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Capítulo 64º. Descripción de las solemnidades en memoria de la Canonización de nuestro Fundador S. José de Calasanz de la Madre de Dios, en Germania.
Tomo lo siguiente de un escrito excelente manuscrito que lleva por título Alabanzas a S. José de Calasanz, que se encuentra en el Archivo de nuestra Orden en Roma:
“Donde el pueblo es pía y santamente educado, allí la confianza al fraude, la piedad al crimen, la honradez a la torpeza, la continencia a la lujuria, y en resumen las virtudes aplastan, borran y hacen huir a los vicios. Pues en la disciplina del pueblo se contienen abundantemente la verdadera religión hacia Dios, el culto de las cosas divinas, el respeto a los príncipes, la autoridad de las leyes y todas las cosas que se refieren al bien común. De ahí que el famoso Licurgo dijera de manera simple el adagio según el cual la grandeza, la fuerza y la felicidad de la república dependen solamente de la disciplina del pueblo…
“A ti, Calasanz, que enseñaste aquella disciplina en la que se contienen la religión integérrima y las letras florecientes, ¿qué alabanzas te daremos, con qué acciones te seguiremos? Las casas, los templos, las plazas, todos lugares de la ciudad, en toda Italia, en Germania, España, Polonia y demás regiones y provincia donde se acumular ubérrimos los frutos de tu Orden, te dan las gracias, y con tu divino consejo, con tu protección y tu ayuda sienten que se les ha devuelto la antigua dignidad de la Orden y de las ciencias y se felicitan mutuamente. Consolidada la piedad, reforzada la fe, que son finalmente los fundamentos y principios de la republica, que habían sido debilitados por la ignorancia o por la impiedad; tu obra establecida, confirmada y de nuevo conociendo un esplendor mayor y un brillo más grande… ¿Quién es tan desconocedor de las cosas que no aprecie claramente la gran utilidad de Calasanz para el bien de la república, cuando se dedica a instruir en los colegios en una disciplina sólida de la manera más honorable a los adolescentes nobles, que luego administrarán los negocios públicos, proclamarán las leyes, tomarán las armas?... Puesto que las ciudades se rigen sólo con la virtud y la sabiduría y la impericia de la multitud es controlada principalmente por la fuerza de los discursos, hay que formar virilmente a los príncipes para que brillen por ingenio y prudencia tanto como por la grandeza de su dignidad…
“Por lo tanto, si a aquellos que fueron beneméritos con la república a causa de sus grandes gestas recibieron títulos honoríficos, de modo que nada sería tan ingrato por parte de su descendencia que callar sus alabanzas, ¿qué dirán de ti, Calasanz, grandes reinos, provincias florecientes, ciudades antiquísimas?...”
Los reinos, las provincias y las ciudades dijeron lo que convenía de nuestro Padre y Fundador cuando se oyó la voz del oráculo del Vaticano dirigida a todas las gentes, proclamando que José de Calasanz de la Madre de Dios había ascendido a la gloria de los santos. ¿Quién podrá describir la alegría que sintieron multitud de adolescentes, y el inefable júbilo con que celebraron la apoteosis tantos padres de las Escuelas Pías con actos de culto y aplauso literario?
Hay muchos documentos que testimonian sobre el gozo y exaltación genuinos. Ciñéndome a lo que ocurrió en Germania, transcribiré tres descripciones de nuestro Archivo General romano de las solemnidades celebradas en memoria de la canonización de San José de Calasanz de la madre de Dios, nuestro fundador, en el año 1768.
En el colegio de Litomysl. Frente a la iglesia, célebre en toda Bohemia por su magnificencia, se construyó un arco triunfal, dividido en tres partes conforme a las puertas de la iglesia. Sobre la puerta central se leía esta inscripción: A San José de Calasanz, Fundador de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, padre suyo, sus hijos exultantes H.M.PP. Aquí había dibujado un globo terráqueo que estaba ceñido por esta frase: Quienes educan a muchos en la justicia. Sobre el globo terráqueo había un cielo con estrellas, en el que estaba escrito: Brillarán como estrellas. Sobre las puertas laterales se habían levantado dos pirámides, que enmarcaban entre las dos los cuatro votos de nuestros instituto, expresados con imágenes simbólicas. A lo largo del espacio que rodeaban unas verjas, la parte inferior era distinta de la superior, en la cual se veía sostenida por ángeles entre columnas una imagen del Santo Padre pintada tal como imaginamos que un hombre está en el cielo. A cada lado de la imagen se veían dos Sumos Pontífices: Benedicto XIV, que lo beatificó, y Clemente XIII, quien lo añadió a la lista de los santos. Una corona ceñía el margen superior de la imagen, y flores, éntrelas cuales brillaba vestido de oro el sello de las Escuelas Pías. Y todas las cosas estaban dispuestas de tal modo que en su momento se podían instalar más de 1200 lámparas para ser encendidas por la noche.
