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Capítulo 37º. Sobre el cerco de Viena y su liberación.
Cuando los rebeldes consiguieron un gran refuerzo de turcos en el año 1682, de nuevo invadieron las montañas y las ciudades, el P. Valeriano Berzewiczy de la Inmaculada Concepción de la B.V.M., superior de Brezno, dejando al P. Wenceslao de S. Lorenzo en la fortaleza de Murany con las cosas, se fue con los demás religiosos a Prievidza.
Wenceslao, del que se hace mención aquí, se llamaba en el siglo Matías Maximiliano Raussek. Había nacido en Litomysl de Bohemia, diócesis de Praga, el 18 de febrero de 1653. Vistió para clérigo en Prievidza el 10 de agosto de 1673 de manos del P. Provincial Pablo de la Natividad. Profesó de solemnes en el mismo lugar el 30 de noviembre de 1674 en manos del P. Esteban de la Anunciación de la B.V.M. Se dice de él en el libro B de los difuntos, pág. 58, nº 22:
- “Wenceslao de S. Lorenzo, sacerdote profeso de nuestra Orden… después de desempeñar el ministerio docente en las clases inferiores, desempeñó celosamente durante muchos años el cargo de predicador. Luego sufrió muchas persecuciones y golpes a manos de los rebeldes húngaros, hasta que desgastado lentamente, tuvo un acceso de fiebre, y después de recibir los sacramentos murió en el Señor en Prievidza, en el noviciado, el 15 de agosto de 1711”.
Así, pues, el P. Wenceslao había sido dejado en Brezno; fue empujado por los rebeldes y obligado a ir a Banská Bystrica. Poco después los rebeldes ocuparon Banská Bystrica, y como los RR.PP. de la Compañía de Jesús se habían ido, el P. Wenceslao por caridad religiosa salvó todo lo que pudo del ajuar de dichos padres y se quedó en su residencia durante un tiempo disfrazado de campesino, y sirvió a los católicos. Cuando los predicadores luteranos ocuparon la iglesia, el citado padre en algunas ocasiones celebró la misa en la habitación imperial, hasta que obligado por los herejes se tiene que esconder en diversos rincones, bajo el tejado y en las canales del tejado, una vez incluso con las vestiduras sagradas, pues estaba vestido para celebrar la misa y se vio obligado a huir al tejado. Entonces fue buscado cuidadosamente por los rebeldes, y se pusieron guardias militares para que no pudiera escapar. Pero por la providencia de Dios, como iba vestido con ropas de campesino no fue descubierto. Como ya no podía seguir más tiempo allí, ni tenía ningún lugar para celebrar la misa, a escondidas, cubierto con un paño grueso como si fuera un campesino, se marchó por caminos ocultos y el 20 de diciembre llegó a Prievidza.
Pero tampoco encontró seguridad en Prievidza, pues la mayor parte de los nuestros residían en Bojnice y allí daban clases, pues estaban continuamente amenazados por los peligros; otros se habían ido a Polonia, otros se refugiaron en los campamentos imperiales, donde fueron acogidos benignamente por el Ilmo. D. Carlos Palffi, fundador, y allí mismo fue él. De allí cuando se presentó la ocasión se fue con el P. Valeriano de la I. Concepción de la B.V.M. y con el P. Andrés de la Conversión de S. Pablo a un lugar más seguro.
Las Escuelas Pías ya no estaban seguras en Bojnice. Pues Tököly, reforzado con fuerzas turcas, llegó a la Hungría Superior a escondidas con 800 ladrones suyos, y sin ningún temor asedia los muros de la ciudad en el año 1682, mata a muchos soldados germanos y quema y saquea la iglesia y las casas de los ciudadanos. No atreviéndose a atacar la fortaleza, tomó Prievidza, y al día siguiente se quedó cargado de botín en un edificio frente al colegio. Mientras tanto, como era un lugar cómodo para el fortísimo Heisler con sus 800 caballeros, de los cuales algunos estaban en los bosques y los demás descansaban en nuestra casa, no la mandó destruir.
