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Relación con las provincias españolas

Aunque hemos dicho que las provincias escolapias españolas llevaban una vida independiente de las italianas desde 1804, el nombramiento de un Superior General de la Orden en Roma por parte del Papa Pía IX tenía como objetivo dar pasos significativos hacia la reunificación. Uno de estos pasos fue la renuncia por parte de los españoles a la alternancia Prepósito General – Vicario General, que había sido establecida por el decreto de separación. El capítulo General español de 1869 acordó, a petición del P. Casanovas, dicha renuncia. Por otro lado, tanto en España como en Italia andaban las cosas muy revueltas en aquel año 1869, por lo que el Papa y los Superiores Escolapios comprendieron que había que esperar a mejores circunstancias para que la plena unión llegara a realizarse.

En la práctica el Vicario General español era la autoridad máxima de los escolapios en España; el P. General de Roma no tenía autoridad sobre él. Pero, por el contrario, todos los asuntos de las Escuelas Pías ante la Santa Sede tenían que pasar a través del P. General o del Procurador General de Roma. Concretamente las peticiones de exclaustración, dispensas, privilegios, etc. La Congregación correspondiente consultaba al P. General antes de emitir un veredicto, por lo que este debía estar al tanto de las cosas de España. Cosa nada difícil para el P. Casanovas, que había sido Asistente General con residencia en Madrid, y conocía bastante a fondo la realidad escolapia española.

Aunque España conoció también varias sacudidas políticas en el periodo 1868-1875 (revolución “gloriosa” y exilio de Isabel II, reinado de Amadeo I, guerra carlista, primera República, restauración borbónica), las consecuencias en España no fueron en absoluto tan dañosas para las Escuelas Pías como en Italia[Notas 1]. El P. Vicario General Ramón del Valle pidió al recién nombrado Ministro de Gracia y Justicia, Antonio Romero Ortiz, que las Escuelas Pías fueran exceptuadas del decreto de supresión de las Órdenes Religiosas, y logró su objetivo, pues con fecha 14 de noviembre de 1868 recibió la siguiente respuesta[Notas 2]:

Sr. Vicario General de las Escuelas Pías. En vista de la exposición que en 19 del mes anterior elevó V.S. a este Ministerio en solicitud de que se exceptuase su Instituto de la supresión general de conventos y demás casas de religiosos decretado en 18 de octubre último, considerando su historia siempre en armonía con el espíritu de la época, la necesidad de instrucción pública satisfecha hoy en muchas poblaciones únicamente por los Colegios de los PP. Escolapios, y la imposibilidad de que por ahora provean las Diputaciones provinciales a dicha necesidad por otros medios, he resuelto en conformidad con los principios proclamados sobre la enseñanza en 21 del citado mes, que puedan continuar todas las Escuelas Pías con el carácter de Establecimientos de Instrucción Pública siempre que tengan el asentimiento de las Corporaciones populares respectivas. Entendiéndose que esta resolución en nada se refiere a la propiedad que sobre algunos edificios ocupados hoy por los PP. Escolapios pueda corresponder al Estado, cuya decisión es de exclusiva competencia del Ministerio de Hacienda. Lo que comunico a V.S. para los efectos consiguientes.

A pesar de esta situación de privilegio, las tensiones dentro de las provincias escolapias eran fuertes, entre una parte de los religiosos, en general los más jóvenes, que tenían ideas más liberales, y una mayoría, que tenía ideas más tradicionales. Al ver la evolución de las provincias hablaremos de algunos casos concretos. Baste decir ahora que esta tensión procuró no pocas salidas de la Orden, e incluso una reacción un tanto “dictatorial” para controlar las elecciones y nombramientos de Superiores por parte del Vicario General P. Martra, que analizaremos más en detalle.

