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II. Evolución de las diversas provincias de la Orden durante el generalato del P. José Calasanz Casanovas
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General29/Provincias italianas evolución
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Provincias italianas

San Pantaleo

Ya más arriba hemos dado abundante información sobre el estado de la casa de San Pantaleo cuando llegó el P. Casanovas, y sobre su evolución posterior. San Pantaleo tuvo durante todo el generalato del P. Casanovas la espada de Damocles sobre su cabeza: el P. General temía que en cualquier momento el gobierno italiano (o el municipal romano) no sólo les iban a expropiar la casa (cosa que hicieron), sino que además iban a ocuparla para sus fines propios, dejando a los escolapios algún sencillo reducto como vivienda, o nada. La casa en aquel momento no presentaba una apariencia muy acogedora: algunas partes del edificio necesitaban reparación. Pero los escolapios no querían invertir en un edificio que tal vez iban a perder, y el municipio tampoco quería intervenir sin saber claramente para qué les podría servir el mismo. De hecho, se hicieron algunas obras por cuenta del municipio, como la escalera que parte del patio para subir al antiguo refectorio, hoy pinacoteca. Y algunas reparaciones más urgentes, como el tejado y algún tabique que amenazaba ruina.

Viendo que el municipio no tomaba ninguna medida importante con respecto al uso del edificio, excepto las salas de la planta baja, los escolapios siguieron haciendo una vida prácticamente normal en San Pantaleo, excepto por las escuelas, que ya nunca se recuperaron. Encontramos en las crónicas un acontecimiento luctuoso que encontró eco en la prensa católica del país: el robo sacrílego que tuvo lugar en la noche del 23 al 24 de febrero de 1880. El P. Angelo Bellincampi informa detalladamente sobre el mismo, casi dos años más tarde, cuando las autoridades de la Junta Liquidadora le preguntan por qué no les ha informado sobre el mismo. Dice lo siguiente[Notas 1]:

Estimado Señor. Sólo por inadvertencia no se informó a Vuestra Señoría sobre el hurto ocurrido en esta iglesia de San Pantaleo en la noche del 23 al 24 de febrero del pasado año 1880. Cuando descubrimos lo ocurrido, dimos parte inmediatamente al Vicariato y a la Policía, y esta se presentó a primera hora de la mañana en el lugar, constando que se había forzado y abierto el portón que da la Plaza de San Pantaleo, y que se había forzado la otra puerta que comunica con el pasillo común a nosotros y los excombatientes, en la planta baja, y que va a salir a la calle de la Posta Vecchia. Constató igualmente que se había forzado y abierto la puertecilla del sagrario, y faltaba la píxide de plata con las sagradas formas y la caja de la hostia grande, además de unos setenta exvotos de plata del altar de Santa Ana, y los pendientes de oro y una pequeña espada de plata que adornaban el cuadro de la Virgen de los Dolores, junto con un alba de la sacristía, un candelabro y el vino preparado para la misa del día siguiente. La policía interrogó allí mismo a los encargados de la iglesia, y a otros sirvientes, tanto de casa como de fuera; luego prestaron declaración en la oficina de la Policía. A continuación, hicieron algunas visitas domiciliarias. Durante algunos días continuaron las investigaciones, pero hasta ahora, que nosotros sepamos, no se ha descubierto al autor o autores del hurto. A pesar de ello no se interrumpió el servicio de la iglesia; conseguimos comprar otra píxide de metal dorado por 80 liras, valor equivalente al de la píxide robada.

Poco tiempo antes se había observado que uno de los muchachos que servía en la iglesia como monaguillo a veces se apropiaba de alguna moneda de las que se recogen en el cepillo de la iglesia. Tras la denuncia hecha a la policía, fue llevado al Tribunal Correccional, por el que fue condenado a tres meses de cárcel, pero tras reducirle la pena en dos meses, cumplió la condena con sólo un mes en la cárcel.

Poco después del robo de la píxide, fueron robadas de la bodega cuatro garrafas de vino; se hicieron las declaraciones habituales a la Policía, pero no hemos sabido el resultado.

Podemos asegurar a Vuestra Señoría que por parte nuestra vigilamos con todo celo y diligencia la conservación y seguridad de la iglesia y todo lo perteneciente a la misma. Anteriormente no había ocurrido nada semejante, y esperamos que tampoco ocurra en el futuro, puesto que a nuestra vigilancia se añade la que presta asiduamente el portero de la Asociación de Excombatientes, quien muestra siempre sus buenos servicios. Pero en el caso, que no es de esperar, de que ocurrieran nuevos daños en esta iglesia, esté segura Vuestra Señoría que le avisaremos inmediatamente.

Un hecho semejante, y que muestra la sensibilidad enfrentada de aquellos años difíciles, viene narrado el 28 marzo de 1871, en el periódico católico Il Divin Salvatore. El cronista de la casa lo copia en su libro[Notas 2]:

Es cosa sabida de todos que el santo día de S. José había sido elegido por los sectarios para llevar a cabo nuevas afrentas a nuestra Santa Religión. No sabiendo hacer nada mejor, después del desgraciado intento del 10 de los corrientes, tan ruinosa para sus intereses, concibieron la cobarde idea de ultrajar por la noche varias imágenes sagradas de las que están expuestas a la veneración en las calles de la ciudad, y entre ellas la que hay en la plaza de S. Pantaleo sobre la farmacia Langeli. Un amigo nuestro nos envía la siguiente narración de este hecho, que de buena gana reproducimos en nuestras columnas. “En la noche del 18 al 19 de los corrientes, hacia las dos y media de la madrugada, pasaba una manada de gente alborotando por la calle que va del Pasquino a la Plaza de San Pantaleo, donde, en la esquina del callejón del Aquila, había una imagen de María Santísima con el título de Auxilio de los Cristianos, en un cuadro de forma oval, pintado sobre lienzo, que representaba a la Madre de Dios, abrazando en su seno virginal y materno al Divino Niño Jesús, en cuyo honor el propietario de la casa desde antiguo hacía arder diariamente una lámpara. La citada turba, movida únicamente por un satánico odio irreligioso, en medio de gritos y aullidos, arrojaba piedras contra la santa imagen, rompiendo no sólo el cristal, sino dañando también la tela sobre la que estaba pintada”. Insulto sacrílego perpetrado únicamente por odio a la constante devoción del pueblo a las Santas Imágenes, las cuales se encuentran muy frecuentemente en Roma en las paredes de los edificios y casas y en los ángulos de las calles.

En la mañana del día 19 (dedicado al gran Patriarca S. José, proclamado por Su Santidad el Papa Pío IX Patrón Universal del Orbe Católico), las personas que transitaban por dicha plaza se paraban allí, y contemplando el insulto, se quedaban horrorizados ante tanta audacia de la felonía anticatólica. Al mismo tiempo expresaban el vivo deseo de una reparación adecuada, para aplacar la justa indignación de Dios que se había procurado. Los habitantes del vecindario prometieron satisfacer en breve tan piadoso deseo, pues todos estaban perfectamente de acuerdo con ese deseo. Y de hecho en primer lugar se pusieron de acuerdo con las autoridades eclesiásticas y con los RR. PP. Escolapios de S. Pantaleo para que, después de restaurar la sagrada imagen dañada, fuera expuesta en la iglesia a la devoción de los fieles, y luego se haría un Triduo en el mismo lugar los días 23, 24 y 25 de marzo a las 5 y media de la tarde, triduo que se anunció a la población por medio de la prensa católica de esta ciudad. Los citados PP. Escolapios de buena gana y con la espontaneidad y gentileza que les distingue, prestaron su colaboración para que las funciones sagradas del Triduo resultasen devotas y decorosas.

Sigue informando el periódico que el triduo se celebro con gran asistencia de fieles, con indulgencias especiales, etc. Siguió luego una novena a San José, invitando a los fieles a refugiarse bajo su amparo en aquellos tiempos calamitosos que se vivían.

Un momento fausto para la casa fue, por el contrario, el de la visita del Papa Pío IX a San Pantaleo. Ex alumno de los escolapios, Pío IX ya había visitado en dos ocasiones anteriores la casa, en 1848 y en 1855. El 26 de agosto de 1869 vino por tercera vez para testimoniar su devoción a San José de Calasanz y para felicitar a su sucesor el día de la fiesta. El Giornale di Roma del 28 de agosto describe la visita[Notas 3]: Su Santidad poco antes de Vísperas del día 26 trasladóse a San Pantaleo para visitar aquella parte de la antigua casa que fue habitada durante muchísimos años por Calasanz y que hoy, convertida en capilla, se ofrece a la veneración. Su Santidad oró allí y luego en el Oratorio dignóse admitir al beso del pie a los religiosos escolapios, que se habían reunido de las diversas casas de la ciudad para honrar la memoria de su Santo Padre, y también a los internos de su Noble Colegio Nazareno y gran número de personas devotas que se encontraban entonces visitando el santuario, que con ocasión de la festividad se suele abril al público.

Fue la última vez que Pío IX visitó San Pantaleo; a partir del año siguiente, con la toma de Roma por las tropas italianas, se recluyó para siempre como prisionero del Vaticano. Ya casi al final de su vida le envió el P. General una invitación, que es más bien la expresión de su adhesión y la de toda la Orden a este Papa, que tan próximo de ella se sintió siempre. Decía lo siguiente[Notas 4]:

El día 27, el martes de la próxima semana, es la fiesta de S. José de Calasanz, Fundador de las Escuelas Pías. Con tal motivo el Prep. General con sus Asistentes en representación de la Orden, venimos a rendir a los pies de Su Santidad el homenaje de nuestra veneración, nuestra lealtad y obediencia, de nuestra adhesión a su magisterio infalible y también de nuestro afecto filial a la augusta persona de Su Santidad. Cuando Dios quiera devolver la paz a la Iglesia, de la cual ha constituido a Su Santidad Supremo Rector, Maestro y Cabeza Visible, como sucesor del Príncipe de los Apóstoles y Vicario de Jesucristo, rogaremos a S.S. que, igual que tantos de sus antecesores de feliz memoria, se digne volver a honrar con su presencia la Casa de San Pantaleo, donde con la ayuda y bajo la dirección inmediata de la Santa Sede, tuvieron su origen las Escuelas Pías, las primeras públicas y gratuitas abiertas a la juventud; el oratorio donde el niño Jesús a petición de su Madre, la Santísima Virgen María, bendijo a los profesores y alumnos; y por último la pequeña habitación donde el Santo Fundador vivió durante más de 30 años, consolado y confortado por las apariciones que la convirtieron en un paraíso. Hoy, sin embargo, Rvmo. Padre, le pedimos que imparta la bendición apostólica a todos los religiosos de la Orden, en todos los países, y a la juventud que frecuenta las Escuelas Pías.

El P. Angelo Bellincampi da noticias de esta fiesta al P. Casanovas, que, volviendo ya de su viaje a Europa Central, se encontraba visitando Liguria. Le cuenta: El 25 de agosto pasé toda la manñana en el Vaticano (…) Pedí a Mgr. Zonghi que recordara a Su Santidad que el lunes era la fiesta de S. José de Calasanz, y como este Mgr. Zonghi es el custodio de muchos objetos regalados a Su Santidad, le pedí cualquier cosa para guardarla como recuerdo en San Pantaleo. La tarde del 26 este Monseñor trajo un cáliz elegantísimo de estilo bizantino, que dicen que vale unas 300 liras; para nosotros basta con saber que es un regalo de Pío IX.

Tan pronto como es nombrado Vicario General, el P. Mauro Ricci decide trasladar a Roma varios juniores toscanos. Pero no para vivir en San Pantaleo: quiere buscar una casa más adecuada para su formación y, eventualmente para la Curia. Está pensando en una casa adyacente a la iglesia de S. Nicolás de Tolentino[Notas 5], que le ha ofrecido León XIII. Mientras el P. Casanovas había condescendido a menudo con los Provinciales que, por falta de personal o de recursos, se habían servido de juniores, novicios e incluso postulantes como maestros, el P. Ricci desde el principio toma medidas para que la formación de los candidatos sea más seria, aunque hubiera que hacer sacrificios de momento. El 30 de junio de 1885 el P. Antonio Rolletta, Provincial Romano, informa a los PP. Rectores de que Hemos podido conseguir en buenas condiciones y por intercesión del Santo Padre la Casa de S. Nicolás de Tolentino que, con la ayuda de Dios, abriremos en el mes de septiembre del presente año. Nuestros juniores con los de las demás provincias serán formados allí según el espíritu del Fundador con la observancia regular y con estudios serios y oficiales se prepararán para el ejercicio de nuestro instituto.[Notas 6] El P. Provincial pide a los Rectores, e incluso a los simples religiosos, que contribuyan económicamente para la compra de la casa. De hecho, no irá a la casa de S. Nicolás de Tolentino, reclamada por los Católicos Armenios de Roma (que tienen aún allí su colegio), y el Papa les ofrece un antiguo convento dedicado a Santa Eufemia, hoy destruido, en el Foro Trajano, junto a la iglesia, también demolida, de S. Lorenzo. Allí residieron el General, la curia y los juniores hasta 1892.

El P. Ricci había invitado también a otros Provinciales a enviar sus estudiantes a Roma, a la vez que les pedía su apoyo económico. El 25 de marzo de 1885 le responde el P. Andrés Kalmar, Provincial de Hungría (de 1879 a 1991) con el envío de 2250 liras que habían recolectado en la Provincia. Sin embargo, le dice que no envía estudiantes a Roma, pues andan muy escasos de personal. En realidad da a entender que prefiere que sus jóvenes estudien en una universidad del país, aunque los estudios sean largos y caros, pues así recibien un diploma para poder enseñar, y de este modo la gente valora altamente los colegios escolapios[Notas 7].

El P. Ricci terminó trasladando la Curia General a la nueva casa construida de planta en la Vía Toscana (actual sede de la Cruz Roja italiana), que fue inaugurada en 1892, ya después del fallecimiento del P. Casanovas. La casa de S. Pantaleo quedaba reducida a un santuario escolapio, con algunos religiosos a su servicio.

Provincia Romana

Roma y el territorio dependiente del Vaticano fue la última zona en incorporarse a la unión italiana. Los escolapios italianos habían conocido ya las consecuencias de la unificación, más penosas en algunas regiones que en otras. Cuando es inminente la entrada de las tropas italianas en la capital, la Congregación General toma una decisión[Notas 8]: Puesto que corre la voz de la ocupación de Roma y provincia, se decide escribir a los Rectores de las Casas para que, estando de acuerdo todos los individuos de la comunidad, permanezcan firmes en su puesto, y si las cosas van mal, los Superiores de la Orden los destinarían a nuestras casas de Toscana y Liguria, cuyos Provinciales piden religiosos. Por suerte la ocupación romana, aunque representó no pocos inconvenientes, no impidió la continuación de la actividad en las casas escolapias. Aunque la situación se presentaba difícil, el P. Casanovas era un hombre de fe y dispuesto a todo para salvar las Escuelas Pías, como escribe en una carta al P. Perrando, el 29 de septiembre de 1870, pocos días después de la entrada de las tropas italianas en Roma[Notas 9]:

Querido P. Ex General: pues ya hemos llegado a un nuevo orden de cosas para Roma y para estas pobres Escuelas Pías nuestras. Pobres ciertamente en todos los sentidos. A pesar de que la cosa estaba prevista, no nos hemos preparado, ni para la enseñanza, ni con reservas económicas para vivir. Me ha faltado fuerza, que no voluntad; los nuestros permanecen anclados en sus sistemas, y las Congregaciones firmes en no querer franquear los Institutos Religiosos. Veremos qué podrá salvarse, y si habrá algún medio para salvar nuestras escuelas. Yo con el favor de Dios pienso permanecer firme en mi puesto, y el corazón me dice que, a pesar de todas las dificultades, San José salvará su obra usando para bien las disposiciones que yo he aceptado con menos gusto. He encargado la conservación de las casas y de las escuelas a los PP. Rectores con sus respectivas comunidades; la Provincia al P. Provincial con su Congregación, y yo lo consulto todo con mis Asistentes. Unidos todos en lo que hagamos, cooperando todos para lograr nuestro propósito, podremos conseguir algo a fuerza de abnegación y caridad; aislados no conseguiremos nada. Oremos, y nuestras oraciones obtendrán aquello que nuestros esfuerzos no consigan.

Esta fue su convicción y su apuesta por toda la Orden. Y lo cierto es que tenía muchas cosas en contra, y que sólo al final de su mandato pudo ver que las cosas se estaban estabilizando. Sus esfuerzos, su sacrificio, habían valido la pena.

La Provincia Romana, ya desde tiempos de S. José de Calasanz, tenía un estatuto muy particular: en la práctica todas las casas de Roma quedaban bajo la jurisdicción directa del P. General, que era quien nombraba los superiores. E incluso algunas fuera de la ciudad quedaban bajo su control, como era el caso de la de Alatri, al menos en el periodo que estudiamos. El P. Casanovas estaba decidido a mantener esta situación que él había encontrado. Escribe al P. Ex General Perrando, su Asistente, el 24 de febrero de 1879[Notas 10]:

He oído decir que quieren hacer la Provincia Romana independiente del General como lo son las otras Provincias de Italia. Si no se trata de habladurías, lo normal es que presenten la petición por escrito. Si llega el caso, veremos qué dicen, y responderemos. Yo de ningún modo cederé ningún derecho correspondiente al General. Si la petición se hace respetuosamente, y tal es el voto de los Asistentes, yo podría aceptar, en consideración al estado actual de la provincia, alguna modificación, que duraría a mi beneplácito, sobre la intervención del Provincial en el Colegio Nazareno, e incluso en la Casa de de San Lorenzo, pero en cuanto se refiere a San Pantaleo, nunca jamás.

Idea y norma que sigue vigente en nuestros días.

El catálogo de 1870[Notas 11] ofrece los siguientes datos para la Provincia Romana:

Casas Religiosos Alumnos

1.S. Pantaleo 22 280
2.S. Lorenzo 13 60
3.Nazareno 13 60
4.Frascati 9 230
5.Narni 3 80
6.Poli 3 75
7.Città della Pieve 5 85
8.Col. Urbino
9.Castelnuovo di Farfa 3 60
10.Alatri 12 217
11.Pieve di Cento 1 115
12.Rieti 4 90
TOTAL 96 1442

Se trata de datos y cifras oficiales. En realidad, tras la ley de supresión de las Órdenes Religiosas en 1866, varios colegios se cerraron: Narni, Citttà della Pieve, Castelnuovo, Pieve di Cento, Rieti, aunque en algunos casos quedaron algunos religiosos para cuidar de los bienes que no habían sido expropiados, o al cargo de la parroquia (Rieti). El catálogo de la provincia del año 1885 da unos datos más realistas, aunque no dice el número de alumnos de los colegios:

  • San Pantaleo: 9 padres, 4 clérigos estudiantes, 3 hermanos.
  • Noviciado S. Lorenzo: 7 sacerdotes
  • Frascati: 4 padres, 1 junior, 2 hermanos.
  • Narni: casa tomada por el gobierno.
  • Nazareno: 11 padres, 3 hermanos.
  • Poli: 3 padres, 1 hermano.
  • Città della Pieve: ocupada por el Gobierno. Hay un administrador.
  • Urbino: abandonado a Toscana.
  • Castelnuovo di Farfa: vive un padre.
  • Rieti: 2 padres.
  • Alatri: 8 padres, 2 hermanos.

Noviciado de Alatri: 2 padres, 7 juniores, 8 novicios, 6 hermanos.

Podemos ver por estos datos que durante el generalato del P. Casanovas el colegio más prestigioso de la Provincia era el Nazareno, por su calidad de Colegio de Nobles, aunque tenía pocos alumnos y todos internos. Académicamente el más importante era el de Alatri. En San Lorenzo pudieron seguir funcionando las escuelas en locales alquilados, sin ser muy numerosos sus alumnos. Frascati tenía cinco clases, Poli sólo dos. Las escuelas de San Pantaleo tuvieron que cerrarse en 1874.

En Alatri, Frascati y Poli los escolapios siguieron al cargo de la enseñanza pública porque los municipios respectivos eran en general favorables a los religiosos, y estaban satisfechos con la educación escolapia. Sin embargo, la transición, a partir de 1870, de ser “independientes” a ser “dependientes” del municipio no fue fácil, y en algunos casos (en especial en Alatri) costó muchos disgustos a los superiores escolapios, que veían cómo algunos de los religiosos aceptaban con dificultad someterse a los nuevos patrones. Para empezar, los municipios (forzados por los responsables provinciales de educación) exigían las patentes o titulaciones acadñen¡micas para enseñar; en ocasiones pedían a los escolapios que abrieran nuevas clases, y si no tenían suficientes religiosos, que contrataran maestros laicos, pero esto no era del agrado de los religiosos, pues el personal laico en general era de ideas liberales, y podían “contagiar” a los religiosos jóvenes. Y en ocasiones incluso se reservaban el privilegio de nombrar al director de las escuelas. Ya desde el principio el P. General recomienda a los religiosos que se adapten a las exigencias del municipio[Notas 12]. Año tras año van resolviendo la cuestión sobre la marcha. Pero a veces aparecen conflictos más duros, posiblemente debidos a nuevas exigencias por parte del municipio. El P. Nicola Morfini, que aparece a menudo como director del colegio, el 18 de noviembre de 1875 escribe al P. General pidiéndole que lo saque de Alatri[Notas 13]: Ruego a V.P.Rvma. que me dé obediencia para salir de Alatri, y se lo pido porque no tengo ganas de depender en absoluto del Municipio, el cual no sé si por espíritu de partido o por maldad desconoce ahora tantos sacrificios que nuestra Provincia ha hecho en bien de la ciudad, y ahora ponen un pretexto y luego otro para echarnos de manera vergonzosa. Ni siquiera se ha avergonzado el que ahora hace las veces de Alcalde de manchar el honor de algún religioso en el Consejo Público. Confiando en su bondad, espero obtener lo que deseo. No obtuvo su deseo el P. Morfini, que debió seguir aún varios años más en Alatri.

La situación entonces debía ser particularmente tensa, cuando un opúsculo anónimo escrito en Alatri criticando a los escolapios es reproducido en La Voce della Verità, periódico católico de Roma a principios de enero de 1876. El P. Casanovas inmediatamente va a protestar ante las autoridades eclesiásticas[Notas 14]. Los argumentos que emplea son los siguientes, en una carta escrita probablemente (sólo tenemos el borrador) al mismo P. Morfini, Director del colegio, con la intención de animarle[Notas 15] :

Había recibido ya por correo el impreso del Alatrino sin firma. Opino que V.R. no debe apresurarse ni por responder ni por hacer responder. En Alatri la verdad se abrirá su propio camino; fuera de Alatri nadie podrá opinar sobre un anónimo. El tal anónimo está escrito con pasión y parcialidad. Si su fin era asegurar el Colegio de Alatri, hay que reprobar los medios usados; si su fin era culpar a V.R. y a las Escuelas Pías de la situación crítica en que se encuentra el Colegio, todavía peor. Los escolapios se han dirigido al Gobierno para ser autorizados a continuar enseñando, aduciendo sus títulos, válidos incluso por ley por ser considerados equivalentes a la patente. El Gobierno no ha hecho hasta hoy ninguna declaración al respecto, pero tampoco les ha intimado a abandonar la escuela. La circular del Sr. Ministro habla de los profesores que no tienen título; los Escolapios creen tenerlo. Si el municipio en lugar de pedir a los escolapios una patente que el Gobierno les niega se hubiera dirigido al Gobierno pidiendo que acepte los títulos de los Escolapios como equivalentes, lo que puede hacer sin ir contra la ley, el colegio de Alatri se encontraría definitivamente reconocido, a pesar de que fuera provisional la autorización de algunos Escolapios. Incluso hoy el municipio podría actuar en este sentido, a beneficio del colegio y de los escolapios, que bien lo merecen. En cuanto a V.R., cualquiera que lea imparcialmente el anónimo encontrará en el mismo las pruebas de que el P. Bellincampi ha hecho todo lo posible para conservar el colegio de Alatri, y para obtener que el Gobierno apruebe los títulos de los Escolapios. Si V.R. no lo ha logrado, la culpa es de otros. El hecho de que se pretenda estar contra lo que V.R. ha dicho sólo prueba la poca delicadeza de quien lo ha provocado y luego comentado: todos saben que la autoridad puede dar en confianza una palabra de esperanza, mientras de oficio está obligado a obedecer las órdenes de sus superiores y hacerlas cumplir. En fin, yo soy de la opinión que V.R. no deje el puesto mientras no se le indique directamente; absténgase de luchar contra el municipio y contra la junta mientras los Escolapios puedan continuar sin perjuicio de su propio decoro; pueden quedarse para salvar todo o lo que sea posible; a sacrificar el propio decoro nadie puede ser obligado.

Pero los problemas de Alatri no venían sólo de fuera. Al ser una comunidad numerosa, con religiosos cualificados (el colegio de Alatri era el único que ofrecía todos los niveles de enseñanza en la Provincia Romana), había tensiones a menudo entre los mismos religiosos. En Alatri, además, es particularmente sensible el tema del peculio personal. En febrero de 1877 escribe el P. Casanovas al P. Nicola Flammia[Notas 16]:

Siempre he creído que la casa de Alatri podría ser la más provechosa para los religiosos suprimidos en la Provincia Romana, tanto para asegurarles una posición, como para conservar las Escuelas Pías dentro del marco de la ley, pero para esto se requiere buena voluntad y esfuerzo en la enseñanza, y sujeción religiosa a las disposiciones de los Superiores. Los Superiores, en la medida de lo posible, se ajustan a las Constituciones o se dirigen a la Santa Sede; los religiosos acepten y sigan las prescripciones de los Superiores, y no se contradigan sus juicios, lo cual es incompatible con el voto de obediencia. En relación con las escuelas, escuchen el Director o Prefecto lo que piensa el Rector. Para la disciplina regular, observen las prácticas y reglas de nuestro Instituto, incluso después de la supresión, tal como están obligados por deber de conciencia en virtud de la profesión, de la que nadie puede dispensarse ni ninguna circunstancia puede invalidar. En este sentido yo repito a los religiosos de Alatri, igual que a todos nuestros religiosos, que mientras sea posible debemos convivir en comunidad como si la supresión no hubiese tenido lugar, conformándose cada religioso con el dinero para vestuario acostumbrado o con el número de misas usual, debiendo ingresarse en el depósito de la Caja a beneficio de toda la comunidad las restantes misas y los honorarios del Municipio por la enseñanza, y depositando en una Caja común las pensiones del Gobierno para beneficio de todos los religiosos de la Provincia si la casa no tiene necesidad de ellas para el normal funcionamiento. El que obra de manera distinta actúa en contra de los votos, contra la Constituciones y contra los Decretos de la Santa Sede. Y los Superiores están obligados a observar y hacer observar nuestras Constituciones y las del Pontífice, obrando de tal modo que permanezcan a salvo los vínculos de la profesión religiosa.

Por la correspondencia disponible, podemos deducir que el colegio de Alatri era el que más quebraderos de cabeza causó al P. Casanovas, hasta el punto de hacerle enfermar. Como él mismo dirá en una carta, que luego veremos, una de las razones de salir de viaje hacia Europa Central era recuperarse de los quebraderos de cabeza causados por Alatri, esperando que sus Asistentes Generales lograran ellos solos resolverlos. Pero hay que decir también que, con no pocos cambios y esfuerzos, el colegio siguió activo durante todo el periodo del generalato del P. Casanovas.