Mientras tanto, “aquel pobre provincial de Germania apenas escapó vivo mientras iba de Nikolsburg a Horn con el anciano P. Miguel y fue golpeado con un palo por algún pagano. Por lo demás todo ha sido incendiado y devastado, pero no ha ocurrido nada particular a nuestras casas, sino que muchos a causa de la pobreza, y en parte aterrados por las incursiones enemigas, se han ido a Horn y Litomysl, estando Moravia y Silesia a salvo. Este 21 de julio: si algunos de los nuestros huyendo llegan ahí, sé que a Vuestra Reverencia no le faltará la caridad religiosa…”. Así decía el P. General al P. Provincial en Varsovia, en carta fechada en Roma el 4 de septiembre de 1683.
Después que en el año 1683 los rebeldes con ayuda de los turcos se apoderaron de casi toda Hungría y de las fortalezas y castillos más sólidos, y que el poderosísimo ejército turco sitiase Viena y la atacase con toda furia, el señorío de Bojnice y su fortaleza quedó en poder de Tököly. Se quedaron en la fortaleza el P. Juan Martín de la Natividad del Señor, rector de Prievidza, el P. Wenceslao de S. Lorenzo y el H. Wolfang de Sta. Isabel, clérigo profeso, a los que protegía el nuevo provisor católico. Desde allí a veces el P. Rector, a veces los otros nuestros, a veces por sí mismos y a veces por gente de fuera iban a inspeccionar nuestro colegio de Prievidza entre gravísimos peligros y penas, teniéndose que esconder a veces en el camino, a veces en otros escondites, para mirar que la casa religiosa padeciera lo menos posible, y no se hicieran más daños por parte de los herejes. Una vez que estaba Petenhasius, un famoso jefe de los rebeldes con muchos soldados en Prievidza, oyendo el P. Rector que había un gran alboroto en el colegio, temiendo que iba a sufrir daños, poniendo su vida en peligro salió de Bojnice sufriendo muchos oprobios por el camino, pues los rebeldes amenazaban con matarlo, sin embargo llegó a Prievidza y se presentó ante el jefe Petenhasius, y consiguió que protegiera el colegio, y en medio de muchos peligros volvió a la fortaleza.
Cuando más tarde Tököly eligió como prefecto de sus bienes a Miguel Hedvigio, hereje malvadísimo, y este eligió como residencia suya la fortaleza de Bojnice, pronto empezó a tratar a los nuestros con desprecio, les prohibió el uso del oratorio, confiscó sus bienes y ajuar, los echó de la fortaleza y los envió a Prievidza, en medio de peligros muy ciertos. Después de esto Hedvigio fue a Prievidza, y después de quitar a todos los sacerdotes católicos de las iglesias del señorío de Bojnice y poner predicadores luteranos en su lugar, instaló en Prievidza al pseudo-obispo Tarnocio, y al Rvmo. D. Juan Alejo Turkowicz, prepósito de Bojnice, privado de toda iglesia, le dejó en libertad domiciliaria, después de que pagara cien áureos. Llamó ante sí en el refectorio del colegio a los citados tres religiosos el 16 de septiembre, después de que Viena fuera gloriosamente liberada del cerco turco por los soldados cristianos el 12 de mismo mes, y que la noticia llegara a los rebeldes en estas partes, y después de hacer cantar a los niños una cantilena insultante contra la fe católica, les dio 24 horas de plazo para irse bajo pena de muerte, y no contento, por la noche los mandó desde el templo hacia Polonia con soldados. Por lo cual nuestros religiosos esa noche se pusieron en marcha, y entre nuevas desgracias y manifiestos peligros para la vida, a través de los condados de Thuroc, Liptovia y Szepes con la ayuda de Dios llegaron a Podolín.
La locura de los herejes pretendía erradicar el nombre católico en toda Hungría. Da vergüenza decir lo que hicieron; bastará con insinuarlo. No hicieron nada que no hiciera enrojecer a la barbarie turca. Con razón escribió el Rvmo. P. General al P. Casimiro de S. Teófilo el día 27 de febrero de 1683 a Cracovia: “no nos causa pequeña preocupación la contumacia de Techel, pues introduciendo la libertad de conciencia introduce toda clase de vicios que luego serán difíciles de extirpar…”
Los rebeldes y turcos trataron de manera tremenda a la santa religión, por lo que cuando el emperador Leopoldo y el rey de Polonia Juan Sobieski decidieron acabar con ellos e hicieron un tratado del que parecía que dependía toda la salvación, se alegraron muchísimo el Sumo Pontífice y toda la cristiandad, pues con ello todo el mundo vio claramente que Dios no quería que sus pobres hijos cayeran en las bárbaras manos de los perros.
