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Capítulo 65º. Sobre los PP. Estanislao Jerónimo Konarski de S. Lorenzo, Alejo Horanyi de S. Juan Nepomuceno y Remigio Nordeck de S. Luis.

Antes de terminar mi trabajo es necesario hacer mención gloriosa de tres religiosos de las Escuelas Pías que, lo mismo que el P. Guido Nicht de los Ángeles brilló como una gema preciosa para la provincia de Bohemia, Moravia y Silesia en el tiempo al que se refiere este Esbozo, del mismo modo iluminaron con su magnífico esplendor las provincias de Polonia, Hungría y Austria. A saber, los PP. Estanislao Jerónimo Konarski de S. Lorenzo, Alejo Horanyi de S. Juan Nepomuceno y Remigio Nordeck de S. Luis. Hablaremos de ellos en detalle.

En un lugar especial y decente de nuestra iglesia de Cracovia se guarda un corazón, metido en una caja metálica construida por un óptico judío llamado Pick, que había exhibido con otros objetos en el museo de Varsovia, y que regaló generosamente a la casa escolapia. Es el corazón del P. Estanislao Jerónimo Konarski de S. Lorenzo.

Venía de una familia nobilísima del reino de Polonia, y relacionada por la sangre con otras muchas familias principales, no sólo del reino de Polonia, sino de toda Europa; celebérrimo por sus singulares dotes de alma e ingenio, por sus admirables virtudes y por su sabiduría increíble.

Nació en Zarczyce en el palatinado de Cracoviael 30 de septiembre de 1699; ingresó en la Orden el 6 de agosto de 1715. Tras hacer el noviciado de la vida religiosa de manera muy loable, se distinguió en los estudios de las artes liberales y filosofía. Y entonces enseñó en las escuelas superiores hasta las humanidades, con gran provecho de sus alumnos. Después fue enviado por sus superiores a Roma, donde adquirió una gran erudición en teología, y un amplio de la más pura latinidad, para la cual había nacido, de modo que entre tantos hombres famosos por sus conocimientos, él fuera de su patria, enseñó elocuencia en el colegio nazareno durante dos años. Llamado a enseñar en su patria, durante cuatro años enseñó a los nuestros retórica, política, historia y otras materias del género, de manera insuperable, poniendo en ello suma diligencia, juicio y habilidad, sin esperar de todo ello (cosa rara) sino la gloria de Dios, la alabanza de nuestra Orden y el bien de la Patria.

Las leyes de la patria se dictaban en cada reunión de las cortes generales, de modo que estaban dispersas y diseminadas. Él las reunió y ordenó con gran esfuerzo y con gran aprobación y utilidad de la gente en seis volúmenes. En Polonia las letras y la disciplina estaban muy corruptas, y él declaró guerra acérrima a todo ello (con muchos que se oponían a sus intentos de mejorar), y en parte enseñando a unos, en parte con el magnífico libro Para corregir los defectos de la elocuencia, devolvió las letras y la sagrada y profana elocuencia a su estado prístino. Luego introdujo en su patria las matemáticas, una mejor y más útil filosofía y la teología. Ya hacía más de sesenta años que la república estaba desprovista de ayuda y consejo. Cuando se celebraban cortes generales a petición de un legado las decisiones eran declaradas nulas, y contra ese veto tribunicio nadie en todo el reino, ni de los próceres ni de laos ciudadanos, se atrevía a escribir o a hablar. Él, sin embargo, con una gran fuerza de ánimo y sabiduría trató este asunto dificilísimo, y editó en cuatro volúmenes sobre la manera de concluir eficazmente las reuniones de cortes, y a consecuencia de ellos todos los ministros de la república, los senadores y ciudadanos más notables le escribieron, comunicándole su felicitación y su aprobación. Y estas cartas publicadas testimonian para la posteridad sus méritos para con la república. Lo indica también la medalla de oro concedida por el rey Estanislao Augusto, rey de Polonia, amantísimo de las letras y doctrinas, que tenía en una parte su imagen, y en otra libros escritos por él por el bien público, con esta inscripción: Sapere Auso (a quien se atrevió a saber), porque se atrevió a rebelarse contra el corruptísimo currículo de estudios, sostenido sin embargo por todos en Polonia, y contra la inveterada pero perniciosísima costumbre de los consejos. Por lo demás siempre tuvo en su habitación una especie de sede de la sabiduría, y domicilio de consejos, a la que acudían cuando había que discutir de temas difíciles de la república tanto los delegados de las provincias convocados a las cortes generales, como cualesquiera ciudadanos que necesitaban consejo. Y nadie era más perito que él para discernir acerca de esas cosas.