El interior de la iglesia no estaba menos adornado. En la parte inferior estaban colgados iconos en los cuales se representaban principalmente los milagros del Santo.
- 1.Había una tempestad de rayos y truenos, y entre ellos el clérigo Agustín, librado de una muerte cierta por los méritos de José, con esta inscripción: José libra al ausente del golpe del rayo: ¿quién de los nacidos de este Padre perecerá después?
- 2.Se veían ángeles por obra de los cuales llegaban cartas de otros a José, y luego él las enviaba a otros. Con este texto: A través de los mares, a través de la tierra tus deseos son cumplidos: el ángel es quien te lleva los deseos, y quien devuelve los tuyos.
- 3.Se ve el prodigio de Nursia, en el cual los ángeles abrieron a José las puertas de la ciudad y del templo, y aparecía un texto que decía: Es tarde para el caminante, pero el Ángel portero abre las puertas cerradas de la ciudad y del templo.
- 4.Una tempestad marina, calmada varias veces por el patrocinio de José, que salva de las olas a un marinero, con la inscripción: El airado Ponto venera el nombre de José, y el marinero vuelve a salir de en medio de las aguas.
- 5.El hermano Antonio Bernanrdini es resucitado de entre los muertos por la voz de José, con el texto: El Padre orando devolvió la vida al hermano que estaba a punto de ser enterrado; qué dulce es volver morir cuando el Padre ora.
- 6.El cardenal Justiniani se recupera inmediatamente por medio de la comida que José le había enviado, con esta inscripción: ¿Quién rechazaría la vida de la que José es servidor? La muerte huye cuando come el alimento que él le envió.
Además de estos seis más grandes, había otros seis un poco más pequeños expuestos en el presbiterio y en las dos capillas vecinas. En el primero de los cuales se veía a Constancia Caminati curada de un marasmo y de un edema; en el otro a Vicenta Buada curada de la parálisis, con este texto: Unidas la tisis y el edema, y siendo inútiles los esfuerzos de los médicos, la intervención de José hace el trabajo médico. En el otro: La que había puesto en el lecho burlándose de la paciente, no pudo burlarse del arte de José.
En las otras cuatro imágenes se veía: al niño de Frascati resucitado; a Salvador Morelli, paralítico, en el momento de recobrar toda la salud; a Cristina Cecherini, liberada de varias enfermedades; a la joven Florencia Tanteri librada de un aneurisma. Todo estaba superado por la parte frontal del altar mayor, cuya parte central estaba cubierta de tapices de seda, y delante de ellos se había construido un baldaquino en armonía con ellos, con el borde dorado, y que con muchas flores sujetas a él rodeaban una imagen del Santo en el cielo, con ángeles que llevaban los signos de la victoria, mostrándolos: el laurel y la corona. Desde el altar hasta el limbo en el que se encontraban la imagen ardían más de 100 cirios, muchos de ellos de dos libras. Se añadía a esto un órgano de 16 pies de altura, con 30 registros, como los llaman, y que comenzó a sonar con motivo de esta celebración.
Finalmente delante del edificio de las Escuelas Pías había otro arco triunfal, en el cual se habían representado las imágenes de las artes liberales, pintadas sobre la madera, y también la imagen de la Piedad y la Inteligencia. Y la imagen del santo era ceñida por niños entregados a él que los recibía amorosamente en las escuelas, con el texto: Tu herencia es el pobre; tú serás el protector del huérfano.
