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Capítulo 60º. Sobre los PP. Generales Rvmos. José Agustín Delbecchi de S. Nicolás, Paulino Chelucci de S. José y Eduardo Corsini de S. Silvestre.
¿Pero habían bebido los prados? … Muy poco, en verdad. Quedan los nombres de los religiosos que por la fama egregia y el singular aplauso que consiguieron en el cultivo de las ciencias o las artes merecen no ser olvidados por nosotros nunca. ¡Cuántas son las obras de los nuestros que por ignorancia o por malicia están cubiertas por la sombra! ¡Nefasto es renunciar a la gloria legítima y justa!
Considero que vale la pena recordar a tres superiores generales, concretamente los PP. José Agustín Delbecchi de S. Nicolás, Paulino Chelucci de S. José y Eduardo Corsini de S. Silvestre, los dos últimos de los cuales por las decisiones jurídicas que tomaron influyeron mucho en mejorar el ingenio de los hermanos y la fama de nuestro instituto en Germania.
José Agustín Delbecchi de S. Nicolás fue un varón notable por sus virtudes religiosas, su ingenio y su saber. Nació en Oneglia el 11 de abril de 1697, ingresó en la Orden el 15 de mayo de 1717. Después de emitir en su provincia de Sicilia la profesión y terminar loablemente sus estudios, enseñó durante varios años primero filosofía y luego teología, en roma y otros lugares, a los nuestros y a los de fuera, con gran alabanza para sí y para nuestra Orden.
El año 1736, después de enseñar teología en el Colegio Nazareno, fue nombrado Provincial de Sicilia por el Rvmo. P. Juan Félix (Arduini), en cuyo cargo fue confirmado por el mismo en 1739. Después fue nombrado Procurador General, y después trabajó mucho como consultor de la Sagrada Congregación de Ritos para la causa de la que había sido nombrado postulador, la beatificación y canonización de nuestro Ven. P. Fundador, y la llevó al fin deseado. Comenzó a trabajar por la creación de un nuevo colegio con internado para adolescentes de buena familia en Roma, y lo siguió con gran industria y destreza.
Fue elegido Prepósito General de toda la Orden en el Capítulo General de 1748, y promovió la observancia regular de palabra y con el ejemplo, y se esforzó por aumentar la fama y el decoro de nuestra Orden. Cultivó el afecto del Emperador, como la prueba la carta siguiente:
- “Al honorable religioso y apreciado nuestro José Agustín Delbecchi, General de la Orden de las Escuelas Pías, Roma.
- Francisco, Emperador Augusto por la gracias de Dios, etc. etc.
- ¡Querido y honorable religioso! Estamos convencidos de vuestro afecto hacia Nos, como lo muestran la felicitación con motivo de la Santa Natividad de Cristo, que nos han llenado de gozo. La hemos recibido con benevolencia, y esperamos y deseamos que todo vaya bien según sus deseos de observancia y devoción, y confirmamos nuestra gracia imperial a toda vuestra Orden. En Viena, el diez de febrero de mil setecientos cuarenta y nueve, cuarto de nuestro reinado Francisco”[Notas 1]
Al terminar el primer trienio de su mandato, o sea en el año 1751, el rey Carlos Manuel de Cerdeña, que le tenía gran aprecio por sus distinguidos méritos y clara doctrina, lo propuso como obispo de Alguer, y fue nombrado para tal cargo; algunos años más tarde fue trasladado a la sede arzobispal de Cagliari, primada de toda la isla, y ejerció con gran talento su cargo. A pesar de su elevada dignidad, siempre respetó las peculiares virtudes del estado religioso que había profesado, principalmente la pobreza, que brilló hasta su muerte en su habitación, con su mobiliario y lecho. El Sumo Pontífice lo nombró visitador y reformador de los Frailes Menores de la Observancia, y también de los Hermanos de Sta. María de la Merced en la isla de Cerdeña. Presidió el Capítulo Provincial de los Frailes Carmelitas. Murió en el Señor en Cagliari el 1 de abril de 1977.