Estaba más interesado en defender la religión católica que su propia vida, de modo que cuando en aquel reino surgían a veces perturbaciones a causa de las ambiciones de los heterodoxos o de los intentos de los impíos, él escribía libros incluso en detrimento de su salud, para salir al paso de su audacia. Al final escribió un libro sobre la religión de los hombres honrados frente a una publicación de los teístas del infierno.

Para educar mejor a la juventud noble de la patria en toda virtud y ciencia, instituyó el primer colegio de nobles (lo cual fue sumamente difícil) en el reino de Polonia, y comenzó y ordeno prudentísimamente el primero de Vilna. Consiguió crear otro en Lviv, tras superar numerosas dificultades, y lo estableció. En Varsovia, con el único apoyo de la providencia, construyó, erigió y dotó de magníficas normas otro, a ejemplo del Colegio Nazareno. Queriendo consolidar el estado de su provincia, compiló en óptimo orden las leyes, privilegios y estatutos, y prescribió una ratio studiorum prudentísima, de la cual dice lo siguiente el P. Valentín Caballero: “No es infrecuente, en lo que se refiere a establecer óptimas normas pedagógicas, que nos lamentemos acerca de nuestra pobreza. Y con razón, si así fueran las cosas. Pero también es cierto que hay hombres de grandísimo conocimiento, que no sólo nos dejaron sus famosos ejemplos, sino que también establecieron instituciones. Entre los cuales brilla el Muy Rvdo. P. Estanislao Konarski, famoso escolapio del reino de Polonia. A este se debe, según la vigente y perpetua tradición de la provincia de Polonia, la redacción del Reglamento que proclamó el Muy Rvdo. P. Cipriano Komoronski, a la sazón superior y visitador apostólico de la provincia, el cual el sapientísimo Papa Benedicto XIV declaró que había sido escrito diligente, oportuna y prudentemente”[Notas 1]. Escribió varios elegantes libros sobre temas de retórica y poética, llenos de recóndita sabiduría. Visito muchas veces las naciones extranjeras, como Germania, Francia e Italia, a causa de negocios públicos, o para aportar alguna novedad dentro de su campo de intereses.

Aunque era digno de honores, los rechazaba con todas sus fuerzas. Pero apenas lo logró: a causa de la muerte tuvo que tomar las riendas de la Provincia como Superior durante diecisiete meses. Fue enviado a Francia como secretario adjunto al embajador. Le ofrecieron un obispado y lo rechazó; los reyes de Polonia le ofrecieron el cargo de senador y de presidente honorario, pero imitando el ejemplo de nuestro Santo Padre, por amor a su instituto lo rechazó siempre. Fue muy amado de los grandes, en especial del papa Benedicto XIV, de Augusto II, Augusto III; del Duque Estanislao de Lotaringia, reinando luego con el nombre de Estanislao Augusto, reyes de Polonia, y también del Rey Cristianísimo Luis XIV, el cual le pagaba una cuantiosa pensión cada año. En una palabra: fue un hombre muy notable por la destreza, felicidad y eficacia para hacer las cosas; asiduo, incansable y laboriosísimo para leer, escribir, enseñar, predicar y gestionar negocios, siempre que la salud se lo permitió.

Cuánta fue la estima que tenía por el P. Konarski y por las Escuelas Pías el rey de Polonia lo pone de manifiesto la carta escrita al Rvmo. P. General José María Giuria de S. Juan Bautista por Augusto, que dice así:

“Estanislao Augusto, Rey de Polonia por la gracia de Dios, Gran Duque de Lituania, Rusia, Prusia, Mazovia, Samogicia, Kiovia, Volymnia, Podolia, Podoloquia, Livonia, Smolensko, Suecia, Germechovia, etc. etc.

Muy Rvdo. P. José María Giuria: nos dio mucha alegría la carta de tu paternidad que nos trajo el P. Konarski, hombre probo y querido para nosotros, en la cual vemos el respeto que muestras hacia Nos y nuestra dignidad real. Ya dimos muestra abundante de nuestra benevolencia e inclinación hacia la familia de las Escuelas Pías que presides merecidamente, pues vimos que en ella hay un método serio para formar a la juventud en la piedad y las bellas artes. No dudamos que tu paternidad se preocupará por ella con autoridad, y de este modo seguirá ganando méritos ante nosotros, de modo que ganando nuestra benevolencia, nos podremos seguir mostrándole nuestra benevolencia. Mientras tanto rogamos a Dios Omnipotente por tu paternidad, Muy Rvdo. P. José María Giuria, para que te bendiga en todo. En Varsovia, a 16 de enero de 1765. Estanislao Augusto, Rey.”

