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Última revisión de 12:34 14 mar 2019
Radom (1684)
En 1680 un noble, Juan Leninski, regaló una casa de piedra a los escolapios en Radom para que fueran a hacer allí una fundación. Esperaba obtenerse una fundación establecida años atrás para un fin piadoso, pero las cosas estaban muy complicadas. Sin embargo fue enviado a vivir allí un Padre procurador, para que procurara resolver las dificultades. Diversos bienhechores aportaban dones para la fundación (en 1681 les ofrecieron otras casa, en la que se instalaron el P. procurador y un compañero que le enviaron), pero todavía aquello parecía poco sólido y de Roma no daban el permiso para la fundación. Por fin en 1684 un noble, Martín Wasowitz, apoyó decididamente la fundación con un capital de 30.000 florines, y ya comenzaron a resolverse las dificultades.
A allanar el camino de la fundación, según el cronista de la casa, contribuyó la donación de una venerada imagen de María por parte de una piadosa señora, Cristina Rebinska de Kazanow, última heredera de su casa y de su familia, quien, próxima a la muerte, entregó la imagen, que había sido joya y adorno durante 209 años de su casa, para depósito perpetuo de la nueva fundación de Radom, junto con un capital y diversos ornamentos eclesiásticos. Una vez poseída la imagen, el Obispo permitió abrir una capilla pública para darle culto. Valdrá la pena copiar algunas de las cosas que se decían de esta milagrosa imagen, con la retórica propia de aquella época, en la que el autor armoniza mitos paganos clásicos y fe católica:
“Y como es una obra mayor de la omnipotencia divina resucitar las almas muertas que los cuerpos, escucha el milagro que ocurrió con el Magnífico Bartolomé Kazanowski, juez territorial de Lukow, hombre por lo demás insigne en la ciencia, que estaba infectado de la pestilencia herética, y que yacía muerto a la verdadera fe de la Iglesia, vacío a cualquier sentido celeste. Era invitado por piadosos doctores con argumentos religiosos y vivificantes, pero les prestaba oídos sordos. Dirías que era el cauto Ulises en Marpesia, que para no oír los cantos de las santas sirenas de la Iglesia se había tapado los oídos. Hasta que brilló el día elegido para que el náufrago viera la estrella, esta imagen de Santa María Virgen, con cuyos rayos el muerto resucitó, y mirando consideró la devoción de sus mayores, y sintiendo compunción recibió la iluminación, volvió a su corazón, resucitó en él el aliento vital de la fe, y postrado de rodillas veneró a María, iluminadora y vivificante.
No mucho después de que el hereje abjurara ante esta imagen, le declararon la guerra los suyos, que le lanzaban argumentos como si fueran proyectiles de ballesta, contra esta imagen pintada de María, que se mostraba tan eficaz como el escudo de Perseo en el que Minerva había pintado la cabeza de Gorgona, ante la cual huyeron las Harpías; del mismo modo ante esta imagen de la Virgen se desvanecieron todos los monstruos heréticos. Por eso aquellos herejes que aborrecían a la Milagrosa indujeron a sus sectarios a que no entraran en la habitación del juez donde guardaba lo presente imagen de la divina Cibeles, a la que llamaban Circe, pues los transformaba, según la forma de la imagen, según la forma del Crucificado. ¡Oh divina, o celestial Circe que transformas al león y al leopardo en corderos, y a los topos ciegos les das cien ojos! A los impugnadores los transformas en defensores de la Iglesia.
Pero aún no hemos llegado al final; sigue leyendo y observando por qué laguna Estigia huyeron los monstruos. Sin duda los prodigios se extendieron por los campamentos escitas, moscovitas y rusos a favor de la fe ortodoxa. Testigo es el Ilmo. Martín de Kazanowski de Kazanow, Palatino de Podolín, Duque del Ejército, Capitán de los campamentos de Humace Nyzyme, que llevaba esta imagen a los campamentos como escudo inexpugnable, torre fuerte, y nunca salió a combate sin invocar a la Auxiliadora, y siempre la tenía a su derecha, propicia frente a sus enemigos, y con ella dirigía las tropas ordenadas de los campamentos. Venciendo a los ejércitos escitas y moscovitas, también le rogaba por una paz duradera y serena para la patria, y en paz quedó su lugar. Dirías que era Belona con su armadura, Palas con su toga, una torre de David y de Kazanow, de la cual penden mil escudos, y está protegida con todo tipo de armadura. Defendió las torres gentilicias con más fuerza que un guerrero armado de espada.
