombres piadosos. Le ayudó a ello Esteban Lubobiecki, hombre de gran prestancia y majestad, en el rostro y en todo su porte, de gran arrogancia. Cuando oyó que los predicadores habían ayudado al trásfuga, una noche envió soldados de la fortaleza de Zublo (donde siempre había cien de reserva) a casa de esos dos predicadores de Toporz y Buschovia, y mandó sacarlos de la cama y llevarlos a la fortaleza (cosa que los soldados hicieron diestramente sin alborotar a la gente de los pueblos) y les dijo que no saldrían hasta que devolvieran al fugitivo que se habían llevado.
Se produjo una gran admiración entre la gente, y entre los luteranos húngaros además de admiración, risa, a causa de aquel tan gran apóstol de los católicos que proclamaba a gritos la fe, hasta llegar a ofenderlos. Murmuraban que se había violado las leyes de vecindad, pero no fueron escuchados en aquel tiempo contra sus formidables vecinos polacos. Por lo demás no duró mucho la burla y el insulto. Pues los predicadores vecinos para redimir a sus compañeros de la justa cautividad no dejaron de entregar al trásfuga, y este, después de hacer penitencia, y ser absuelto en Kosice por el R. P. Juan Vanoviczy, de la Orden de S. Pablo Primer Ermitaño, Vicario (así llaman al General) Apostólico Misionero en el Reino de Hungría, según la facultad concedida por la Sede Apostólica para siete años, lo envió a la fortaleza de Zubló, y allí, tras volver a tomar el hábito religioso, volvió a Podolín, y allí no sólo por medio de cartas a los predicadores vecinos (ya habían sido soltados, después de ser castigados por su perniciosa amabilidad), sino también en un sermón público en la iglesia parroquial de Podolín, con una cuerda atada al cuello, un domingo ante una numerosa asamblea de fieles (en aquel tiempo vivían en Podolín muchos nobles húngaros que promovían con las armas la fe luterana en Rakosi) que esperaban ansiosamente escuchar lo que tuviera que decir, hizo un gran sermón de ardiente arrepentimiento, con muchas lágrimas, y fue detestado. A los pocos días fue enviado de allí a Varsovia, y posteriormente a Moravia, donde murió unos años más tarde, pero no en la Orden, porque a causa de la confusión que había en nuestras cosas, salió por el Breve concedido por la Santa Sede”.

De que este infeliz religioso tornase en sí y perseverase hasta el fin, aunque no recibiera una corona, en el instituto que lo había acogido, nuestro Santo Padre se alegró mucho, como puede verse en la carta que escribió desde Roma al P. Alejandro Novari de S. Bernardo, viceprovincial, que estaba en Nikolsburg, por Venecia, el 7 de abril de 1646:

“He recibido la carta de V.R. desde Nikolsburg, junto con la del P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena, con quien me alegro por la gracia que Dios le ha hecho de iluminarle la mente. No dejaré de rezar por él, como también lo hará y quizás también le responderá el P. Pedro, aunque está indispuesto en el lecho. Siervo en el Señor, José m.p.”[Notas 2]

Notas

  1. De la Historia Germaniae et Hungariae Sch.P. Archivo General de Roma, y P. Nicht.
  2. Archivo de Bohemia en Praga, ahora en Roma.