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Piotrkow (1674)

La fundación de Piotrkow fue un tanto “involuntaria”. Los escolapios se vieron “obligados” a ir a fundar allí, por circunstancias ajenas a su voluntad. Esto es lo que ocurrió: el noble Juan Gorczynski había manifestado su deseo de fundar el noviciado escolapio en Cracovia, pero surgieron muchas dificultades, como hemos dicho más arriba. Las principales la oposición radical de la Universidad a que abrieran una escuela, y la oposición de otras órdenes religiosas, apoyadas por el obispo. El fundador ya había depositado más de 20.000 florines, en plata y oro, en manos de nuestros religiosos. Y como estos no podían superar las dificultades surgidas, quisieron emplear de otro modo los bienes de este buen anciano, para que no les acusara de inercia, y sospechara que aquel retraso era voluntario, y pensara que sólo esperaban su muerte para emplear sus bienes en otro uso según su propio deseo, y no en la fundación de Cracovia. Así que, escuchando la invitación de algunos ciudadanos de Piotrkow, que deseaban tener un colegio escolapio en su ciudad, y el apoyo de Constantino Lipski, amigo de los escolapios y Administrador de la Sede vacante de Gniezno, quisieron aprovechar la oportunidad (antes de que nombraran un obispo tal vez hostil) para ir a fundar allí.

Naturalmente, había que contar primero con la autorización del fundador Gorczynski para emplear el dinero de manera distinta a como él había querido, pero él, ya anciano y enfermo, concedió la autorización, así que con parte de aquel dinero se compró una casa que tenía además su capilla privada, un lugar adecuado para comenzar a vivir mientras pensaban en construir un auténtico colegio. Por su parte el P. General Alejo Armini no veía muy clara aquella fundación, a falta de algunos documentos legales por parte del fundador que garantizara su futuro; hizo falta que la reina Leonor (esposa del Rey Miguel Koribut, que reinó en Polonia de 1669 a 1673) escribiera al P. General intercediendo a favor de los escolapios polacos. Y su intercesión fue eficaz, pues el P. General la aprobó en noviembre de 1675.

Piotrkow fue uno de los escenarios donde se desarrolló la lucha entre escolapios y jesuitas. Después que los escolapios establecieron su fundación, intentaron comprar los otros una casa. Con la intención de fundar su propio colegio, naturalmente. En este caso fueron los escolapios lo que consiguieron bloquear su llegada, obteniendo un edicto del Rey en 1684 para impedir que se establecieran en Piotrkow.

Poco a poco las cosas se pusieron en marcha. El fundador se vio imposibilitado de aumentar el capital de fundación, pero otras pequeñas ayudas fueron viniendo. Se construyeron unas escuelas de madera, a las que asistían de 300 a 400 alumnos. Con el tiempo, y con muchos esfuerzos, se comenzó a construir la iglesia, y más tarde el colegio. En 1696 la comunidad estaba formada por los siguientes religiosos:

P. Jerónimo de S. Antonio de Padua, Rector

P. Agustín de la Santa Cruz, Vicerrector

P. Crisóstomo de Sta. Inés, confesor

P. Florián de S. Andrés, predicador, confesor también de los nuestros

P. Marcelino de S. Felipe Neri, profesor de filosofía, prefecto de las escuelas, confesor también de los nuestros
P. Simón Francisco de la Concepción, maestro de gramática
P. Feliciano de S. Pedro, maestro de retórica y poesía, presidente del oratorio de jóvenes
H. Hipólito de Sta. María de las Gracias, maestro de sintaxis, catequista
H. Venancio de Sta. María de las Nieves, maestro de ínfima, leer y escritura, presidente del oratorio de pequeños
H. Matías de S. Casimiro, operario.

Es interesante ver que la enseñanza llegaba hasta la Filosofía. El P. Rector termina la presentación del estado de la casa en 1696 con algunas frases lacónicas: “No hay ningún huerto al lado. Fuera de la ciudad en el año 1692 la Sra. Catalina Rosecka después de la muerte de su marido nos regaló un terreno que tiene dos piscinas, una pequeña y la otra menor, con su pequeño campo de frutales, y un prado también pequeño adyacente, que produce un carro y medio de heno. Tiene además una casita y un granero pequeño pero bastante cómodo. Hay una zona rodeada por una valla de madera que tiene una piscina pequeña. Cada año se siembran veinte surcos. En la biblioteca hay 490 libros. No siempre llegan limosnas para misas, aunque hay 6 sacerdotes que podrían satisfacerlas. El cuestor puede arreglárselas para conseguir comida para todos. Por lo demás tenemos dificultades, tanto con los bienes espirituales como con los materiales”. Es evidente que en algunas casas escolapias de aquella época se vivía con más apuros que en otras, pero seguramente incluso en las más pobres se trabajaba con optimismo y confianza en la Providencia.

Notas