“Por lo demás aquí fluctuamos entre la esperanza y el miedo, pues de los sucesos de Germania escuchamos cosas buenas mezcladas con malas”. Así escribía el Rvmo. P. Carlos Juan Pirroni al padre provincial de Varsovia, el 14 de agosto de 1683. “Toda esperanza está puesta en vuestro serenísimo rey, que si lleva oportunamente ayuda a Viena sitiada, esperamos que con su audacia haga huir al ejército bárbaro. Nosotros ayudamos con oraciones a nuestras tropas, y Su Santidad N.S., además del santo jubileo que tendrá lugar la semana próxima, en la cual se rezará desde la iglesia de Santa María ad Minervam hasta la iglesia de las Almas de la nación alemana, la semana pasada envió a esas partes una ayuda temporal de 275 mil escudos, que con otras ayudas enviadas llegan a los 500 mil escudos”.
El 4 de septiembre escribe al P. Provincial de Germania:
- “Aquí no hemos dejado de ofrecer misas y súplicas públicas, siguiendo el ejemplo de Su Santidad, y jubileos, y frecuentes exposiciones del Santísimo Sacramento, y toques de campanas a una hora determinada, con los cuales se recuerda a todos que deben recitar cinco padrenuestros y otras tantas avemarías, y otros tipos de preces y oraciones para aplacar a la divina justicia, para que no tenga en cuenta nuestros pecados y no quiera entregar las almas de los que confían en él a las bestias, y esperamos ser oídos por su inmensa bondad. Añadimos a ellas la petición de Su Santidad a los fieles para que hagan un triduo, para que cuando se lleve a cabo la esperada reunión de los polacos con el ejército imperial, puedan derrotar a los enemigos en esos días, de modo que se abran paso para llevar apoyo a la Viena sitiada…”
Pero pasemos ya al sitio y la liberación de Viena.
El causante de la guerra que comenzó en 1683 y duró dieciséis años fue Emérico Tököly, quien sustrayéndose a la autoridad del Emperador asoció a todos los habitantes de Hungría consigo para cambiar la situación de las cosas. Cuando vio que sería muy difícil triunfar en la guerra si estaba solo contra el emperador, pidió auxilio a los turcos, por lo que Mahomed IV envió un ejército a Hungría al mando del general Kara Mustafá, quien se dirigió como un torrente del sur hacia Viena, capital de la nación austriaca, con la intención de sitiarla y tomarla.
Viendo la amenazadora tormenta que parecía que iba a golpear y destruir Viena, el emperador Leopoldo consternado pidió ayuda a los príncipes europeos. Entre ellos estaba Juan Sobieski, rey de Polonia, que prometió enviar fuerzas a luchar por el nombre cristiano, a condición de que un artículo molesto que existía sobre la libertad de Polonia en un pacto firmado en otro tiempo por el rey Juan Casimiro a favor de Austria fuera eliminado del códice de los pactos. Lo cual fue aprobado por las cortes con el aplauso de todos, y así se hizo.
Mientras tanto Tököly ayudado por los turcos ocupó Bratislava, y Kara Mustafá cercó Viena con más de doscientos mil soldados, y rompió la muralla el 14 de julio de 1683.
Carlos, duque de Lotaringia, caudillo invicto en la guerra, cuando supo que Bratislava había caído bajo el dominio de Tököli, y que algunos turcos iban a atacar el castillo de Basas para controlar mejor la parte superior del Danubio, con lo cual se ponían mal las cosas al imperio, atacó los campamentos riquísimos de Tököli en Bratislava, ocupó el castillo y guardó la ciudad. Luego llegaron dos mil quinientos soldados polacos a las órdenes de del príncipe Lubomirski, persiguieron a los enemigos y capturaron setecientos.
Después de este éxito, continuó su camino hacia Viena, donde esperó la llegada de los ejércitos de los electores de Baviera y Sajonia y del rey de Polonia, que venían para ayudar a Austria.