Menos problemas causan las escuelas de Frascati y Poli, más pequeñas. Con todo, los municipios presionan también para obtener buenos profesores, y patentados. En una carta reservada al P. General, fechada el 30 de septiembre de 1873, el Cardenal Guidi, Obispo de Frascati, le dice[Notas 17]:

Debo llamar la atención de V.P. Rvma. sobre el estado de las escuelas de esta ciudad de Frascati.

La procuraduría de estudios de la Prefectura de Roma, por odio al espíritu católico que domina en esta ciudad, se sirve de todos los medios, si no para pervertirlas, al menos para inquietarlas bajo cualquier aspecto.

Uno de los motivos principales de la actividad de estos esfuerzos es el saber que los RR. PP. Escolapios, tan beneméritos, tengan las cinco escuelas comunales. Por ello la procuraduría de estudios en cualquier circunstancia que se presenta favorable, amenaza al Municipio. El Municipio no se privará nunca de los excelentes PP. Escolapios; por el contrario, este año ha aumentado el honorario de los profesores o maestros. Pero existe un punto débil, y es tal que no puede ocultarse frente al Provisor de los estudios, y que es precisamente el objeto de mi carta reservada. Esta debilidad es consecuencia del defecto de pronunciación del excelente y para mí muy querido P. Francesco Lecce, defecto que hace vanas sus extraordinarias cualidades en cuanto a conocimiento y experiencia en la enseñanza. Hay aún otro problema. Se trata del P. Pío, óptimo joven, pero más bien incapaz de dirigir una clase numerosa. Los otros tres son irreprochables bajo todo punto de vista.

Sería necesario, pues, que la caridad de V.P. Rvma. presentara otros dos sujetos para sustituir a los mencionados más arriba, y le ruego vivamente y de corazón que lo haga. La ciudad de Frascati, objeto de los cuidados personales de su Santo Fundador es bien merecedora de una atención particular de V.P. Rvma.

Esperando una respuesta adecuada, con sentimientos de mi más alta estima…

Esta carta nos permite comprender las tensiones existentes en no pocos lugares de Italia. Las escuelas eran un campo de batalla entre dos bandos claramente definidos: el conservador o eclesial, que quería mantener en lo posible el statu quo anterior a la unificación de Italia, y el liberal que quería suprimir la influencia de la iglesia en todos los dominios sociales. Por lo demás, no tenemos conocimiento de que en Frascati hubiera especiales problemas con las escuelas. Hubo que cambiar algún religioso por cuestiones personales o por necesidad de atender a otros centros. Un caso trágico se presentó en el año 1881. Había un joven religioso, Francesco Giansanti (había cumplido el servicio militar, y parece que regresó enfermo). Era un buen profesor, y en Frascati estaban contentos con él. Pero los superiores decidieron trasladarlo al Nazareno. Cuando se enteró el Alcalde de Frascati, escribió una carta al P. General, fechada el 22 de agosto de ese año, prueba de las buenas relaciones entre el Municipio y los Escolapios. Decía lo siguiente:

Muy Reverendo Señor. Con gran disgusto me he enterado de que ayer vino a esta ciudad el Rev. P. Leonetti para ponerse de acuerdo con el Rector local P. Lotti sobre el traslado al Colegio Nazareno del Clérigo Francesco Giansanti, actual maestro en estas escuelas municipales, sin que este Municipio haya recibido ningún aviso al respecto.

Suponiendo que V.P. no esté enterado de ese nuevo destino que querrían dar al Giansanti, me permito dirigirme a V.P. rogándole se niegue a dar el permiso para que se aleje de Frascati tal persona, el cual goza más que ningún otro de la confianza de la Representación Municipal, la cual, en vista de sus méritos, le había concedido una renovación de dos años en su oficio de maestro, a partir del próximo octubre.

A causa de su bien conocida cortesía, y de las atenciones que este Municipio ha tenido siempre para con los maestros PP. Escolapios, tengo motivos para esperar que V.P. secundará este deseo mío, que corresponde con el de la Representación Municipal. Esperando mostrarle personalmente mis respetos dentro de algunos días, tengo el honor de declararme, con expresiones de perfecta estima y consideración…

El Alcalde consiguió retenerlo en Frascati, pero por poco tempo, porque Dios había destinado trasladarlo aotro lugar. Con gran dolor de todos, el Clérigo Giansanti falleció en Frascati unas semanas más tarde, el 26 de noviembre de 1881, consumido por la enfermedad.

El colegio de Poli era el “patito feo” de la Provincia. Pequeño y distante. Se enviaban allí algunos religiosos que no encajaban en otros lugares. Mientras dependió de los Condes fundadores o sus sucesores, no hubo problemas. Pero a partir de 1870 fue el Municipio quien se hizo cargo de pagar los salarios de los profesores, y la cosa no era siempre fácil. Los escolapios de Poli escriben a menudo a Roma contando sus apuros económicos. También el Obispo Placido Pettacci de Tivoli (diócesis a la que pertenecía Poli) escribe al P. General preocupado por el estado de las escuelas de Poli. Dice lo siguiente[Notas 18]:

Me escribe el párroco de Poli que el Delegado extraordinario de estudios no está satisfecho del segundo maestro escolapio, y amenaza con proveer diversamente, nombrando maestros laicos. La población lo sentiría mucho, a causa del afecto que tiene hacia esta Orden enseñante, que desde el tiempo del S. Fundador ha dado instrucción religiosa y literaria a los habitantes de Poli. Por esa razón, el párroco y el pueblo suplican por medio mío a V. P. Rvma. que se lleve a ese segundo maestro y les devuelva el del año pasado, que regresó a Roma a causa de la salud, o bien envíe un religioso sacerdote que pueda satisfacer las exigencias del citado Delegado. Confiando que V.P. quiera acoger benignamente la súplica…

Durante años existen tira y aflojas entre el Municipio, que quería buenos maestros y titulados, y los Escolapios, que no siempre podían responder a esas demandas. En ocasiones el Municipio retrasaba sus pagos para forzar a los escolapios a presentar maestros adecuados… y venían las dificultades económicas. Con todo hay que decir que las escuelas de Poli siguieron airosamente adelante, y conocieron aún mejores tiempos al comienzo del siglo XX.

Las escuelas de S. Lorenzo in Borgo, en Roma, también salieron adelante, aunque en locales alquilados. Lograron mantener una calidad notable, como hemos visto más arriba. Estas eran las escuelas romanas “para los pobres”, mientras en el colegio Nazareno recibía educación un número reducido y privilegiado de hijos de la nobleza, en régimen interno. Cada año, al llegar el verano, partían todos, alumnos y profesores, a una casa que tenían en Albano, donde el clima es más tolerable. Había vacaciones en octubre, y en noviembre regresaban al Nazareno. El único susto lo llevaron en el año 1870, cuando el asalto de las tropas italianas a Roma en septiembre. Los escolapios tuvieron un momento de vacilación: ¿Qué hacer: regresar a Roma, para evitar que el colegio, casi abandonado, fuera ocupado por las tropas invasores, o quedarse en Albano, lejos de los combates, teniendo a salvo los niños? Se inclinaron por la segunda opción, por lo que recibieron las alabanzas de los padres de familia, que preferían saber que sus hijos estaban a salvo, lejos de los lugares de posibles combates.

El Nazareno tuvo un problema de otro tipo: tras la unificación italiana pasó a ser controlado por un patronato estatal, no eclesiástico como anteriormente[Notas 19]. Era Director del Nazareno el P. Leone Sarra, quien al mismo tiempo ejercía el cargo de Provincial Romano. Los miembros de este patronato quisieron que el P. Sarra les presentara cuentas de su gestión, pero él o bien no pudo, o bien no quiso; la consecuencia fue que indicaron al P. General que debía pedir la renuncia del P. Sarra de su cargo de Director del Nazareno. En un principio parece no tener dificultades. El 22 de marzo de 1877 escribe al P. General[Notas 20]: Hace ya más de 40 años que me dedica a la educación de la juventud. Ahora, después de maduro examen y religiosa meditación, he resuelto firmemente dejar en las manos de V.P. Rvma. el Provincialato y el Rectorado del Colegio Nazareno. A los nuevos nombrados pasaré haré inmediatamente entrega de todo.

El P. General comprende perfectamente la cosa, la acepta sin más, y, como para consolarle, le responde tres días más tarde[Notas 21]: Comprendo bien que V.R., Rector del Colegio Nazareno haya estimado no conveniente continuar bajo otros en el cargo que le había confiado el Cardenal Vicario. Pero creo que es en interés suyo y de todos que antes de que se nombre un sucesor V.R. responda a las cuestiones presentadas por el Sr. Racionero el Abogado Calvi, y facilite la liquidación de las cuentas del colegio (…) Yo por mi parte ayudaré en lo que me sea posible, para dar una pronta solución a las cuestiones pendientes.

Pero ese es precisamente el problema: dar cuentas. El P. Sarra cambia sorprendentemente de opinión, tal vez en un intento desesperado de defenderse. El tiempo va pasando, y el P. Casanovas pide al P. Sarra que renuncie formalmente a sus cargos. Y esta es la sorprendente respuesta, fechada el 1 de abril de 1878[Notas 22]:

Hago notar a V.P. Rvma. que, en el presente estado de cosas, yo no podré nunca por voluntad propia abandonar ni estable ni temporalmente el doble cargo de Provincial y de Rector del Colegio Nazareno. Pues sabe bien V.P. Rvma. que tanto en uno como en el otro nombramiento intervino la autoridad del Sumo Pontífice Pío IX de santa memoria, y por consiguiente mi renuncia, del mismo modo que debería notificarse al mismo Pontífice Pío IX, si viviera, debería ahora ser notificada a su sucesor León XIII. Ahora bien, algo que no ocurrió durante el anterior pontificado, mucho menos puedo consentir que ocurra bajo el pontificado de León XIII, con el cual tengo el honor de tener relaciones personales muy estrechas, quien podría tomarse a mal el que yo me retirase voluntariamente, en especial del Rectorado del Colegio Nazareno, el cual, como todos saben, incluso ahora le corresponde nombrarlo a él. Así que me mantengo firme a no ceder más que a la voluntad e mis superiores, o a la fuerza. He querido expresarle todo esto en respuesta a la suya del 30 de marzo, para evitar complicaciones desagradables tanto para mí como para V.P. Rvma., de quien me repito…

El P. General manda por fin renunciar al P. Sarra, y convoca un Capítulo Provincial reducido para elegir a su sucesor. Como no es prudente que se tenga un Capítulo Provincial normal, ordena que se celebren los capítulos locales; cada casa debe elegir su vocal, y todos los vocales, con los Superiores, deben enviar al P. General su papeleta de elección de nuevo Provincial, con tres nombres[Notas 23]. Resulta elegido el P. Gaetano Bonuccelli, que residía en Rieti como párroco de la iglesia escolapia. El P. Bonuccelli, que al principio era opuesto a ser elegido, responde el 4 de julio de 1878 al P. General aceptando el nombramiento: V.P. Rvma. y los Rvmos. Asistentes Generales han creído bien endosarme el peso del Provincialato Romano, para el que me había elegido la mayoría de los vocales. He confesado y confieso mi incapacidad para desempeñar este cargo (…) A pesar de ello V.P. Rvma. me ha enviado la patente y yo la acepto por obedecer a sus indicaciones y cumplir su voluntad.

Ahora bien, a lo que no está dispuesto es a renunciar a su cargo de párroco en Rieti, que era, como él decía su ganapán. Quiere tener algo a lo que agarrarse si las cosas cambian (y para cuando deje de ser Provincial). Tiene además otro interés personal: en la vivienda parroquial de Rieti viven además de algunos sacerdotes diocesanos una sobrina suya con su esposo. Este dato es motivo de cierto escándalo (que una mujer viviera en una casa religiosa), por lo que incluso el Obispo pide al P. General que haga salir de allí a la sobrina con su marido. Tras no pocas discusiones, al fin sacan de allí a la pareja, pero tienen que ayudarles para alquilar otra casa.

Por otra parte, no había buen entendimiento entre el P. Leone Sarra, representante en cierto modo de “lo clásico” y el P. Gaetano Bonuccelli, que representaba “lo moderno”. Y el P. Leone hará todo lo posible por mantener el control de las inversiones hechas por él con el dinero de la Provincia en la compra de ciertas propiedades en Città della Pieve, que antes habían sido escolapias. Posiblemente había usado para dicha compra algún capital personal, que temía ver perdido, y quería separar antes. No se fía de Bonnucelli, y por ello hace todo lo posible para retrasar la entrega de esos bienes, y de las cuentas de su administración de los mismos. El P. Casanovas pretendía que el P. Sarra siguiera administrando los bienes de Città della Pieve, pero bajo la dirección del P. Bonuccelli, y dando las cuentas claras. Pero la cosa no era tan sencilla, dadas las personalidades de los interesados. El P. Provincial y el mismo P. General tienen que apremiarle muchas veces, y él encuentra siempre excusas para no hacerlo. A una carta apremiante del P. General responde negando todas las acusaciones que le lanza la congregación provincial romana, y concluye de manera irónica[Notas 24]: Termino con una reflexión que creo a propósito. S. José de Calasanz, como todos saben, fue privado del Rectorado del Colegio Nazareno sólo por intrigas frailunas, sin intervención de seglares, tras ser engañados el Papa y los Prelados, y después fue depuesto del generalato y finalmente llevado al Santo Oficio. Si hubiera vivido en nuestro tempo, en el cual a la maldad y ambición de los hermanos se ha unido la revolución y la obra de los liberales-moderados, no habría salido vivo.

El asunto se alarga indefinidamente, con el nerviosismo de todos. El P. General se decide a recurrir a la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos explicando todo el asunto, que se estaba convirtiendo en motivo de escándalo y por tanto de peligro para las Escuelas Pías, y pidiendo una mediación[Notas 25]:

Eminencia Reverendísima. En la Provincia Romana de las Escuelas Pías se había establecido no hace muchos años la llamada Caja de los Inválidos, a favor de los religiosos mayores. Venían sus entradas de los donativos de las personas y las casas, de los bienes de los difuntos pertenecientes a la Provincia y de los réditos de las cartillas de ahorro que se iban comprando poco a poco, de modo que al comienzo del Provincialato del P. Leone Sarra se recibía ya una renta de algo más de doscientos escudos al año. Administraba esta Caja el Provincial del momento, mientras la Caja Provincial era gestionada por un administrador elegido por el Capítulo Provincial. Cuando el nuevo Gobierno ordenó cambiar las cartillas pontificias por cartillas italianas, el P. Leone Sarra, que en calidad de Provincial administraba la Caja, creyó más seguro vender las cartillas y emplear su importe en volver a comprar los bienes que habían sido expropiados a la casa suprimida de Cittá della Pieve, de la cual él era Rector en el momento de la supresión. Después de la dispersión de la comunidad religiosa conservó el título de Rector, incluso cuando fue nombrado Provincial.

Como administraba la Caja, también administraba los bienes que la representan, pagando los impuestos correspondientes, o sea el veintésimo, de modo que los bienes están ya liberados hasta la mitad de su valor. Después de tres trienios de provincialato ha sucedido al P. Leone Sarra, a propuesta de quienes tenían votos en la Provincia, el actual Provincial P. Gaetano Bonuccelli, que sigue residiendo en Rieti porque es párroco de aquella iglesia de las Escuelas Pías, ministerio del cual estaba investido en cuanto Rector cuando tuvo lugar la supresión de aquella casa. Los dos Asistentes Provinciales y los dos Consultores que, presididos por él, forman la Congregación Provincial, residen tres en el colegio Nazareno y uno en S. Lorenzo in Borgo, combinación un poco anormal para gestionar los asuntos, a lo cual se pone remedio mediante la correspondencia postal y con la venida a Roma del mismo en los casos más importantes.

Tras su toma de posesión, el nuevo Provincial se preocupó de que se le consignara la Caja de los Inválidos, y hacerse cargo de su administración. Si bien anteriormente este paso del Provincial saliente al Provincial entrante había sido una cosa muy simple, puesto que el Provincial era un mero administrador, la cosa no resultaba tan sencilla esta vez, a causa de la supresión acaecida, y del cambio en la naturaleza de los capitales. Tras pedir consejo, el P. General manifestó a cada uno por separado y a los dos juntos cuando vinieron a San Pantaleo su manera de pensar, que en resumen era:

1.No le parecía conveniente establecer que en el caso de cambiar de Provincial al final de cada trienio debiera entrar el nuevo Provincial jurídicamente en posesión de los bienes, pagando el no pequeño impuesto de sucesión;
2.Suponiendo que quien ha salvado la Caja en tiempos difíciles y comprado los terrenos ha manifestado de hecho interesarse por el bien de los inválidos de la Provincia, que en el futuro se encuentren sin pensión,
3.Es de suponer que la administración común de la propiedad, puesta a disposición del nuevo Provincial, redundará en beneficio de la misma Caja, y que no sólo no se excluyen, sino que se ayudan mutuamente la experiencia del saliente en la administración de los bienes y el deber del entrante procurando su conservación y aumento.

Después de tales observaciones, el P. General hizo a ambos la siguiente propuesta: el Ex Provincial P. Leone Sarra, con un documento notarial que sería registrado, declarará que los bienes fueron comprados in solidum para aydua mutua con dinero de N…, de N… y de N…, los cuales son reconocidos como copropietarios y se hacen recíprocamente donación uno a otro, de modo que ninguno puede disponer, ni mediante testamento, de parte alguna de los bienes, la propiedad de los cuales corresponde solidariamente a todos y cada uno de los citados copropietarios, respectivamente donantes y receptores, de modo que cuando uno fallece los demás son los únicos posesores in totum, hasta el último superviviente, quien dispondrá libremente de ellos. Esta es la idea; la fórmula la encontrará un abogado. La propuesta fue aceptada, se hicieron las primeras gestiones, el nuevo Provincial fue con un Consultor suyo a Città della Pieve, revisó los libros con la administración de su antecesor el P. Leone Sarra, y le encargó que continuara llevando la administración hasta nueva orden. Pero cuando fueron al notario para establecer el instrumento de condominio, no se concluyó nada definitivo. Entendí que era para ahorrar los gastos del registro. Cuando vinieron de nuevo a San Pantaleo, el ex Provincial Leone Sarra proponía ahorrar los gastos de la sucesión, y dar todo tipo de garantías para asegurar la propiedad de los bienes a la Provincia, pedir un préstamo para pagar los veintésimos que aún se debían a Hacienda, y, sometiendo su administración al actual Provincial, poner cada año a su disposición el producto neto de los bienes. Por su parte el Provincial actual, y con la Congregación Provincial que se encuentra en Roma, proponían que el P. ex Provincial Leone Sarra firmara una escritura de venta de todos los bienes correspondientes a la Caja de los Inválidos, como si los hubieran comprado ellos, en el estado en que se encuentran, y ya pensarían ellos en redimirlos por completo, y hacerles producir, bien administrándolos directamente, bien por alquiler, bien incluso mediante una venta parcial si se presentaba una ocasión ventajosa. El P. ex Provincial Leone Sarra aceptó la propuesta, se hicieron las gestiones, se redactó la escritura por un notario y en el último momento el P. Leone Sarra dijo que no podía firmar. Apremiado nuevamente por el P. Provincial, el firmante llevó a cabo gestiones de mediación entre las dos partes, que no sirvieron para nada. Manifestó estar dispuesto a aprobar cualquier tipo de acuerdo al que llegaran las dos partes, pues no creía conveniente, en la presente condición de los tiempos, actuar autoritariamente a favor de una parte y a despecho y resistencia de la otra, a expensas según su opinión de los intereses de la Provincia, los cuales, donde se han salvado del naufragio, sólo pueden conservarse cooperando juntos con buena voluntad. Y aquel que siendo Provincial compró los bienes en nombre propio, y el Provincial actual, que según nuestras Reglas debería administrarlos en razón de su propio cargo, es decir, el primero pasando todo a disposición de su sucesor, y el segundo no rehusando los buenos oficios de su antecesor, consolidar de común acuerdo la pequeña propiedad de la Provincia. En este estado de cosas, el P. Provincial Gaetano Bonuccelli con su Congregación Provincial se han dirigido a esa S. Congregación para que tome la determinación que le parezca más conveniente en el Señor.

Eminencia Reverendísima, el Prep. General desea y procura, en la medida en que se lo permiten sus fuerzas, la conservación de las Escuelas Pías en la Provincia Romana y en las demás provincias de Italia, pero si, Dios no lo permita, en algún lugar no pueden mantenerse, considera más honroso verlas caer bajo los golpes de la supresión y del odio de los sectarios contra la enseñanza religiosa, antes que verlas desoladas por la división entre sus propios hijos, especialmente de aquellos que por los servicios prestados, que prestan y que pueden prestar aún, expresan estar dispuestos a concurrir eficazmente a la salvación del Instituto. El P. General estima que él no debe actuar autoritariamente, ya que por una parte cree que en el caso presente la cuestión proviene y se mantiene a causa de malentendidos, ya porque ambas partes han dado prueba en el pasado de su afecto por la Orden de las Escuelas Pías. Por tanto, el firmante desearía que la Sagrada Congregación nombrase una persona competente, de la misma S. Congregación o del Vicariato, ya que el Cardenal Vicario es el Protector de la Orden, al objeto de examinar las peticiones de quienes presentan la súplica, y de invitar al P. Leone Sarra que presente sus razones y se ponga de acuerdo con su sucesor. La misma persona designada podría hacerse presentar los libros de la administración, examinarlos y aprobarlos si lo cree justo, de modo que se suprima todo motivo de nuevas disputas sobre el modo de adquirir los bienes y de su administración hasta el presente, y finalmente se establezca el medio para asegurar a la Provincia la propiedad de los bienes con los menores gastos posibles a causa de la sucesión, y al Provincial en cada momento la administración de los mismo bienes a favor de los inválidos de la Provincia.

Parecía que esta explicación y esta petición debería facilitar las cosas, pero las cosas de palacio van despacio, y en este caso con una exasperante lentitud. El Obispo de Città della Pieve pide al P. Casanovas que intervenga en el asunto, que está creando cierto escándalo. El P. Casanovas le responde el 10 de octubre de 1880[Notas 26]:

Monseñor, he hecho todo lo que he sabido para evitar el desacuerdo entre el actual Provincial P. Gaetano Bonuccelli y su antecesor P. Leone Sarra, pero no lo he logrado. Han llevado el asunto a la S. Congregación, y ella decidirá. Agradezco sinceramente la invitación de V.E. Rvma. a acercarme ahí a la Città della Pieve; me agradaría, y mucho, volverle a ver e intercambiar nuestros mutuos sentimientos, pero mi venida en nada podría ayudar a resolver la cuestión suscitada, puesto que ahora no se trata ya de saber si la administración del P. ex Provincial Sarra era correcta o no; la cuestión consiste en que el Provincial actual reclama justamente los derechos que le competen como Provincial, de la misma manera que los han disfrutado todos sus antecesores, incluido el mismo P. Sarra, es decir, la administración de aquellos bienes que la Provincia quiso siempre que fueran administradas por el Provincial del momento. Así que no está bien aplicada la palabra “persecución” que V. E. Rvma. cree que sufre el P. Sarra; todo el asunto se habría concluido si este traspasara a su sucesor los intereses de la Provincia. Que él recibió de su antecesor, según el modo prescrito por nuestras Reglas y que se ha usado siempre en casos similares. Para tranquilizar a V.E. Rvma. le hago saber que se ha presentado el P. Leone Sarra y ha expresado estar dispuesto a tratar con el P. Provincial Bonuccelli para arreglarlo todo. Sea Dios bendito por ello.

Pero la solución del problema, uno de los que sin duda causó más quebraderos de cabeza al P. General durante todo su mandato, aún estaba lejos. Siguieron las presiones y las fintas de un lado y otro hasta que por fin en julio de 1881 la Sagrada Congregación dio la razón a quien la tenía, y ordenó al P. Sarra que entregara la administración a quien designara el P. Bonuccelli en el plazo de ocho días, y los libros actualizados en el plazo de dos meses[Notas 27]. Ante esta orden tan perentoria viniendo de la Santa Sede el P. Sarra tuvo que rendirse ¡después de tres años resistiendo! Aunque, eso sí, consiguió prorrogar la entrega hasta finales de agosto. El 6 de septiembre escribe desde Città della Pieve el P. Bonuccelli al P. General[Notas 28]: El 28 de agosto de 1881 llegamos a Città della Pieve yo y el P. Raffaele Cianfrocca. En los días 29, 30 y 31 de agosto el P. Leone Sarra nos entregó los libros de administración 1876 a todo el mes de julio de 1881 [los otros ya los había entregado antes]; la casa con todo el mobiliario existente, el grano, el vino, el aceite, los establos con la nota del ganado existente en ellos. El P. Sarra por fin cedió a lo que se pedía, y luego se puso a disposición del P. Provincial para ir a donde le ordenase, hasta el momento de su muerte en 1893. El 12 de diciembre de 1881 escribió una lacónica carta al P. General[Notas 29]: Peccavi Domine, miserere mei. Recompré nuestros bienes en Città della Pieve: hice mal. Por orden de V. Paternidad y de la S.M. de Pío IX fui como Rector al Colegio Nazareno: hice mal. Lo entregué todo: hice bien. Acusado, calumniado, amenazado de suspensión intenté defenderme: hice mal. El jueves próximo, si Dios quiere, iré a Roma y le ruego por caridad alojamiento en S. Pantaleo. Creo hacer bien.

En relación con la sustitución del P. Sarra aparece uno de los problemas más serios que el P. Casanovas tuvo con la Provincia Romana: la no celebración del Capítulo Provincial en que se debería elegir a su sucesor. Los tiempos eran difíciles, y no parecía prudente reunir a muchos religiosos de una Orden suprimida, para no llamar la atención de quienes no les miraban bien; sin embargo, algunos de los religiosos de la Provincia exigían la celebración del Capítulo Provincial para atender a urgentes necesidades de la Provincia. Entre ellos, el P. Nicola Morfini, liderando un grupo de religiosos de Alatri, que escribió el 21 de julio de 1876 al P. Casanovas rogándolo que lo convocara[Notas 30]. Al día siguiente le escribe el P. Casanovas la respuesta[Notas 31]:

P. Morfini, he recibido su carta de ayer, y la transmitiré a la Congregación General. Sin embargo, creo que V.P. habría hecho mejor escribiendo a la Congregación Provincial sus observaciones sobre la manera de celebrar el Capítulo Provincial, puesto que yo con mi Congregación General no hemos hecho sino aprobar las propuestas de la misma Congregación Provincial, y las hemos aprobado con una espontaneidad tanto mayor cuanto que estábamos persuadidos de la imposibilidad moral, y quizás también material, de reunir el Capítulo como de costumbre según nuestras Constituciones. Después de una larga discusión sobre sus ventajas e inconvenientes, con imparcialidad, con personas competentes, hemos creído que el sistema de las papeletas de voto era el más oportuno actualmente, tanto porque no llamando la atención de los malévolos se aleja el peligro, como porque con papeletas sucesivas de votación se pueden llevar a cabo todos los requisitos referidos a un Capítulo Provincial, de manera que el cambio de sistema afecta sólo a la forma, no a la esencia del Capítulo. Para informarse (no digo para buscar votos, cosa que no es lícita nunca, sino para compartir en torno a las necesidades de la Provincia y también acerca de las personas para conocer la idoneidad de quienes deban ponerles remedio), ha habido tiempo suficiente para ponerse en contacto mediante cartas; se entiende bien que la correspondencia postal tiene sus inconvenientes y es menos favorable que la reunión de las personas, pero la mejor voluntad no puede alterar la condición de los tiempos, y cuando es necesario actuar, se hace lo que se puede y no lo que se querría[Notas 32]. Sintiendo la necesidad de escuchar a la Provincia y viendo la imposibilidad de reunir a las personas en capítulo, querer hacer depender de tal reunión la conservación de la Provincia, a mi juicio sería lo mismo que quererla ver disuelta y destruida. Deseo que V.R. y nuestros Padres de Alatri no hagan depender la suerte de la Provincia de una formalidad que fundadamente creemos no puede adoptarse hoy en día, y espero que todos en cualquier circunstancia ayudarán con su colaboración a salvar la Provincia del estado miserable a que se encuentra reducida. Únanse superiores y súbditos en la caridad y en el deber religioso, y el resto lo hará Dios con su bendición. Le ruego transmita mi respuesta a los religiosos en cuyo nombre ha escrito.

