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Capítulo 38º. Sobre la alegría de la iglesia Romana y en particular de las Escuelas Pías a causa de la liberación de Viena.

Tan pronto como llegó a Roma el felicísimo anuncio de la liberación de Viena, el Papa Inocencio XI mandó celebrar misas solemnes en todas las iglesias de la ciudad en acción de gracias por la victoria obtenida según el plan divino sobre la barbarie turca. Toda Roma resplandeció con teas, lámparas y antorchas, se dispararon morteros y sonaron las campanas. Se veían niños y hombres vestidos como primer ministro de los turcos, y con capas de tártaros, con medias lunas, que echaban a las llamas entre el júbilo de la multitud. En todas partes se aclamaban los nombres de Juan Sobieski y del príncipe Lubomirski, que habían llevado a cabo un hecho digno de la inmortalidad.

Tal anuncio lo trajo a Roma un varón noble, de nombre Talenti, de Luca, secretario del Rey de Polonia, quien depositó a los pies del Sumo Pontífice el estandarte real de los turcos como un trofeo el día 29 de septiembre, fiesta del Arcángel san Miguel, durante el ofertorio de la misa solemne que se celebró en Monte Cavallo, en la capilla pontificia de la Corte del Quirinal, a la que asistía la curia romana (estaba también presente nuestro Rvmo. P. General). La entrega del estandarte fue acompañada de una carta del mismo Juan Sobieski firmada en Viena el 13 de septiembre, que comenzaba así: “Vinimos, vimos y Dios venció”. Después de la misa el Sumo Pontífice entonó el himno Te Deum laudamus, al que se unió jubilosa toda la curia, mientras en toda la ciudad se disparaban morteros y repicaban las campanas.

No creo que esté de más describir el estandarte, cuyo regalo despertó tanto júbilo en Roma. Así lo describió el eximio religioso P. Luis Marracci de la Congregación de la Madre de Dios, nacido en Torcigliano de la provincia de Luca el 6 de octubre de 1612, y fallecido el 5 de febrero de 1700. Bordados en oro aparecen dos textos. En la parte superior se leen palabras del Corán dichas por Dios: “Te prometemos una vitoria ilustre”. En la parte inferior se leen otras palabras del Corán: “Se te perdonan los pecados pasados y futuros, y abundará en ti la gracias de Dios”. En el centro hay dos líneas, con la misma frase repetida en idioma árabe: La Ilah illa Allah, Muhammad Rasul Allah, que se traduce: “No hay otro Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta”[Notas 1].

El gozo de las Escuelas Pías fue conforme con la alegría de la Iglesia Romana. Para cumplir con la orden del Sumo Pontífice, los nuestros celebraron la misa en el templo de San Pantaleo el 25 de septiembre, a la que siguió el canto del himno Te Deum laudamus. El día 27 se celebró una misa expiatoria en el altar privilegiado por los fallecidos en la liberación de Viena de la invasión turca. Cuánto gozo produjo el triunfo de los cristianos en las Escuelas Pías, lo expresan claramente las dos cartas que escribió el Rvmo. P. Carlos Juan Pirroni.

“25 de septiembre de 1683. Al P. Provincial de Polonia.
Hemos recibido esta semana las dos cartas esperadísimas de Vuestra Reverencia, fechadas en Cracovia el 17 de julio y en Varsovia el 11 de agosto, con las noticias relativas al dolor y la agitación de la guerra. Respondemos con gozo de triunfo y fiesta, pues con la ayuda de Dios nos llegó el gozosísimo anuncio de la brillante victoria de los nuestros sobre el enemigo bárbaro, derrotado y eliminado. Toda la ciudad se alegra, y Su Santidad, a quien vuestro Serenísimo Rey ha enviado el estandarte otomano por medio de su secretario Talenti, ha cantado hoy solemnemente un Te Deum en la basílica de Santa María la Mayor, y a mandado que se toquen todas las campanas y se expresen otros signos de alegría en agradecimiento por tan señalado beneficio beneficioso para toda la cristiandad. Gloria a Dios, que da la muerte y da la vida…”
“25 de septiembre de 1683. Al Padre Francisco de Jesús María. Varsovia.
Entre todos los triunfos con los que toda la curia, o mejor toda la cristiandad, se alegra profundamente por la victoria sobre los bárbaros y expresa su alegría, tomamos la pluma hoy. Nuestro gran Dios, digno de toda alabanza, se ha dignado cambiarlas amenazas, los terrores y hostiles insultos de los que preparaban el yugo y las cadenas para el cuello cristiano, en gozo, palmas y victoria frente a la confusión del mismo enemigo. Llegaron durante esta semana sucesivas cartas que anunciaban no sólo la liberación del cerco de Viena, sino también la destrucción y dispersión de todo el ejército turco, con gloria máxima para el Emperador y para vuestro Serenísimo Rey, quien junto con una carta obsequiosa quiso enviar a Su Santidad el estandarte tomado por su propia mano a los enemigos, como signo de su gratitud amor y gloria, por medio de su secretario…”

El Rvmo. P. General, recordando los beneficios que siempre habían recibidos las Escuelas Pías de los reyes de Polonia, y deseando recibir en adelante otros para la recta educación de la juventud, incremento de nuestro Instituto y honra de la patria, apreciando de manera sincera y recta todas las cosas gloriosas hechas por el Rey de Polonia, hacia finales del año 1683 (en el mes de diciembre), escribió dos cartas, una al rey y otra a la Reina, que decían lo siguiente.