Hay que recordar que las casas españolas, más recientes que las italianas, que en muchos casos dependían de fundaciones que producían réditos anuales, se apoyaban económicamente en contratos con los ayuntamientos de las localidades donde estaban implantadas. En general los municipios estaban satisfechos de la labor de los escolapios, pero con la revolución en algunos lugares llegaron al poder gobiernos locales con actitudes antirreligiosas, que pusieron las cosas difíciles a los escolapios, hasta obligarles a irse (como en Reus y en Igualada). En otros casos les permitían seguir, pero por falta de recursos o de voluntad política, les suprimían las subvenciones. Con lo que esos colegios se encontraban ante la disyuntiva de cerrar, o de cobrar a las familias, algo que las Constituciones prohibían. La situación se pondrá aún más difícil en tiempos de la I República, por lo que el P. General se dirige el 21 de julio de 1873[Notas 3] a la Congregación de Obispos y Religiosos para pedir una doble dispensa con respecto a las Constituciones:

Desde hace casi 40 años los escolapios en España padecen todo tipo de dificultades y ataques, pero perseveran fielmente cumpliendo su ministerio. Ahora los problemas han aumentado, por lo que en España es necesario, para sobrevivir, que se nos dispense de un par de cosas. La primera es la gratuidad de la enseñanza para los niños no pobres. La segunda, la explicación de la doctrina y la religión en clase. A pesar de que en todas las partes hay un contrato con el municipio, por el que este debe pagar la enseñanza para que sea gratuita, a veces estos cambian el contrato, o no pagan, y hasta expulsan a los religiosos. En estos casos para sobrevivir y mantener unida la comunidad es necesario recurrir al pago por las familias que pueden. En otros lugares prohíben la enseñanza de la religión, así que o cumplimos la ley, o abandonamos la escuela. Por eso, para no abandonar las escuelas a manos ateas, piden poder cobrar un estipendio a las familias no pobres y no enseñar religión allá donde se prohíba, aunque no se enseñará nada contrario a la Iglesia.

El P. Casanovas recibe una respuesta favorable, con condiciones, a su petición[Notas 4]:

El Santo Padre, en consideración a las gravísimas y luctuosas circunstancias en que se encuentran aquellos países, y para impedir los males mayores que resultarían a la Religión y a la Moral en el caso que aquellos Religiosos dejasen del todo la pública instrucción de la juventud, se ha dignado acceder benignamente a la primera petición contenida en su instancia, como lo conocerá V. por el adjunto Rescrito de la dicha Sagrada Congregación dirigida al P. Vicario General de España. Pero en cuanto a la otra petición, Su Santidad para prevenir daños mayores permite que en aquellos lugares de España donde las inicuas leyes de aquel Gobierno usurpador han prohibido o prohibirán que en las Escuelas Municipales se haga la explicación de la Doctrina cristiana y se dé la instrucción religiosa, pueda tolerarse que los maestros religiosos de las Escuelas Pías, previo el consentimiento del P. Vicario General del Orden, retengan las escuelas municipales, pero con la condición que cada uno de dichos Religiosos, en fuerza de los votos mismos que ha profesado, emita delante del propio superior la obligación de no dejar escapar cualquier ocasión de enseñar la doctrina cristiana, y dar la instrucción religiosa a sus discípulos, al tenor de la fórmula que V.P. Rvma. deberá prescribir a los dichos Religiosos y que deberá ser del todo conforme a cuanto V. ha indicado en su relación transmitida a esta Sagrada Congregación.

De todos modos, la duración de la I República fue breve; no afectó mucho a la manera de funcionar las Escuelas Pías, que en casi todas partes pudieron seguir ejerciendo su ministerio sin mayores problemas del exterior. De hecho, durante este periodo parece que sólo en Olot y en Sabadell comenzaron a pagar los niños no pobres que acudían a los colegios escolapios.

El P. Casanovas estaba muy al corriente de todo lo que iba pasando en España. Recibe una abundante correspondencia de sus familiares y amigos, religiosos y seglares. Además de los asuntos oficiales de la Orden ante la Santa Sede, tiene que atender numerosas peticiones de todo tipo: indulgencias para ciertos altares, amigos que quieren obtener el privilegio de un oratorio doméstico, otros que piden les obtenga la dispensa de consanguinidad para casarse, e incluso quien pide un título nobiliario de la Santa Sede, pagando lo que sea. Y, según la misma correspondencia y el agradecimiento que le expresan, vemos que en casi todos los casos tuvo éxito, lo cual le debió suponer mucho tiempo y dedicación, bien directamente, bien por medio de su Procurador General.