Sin embargo, la cosa siguió siendo difícil durante varios meses, durante los cuales los contestatarios no daban su brazo a torcer. Quizás fue esta una de las razones que alegó el P. Casanovas para hacer su viaje a las provincias ultramontanas en 1877. Estaba a disgusto con lo que ocurría en Alatri; se sentía enfermo y quería quitarse de en medio dejando a sus Asistentes toda autoridad para resolver la situación. Llegado ya a Viena, da noticias al P. Perrando el 4 de julio de 1877. El P. Perrando le había escrito con algunas consultas. Le responde el P. Casanovas[Notas 33]:

En cuanto a las Provincias de Italia, es decir, Liguria y Toscana, apruebo plenamente la decisión de la Congregación General de intimar los Capítulos Provinciales que se deberán celebrar, según las Reglas, después de tres meses. Si la Provincia Romana o cualquier otra provincia encuentra dificultades, la Congregación General las resolverá de la manera que estime más conveniente en el Señor, pero sólo si se presentan tales dificultades. En cuanto a la Provincia Romana, cuyo estado conocemos todos, no sabría qué instrucciones darle; cuanto sé y puedo, ya lo he intentado otras veces, y por ello considero providencial mi ausencia, para ver si la Congregación General consigue darle una solución cualquiera. Hablo sinceramente: yo no sabría qué hacer, pero apruebo y asumo como propio todo lo que mi Congregación decida hacer. Así que delibere la Congregación General del modo que Dios le inspire, y lleve a efecto las deliberaciones. Si consiguen obtener el bien de la Provincia Romana, daremos gracias al Señor; si los frutos son diversos de los que todos deseamos, y surgen nuevos disturbios, yo asumo de buena gana toda la responsabilidad ante Dios que conoce nuestra buena voluntad, y ante los hombres ante los cuales estoy dispuesto a responder por mí y por la Congregación General.

En cuanto a usar la severidad, es decir, emplear los medios que las Reglas ponen en mano de los Superiores, y que los Superiores en ciertos casos deben emplear incluso en conciencia para mantener la Disciplina Religiosa, o al menos salvar el buen nombre del Instituto, yo me remito absolutamente al juicio de V.P. y de los Asistentes, cuyo voto es decisivo en tales ocasiones. Si lo hubiera creído útil, habría empleado la severidad ya antes de dar el último decreto; ahora que el decreto está hecho, dejo a la Congregación el juzgar si será mejor sostener firmemente el decreto sin intimar censuras a los individuos, pues saben que los contraventores incurren en ellas ipso facto sin ninguna declaración especial. O si será mejor declarar que han incurrido en las censuras cuando conste que no observan el decreto. En todo caso apruebo lo que decida la Congregación General, cuyas decisiones hago mías ocurra lo que ocurra. También a mí me duele el statu quo, pero confieso que no he encontrado un camino de salida; tome la Congregación General los medios que crea más eficaces, y esperemos que Dios bendiga sus esfuerzos.

Si las dificultades que encontramos en el arreglo de la Provincia Romana proviniesen de fuera, no me faltaría fuerza para luchar hasta el último extremo, pero cuando las dificultades son internas, cuando hay que luchar contra los nuestros, lo repito a la Congregación General: obren del modo que Dios les inspire, y cualquiera que sea el efecto, yo estaré con mi Congregación. Si a pesar del esfuerzo de la Congregación General el estado de la Provincia Romana no mejorase, yo retrasaría mi regreso a S. Pantaleo, de donde he salido porque ya no podía más a causa de la salud. Ruego al Señor que asista a la Congregación Provincial, para que en el estado dificilísimo en que se encuentran nuestras cosas encuentre para bien de las Escuelas Pías los medios oportunos que yo no he podido o sabido encontrar. Saludo de corazón a todos los Asistentes (…)

Más que una huida esta carta nos hace pensar en el último intento para intentar resolver una situación a la que él mismo no encontraba salida. Pero la cosa tampoco era fácil para los Asistentes Generales. Había un evidente enfrentamiento entre el P. Perrando, a quien el P. Casanovas había dejado al frente de la Congregación, y el P. Bellincampi, a quien había nombrado Comisario para resolver el problema de Alatri, sin que lo resolviera ni permitiese al P. Perrando meterse en ello. El P. Perrando, harto de la situación, abandona a los demás Asistentes y se retira a su pueblo, Sassello, en Liguria, donde espera la vuelta del P. General, mientras siguen sin resolverse diversos graves problemas (el tema de Alatri; la comisión revisora del Nazareno, que llevará al P. Sarra a la dimisión como Rector, el problema del P. Bonuccelli, que en Alatri escandaliza a algunos admitiendo moradores en el convento (entre ellos, una sobrina suya…).

En 1881, sin embargo, sí se celebró Capítulo Provincial. Y el P. Casanovas, tras recibir las Actas, escribió las siguientes observaciones[Notas 34]:

Observaciones acerca del Capítulo Provincial Romano, celebrado en el Colegio Nazareno, en agosto de 1881.

El Capítulo no fue autorizado, pero sí permitido por el P. General. Es decir, hecha la petición por parte del Capítulo [sic: debe decir de la Congregación], el P. General permitió al P. Provincial proveer con su Congregación a las Casas y a la Provincia en el tiempo y modo que estimasen conveniente. Habiendo decidido el P. Provincial con su Congregación la celebración del Capítulo, el P. General permitió al P. Provincial resolver las dificultades que se presentaran. El P. General obró así porque conocía que no se daban las condiciones para celebrar un Capítulo, estando las casas y las comunidades vinculadas a los Municipios o Comisiones Gobernativas,

Y que no era oportuno celebrarlo en Roma en un momento en el que los anticlericales pocos días después del 13 de julio organizaban comités para vigilar a los católicos, y pedían suprimir las garantías. En consecuencia, les hizo saber que no podían contar con San Pantaleo, donde el Fisco concede locales a la Generalidad.

El P. General concedió al P. Provincial desde el comienzo de su trienio que dispusiese y proveyese a todas las casas de la Provincia, incluso a las de Roma y otras dependientes inmediatamente del General, excepto de la casa de S. Pantaleo, sin prejuicio de lo que quisiera disponer su sucesor en la Generalidad. El General hizo esta concesión porque desde hacía ya bastante tiempo después de la entrada de los italianos en Roma, y principalmente después de la supresión, los líderes religiosos, es decir, los que en las casas se imponían a los demás, sin tener en cuenta a los Superiores, eran menos obsequiosos para con su autoridad. Así al menos se conseguía que no se desbandaran, y tuviesen un superior cualquiera, aunque sólo fuera nominalmente.

Es inútil cuestionar la manera de convocar el Capítulo para juzgar sobre su legitimidad; se quiso así, y así se ha obtenido el efecto deseado, es decir conocer el espíritu de los religiosos en las actuales circunstancias de los tiempos, y es justo que se haya hecho así para conservar, del modo que lo permita la conciencia y el decoro de los Superiores, lo poco que se pueda de las Escuelas Pías en la Provincia Romana.

Lo que ahora se propone para organizar la Provincia según el deseo de los Capitulares, aunque los Superiores no podían seguir por los mismos caminos, sin embargo hace ya años que lo podían haber puesto en marcha, pues el P. General les había dejado actuar por su cuenta, a partir del momento en que no le fue posible continuar como si la supresión no hubiera tenido lugar, acomodándose para la enseñanza a las leyes de la instrucción pública, y para las escuelas a los contratos hechos o por hacer con los Municipios, siempre de la manera más conforme con las normas de nuestro Instituto. El General, hoy como ayer, está siempre dispuesto a aprobar cualquier innovación que no se oponga al estado religioso; más aún, antes que disolver las comunidades religiosas permite que el P. Provincial con su Congregación acepten lo que se les quiera dar, excepto en caso de que se les presenten exigencias con las que no se pueda transigir sin traicionar a la Orden de las Escuelas Pías. (…)

Estas observaciones escritas por el P. Casanovas nos permiten comprender mejor las dificultades enormes a que tenían que hacer frente todos los Superiores en aquel ambiente enrarecido tras la supresión de las Órdenes Religiosas.

A pesar de las dificultades de los tiempos, no faltaban las peticiones por parte de obispos y de Cardenales para que los escolapios aceptaran nuevas fundaciones, aunque sólo fuera haciéndose cargo de la dirección de algún colegio, y empleando maestros seglares. En algunos casos se respondía enviando algún escolapio que tal vez causaba problemas en otros colegios, como en el caso del P. Meddi. En un caso se aceptó temporalmente un colegio, en Ceccano; en otros casos, como en Veroli, se respondió tajantemente que no.

El P. Meddi tuvo algunas diferencias en Alatri con el P. Bellincampi, Asistente General. En Ferentino los jesuitas se habían encargado de un colegio[Notas 35], y lo abandonaron; ofrecieron a los escolapios de la Provincia Romana la dirección del colegio, y aceptaron, enviando al P. Meddi, y el 28 de noviembre de 1874 el Alcalde de la ciudad escribe al P. General expresándole su agradecimiento por el envío, y pidiéndole que envíe otro sacerdote y un hermano para consolidar la fundación[Notas 36].

Sin embargo, los escolapios no pueden enviar más personal, y además la fundación no ofrece todas las garantías deseables. Y comienza además pronto una guerra de influencias en torno a la persona del P. L. Meddi, hombre al parecer muy capaz. En 1876 comienzan a pedir de Alatri que regrese el P. Meddi. Enterados en la municipalidad de Ferentino, piden al Obispo que escriba al P. General que deje al P. Meddi en Ferentino[Notas 37], quien le escribe una carta. Al parecer la carta obtiene su efecto, pues el P. Meddi continúa aún algunos años en Ferentino.

Pero los de Alatri vuelven a la carga, por medio del Alcalde, y del Obispo de la ciudad Pietro Saulino, que quieren de vuelta a Meddi. El obispo escribe al P. General el 22 de agosto de 1879[Notas 38]:

Vuestra Paternidad conoce bien la necesidad en que actualmente se encuentran las escuelas de este colegio Calasancio. Según mi pobre entender el único modo para remediar la cosa sería hacer volver aquí al M.R. P. Luigi Meddi. Sé que esta está muy dispuesto a obedecer a una simple indicación de V.P., sin necesidad de que otros lo sepan o tomen la iniciativa. Por lo tanto, le ruego se complazca en tomar alguna medida a propósito.

El P. Casanovas responde que el P. Meddi está comprometido con el municipio de Ferentino, y él no puede hacer nada para cambiar las cosas. Pero los de Alatri insisten. Además, el colegio de Alatri es escolapio, y el de Ferentino, no. Consiguen los de Alatri que el P. Meddi al terminar el curso 1879-1880 sea trasladado a Alatri. Cuando se enteran los de Ferentino, ponen también en juego sus influencias, al más alto nivel, para lograr algún remedio. Un Monseñor del Vaticano, G. Bocali, escribe al P. General el 3 de octubre de 1880 la carta siguiente[Notas 39]:

El Señor Obispo de Ferentino y el Municipio han presentado instancias apremiantes al S. Padre para que se digne librar a la ciudad en el modo que estime oportuno del daño que temen se produzca con la partida del P. Meddi de las Escuelas Pías del Colegio - Internado Filético, del cual ha tenido hasta ahora con tanto éxito la dirección. El Santo Padre no quiere poner obstáculos o impedimentos a la acción de los superiores de las Órdenes Religiosas, ni oponerse al traslado del P. Ferentino a Alatri. Sin embargo, a causa de las presiones que le han hecho, y en vista del mucho bien que resultaría para Ferentino si la dirección del colegio Filético siguiera estando a cargo del P. Meddi, el S. Padre me encarga proponerle si no sería el caso de adoptar una medida que sirviese al mismo tiempo a los intereses de la Congregación y a los del Colegio Internado de Ferentino. La medida podría consistir en enviar a Ferentino otro religioso capaz de dirigir el colegio, reservando al P. Meddi, aunque residiera en Alatri, el título de Director ante el Ministerio de la Instrucción Pública, y mientras tanto que se hiciera representar por un hermano idóneo, aunque tal vez no tuviese los títulos legales que lo habilitasen para la enseñanza. Pero esto son simple hipótesis, y V.P. Rvma. podrá tomar las determinaciones que le parezcan más oportunas.

Naturalmente, viniendo del Papa no eran simples “hipótesis”, y así lo entendió el P. Casanovas. Y encontró esa persona que le pedían en la persona del P. Leone Sarra, quien se sentía satisfecho al mismo tiempo por obedecer de nuevo órdenes del Papa. En unos pocos días el P. General se pone en contacto con el P. Sarra, obtiene su asentimiento, y envía la propuesta a Ferentino, que es acogida. Y el mismo Monseñor Bocali vuelve a escribir al P. Casanovas[Notas 40]:

Agradezco vivamente a V.P. Rvma. todo lo que ha hecho y ha ordenado hacer para proveer a la dirección del Colegio Filético de Ferentino. Han sido tantas las presiones por parte del Señor Obispo y del Municipio de Ferentino incluso ante el S. Padre para que fuese dejado allí el P. Meddi o enviado otro Padre Escolapio en lugar suyo que el P. Leone Sarra, aceptando ese cargo no sólo hará un gran servicio a la ciudad, sino que hará una cosa agradable al Santo Padre. Puesto que hay una gran urgencia, como puede verse en una carta reciente de la cual me permito copiarle un fragmento, ruego a V.P. Rvma. que haga de tal modo que la disposición se lleve a cabo sin retraso. Y perdone esta nueva molestia.

De momento la cosa se calmó, pero los escolapios nunca consideraron el colegio Filético de Ferentino como cosa propia. Más atención prestaron a una fundación en Ceccano, ofrecida a los escolapios en 1875 por el marqués Filippo Berardi, con la presión de su hermano Cardenal, y aceptada por el Provincial Sarra, que envió allí al P. Dionisio Tassinari con un pequeño grupo de 2-3 escolapios. El 14 de diciembre de 18715 el P. General escribía una carta al P. Celestino Zini, Provincial de Toscana, pidiéndole un favor[Notas 41]:

Ayer vino a visitarme el Emmo. Cardenal Berardi para pedirme que enviase a Ceccano por este año al P. Tassinari para impulsar la puesta en marcha de aquel colegio que se está abriendo, y que por ahora cuenta con pocos elementos en lo que se refiere a la idoneidad del personal. Después de oír mis observaciones, me recomendó insistentemente que escribiera a V.R. en su nombre rogándole le haga este favor. Yo no tengo ningún inconveniente para que V.R. dé permiso al P. Tassinari para ir a Ceccano a organizar aquel colegio; incluso comprendo que en el estado actual es necesario que dicho Padre vaya allí, ya que la continuación laboriosa del Colegio Nazareno y del de Alatri no permite que se toque el escaso personal de estos dos colegios. Yo no sé qué llegará a ser el colegio de Ceccano, inaugurado con pocos buenos auspicios por parte de los escolapios, pero comprendo que un día podría ser un refugio para esta Provincia Romana, principalmente si puede lograrse que algunos maestros obtengan el título profesional. Por lo tanto, si V.R. puede hacerlo sin causar muchas molestias a su Provincia, envíe pronto a Ceccano al P. Tassinari que hoy es verdaderamente necesario en aquel colegio, y diga al Padre que esta vez tiene el permiso no sólo de V.R., sino también del P. General, y si puede, que lo haga cuanto antes por el bien de aquel colegio y para satisfacer los deseos del Cardenal que a toda costa quisiera establecer allí a los Escolapios. Si V.R. debiera retrasar el permiso al P. Tassinari, me escriba cuanto antes de modo que yo pueda presentar la carta al pesado de Cardenal.

Pero el P. General con todo no está decidido a considerar el colegio de Ceccano como una obra escolapia. Escribe en el año 1877 (sin fecha) al marqués Berardi, que le pedía que aceptara de manera definitiva el colegio[Notas 42]:

Ilmo. Señor. Agradezco sinceramente a V.S. y al Municipio de Ceccano la benevolencia usada con los escolapios en el Colegio Berardi, y desearía poder corresponder a la confianza dispensada a los Padres de las Escuelas Pías a quienes se les quiere confiar la conservación del colegio. Sin embargo, siento verme obligado a responder a V.S. que en la condición a que la supresión ha reducido a las Escuelas Pías, no nos es posible establecer contratos y contraer compromisos que no tenemos fuerza para cumplir. Pero Su Señoría esté seguro de que si un día mejorase la situación en que la supresión ha dejado a nuestros maestros, seremos felices de poder ofrecer a V.S. nuestra colaboración en la enseñanza y dirección del Colegio de Ceccano.

El P. Dionisio Tassinari, superior de la pequeña comunidad, pide al P. General que envíe refuerzos a Ceccano, pues el P. provincial no lo hace. El 16 de enero de 1778 le responde el P. Casanovas:

Carísimo P. Tassinari: en mi última carta le decía que para cualquier cosa que necesite V.R. se entienda con su P. Provincial, quien, si tuviese que hacerme alguna comunicación, me la haría. Ni el Instituto de las Escuelas Pías ni el General tienen nada que ver con los asuntos de Ceccano, y V.R. comprenderá que menos aún puedo meterme ahora, en la actual situación del colegio. V.R., creyendo sin duda hacer el bien, fue a Ceccano y ha continuado allí durante el tiempo y en el modo que ha considerado conveniente; las circunstancias pueden darle consejo. A mi parecer no está en juego el honor del Instituto, pues el Instituto no se comprometió a nada, sabiendo que no podría salir bien la cosa. Y tampoco está en juego el honor de los que han intentado alzar un colegio al que faltaban todos los elementos vitales; se han sacrificado ellos mismos. Luchando desde el primer día, han sido superados por dificultades invencibles para ellos, pero su comportamiento, su coraje han sido siempre dignos e irreprensibles. He oído decir que el Consejo Provincial se ocupara pronto de asegurar la existencia y prosperidad del colegio, pero no estoy seguro de que lo logren. Oiga V.R. a quienes puedan estar bien informados, y diríjase al Superior de Su Provincia. Dios nos bendiga.

No es el único caso, como veremos, en que algunos escolapios asumen por su cuenta una obra que luego no pueden mantener, y piden ayuda entonces al P. General para que les ayude. Un ejemplo de las peticiones rechazadas desde el principio es la del Obispo de Veroli, que ha escrito una petición al P. Provincial Sarra el 26 de agosto de 1870, y este la remite al P. General. Él está de acuerdo con la petición, y está dispuesto a enviar allí cuatro juniores que están haciendo los estudios en la casa provincial. El P. General responde lo siguiente al P. Sarra[Notas 43]:

Querido P. Provincial, alabo el celo de V.R. por propagar el Instituto incluso a pueblos pequeños, pero las circunstancias no favorecen el piadoso deseo de admitir nuevas fundaciones, por varias razones:

1.Porque con tres o cuatro maestros no se puede hablar de enseñanza desde los primeros elementos hasta la retórica, estando prescrito por un Capítulo General a los Provinciales que en cada casa nuestra se abra una escuela de aritmética y caligrafía, y por la actual Congregación General que haya menos de dos escuelas primarias en cada una de nuestras casas fuera de Roma;
2.Porque a mi parecer sería una pésima idea interrumpir los estudios de los juniores, opinión justificada por la circunstancia actual de que ninguno de los nuestros se presenta a oposiciones para sustituir en el profesorado al P. Chelini, cuya cátedra probablemente se perderá para nuestro Instituto.
3.Porque aunque sea excelente el aire de Monte Sangiovanni, no se puede vivir de solo aire, y si pedimos mil escudos como en Monterrotondo[Notas 44], se callarán como en Monterrotondo. Y
4.Porque todavía hay algunos puestos vacantes en el Nazareno y deben ampliarse las escuelas de S. Pantaleo, y Volpini debe ir al noviciado donde está dando clase un novicio, con perjuicio de la clase que debe darse allí. Añada V.R. que temo perder a Tarnocchia a causa de su salud.

Si a pesar de estos inconvenientes creyese V.R. que sería útil al Instituto ir a Monte Sangiovanni, podría hacer una nueva tentativa con los que aún están fuera[Notas 45], y prometieron el año pasado que estaban dispuestos a volver, en cuya palabra yo no tengo ninguna confianza. Pero si V.R. piensa como yo, podría escribir al Sr. Obispo de Veroli que las circunstancias actuales en que se encuentran las Órdenes Religiosas no permiten a las Escuelas Pías a las Escuelas Pías multiplicar las casas cuando difícilmente podemos conservar las existentes. Preparemos buenos religiosos y buenos maestros, y no nos faltarán puestos donde colocarlos con ventaja para el Instituto y gloria de la Iglesia, y aunque para tal objeto deba gastarse el último céntimo de la caja provincial, no le duela, P. Provincial; no se puede dar al dinero un destino mejor.

Había habido otras peticiones de fundación rechazadas: la de Guarcino, cerca de Alatri[Notas 46]; en Spello, donde el Alcalde pide que se envíe al menos un escolapio para dirigir el liceo de la localidad[Notas 47]; la de Udine[Notas 48]. Una negativa significativa, con su explicación, es la que el P. Casanovas da al Cardenal Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide, en respuesta a una petición del obispo de Durazzo (segunda ciudad más importante de la actual Albania), en torno a marzo de 1875[Notas 49]:

A pesar de que al infrascrito le interesa mucho la formación de la juventud en la piedad y en las letras, y le resulta obvia utilidad de emplear maestros religiosos en las escuelas católicas, y a pesar de mi vivo deseo de secundar las buenas intenciones de Mons. D’Ambrosio, Arzobispo de Durazzo, me encuentro en la dolorosa necesidad de manifestar a V.E. Rvma. que en las actuales circunstancias de la supresión no tenemos individuos disponibles para enviar a otros lugares cuando ni siquiera podemos conservar las escuelas que nos han sido confiadas hasta hoy bajo la dirección de la Orden aquí en Roma y en otras ciudades de Italia. Al mismo tiempo que expreso mi gratitud a Su Eminencia por la confianza depositada en nuestros religiosos, permítame señalarle que las necesidades de la enseñanza no consienten el envío de religiosos aislados que no podrían formar una comunidad y tener superiores propios.

Las múltiples instancias de Obispos para introducir la Orden de las Escuelas Pías en sus diócesis, indujeron ya antes al infrascrito a manifestar al Emmo. Prefecto de la Propaganda que el Prepósito General de la Orden se encontraba dispuesto a prestar su colaboración en algún proyecto que quisiera iniciar esa Sagrada Congregación para abrir un noviciado en el que formar maestros escolapios para ser enviados a cualquier lugar del mundo; hoy día, las nuevas instancias que cada día nos llegan inducen al mismo a ofrecer a la S. Congregación la cooperación de su Orden para poner en práctica una idea de tanta trascendencia para el porvenir religioso de la juventud en los pueblos católicos y en las misiones.

Esta observación fue plenamente confirmada hace pocos años por el infeliz resultado de un colegio de las Escuelas Pías abierto en Ragusa[Notas 50] para formar la Viceprovincia de la Dalmacia, en el cual los religiosos, después de haberse sacrificado para establecer el Instituto, debieron dispersarse con dolor del Obispo que los había llamado y de la Orden que se esforzó inútilmente por conservar la fundación.

A medida que pasa el tiempo, las cosas se van arreglando en la Provincia Romana, adquiriendo un aire de normalidad. El P. Provincial Bonuccelli propone imitar los ejemplos de las Provincias de Liguria y Toscana, creando una Asociación Educativa[Notas 51] y estableciendo una Caja Común. Le responde favorablemente el P. General[Notas 52]:

Querido P. Provincial Gaetano Bonuccelli: la Congregación General ha visto con satisfacción el proyecto presentado por V.R. y su Congregación para establecer una Caja Común con la que proveer al futuro de los religiosos, además de a la conservación de esta provincia Romana. Alabando por tanto la idea, aprueba por completo el proyecto, aunque le parece necesario oír alguna explicación para alejar cualquier interpretación menos recta. Para facilitar la puesta en marcha del proyecto, creemos que ante todo conviene conseguir la adhesión de cada comunidad y escuchar sus observaciones, a continuación de lo cual la Congregación General resolverá definitivamente, cooperando con V.R. en la solución de las dificultades que se presenten adaptando el espíritu de nuestras Constituciones a las condiciones creadas por la supresión.

Al P. Provincial Bonuccelli, elegido por los religiosos de la Provincia, se debe este progreso en la normalización de la Provincia Romana. Sin embargo su tarea no fue nada fácil, y aunque permaneció en el cargo hasta 1884, más de una vez se le presentó la tentación de dimitir, como escribe en una carta al P. Bellincampi, deseándole felices Navidades[Notas 53]:

A las angustias, fastidios, congojas que continuamente se reciben de los ayuntamientos en los que somos huéspedes tolerados en nuestra propia casa, se añaden además las molestias causadas por nuestros hermanos. No voy a recordar las de S. Lorenzino, de Frascati, de Poli, de Ferentino (que yo no busqué), de Alatri; la mayor molestia en este momento es la del P. Meddi. Por cuarta vez me insiste en que lo saque de Alatri y lo mande a cualquier otro lugar, y se dirige a mí por sugerencia, según dice, del Rvmo. P. General. Esto es lo que le respondo: “Si su salida definitiva de Alatri no significase la pérdida de aquel colegio nuestro; si además hubiera vacante alguna cátedra en alguna de las casas de la Provincia, casas en las que vivimos, pero que en las condiciones actuales no están a nuestra disposición, no vacilaría un instante en satisfacer su deseo, pero estando las cosas de manera diferente, no puedo corresponder por ahora a su justa petición”. (…) Apurado por todas partes y en la imposibilidad de proveer a las exigencias de las casas, de los municipios y de los nuestros, ya no tengo ánimo para continuar en el cargo en que me han colocado sin que yo lo deseara, sin que lo quisiera, y que he tenido que aceptar a la fuerza. Desde el principio dije que en una situación tan cambiada no soy apto para este oficio.