“13 de diciembre de 1683. Al Rey de Polonia.
Mientras suenan en todas partes los aplausos y triunfos a Vuestra Serenísima Majestad, no quise quedarme silencioso, pues no soy tan loco que ignore la alegría de toda la cristiandad, ni tan ingrato que no me alegre yo también. Y nada podría alegrarnos más que ver la ubérrima cosecha de la mano invicta de Vuestra Majestad, poniendo impunemente en el cuello del enemigo furioso las cadenas que preparaban para las manos cristianas. Los siglos presenten venerarán a Vuestra Majestad, destructor de la impía tiranía, y los futuros se alegrarán del esfuerzo realizado y el crecimiento en días de peligro. El estandarte en la Basílica Apostólica Vaticana atestigua el divino estatuto de segundo Josué ante el pueblo fiel, que implora que quiera añadir nuevos trofeos y expolios tomados del tirano de oriente. También yo con mi grey religiosa me siento obligado por los innumerables beneficios de vuestra generosidad, y aunque seamos pequeños, oramos para que tanto aumente la fama de Vuestra sublime Majestad y su virtud heroica, cuanto más se extienda la gloria de la Religión Católica y la confusión de sus impíos enemigos. Mientras tanto, esperando coas aún mayores, venero humildemente al invicto Rey y acérrimo defensor de la fe católica”.
“A la Reina de Polonia.
Serenísima Majestad: es justo que la augusta consorte sea venerada por todo el mundo por el heroico triunfo del Rey, y felicitar a Vuestra Majestad por las palmas cosechadas por la invicta diestra del Serenísimo Rey, de quien se espera que sea vencedor de los reyes de la tiranía otomana y heredero de la ínclita progenie del Imperio de Oriente, pues la gente de Sarmacia está destinada a una gloria grande, siendo toda la gente seguidores del S. Evangelio. Pues si sentimos nuestras manos libres de las cadenas impías, debemos atribuirlo al valor del piadosísimo Rey Juan. Oramos regularmente al Dios de los ejércitos para que las falanges bárbaras, que ya comenzaron a temer, experimenten seguro entre los peligros, entero entre los ejércitos, a su total exterminador, para que resplandezca entre los cristianos en la posteridad la fama del nombre y las virtudes de la sangre de Sobieski, y sea ampliamente emulado. Por lo demás, entre las ovaciones y triunfos de todo el mundo ruego humildemente a Vuestra Majestad que quiera tomar a la sombra de la poderosísima protección real, para que podamos compensar con nuestras oraciones a Dios, autor de las victorias. Quedo venerando los pies de Vuestra Majestad…”

Inocencio XI quiso recordar eternamente un gozo tan grande de la cristiandad instituyendo la fiesta del Santísimo Nombre de María. Así dice el Breviario Romano el 12 de septiembre (lectura 6ª del Oficio): “Se celebra este culto especial en toda la cristiandad desde el tiempo en que el Romano Pontífice Inocencio XI mandó que se celebrara en toda la Iglesia cada año este nombre venerable a causa de la victoria obtenida bajo la protección de la Virgen María contra el inhuma tirano turco, que amenazaba los cuellos del pueblo cristiano en Viena de Austria, para recordar siempre este magnífico beneficio”.

En Roma nos causó mucho gozo el gran ingenio de un clérigo nuestro, llamado Martín de S. Bruno. El Rvmo. P. General Carlos Juan Pirroni de Jesús escribió el 12 de febrero de 1684 al P. Ambrosio Prachowsky de Sta. Luzmila lo siguiente: “Pedí al H. Martín de San Bruno que leyera públicamente en el refectorio una elegantísima composición de agradecimiento por la victoria de Viena. Todos aplaudieron al orador. El estilo latino, la frase clara, la narración viva, el juicio piadoso y el arte oratoria. Felicitamos a este hermano nuestro y esperamos mayores cosas en las letras y las costumbres”.

Este Martín de S. Bruno, en el siglo Juan Jorge Schubart, vienés, había nacido el 24 de julio de 1662; vistió para clérigo de las manos del P. Jerónimo de la Natividad del Señor el 6 de octubre en Lipnik, y profesó allí mismo el 21 de octubre de 1683 en las manos del P. Rector, el P. Ladislao de S. Wenceslao. Falleció en Nikolsburg el 27 de agosto de 1733. Fue un varón notable en toda clase de virtudes, y a causa de su ingenio para la poesía se dijo de él que era un poeta nato. Atestiguan su alabanza diversas obras publicadas por él; además era un maestro para explicar la palabra de Dios, y recibió felicitaciones en ambos dominios. La obra principal de este padre es Barbiton Pentekontaxordon pentameres, dedicado al Ilmo. Sr. Otón José, de la Orden de los Caballeros del S.R.I., noble Señor de Guarient y Rall, etc.; Señor de los señoríos de Rauchenstein, Weickerstorff, Vosten-Rohr, etc.; Consejero de la S. Imp. y Real Majestad Católica en el gobierno de Austria Inferior; señor y mecenas gracioso y generoso. Obra realizada con variedad de metros y con elegante estilo, a la cual siguen algunos poemas con el título Cuatrocientas canciones pentámeras para la cítara de cincuenta cuerdas, y quince aclamaciones de amigos a la lira. Entre otros se encuentra una Oda al Ven. P. Juan Crisóstomo Salistri de S. Pablo, Asistente General de las Escuelas Pías, quien felicitó y aplaudió al autor del Barbiton.

Notas

  1. Memorie de’ Religioso per pietà e dottrina insigni della Congregazione della Madre di Dio, raccolte da Carnantonio Erra, Milanese, della medes. Congreg. Vol. 2 pag. 56 y 57