El 20 de agosto, antes de la solemne oración de vísperas, la insigne estatua que se había comprado por 200 florines renanos y que se iba a llevar a nuestra iglesia fue sacada de la parroquia decana, tocando todas las campanas de la ciudad, y con salvas de morteros. Delante de ella iban los alumnos del internado; les seguían los alumnos de las escuelas vernáculas con banderas; a ellos les seguían con los estandartes de la congregación todas las clases de las escuelas de humanidades, y cada escolar llevaba encendida una vela. Venían después las tres clases de artes con 11 pendones mayores. Después un numeroso coro de músicos cantando dulcemente el himno Este Confesor; después de cada estrofa cuatro pares de tímpanos tocaban la melodía. Después, elegidos de las diversas cofradías, venían 18 pares de monaguillos, también con las velas encendidas. Finalmente era llevada la solemne estatua de San José, una obra de cera plástica, que parecía viva, llevados por los seis estudiantes de retórica con mejores calificaciones; otros les acompañaban con lámparas nuevas instaladas sobre largos palos. Seguía inmediatamente, con la cruz entre dos estandartes, nuestra comunidad religiosa, aumentada con los de Reichenau y Trübau; muchos franciscanos, tanto reformados como capuchinos; abundante clero secular, y finalmente el Rvmo. Vicario arzobispal foráneo, con capa pluvial, y 4 capellanes en dalmática asistiéndole. Después de ellos seguían con gran piedad los Ilmos. Sres. condes de Waldstein, señor del lugar, y José de Thun, señor de Choltitiz, y sus esposas. Finalmente los señores oficiales de la corte, luego los administradores, un gran número de magistrados de la ciudad, y detrás los cofrades de las cofradías de la Santa Cruz y de la Santa Virgen, todos con velas encendidas. Para terminar, una gran cantidad de gente piadosamente reunida. Cuando entramos en la iglesia, cantamos las vísperas solemnes presididas por el Vicario foráneo, que impartió la bendición con el Santísimo sacramento, y de esta manera se terminó esta primera ceremonia.
El día 21 el Rvmo. General de los Canónigos Regulares del Stmo. Sepulcro, y mitrado en Zdarad de Praga, celebró la Misa Pontifical. Presidió las segundas vísperas un canónigo, sacerdote jubilado, de la iglesia colegiata de SS. Cosme y Damián en Alt-Bunzlau. Terminadas las vísperas, hubo una cantata en alemán, obra de nuestro P. Silverio (Víctor Kolencz de S. Zacarías), cuya sinopsis impresa se distribuyó.
El 22 se tuvo una Conclusión teológica solemne además de la misa y las vísperas. El día 23 después de las vísperas fue representada por los estudiantes de retórica y poética la elegante obra dramática La paz devuelta a Barcelona por S. José de Calasanz. El día 25 los estudiantes de gramática representaron la hermosa obra dramática Gloria de S. José de Calasanz bajo la figura de José el Egipcio. El día 26 los alumnos de la clase inferior de gramática ofrecieron un diálogo piadoso mostrando a S. José de Calasanz como príncipe de los estudiantes en la universidad de Lérida. El día 27, que es la fiesta de San José, el P. Leopoldo (Schwamberger de S. Wenceslao, profesor de elocuencia, dio una conferencia en latín en alabanza del Santo, sobre La paciencia de Calasanz, humilde en los tiempos prósperos, fuerte en los adversos, manso frente a las ofensas y calumnias según la frase de S. Cipriano en el libro Sobre el bien de la paciencia. Fue impresa con el fin de distribuirla a muchas autoridades. Luego hubo otra cantata, celebrando las Victorias de José sobre los tres enemigos, el mundo el demonio y la carne. El día 28 después de las vísperas se dio fin a las solemnidades, después de catar el Te Deum y dar la solmene bendición con el Stmo. Sacramento. Como el primer día, en este último la fachada de la iglesia estaba iluminada con 1200 lámparas, y con el son de trompas y tímpanos, hubo una exhibición de fuegos artificiales con explosiones de morteros para disfrute de los espectadores.
Además de la conferencia en latín, hubo catorce sermones en bohemo y en alemán durante este octavario, dichos en parte por eclesiásticos seglares, en parte por regulares. Durante estos ocho días vinieron a rezar de veintitrés localidades vecinas. Por parte del clero, intervinieron en estas solemnidades, además del ya citado General con el Vicecustodio del Stmo. Sepulcro, el Vicario foráneo del arzobispado, 3 decanos, 20 párrocos, 40 capellanes, 32 regulares de diversas órdenes. Se puede calcular cuánta fue la multitud de gente que vino a partir del dato de que los que recibieron la comunión fueron más de 46.000. La consecuencia de estas celebraciones es que el culto de S. José de Calasanz se propagó a lo largo y a lo ancho con esta solemnidad, que era lo que se buscaba, para mayor incremento de la piedad.