Un hecho a la vez doloroso y sorprendente que dura todo el generalato del P. es la enfermedad del P. Pietro Bianchini. Residía en San Pantaleo; poco después de la llegada del P. Casanovas a Roma sufre un ataque de locura: El P. Bianchini, alienado de mente, la mañana del 25 de novembre salió solo sin presentarse al Rector ni a ningún otro superior, y durante tres días y tres noches no se dejó ver en S. Pantaleo. La tarde del 28 de noviembre fue conducido al manicomio del Santo Spirito[Notas 54].

A partir de entonces no dejará de escribir cartas al P. General, para desearle felices Navidades o feliz Pascua, describiéndole las condiciones en que se encuentra con un lenguaje dramático:

Por puro milagro del Altísimo hemos llegado, en un mar de trampas, de públicas, horribles calumnias, y de perennes tormentos causados por la despreciable canalla servidora de Satanás, al nuevo 1876. Y con gran pesar mío, a pesar de que recuerde algún pequeño consuelo que V.P. me ha ofrecido seis o siete veces al año para confortar con un poco de café el estómago destruido por el martirio neroniano, en el abandono de quien tendría la obligación de sacarme de la fosa de los hambrientos leones (…)[Notas 55]

Excuse V.P. si le incomodo con la presente. ¿A quién debe dirigirse un religioso arrojado al sepulcral recinto de los lánguidos, como un loco, para languidecer a causa de negras invenciones de otros, en el abandono y el sufrimiento, a pesar de su gran honradez, lealtad y sabiduría, a pesar de su gran amor, dispuesto siempre a olvidar el gran torrente de los martirios sufridos, después que se le ofrezca el justo remedio?[Notas 56]

Junto a sus quejas, en su opinión fundadas, sabe también expresar su agradecimiento, pues el P. General y otros escolapios iban a visitarlo, y a veces incluso le permitían ir, acompañado, a San Pantaleo, donde se conservaban sus libros y otros bienes personales. A pesar de su locura y su manía persecutoria, mantenía la lucidez suficiente para escribir bellos versos de vez en cuando, como esto soneto de felicitación navideña que envió al P. Casanovas y que no nos resistimos a copiar, pero eso sí, sin traducir, para que no pierdan nada de su sabor original[Notas 57]:

Divin Gesù, che per placar lo sdegno / della Paterna Maestade offesa, / e render l’uom’ novellamente degno / della celeste eredità sospesa, / scendesti giù dallo stellato Regno, / ed dell’Orbe ed Empireo a gran sorpresa, / nascer Ti piacque in un tugurio indegno, / su paglia vil fra due giumenti stesa; / or che l’Inferno s’è riscatenato / e da più lustri ogni Istituto Pio / tenta atterrar col più sottile agguato; / conforta fra le ambuscie il Padre mio, / e fa che presto ancor io consolato / lo veggia tripudiar di santo brio.

Al final, tras 18 años en el manicomio, lo dejan volver a su tierra, a finales de 1886 en Lucca, donde se ocupa de su madre y de una criada, y pide ayuda económica a la Orden[Notas 58]. No fue el único escolapio encerrado en el manicomio en aquellos tiempos; al menos otros dos lo fueron. El caso más triste fue el del P. Salomone de Liguria. A causa de sus manías lo llevaron temporalmente al manicomio de Génova. Cuando mejoró, lo volvieron a Carcare, su comunidad. Pero allí nada pudieron hacer por salvarlo de un ataque suicida: a pesar de que lo habían encerrado en una habitación de la planta baja para que no tuviera la idea de saltar por la ventana, se dio cabezazos contra la pared hasta morir[Notas 59].

La Provincia Romana, en definitiva, superó la difícil situación presentada tras la toma de la capital y territorio por las tropas italianas. Al final del mandato del P. Casanovas estaban mucho más tranquilas, y así continuaron las cosas durante muchos años.

Entre los escolapios que más destacaron en la Provincia Romana por su actividad y colaboración con el P. Casanovas, hemos de destacar en primer lugar al P. Angelo Bellincampi, que fue algo así como su mano derecha. Fue su Asistente General durante todo su generalato, ya que falleció en mayo de 1884, cuando el P. Ricci fue nombrado Vicario General. Además de Asistente General (y Vicario General en tiempos de enfermedad o ausencia del P. Casanovas), tuvo que hacerse cargo de la Procuraduría General en dos ocasiones, tras el fallecimiento de los Procuradores Generales Alessandro Checcucci y Prospero Passera. El P. General lo nombró Comisario para el colegio de Alatri, y consiguió poner orden en la casa tras no pocos esfuerzos. En el Archivo General hay una gran cantidad de correspondencia dirigida a él, que muestra la actividad ingente y variada que desempeñó al servicio de las Orden al lado del P. Casanovas. Otro escolapio de peso al lado del P. Casanovas fue el P. ex General Gianbattista Perrando, también Asistente General suyo durante muchos años. Aunque pasaba buena parte del año ausente de Roma en su pueblo natal de Liguria, por motivos de salud, mantuvo un frecuente intercambio postal con el P. Casanovas, en el que se percibe que este apreciaba mucho sus consejos, mientras él expresa siempre su apoyo incondicional a su sucesor. También el P. Perrando precedió al P. Casanovas en la tumba, pues falleció en septiembre de 1885, a los 81 años de edad. Dos religiosos que fueron de gran ayuda fueron Carlo Perugetti (que falleció joven, en 1883) y Andrea Leonetti, que tras brillantes publicaciones y ser Asistente General desde 1884, también precedió al P. Casanovas en la muerte, pues falleció en 1887. Hemos hablado también de dos esforzados profesores y líderes: los PP. Luigi Meddi (1803-1903), que incluso fue Vicario General de la Provincia Romana, y Nicola Morfini. Comenzaban a ganar crédito, pero eran aún jóvenes, los PP. Salvatore Addeo, Raffaele Cianfrocca y Adolfo Brattina, que ocuparían puestos destacados en la Orden más tarde.

Provincia de Liguria

Según el Catálogo de 1870, la Provincia de Liguria contaba con las siguientes casas y religiosos:

Casas Religiosos

1.Génova 14
2.Carcare 14
3.Savona 17
4.Chiavari 14
5.Finalborgo 13
6.Ovada 7
7.Sestri 5
8.Oneglia (abandonada recientemente)

La Provincia había pasado de tener 96 religiosos en 1860, a tener solamente 60 en 1872.

Según información enviada por el P. A. Bellincampi al P. Tadeusz Chromecki de Polonia en junio de 1880, la Provincia de Liguria contaba con 8 casas, 96 religiosos y 1500 alumnos. Se trata de cifras abultadas, oficiales, que no correspondían con la realidad. El P. Provincial Pesante envía con fecha 8 de marzo de 1872 la respuesta a un cuestionario que le había enviado el P. General, y que ofrece datos más fiables[Notas 60]. Según él, en Génova se habían cerrado las escuelas en 1861, y sólo residían tres padres atendiendo la iglesia. Había escuelas primarias y secundarias en Cárcare, Finalborgo, Ovada, Chiavari y Savona. En los dos últimos lugares, también liceo. Había un total de 53 religiosos de votos solemnes, 4 juniores y 3 novicios. Además, 12 religiosos vivían fuera del claustro.

La Provincia de Liguria, por ser la propia de la Casa de Saboya que daría los reyes a Italia en el momento de la unificación, estaba ya habituada al nuevo régimen impuesto en el país, sin que por ello sufrieran menos que las demás provincias italianas las consecuencias de la supresión de las Órdenes Religiosas. Los Superiores religiosos se habían asustado, como explica el P. Stefano Marcenaro en una carta que escribe desde Chiavari al P. General el 21 de diciembre de 1870[Notas 61]:

Quince años de rectorado me han dado la oportunidad de conocer las llagas de esta nuestra Provincia de Liguria. Dejando aparte las causas gravísimas que han contribuido plenamente a extenuarla de buen espíritu religioso y de sujetos, tengo para mí que han tenido no poca culpa los Moderadores de la Provincia, que demasiado asustados ante los tiempos tristísimos que corren para las Órdenes religiosas, estaban convencidos de que ya todo había acabado para nosotros, y que no quedaba ninguna esperanza de vida.

Una visión cercana, pero exterior, de la Provincia, y mucho más detallada, es la que ofrece el obispo de Savona Mons. Giovanni Battista Cerrutti, el 19 de marzo de 1869 en carta al P. General[Notas 62]. Aunque es larga, la reproducimos íntegramente, pues da una clara imagen de la Provincia en esas fechas:

A causa del afecto que siento por las Escuelas Pías que me educaron, quiero exponerle algunas consideraciones mías con respecto a la Provincia de Liguria, a la que desearía salvar de la disolución hacia la que camina.

Desde hace cerca de 20 años se echan de menos las vesticiones, y en el último decenio se ha visto salir a muchos bravos sujetos movidos por sus propios intereses, sin tener en cuenta los de la Congregación. El noviciado sigue cerrado. En vano se abriría, pues el estado de la Provincia no ofrece ninguna garantía de futuro. Hace algunos años un Provincial decía sin tapujos a algunos jóvenes que no tenía ganas de recibirlos… Ahora la Provincia se compone de 59 individuos entre sanos y enfermos. De estos apenas hay 6 menores de 40 años, aunque pasan de los 36. Hay 19 entre 40 y 50; 20 entre 50 y 60, y 14 ya pasan de 60 años. ¿Qué ánimo pueden tener estos religiosos? Ven la disolución, y el edificio que se está desmoronando. Por tanto, hay que volverles a dar vida, y sostener el edificio. V.P. Rvma. con su gran inteligencia y celo encontrará las disposiciones convenientes y sabrá aplicarlas. Yo me permito hacerle notar que conviene tomar las cosas tales como se encuentran frente a las mal nacidas leyes civiles, y a los municipios, y mientras tanto devolver la confianza a los Padres, que debe surgir de la base de su sentido moral y de la observancia de sus votos religiosos.

1.Las leyes de posesión y de sucesión sólo reconocen al Rector de un internado y a sus herederos. De modo que todos podrían ser expulsados de un colegio al día siguiente de la muerte de un Rector; por tanto, es urgente encontrar una solución a esto.
2.Con respecto a los Municipios donde prestan sus servicios, hay que establecer contratos claros y fijar tales garantías que den seguridad. Sobre esto no se ha hecho nada.

Solamente les quedan tres casas, cuya toma de posesión va difiriendo el Gobierno: Chiavari, Finalborgo y Carcare. Los bienes de las dos primeras fueron reconocidos como pertenecientes al Municipio; Carcare no posee casi nada. Con el número de Padres que quedan, ¿cómo se conservarán estas casas y las demás de la Provincia? Estaría bien que se aseguraran dos o tres colegios estableciendo contratos de larga duración con los respectivos municipios, procurando mientras tanto que a cada religioso se le asignara una pensión. Si la Orden pudiera hacerse dueña, en el modo debido, de algún local en el que concentrarse, ello les daría una garantía de seguridad. Actualmente los PP. Escolapios piensan con razón que en Liguria no tienen un domicilio propio. Así que se descomponen pensando cada uno en sí mismo, incluso, por así decirlo, sin querer. Yo sé, a mi pesar, que algunos toman sus propias decisiones en este sentido. Hay algunos que guardan parte de la propia pensión en lugar de entregarla completa a la caja de la Casa, y otros por su cuenta celebran menos misas de las que deben según la regla. La Santa Penitenciaría ha dado sus sabias disposiciones, pero ¿quién las hace observar? Es evidente que hay que intentarlo mientras la Provincia se tenga en pie. Los Padres de las Escuelas Pías hacen bien al público en todos estos lugares y en consecuencia gozan de la común simpatía, por lo cual a muchos desagrada verlos en el estado al que se hallan reducidos. No habría escrito si yo por mi parte no viera la posibilidad de salvarlos, pero es cierto que hace falta cuidado, energía y una determinación precisa.

Recomiendo a V.P. Rvma. que cuide el carácter reservado de este folio mío, y agradecería más bien que fuera destruido después de haberlo leído y considerado, tanto más porque lo he escrito a la buena de Dios, sin otra preocupación que señalarle algunas cosas. Mientras tanto, con distinguida estima me confirmo…

Valiosa carta, que daba varias pistas para el gobierno del P. Casanovas. Y que él no destruyó, por suerte. A continuación, el P. Calasanz Casanovas le escribió también una larga carta, de la que conservamos el borrador:

No sólo la Provincia de Liguria, sino todas las provincias escolapias de Italia veo encaminadas a una segura disolución; algunas están ya disueltas o desaparecidas; a las demás sólo de Dios les puede venir el remedio. Escribo a un Príncipe de la iglesia (hablo a un Superior de la Provincia), a un alumno de las Escuelas Pías; paso pues a manifestar a V.E. la amargura de mi espíritu.

Dios permite estas tribulaciones porque la piedad ha dejado de ser el objeto principal de nuestras escuelas. Dios ha dicho de la higuera estéril: “Cortadla; ¿para qué ha de seguir ocupando terreno?” Pero el superior debe creerse, yo me creo en el deber de replicar. “Señor, perdónala aún esta vez; yo la cultivaré para que pueda dar de nuevo abundantes frutos de piedad embellecidos por las letras”.

Este es el objeto de mis cuidados, al cual ruego a V.S. querer conceder su poderosa cooperación.

Hace ya seis meses que trabajo en vano para dar a la provincia un Superior que con fe y celo se consagre a la conservación del Instituto, y todavía no he conseguido encontrarlo. Uno me dice “me da vergüenza mendigar”; otro “no sirvo para cavar”, y así se van excusando todos. Pero ahora que está aquí el P. Provincial Pesante haré todo lo posible para nombrar superiores para la Provincia. Bien confirmando a los actuales, bien nombrando otros nuevos.

Permítame mientras tanto que le explique mi idea sobre otras cosas que hay que hacer.

1.La primera necesidad es la admisión de novicios, uno o dos en cada casa según las necesidades, y otros tantos en el noviciado formal para ser mantenidos a cargo de las casas de la Provincia, pidiendo las debidas facultades a la Sagrada Congregación y procurando darles un título para enseñar. La garantía que se les ofrece es una vida de sacrificio y de martirio por la gloria de Dios, y también temporalmente es una ventaja convertirlos en maestros y sacerdotes. No faltarán vocaciones: Dios, que envía jóvenes a la Propaganda para sacrificarse en países de infieles, los enviará también a las Escuelas Pías para evangelizar a la juventud.
2. Las leyes civiles y municipales de Italia no impiden en absoluto al Escolapio el ejercer el magisterio según su Instituto, es decir, educar en la piedad y en las letras, y también la misa cotidiana serán frecuentadas por todos o por la mayor parte de los alumnos, si el maestro tiene celo, no obligándoles a la fuerza, sino invitando a cooperar a los padres, que siendo católicos quieren que sus hijos sean católicos.
3.Verá restablecida la confianza en los padres actuales si se esfuerzan por renovarse en el espíritu de San José por medio de la observancia religiosa y de la vida comunitaria, recordando que “los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros”. Cuanto más enferma está la sociedad, más es necesario el médico; los niños piden el pan de la piedad, y Dios les envía a los Escolapios para repartírselo; el “sólo por la gloria de Dios” debe animar a todos los hijos de San José.
4.Las leyes creo que permiten las asociaciones; por tanto, los escolapios deben constituir asociaciones en cada casa, legando cada uno sus bienes y sus derechos a la asociación, firmando este testamento no precisamente en el momento de una grave enfermedad, sino estando sanos y ya mismo.
5.Allá donde no exista, los escolapios pueden y tal vez deban establecer un contrato o pacto bilateral con el municipio, en el cual los escolapios se comprometen a proporcionar un cierto número de maestros para servir en las escuelas, y el municipio a dar una dotación segura y suficiente con escuelas, casa e iglesia. Si ocurre que el municipio no quiere continuar el pacto, los escolapios pueden alquilar una casa, abrir escuelas particulares y, cuando no haya otro medio de subsistencia, hacer pagar alguna retribución a los niños de las familias acomodadas, admitiendo siempre a los pobres gratuitamente. Los internados establecidos en las grandes ciudades pueden servir a este fin para toda la provincia, actuando todas las casas no aisladamente, sino solidariamente y de acuerdo con el P. Provincial.
6.Será una cosa óptima si en dos o tres grandes ciudades, y principalmente en la capital, se pueden establecer contratos a largo plazo o indefinidos con los municipios, procurando vivir de la dotación municipal, destinando lo que sobre de las pensiones del Gobierno a una caja común para las necesidades de la Corporación, y para hacerse dueños de manera legal de algún local en el que centrarse todos los religiosos de la Provincia como una sola familia o asociación, lo mismo si pertenecen a esta misma casa o convento, como si pertenecen a otras casas o establecimientos.
7.Todos los religiosos de la Provincia deben entregar a los Superiores su pensión de acuerdo con un reglamento por el cual se pretende el bien de la corporación (véanse las pensiones toscanas), sin perjuicio del individuo en sus propias necesidades ni tampoco estando obligados a ayudar a otros en las suyas.

Finalmente, reinará la caridad y la subordinación entre superiores y súbditos; el celo y la discreción sugerirán la manera de hacer frente a las necesidades que surjan en las diversas circunstancias.

Estas son mis ideas en relación con los varios puntos que V.E. me ha señalado; ideas que intentamos inculcar a los nuestros; ideas que transmitiré al Provincial de Liguria; ideas que he apuntado aquí de manera ligera y poco ordenada, y que someto a la consideración y corrección de S.E., cuyas observaciones aceptaré de buena gana y con agradecimiento.

Permítame aún ofrecer a S.E. mi felicitación por las próximas fiestas pascuales, que deseo sean colmadas de todo tipo de prosperidad y bendiciones del Señor para S.E.

Habían pasado sólo unos meses, pero el P. Casanovas había captado perfectamente la problemática de las provincias escolapias italianas, y tenía ideas muy claras sobre cuál debía ser su manera de actuar. Poco después, quizás como consecuencia de las sugerencias transmitidas por el Obispo Cerrutti, escribe el P. General una Memoria que envía en mayo de 1869 a Génova y que contiene los siguientes puntos o “líneas de acción”[Notas 63]:

I.Reorganizada la Casa de Génova, abrir al menos una escuela gratuita de enseñanza primaria o elemental, incluso sin dotación del Municipio. Y luego, a medida que lo permita la situación de la casa y el número de religiosos, aumentar el número de escuelas, sin pensar en la clase de Latinidad si antes no se han abierto dos o tres clases de primaria.
II.En lugar de contratar profesores de fuera, procurar que en cada Casa haya jóvenes aspirantes a vestir nuestro hábito; hacer que consigan la patente y emplearlos en las escuelas, principalmente las primarias.
III.Si se juzga oportuno, admitir también a estos jóvenes en calidad de Novicios, regularizando su situación.
IV.Plantearse seriamente la idea de un Noviciado formal en la Provincia, que pueda mantenerse a expensas de todas las casas, y donde haya vida comunitaria.
V.Consultar la manera de establecer Casas mediante una Asociación de Religiosos en cada comunidad, y de este modo se evita también que los parientes tengan derecho a la herencia. Procúrese hacer esto sin quebrantar la ley.
VI.Crear una asociación semejante entre el Provincial y los Superiores de las Casas para conservar y aumentar el patrimonio de la Provincia.
VII.Llamar a todos los religiosos que han obtenido permiso para vivir fuera del claustro, y con los que sean capaces de enseñar, sustituir a los profesores de fuera, y esto también con el objetivo de disminuir los gastos y reforzar más su situación.
VIII.Al mismo tiempo distribuir bien también a los Religiosos que ya no pueden enseñar, tratándolos a todos con discreción y caridad, principalmente a los ancianos que han trabajado duro y han desempeñado cargos de responsabilidad.
IX.Invitar a que vuelvan al claustro a los religiosos que tienen dispensa temporal, recordándoles la obligación que tienen de contribuir con su trabajo con el Instituto cuando se tiene absoluta necesidad de ellos.
X.Si no consta la secularización de alguno, será fácil asegurarse de su estado por medio del Obispo en cuya diócesis reside; si consta, dejarlo en paz.
XI.Según la S. Penitenciaría, los Religiosos de las casas suprimidas tienen la obligación de vivir juntos, siempre que sea posible, y reconocer a sus Superiores.
XII.Siendo la pensión una compensación por los bienes expropiados, puesto que los bienes pertenecían a la casa bajo la administración querida por la Regla, en consecuencia, las pensiones deben subordinarse a la misma administración.
XIII.Será conveniente que cada familia tenga un solo Procurador, que se encargue de cobrar las pensiones de todos y las ponga en manos del Superior. Llevará cuenta por separado de los ingresos y gastos de cada religioso, según un reglamento que harán el P. Provincial con su Congregación.

XIV.Todos los religiosos que no han abandonado la Orden tienen derecho no sólo a convivir en la Casa o Comunidad a la que pertenece, sino también, en el caso de que la Casa donde vive sea suprimida, a convivir en otra Casa a la que lo destinará el P. Provincial, de modo que considerándose siempre todos hermanos como hijos del mismo Padre, estén dispuestos a repartir entre todos el último trozo de pan, en la seguridad de que a los religiosos unidos en la oración y en la caridad nunca les abandonará la Divina Providencia.

José Calasanz de S. Francisco, General de las Escuelas Pías.

En una carta confidencial al P. Escriu, recién nombrado Rector de Génova, y que le había comentado algunas inquietudes suyas (no muy diferentes de las expresadas por el P. Marcenaro), el P. Casanovas le responde manifestándole también una inquietud personal[Notas 64]:

Una cosa me desalienta, y es ver en esa Provincia los ánimos apocados, principalmente en los ancianos, la mayor parte de los cuales según tengo entendido, quisieran retirarse a sus casas particulares en el seno de la familia paterna a la que renunciaron por la profesión religiosa. Esto lo comprendería en individuos de otros Institutos; pero en los Escolapios que pueden vivir del trabajo de cada día, no lo sé comprender. Asunto es ese de que tendremos que tratar más de una vez, pues no son pocas las solicitudes que se me dirigen y que no me siento inclinado a favorecer, por creerlo un perjuicio a nuestra conservación.

Hemos visto en una carta anterior que la primera dificultad con que se encuentra el P. Casanovas con respecto a la Provincia de Liguria es el nombramiento de Superiores. Con respecto a Liguria, la primera intención del P. Casanovas fue nombrar Provincial al P. Perrando, su antecesor en el cargo de General, a título honorario, pues lo quería a su lado en Roma, dejando en la práctica al frente de la Provincia al P. Onorato Pesante, Provincial desde 1863, con el título de Vicario Provincial. Pero parece que el P. Pesante no ve clara o no le agrada la solución, por lo que escribe a Roma, expresando su poca disposición para seguir en el cargo. El P. General le responde, con fecha 9 de octubre de 1868[Notas 65]:

Mi querido Padre y hermano: en todo lo que he hecho desde que la obediencia me ha llevado al cargo de General, siempre he procurado secundar las inspiraciones de los religiosos amantes de nuestro Instituto. Creía no faltar a mi deber al tener en cuenta a la hora de nombrar a los Superiores las votaciones hechas en el Capítulo Provincial. El hecho de nombrar al P. Ex General Perrando Prepósito Provincial es un homenaje debido a sus méritos y al cargo que tan dignamente ha desempeñado. En cuanto a V.R., la Provincia lo propone como Provincial; el P. Ex General Perrando aprueba el nombramiento; la Congregación General lo aplaude, y yo lo bendigo de todo corazón. Así que, Padre mío, no resista a la obediencia, porque esto sería resistir a la voluntad de Dios. Admita V.R. la patente que le envío, y haga conocer el nombramiento de los nuevos Superiores, de modo que las cosas estén en orden para el comienzo del nuevo año escolar. Cualquier retraso sería perjudicial. Después que pase algún tiempo, si le parece necesario hacer algún cambio, V.R. me propondrá todo lo que crea útil y ventajoso para las Escuelas Pías, y los dos haremos lo que nos inspire San José.

Sin embargo, hubo retrasos, como hemos visto en la carta escrita al Obispo de Savona en marzo. Como veremos más adelante, en las otras provincias italianas también hubo dificultades para nombrar un Provincial, en todas menos en la Romana, donde el Papa Pío IX nombró directamente al P. Leone Sarra. En Liguria el P. Pesante sigue poniendo obstáculos y mostrándose quisquilloso en el intercambio epistolar. El P. Casanovas le escribe, dolido, el 1 de febrero de 1869[Notas 66]:

En lo que a mí respecta, le puedo asegurar a V.R. que si en el destino y cargo que se me ha impuesto no hubiera encontrado otros consuelos que los que me vienen de Liguria, hace tiempo que habría presentado mi renuncia al Santo Padre, creyendo que no era voluntad de Dios el que yo siguiera en el cargo. Pero en todas las otras provincias a las que me he dirigido he encontrado absoluta docilidad y obediencia, y he podido hacer o secundar algo bueno para nuestro Instituto. Creía que V.R. habría comprendido bien la causa por la que no ponía el título de los Provinciales de Italia en el sobre, conservándolo en el interior de la carta: me dijeron que el título de Provincial en el sobre podía comprometer ante el Gobierno, que no reconoce tales títulos después de la supresión civil. Esta es la verdadera y única causa. Espero que, en el futuro, sin dejar yo de hacer todo lo posible, San José haga redundar en provecho de la Orden incluso mis errores que nunca se deben ni a mala voluntad ni a descuido. De momento, puesto que la primera necesidad es la de aumentar el número de buenos religiosos, procure V.R. al menos preparar el terreno. Hay quienes piensan que en esa provincia hay que disminuir el número de las casas para conservar algunas en buen estado; este es un remedio extremo al que no hay que acudir sino en caso de extrema necesidad, de la misma manera que no se recurre a amputar un miembro sino para librar al cuerpo de una muerte segura. Quizás lo más conveniente sería pedir a la Sagrada Congregación el permiso para admitir uno o dos novicios en aquellas casas donde hace falta gente, nombrándoles como Maestro el Padre Rector o algún otro que pueda ocuparse de su formación religiosa. Reconozco todos los inconvenientes de esta propuesta; sería mejor organizar el noviciado en la Provincia o en Roma para la Provincia, pero ¿es esto posible? ¿Tal vez se podrían hacer las dos cosas, es decir, admitir jóvenes en el noviciado y en aquellas casas en que se crea conveniente? Me dice V.R. que mientras no se nombre un nuevo Provincial no se hará nada; me duele que V.R. me hable así, y no sé cómo podrá V.R. justificar esta manera de actuar ante San José, nuestro Padre.

Por ahora es necesario que el P. Ex General continúe en Roma; más adelante Dios nos inspirará, como yo le ruego sin cesar, lo que sea su voluntad, y tal vez habrá inspirado a V.R. que salga de ese retraimiento e inmovilidad. Siempre amante hermano suyo en JC…

Al final el P. Perrando comprende que es mejor que él dimita de su cargo honorífico, para que el P. Pesante sea Provincial con todas las de la ley, y por ahí llega la solución. Pero no era sólo el P. Pesante quien ponía dificultades a aceptar su cargo, había también varios rectores en la Provincia que, alegando su avanzada edad, pedían también ser relevados. Un ejemplo es el P. Mallarini, que presenta su renuncia al cargo de Rector de Savona el 31 de mayo de 1869[Notas 67]:

Las tristes condiciones en que se encuentra esta familia, cuya importancia y las necesidades aumentan espantosamente a medida que disminuye el número de religiosos; mi edad de 67 años, que me priva de la actividad y energía necesarias para ser el Superior de un Internado y de unas Escuelas numerosas, y la incomodidad, por no decir casi el mal humor que por nuestra manera de ser se apodera de los religiosos, la mayor parte ancianos, y alguno enfermo sin esperanza de cura, me impiden hacer el bien para esta casa. La familia religiosa, que ve que son muy ciertas todas estas cosas, y que mis fuerzas son incapaces de sostener un peso de tanta responsabilidad, no desaprueba esta renuncia mía.