Lo que es más notable es que un hombre, tan dotado por Dios, tan apreciado por los príncipes y por todos los ciudadanos, era muy religioso, modesto, afable, servicial con todos, y muy piadoso con Dios. Cada día iba a misa, si no podía celebrarla él mismo por debilidad; fue observantísimo de nuestras reglas, y nunca omitió, salvo en caso de enfermedad, los deberes piadosos, en particular la meditación y la lectura. Mostraba una gran misericordia con los pobres, y para ayudarles en su miseria a menudo se privaba de sus propias pertenencias. Cuando, desgastado por sus labores, se sentía perder las fuerzas, más a menudo purificaba su conciencia con la confesión. Rogaba frecuentemente que se le asignase un sacerdote para que le leyera las oraciones que se suelen leer a los moribundos. Próximo ya a la muerte, recibió varias veces los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, y pidió y recibió de manera admirable el sacramento de la Extremaunción. A los médicos que le daban esperanzas con respecto a su salud les decía que él conocía muy bien lo que a ellos se les escapaba. Al final sufría grandes dolores, a causa de la hidropesía por un lado, y de los cálculos por otro, y los soportaba con grandísima paciencia, siempre resignado a la voluntad de Dios, poniéndose totalmente en sus manos. Después de repetidas oraciones de los nuestros sobre el moribundo, expiró plácidamente en Varsovia, en el colegio de los nobles, el 3 de agosto de 1773.

Sus funerales tuvieron lugar el cinco de agosto, con gran asistencia de próceres y de gente de todo tipo. Después de las oraciones que se suelen decir por los difuntos, varios religiosos de otras órdenes cantaban por él, mientras eran celebradas misa por el Ilmo. y Rvmo. Nuncio Apostólico, por el obispo de Poznan, supremo canciller del Reino, y otros obispos venidos de varias diócesis, y los demás sacerdotes. Al final del funeral los Rvdos. Padres jesuitas pidieron que se les permitiera también a ellos presentar sus respetos al difunto, y vinieron muy numerosos de sus tres colegios. La última misa la celebró entre cantos el Muy R.P. Zachowski, predicador del reino, y predicó a la gente el R.P. Zachariaszewicz, predicador de la colegiata de Varsovia, ambos jesuitas. Este, con su sabia y erudita elocuencia, habló de la vida y los muchos méritos de Estanislao Konarski en la Iglesia, en la Patria y en la república literaria, comentando aquellas palabras del divino Ambrosio, cuando dice “Nos enseñó mucho, pero no nos lo enseñó todo”[Notas 2].

Sobre el P. Estanislao Jerónimo Konarski escribió mucho el R.P. Estanislao Bieganski de Sta. Bronislava, dejó cuatro manuscritos en Cracovia sobre su vida y obras, tomados de los archivos, de la biblioteca de la universidad jagellónica, de la academia de las ciencias y de la biblioteca del príncipe Czartoryski.

El P. Alejo Horanyi de S. Juan Nepomuceno, hombre famosísimo, era hijo de Gabriel, hombre ilustre de una antigua familia noble, y su madre fue Isabel, de la familia Zsibolthy, de antiquísima estirpe descendiente de los Keriani. Nació en Buda el 15 de febrero de 1736. Cuando tuvo la edad, después de recibir la educación e instrucción infantil, fue enviado a estudiar las lenguas y letras humanas primero a Trnava, luego a Bratislava, después a Kosice, y finalmente a Gyor, a las escuelas públicas que en aquel tiempo florecían por su gran fama y abundancia de discípulos. El ingenio y las dotes que mostró siendo niño fueron aumentando a medida que crecía. Tenía una memoria singular, una gran facilidad para toda clase e ciencias; dominaba el latín tanto para hablar como para componer poemas. Se manifestó bien qué gran amor a las letras tenía cuando, al acabar los estudios del gimnasio, y se le presentaban oportunidades a causa de su nobleza, el apoyo de su casa y su ingenio para tomar los caminos de los honores civiles, y sin embargo prefirió entrar en nuestra Orden para dedicar toda su vida al estudio de las ciencias y las artes. Ingresó en la Orden el 22 de octubre de 1752.