El 24 de agosto se enfrentaron las tropas del duque de Lotaringia y de los turcos, y los segundos llevaron la peor parte.
Finalmente el 31 del mismo mes llegó el rey de Polonia con veinte mil soldados. Sin ninguna dificultad, pues los turcos se creían protegidos contra una invasión repentina, el ejército cristiano ocupó el monte Kahlenberg, cuyo castillo que domina Viena y los alrededores fue terriblemente destruido por el ataque con proyectiles de las tropas mandadas por Dunevald y Haisler. El 11 de septiembre estaban preparados para el combate ochenta mil soldados, al mando del rey de Polonia Juan Sobieski, el duque de Lotaringia Carlos V, los electores de Baviera y Sajonia (Juan Jorge III), los príncipes de Sassen-Lauenburg, Sassen-Eisenach, Sassen-Gotha y Sassen-Hal; los duques de Neoburg, Witenberg, Holstein, el conde Rüdiger de Stahremberg, los príncipes Anhalt, Solms y Bareith y Hohenzollern, y Eugenio de Saboya, Valdeck, el general Croy, etc. etc. Kara Mustafá, que menospreciaba este ejército, comparándolo con el suyo mucho más numeroso, se limitó a enviar doce mil de los suyos para contenerlos.
El monte se convirtió en un espectáculo el 12 de septiembre para Dios, los ángeles y los hombres. El monte Kahlenberg, o calvo, es célebre no sólo por ofrecer una vista magnífica que domina toda la ciudad y el río Danubio, sino también por el templo que en otro templo tenían los monjes cartujos construido en lo más alto, en el cual se celebró la misa antes de que se lanzara a luchar contra los turcos aquel gran rey Juan Sobieski, digno de inmortal memoria, sobre cuyo sepulcro en Cracovia está escrito lo siguiente: “Tres razones para estar de luto están encerradas bajo este mármol: el rey, la gloria de la Iglesia y el sumo honor de la patria”.
Un varón venerable, honra enorme de la Orden de los Capuchinos, Fray Marcos de Aviano, tras recibir una carta del emperador Leopoldo en la que decía que ofrecía a Dios desde su refugio de Lintz oraciones y obras piadosas a Dios, indicó la disposición para la batalla: los polacos en el ala derecha; las tropas del emperador y de Lotaringia en la izquierda; en el centro las tropas de los electores y acompañantes. Dispuestas en orden las tropas, Fray Marcos dio a todos la bendición papal, y poniendo la imagen del crucifijo en alto, animó a todos a ser fuertes, y a luchar valientemente por la libertad de la patria y por la exaltación de la fe católica.
Nos complace ver en el monte Kahlenberg a los nuestros junto a Fray Marcos de Aviano escuchar la confesión de los príncipes primero y darles luego el sacramento de la Eucaristía. Concretamente los padres Esteban Kinzel de la Anunciación de la B.V.M. y Estanislao Bielinski de Sto. Tomás, confesando y dando la comunión al príncipe Jerónimo Lubomirski, y al P. Clemente Teng de S. Felipe Neri a las tropas imperiales, con permiso del Rvmo. P. General, quienes fueron como aves de buen agüero y volvieron cargados de botín.
Así, pues, el 12 de septiembre temprano los ejércitos aliados de Leopoldo atacaron a los turcos, y siendo ampliamente superiores en número y en aparato bélico, fueron empujando a los enemigos de colina en colina, cuya confusión vieron aterrados todos los que estaban con Mustafá. Como Juan Sobieski no quería quedarse atrás, atacó con ardor a la parte principal del ejército turco, que no quiso resistir. El mismo rey de Polonia, tras detener al abanderado, tomó con su propia mano el estandarte otomano. Las demás tropas cristianas hicieron un estrago entre las tropas turcas que huían, y la barbarie turca fue alejada de los muros de Viena. El jefe de los tártaros tomó la fuga. Los aparatos bélicos que habían fundido los turcos durante veinte años para el sitio de Viena fueron tomados; cerca de mil cañones, de los cuales doscientos grandes. El ejército cristiano batió al ejército turco, no sin el auxilio manifiesto de Dios, y puso a sus pies la majestad de la Sublime Puerta.[Notas 1]
El P. Esteban desde el campo polaco y el P. Clemente desde el imperial enviaron por carta una narración detallada de la lucha y su resultado a Roma al Rvmo. P. General, con fecha 16 de septiembre. A los cuales respondió el 9 de octubre el P. General de la siguiente manera:
- “P. Esteban de la Anunciación de la B.V.M. en el campamento imperial.