Y con ello devuelve la patente con su nombramiento que le había llegado poco antes, después de resolverse la aceptación del cargo de Provincial por el P. Pesante. Inmediatamente el P. Casanovas le responde los siguiente[Notas 68]:

Remito a V.R. la patente de Rector de esa Casa de Savona porque no admito la renuncia de V.R., y porque espero que no insistirá. En tiempo de necesidad conviene, Padre mío, hacer sacrificios. V.R., que ha hecho ya tantos, hará aún este, y S. José le obtendrá las bendiciones de Dios. Si V.R. cree necesitar ayuda, diríjase al P. Provincial para que nombre un Vicerrector que comparta las fatigas con usted. Si obrara de otro modo, sería grande la responsabilidad de V.R. ante Dios y ante el Instituto.

El P. Provincial está dispuesto a secundar toda idea que pueda contribuir a la conservación y prosperidad de la casa de Savona, y V.R. desea la prosperidad de nuestras Escuelas Pías. Permanezcamos firmes, cada cual en su puesto; no somos nosotros quienes lo hemos buscado, es Dios quien nos ha puesto en él, y querer huir de él sería resistir a la Voluntad de Dios. Permanezcamos fieles, unidos en el espíritu del Santo Fundador y salvaremos el Instituto. Yo, conociendo al P. Mallarini, no dudo que V.R. se resignará. Pido la bendición de Dios sobre todos y principalmente sobre usted y su familia religiosa.

El P. Mallarini siguió de Rector en Savona, querido y admirado de todos, hasta su muerte, en 1889. A propósito de permanecer en su puesto, emplea el P. Casanovas una hermosa comparación y exhortación dirigiéndose a otro religioso de Liguria, el P. Lorenzo Cazzulini, que había sido Provincial de 1853 a 1863, y que le presenta algunos escrúpulos en relación con su administración[Notas 69]. Le responde el P. Casanovas, con fecha 22 de mayo del mismo año:

El marinero, antes que abandonar a los pasajeros, afronta el peligro de hundirse con la nave; el soldado muere al pie de la trinchera que debe defender, y el escolapio debe ser suprimido el último día entre los niños cuya salvación le ha sido encomendada, y sus ángeles deben llevar su alma al paraíso. El escolapio es el marinero que debe llevar los niños a Jesucristo, y es el soldado que debe defenderse de tantos enemigos que quieren perder a los pobrecitos. Bella cosa es servir a un Sr. Obispo, administrar una parroquia, asistir a las vírgenes consagradas, confesar, predicar, exhortar… pero es más hermoso para un escolapio consagrar toda su vida a los niños. Dios no pedirá otra cuenta al escolapio que el de los niños que habremos salvado o que podríamos haber salvado. Por tanto, a los niños debemos servir, asistir, confesar, predicar, exhortar, impregnar con las letras y la piedad, y si a causa de la edad y por la falta de fuerzas no podemos ya hacer todo eso, ciertamente podemos animar a los demás con la palabra, con nuestra preocupación.

En relación con la renuncia de los Superiores, escribe al P. Provincial[Notas 70]:

Esta respuesta mía al P. Mallarini[Notas 71] le hará conocer mi manera de pensar. Creo que no debe aceptarse la renuncia de nadie para no mantener la incertidumbre y la perturbación. Que cada cual tome posesión de su cargo; si alguien necesita un Vicerrector, concédaselo V.R., y si finalmente es indispensable hacer algún cambio o admitir alguna renuncia, que el interesado se dirija a V.R., quien, de acuerdo con su Congregación, me presentará otra propuesta. Esto puede aplicarse también a Ovada. De momento me parece más oportuno que V.R. ponga la Provincia en marcha; luego, con calma, si podrá hacer lo que convenga.

Y así, por fin, la Provincia se pone en marcha.

Al poco de comenzar su Generalato, se le presentó, poniéndose a su disposición, un escolapio de Liguria que luego jugará un importante papel en la provincia: el P. José Escriu. Así le escribía el 16 de septiembre de 1868[Notas 72]:

Aunque no se recibió aquí oficialmente la noticia de su elección al Generalato, no obstante, como único Escolapio español, e hijo de catalán, en Italia, vengo a dar la enhorabuena a V.P., Rvma. por el honroso encargo que S. Santidad tuvo a bien de confiarle, deseando que el Señor Le dé la fuerza y virtud necesaria para ventaja de Nuestro S. Instituto.

Quizá tendrá ya V.P. Rvma. noticia de mi persona, siendo yo valenciano y compañero de estudios en mi niñez del P. José Escolano y del P. Julián, uno Provincial y el otro Rector actual del Colegio de Valencia.

Las dolorosas circunstancias de España en el 1836 y la famosa Quinta de Mendizábal me trajeron a esta Provincia Ligur, en donde por 32 años ejercité nuestro Ministerio, enseñando latinidad, y una buena parte en la Dirección de los Colegiales de Carcare y Savona. En tal empleo en aquellos tiempos de exaltación política, contraje una afección nerviosa, que no a todas horas me permite el trabajo, y bien a menudo me hace insoportable en la Escuela la natural inquietud de los niños.

Si V.P. Rvma, por el conocimiento que tengo de esta Nación y de la lengua italiana, pudiese en algún modo aliviar mi posición, quedaría obligado a tanto favor. De otra suerte me resignaré a lo que disponga la Divina Providencia, rogándole solamente no comunicar a otros mis deseos, pues temo que los de aquí se lo llevarían a mal.

El P. Casanovas tardó a responderle, por las razones que le indica en su carta del 21 de noviembre de 1868[Notas 73]:

Apenas llegado a Roma, sentí la necesidad de tener a mi lado al P. Escriu, a quien conocí en Barcelona, y de quien recibí un precioso obsequio: el retrato de N.S.P., que regaló V. al que tenía a su cuidado la instrucción de su sobrino. No le llamé a V. por consideración a la necesidad que de V. tenía la Provincia. Esto fue antes que V. me escribiera la primera carta: Recibida su carta, preferí pasar por menos atento con V., que contestarle, pues que ya entonces se trataba de confirmar o renovar los superiores de las casas, y el nombre de V. figuraba en las propuestas. Ahora mismo estoy esperando que se determine el statu quo, o la confirmación o renovación de los destinos en su provincia, para contestar a su primera carta, y a la segunda que acabo de recibir. Mientras tanto créame buen amigo y affmo. en el Señor.

Uno de los problemas más graves de la Provincia, como denunciaba el obispo Cerrutti, era la no admisión de novicios. Además del desánimo imperante, pesaban las razones económicas: ¿quién iba a mantenerlos, ahora que se habían quedado sin las rentas que antes tenía el noviciado? Y además había un problema añadido: si eran llamados a filas (nadie quedaba excluido según la nueva legislación), ¿cómo pagar la elevada cantidad -3.200 liras- que costaba su rescate? Al fin el P. Pesante, ya nombrado Provincial, decide obedecer a las indicaciones del P. General, y adaptar un ala de la casa de Carcare como noviciado oficial, y además ir admitiendo algunos novicios en algunas casas que necesitaban profesores y se hacían cargo de su manutención. A partir de 1870 van llegando a Roma las peticiones para admitir nuevos candidatos, acompañadas de la documentación correspondiente. Y aunque no todos perseveran, el ambiente de la provincia va cambiando. Existirá durante años una brecha entre los mayores ya fatigados y enfermos, y los jóvenes entusiastas, aunque sin experiencia, pero las cosas van saliendo adelante. El primero en ser admitido es Alfonso Mistrangelo[Notas 74], que luego será Superior General, Arzobispo de Florencia y Cardenal de la Santa Iglesia (a uno le da pena pensar que durante esos veinte años de noviciado cerrado tal vez se perdieron otros mistrángelos…). Por cierto, el P. Mistrangelo era aún considerado demasiado joven en 1782 por el nuevo P. Provincial Nicola Cigliuti, que se queja de la brecha entre jóvenes y viejos[Notas 75]:

Tenemos siempre la espada de Damocles sobre la cabeza. Muchos de nosotros somos ya maduros o casi maduros; los demás son demasiado jóvenes, como Mistrangelo, el cual, aunque es bien visto en Ovada, no ofrece aún garantías, y como tiene patente, podría ser necesario para dar clases de retórica en cualquier momento en algún colegio.

El mismo P. Cigliuti se queja de lo difícil que es seguir consiguiendo novicios[Notas 76]:

Aquí las condiciones para tener novicios se vuelven cada vez más difíciles. Obispos y párrocos se esfuerzan al máximo en reunir jóvenes en los seminarios y en sus colegios menores, donde incluso los mantienen gratis, y con tantas parroquias, capellanías y beneficios vacantes y nuevas concesiones obtenidas de la Santa Sede, pueden ordenarlos incluso sin tener patrimonio. Añádase que en iguales condiciones los mismos jóvenes prefieren el estado secular a la profesión religiosa, y todavía más sus padres, que esperan una ayuda de sus hijos en cuanto sean ordenados sacerdotes. Dios nos la mande buena.

De hecho, el número de jóvenes admitidos al noviciado en Liguria durante el generalato del P. Casanovas es el siguiente, por años: 1870: 5. 1871: 2. 1872: 2. 1873: 10. 1874: 4. 1876: 1. 1877: 2. 1878: 4. 1879: 10. 1880: 1. 1881: 4. 1882: 2. 1883: 3. 1884: 2. Es decir, 52 en 15 años.

En 1872 la Provincia de Liguria es la única en Italia que celebra con normalidad el Capítulo Provincial, tras celebrarse los locales según las Reglas. El P. José Escriu es quien más votos recibe para Provincial. Sin embargo, en Roma algún Asistente General opina que tal vez sea mejor proceder como en las demás provincias italianas, prorrogando a los superiores en sus cargos. El P. Casanovas, que siempre ha logrado que la Congregación General tome decisiones por unanimidad, decide consultar a la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos, que se inclina por nombrar a los elegidos. Mientras tanto el P. Pesante, protestón como de costumbre, escribe al P. General quejándose de que no nombren ya al Provincial, y de que tomen el pelo de esa manera al Capítulo de Liguria. Si Liguria tuviera un Asistente General, esas cosas no pasarían. El P. General tiene que responderle una larga carta, dándole explicaciones, la última como a Provincial[Notas 77]:

Pienso poder hacer el nombramiento, al menos el del nuevo Provincial, antes de terminar mayo. El último de abril se había reunido la Congregación General con ese objeto, y escribí a V.R. que, no siendo acordes todos los pareceres, se decidió consultar a Su Santidad. Yo siempre fui partidario de la elección, pero accedí a hacerlo únicamente para tener la unanimidad de los Asistentes en un asunto de tanta importancia, cosa que hasta hoy he conseguido en todos los asuntos de la Orden. A primeros de este mes presenté la instancia, y quejándome al Secretario de la S. Congregación por no haberme respondido antes de Pentecostés, me prometió que en cuanto pasaran las vacaciones de la octava, respondería inmediatamente. Cuento, pues, sobre la palabra de Monseñor para poder hacer el nombramiento en los últimos días del mes o en el domingo después de Corpus. La carta de V.R. con respecto a este asunto es bastante vivaz. Yo presenté los argumentos de V.R., e incluso otros que V.R. no había indicado, excepto el de burlarme de la Provincia, cosa que a nadie ha pasado por la cabeza, como V.R. podrá comprobar en el anexo de la instancia que le envío. Me creía con derecho a pensar que V.R. estaba persuadido de que a mí no hay nada que me interese más que cooperar con todas mis fuerzas para conservar al menos en Liguria la plena observancia de nuestras Constituciones, ya que no es posible hacerlo en las demás provincias de Italia. Si hubiera previsto el desacuerdo de alguno de los Asistentes, hubiera allanado antes del primero de mayo la dificultad, si dificultad puede llamarse a mi deseo de obtener la unanimidad de mi Congregación, pero ni se me ocurrió que pudiera presentarse alguna objeción. Por otra parte, esto no puede significar ninguna molestia para la Provincia, donde todo procede regularmente. Incluso tengo la intención de nombrar en un primer momento solamente el Provincial, para que él forme su Congregación Provincial, con la cual me presente luego sus propuestas de Rectores, para no causar perturbación alguna a ninguna casa de Liguria, puesto que estamos aún dentro del curso escolar, y como dice V.R. no tengo un Asistente de la Provincia con quien pueda hablar. Y ya que he nombrado el Asistente, digamos también algunas palabras sobre este asunto. Desde el principio yo pensaba que las provincias existentes en Italia, Romana, Liguria y Toscana, debían tener su representante en la Congregación General, pero se me presentaron dos objeciones: la primera, que, tocándole el turno a la provincia de Sicilia, dejarla fuera sería reconocer que estaba suprimida. Segunda, la manutención del Asistente en Roma, creyéndose más ventajoso que la provincia de Liguria emplease el dinero en la reorganización del Noviciado, cosa que V.R. ha conseguido con aprobación de todos. Además, fallecido el P. Asistente Taggiasco cuando el P. Gheri se había ido ya a Florencia, consulté a la Sagrada Congregación, y me aconsejaron dar tiempo al tiempo, vistas las nuevas condiciones en que se encuentra Roma, e incluso hoy estamos esperando para ver si serán respetadas las Casas Generales y con qué medios, para establecer definitivamente del mejor modo posible el gobierno de nuestra corporación. No es poco lo que yo sufro con este estado anormal en que vivimos, pero le aseguro que aprovecharé la primera ocasión para ordenar lo mejor posible nuestras cosas. Cualquiera que sea el resultado, cuento siempre con la cooperación de V.R. para la conservación de las Escuelas Pías de Liguria.

El P. Perrando fue nombrado Asistente General por Liguria al cumplirse el primer sexenio del P. Casanovas en 1874, y permaneció en el cargo hasta 1884.

Nombrado Provincial el P. José Escriu, este responde aceptando el nombramiento[Notas 78], y al mismo tiempo presentando el estado de las 7 casas de Liguria[Notas 79], con los religiosos, edad y actividad de cada cual. Este es el número de religiosos por casa: Ovada, 6; Carcare, 10; Finalborgo, 11; Chiavari, 10; Génova, 4; Savona, 11 y Sestri, 5. En total hay 59 religiosos que enseñan, de los cuales habría que retirar a 7. Jubilados y enfermos hay 28.

Poco más tarde, el 21 de junio, envía el proyecto que ha presentado a su Congregación Provincial y ha sido unánimemente aprobado[Notas 80]:

1.Sestri y Génova se convertirán en una sola comunidad, con residencia en la Casa de Génova.
2.En Chiavari y Savona se entablarán tratativas con los respectivos Municipios para que provean ellos los maestros que nosotros no podemos proveer, contribuyendo nosotros con el pago de los honorarios a pagar según lo que cuesta un Maestro Religioso.
3.En Ovada, a causa del contrato hecho con el Municipio en 1870, queden los religiosos que están allí, y en lo sucesivo se supla con maestros de fuera.
4.Establézcase un lugar central para un Liceo común, para uso exclusivo de internos provenientes de nuestros colegios. Suprímanse el Liceo de Chiavari y el de Carcare. Quizás el Municipio de Savona consienta que se establezca el citado liceo en el lugar de veraneo próximo a la ciudad. Si no consienten, adquiérase un local, en Savona o en otro sitio.
5.Se entablarán tratativas con los Municipios de modo que por un determinado número de años (por ejemplo, de 12 a 20) no seamos disturbados en cuanto a la ocupación de los locales, obligándose ellos al caducar el contrato a reembolsarnos los gastos hechos por reformas o mantenimiento de los locales.
6.En cada Casa, teniendo en cuenta las actuales urgentes necesidades, se podrán aceptar oblatos y novicios, los cuales cumplirán la tarea de prefectos, y asistirán a clase para conseguir el diploma de enseñanza bajo la dirección de un Padre espiritual. De este modo se podrá conocer fácilmente su aptitud para la vida escolapia, y en el caso de que nos abandonen antes de la profesión, nuestras Casas no habrán hecho sacrificios inútiles.
7.Las casas de Carcare y Finale continúen íntegramente provistas, tal como lo están actualmente.

Ya hemos visto más arriba cuáles eran las preferencias de los religiosos de la Provincia con respecto a las casas a conservar y las que se podrían abandonar. Estas preferencias no cambian mucho cuando en 1877 la Congregación trata sobre el futuro de la Provincia[Notas 81]. Y entre otras cosas, se preguntan si, vistas las dificultades de personal, y las exigencias cada vez mayores de los municipios, habrá de abandonar alguna casa. Deciden que no les conviene abandonar sin más ninguna casa. Si algún municipio propone cargas insoportables, les dirán que no pudiendo asumirlas, prefieren irse. Someten a votación las preferencias sobre las casas a conservar, y este es el resultado: Savona y Carcare, 26 votos; Finalborgo, 24; Chiavari, 20. Ovada, 10. Ovada sigue siendo el patito feo de la Provincia, pero por suerte al día de hoy (2016) todavía existe allí una comunidad prestando un valioso servicio pastoral a la localidad.

Lo mismo que ocurría en la Provincia Romana, los escolapios deben negociar con los municipios los contratos de enseñanza. Y también aquí los municipios son exigentes: no sólo pretenden, con toda razón, que los maestros tengan patente, sino que a medida que pasa el tiempo quieren ampliar los niveles impartidos, creando serias dificultades a los Superiores, que no tienen gente disponible. En Liguria el municipio más exigente es el de Chiavari; a veces el Superior (concretamente el P. Giacomo Sibilla) debe negociar con él en unos términos que no son del todo satisfactorios para los miembros de la comunidad, con lo que surge el lógico descontento. A veces el alcalde de una localidad (Ovada), descontento con el Superior escolapio (Luigi Leoncini) exige al Provincial que lo saque de allí… Pero a pesar de todas las presiones y dificultades, los escolapios ligures fueron capaces de mantener abiertas todas las escuelas durante este periodo, y en general con gran satisfacción de la gente.

En el Capítulo Provincial de 1872, en el que fue elegido Provincial el P. Escriu, se presentaron algunas propuestas de gran importancia, como la creación de una Caja Provincial. El P. General recuerda al P. Escriu que esa propuesta fue también aprobada por la Congregación General, a propuesta del Capítulo[Notas 82]:

V.R. fue también autorizado por mí a establecer bajo la forma y con los reglamentos de la Sociedad Calasancia, la Caja común de la Provincia de Liguria, en la que reunir los capitales existentes en las diversas Casas y depositar las pensiones de los religiosos y los superávits anuales de cada comunidad, autorizándole jurídicamente con la aprobación del Gobierno después de recibir mi autorización, que de buena gana he dado después de haberlo consultado a personas competentes. Lamento que haya habido alguna oposición por parte de algunos religiosos, pero ¿qué obra buena en el mundo no ha tenido sus contracciones? Yo sólo puedo aprobarla y alabarla, convencido como estoy de que ella contribuirá a dar estabilidad a la Orden de las Escuelas Pías, mantener a los individuos unidos con el vínculo de la profesión, asegurar a cada uno la subsistencia y el apoyo que debe mostrarse mutuamente en la familia religiosa, y a satisfacer igualmente las necesidades de todos, además de la instrucción y educación de nuestros neoprofesos y novicios que por las presentes circunstancias he permitido vivan en diversas casas fuera del noviciado regular. Los pocos disidentes comprenderán también ellos con el tiempo su utilidad, y, tal como lo deseo, se unirán a sus hermanos bajo la dirección de los Superiores para formar todos juntos una misma y única familia religiosa.

El P. Escriu, siguiendo instrucciones recibidas y por convicción propia, decidió invertir el capital acumulado en la Caja provincial (el principal contribuyente era el internado de Savona, donde el mismo P. Escriu residía) en una propiedad física, de modo que si las cosas se ponían mal en los lugares donde se encontraban los escolapios a causa de dificultades con los municipios, siempre podrían retirarse allí. A principios de 1775 por medio del P. Perrando les llega la oferta de unas tierras en Varazze (entre Génova y Savona), puestas a la venta por el Marqués de Raggi. En junio de ese mismo año las compran, por un importe de 80.000 liras[Notas 83]. Se hace la compra a nombre de la Asociación Calasancia, integrada por aquellos que voluntariamente han decidido poner en común su peculio. A cada uno le toca poner unas 6.000 liras[Notas 84]. El P. Escriu es muy entusiasta de la idea. Sin embargo, pocos años después los escolapios se dan cuenta de que no les hace falta ningún refugio, y además al fallecer uno de los propietarios in solidum, y pasar la herencia a los demás miembros de la Asociación, debían pagar los impuestos de herencia. Estaban además los impuestos que la propiedad debía pagar al Fisco, con lo cual el asunto resultaba bastante ruinoso, así que después del fallecimiento del P. Escriu, el Capítulo de 1781 decidió deshacerse de la propiedad de Varazze e invertir el dinero de la Caja Común de otro modo.

Después de tomarse los Superiores en serio la tarea de reclutar novicios para mantener vivas las Escuelas Pías de Liguria, se tomaron también en serio la de formar a los juniores, al menos a los más capaces, procurando que obtuvieran un título universitario para poder enseñar en el liceo. Y la universidad que les pareció más apropiada fue la Turín, así que allí enviaron algunos jóvenes a estudiar, creando una comunidad muy especial. En Turín ya había pensado antes establecer una casa en 1875, en caso de que la compra de Varazze saliera mal[Notas 85]. El primero enviado a estudiar es el junior Luigi del Buono:

Siguiendo el consejo de V.P. Rvma. he enviado al Cl. Del Buono a los estudios universitarios. Toscana me lo rechazó diciendo que no tenían sitio. El P. Micheli de Padua también, así que terminé rogando al Arzobispo de Turín, que me ha prometido alojarlo en el seminario o en la residencia eclesiástica. Mañana sale para Turín[Notas 86].

Los estudios en Turín van bien, y en años sucesivos el P. Escriu va enviando nuevos estudiantes allí. Incluso el P. Bellincampi, de Roma, parece estar interesado en enviar a aquella universidad algún junior romano. Pide información, y el P. Escriu le responde[Notas 87]:

Para entrar en la residencia eclesiástica de Turín antes hay que dirigirse a aquel Arzobispo, y si acepta, él mismo indica las condiciones. Nosotros pagamos 8 francos diarios por los cuatro que hay, pero además hay que pensar en la luz, la lavandería, planchado y todo lo demás, y deben llevar las sábanas para la cama. (…) He decidido vincularlos a todos al Instituto con la obligación con respecto al Presidente de la Sociedad Calasancia de que, si una vez obtenidos los diplomas desean retirarse de las obligaciones contraídas, deberán reembolsarnos por todos los gastos hechos con ellos desde que entraron en la Orden. Esto podrá servir a alejar las tentaciones del diablo.

El P. General insiste al P. Escriu para que ofrezca una buena formación a los jóvenes religiosos, pensando en el futuro. Pero las cosas no son sencillas, pues los jóvenes (e incluso los novicios) realizan tareas escolares, como escribe el P. Escriu[Notas 88]: He recibido la suya venerada del 1 de los corrientes. Veo que V.P. insiste en los estudios de los neoprofesos. Tenemos ya una veintena de maestros de fuera en nuestros colegios; ocho de los jóvenes profesos también dan clase, y hay seis entre juniores y novicios que suplen en la tarea de prefectos de internos mientras continúan sus estudios. Este año dispuse que tomaran la licencia para liceo dos de nuestros jóvenes. Por uno de ellos pagué 75 L de matrícula; cuando se acercaba el día del examen me escribieron de Carcare que no convenía que se presentara al examen porque no estaba bien preparado, ya que había sido disturbado a menudo para suplir a los prefectos de habitación. Me dicen que debo quitar de los internados a los juniores, para que puedan dedicarse mejor a los estudios, y yo he recomendado al Rector de Carcare que busque prefectos seglares para que los neoprofesos se dediquen sólo a los estudios. ¿Lo conseguiré?

Realmente era un problema armonizar los estudios de los juniores, la atención a las escuelas e internados, y el escaso dinero disponible. El P. Escriu comenta que tal vez convendrá renuncia a los liceos, y hacer que los juniores obtuvieran títulos sólo para cursos elementales y medios. Afortunadamente no tomó esa decisión. Por otro lado, pregunta (como harán algunos superiores de Toscana) si en las provincias escolapias disueltas no habrá escolapios de buena voluntad dispuestos a ir a trabajar a los colegios del norte…

Más arriba hemos hablado de la enseñanza de los sordomudos, iniciada por el P. Assarotti en Génova, y del Instituto de Oneglia, a cargo del P. De Negri, que también se abandonó. Todavía hubo otra experiencia notable de educación de sordomudos en Liguria, a cargo del P. Luigi Revelli, en Chiavari.

El P. Luigi Revelli era originario de la Provincia Romana, donde había hecho su profesión solemne en 1837. En una carta al P. General, fechada el 20 de enero de 1878, resume su historial[Notas 89]:

Como es sabido a V.P. Rvma., estoy en Chiavari desde hace casi tres años. Con su permiso yo había ido a Siena hace siete años con la intención de seguir allí hasta la muerte en la instrucción de los sordomudos cuando me di cuenta de que a causa de mi avanzada edad y mi poca salud no podría resistir mucho más en las escuelas oficiales (…) Pero resultó que el mismo año en que llegué a Siena, la instrucción que se daba a los sordomudos mediante signos fue totalmente cambiada, y la mímica fue sustituida por la palabra. Lo que significaba que todos debíamos volver a empezar a aprender un método nuevo. Entonces tenía 56 años, y comprendí que debía renuncia a la determinación que había tomado.

De mala gana fue a dirigir un orfanato, solo, sin otros religiosos, por lo que se retiró a Liguria. Lo enviaron a Chiavari, le han cargado de clases, y está cansado. No se siente aceptado en casa ni en la Provincia (el P. Escriu se queja a menudo de su volubilidad, de sus enredos). Por ello pide volver a su Provincia Romana. Al día siguiente el P. General le envía la respuesta[Notas 90]:

Querido P. Revelli: la supresión nos ha reducido a la necesidad de no poder disponer de nosotros mismos ni de nuestras cosas como se haría en tiempo normal. Los superiores están obligados a gobernar del modo que pueden o consideran más conveniente en el Señor, y los religiosos tienen el deber de seguir más fielmente que nunca las disposiciones de los superiores, pues de otro modo a las gravísimas dificultades que provienen del Gobierno, de los inspectores y de los municipios se añadirían otras más graves, a saber, las de hacer ineficaces los esfuerzos que se hacen para conservar mientras sea posible la unión y la convivencia en común de nuestras familias religiosas. En este sentido la Provincia Romana se encuentra en condiciones bastante menos favorables que la provincia de Liguria. Ahí los superiores todavía pueden hacer contratos con los municipios, mientras que en esta de Roma ni los municipios ni el Gobierno se entienden para nada con los Superiores. Por otro lado, las escuelas dirigidas por escolapios, tanto si son municipales como gobernativas, seguirán siendo siempre Escuelas Pías, mientras los maestros, sin apartarse de los programas oficiales, aprovechen cada ocasión para inspirar en los alumnos los sentimientos de piedad, y tales ocasiones se presentan a menudo.

