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Brezno (1673)
La historia de la casa de Brezno en este siglo es aún más atormentada y sufrida que la de Prievidza. Se debió la fundación a un acto de fuerza, o de osadía misionera, apoyándose en las armas del regimiento de caballeros croatas del Coronel Matías Collalto, que en 1673 invitó al P. Nicolás Hausenka a hacerse cargo de algunas parroquias que iba a “liberar” en la zona llamada de las Ciudades de la Montaña, expulsando a los pastores luteranos. Podría escoger la residencia que más le agradase. El P. Nicolás escogió Brezno, porque era mayor, y tenía escuela. Al mismo tiempo les confiaron otras parroquias en lugares menores: Pedrajna, Lehota, Lopej, en las que se quedaron dos clérigos, mientras el P. Provincial de Polonia podía enviar algún sacerdote más a la nueva fundación. Hubo que convencer antes al Arzobispo Szelepcheny de Esztergom para que, efectivamente, concediera aquellas parroquias a los escolapios. Como los sacerdotes escaseaban, no hubo problema para ello.
Lo que sí era un problema era el mantenimiento de la comunidad: aquí, por primera vez, se encontraban los escolapios sin una renta anual producto de una fundación. Su esperanza era recuperar los diezmos de la población, que tradicionalmente se quedaba la parroquia, pero que años antes habían sido embargados. Tras no pocos pleitos y reclamaciones, los consiguieron. Un problema mayor era que la población era prácticamente toda luterana, y no aceptaban fácilmente los ritos católicos (como los funerales, bautizos, etc.). Por ley estaban obligados a acudir a la iglesia católica los domingos y festivos. Puede entenderse que no miraran a los escolapios con buenos ojos, sino como enemigos. De hecho cuando abrieron la escuela, al principio ningún niño acudió. Las presiones políticas continuaban, como en todo el reino; por ejemplo llegó una orden para que los miembros del senado que debían elegirse fueran todos católicos, o al menos la mayoría. Pero ni siquiera había los suficientes hombres católicos para rellenar los puestos. Sin embargo, alguna conversión se fue produciendo, por interés o como fruto de la infinita paciencia de los escolapios que procuraban acercarse a la gente y mostrarles la luz de la religión católica.
Naturalmente, cuando las rebeliones húngaras comenzaron unos años después de llegar los escolapios, las cosas se pusieron muy difíciles para ellos, mucho más aún que en Prievidza. Desde 1678 la gente vivía bajo el temor de las incursiones de rebeldes y bandidos que hacían cualquier desplazamiento en Hungría sumamente peligroso. En julio de 1681 los rebeldes atacaron Brezno. No se trataba de un ejército regular, sino más bien de un numeroso grupo de bandidos que, protegidos por la autoridad de Tököly, buscaban saquear las casas de los ricos y secuestrar toda la gente posible para luego pedir rescate por ellos. Entre los cautivos estaban los tres escolapios que vivían en Brezno: el los PP. Tomas Sperat y Esteban Kinzel, y el clérigo Wolfgang Zuikauer, que ya había sido capturado y maltratado años antes en Prievidza. Después de maltratarlos y atarlos, obligaron a los prisioneros a cargar con el botín y se los llevaron hacia las montañas. El P. Tomás, mayor, enfermo y más maltratado que los otros, herido de sable, llegó un momento en que no podía seguir adelante. Un bandido se apiadó de él y lo dejó marchar. Regresó a la casa parroquial como pudo, para verla totalmente saqueada, lo mismo que la iglesia. Pocos días después falleció, víctima de las heridas.
El H. Wolfgang, aprovechando un descuido de los secuestradores, se escapó, y volvió también a Brezno, donde cuidó como pudo al P. Tomás. Los bandidos, que se habían quedado con un solo cura, lo maltrataron aún más cruelmente. Algunos querían torturarlo y matarlo, sin más; otros, más prácticos, preferían pedir un rescate por él. Pedían un rescate altísimo, y estaban dispuestos a dejarle ir si él firmaba un documento comprometiéndose a pagar. Pero él, sabiendo que no podría pagar tal rescate, y siendo la propuesta contraria a su concepto de la pobreza, se negaba a firmar, por lo que los raptores lo torturaban cruelmente durante horas, hasta hacerle desear la muerte. De la muerte fue salvado precisamente por unos soldados polacos que lo conocían de cuando anteriormente había estado él en Polonia, y prometieron ayudarle a salir de aquella, pero incitándole a firmar un documento por un rescate menor. Al fin se dejó convencer y prometió firmar (de momento no era capaz de escribir, a causa de las torturas; los mismos bandidos le hicieron las primeras curas). Mientras tanto Tököly ordena a todo el grupo que acudan al campamento, con rehenes y botín. Cargan al P. Esteban sobre un caballo cojo que habían requisado a un campesino, y lo llevaron ante el jefe de los rebeldes. A ruegos de los polacos, Tököly accedió a liberar al P. Esteban sin rescate, pero a cambio le pidió un servicio: que fuera a hablar personalmente con dos jefes militares católicos, y con el arzobispo de Viena. El P. Esteban dijo que iría hablar con el jefe más cercano, pero que a los otros dos les escribiría, porque no estaba en condiciones de viajar. Tököly aceptó sus excusas, le confió sus mensajes, y lo dejó ir. El P. Esteban cumplió sus encargos, y nunca reveló a nadie el contenido de aquella actuación diplomática. Cuando se recuperó, volvió a Polonia, y en Podolín estaba cuando el Príncipe Jerónimo Lubomirski le pidió que le acompañara en 1683 como capellán a la defensa de Viena. Allí fue el P. Esteban, para contraer una disentería y morir poco después de la liberación de la ciudad.
