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Contactos con las provincias centro-europeas
Desde 1783 el Emperador José II de Austria había separado del General Romano las tres Provincias de sus territorios (Bohemia, Austria y Hungría). Por su parte, las Provincias de Polonia y Lituania fueron arrastrando una vida cada vez más débil después de las particiones de Polonia a finales del siglo XVIII, hasta desaparecer totalmente la segunda y casi por completo la primera a mediados del siglo XIX. Las tres provincias del imperio, cada una por su cuenta, conservaron una vida bastante rica hasta el comienzo del generalato del P. Casanovas. A medida que este va avanzando, Bohemia y Austria van declinando, y tan sólo Hungría mantiene su vigor, que hace de ella la Provincia escolapia con más religiosos y más obras. El P. Casanovas conoce bien el estado de las cosas, pero consciente de la misión unificadora que le ha confiado el Papa, intenta tantear el terreno para ver las posibilidades de acercamiento. En el libro de reuniones de la Congregación General, con fecha 3 de enero de 1869, se lee[Notas 1]: El Rvmo. P. General ha presentado a su Congregación dos catálogos de los nuestros que están en las provincias de Austria y Bohemia, ha leído las cartas que los acompañan y en ambas se ve el temor de que en aquellas provincias se repitan los acontecimientos que han afectado a algunas casas de Italia. Se encargó al R.P. Pesce, Asistente por las Provincias Ultramontanas, que responda, y pida noticas más precisas sobre nuestra Orden en aquellas partes, y que además se pidiesen de las otras cuatro provincias que no estaban nombradas en los catálogos.
Concretamente, la carta del P. Lorenzo Sink[Notas 2], Provincial bohemo, con fecha 27 de diciembre de 1868, decía (en latín) lo siguiente: Son tantas las dificultades (causadas por el genio de los tiempos presentes) que afectan a casi todas la órdenes religiosas, que prefiero no enumerarlas. En lo que se refiere a nosotros, en todas partes han disminuido los ingresos, la caridad de alimentos, y sufrimos la falta de un número suficiente de maestros (pues todos los maestros, según el sistema introducido en los territorios austriacos, deben someterse a una Comisión Examinadora para ser aprobados); la situación política hace menos atractivas las órdenes religiosas, por lo cual, como resulta muy fácil hacerlo, muchos maestros de las Escuelas Pías se hacen maestros laicos, lo cual es muy de lamentar, así que tenemos que ir contracorriente.
Otro padre de Bohemia, Octavio Sofka, escribe el 26 de octubre de 1869 una larga e inquietante carta al P. General, en buen latín, en la que informa sobre la situación de la Provincia. Ignora el nombre del General, porque no aparece en el catálogo anual; desde 1855 el único patrón es el P. Provincial. El anterior Provincial Cayetano Wrana, viendo la situación desesperada de la Provincia, había decidido disolverla, con el acuerdo de la mayoría de los hermanos; despidió a los no profesos, y dejó de admitir novicios. A su muerte el Cardenal nombró Provincial al actual, Sink. Este se ha hecho reelegir fraudulentamente en el Capítulo, y a él le tiene un odio especial. Porque está bien preparado y escribe libros (habla varias lenguas europeas). Por eso le ha enviado a Altwasser, en medio del campo, con un clima perjudicial para su salud. El Provincial es ambicioso, vano, dilapida los bienes de la Orden… En Nikolsburg siendo rector desviaba el presupuesto enviado por el Emperador para enriquecer el museo mecánico hacia gastos de la comunidad; él mismo, Octavio, se ocupó de repararlo y mantenerlo durante 7 años, y luego lo malvendieron… Cuenta muchos otros abusos. Dice que el P. Provincial altera los datos del número de alumnos en los catálogos, que en realidad son muchos menos, porque la gente retira a los hijos de nuestras escuelas. A él le gustaría ir a Hungría, o a Austria, o a Roma. Tiene 53 años, y la vida se le hace dura allí, perseguido y empobrecido por los amigos del Provincial.