Por lo tanto, es necesario que V.R., que fue recibido con tan buena voluntad por la Provincia de Liguria quiera conformarse en todo a las prescripciones de ese P. Provincial y de ese P. Rector. Este es su deber, y aunque le parezca a veces que las cosas podrían organizarse de modo diverso, puesto que los individuos no ven sino lo que tienen alrededor, mientras los Superiores deben considerar las necesidades de cada casa, y poner en común las fuerzas de todos los individuos. Así que, tanto en lo referente a cuestiones escolares como en las económicas, no pretenda V.R. excepciones; dedique sus fuerzas, las que sean, a beneficio de la Provincia, y la Provincia no dejará de reconocerlo mientras tanto como un individuo de la misma. De ningún modo podría yo determinar otra cosa.

Sin embargo, el P. Revelli no se conforma. Se le presenta una oportunidad para salirse por la tangente cuando en Chiavari se comienza a hablar de la fundación de un Instituto para sordomudos, y sabiendo que él tiene algo de experiencia en la materia, van a contactarle. Así lo narra él mismo al P. General[Notas 91]:

Una comisión creada para la fundación de un Instituto de Sordomudos en esta ciudad de Chiavari me ha nombrado Director de la Obra Pía. Puesto que el fundador Giovanni Battista Assarotti, sobrino de nuestro célebre padre Octavio, en su testamento estableció que para ese cargo hacía falta un escolapio, y aquí yo era el único que conocía este arte, es natural que se dirigieran a mí, que había colaborado en los preparativos del establecimiento. No permitiéndome ya mi edad, los achaques de salud y mi pobre vista continuar la enseñanza activa, a la que he dedicado 40 años, confío en que la Orden no se opondrá a que yo ponga lo que me quede de vida y la poca experiencia que tengo al servicio de una causa tan benemérita y tan afín, si no queremos decir idéntica, al Instituto Calasancio, que los escolapios fueron los primeros en establecer (en Génova, en Siena, en Oneglia) en Italia.

El P. General no sólo no se opone, sino que además va enviando algún regalo monetario para los niños sordomudos, igual que hacía con los de Siena. El 28 de noviembre de 1881 el P. Revelli escribe al P. General[Notas 92]:

Por ahora no me fatigo, y si vienen pronto las hermanas para librarme de las preocupaciones de ecónomo, me dedicaré a la enseñanza más aún que ahora, pues es una verdadera consolación permanente el ver a estos queridos niños a los que recibimos como bestiecillas salvajes adquirir la palabra en pocos años, abrir su inteligencia y convertirse en personas. Cuando el próximo verano venga el arzobispo a Chiavari le presentaré ocho o diez de estos muchachos que él bendijo cuando comenzó su instrucción, para que los admita a los Sacramentos. Cuatro de ellos sirven la misa sin equivocarse desde hace más de dos años. Hoy son ocho los que me ayudan a misa por turnos, ¡y me parece que fue ayer cuando comencé su formación! Uno en particular recita todo el catecismo con una voz clara, que es una delicia oírlo. Puede suponer que la ciudadanía nos tiene veneración, y el hábito que visto es un pararrayos también para el colegio, que ha sufrido diversas peripecias. Yo doy gracias a Dios, que me ha dado la manera de seguir siendo útil a los niños en este poco de vida que me queda.

Tras recibir el donativo del P. Casanovas, le escribe el P. Revelli[Notas 93]:

Todos los domingos del año 1882 estos pobres sordomudos recibirán de la mano de Vuestra Paternidad medio vaso de buen vino y alguna cosilla que siente bien a su salud, y todos los domingos del año 1882 recordarán con reverente afecto al lejano bienhechor pidiendo para él las bendiciones del cielo recitando un Ave María. Este método de hacerles asociar con el beneficio el nombre de la persona benéfica y de despertar en su seno el agradecimiento junto con el sentimiento religioso, que justamente el sordomudo Matthieu definía como “memoria del corazón”, he creído preferirlo a otros como más educativo, y ellos se alegran de emplear de este modo su espléndido regalo.

Por lo demás el P. Revelli pedía dos cosas al P. Casanovas: una, que fuera a visitarlos; otra que enviara algún escolapio para ayudarle y para que el Instituto quedara siempre bajo la dirección de los escolapios. No consiguió ninguna de las dos. Aunque el Instituto sí quedo bajo la dirección de los escolapios (y en ellas siguió hasta 1961). Ni el mismo P. Revelli continuó allí hasta su muerte (falleció en Roma en 1901). La obra fue asumida por la Provincia de Toscana (por medio del Instituto Péndola de Siena), ya que la provincia de Liguria no quería saber nada de asumirla. Así lo explicaba el P. Revelli al P. Nicolò Cigliuti, Provincial de Liguria[Notas 94]:

Como ya le había anunciado, la educación y la disciplina de este instituto han sido confiadas a los nuestros de Toscana. Las gestiones fueron llevadas a cabo por el P. Pelliccioni, Director del Instituto Pendola para sordomudos de Siena, con el consentimiento del P. Provincial Celestino Zini. Entre las condiciones establecidas está la de adaptar este local, también para las sordomudas, y mientras se hacen las obras, trasladar estos alumnos a Siena. A los maestros de aquí se les ha dispensado de ulteriores servicios a partir del próximo octubre. A mí me invitaron a ir a Siena, pero creí conveniente que aquel Provincial no estuviera atado a la hora de elegir a los sujetos que serán destinados como maestros y director, así que me retiro para dejar libre el lugar para la nueva comunidad. Tanto más que mis 67 años, mi constitución poco robusta y mi vista defectuosa no me permitirían llevar una vida activa. El P. General oyó con gusto que aquí vendrían si no todos escolapios, al menos todos formados en el Instituto de Siena, y desea que se formen muchos maestros para trabajar con sordomudos. Hay quienes piensan que los nuestros vienen a Chiavari para ir luego a Génova. Mientras vivían Pendola y Marchiò, esa era la idea, e incluso se había tratado con el Alcalde y con el Prefecto. Ahora parece más bien que buscan una casa en el campo y cerca del mar para llevar a los baños también a los sordomudos de Siena, como han hecho ya varias veces el año pasado. En cuanto a mí, si V.P. no tiene nada en contra, de buena gana me quedaría en Génova, echando una mano en aquella iglesia nuestra, y prestando alguna ayuda a algunos de esos sordomudos que irán a establecerse allí. Pero sobre esto, cuando llegue el momento, espero tener la oportunidad de charlar con V.P.

Un año delicado para la Provincia fue 1879. Ese año, con pocas semanas de diferencia, fallecieron dos pilares de la misma: el P. José Escriu, Provincial (el 21 de agosto) y el P. Giacomo Sibilla, Rector de Chiavari (19 de septiembre). A finales de ese año, además, fue llevado al manicomio el P. Salomone, que acabaría suicidándose en marzo del año siguiente.

Desde su llegada al Provincialato en 1872, el P. Escriu había tomado con entusiasmo la carga de la Provincia sobre sus espaldas, luchando con todas sus fuerzas por despertarla y mantenerla viva. Había consolidado las comunidades y colegios, creado la Asociación Escolapia y la Caja Común; había comprado una finca que era la única propiedad segura de la Provincia; había fortalecido el noviciado, y velado por los estudios de los juniores… Siempre compartía confiadamente sus ideas, esperanzas y temores con el P. General, como muestra la abundante correspondencia entre ambos, y siempre estaba abierto a sus consejos. Tras una enfermedad que duró algunos meses, falleció a una edad relativamente temprana (64 años), dejando consternada la Provincia. Así se expresaba poco después de su muerte ante el P. General el P. Perrando, Asistente General por Liguria[Notas 95]:

Verdaderamente, cuando me pongo a pensar no entiendo de qué modo podrá repararse la pérdida sufrida por la Provincia de Liguria. Ninguno de los pocos que podrían medianamente remplazar al Padre Escriu querrá cargar con tanto peso, y menos todavía el P. Cigliuti, quien nunca aceptó ninguno de los rectorados que se le ofrecieron. Dentro de poco yo bajaré a Savona para informarme con aquella Congregación Provincial para ver lo menos malo que se podrá hacer; tal vez sea mejor dejar que en esto tome la iniciativa la misma Provincia, es decir, la Congregación y los Rectores. Al ver la gravedad del problema los religiosos conocerán mejor las dificultades existentes, y se dispondrán mejor a aceptar a aquel a quien corresponda el encargo de gobernarles. Yo mientras tanto me enteraré de cómo piensan e informaré a V.P. Rvma., a quien beso reverentemente las manos.

Se equivocó el P. Perrando, pues el P. Cigliuti, primer Asistente, sí aceptó el cargo, y en él siguió hasta 1889. En principio aceptó por un año, hasta que se cumpliera el trienio, y cuando en 1880 fue propuesto como Provincial, pidió al P. General que le quitara ese peso, pues ya no podía más, a causa de los muchos problemas con los que había tenido que lidiar. Sin embargo, siguió adelante.

El P. Casanovas, por su parte, al enterarse de la muerte del P. Escriu, escribió una carta de pésame al primer Asistente, P. Cigliuti, llena de alabanzas al P. Escriu[Notas 96]:

Querido P. Nicolò Cigluti. Dichosos los muertos que mueren en el Señor. El dolor que siento por la muerte del P. Provincial Escriu, más que por el querido difunto, es por mí mismo, que conocía sus virtudes escolapias, y por la Provincia a la que pertenecía desde hacía muchos años. El P. José Escriu venía de una familia que le quería mucho, y después de ser admitido como religioso en la Provincia de Valencia, que lo había formado en la piedad y en las letras, vio interrumpidos sus estudios por la revolución que lo llevó a Liguria, donde fue acogido por los nuestros con caridad verdaderamente religiosa. El agradecimiento a los nuestros por una acogida tan amable le hizo olvidar su propia patria y familia, y renunciar a la Provincia de Valencia, que lo reclamó después de la restauración de las Escuelas Pías en España. Se había hecho ligur, se había convertido en uno de los vuestros, y consagró a vuestra Provincia su intensa vida. Quería a todos; en la escuela no ahorró fatigas para dar honor al Instituto. En el gobierno sólo le guiaba el bien de la Provincia. Yo espero que, tras servirle de purgatorio su larga enfermedad, habrá sido admitido en el paraíso entre los hijos de San José, y que no dejará de orar por las pobres Escuelas Pías. Me escribió su última carta el día de la fiesta de S. Felipe Neri[Notas 97], a quien se había recomendado con una novena, y en ella me aseguraba que se había resignado a la voluntad de Dios. Lo mismo le daba seguir viviendo trabajando por Dios, o morir para unirse con Dios, por el que había trabajado. Pero Dios había determinado ya el final de su vida. Cúmplase la divina voluntad. Dios nos bendiga.

El P. Giacomo Sibilla era un hombre controvertido, pero de hecho aguantó hasta su muerte al frente del colegio de Chiavari, el más complicado de la Provincia en sus tratos con el municipio. Falleció de repente, de un ataque al corazón, mientras estaba en la casa de veraneo con los internos. Suplirle al frente de aquel colegio fue el primer problema del P. Cigliuti como responsable de la Provincia tras la muerte del P. Escriu.

En Liguria iban madurando mientras pasaban los contratiempos algunos hombres que luego adquirirían renombre, y que ya hemos mencionado: Alfonso Mistrangelo, que sería General de la Orden (1900-1904) y Cardenal, y Luigi del Buono, que sería Provincial de Liguria (1898-1904; 1914-1924). Queremos mencionar también a un escolapio humilde, pero de memoria imperecedera: el P. Filippo Ighina (1821-1876). Autodidacta, fue capaz de convertirse en un experto paleontólogo, y creó en Carcare un Museo Paleontológico, que hoy, ampliado, se conserva en Génova, y lleva su nombre. Leemos en la correspondencia entre el P. Provincial Pesante y el P. General Casanovas una anécdota que hoy nos haría sonrojar, pero que hay que entender en el contexto en que el hecho tuvo lugar. Escribía el P. Pesante al P. Casanovas el 6 de septiembre de 1871: Ahora quisiera pedirle un favor. El P. Ighina, de comunidad en Carcare, me pide permiso para ir este otoño a Bolonia, donde tendrá lugar un Congreso y la Exposición Arqueológica, y donde le han invitado a presentar objetos de piedra que ha coleccionado. Este religioso es aficionado a la Historia natural, y en los muchos años que lleva en Carcare ha logrado formar una especie de museo, pero no es licenciado, y además es simplecillo, sencillo [en español], y nada puede ganar en medio de esa gente, que en su mayor parte son materialistas y peor. De hecho, le pide que, si se dirige a él, no le dé permiso; él mismo ya se lo negó el año anterior. Y a continuación, en borrador, encontramos la lógica respuesta del P. Casanovas: No podría aprobar que el P. Ighina vaya a Bolonia con ocasión del Congreso y la Exposición Arqueológica. Tales Congresos generalmente están subordinados a objetivos más políticos que científicos, y no quisiera que un individuo de nuestro hábito apareciese en tales reuniones. Si el P. Ighina, en su opinión, tiene algunos objetos dignos de la Exposición, alegando que los deberes del magisterio lo retienen en Carcare, podría enviarlos por medio de otros sujetos que vayan a Bolonia, arreglándose desde Carcare con la comisión sobre la manera de disponerlos, pero no aprobaré la partida del Padre. Eran otros tiempos, y toda prudencia era poca. A favor de Liguria hay que decir que, a diferencia de otras provincias como Toscana o Nápoles, no hubo en ella ningún religioso que causara escándalo por sus ideas liberales. El P. Perrando, de Liguria, generalmente pesimista en sus juicios y buen conocedor de las provincias italianas como Ex General, en un momento difícil (1879, poco antes de la muerte del P. Escriu) se consuela al pensar en su provincia[Notas 98]: Sin embargo, cuando pienso en las condiciones poco consoladoras de nuestras otras provincias italianas, encuentro aquí algún consuelo. Continuamos trabajando en las escuelas; tenemos los colegios e internados llenos de jovencitos, tenemos el afecto y la estima de las poblaciones a las que servimos y que nos mantienen. Tenemos algunos novicios y algunos juniores en la universidad de Turín para que obtengan títulos que les capaciten en los cursos más elevados. Si los provinciales que precedieron al P. Escriu después que ocurriera la supresión hubieran hecho otro tanto, los escolapios tendrían motivos para esperar aún muchos años de vida, pero temiendo que ocurriera lo peor, aquellos superiores timoratos cavaron la fosa a sus sucesores. ¡Dios perdone su falta de fe!

Provincia Toscana

Según el Catálogo de 1870, la Provincia de Toscana contaba en aquellas fechas las siguientes casas, religiosos y alumnos[Notas 99]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Firenze S. Giovannino 41 1672
2.Firenze S. Carlo - 76
3.S. Maria del Suffragio 15 -
4.Castiglione F. 7 139
5.Modigliana 5 64
6.Cortona 10 144
7.Volterra 10 303
8.Siena 13 360
9.Pietrasanta 11 250
10.Empoli 11 250

11.Urbino 11 414

TOTAL 123 3707

Según el Catálogo Provincial de 1882, estas eran las casas de Toscana y sus religiosos[Notas 100]:

  • Florencia S. Giovanni: 22 padres, 3 clérigos, 2 clérigos estudiantes, 8 hermanos.
  • Florencia Cepparello: 2 Padres.
  • Florencia Campuccio: 2 padres, 3 clérigos
  • Florencia S. Carlo: 2 Padres, 1 clérigo.
  • Florencia noviciado: 6 Padres, 7 novicios, 5 hermanos.
  • Volterra: 12 Padres, 2 clérigos.
  • Siena Sordomudos: 7 padres, 1 clérigo
  • Urbino: 6 Padres.
  • Empoli: 13 padres.
  • Empoli Calasanz: 2 padres, 2 clérigos.
  • Badia Fiesolana: 13 padres, 1 clérigo
  • Luco: 1 padre, 1 clérigo, 1 hermano.

Fuera de casa: 3 padres. En el servicio militar 1.

TOTAL: 12 casas, 128 religiosos.

Se han cerrado en ese periodo de tiempo varias casas: Siena-Tolomei, Castiglione Fiorentino, Modigliana, Cortona y Pietrasanta, pero se han abierto otras: Empoli (que en realidad había abierto ya en 1861 y la cuentan como dos) y la Badia Fiesolana (1876); en Florencia se ha abandonado Sta. Maria del Sufragio (o dei Ricci) en 1877, pero a cambio se han abierto dos casas nuevas, Cepparello y Campuccio, y se ha recuperado el noviciado en El Pellegrino. La mitad de los religiosos se encuentran en la capital.

Vemos que la Provincia Toscana es en 1870 la más sólida de las italianas (los datos de la Napolitana están falseados; si situación era crítica). Llama la atención el escaso número de religiosos que viven exclaustrados. Los religiosos toscanos en general están muy bien preparados, viven unidos y son disciplinados (aunque unos pocos tendrán dificultades a causa de sus ideas liberales). No han interrumpido la admisión de novicios y la formación de los candidatos. Después de la expropiación es la primera Provincia que ha establecido la Caja Común, como leemos en el libro de Sesiones de la Congregación General[Notas 101]:

En esta sesión se decidió que en todas nuestras casas los PP. Provinciales comprueben que, de acuerdo con nuestras Constituciones y las Bulas apostólica, existan de hecho todos los cargos, en especial en lo referente a la administración. De paso se señaló la buena idea de nuestro Provincia Florentina, en la cual se lleva por separado en las casas la administración normal de la referente a Pensiones y Peculio particular de cada individuo, asignados ambos a cada religioso en particular por seguridad en caso de apuros; proporcionan actualmente los medios para el noviciado y el juniorato, y en particular el segundo, que, controlado por la Superioridad, está produciendo intereses en el Consolidado del Estado.

El P. Provincial G. Antonelli comunicaba al P. General el 30 de enero de 1870: Se ha creado una caja especial para rescatar a nuestros jóvenes de la leva militar, obligando a todos los sacerdotes a celebrar 5 misas al mes a beneficio de esta caja[Notas 102].

Sin embargo la iniciativa para crear la Caja Común parece provenir del mismo P. General, como leemos en un borrador de carta al P. Provincial Antonelli, sin fecha, pero fechable probablemente a últimos de enero o primeros de febrero de 1869[Notas 103]:

Todavía no he prescrito nada en relación con las pensiones a pesar de la necesidad de tomar medidas de todos reconocida, porque hasta ahora no he podido conseguir las declaraciones de la Sagrada Congregación referidas a este punto, tan esencial para la disciplina regular. Proveeré lo más pronto posible, pero de momento, para los casos que puedan presentarse confórmese V.R. en sus resoluciones a las normas indicadas, es decir, nombre V.R. a alguien a quien todos estén obligados a entregar un mandato de procura para cobrar las pensiones de todos, e ingresar la suma en una caja común de la Provincia, anotando la procedencia de cada cantidad, tanto de la caja como del individuo, con los cuales se llevarán cuentas separadas; con esos fondos o sus réditos atender a las necesidades extraordinarias de las respectivas casas e individuos, cuando V.R. reconozca la necesidad y no se encuentre otro recurso, y pasarlo a cargo del individuo o de la casa a quien se hace la remesa, y finalmente adoptando cuantos medios le inspire a V.R. el celo de la observancia de la pobreza al mismo tiempo que la prudente previsión para el porvenir.

La idea de la Caja común está muy clara. Años más tarde los ligures imitaron el ejemplo de los toscanos. Pero ellos les precedieron en la creación de la Asociación de religiosos, para dar una entidad legal a la Orden suprimida. Escribía el P. General al P. Provincial Zini el 14 de diciembre de 1875[Notas 104]:

Quizás ha llegado el momento oportuno de dar a la forma religiosa de la Provincia también una forma civil de acuerdo con la religiosa, y con las condiciones queridas por las leyes, esto es, constituir una sociedad en la cual puedan entrar todos los nuestros, la cual, autorizada por las autoridades civiles se encuentre en grado de poseer, vender y comprar en nombre de la sociedad que estaría a nombre de todos. En esto nos ha dado ejemplo la provincia de Liguria; me agradaría que V.P. pidiera los estatutos de dicha sociedad al P. José Escriu, que reside en Savona, y no dudo que iluminaría a V.P. para organizar con ayuda de algún buen abogado una cosa similar o análoga en su Provincia.

Al principio el P. General tuvo dificultades, como en las demás provincias italianas, para nombrar un superior provincial. Ejercía el cargo, desde 1863, el P. Giovanni Antonelli, hombre de gran cultura humanística y científica, que había dirigido el Observatorio Ximeniano y estaba a cargo de importantes obras de ingeniería en el Ducado de Toscana. A causa de ello tenía un tanto abandonada la Provincia, por lo que los religiosos querían que se nombrara al frente de la misma un hombre con mano firme que la guiara con plena dedicación. Y la persona elegida fue el P. Celestino Zini, Rector del principal colegio de la Provincia, S. Giovannino de Florencia. El P. General le envió el nombramiento, pero esta vez el P. Zini no lo aceptó: le respondió con una larga carta que transcribimos que no podía aceptar[Notas 105]:

La primera idea que me vino a la mente, turbada por la inesperada resolución de V.P. Rvma. con respecto a mi pobre persona fue de ir corriendo ahí, echarme a sus pies y suplicarle por favor que volviera a considerar con calma las determinaciones tomadas, y ver si era posible proveer de otro modo al gobierno de esta Provincia. Pero los PP. Antonelli y Cecchi, los únicos con los que he tratado por ahora del asunto, me han persuadido a intentar primero tratar el asunto por carta, con promesa de guardar ellos el secreto hasta que no llegue la sentencia última y definitiva de V.P. Heme, pues, P. General amadísimo, ofreciéndole la primera prueba de mis sentimientos filiales: una confianza plena e ilimitada en su bondad, por la cual me atrevo a esperar que acogerá benignamente mis protestas y escuchará mis ruegos. En esencia yo no intento hacer sino aquello a lo que nuestras Constituciones dan derecho, a saber: exponer cándidamente lo que me retiene para aceptar el nuevo gravísimo honor que se me impone, mientras tengo razones para creer que la excesiva bondad de quien le ha hablado de mí le haya inducido a error, con perjuicio no tanto mío como de la Orden. Mi nombramiento como Provincial, y todavía más con mi confirmación como Rector de esta casa profesa, no remedia en absoluto los males que se querían evitar al exonerar al P. Antonelli, y crea otros aún más graves. Lo que muchos deseaban durante el gobierno del P. Antonelli era una mayor energía, una mano más decidida y más firme para extirpar viejos abusos y desórdenes e impedir otros nuevos; un espíritu más activo y emprendedor en relación con las cosas de la Orden. Ahora bien, estos mismos son los males que continuarían a afligir la Provincia puesta a mi cargo, que soy la debilidad y la incapacidad personificadas, sin ni siquiera tener como compensación como el P. Antonelli aquella autoridad que viene de la ciencia y de la fama. A agravar estos males se añade el sentimiento desagradable que en muchos produciría el ver dejado de lado alguno que tendría mucho mayores títulos para ser tenido en cuenta, y en quien los ojos de muchos se fijaban como el más idóneo para tomar con mano rigurosa y firme el gobierno de la Provincia en unos tiempos tan escabrosos. Además, el ver unidos en mí los dos cargos parecerá un desafío a toda esta Comunidad, como si no hubiera en ella ninguno capaz de desempeñar al menos uno de estos dos oficios. ¿Quién es, pues, dirán, este Zini que se cree capaz él solo de hacerlo todo, y necesario, como si ninguno de los demás contara para nada? E incluso ello haría sospechar que un nombramiento tal sería fruto de algún manejo o intriga. Este simple pensamiento me confunde hasta tal punto que no sabría cómo mirar a la cara a mis hermanos, ni tendría valor de hablarles a causa de la vergüenza. Porque, para ser justos, los hay que, por antigüedad, por méritos o por dones naturales son muy superiores a mí. Es cierto que V.P. me indica que su Congregación no quiere oír hablar de renuncias, pero yo le ruego, mi buen Padre, que interceda por mí para que al menos quieran examinar el proyecto de arreglo que pondría remedio, en mi opinión, a todos los inconvenientes, y allanaría todas las dificultades.

En primer lugar, conviene saber algo que tal vez ignora ahí, que el municipio de Florencia, en la nueva organización que quiere dar a nuestras escuelas, ya ha nombrado para el cargo de Director al P. Antonelli, y este, viendo la imposibilidad de obrar de otro modo, está dispuesto a aceptar, y de hecho ya ha aceptado. ¿Por qué no podría, cesando de ser Provincial, ser también el Rector de la comunidad religiosa? Esto parece más natural, porque de otro modo los religiosos tendrían dos superiores: el Director, como maestros, y el Rector como religiosos. Falta ver quién podría sucederle felizmente en el cargo de Provincial.

Tenemos aquí a un tal P. Bianchi, el cual, suponiendo que no se pretenda la perfección imposible de encontrar en criatura humana, parece nacido para ser nombrado superior de esta Provincia. Es sanísimo de principios, de espíritu conservador, de mucha piedad, tenaz en la observancia religiosa, de carácter enérgico, activo, emprendedor y (lo que más importa en nuestro caso) capaz de hacerse respetar y obedecer. Sé que a este hombre le achacan algunos el exceso en sus mismas cualidades, y que algunos le temen por el choque que en una ocasión hubo entre él y otros de los nuestros. Pero yo puedo asegurar que los años y la experiencia han moderado bastante lo que el P. Bianchi podía tener de excesivo en su carácter, y que muchos que podían serle contrarios han cambiado de opinión y ahora lo estiman y respetan. De ello pueden dar testimonio el mismo P. Antonelli y los PP. Cecchi y Ricci, los dos miembros de la Congregación.

Provistos de este modo con los PP. Bianchi y Antonelli los cargos de Provincial y de Rector, yo puedo, si se cree útil mi colaboración, servir a uno y otro en calidad de secretario y de vicerrector, sin escatimar en lo que pueda la fatiga material y la ejecución concienzuda de las órdenes de quien asume sobre sí la responsabilidad de la dirección y el impulso.

Creo que, si la Congregación General tiene presente todo esto, no encontrará despreciable mi proyecto, sobre el cual, si lo desea, puede consultar también al P. Antonelli y su Congregación. Pero, de todos modos, si se decide esto u otra cosa, suplico y conjuro a todos por el amor de Jesucristo a no permitir el daño de la Orden y el mío que yo preveo certísimo en el caso de mantener firme mi nombramiento. Debo ciertamente estar agradecido a la confianza que han puesto en mí, pero también estoy obligado en conciencia a manifestar que yo la traicionaría sin duda, si no por mala voluntad, ciertamente por impotencia. Piensen por favor que en el caso de que yo debiera finalmente inclinar la cabeza ante la obediencia, les correspondería a ustedes responder ante Dios de las consecuencias, tanto más cuando yo no he dejado de presentar mis protestas y dificultades.