Avanzaba el año 1682 y las cosas se hacían cada vez más difíciles en el centro de Hungría, en torno a Brezno, hasta el punto de que los Padres, viendo acercarse el ejército de Tököly en su desplazamiento hacia Viena, y habiendo oído que habían maltratado al clero católico de otras poblaciones, decidieron huir. Es lo que esperaban ansiosos los habitantes de Brezno: las autoridades municipales decretaron que a causa del abandono por parte del clero católico, la parroquia volvía a manos protestantes. Y ocuparon los edificios. Cuando pasado el peligro militar a causa de la derrota de turcos y rebeldes ante Viena en septiembre de 1683 volvieron los escolapios a reclamar lo suyo en Brezno, las autoridades no quisieron recibirlos. Esto fue origen de largos pleitos, en los que tuvo que intervenir el mismo Emperador, dando órdenes al ejército de intervenir si los habitantes de Brezno se negaban a devolver a los escolapios los edificios y los diezmos. Fue solamente en 1688 cuando lograros regresar, y volver a sus antiguas actividades.
Naturalmente las tensiones entre católicos y protestantes siguieron aún durante años, al menos hasta el momento en que terminamos nuestra historia, aunque en 1694 se llegó a una especie de pacto escrito por el cual ambas partes renunciaban a las hostilidades. A partir de entonces los escolapios se dedicaron a su trabajo parroquial y escolar, sin dejar de mirar al clima, pues de él dependían sus ingresos, por medio de los diezmos de las cosechas. El cronista de Brezno cuenta algunos episodios desdichados: “Ese mismo año 1694, en el que había tal abundancia de cosechas como no se había visto nunca, y cuando ya estaban a punto de comenzar las cosechas, y todos los paterfamilias se veían con abundancia de alimentos, de pronto vinieron unas nubes por el sur, que dejaron caer una granizada terrible, de un palmo de altura, que golpeó todo el territorio de Brezno, destruyendo todos los cultivos de invierno y primavera, de modo que ningún paterfamilias cosechó más de tres metretas de grano”. Al año siguiente, 1695, tuvieron más suerte: “Hubo una plaga de ratones que devoraba los diversos cultivos en el condado, de manera que en los territorios de Gömbro y Kishon perecieron todos los cultivos de invierno y la mayor parte de primavera en diversos lugares, pero en el territorio de Brezno y alrededores no sufrieron sino daños pequeños algunos trozos vecinos a los montes vecinos a aquellos lugares. Ese mismo año, el 1 de agosto tembló la tierra con gran ímpetu, y se oyó un terrible ruido en el aire, de modo que con gran terror de todos, los edificios de Brezno y de todo el condado sufrieron daños en las paredes y los tejados a causa del movimiento sufrido. La tierra comenzó a temblar a media noche, por espacio de un cuarto de hora, y las camas se agitaban de un lado a otro. Pero alabado sea Dios, pues no causó daños a los lugares donde ocurrió”.
En 1696 la comunidad de Brezno estaba formada por
- P. Gregorio de la Anunciación de la B.V.M., superior, párroco y prefecto de las escuelas
- P. Emerico de la Asunción de la B.V.M., predicador y confesor
- P. Rafael de S. Juan Bautista, catequista, presidente del oratorio de los estudiantes, maestro de principios y pequeños.
- H. Matías de S. Juan Evangelista, maestro de sintaxis, gramática, aritmética y escritura, inspector de música, estudiante de teología moral.
Como se ve, era aún una comunidad pequeña, que atendía a una escuela con dos clases. Con el tiempo los escolapios consiguieron construir un colegio, que mantuvieron hasta el año 1857. El territorio siguió siendo mayoritariamente protestante.