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Capítulo 20º. Sobre nuevos frutos de nuestros misioneros.

Quiero presentar para deleite fraterno de nuevo los frutos que nuestros hermanos, en medio de las tribulaciones de la guerra, de las que hablaremos pronto, ofrecían a Dios, la Iglesia y la sociedad, predicando la palabra de salvación en medio de las turbas heréticas.

El 2 de enero de 1641 el P. Juan Francisco Bafici de la Asunción escribió una carta desde Nikolsburg al Santo Padre José, en Roma, que decía lo siguiente:

“Volviendo a Bohemia con el P. provincial, fui con él a Lipnik. Nuestros padres no dejan de ayudar a aquella gente por medio de confesiones, sermones y catequesis, y yo soy testigo ocular de lo mucho que se esfuerzan en esas labores. Durante el invierno no se ha hecho ninguna misión entre los valacos, a causa del frío riguroso de sus tierras, pero en cuanto se pueda iremos a los bosques a cazar algunas de esas fieras. En Straznice, donde los herejes son muy obstinados en la perversidad de sus dogmas, parece que van cediendo un poco a la gracia de Dios. El P. Juan Jacobo tiene un don especial para este tipo de conversiones; trabaja mucho, pero recoge muchos frutos. Últimamente ha ocurrido un caso extraño a uno de ellos que podrá conmoverlos bastante. Había un hombre anciano de años, pero mucho más anciano en maldad herética y obstinada voluntad de no cambiar de manera de pensar, aunque hubiera conocido mil verdades. Los otros herejes lo consideraban un profeta y lo veneraban como un santo. Muchos de los nuestros habían intentado convertirlo, pero siempre en vano. El Conde mandó meterlo en la cárcel por un delito contra su propiedad. Enfermó en la cárcel, y estando próximo a la muerte le visitó el P. Juan Jacobo y le exhortó a renunciar a sus errores, ya que se encontraba en aquel extremo. Pero él continuó más sordo que nunca. Al final el dicho padre le dijo que ya que era tan obstinado y quería morir hereje, el diablo, al que había servido fielmente durante tanto tiempo, vendría a llevárselo, y con esto se fue. Poco tiempo después el carcelero sintió un gran estrépito en la celda del enfermo que gritaba, y entrando en ella vio en un ángulo dos grandes ojos, como de fuego, y oyó al hereje que gritaba: ‘Ha venido a llevarme mi Señor Negro, Negro’, y diciendo esto murió. El carcelero, asustado, se dio a la fuga. Luego este hereje difunto ha sido visto muchas noches en muchas casas, y dando vueltas en camisa por la ciudad, dando gritos, y haciendo gran estrépito, con gran susto de toda la gente” (P. Talenti).

El 16 de enero del mismo año el mismo envió el P. Juan Jacobo Ollari desde Straznice una carta a Roma a nuestro Santo Fundador en la que le decía:

“Quizás se maravillará V.P. de no haber recibido desde hace tiempo noticias sobre la conversión de los herejes, a las cuales me he dedicado y me dedicaré en el futuro en cuanto me sea posible con la ayuda de la gracia divina. Salí de Lipnik hacia finales del pasado mes de octubre, dejando allí personas más aptas que yo para continuar el trabajo comenzado con los valacos. Antes de salir para las últimas misiones recibí la gracia del Señor Dios de traer al redil de la religión católica a veinticuatro de aquellas ovejas perdidas, de las cuales no había dicho nada a V.P. Ahora doy gracias al Señor Dios porque después de muchas fatigas comienzo a recoger algún fruto en esta ciudad tan necesitada de ayuda, la cual se ha encallecido en sus sectas y errores, y a pesar de que se le han dado mil oportunidades de escuchar la Verdad, tanto por parte de sacerdotes seculares como de religiosos dominicos, franciscanos y jesuitas, nunca ha abierto los oídos del corazón a la conversión. En la actualidad parece que se vuelven tratables estas fibras que durante tantos años han vivido de manera libre y disoluta, presa de los sentidos y de sus deseos, pues con ocasión de sermones y catequesis que les he hecho, una buena parte de ellos se muestran inclinados a la conversión, y algunos ya se han convertido. En estas fiestas de Navidad han renunciado a sus errores y han sido absueltos por mí y aceptados de nuevo en la Iglesia diecinueve. Ayer una vieja picardita de 70 años, que siempre había perseverado en sus errores, al fin se rindió, y también ella será absuelta pronto. La cual, junto con los otros, servirán de ejemplo a los demás. Las herejías que dominan en esta ciudad son la picardita, la evangelista, la calvinista y la luterana. Últimamente el caso de uno de ellos, que era tenido por profeta por los evangélicos, ha aterrorizado a muchos. Pues este, que no quiso convertirse nunca, a pesar de que yo mismo le exhorté al final de su vida, ha sido llevado por el demonio de manera casi visible, cosa que yo le había pronosticado” (P. Talenti).