Esto que escribo no es por ceremonia o formalidad, sino por convencimiento profundo, y después de haber orado ante Dios con la mayor humildad de mi corazón, y me atrevo a decir que con un fervor con el que no había rezado en toda mi vida. Por caridad, padre General, tenga compasión de mí; defienda mi causa ante sus Asistentes. Bastante me pesa la carga de mis antiguos pecados y del mal hecho o no impedido desde hace cinco años que fui destinado a dirigir esta comunidad; debo procurar no sobrepasar el colmo de mi medida. Quiero, con la ayuda de Dios, con humilde sujeción, con paciencia, con fatiga, con el ejercicio del instituto en las partes más humildes y laboriosas, pagar parte de mi deuda, remitiéndome en cuanto al resto a la infinita Misericordia. Esta es mi única ambición, mi único deseo, la única gracia que imploro a la caridad de ustedes.

Impresionante carta, a la que seguirían cientos de otras en años sucesivos, y que muestran la extraordinaria finura espiritual del P. Zini. Y que, además funcionó en parte, y eso que normalmente el P. Casanovas no admitía ninguna renuncia. La decisión que tomó la Congregación General al leer esta carta fue mantener al P. Zini como Provincial y nombrar al P. Antonelli rector de la casa de San Giiovannino. Pero a este, cuando le llegó el nombramiento, le pareció peor el remedio que la enfermedad: ser Rector le parecía una carga mucho más pesada que la de ser Provincial, así que se resignó a que las cosas siguieran como estaban: él como Provincial (aunque por pocos años, como veremos) y el P. Zini como Rector. El P. Zini vuelve a escribir el 16 de noviembre de 1868, satisfecho por verse libre del cargo de Provincial, y para informar sobre la marcha de las cosas en Florencia[Notas 106]:

Por mi parte quiero pagar de todo corazón mi deuda de gratitud a V.P. Rvma. por la bondad que ha tenido de hacer caso a mis deseos, apoyado en el voto de la Congregación, con respecto a confirmar en su cargo al P. Antonelli, y a dispensarme de asumir un cargo tan desproporcionado a mis fuerzas. Debería haber pagado esta deuda, es cierto, mucho antes, y temo que Usted haya podido decir de mí lo que nosotros decimos con un proverbio toscano: “recibida la gracia, burlado el santo”. Pero yo le ruego por favor que quiera excusarme y compadecerme a la vista de las circunstancias gravísimas y excepcionales en las que me he encontrado, entre la enfermedad más bien grave de nuestro P. Ricci (el cual por otra parte puede dar gracias a Dios, ahora que casi está curado), y las muchas ocupaciones para preparar la reapertura de estas escuelas. El haber esperado hasta hoy para escribirle y darle cuentas de mi persona me procura el placer de dar a V.P. la grata noticia de que nuestras escuelas han vuelto a abrir el 11 de este mes con los mejores auspicios. Es imposible describir las demostraciones de confianza con que se dirigen a nosotros las familias de todas las clases sociales. Toda Florencia querría venir a nuestras escuelas, y me oprime el corazón el que por falta de locales y personas debamos rechazar a tantos y tantos. Sin embargo, estamos obligados a acoger un elevado número de alumnos, y mientras el curso pasado tuvimos 2007, este año tenemos aún más. Y maravilla ver mezclados en este número los hijos de la gente pobre con los de la más alta aristocracia, de diputados, senadores, generales. Baste con que le diga que ha venido a confiarnos personalmente su hijo el Sr. Menabrea, Presidente de los Ministros del Rey. Sólo nos queda pedir al Señor que nos dé fuerzas para traer a la orilla una pesca tan abundante, sin que la red se rompa o se hunda la barca. A este efecto imploramos también la bendición de V.P. A Usted en particular se recomienda esta no despreciable parte de la grey que Dios le ha confiado recientemente. ¡Ea, sosténganos con sus oraciones, anímenos con su palabra, guíenos con sus consejos! Todos estos colegas míos están animados de buen espíritu y soportan con coraje un peso extremadamente gravoso. En vista de esto quiero esperar que S. José de Calasanz se apiadará desde el cielo si la observancia de sus leyes no está en pleno vigor, y deja no poco que desear. También en esto las dificultades de los tiempos tienen mucha parte. Sin embargo, no creo que las condiciones de esta Comunidad en el aspecto religioso sean de las peores. Se respeta lo más sustancial de la disciplina; entre nosotros hay mucha paz y unión, y el público no tiene nada que reprocharnos. A estos aspectos positivos esperemos que Dios nos haga la gracia de añadir las demás, indispensables para poder decirnos verdaderos hijos e imitadores de Calasanz.

El P. Antonelli, sin embargo, no pudo continuar mucho tiempo en el cargo de Provincial, como expresa en su carta de felicitación navideña de 1870: No son las escuelas las que agotan mi tiempo y mis fuerzas, sino los estudios y aplicaciones de las ciencias matemáticas y físicas, estudios que no podría omitir o descuidar sin detrimento del decoro y del beneficio económico de nuestro Instituto[Notas 107]. En consecuencia, presenta la dimisión, que la Congregación General no acepta; lo que hace en cambio es nombrar otra persona, con otro título, para remplazarle. En el libro de Actas de la Congregación General, con fecha 10 de febrero de 1871, leemos: Habiendo escrito el P. Provincial Antonelli que, a causa del encargo recibido por las Obras Públicas en relación con carreteras, ferrocarriles, etc., no puede ocuparse de nuestra Orden en aquella Provincia, y habiendo propuesto por unanimidad la Congregación Provincial de Toscana al Rvmo. P. Asistente Gheri para sustituirle[Notas 108], ya que se encuentra en Florencia, la Congregación General ha aprobado su petición, y sin aceptar la renuncia al Provincialato del P. Antonelli, ha nombrado Comisario General para aquella Provincia Etrusca al Rvmo. P. Asistente Luigi Gheri, enviándole la patente[Notas 109]. El P. Luigi Gheri había sido nombrado Asistente General por Toscana en 1868, y simultaneó los dos cargos hasta 1874.

El P. Gheri era un hombre firme, mayor (78 años en 1871), con ideas tradicionales. Intentaba llevar las cosas con mano firme, pero a veces las dificultades le superaban y los religiosos se le soliviantaban un tanto. En todos los asuntos difíciles pedía consejo al P. General. Cuando llega el tiempo para celebrar el Capítulo Provincial, en Toscana se cree más prudente no celebrarlo según la manera tradicional[Notas 110]:

Tras leer a mi congregación los que V.P. Rvma. se dignó responder acerca de nuestra opinión sobre la inoportunidad de convocar los Capítulos, y habiendo reflexionado maduramente sobre su propuesta con la misma Congregación, y pareciéndonos aún que la celebración del Capítulo sea imposible por la segunda de las causas señaladas por V.P. Rvma., puesto que aunque es cierto que no hay obstáculo por parte del Gobierno para poder reunirnos, se teme fundadamente que el hecho no pasaría desapercibido, y se correría el riesgo de verlo atacado por la prensa, lo que podría dar lugar a vejaciones y molestias, como si nosotros, suprimidos, quisiéramos mantener un sistema de cosas contrario a las leyes vigentes. Por lo tanto, seguimos persuadidos de que por el momento sería más provechoso suplirlo con la reunión confidencial de solamente los rectores de las casas (…) Creemos extremamente necesario que de momento hagamos hablar lo menos posible de nosotros mismos.

Respondía esta carta a otra del 7 de septiembre de 1871 en la que el P. Casanovas le decía que era posible no celebrar Capítulo Provincial en determinados casos. Le indicaba en este caso cómo debía procederse, y además daba ánimos a todos:

En el caso de inclinarse por la no celebración de los Capítulos formales, deberían proceder de la manera más aproximada a los Capítulos: en cada casa, la familia reunida ad hoc en capítulo local, deberá preparar y enviar al P. Provincial los documentos acostumbrados que se presentan en los Capítulos, y además una declaración de todo lo que la comunidad creyese necesario para la buena marcha de la misma casa y de la Provincia. E incluso de la Orden. Los PP. Rectores, llevando los documentos y el acta del capítulo local, se unirían a su Congregación novemviral, y esta reunión tendría lugar de Capítulo. En esta reunión, que se celebraría de manera semejante a las congregaciones o sesiones del Capítulo Provincial, se podría preparar la confirmación o modificación de los actuales superiores y además los puntos principales sobre los cuales deberá trata la circular que después escribirá el Superior de la Provincia, y finalmente lo que se crea conveniente exponer al padre General o su Congregación para la conservación y prosperidad de las Escuelas Pías, principalmente en la misma Provincia.

En definitiva, se trata de lo mismo que la Conferencia del Provincial con su Congregación y los Rectores de las casas que V.R. me había propuesto, precedida sin embargo de las reuniones o capítulos locales que deben celebrarse en cada casa.

Ruego a V.R que reúna otra vez su Congregación, para determinar definitivamente lo que quieran hacer, sabiendo que yo aprobaré lo que me propongan, y pediré previamente la aprobación de la Congregación de Obispos y Regulares. (…)

De todo corazón bendigo a Dios y agradezco a esos Padres por su fatigosa constancia para aguantarlo todo por la conservación de nuestras Escuelas Pías. El Santo Padre, cuando le hemos preguntado si se podían aceptar los programas del Gobierno y asistir a las conferencias[Notas 111], respondió: “Sí; haced como los PP. Escolapios de Florencia que han salvado todas las escuelas, y salvadlas en Roma”.

Se tuvo esa reunión pseudo-capitular; hubo algunas presiones para elegir Provincial al P. Micheli, ilustre profesor universitario que residía en Padua, lo cual hizo que varios padres escribieran a Roma denunciando los hechos y pidiendo que no fuera nombrado él, sino el siguiente en la lista de tres propuesta: el P. Celestino Zini. Y así comenzó el provincialato de este insigne escolapio, que sólo terminó en 1889, cuando fue nombrado Arzobispo de Siena.

Poco después de ser elegido Provincial, envió una circular a la Provincia, en la que aparecían algunas ideas para reforzar en la Provincia la educación en piedad y letras y la observancia religiosa. Las reproducimos, pues nos resultan muy ilustradoras para conocer la mentalidad y las “líneas de acción” de aquella época[Notas 112]:

1º Todos los sábados y vísperas de fiesta, confesiones y catecismo para todas las clases (no se habla de liceo). 2º En todas las clases (no liceo) durante la semana se aprenda el catecismo de memoria, así como las principales oraciones. 3º Vean los rectores cómo dar también formación religiosa a los alumnos de liceo. 4º Todos los maestros comprobarán personalmente que los alumnos hacen los deberes, sin confiar la cosa a estudiantes. 5º Cada maestro haga el programa anual, y lo presente al Rector y al Prefecto. 6º Ningún maestro introduzca nuevos libros de texto sin permiso del Rector, que deberá pedirlo al Provincial. 7º. Puesto que cada sacerdote debe celebrar 10 misas a intención del Provincial, o pagar 1 L por cada una no celebrada, los ecónomos llevarán cuidadosa cuenta de las misas. 8º. Los sacerdotes legítimamente impedidos de celebrar, son exentos de pagar la lira por misa. 9º. Entre estas 10 misas no se cuentan las de sufragios por los difuntos, a cargo de las casas. 10º. Las cantidades mayores de dinero se guardarán en la Caja Central; el ecónomo local guardará las menores. Los religiosos no pueden guardar más de 10 L; deberán confiarlas al ecónomo. 11º. Se permite el uso de capa en lugar de abrigo en invierno, a condición de que sean de estilo religioso y no seglar. 12º Se prohíbe el uso de botines de seglares en lugar de zapatos.

El P. Zini era un hombre respetado y eficaz, como había mostrado en los largos años en que había rector del colegio más importante de la Provincia. Era un hombre de diálogo, al que no le gustaba imponerse por autoridad. Era además un hombre de una espiritualidad refinada, que además de sus tareas dedicaba varias horas diarias al servicio del confesionario. Por ambas cosas (falta de decisión en ocasiones, y excesivo tiempo dedicado a acompañar penitentes, en lugar de atender a los asuntos de la Provincia), fue varias veces criticado por el P. Mauro Ricci, hombre mucho más enérgico y cortante, en sus cartas al P. General. Sin embargo, cuando el P. Ricci fue nombrado Vicario General y luego Propósito General, lo mantuvo en su puesto. Este carisma personal suyo fue providencial para el nacimiento de una rama femenina escolapia, las Hijas Pobres de San José de Calasanz, o Calasancias italianas, fundadas por la Beata Celestina Donati, bajo la guía del P. Celestino Zini. Digamos unas palabras sobre este hecho, aunque en sus últimas consecuencias desborda el generalato del P. Casanovas.

Celestina fue bautizada como Marianna. Había nacido en Marradi, Toscana, en 1848, y su padre era juez. Marianna tenía dos hermanos y una hermana mayores. En 1851 la familia emigró a Cortona, donde los dos niños, Corso y Alfredo, fueron enviados al colegio de los PP. Escolapios. Lo cual, como ella misma dirá más tarde, fue una ocasión para que también ella, aún muy niña, conociera la Orden de Calasanz. Pasó luego la familia a Siena y Volterra, donde también había colegios escolapios. Tras otros cambios, la familia se establece definitivamente en Florencia en 1865. Los dos hijos son ya abogados. Dos años después Marianna conoció al P. Zini por recomendación de su hermana Gemma. Deseando esta confesarse, no encontró a su confesor habitual, y fue a confesarse con el P. Zini. Gemma, al volver a casa, dijo a su hermana que había conocido un confesor santo, y esta lo quiso conocer también, yéndose a confesar con él, y así comenzó la relación entre el P. Celestino y la futura Celestina.

Marianna encontró al guía espiritual que necesitaba. Le confió su deseo de hacerse religiosa, y el P. Celestino la fue acompañando. Cuando se decidió por fin a manifestar a su padre D. Francisco su intención, este se opuso en redondo. Tenía demasiado afecto a su hija pequeña como para dejarla ir de casa para hacerse monja. Al final, en 1879, forzado por su confesor, D. Francisco autorizó a su hija a ir a experimentar la vida conventual. Pero después de dos semanas en un monasterio de clausura, Marianna comprendió que aquel no era su lugar, y además no quería dejar a su padre en la pena. Siguió haciendo planes con su confesor el P. Zini, y pensando en otra posibilidad de vida religiosa: ser miembro de la familia de Calasanz, dedicada a la educación de las niñas pobres. El P. Celestino le dijo que para ello debía obtener primero el título de maestra, y aunque ya era entrada en años –como ella cuenta en su carta- se dedicó a ello con empeño, ayudada por una maestra amiga, y obtuvo el título para poder enseñar. En 1888, ya decidida (tenía 40 años) le dijo a su padre que se iba de casa, para poner en marcha el plan de crear la Orden Segunda de las Escuelas Pías, o rama femenina (el P. Zini había creado en Florencia la Orden Tercera, para seglares, y a ella pertenecían todos los miembros de la familia Donati). El padre dio su acuerdo, con la condición de que él, su hermana, y Gemma la hermana de Marianna, irían con ella. Que buscara en el centro de la ciudad un edificio con una planta baja amplia para abrir escuelas, al lado de una iglesia, y la cosa estaba hecha. Y la casa apareció en Vía Faenza, la sede de la Casa General actual, y Marianna comenzó a reunir algunas niñas pobres, y a enseñarles la piedad y las letras. En este momento delicado del comienzo de la obra están escritas las tres cartas que transcribimos. En la primera vemos que, después de unos meses de práctica del ministerio escolar, su convicción se va haciendo más sólida. Aconsejada sin duda por su Padre Zini, escribe por primera vez al P. General Mauro Ricci, presentándose, presentando su proyecto y pidiendo su aprobación y bendición. Su caligrafía y su expresión son perfectas. En su letra se nota el carácter y la inteligencia de una fundadora. Llama la intención la ingenuidad (apoyada en su confianza en Dios) cuando dice: “ya sólo me falta encontrar algunas compañeras que quieran compartir el proyecto…” La reproducimos traducida:

Muy Reverendo Padre General. Fiesta del Patrocinio de María Santísima (18 noviembre) 1888.

Perdone en caridad si tan mezquina como soy, me atrevo a dirigirme a Su Reverencia, para confiarle un deseo que durante muchos años he mantenido escondido en el secreto de mi corazón, y que no podría ver realizado sin el consentimiento de Su Paternidad. Y es el de pertenecer a una Orden Segunda de las Escuelas Pías, que tenga como objetivo el hacer por las niñas pobres lo que San José de Calasanz pretendió hacer por los niños.

A este Venerable Instituto ya era yo aficionada desde pequeñita, cuando mis hermanos Corso y Alfredo estudiaban en las Escuelas Pías en Cortona. Vine luego a Florencia en 1867, y puesta por la gracia del Señor bajo la dirección del Reverendísimo e Incomparable Padre Celestino Zini, actual Provincial, cada vez más crecía en mí el amor y la devoción por una Orden tan santa, y anhelando pertenecer a ella, vi la necesidad de instruirme e incluso de obtener el bendito diploma de maestra, sin el cual hoy no está permitido dar clase. Aunque ya un poco entrada en años, habiendo nacido en 1848, después de haber aprendido a leer y poco más, conseguí milagrosamente el año pasado el diploma de grado superior.

Me faltaba superar serias dificultades con la familia, compuesta de los padres, una tía anciana, dos hermanos y una hermana. Mi buena madre, que estaba a favor mío y apoyaba mi idea con gran amor, nos dejó tras una larga enfermedad de parálisis, y se llevó a la tumba el escapulario de terciaria de las Escuelas Pías, que llevaba puesto con mucho cariño desde año 1871.

Los hermanos se casaron y crearon sus hogares, y yo con papá, la tía y la hermana, conseguí que nos mudáramos a una casa en la Vía Faenza, p.p. n º 72, al lado de una iglesita que tiene comunicación con la casa y que tengo la idea de que debe algún día ser el S. Pantaleo de la Orden Segunda.

Por desgracia ahora me falta hacer lo más difícil: encontrar algunas compañeras, que compartiendo mi idea estén de acuerdo conmigo para comenzar una primera escuela de las Hermanas pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, viviendo según la regla primitiva de San José de Calasanz, con la perfecta vida común, despegadas de todo y dedicadas exclusivamente a la santificación de nosotras mismas, por medio de la educación cristiana de las niñas. Pero no podía ni debía ponerme a buscar estas compañeras, ni puedo intentar hacer nada sin contar con V.P., que como General de la Orden ocupa el lugar del S.P. José de Calasanz, y sin recibir de Usted la Santa bendición, con la cual solamente la Orden Segunda podría considerarse creada e instituida por el mismo Santo Fundador de la primera. Me postro, pues, a sus pies humildemente para implorar su bendición, con la esperanza de poder presentarle pronto un grupo, aunque sea pequeño, con el que comience la santa institución y yo reciba el consuelo de pertenecen a la Familia de S. J. de Calasanz, vestir canónicamente el hábito santo y hacer la profesión, como en el secreto de mi conciencia he hecho ya ambas cosas hace muchos años. Así, aunque muy indigna, podré con toda verdad decirme a partir de ahora su hija y con razón pido mantenerme bajo su obediencia y que me permita firmar con reverencia filial y lealtad como la hija en Jesús más obediente y humilde de Vuestra Paternidad Reverendísima, Marianna Donati.[Notas 113]

Curiosamente, en las muchas cartas que el P. Zini escribió, como Provincial, al P. Ricci entre 1884 y 1889 nunca habla del tema de las hermanas calasancias. El P. Ricci, fiorentino y que en Florencia había transcurrido también buena parte de su vida, y por lo tanto conocía muy bien al P. Celestino Zini, posiblemente conocía también a la Donati y sus planes[Notas 114]. Por eso respondió a los pocos días de recibir su carta, aprobando sus planes y dándole su bendición. Podemos imaginar el gran gozo de Marianna, que ella misma apunta en la carta siguiente. A partir de este momento ella se considera ya religiosa de la Orden Segunda de las Escuelas Pías. Decía así:

Reverendísimo Padre General[Notas 115].

Su amable carta del 30 de noviembre me produjo tal consuelo que no podría expresarlo. Hubiera querido presentar inmediatamente a V.P. Rvma. mi más profundo agradecimiento, pero temiendo ser demasiado inoportuna, he preferido esperar hasta ahora.

Pues ahora, al acercarse las fiestas navideñas, me atrevo a provechar una ocasión tan feliz para cumplir ese deber, sino además para cumplir el de ofrecerle mis mejores deseos, como en esta circunstancia suelen hacer todos los buenos hijos con su padre, ya que ahora, por gracia del buen Dios, se me permite mirarle como tal.

En mis pobres oraciones no dejo de rogar al Señor que quiera consolar su óptimo corazón, Padre General, con la prosperidad del Instituto, haciendo que se conserve y florezca cada vez más el espíritu de nuestro Santo. En el día de Navidad me uniré con el corazón a sus religiosos, para renovar en sus manos mis votos, y le ruego reciba mi renovación después de la del último de los Hermanos Conversos.

Su santa bendición ha producido ya algún fruto, pues me ha llegado una buena compañera, y con algunas niñas he comenzado a ejercer, en mi nulidad, la obra de las Escuelas Pías. No he dejado de tomar de las Reglas varios puntos sobre lo que puede adaptarse a una congregación de mujeres que intentan formar parte de la Familia de San José, y espero que el Rvmo. P. Provincial se complacerá en formular un reglamento para someterlo a la aprobación de Usted.

Arrodillada a sus pies, le ruego me renueve su bendición, también para la nueva aspirante y para las niñas, y de concederme el agradecido honor de poderme considerar de Usted, Rvmo. P. General, devotísima y obedientísima hija en Jesús, Marianna Donati. 21 diciembre 1888.

Todo parecía presentarse bien, pero de pronto llega un cambio que parece amenazar todo el plan de Marianna. A primeros de enero de 1889 el P. Zini recibe el nombramiento de Arzobispo de Siena. Va rápidamente a Roma, ruega llorando a León XIII que no le imponga esa carga… en vano. El Papa le manda obedecer, viendo que había tomado una decisión acertada. Podemos imaginar el susto de Marianna al enterarse, pocos días después. ¡Ella que llevaba 20 años apoyándose en su Padre, y justo ahora que parecía que el plan, soñado durante tanto tiempo, iba a ponerse en marcha… se queda sola! Pero los dos eran personas de fe, y sin duda aceptaron la novedad confiando plenamente en los planes de la Providencia. Sin embargo, no se quedó sola inmediatamente: el P. Celestino había recibido permiso del Papa para no ir definitivamente a Siena hasta que terminara el curso académico, pues tenía que concluir sus clases. Y esos meses los aprovechó bien el P. Zini para asentar sólidamente las bases del nuevo Instituto. Veamos la carta, entrecortada por la emoción, y por la atención a su padre, enfermo exigente, que Marianna escribe al recién nombrado Arzobispo Zini[Notas 116]:

¡Santo Padre mío!

(¡Martes, 5 de febrero de 1889!...)

Cuando Usted venga a visitarnos hoy, con la prisa habitual, Corso y Alfredo estarán también aquí para decirle adiós, y no podré hablarle a solas, por lo que le expongo por escrito un pensamiento que me preocupa mucho, remitiéndome plenamente al juicio del Reverendísimo Padre General y al suyo, si quieren por su bondad interrumpir durante un momento su atención a sus graves e importantes ocupaciones, para bajar su mirada hacia mi pequeñez.

En primer lugar, he de confesar que mi amor propio teme los efectos de esta carta, porque puede dar idea de una inconstancia imperdonable; y si así soy juzgada por mi Padre y por el Reverendo Padre General, bajaré mi frente y obedeceré, silenciando todas mis razones engañosas. Y no lamentaría que revelando el Señor al menos algunos de mis defectos, les dé la manera de librarme de ellos mediante la corrección que me hagan Ustedes. Hablarle con total sinceridad va a ser, pues, lo mejor.

Así, pues Padre mío, escuche: me ha impresionado mucho esta sentencia de S. José de Calasanz: “Uno primero debe recoger como cuenca, para repartir después a los demás como canal"[Notas 117], y sobre todo me ha impresionado un punto de esas reglas que deben ser la única norma de nuestra vida, y es el siguiente: "No se tendrá ninguna casa en la que no existan las escuelas pías excepto en el caso del noviciado, donde permanecerán dos años los novicios".

Otra reflexión en estas largas y dolorosas noches hice antes Jesús: esas queridas niñas venían alegres, después de haber cantado las horas, para reunirse con las únicas dos que podían pasar por aquí, y me pareció que a pesar de mi imposibilidad de atenderlas aprovechaban bastante, sobre todo esa niña de tanto talento. Durante este mes de la enfermedad de mi pobre papá, han tenido la paciencia de venir todos los días para ver si podían volver, a pesar de que yo no he podido atenderlas nunca, excepto algún momento en el que les recomendaba que fueran con las Hermanas, para quitarme la pena de saber que estaban ociosas. Pero no me obedecían, porque tampoco yo soy obediente. Entonces reflexioné sobre cómo después de todos los trabajos de mi cavar en ese famoso huerto de flores, después de las tribulaciones de la separación, los reniegos disimulados al recoger a estos queridos angelitos, dejando solo durante dos horas a papá, cuando apenas podía hacer nada, pensando que las circunstancias son a veces las pruebas más evidentes de la voluntad de Dios, y que me convenía contentarme reduciendo así todos mis deseos. Creo que de repente se interrumpió aun este poco, y lamentablemente no parece que por ahora sean pasajeros los obstáculos que la Divina Providencia me ha puesto delante. ¿No puede por lo tanto incluso ser un signo de que Jesús quiere primero el recogimiento en la oración y en la perfecta observancia, para hacer buenos estos instrumentos malos?

Me parece que incluso ese punto de las reglas venía precisamente de Dios, y el pensamiento de esperar un año o dos, con la atención centrada en aprender y practicar la completa observancia de las reglas primitivas bien entendidas, con ese orden inalterable que no se puede obtener fácilmente cuando comiencen la distribución del tiempo y las tareas, me da mucha paz, calmando muchos temores y me hace esperar una dirección más seria y más fundada.

Podríamos luego, creciendo en número, después de haber aprendido, comenzar la enseñanza y entretener a las niñas durante más tiempo, como requiere una verdadera educación.

Confío en que no pudiendo tener ahora a la buena Enriqueta que suspira por el momento en que pueda venir y llama felices esas noches que a veces puede pasar en esta habitación de dolor, ni pudiendo tener por ahora a la virtuosa Antoñita, Jesús me enviará dos más, aquellas que habrá elegido desde la eternidad, y nos esforzaremos por convertirnos en buenas y observantes.

Desearía recibir de la bondad de Usted y del Rvmo. P. General un mandato que me mostrase claramente su voluntad, la única en la que debo reconocer la de Jesús, para el arreglo decisivo y más beneficioso para estas pobres niñas y para el plan exacto para aquellas que desearan tener la paciencia de unirse a mí.

Perdóneme tanta osadía; me bendiga incesantemente, sea siempre, siempre, mi único Padre, y se digne prometerme que en este año o dos de soledad, después de estudiar mejor la doctrina cristiana, los Salmos y el libro de Job, me introducirá a deleitarme en ese bendito Cántico que debería ser todo el encanto de mi vida.