Más tarde para brillar sobre el candelabro de la iglesia y no quedar escondida bajo el celemín de la torre de los Grzymalios, la Magnífica en otro tiempo Cristina de Kazanow Dobska del Tercer Voto, Cazadora de Sanoce, tras su matrimonio con el M.D. Segismundo Sluzka, Portaestandarte de Lituania, como prueba imperecedera del amor que sentía hacia la Orden de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, entregó con su propia mano esta imagen en su última voluntad a la nueva fundación de Radom, con un discurso recomendando dicha imagen, especificando las insignes gracias recibidas a través de ellas desde los tiempos antiguos, y vertiendo muchas lágrimas, como un inmenso tesoro de su corazón”.
En 1696 aún no se había construido la iglesia, cosa que había prometido el fundador. Los religiosos vivían en la segunda casa regalada, mientras en la primera, la ofrecida por Juan Leninski, funcionaban las escuelas, compuestas de tres clases en las que se enseñaban las diversas materias, desde leer hasta retórica.
Los miembros de la comunidad en aquel año eran los siguientes:
P. Jerónimo de Stos. Pedro y Pablo, Rector (era el fundador de la casa)
P. Antonio del E. Santo, Vicerrector
P. Basilio de S. Juan Bautista, prefecto, prefecto de las escuelas, confesor de los nuestros
P. Adrián de S. Valeriano, predicador, confesor de los nuestros
P. Pedro de S. Sebastián, maestro de retórica y presidente del oratorio de jóvenes
P. Camilo de S. José, maestro de Sintaxis y gramática, catequista, predicador
H. Andrés de la Santa Cruz, maestro de ínfima y de leer, presidente del oratorio de pequeños
H. Norberto de S. León, operario.
Tenemos las actas de las entrevistas de cada uno de los religiosos con el P. General Foci en 1696. Naturalmente, en este tipo de entrevistas se cuenta más bien lo que va mal que lo que va bien, esperando que se pueda hacer algo para corregirlo. Algunos problemas de la casa eran que el P. Rector, que debía ser un bonachón, pasaba mucho tiempo fuera, intentando cobrar los réditos de las fundaciones, que solían pagarse en dos plazos anuales y se encontraban en diversos lugares, a veces lejos del colegio. Y además se le iba a veces la mano con la bebida. El Vicerrector, que era quien en realidad mandaba en casa, era un hombre duro, con los de casa y sobre todo con los de fuera. Se estaban empeñando en hacer prosperar una finca que habían comprado, y mientras tanto los religiosos pasaban apuros para vestir y comer… El P. General dio sus ordenanzas después de la Visita. En lo referente a las escuelas, por ejemplo, decía: “No se confíe a los maestros oficios incompatibles con el ministerio escolar. Los maestros en cuanto se dé la señal, vayan rápidamente a las escuelas. Adquiéranse cuanto antes lo necesario para nuestro ministerio de piedad y letras. A los niños se les enseñe al menos desde los números y las letras en la escuela de ínfimos hasta la de Gramática. Añádase una clase cuarta cuando sea posible por el local y los ingresos. No se den otras vacaciones a los niños sino las acostumbradas según nuestras Reglas. Esfuércense los Maestros para que, mientras enseñan las letras, con habilidad y aprovechando las ocasiones, vayan inculcando y promoviendo poco a poco el amor a la virtud y el horror al vicio en sus alumnos, además de lo establecido para el tiempo final de clase cada día. Nadie organice un acto público en el que, antes de distribuir las partes a las personas, no se haya hecho la censura por parte del rector o al menos por alguna persona delegada por él”. Vemos de nuevo la importancia que se da al teatro escolar, o al menos a los actos públicos.
En cuanto a vida religiosa, dice el P. Foci: “Nadie vaya solo a casa de seglares. Los clérigos y operarios vayan al menos durante un cuarto de hora al oratorio los días de comunión, para tener la preparación y la acción de gracias, asistiendo el P. Rector u otro Padre designado por él. Haya siempre luz durante el tiempo de la oración de la noche, y también una lámpara durante la noche en el dormitorio. Muestren una firme caridad con los enfermos y pobres. No se dediquen a comer ni beber con seglares, como no sea con ocasión de la religiosa hospitalidad. Toda la casa está sometida a las normas de la clausura, con el huerto y los talleres adyacentes. La oración vocal hágase despacio. Nadie se lleve nada cuando vaya a otra casa, sin el permiso del Superior, o serán castigados con las penas de los que tiene propiedad. No sólo sufrirán las penas de nuestros cánones penitenciales los que discutan con los Superiores, sino que serán tratados como delincuentes en todos los demás casos. Nadie tenga en su poder un depósito de dinero, sino que según lo hemos ordenado Nos y nuestros predecesores lo depositarán inmediatamente en la caja. No esté la casa sin Rector y Vicerrector”. En estas ordenanzas vemos lo que había que mejorar; no se habla, por supuesto, de todo lo que funcionaba bien.