Paulino Chelucci de S. José vino al mundo en Lucca el 2 de abril de 1681. Vistió nuestro hábito el 19 de marzo de 1699. Dejó a nuestra orden viuda de su padre el 17 de enero de 1754.
Terminados los estudios, como se le veía con ingenio y aptitud para estudiar bellas artes y matemáticas, fue enviado a S. Pantaleo a enseñar retórica; luego fue nombrado prefecto en Urbino. Volvió después a Roma, para ocuparse de los estudios de Alejandro Albani, que más tarde sería Cardenal; era hijo del hermano de Clemente XI. Como claramente atestiguan las palabras de Mario Guarnaccio, que escribe sobre las vidas y hechos de los Papas y Cardenales de Roma en el año 1751, publicado por Venancio Monaldi, y que al referirse al Cardenal Albani dice lo siguiente: “Cultivó el estudio bajo el cuidado del P. Paulino de S. José de las Escuelas Pías, orador de renombre”. Poco después le ofrecieron una cátedra en la Universidad de la Sapienza Romana, en la cual enseñó Elocuencia durante cuarenta años con aplauso de todos. Fue nombrado rector del Colegio Nazareno por la jurisdicción externa, y en aquellos tiempos difíciles hizo que su obra fuera muy alabada por el Pontífice. Lo dirigió durante 12 años; introdujo el estudio de las matemáticas; y con el programa de los demás estudios, y con la disciplina de costumbres adquirió mucho prestigio. Enriqueció y aumentó la biblioteca comprada con sus sudores y esfuerzos. Reformó el edificio, ampliándolo con una finca vecina. Nombrado dos veces Asistente General, se ocupó adecuadamente de sus asuntos, y confirmó la observancia con su propio ejemplo, y cultivó las demás virtudes propias de un religioso, en particular la pobreza, que siempre observó en relación con sus alimentos y sus vestidos-
En aquel tiempo, además de diversos poemas escritos bajo el seudónimo “Trimuri Naviani, pastor de Arcadia”, publicó dos volúmenes de elegantísimos ensayos latinos, muy apreciados por eruditos de toda Europa, y considerados como modelo de elocuencia latina por los expertos de Leipzig y comercializados para el estudio de la juventud. También publicó obras de álgebra y aritmética, apreciadas por la gente entendida y reeditadas varias veces.
En el año 1751, al ser promovido al episcopado de Alguer en Cerdeña el P. José Agustín Delbecchi de S. Nicolás, le sucedió con el cargo de Vicario General por ser el asistente más antiguo. Pero el Sumo Pontífice Benedicto XIV, con el que tenía gran familiaridad, y cada semana le recibía, para aumentar su dignidad, cosa que siempre había hecho, por un Breve apostólico lo nombró General de la Orden. En este cargo se dedicó a trabajar con todo su empeño el observantísimo varón, y el peso del trabajo lo llevó a la muerte. Muchos lo echaron de menos, y no sólo cardenales y próceres romanos, sino también el Sumo Pontífice, que cuando se puso enfermo enviaba cada día alguien a visitarlo, y en alguna congregación pública celebrada en aquel tiempo lo alabó muchísimo. Nuestro Chelucci falleció el 17 de enero de 1754. Como conviene al decoro del General de la Orden, y se celebró un funeral en el que dijo la oración fúnebre latina el P. Juan Luis Bongiochio de S. Francisco Javier, que fue muy alabada, en nuestra iglesia de S. Pantaleo, al que asistieron para honrarle, además de otros Superiores Generales, los profesores togados de la universidad de la Sapienza. Se imprimió aquel discurso, así como el que dijo en su elogio a los ocho días el P. Francisco María Bonada, maestro de elocuencia de Propaganda Fide, en el Colegio Nazareno, a cuya celebración acudió togado el Cardenal Vicario e innumerables próceres, para expresar el amor que siempre habían tenido a nuestro Paulino. La vida de este varón famosísimo fue escrita por Juan Erhard Kappio, en Liepzig, el año 1753, en el prefacio de dos volúmenes de ensayos suyos.