Al terminar el noviciado en Prievidza, y tras hace la profesión solemne, por voluntad de sus superiores y deseo de los padres fue enviado a la capital de Italia, para estudiar las ciencias superiores. Aquí, gracias a la admirable capacidad de su mente, unida al deseo de aprender y a la paciencia del trabajo, aprovechó todas las oportunidades que se le ofrecían para perfeccionar sus dotes y aumentar su erudición. Estudió con éxito la filología romana y griega, las antigüedades, la historia, la filosofía, las matemáticas, la teología y otras materias de este tipo, en parte en obras escritas, y en parte con el trato y el favor singular de hombres famosísimos en aquel tiempo y en la ciudad, como Albani, Passionei, Archinto, cardenales de la corte papal; Educardo Corsini, Fausto Antonio Maroni, Ubolado Giraldi, Liberato Fassoni, Luis Buongicocchi y otros, cuya benevolencia se ganó por su amabilidad de trato, su ingenio encantador, y principalmente por el singular deseo de aprender, que llamaba la atención.

Nuestro Alejo trabajó mucho en las disciplinas físicas, que muchos hombres de agudísimo ingenio hacían avanzar en su tiempo. Principalmente estudió la teoría de la electricidad de Franklin, y realizó experimentos en todo lo que se refiere a las leyes de la naturaleza. En este tipo de cosas destacaba Juan Bautista Beccaria, orgullo de nuestra Orden, profesor de física en el Instituto de Ciencias de Turín, que había publicado numerosas obras sobre estos temas con gran aplauso. Como estaban escritas en italiano, Horanyi, para que las conocieran otros hombres ilustres de su nación, las tradujo a un elegante latín, por lo que no sólo fue felicitado calurosamente por el autor, sino que se dio a conocer a otros hombres ilustres, como al provincial de las Escuelas Pías de Nápoles, el P. Nicolás Severinio, que quiso que se enseñara en Nápoles la versión impresa de Filosofía, en lengua vulgar, obra de nuestro Alejo.

Después de pasar cuatro años en Roma, mostrado el deseo de la patria y de los padres de que regresara a los lares patrios, para ser útil a sus conciudadanos, le rogaron que volviera y modestamente le ofrecieron una cantidad de dinero. Quería volver directamente a Hungría, pero se le presentó una buena oportunidad de viajar con unos ingleses que apreciaban mucho a Horanyi, y fue con ellos a visitar diversos países europeos. En esta ocasión pudo visitar ciudades de Italia que no conocía; Suiza, Alsacia, Bélgica, Austria e Inglaterra; de allí volvió por las provincias federadas a Bélgica, las renanas, las franconas y bohemas, llegando por fin a la patria, con gran alegría de los padres, religiosos y amigos.

Ahora ya no deseaba nada sino ser enviado a enseñar filosofía. Tenía la esperanza de obtener alguna cátedra en una academia de nobles en Viena, principalmente porque Eduardo Corsini, General de la Orden, con el que tenía mucho favor, lo había recomendado mucho al celebérrimo en su tiempo Antonio Bajtai, Provincial de la provincia de Hungría y pronto obispo en Transilvania, que acogió en el provincialato a Juan Nepomuceno Cörver. Los superiores de la provincial no quisieron dejar marchar a un miembro tan famoso y útil, y enviaron a Horanyi a la escuela elemental en el colegio de Vac, y después de ser ordenado lo enviaron al colegio de Nitra a enseñar en la media de gramática. Se resignó a este ministerio, humilde y aburrido, probando sobradamente su debida obediencia y respeto a los superiores, y su modestia, no rechazando nada de lo que le pidieron. Fue luego cambiado por el interés de la provincia a Ketskemet, Ovarin, Szeged y otros lugares, enseñando retórica con gran fruto de sus alumnos. Al final fue enviado al Colegio de Nobles recientemente fundado en Vac, como profesor de filosofía, y dio ejemplo de su vasta erudición y de progreso en los estudios. Tenía muchos alumnos nobles, que al terminar el curso tenían solemnes disputas públicas, dando prueba de gran conocimiento y de sus esfuerzos continuos; entre ellos se pueden citar al conde José Haller de Hallerkeö, Ignacio Almasy de Zsadany y Török Szent-Miklos, hombres conocidos en su patria como famosos poetas.