En la casa de las Escuelas Pías de Auspitz. Después de las primeras vísperas, tras la señal de salvas de morteros, todas las campanas sonaron durante una hora. Al día siguiente por la mañana el clero con el pueblo se congregó en la capilla de la Santa Cruz en el monte de la Cruz, que está junto a la ciudad, a donde habían acudido procesiones de diez parroquias vecinas, y se fue en procesión hacia la iglesia parroquial (de la que nos ocupamos nosotros) según este orden: en primer lugar iban tres peanas con estandartes; luego todos los estandartes de las parroquias, en número de veinte; después media centuria del regimiento imperial; los niños de las escuelas; la estatua del Santo Padre, que eran llevada por cuatro eclesiásticos vestidos con dalmática entre seis portadores de lámparas; seguían 8 sacerdotes que llevaban casullas iguales, y el Rvmo. Canónigo de Nikolsburg vestido con la capa pluvial entre el diácono y el subdiácono. Venía después el Ilmo. Sr. Conde de Kaunitz, coronel con sus oficiales militares, a los que seguía el magistrado de la ciudad; luego venían otra media centuria de soldados, y finalmente un gran número de gente. Cuando entró la procesión en la ciudad se hicieron dos disparos de mortero, y los militares dispararon bombardas durante la misa. Por la tarde el arco triunfal erigido ante nuestras escuelas fue iluminado. Del mismo modo el misionero del regimiento citado, de la Compañía de Jesús, hizo erigir un arco triunfal ante su casa, que cada una de las tres noches fue iluminado con numerosas lámparas. Ene se arco se leía esta inscripción: “Aquí, José, el piadoso vecino te rinde honor, que te considera verdaderamente santo por tu piedad. Pues a los jesuitas no les falta piedad”.
En la casa de Altwasser. El domingo XII después de Pentecostés por la mañana el Excelso Príncipe de Schaffgotsch, obispo de Bratislava, vino en un carro de seis caballos precedido y seguido de soldados húngaros a caballo desde Joannisberg, donde reside, a Altwasser. Sonando las campanas, le recibieron debidamente los religiosos y alumnos puestos en orden ante el colegio; luego, según las instrucciones dadas por sus enviados tres días antes, nuestros religiosos le acompañaron a la habitación del P. Provincial. Después de descansar un rato, el príncipe obispo entró en la iglesia con gran acompañamiento, y después de adorar el Stmo. Sacramento, se dirigió al trono del lado del evangelio, y tras entonar el canto del himno Este confesor, cantado por el coro, recitó la colecta de S. José de Calasanz. Luego, sentado en el centro de la iglesia, escuchó el sermón, cosa que también hizo los dos días siguientes, tanto por la mañana como por la tarde, y de este modo escuchó a seis predicadores que había elegido él mismo, a los cuales alabó después mucho. Terminado el sermón, el excelso, vestido con sus preciosos hábitos episcopales, los que usó el día de su consagración, cantó la misa en la cual, según su deseo, después que el coro cantara el Kyrie eleison, se leyó la bula de la canonización de S. José de Calasanz en alemán. Después de la misa, tras una pausa, de rodillas en medio del presbiterio dijo las oraciones para ganar la indulgencia plenaria.
Llevado después a la habitación en el que iba a pasar la noche, contó el resumen del sermón a los religiosos nuestros que no lo habían podido oír porque estaban confesando a los fieles, y lo mismo hizo los demás días. Poco antes de ir a comer, llamó al padre rector y le dijo: “Durante estos tres días yo seré el rector, y V.R. será mi vicerrector”. Y a partir de entonces no llamó al P. Rector con otro nombre que el de vicerrector. Antes había enviado a nuestro colegio un ciervo, tres cabritos, una ternera y dos barriles de delicioso vino húngaro, etc. etc.
El obispo, sentado en el trono, siempre asistía a las misas cantadas y a las vísperas presididas por el arcipreste durante el segundo y el tercer día, con gran edificación de toda la gente. Durante las vísperas era digno de notar que el príncipe tenía en su mano derecha un rosario que rezaba devotamente, según él mismo contó porque una matrona de su familia le pidió que hiciera así cuando rezara. Finalmente el tercer día el Excelso dirigió una procesión con toda pompa por la ciudad, y una vez de vuelta a la iglesia impartió la bendición con el Stmo. Sacramento al numerosísimo público, después de cantar el himno ambrosiano.
Luego antes de abandonar nuestro colegio llamó al padre rector y le dijo. “¡Querido P. Vicerrector! Ahora devuelvo a V.R. el cargo del rectorado”. Oyendo lo cual, el P. Rector se arrodilló, besó la mano del obispo y le dio humildemente gracias por devolverle el rectorado, y con los demás religiosos nuestros le pidió la bendición episcopal.
Durante este triduo recibieron la comunión diez mil personas en nuestra iglesia.