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Última revisión de 16:06 15 jun 2015
Capítulo 21º. Tercero sobre los frutos de nuestros misioneros, y sobre sus dificultades.
Se pueden aplicar a nuestro Santo Fundador aquellas palabras del Eclesiástico (35,24): Grata es la misericordia en tiempo de tribulación, como nubes de lluvia en tiempo de sequía. ¡Cuántas consolaciones alegraron su corazón en aquel tiempo en que las maquinaciones malvadas de los enemigos amenazaron con la ruina y la muerte a él y a la Orden que había levantado con tantos sacrificios! Y las consolaciones le llegaban del trabajo inmenso llevado a cabo por sus hijos, que se olvidaban de la comodidad y del descanso para obtener la salvación de las almas perdidas en el error, y del fruto concedido por el cielo, por el que la Madre Iglesia se alegraba de la prole nueva sacada de las tinieblas de la herejía.
Pues es un ejemplo digno de admiración el que, a pesar de la tormenta que ya había caído sobre nuestro instituto, el Santo Padre José se esforzaba en enviar obreros que ayudaran a los hijos que trabajaban por la verdad y la piedad en Germania, y procuraba enviar allí maestros a las escuelas con ánimo tranquilo, como en la edad joven y floreciente en que fue constituida la Orden, para proveer al aumento de las letras y el bien de la sociedad. Esto se prueba en la carta que desde Roma envió al P. Onofre Conti en Nikolsburg el 10 de abril de 1643: “Espero estos días a dos padres de por aquí que están en Génova para enviarlos allí juntos, para que puedan ayudar donde sea más necesario”. Y otra carta, escrita el 17 de mayo, dice lo siguiente: “En este momento, a las once del domingo de la octava de la Ascensión parten de Roma los PP. Juan de Sta. María Magdalena, Antonio de Sta. María y Miguel de Sta. María hacia Germania, y en Ancona tomarán como compañero al P. Nicolás de la Cruz. Escribí ayer por la posta que me parecía a propósito para Varsovia el citado P. Juan de Sta. María Magdalena, que es el primero. El cual dará a V.R. una caja de relicarios acomodados con cintas y cordones de seda, para que V.R. los pueda compartir con quien quiera. Acerca del noviciado de Varsovia escribí que, por conocer mejor el latín, parecía más a propósito el P. Alejandro, pero V.R. decida lo que le parezca más a propósito”[Notas 1].
No nos molesta copiar los documentos en los que nuestros hermanos informan sobre sus trabajos y sus frutos.
En Podolín el P. Juan Domingo Franco escribe a José el 11 de abril de 1643 anunciándole que el P. Agustín había ido a Lublov, donde había reconciliado a seis herejes.
El 24 de mayo el P. Onofre Conti anuncia en Nikolsburg: “Me escribe el P. Juan Domingo desde Podolín diciendo que nuestros padres en aquella zona han devuelto a la fe católica diecisiete herejes, y otros siete el P. Juan Francisco. Espero que con el ejemplo de estos, y las catequesis continuas que allí hacen nuestros padres irán convirtiendo a todos los de aquel lugar, lo cual será no poco útil a la Iglesia de Dios. Por allí hay otras doce ciudades completamente heréticas, que poco a poco, cuando vean el ejemplo de las demás abrazando nuestra fe católica, y el buen ejemplo de los nuestros, harán lo mismo. Lo cual es tanto más fácil cuanto que envían a sus hijos a nuestras escuelas. Y uno de por allí considerado como un patriarca por los herejes, un tal Sturni, su predicador más docto, cuando estuvo allí me prometió enviar a nuestras escuelas sus dos hijos, uno de doce y otro de ocho años, y diría a los demás que hicieran lo mismo”. (P. Talenti).
El mismo P. Juan Domingo escribía a José desde Podolín el 4 de diciembre: “Aquí últimamente se han convertido seis herejes, y con la ayuda de Dios se convertirán otros pronto. Esté segura V.P. de que se hará mucho bien por aquí, estando en esta zona nuestra Orden. Pues estos lugares están llenos de herejes. Por lo demás, ayúdenos V.P. con oraciones, para que el Señor nos dé el espíritu necesario para ayudar y convertir otros, y para no perdernos nosotros mismos”. Y luego, el 12 de noviembre: “En estos últimos días se han convertido dos herejes a nuestra religión y esperamos que pronto se conviertan otros, con ayuda de la misericordia de Dios”. (P. Talenti).
El P. Ambrosio Leailth escribía desde Nikolsburg el 30 de enero de 1645 al Santo Padre José lo siguiente: “Dios sabe cuánto bien impide esta dilación para poder entregar el hábito. Si la Orden es destruida, no habrá nadie que enseñe a estos pobres hijitos el temor de Dios, y ¿cuántos herejes que se convertirían se quedarán en las tinieblas? Esta mañana antes de amanecer ha venido un hereje pésimo, que quería convertirse ya. Recibí un gran consuelo, pues mostró su sentimiento interior y reconoció sus errores, en el cual había vivido hasta ahora.
Notas
- ↑ Archivo de Bohemia en Praga, ahora en Roma.