Desde este lugar el año 1769 volvió a Italia con permiso de sus superiores, con motivo de estudiar, entender y publicar los 3 conocidos libros de Dalham en dos volúmenes en Venecia, y por esta razón residió principalmente allí. Vuelto el año 1771, pidió a sus superiores que le concedieran lo que siempre había sido su deseo: que lo destinaran al colegio de Pest de manera estable, para poder trabajar sin perturbación y terminar la obra que había comenzado, para poder publicarla. Como, de acuerdo con la leyes de nuestro instituto, convenía que tuviera alguna otra ocupación, le nombraron predicador en el colegio de las Escuelas Pías. Luego fue profesor de historia en el colegio de filosofía que se le había concedido a las Escuelas Pías entonces en Pest en el año 1780, después de haber obtenido el título de doctor en filosofía en la Real Universidad de Hungría, que entonces se encontraba en Buda, en 1778.

Después que la universidad, a la muerte de María Teresa, fue trasladada a Pest, la filosofía en nuestras escuelas perdió cuatro profesores, y sólo se enseñaban letras humanas. Entonces renunciando al cargo de profesor de historia, se dedicó exclusivamente a escribir sus obras eruditas, hasta que pudo terminar las cosas que ya tenía avanzadas y otras nuevas a las que se dedicaba con la fertilidad de su ingenio, la asiduidad de sus esfuerzos, la paciencia de su trabajo y su ciencia, y promover el avance de las ciencias, con lo cual enriqueció mucho con este trabajo agradable las letras de su país. Durante los últimos años de su vida los dedicó a escribir con gran acierto sobre los escritores de las Escuelas Pías y maestros en artes liberales, y dejó a la posteridad la memoria de hombres famosos de toda la Orden.

Hombre digno de recuerdo eterno, su muerte causó gran pena a los hermanos, amigos y eruditos, que admiraron perpetuamente a este ejemplo de vida religiosa y de dedicación a las ciencias. Falleció en el Señor en Pest el 11 de septiembre de 1809[Notas 3].

Después de Alejo Horanyi, cuya memoria me alegro mucho de reavivar, porque me ha suministrado mucho material antes para el Índice bio-bibliográfico, y ahora para este Esbozo, viene otro hermano digno de toda alabanza de la provincia de Austria, honra insigne de nuestro instituto, Remigio Nordeck de S. Luis.

Este hombre antes de entrar en el instituto se llamaba Luis Guillermo, Barón libre de Nordeck, de Rabenau, en la diócesis de Maguncia, nacido el 1 de noviembre de 1730 en Darmstadt, siendo sus padres devotos de la confesión de Augsburgo en Hessen. A los cinco años murió su padre, y su madre contrajo nuevas nupcias, y lo enviaron a Viena. Allí se hizo católico, principalmente por obra de un hombre muy religioso de la Compañía de Jesús, Francisco Keller, que fue su director espiritual. Fue llevado a estudiar humanidades a las Escuelas Pías josefinas de la ciudad. Poco después falleció su madre, fue llamado una y otra vez por sus parientes para que fuera a tomar posesión de su herencia a Fráncfort, donde ella había nacido, y a Darmstadt, pero no hizo el viaje, porque causas graves se lo impedían.

Terminados los estudios de humanidades, no quiso quedarse en Austria durante más tiempo, así que fue a Polonia con el insigne R.P. Valentín Kamienski de Sta. Cunegunda, Provincial, que volviendo del Capítulo General de Roma a Viena, iba a partir hacia allí. Así que llegó a Podolín, en cuya ciudad de la provincia de Szepes en el año 1748, a los 17 de edad, después de dos años de noviciado, se unió mediante los votos perpetuos a la Orden, renunciando a sus bienes y posesiones, que tenía antes en su patria, del mismo modo que se había despedido de su antigua fe.