El P. Martín Schuberth, poeta celebérrimo, quiso honrar a este hombre famosísimo, el P. Paulino Chelucci. En el Archivo General de las Escuelas Pías hay un volumen manuscrito que se titula Odario de la Vanidad a Lyca, del autor P. Martín citado, dedicado al Muy Rvdo. P. Paulino de S. José, profesor emérito de elocuencia en la Universidad de la Sapienza Romana, y antiguo rector del Colegio Nazareno de la ciudad. Y el P. Quirino Kralowetzky de S. Agustín publicó un Elogio u oda fúnebre en honor del P. Paulino Chelucci, con un prefacio de la Sociedad Latina de Jena, 1754.
Se puede ver el aprecio que tuvieron en Germania las obras de elocuencia y de matemáticas del Padre Paulino por las obras que publicaron algunos de los nuestros.
El P. Alejo Cörver de Sta. María Magdalena publicó las Instituciones Aritméticas del P. Paulino Chelucci de S. José, a las cuales añadió algunas observaciones para acomodarlas a su patria, y él mismo publicó Once Discursos que había pronunciado en la Universidad de la Sapienza Romana en 1746.
El P. Ignacio Norberto Conrad de la Pasión de Señor publicó en Buda en 1754 el volumen segundo de los Discursos del P. Paulino Chelucci Sch. P. en la Universidad Romana de la Sapienza, con un elogio al autor en el prefacio.
El P. Fulgencio Obermaier de S. Miguel editó la Aritmética Práctica a partir de la obra del P. Paulino Chelucci Sch. P. adaptada, acerca de cómo resolver fácilmente cálculos de compras y ventas. En Varsovia, 1760.
El P. Eduardo Job de S. Colomano ofreció algunas muestras de las Instituciones analíticas del P. Paulino Chelucci Sch.P. en Viena, en 1761, cuando el Conde Carlos Vicente de Salm pasó un examen público de física y matemáticas en la Academia de Nobles de Saboya bajo el auspicio de la augusta María Teresa.
El P. Antonio de Wasserthal de S. Adolfo publicó en Viena en 1774 Razón algebraica de cálculo integral a partir de la obra en latín del P. Paulino Chelucci Sch. P. y El Arte de los Números, a partir de la obra latina del Paulino Chelucci Sch. P., traducida a la lengua vernácula, en Viena, 1777.
Y el citado P. Quirino publicó en Germania (en Liepzig, Bratislava y Ulm) con gran belleza y elegancia Discursos y sermones de los ilustres religiosos de nuestro instituto los PP. Paulino Chelucci, Alejandro Politi y Bernardo Guilielmini, para uso de los entendidos en lengua latina, reuniendo ejemplos de ameno ingenio.
Pasemos ya a otra gran honra de las Escuelas Pías.
Eduardo Corsini de S. Silvestre nació en Felicaroli, territorio de Fanano, el 4 de octubre de 1702. Se unió a las Escuelas Pías el 14 de octubre de 1717.
Fue un varón insigne famosísimo por sus virtudes y méritos. Era excelente en casi todas las disciplinas, en especial en filosofía, matemáticas, filología, letras latinas y griegas, de modo que no sólo las enseñó brillantemente todas primero en Florencia, sino que luego enseñó filosofía durante muchos años en la Universidad de Pisa, y además dejó muchas obras escritas de gran valor, que le ganaron al ser impresas mucho prestigio entre los eruditos del mundo.