Por su parte, el P. Jacobo Seidl, Provincial de Austria (de 1852 a 1870), le escribe el 23 de diciembre de 1868 diciéndole que por allí las cosas van mal, y es de temer que empeoren[Notas 3]. En respuesta a la carta que debió enviarle el P. Pes, escribe con fecha 27 de marzo de 1869[Notas 4] que está de acuerdo en que hay que esforzarse por salvar la Orden, y que está dispuesto a enviar todo tipo de información por carta, y a cooperar en lo que haga falta. Sin embargo, no ve posible acudir a Roma o enviar a alguien para un capítulo, pues tienen allí mucho trabajo… En realidad, se sienten muy dependientes del Gobierno, del que esperan que les permitan seguir funcionando. En cuanto a otras Provincias, no están en contacto con Hungría, pero cree que van bien; de Polonia, cree que ya no existe como Provincia. Todavía ese mismo año 1869, en respuesta a otra carta en la que le preguntan de qué manera cree que se podría aumentar la unión con las Escuelas Pías de Roma, responde el 28 de noviembre[Notas 5] diciendo que no sabe qué decir; de momento hay que obedecer los decretos del Imperio. Siempre ha existido un vínculo de caridad con Roma, y seguiré existiendo, pero ellos, para poder sobrevivir, tienen que cumplir las leyes del Imperio. En cuanto a una unión mayor, habrá que esperar al Concilio Vaticano, a ver qué dice.
Se percibe claramente que la situación de estas dos provincias era extremadamente complicada. Casi un siglo de separación de la cabeza romana, a causa de las leyes del despotismo ilustrado de los emperadores austriacos, habían producido en estas provincias una decadencia de la que ya no se recuperarían por completo nunca.
En cuanto a Hungría, las cosas van mucho mejor. El P. Ferenc Somhegyi (Provincial de 1867 a 1879), escribe el 29 de septiembre de 1869[Notas 6]: Con sumo consuelo para nuestro ánimo puedo informar sobre el buen estado de nuestra Orden en Hungría y en Transilvania, pues el número de sacerdotes, que parece que preocupa a algunos, en nuestro caso se mantiene alto. En el próximo año escolar 1869-70 el número de miembros de la Orden aumentará en 29, que son los novicios que hemos seleccionado y admitido de los 95 candidatos que se presentaron. Esperamos confiadamente que el bache de individuos que afectó a nuestra Orden durante cinco años (de 1848 a 1852) quede compensado en breve, pues el Dios de la Paz no niega sus gracias. En cuanto a nuestros hermanos de Galitzia [región del sudeste de Polonia; se refiere a la provincia polaca] no sé nada. Pues no hay intercambio postal entre ellos y nosotros.
Las noticias sobre Polonia llegan directamente de un padre polaco, Tadeusz Chromecki, que escribe desde Marsella el 26 de febrero de 1869[Notas 7]:
Cuando estuve en Roma hace cuatro años, hablábamos a menudo de recuperar nuestro Colegio de Cracovia, que está totalmente abandonado por los nuestros y es administrado por un sacerdote diocesano designado por el Rvmo. Ordinario del lugar. Ni yo ni el P. Adam, que reside actualmente en París, podemos ahora ocupar esa casa, pues el Gobierno Austriaco nos tiene prohibido regresar a territorio imperial. Pero en Estrasburgo de Francia reside uno de los nuestros, el P. Matías Casimiro Maliszewski de S. José de Calasanz, antiguo Prefecto de las Escuelas de Varsovia. Este Padre reside en Francia desde el año 1832; nació en Cracovia y tiene 70 años de edad. Está deseando volver a Cracovia y fijar su residencia en nuestra casa; está listo para salir de Estrasburgo hacia allá el primero de abril, y como tiene nacionalidad austriaca, es de esperar que no tenga ninguna dificultad para tomar posesión de nuestra casa. Por este motivo ruego a Vuestra Paternidad que se digne darle obediencia para Cracovia, de modo que en virtud de ella pueda vivir y dirigir legítimamente aquella casa. Como nuestra Provincia de Polonia está prácticamente suprimida, la casa de Cracovia depende directamente de Vuestra Reverencia, y es necesario su permiso para conservar esta última casa en tierra polaca. Por ello recurrimos a V. Paternidad con plena confianza, esperando que en poco tiempo logremos felizmente el objeto de nuestra súplica. Yo sigo en Marsella, profesor de la sexta clase en el seminario menor, y espero salir dentro de poco tiempo hacia Cracovia si el Padre Maliszewski me pudiera conseguir el permiso del gobierno austriaco para residir en esa ciudad. De este modo podríamos conservar nuestra casa, y principalmente la restauración de la Provincia, cuando la Divina Providencia nos conceda ese día favorable a Polonia y a nuestra Congregación.
El P. General reaccionó inmediatamente enviando obediencia al P. Casimiro para Cracovia. Desgraciadamente, falleció al poco de llegar. Pero poco después consiguió regresar también el P. Adam Slotwinski, sobre quien recayó la tarea de recobrar el colegio, y de resucitar la provincia, como veremos más adelante. Es el único caso (hasta ahora) de una provincia escolapia prácticamente desaparecida que vuelve a la vida, y una vida floreciente, como podemos observar hoy día.