- “(…) Por lo demás pensamos que el P. Esteban ha nacido para el ejército, que Dios bendiga sus esfuerzos y privaciones contra los turcos y los rebeldes, que no es pequeña obra de caridad. Exponer la vida por los hermanos es, al contrario, una obra de máxima caridad. Nuestros soldados luchan con las armas; usted con las armas y las exhortaciones; nosotros con nuestras oraciones, más tranquilos. Que Dios nos ayude y nos escuche a todos. Me gustaría que escribiera lo que como testigo ocular ha visto cada día, lo que ha oído, dónde ha estado; para que no se ignoren los grandes hechos que dan honor a usted y a la Orden. Diga lo mismo al P. Clemente en el campamento imperial, al que saludo cordialmente junto con el P. Wenceslao…”
La carta llegó cuando el P. Esteban había ya muerto. Enfermó de disentería en el campamento polaco, y fue trasladado a Bratislava, al convento de los franciscanos, donde falleció en el Señor piadosamente y lleno de méritos el 3 de octubre. El Rvmo. P. General expresó su dolor por esta muerte al P. Ambrosio Prachowski, Provincial de Germania, y luego al P. Francisco Haligorsky, Provincial de Polonia, el 6 de noviembre.
- “El P. Rector de Nikolsburg nos anuncia que el P. Esteban, capellán del Excmo. Lubomirski falleció de disentería en Bratislava. Así esa pequeña grey poco a poco va careciendo de hombres maduros. Hágase la voluntad de Dios”.
- “Nos enteramos de la muerte del pobre P. Esteban a causa de la disentería; encargamos que se celebren los sufragios acostumbrados. Quiera el Señor pagar sus trabajos, que no fueron pocos ni pequeños, con el descanso eterno”.
El P. Esteban fue seguido en el camino de la eternidad poco después por su compañero de trabajos, el P. Estanislao Bielinski de Sto. Tomás. Este hombre había nacido en Sokolovia de Polonia, diócesis de Przemysl, el 29 de diciembre de 1645. Tomó el hábito escolapio en Rzeszów el 28 de julio de 1669 y allí profesó el 28 de julio de 1671. En su necrología se dice: “El P. Estanislao de Sto. Tomás, capellán y confesor del Excmo. Mariscal Lubomirski, falleció de disentería en el campamento polaco, en lucha contra los turcos en Hungría en noviembre de 1683”.
El Rvmo. P. General escribe de estos dos religiosos al P. Miguel de la Visitación de la B.V.M., rector de Podolín, el 22 de enero de 1684: “Dios tenga misericordia de nuestros padres Esteban y Estanislao, soldados por la fe sin espada al servicio del ejército, y quiera recibir sus almas en el reino celestial”.
Más larga vida tuvo el P. Clemente Teng de S. Felipe Neri, que había nacido en Klagenfurt de Carniola, diócesis de Luppach, el 12 de noviembre de 1648. Entró en la Orden en Lipnik el 30 de noviembre de 1668, y allí profesó el 12 de octubre de 1670. En el Hemerologio se le hace esta alabanza: “El 20 de enero de 1705 falleció en Nikolsburgo de Moravia Clemente de S. Felipe Neri, sacerdote, predicador fácil y elegante, hombre lleno de méritos en nuestra Orden y principalmente en la casa de Viena. Su memoria es bendita. Con su palabra derrotó a los herejes; sirvió con su gracia y sus virtudes como capellán militar para derrotar a ejércitos poderosos”.
Nos place citar dos hechos que coincidieron en el mismo día. El día de la liberación de Viena se erigió nuestra primera casa en España, concretamente en Moyá, provincia de Barcelona, diócesis de Vic. A la entrada de nuestra casa de Moyá hay una lápida con la inscripción siguiente: “Esta primera Escuelas Pía en España está dedicada a María, quien en este día rechazó las tropas turcas en Viena de Austria”[Notas 2].