Mientras tanto siempre vivió una vida de integridad e inocencia, con dulzura de costumbres y siendo alabado por su piedad, prudencia, consejo y justicia, de modo que todos le querían y le respetaban mucho. En 1754 hubo Capítulo General, y fue elegido vocal por la provincia de Toscana. Todos vieron en él un hombre de ciencia y virtud, y se ganó el favor de los padres de las diversas regiones. Por lo que no costó mucho que decidieran confiarle el gobierno de toda la Orden, de modo que cuando se propuso su nombre como candidato casi todos los reunidos votaron por él y lo eligieron por aclamación Supremo Moderador de todo el instituto.
El P. Eduardo Corsini tomó en mano y resolvió asuntos de gran interés para la Orden. El primero, por un decreto del Capítulo General, con fecha 6 de mayo, propuso con su Congregación que en lo sucesivo los cuatro Asistentes fueran elegidos según el criterio siguiente:
- 1.La provincia Romana, según la costumbre, siempre tendría un asistente. Un rescripto de Benedicto XIV, con fecha 26 de abril de 1754, lo confirmó.
- 2.Las provincias de Liguria, Nápoles, Toscana y Apulia, uno.
- 3.Las provincias de Bohemia, Polonia, Hungría, Lituania y Austria, uno.
- 4.Las provincias de Sicilia, Cerdeña, Aragón, Cataluña y Castilla, uno.
Los padres ultramontanos declararon que aceptaban esta división en cuatro clases de provincias nuestras en el Capítulo General de 1760, de modo que no aumentase el número de asistentes, sino que siguiera siempre tal como estaba, de modo que si se formasen nuevas provincias ultramontanas se debería hacer una nueva clasificación de las provincias, y las provincias ultramontanas tendrían siempre dos asistentes. Todo el Capítulo aprobó la propuesta de estos padres, y se incluyó fielmente como declaración capitular en las actas del Capítulo General[Notas 2].
El P. Corsini logró un acuerdo en cuanto a la duración del generalato. Varios vocales en nombre de sus Provincias propusieron y pidieron al Capítulo el año 1754 que en adelante el cargo de Prepósito General no fuera sólo para un sexenio, sino vitalicio. El P. Eduardo Corsini presentó la petición a Benedicto XIV, Pontífice Máximo, quien el 25 de septiembre de 1756 decretó una constitución que comenzaba Inter multiplices, sobre la manera de contar los votos para aprobar o rechazar un generalato vitalicio. Más tarde decidió la cuestión el mismo Sumo Pontífice con una constitución titulada Christianae pietatis, con fecha 14 de enero de 1758, en la que se decretaba que el Prepósito General de las Escuelas Pías sería elegido para una duración de doce años, a partir del Capítulo General que se celebraría en 1760, y que el Capítulo general se celebraría sólo cada doce años.
Al terminar el sexenio de su generalato, con gran prestigio suyo y de la Orden, el P. Eduardo Corsini se retiró gustoso a sus interrumpidos estudios. Y en Pisa y Florencia habría publicado muchos libros, y sus conocimientos le habrían dado honor ante muchos sabios de Europa, cabezas coronadas e incluso Sumos Pontífices, por su doctrina, si no hubiera sido atacado de repente por el mal que se llama apoplejía, que cortó el curso de su vida entre las lágrimas y lamentos de los presentes de este hombre digno de una vida más larga, en Pisa el 30 de noviembre de 1765. Fue sepultado en la iglesia de los padres Carmelitas Descalzos, y su ataúd fue depositado en una fosa hecha en el lugar más noble, ante las gradas del altar mayor, con gran asistencia y dolor de profesores de la universidad y de toda la ciudad, que lamentaron amargamente esta calamidad, viéndose privados del varón en el que había tanto conocimiento, tanta habilidad, tanta probidad e integridad, y tanta fama de ilustre, que sólo esta podría cubrir de esplendor su cargo. El erudito Trombelli, cuando se enteró de la muerte del P. Eduardo Corsini dijo: “¡Ay, letras afligidas! ¡Oh, año en verdad calamitoso!”