Y el día 28 del mismo mes de enero nuestro santo patriarca recibió una carta del P. Juan Felber desde Straznice que decía lo siguiente:

“Yo no soy el P. Juan Jacobo, el cual recibió un talento especial de Dios para convertir herejes, sin embargo habré absuelto de la herejía unas treinta y cinco personas, entre las cuales un hornero de Nuremberg, luterano, el cual durante el sermón elegantemente renunció a Lutero, y dijo que quería ser católico, y perseverar como tal con la gracia de Dios. Porque hay herejes que vienen a los sermones, e incluso a la misa, lo que no sería tolerado en Italia. Yo no me admiro de que se haya propagado tanto entre estos pueblos simples, deseosos de la Palabra de Dios. Pues si escuchan de buena gana cuando se les proponen devociones, la paciencia, la penitencia, etc., ¿cómo no habrán escuchado y creído a Calvino, Lutero, Hus y semejantes heresiarcas y sus sucesores, cuando les proponían la libertad, la carnalidad y el placer? Poco a poco esta cizaña se irá acabando, si nosotros hacemos lo que podamos”. (P. Talenti).

El citado P. Juan Jacobo Ollari anunciaba el 4 de abril del mismo año 1641 en una carta desde Straznice a José en Roma: “La conversión de los herejes sigue adelante. En estas fiestas de Pascua he devuelto a la S. Iglesia Católica 77 personas, y espero que pronto se convertirán otros”. Y el día 8 de junio decía lo siguiente: “Además del número que le he envié antes, he convertido hasta ahora de varias herejías ciento a noventa y cuatro personas, en su mayor parte viejos, los más obstinados y maliciosos que haya visto nunca” (P. Talenti).

El P. Alejandro Novari escribió el 29 de abril de Praga a Roma: “En nuestra región de Litomysl hay muchos herejes, pues en los cuarenta poblados que, además de la ciudad, componen el territorio de la Señora, más de la mitad son herejes, a los cuales nos tocará a nosotros, si Dios quiere, ir convirtiéndolos. En esta fiesta de Pascua se han convertido cinco, luteranos y calvinistas” (P. Talenti).

No quiero dejar en el silencio la carta que desde Straznice escribió a Roma el Conde Francisco de Magnis, en el mes de agosto de ese año:

“Asistí en Straznice a la solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos, que suele celebrarse en vuestra iglesia con devoción cada año. Y gracias a Dios y al buen hacer de vuestros padres fue un magnífico éxito. Había tantos penitentes, y tanta gente que participó, que quien no se sintió movido a devoción por ello, no pudo evitar al menos la admiración.
De hecho quien piensa en el estado en el que se encontraba hace pocos años esta ciudad, este condado y los lugares vecinos, y a qué servía la casa que ahora es de ustedes y la iglesia vecina encuentra que esto, que era un nido donde se reproducían infinitas sectas de calvinistas, picardos, luteranos, husitas, anabaptistas, ateos y otros; que la casa de ustedes era el lugar de cita de los seductores del pueblo y los ministros del diablo, donde no se hacía otras cosa que ofender a Dios y blasfemar contra la gloriosa Virgen y vilipendiar a los santos, y ahora se ve, en tan poco espacio de tiempo, que casi todos se han convertido a una sola fe, llenos de tanto celo y fervor hacia ella; y que la casa está habitada por vuestros religiosos, que aunque fueran mudos con el ejemplo de una vida tan religiosa y santa edifican a todo el vecindario; y luego se oyen en aquella iglesia cantos incesantes de alabanza a Dios y súplicas a la gloriosa Madre y a los santos, uno no puede sino maravillarse y asombrarse. Toda esta gloria de Straznice debe razonablemente atribuirse, después de Dios, a vuestra reverendísima paternidad, fundador de un instituto tan santo”. (P. Talenti)

El P. Onofre Conti escribió el 10 de enero de 1642 de Straznice a nuestro Santo Padre en Roma lo siguiente: “Últimamente nuestros padres han convertido a dieciocho herejes de este condado a la fe católica”. Y desde Nikolsburg escribía el P. Jacinto Orselli el 22 de febrero: “Nuestro P. Ambrosio tiene en una habitación a un oficial del Sr. Príncipe Carlos de Liechtenstein, preparándose a la primera confesión después de haber sido instruido en las cosas de nuestra fe católica. Desde la fiesta de Navidad hasta ahora el citado padre ha restituido a nuestra religión cinco o seis”. A la cual sigue otra el 29 de mayo: “En Straznice, los herejes convertidos por el P. Juan Jacobo desde que hice la última relación son más o menos setenta. En Lipnik el P. Casimiro también despliega su diligencia; en estas fiestas absolvió de sus pecados a una docena, que se presentaron a confesarse espontáneamente. En nuestra iglesia las catequesis y los sermones para ayudar a las almas no cesan nunca”. (P. Talenti).

Notas