Mientras tanto el muy Rvdo. P. Antonio Hueber de S. Plácido se encargó de que pasara de la provincia de Polonia, en la que había tomado el nombre de Fulgencio de S. Luis, a la provincia de Austria, tomando el nombre de Remigio de S. Luis, para diferenciarlo de otro Fulgencio Agrícola, de apellido Bauer, también él clérigo y de la misma edad. Por esta razón cuando vino de Sarmacia el joven Remigio a la demarcación austriaca, después de terminar el curso de las disciplinas literarias, no menos agradable que exigente, fue enviado a educar e instruir a los jóvenes nobles primero al colegio Löwenburg de Viena, y luego a Kempten en Suiza, donde a los veintitrés años de edad , en la basílica principal, con la gracia y el favor del Excelso Príncipe de Sirkenstein, ofreció su primera misa al Señor entre dulcísimos cantos y música de expertos cantores. Después de lo cual, por medio de la intervención de su pariente el Rvmo. Capitular de Kampten y del Prefecto del erario Barón de Buseck, se fue a Darmstadt, donde visitó a sus queridos familiares, de diferente religión, y trataron amistosamente sobre el derecho hereditario de sus bienes, y también de los muertos y de los vivos, y de su vida de la que no sabían gran cosa.

Por entonces enseñó las bellas letras a los jóvenes nobles y a los clérigos de su instituto durante algunos años. Después enseñó filosofía, matemáticas, teología y derecho canónico, derecho civil y derecho natural, y finalmente fue enviado a enseñar historia universal en el colegio de nobles de Löwenburg, donde, cumplido el plazo señalado por la Orden, asumió el cargo de rector en Karslstadt de Croacia y en Horn de Austria. Nunca dejó de enseñar algunas de las artes liberales, siendo profesor durante casi cincuenta años, hasta su edad avanzada, parte en Austria y parte en la nueva provincia de Renania-Suiza, a la que fue invitado y pedido, y fue teólogo y predicador durante siete años. En Viena, y en otros lugares en los que residió, muy frecuentemente predicaba en la iglesia. Apoyó a los dirigentes de las escuelas nacionales de Karlstadt, Viena y Horn durante diez años de tal modo que fue alabado con un diploma público del excelso gobierno austriaco en 1786 por su cuidado y destreza.

Y como debido a su índole estudiosa intentaba adquirir la mayor erudición posible, y había oído que en otros países había hombres interesantes de conocer por sus costumbres y por sus conocimientos, con el permiso de sus superiores y aprovechando el tiempo de las vacaciones de otoño se las arregló para viajar en el año 1757 de Viena a Venecia y Roma; luego en 1762 de Kampten a París, y en 1775 de Viena y Darmstadt fue por Bélgica a Londres, y volvió por Holanda, Sajonia inferior y superior. Con su ojo curioso vio sus ciudades famosas, y sus universidades, en las cuales trató con los profesores y contrajo amistad con ellos, que luego no sólo mantuvo mediante el intercambio de cartas, sino que la aumentó y confirmó de manera admirable. Después fue a visitar Halle en Sajonia y Liepzig en Wittemberg, Poznan y Berlín, donde anotaba todas las cosas notables que encontraba, y luego volvió por Dresde y Praga hasta Viena. Toda su vida, los lugares y cosas que hizo lo dejó brevemente resumido en tres dísticos: Hessen me engendró, Polonia cuidó de mí cuando era joven; cuando fui hombre amé Austria, y ahora que soy anciano, Hungría. Agradecí a las musas, a cantidad de persuasivos filósofos, y tuve la primera página en los lugares sagrados. Lo que bebía en el Tíber, el Sena, el Támesis y el Spree quizás lo llevarán las aguas mortales del Ister.

Además de hablar la lengua nativa alemana y la lengua latina con la gente instruida de los diversos lugares, para su uso personal compró muchos libros en francés, italiano e inglés, con cuya ayuda pudo aprender muchas cosas útiles. Agobiado por el peso de los años, pero con el ánimo firme, suspiraba a menudo diciendo: ¿Durante cuánto tiempo gemirá la mente encerrada en la cárcel del cuerpo? ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo se me concederá disfrutar de Dios? ¡Pobre de mí! Me falta la tierra, así que espero el cielo: seré llevado más allá de las estrellas: ¡Adiós, tierra engañosa!

Se despidió de la tierra en Gleisdorf el 11 de marzo de 1805, descansado en el Señor[Notas 4].

Notas

  1. Ephemerides Calsasanctianae, an. VII, fasc. IV, Florencia 1907. En esta publicación aparece un extracto del Reglamento preparado por el P. Valentín Caballero.
  2. Sus múltiples obras se citan en el Vol. I del Índice bio-bibliográfico de los CC.RR.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, pág. 376.
  3. Sus obras se citan en el Vol. II del Índice bio-bibliográfico de los CC.RR.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, pág. 65.
  4. Sus obras se citan en el Vol. I del Índice bio-bibliográfico de los CC.RR.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, pág. 349.