Un detalle interesante que se nota en algunos superiores escolapios españoles es el interés por la Oración Continua, tradición calasancia desigualmente extendida en la Orden, y que en este periodo no notamos en ningún otro lugar de la Orden. El P. José Jofre le escribe desde Guanabacoa (Cuba) el 10 de abril de 1870[Notas 5]: Mucho me alegraría que se estableciera una especie de reforma lenta, destinándose en cada provincia una casa a donde pudiesen acudir los que deseasen vivir según el primitivo espíritu del Instituto (…) Algo he debido lograr con ello, pues una de las dos proposiciones que hizo ese capítulo local fue el restablecimiento de la oración continua, y esto sin artes, manejos ni intrigas. Más tarde, el 20 de octubre de 1872[Notas 6], le vuelve a escribir: Hace poco escribí al P. Bernardo: hasta ahora creía útil el restablecimiento de la oración continua; ahora la juzgo una necesidad de primer orden. El P. Jofre será el compañero de viaje del P. Casanovas a Europa Central en 1877, y luego será elegido Provincial de Cataluña.

El P. Juan Martra, Vicario General de España, es otro partidario de la oración continua. Escribe el 11 de abril de 1877[Notas 7]: Creo que hemos de buscar, ahora más que nunca, el remedio del cielo, y a este fin proyecto, he proyectado, estoy decidido, si V.P. Rvma. no juzga de otro modo, a restablecer inmediatamente la Oración Continua. El P. José Jofre, ya Provincial de Cataluña, le escribe al P. General el 4 de junio de 1878[Notas 8] a propósito de su Provincia: En general hay buen espíritu y se cultiva con los actos de comunidad, oración, examen, etc. Encuentro restablecida la disciplina, establecida en casi todos los colegios la Oración Continua, reinando buen espíritu en la gran mayoría, sin que por esto falten huesos que roer. Obviamente, el tema de la oración continua era un tema controvertido en la época como lo es hoy en día, con sus partidarios y sus adversarios.

En la correspondencia de España con el P. General se percibe que la situación económica de los colegios españoles es netamente mejor que la de los italianos. Con mucha frecuencia se envían limosnas por intenciones de misa desde España (especialmente desde Cataluña) a Roma, desde donde el P. General las distribuía según las necesidades de personas, comunidades y provincias. Se nota también el envío de importantes ayudas para otras necesidades concretas, como la causa de beatificación del Venerable Pompilio, que iba avanzando lentamente, y para la reparación del colegio de Cracovia, organizada esta por el P. Jofre, que lo había visitado en 1877 con el P. General. Todas las provincias españolas contribuyeron generosamente, dentro de sus posibilidades.

Cuando a causa de la terrible penuria de personal de las provincias italianas el P. General pide ayuda personal al P. Martra para algunas obras concretas (Observatorio Ximeniano de Florencia; Instituto de Sordomudos de Siena), este le responde que no lo ve claro, y no envía a nadie. Hacia 1880, después de su segundo sexenio como General, el P. Casanovas se encuentra cansado y comienza a pedir un sucesor, piensa en primer lugar en el P. Martra, pero este le da a entender que no aceptará el nombramiento, a causa de su salud delicada, y porque no quiere dejar lejos a su madre ya mayor, de la que era el único hijo. Pero, siguiendo con la lógica de que hubiera un español al frente de la Orden, para trabajar por la reunificación y para garantizar, tal vez, la presencia de la Curia General en San Pantaleo, le envía de España como Procurador para los asuntos españoles (oficialmente; el P. Martra deseaba que fuera además una especie de Vicario del P. Casanovas) a un religioso muy cualificado, que luego será elegido Vicario General de España (1885-1894), el P. Manuel Pérez, Asistente General por la Provincia de Castilla. Sin embargo, por algún motivo, el P. Pérez no cuajó en Roma, así que se pensó como Vicario en un italiano, el P. Mauro Ricci, Assistente General por Toscana, y este sí cuajó, primero como Vicario General (1884-86) y luego como Prepósito General (1886-1900).

El P. Ricci quiso convocar un Capítulo General en 1885, en Roma, al que invitó a los superiores de todas las provincias de la Orden. El P. Pérez, Vicario General de España, escribe al P. Casanovas para felicitarle por su santo el 20 de agosto de ese año[Notas 9], y le dice: Pocos días ha el Rvmo. P. Ricci en carta todavía me insta a que tomemos parte en su Capítulo y elección de General. A principios de julio contesté a este Sr. Nuncio a instancia semejante diciéndole en resumen que estando nuestro modo de ser actual constituido por Bulas de Pío VII y Gregorio XVI concordadas con los Reyes de España, yo me creía en el deber de transmitir a mis sucesores el gobierno de la Escuela Pía tal cual lo había recibido. Es decir, quiere mantener la autonomía de las Escuelas Pías de España. Mientras el Papa no diga otra cosa. De esta opinión eran no pocos escolapios españoles, como puede ver en una carta que le escribía al P. Casanovas poco antes de su partida hacia Roma el P. Procurador General de España, José Calasanz López, buen amigo suyo[Notas 10]: Ahora me ocurre que esto [nombrar un General español] será con el fin de que los españoles nos unamos al General Romano. Esto no puede ser ni es conveniente. Además de las Regalías de la Corona o Concordatos que hay sobre las Órdenes Religiosas no abolidos hasta hoy por ambas potestades. De esto no se desprendería el Gobierno Español, ni debe hacerlo. V. está bien enterado de todo y sabe mejor que yo lo que ha de hacer. Quieren hacer a un español General Romano para volvernos a unir y cogernos los monises. Nada de eso.

Notas

  1. A pesar de ello, un buen susto sí se llevaron los escolapios españoles, como prueba esta carta del P. Agustín Casanovas a su Hermano Calasanz, escrita en Sabadell el 13 de octubre de 1868 Reg. Gen. 241 A 8, 3: Mi querido hermano P. Calasanz: hasta hoy no me he hallado con humor de contestar a tu apreciadísima del 24; ¡tantas son las tribulaciones que 20 días ha están lloviendo sobra todas las clases de la desgraciada España! Parece un sueño la transformación que ha habido en nuestra patria desde el 23 de 7bre, en que casi todo el país se levantó contra la Reina Isabel y sus consejeros. Pudo escaparse y toda la nación cayó en manos de la democracia, que no respiraba sino sangre y venganza. En Sabadell hasta ahora no ha habido sino sustos, gracias a la junta revolucionaria, que ha sabido contener a la plebe furibunda que quería pegar fuego a las fábricas y vapores en que trabajan los telares mecánicos. Todo está en aparente calma; nosotros principalmente yo estoy muy trastornado, cuatro días ha que estoy luchando con los de la Junta, que quiere derribarnos la casa nueva que está frente la Rambla; hasta ahora los he podido contener; no sé lo que definitivamente se resolverá. Domina el espíritu de destrucción. No sé a lo que vendremos a parar; está encima un cataclismo contra la Religión y contra todo lo bueno. Los Escolapios hasta ahora que yo sepa no han sufrido en parte alguna contrariedad. Si tantas libertades como se proclaman por el pueblo soberano llegan a realizarse, no sé lo que será de nuestra corporación. Cada pueblo tiene su Junta soberana, y esta en todas partes dispone y ejecuta lo que le da la gana. Ha habido muchas desgracias personales en Reus, incendios en Tarrasa &. España es una Babilonia. Haga Dios que se constituya en Madrid un Gobierno cualquiera, cuya acción se extienda a las provincias, si no vamos a quedar aniquilados sin distinción de clases. Todo lo que habrás leído en los diarios es una sombra de los peligros y desgracias sucedidos: toda la gente sensata augura un porvenir el más triste que pueda imaginarse. (…) Mañana doy principio a la visita cuadrimestre del Noviciado. ¿Profesaremos a los jóvenes? Yo los haría profesar; el P. Provincial fluctúa, no sabe qué hacerse...
  2. Reg. Prov. 63 A 135.
  3. Reg. Prov. 63 A 144.
  4. Idem.
  5. Reg. Gen. 243 A a, 6.
  6. Reg. Gen. 243 A a, 5.
  7. Reg. Gen. 243 A d, 44.
  8. Reg. Gen. 243 A e, 90.
  9. Reg. Gen. 246 a 97.
  10. Reg. Gen. 242 B h 2, 15. Fecha: 20 de junio de 1868.