Esta mañana ni siquiera pude bajar a comulgar porque estaba algo mareada y sabía que dejando a papá se habría inquietado demasiado. Me dormí temprano. Sea feliz en la plenitud del sacerdocio; consérvese siempre saludable y contento, y me trasmita el Espíritu Santo. Indigna hija en. J.C.

P.S. Perdone; he escrito levantándome continuamente para atender a papá que no para[Notas 118].

No tuvo Marianna que esperar un año o dos a las “compañeras elegidas desde toda la eternidad”. Un mes después de escrita la carta, el 7 de marzo, se presentó en su casa Maria Ducci, de 18 años, que quería ser religiosa. En abril se presentaron otras tres candidatas. El 30 de abril las cinco mujeres comenzaron su noviciado, y Marianna Donati comenzó a llamarse Josefa Celestina de la Madre de Dios. El 1 de mayo de 1889, con permiso del P. General Ricci y del Arzobispo de Florencia, el Arzobispo Zini inauguró la Congregación de las Hermanas Pobres Calasancias de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.

A pesar de su temperamento tranquilo, la carga le resultaba pesada al P. Zini, especialmente cuando tenían lugar enfrentamientos con el P. Ricci, nombrado Asistente General en 1880, que tenía con frecuencia puntos de vista contrarios a los suyos. Incluso llegó a pensar que el P. General estaba descontento de él, por lo que humildemente le presentó la dimisión[Notas 119]: Ahora comprendo por desgracia que V.P. tiene todos los motivos para estar descontento conmigo, que no soy capaz de mantener tranquilos los ánimos, y que cada vez muestro mejor mi incapacidad para dirigir el gobierno de la Provincia, por lo que me creo obligado en conciencia a hacer, con más motivos, lo que han hecho los Padres de mi Congregación, es decir, rogar a V.P. de liberarme de este cargo, para confiarlo a otro que sepa y pueda hacerlo mejor que yo. Se había producido una crisis porque el P. Ricci, Asistente General había hecho prevalecer su criterio en un determinado asunto ante la Congregación General, contrario al de la Congregación Provincial. Se resolvió la crisis, y el P. Zini siguió en el cargo hasta que el Papa León XIII lo nombro Arzobispo de Siena a principios de 1889.

Hemos visto anteriormente que el colegio San Giovannino de Florencia gozaba de gran estima por parte de la población. Sin embargo, por motivos políticos el Delegado del Gobierno decidió expropiar a los escolapios los locales del mismo para establecer unas escuelas públicas. La noticia cayó como una bomba a principios de septiembre de 1878, dejando en la incertidumbre a los escolapios sobre la posibilidad de continuar dando clases en el curso que debía comenzar ya entonces, para las clases básicas. Sólo en las clases primarias tenían un millar de alumnos. ¿Cómo hacer, si el Gobierno les quitaba las escuelas? En esta ocasión el P. Provincial reaccionó con energía, como no podía ser menos, buscando apoyos políticos y económicos para poder seguir adelante. El 5 de septiembre escribió la siguiente circular a los Rectores de la Provincia[Notas 120]:

Querido P. Rector. A esta hora ya se habrá enterado, por los periódicos, del decreto fatal de la extinción de nuestro Instituto en Florencia, que me ha sido comunicado de improviso en el momento de la reapertura de los cursos elementales. Yo, por no faltar en nada a mi deber, siguiendo el parecer de personas autorizadas, interpuse inmediatamente un recurso formal ante la Real Prefectura, contra la decisión del Delegado extraordinario para la Administración de la Ciudad. Estoy dispuesto a presentarlo, si es necesario, ante el Ministro y el Consejo de Estado, y con gran impaciencia estoy esperando el resultado. Pero la Providencia divina, que se manifiesta siempre incluso en los momentos más penosos, ha permitido que toda la ciudad se haya conmovido de manera indescriptible por causa nuestra, y que todas las clases de ciudadanos hayan hecho generoso alarde de esforzarse lo que haga falta para salvar nuestro Instituto. Ahora bien, yo, para secundar esta buena voluntad y al mismo tiempo para rebatir la causa aducida por el R. Delegado al decretar la disolución de nuestro Instituto, me he aventurado con el voto de mi Congregación a ofrecer al Ayuntamiento nuestra obra gratuitamente, y ya, gracias a Dios, se comenzaría a ver algún efecto positivo de esta resolución, pues si bien a causa de la ausencia del Delegado no haya podido su representante darme una respuesta categórica, sin embardo después de tomar nota de mi declaración me ruega que procedamos a la admisión de los alumnos de las clases primarias para el nuevo curso escolar, y que aseguremos a los alumnos del Liceo, Gimnasio y Escuelas Técnicas que tendrán lugar los exámenes de recuperación y de complemento según le modo acostumbrado. Comprenderán fácilmente V.R. y toda su comunidad que yo no habría podido hacer esta declaración sin contar con el apoyo de toda la provincia, siendo interés de todos los que la componemos que siga en pie esta casa madre, pues si esta cae, difícilmente podrán mantenerse en pie las demás. Por lo tanto, reservándome para dar órdenes más precisas a propósito, por el momento me limito a recomendar a V.R. que haga las mayores economías posibles en la administración doméstica, restringiendo los gastos a la estricta necesidad, e incluso pido a los religiosos particulares que ahorren lo más que puedan de su peculio privado, de modo que todos podamos contribuir de algún modo a la conservación de la Provincia, socorriendo a la casa profesa. Por lo demás, puesto que de nada servirían nuestros esfuerzos sin el auxilio divino, unámonos todos implorándolo fervorosamente, con la intercesión de María Santísima y Nuestro Santo Fundador, sirviéndonos de estas duras pruebas para encender de nuevo en nosotros el celo por el bien de la pobre juventud, y para el cumplimiento de nuestros deberes religiosos, sin los cual nuestras oraciones no tendrían ninguna eficacia. Por lo tanto V.R. haga el favor de hacer recitar durante tres tardes la Corona de las Doce Estrellas, con la Letanía de María Santísima y un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria a nuestro Santo Fundador, y que los sacerdotes añadan en la Misa la colecta pro Congregatione et familia (“Defende…”) hasta nuevo aviso. Dios nos bendiga y consuele a todos, impartiéndonos todo bien.

Naturalmente, en una ocasión tan delicada para la Provincia el P. Zini pide consejo al P. General sobre lo que hay que hacer. Su respuesta llega el 15 de septiembre[Notas 121]:

Querido P. Provincial Celestino Zini. Ya escribí desde el primer día al P. Ricci lo que en mi opinión podría hacerse. Mantenerse en S. Giovannino en el mayor número posible, a título de servicio de la iglesia, como maestros elementales municipales, y como profesores del nuevo Instituto; los otros maestros vayan al Pellegrino y a San Carlo como maestros municipales, no como escolapios. Aumentar el número de Profesores en la Abadía, y luego alquilar un local en el que vivan juntos los que no estén colocados en otros lugares, y allí pensar tranquilamente en el futuro. Yo ayudaré para el alquiler de un año, y mientras tanto pidan consejo. Si no se admitieran escolapios en las escuelas primarias del nuevo Instituto, o no se les permite residir en San Giovannino, me parece que en primer caso los maestros con patentes de primaria podrían abrir una escuela conjuntamente en el lugar que V.R. les señale. Pero para abrir una escuela hace falta alquilar el local, adquirir mobiliario, y la manutención de los maestros. También yo digo con V.R. que no hay que acobardarse. Con los profesores que sois, y con el apoyo de amigos, se puede abrir un establecimiento privado, con toda probabilidad de tener éxito. Dios por encima de todo. Con maestros patentados las escuelas primarias son seguras; para el gimnasio y el liceo quizás no reconocerán vuestros títulos, o quizás lo hagan provisionalmente.

A causa de este hecho los escolapios de Florencia alquilan edificios (Cepparello, Campuccio) para seguir practicando la enseñanza. La gente les sigue confiando sus hijos, y las escuelas van saliendo adelante. El edificio Cepparello en el Corso fue la sede de las Escuelas Pías florentinas hasta que en 1925 se trasladaron al actual edifico de la calle Cavour.

El P. Perrando, pesimista por naturaleza, al menos en lo referente a las Escuelas Pías italianas, al enterarse de lo ocurrido en Florencia escribe una carta un tanto patética al P. General[Notas 122]:

Las noticias escolapias que llegan de Florencia causan aflicción, son penosas. De hecho, viendo sus consecuencias no me consuelan gran cosa las demostraciones de bondad que nos llegan de aquellos ciudadanos. Hemos sido heridos, y heridos de muerte; moriremos a causa de ello un poco más tarde. Por añadidura tampoco son buenas las que V.P. Rvma. me comunica de la Provincia Romana. ¡Buen Dios! ¿Qué remedio hay? Sería milagroso encontrarlo con las ideas que predominan hoy. Combatamos, pues, mi Padre General, si no por una victoria que no esperamos al menos para morir con menos infamia. Mientras tanto, siendo yo un cosmopolita en el mundo escolapio, me consuelo en parte viendo la fuerza expansiva de las Escuelas Pías en España, y ruego a San José que las siga teniendo bajo su patrocinio. Conviene además decir que nuestro Patriarca asiste de manera especial a aquellos hermanos nuestros, si además el P. Cabeza consigue propagar el Instituto Calasancio en el nuevo mundo. Los escolapios, a lo que parece, siguen la ruta del sol. Quiera el buen Dios que tras el ocaso en la vieja Europa tengan su mediodía en América. Caminando hacia poniente nuestros hermanos del futuro podrían volver al lugar de donde partieron, amén.

Profética visión del P. Perrando, que hoy podría ver cómo luego las Escuelas Pías pasaron a Asia, y luego a África… para reforzar desde allí, en algunos casos, las Escuelas Pías italianas.

Hemos dicho más arriba que durante el periodo que estudiamos se cierran varias casas de la Provincia, normalmente por rechazo del Municipio: Modigliana (1866), Castiglione Fiorentino (1870), Pietrasanta (1872), Siena - Tolomei (1776), Cortona (1880). Se cerró también en 1884 la casa de Lugo, reabierta en 1880, y la de Urbino (1884). Estas dos últimas casas habían pertenecido antes a la Provincia Romana. La vitalidad de la Provincia se fue concentrando cada vez más en Florencia. La casa de Empoli, que había comenzado a existir en 1861, se fue consolidando durante este periodo. Se abrió internado, y en 1880 los escolapios compraron un edificio donde instalar escuelas e internado, gozando del aprecio popular y disfrutando de una existencia relativamente tranquila.

En 1876 el emprendedor P. Bianchi decidió establecer una nueva fundación en la Abadía Fiesolana, a pocos kilómetros de Florencia, con el apoyo del P. Zini y su Congregación, y gran disgusto del P. Ricci. La Abadía Fiesolana venía a sustituir al Colegio Tolomei de Siena, que los escolapios habían atendido durante un siglo, y de donde habían sido despedidos ese mismo año. La Abadía fue desde el primer momento un internado para gente con posibilidades, como lo había sido el Colegio Tolomei, y adquirió no poco prestigio. No obstante, poco tiempo después de ponerla en marcha, su promotor el P. Bianchi falleció repentinamente, creando un problema más a la Provincia. Pero la obra siguió adelante, y tras ser dignificada por el P. Balducci en la segunda mitad del siglo XX, ha contado con presencia escolapia hasta la segunda década del siglo XXI.

Al hablar del estado de la Orden en Italia ya tratamos el tema de los “escolapios liberales”. Como la provincia toscana es la más afectada por la cuestión, nos vamos a detener un poco para dedicar más atención al tema, y nos referiremos en especial al P. Venanzio Pistelli. Había nacido en 1810. Ingresó en el ejército, y fue expulsado de él por sus ideas liberales. Casado y viudo al poco tiempo, sintió la vocación escolapia y se consagró a ella con toda el alma. Sin renunciar por ello a sus ideas patrióticas, e incluso teológicas, demasiado avanzadas para su tiempo. Acosado por sus ideas, iluminadoras para tantos de sus discípulos, tuvo que huir de una ciudad a otra, a veces perseguido por la policía, hasta encontrar refugio en una ciudad de segundo orden, Urbino. Pero incluso allí se hizo notar, y se mantuvo firme en sus ideas liberales y oponiéndose al poder temporal del Papa. Por esta razón llamó la atención del Arzobispo Alessandro Angeloni, quien le suspendió a divinis en 1874 por no querer incluir en la misa una oración por el Papa. Y fue entonces, cuando ya se consideraba un “viejo” (tenía 64 años), que además tuvo que conocer el acoso e incomprensión de sus superiores religiosos. Hombres brillantes, por otra parte: los PP. Alessandro Serpieri (Rector de Urbino, profesor en aquella universidad), Giovanni Antonelli (Provincial en título), Luigi Gheri (Vicario Provincial), y luego el P. Celestino Zini (Provincial de Toscana a partir de 1874). Los escolapios toscanos consideraban que era un deshonor para toda la Provincia el que a uno de sus religiosos se le hubiera suspendido a divinis, y hacían todo lo posible por convencerle para que llevara a cabo un acto de humildad y pidiera perdón al Arzobispo. Tomaban por obstinación pecaminosa la fidelidad a sus principios. Hay una preciosa correspondencia en nuestro Archivo General entre los actores de estos hechos desde enero hasta noviembre de 1874. En realidad sólo hay algunas cartas originales; la mayor parte son copias que seguramente mandó hacer el P. Luigi Gheri, Asistente General y Vicario Provincial de Toscana para informar al P. General. En ellas se percibe claramente el malestar del P. Serpieri, la dureza del P. Gheri tras un primer contacto amable, y el sufrimiento del P. Pistelli. Son el testimonio de un proceso doloroso, que fue seguido por la exclaustración del P. Pistelli de 1874 a 1886, fecha en la que regresó a la Orden para fallecer en el colegio escolapio de Florencia en 1890.

El asunto “Pistelli” era tan penoso para la comunidad de Urbino, y su rector P. Serpieri, que este intentó mantenerlo en casa oculto cuando pudo, tratando de resolverlo por sí mismo. Cuando ve que la cosa le supera, lo comunica al P. Luigi Gheri, que hacía las veces de Provincial en Toscana. Y él adopta la misma estrategia: sólo cuando ve que las cosas le superan, informa de todo al P. General Calasanz Casanovas, que toma las medidas más drásticas posibles, sin conocer al P. Pistelli. Transcribimos algunas de las cartas cruzadas. En primer lugar, una fechada el 30 de enero de 1874, en que el P. Serpieri informa al P. Gheri sobre el problema[Notas 123]:

Le copio a continuación dos cartas que me ha escrito este Sr. Arzobispo en relación con el P. Pistelli. Quien ante la curia es culpable de no decir en la Misa la colecta prescrita, y de no decir las 3 Avemarías y la Salve Regina con varios Oremus que deben decirse después de la misa. Hace ya mucho tiempo que el Sr. Arzobispo me venía diciendo que avisara al P. Pistelli de esta omisión suya. Pero yo lo iba retardando. Al final Monseñor me avisó de nuevo la vigilia de la última Navidad, y ese mismo día yo cumplí mi deber con el P. Pistelli, pero inútilmente. Y lo peor es que además va fuera por las parroquias de la ciudad a decir la Misa, y de ese modo va llamando la atención, lo que ha ocasionado que el Sr. Arzobispo haya tomado la grave resolución indicada en la 1ª de las dos cartas siguientes, modificada en la segunda.

En la primera carta el obispo, fechada el 25 de enero de 1874, alegando las razones citadas por el P. Serpieri, prohíbe al P. Serpieri celebrar misa en su diócesis. El P. Serpieri dice que ha advertido al P. Pistelli y no ha querido oírle. Pero para uniformarse con el derecho, debería haberle hecho tres advertencias canónicas antes de suspenderle a divinis. El Arzobispo responde que le levanta la censura a condición de que el P. Pistelli prometa cumplir lo ordenado para la celebración de la Misa en lo sucesivo. El P. Pistelli responde que sería humillante cambiar su manera de actuar después de ocho años de haber estado haciendo lo mismo, y prefiere no celebrar misa. Es en este momento cuando el P. Serpieri informa al P. Gheri, quien escribe una amable carta el 10 de febrero al P. Pistelli invitándole a cambiar de actitud. El P. Pistelli le responde, diciéndole que acepta el castigo y está dispuesto a marcharse de Urbino en cuanto termine el curso, pero ruega que los escolapios no agraven aún más la cosa. El P. Gheri, más severamente, le dice que si se va de Urbino él no podrá colocarlo en ninguna casa de la Provincia, así que tendrá que exclaustrarse. Y le amenaza además con la suspensión a divinis si no se reconcilia con el Arzobispo. Esto es precisamente lo que temía el P. Pistelli, y de nuevo pide al P. Gheri que no agrande el castigo, que por parte del obispo consistía solamente en la suspensión de celebrar misa en su diócesis. Estando así las cosas, el P. Gheri no puede mantener en la ignorancia al P. General, por lo que debió escribir una carta informándole. Recibe inmediatamente respuesta de parte del P. General, escrita por el P. Bellincampi, con fecha 5 de agosto, en la que entre otras cosas le dice[Notas 124]:

Con respecto al P. Pistelli, el Rvmo. P. General prueba cuanto V.P. le ha escrito en sus cartas; espera saber cuál será la respuesta del P. Pistelli a la última para intervenir también él y darle la última advertencia con amenaza explícita de expulsión. El P. Pistelli no puede ser habilitado a celebrar la misa, ni autorizado a salir de Urbino, si antes no se ha sometido a las órdenes del Sr. Arzobispo.

El 16 de agosto el P. Gheri informa al P. General que el P. Pistelli ya ha salido de Urbino, sin despedirse de nadie, y se ha ido a su pueblo, Camaiore, cerca de Lucca. El P. Casanovas envía al P. Gheri una carta airada, en la que le ordena no rehabilitar al P. Pistelli para celebrar la misa ni lo admita en ninguna casa de la Provincia sin su permiso expreso, pues su actitud lo hace indigno de pertenecer a las Escuelas Pías. Pero tampoco quiere acosarlo y destruirlo; deja abierta una puerta a la esperanza cuando indica al P. Gheri: No le cerremos todas las puertas, para no empujarlo a su ruina espiritual y temporal; si no da escándalo, lo vigilaremos sin molestarle. Si se obstina en dar escándalo, decretaremos su expulsión ordenándole quitarse nuestro hábito, y lo comunicaremos a su diócesis de origen y de residencia.

Las cosas, sin embargo, no quedaron ahí; pocos días después el P. Gheri recibió una carta del P. Pistelli, e informó de ello al P. General, enviándole copia. En ella informaba que se había reconciliado con el Arzobispo de Urbino por medio de un Canónigo, y aquel le había levantado su castigo. Le dice que, de un modo u otro, seguirá practicando el ministerio escolapio, y si no quiere admitirlo en ninguna casa, le conceda permiso para vivir fuera del claustro durante seis meses, renovables. El P. Gheri le dice que debe pedir ese permiso al P. General. Y el 14 de noviembre de 1874 el P. Pistelli escribió al P. Casanovas la carta siguiente[Notas 125]:

Por consejo del P. Comisario Gheri me dirijo a V.P. Rvma. para obtener la gracia y le permiso que le voy a exponer. Desde hace algunos años pertenecía a la comunidad de Urbino, pero mi edad de 64 años, y las incomodidades que sufría en invierno en aquel clima bastante rígido, además de otras razones que en parte ya conoce V.P., me han empujado a retirarme de aquel lugar. Y lo hice además de buena gana, porque el P. Comisario, al cual escribí varias veces, me dijo que hiciera lo que me inspirase el Señor. Pero el citado P. Comisario no tiene donde colocarme, por lo que me encuentro en mi patria, en la casa paterna, donde queriendo permanecer durante algún tiempo hasta que los Superiores se complazcan en llamarme para ejercer mis deberes en la Orden, necesito que V.P.R. me conceda un permiso temporal necesario para ello. Siempre dispuesto a obedecer, le ruego me bendiga.

El P. Pistelli había empleado además una estrategia de aproximación indirecta por medio de su amigo y discípulo P. Agustín Tarnocchia, que del colegio Nazareno de Roma había sido enviado a Urbino. O quizás fue el mismo P. Tarnocchia por su cuenta quien decidió interceder a favor del P. Pistelli. Por las mismas fechas de la carta anterior, debió enviar una carta al P. General, a la que este respondió expresando su “buena voluntad” … a condición de que el P. Pistelli pidiera perdón al Arzobispo de Urbino. No parece convencerle la explicación dada por medio de un Canónigo, que en una carta anterior dice haber enviado el P. Pistelli.

De hecho, el P. Pistelli a partir de 1874 se dedicó a la catequesis en Perugia y luego a la dirección de un colegio de Terni. Al parecer se cumplieron las órdenes del P. General de dejarlo tranquilo, pero bajo observación, y de momento no le levantaron la suspensión “a divinis”. Parece ser que el P. Pistelli intentó secularizarse, como hicieron por esas fechas no pocos escolapios en las provincias italianas, pero no le fue concedida la autorización, tal vez por continuar abierto el problema con el Arzobispo de Urbino. Entonces mostró su disponibilidad para ir a la comunidad que le indicase el nuevo Provincial, P. Zini. Sin embargo, conociéndolo, son las comunidades escolapias las que no quieren recibirlo. El 27 de abril de 1884 el P. Provincial Zini informaba al P. General sobre las andanzas del P. Pistelli, a la sazón en Terni[Notas 126]. El generalato del P. Casanovas terminó en 1884, aunque León XIII le mantuvo el título de General hasta su muerte, en 1888. Le sucedió en el gobierno el P. Mauro Ricci, como Vicario General en 1884, y luego como General electo en 1886. El P. Ricci lo readmitió en la Orden en 1886, y lo envió al colegio de Florencia, donde enseñó historia (su materia preferida), además de desempeñar el cargo de bibliotecario. Falleció cuatro años más tarde, a los 80 de edad.

Este enfrentamiento dramático en la persona del P. Venanzio Pistelli se presentaba también en detalles más simples de la vida cotidiana. En mayo de 1870 el P. Provincial Antonelli fue a Roma para consultar con la Congregación General una cuestión: había sido invitado por las Autoridades municipales de Florencia a participar en un acto público de distribución de premios. La Congregación General, después de discutir la cosa, y presentar una consulta por escrito a la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos, como el asunto era urgente, le respondió que podían asistir[Notas 127]. La respuesta del P. General, muy significativa para los tiempos que se estaban viviendo, fue la siguiente[Notas 128]: Visto y considerado en todos sus aspectos el caso presentado, pienso que es deber nuestro sufrir cualquier sacrificio que nos venga impuesto por parte del municipio a fin de conservar nuestra obra en beneficio de una juventud tan numerosa, y para mantener el Instituto en esa Provincia. Recomiendo a V.R. que haga comprender a todos nuestros religiosos la obligación especial que a cada uno incumbe en esta y similares ocasiones para lograr el doble objetivo citado, ya que no se trata de una ofensa a la ley divina ni a la eclesiástica. Con esta respuesta el P. Antonelli volvió inmediatamente a Florencia, satisfecho con la respuesta dada por la Congregación General, que tranquilizaría a algunos de sus religiosos, no del todo dispuestos a colaborar con el gobierno civil en ningún tipo de acto público.

El P. Antonelli escribe más tarde al P. General dándole las gracias y relatando cómo fue la ceremonia[Notas 129]. En otra ocasión la respuesta del P. General a una consulta no fue tan favorable. Leemos en el libro de actas de la Congregación General[Notas 130]: El P. Provincial Celestino Zini preguntó si se podía ofrecer un donativo para el monumento a Vittorio Emanuele; había consultado en Florencia y no supieron qué responderle. Consultado el Penitenciario Mayor Card. Bilio por el P. Bellincampi se respondió a Florencia que no se podía. Había que mantener las distancias con respecto al Estado que había desposeído al Papa de sus derechos…

Un incidente que estuvo a punto de costarle un disgusto al bueno del P. Pendola ocurrió en Siena. En las cartas que siguen se percibe la irascibilidad del P. Gheri, la rigidez (a veces) del P. Casanovas y la bonhomía del P. Péndola. El 27 de julio de 1873 escribía el P. Gheri, Provincial de Toscana, al P. General[Notas 131]:

Lamento tener que añadir disgustos a su corazón bastante amargado ya a causa de los recientes hechos sucedidos en perjuicio de las Órdenes Religiosas, y desmentir lo que V.P. se complacía otras veces en decir sobre la Provincia de Toscana, que era la Provincia de la cual le llegaba algún consuelo. Lea la carta, por favor, que le remito con reserva. Es del P. Dati, párroco de nuestra iglesia de S. Agustín en Siena, y es la respuesta a una mía en la cual yo le preguntaba acerca de algo que yo no hubiera creído nunca, a saber, que algunos alumnos del Colegio Tolomei habían asistido al funeral civil, como le llaman, de un profesor de aquella Universidad o Liceo, muerto como librepensador y como tal acompañado a la sepultura sin ningún signo cristiano, con los honores de las sectas anticatólicas y antisociales. Este asunto, que como por desgracia puede ver por la carta del P. Dati es cierto, ha causado dolor y escándalo a todos los buenos, y ha comprometido en cierto modo a la Provincia y a la Orden, y es posible que antes o después llegue a conocimiento del Papa, si no ha llegado ya. Por este motivo yo, con el voto de mi Congregación, escribo a V.P. Rvma., no tanto para protestar en nombre mío y de la Provincia contra un hecho tan deplorable, cuanto para rogarle que, como Cabeza de la Orden, tome cualquier medida que sirva para reparar el escándalo, informando también para prevenir mayores daños a Su Santidad. Y la reparación más adecuada y el remedio que salvaría (si todavía es posible) el colegio de su ruina total, nos parece a mí y a mi Congregación, sería el retirar al P. Pendola la patente de Rector del Colegio, o al menos invitarle a que presente espontáneamente su renuncia.

El P. Dati informaba al P. Gheri que, en efecto algunos alumnos del colegio habían asistido al funeral. No todos los internos, sino tan sólo los alumnos del profesor fallecido. Este hecho, que hoy nos parecería tan humano, en las circunstancias de la época se juzgó escandaloso, y el mismo P. Casanovas escribió una dura carta al P. Pendola[Notas 132]:

Querido P. Rector Tomás Pendola. Hoy he sido interpelado en relación con un hecho del que no tenía noticia. Me han preguntado si es cierto que en el funeral civil del difunto Partanelli, profesor del Liceo o de la Universidad de Siena, muerto como librepensador, y como tal acompañado a la sepultura sin ningún signo cristiano y con el cortejo de sectas anticatólicas y antisociales, tomó también parte con conocimiento o por disposición de V.R. una sección de nuestros alumnos del Colegio Tolomei, concretamente los que eran alumnos del profesor. Como no he podido responder, he pedido algunos días para informarme, y ruego por tanto a V.R. que me dé información exacta de lo ocurrido, que sin duda será conforme a la verdad, puesto que el suceso es de dominio público, y al mismo tiempo será una protesta por el horror que tales hechos inspirarían a los religiosos de las Escuelas Pías. Ruego a V.P. una pronta respuesta, para que, si es posible, este hecho deplorable no tenga consecuencias funestas para el colegio o para las Escuelas Pías.

El P. Pendola respondió inmediatamente al P. General, quitando hierro a la cosa[Notas 133]:

Respondiendo solícitamente a la veneradísima suya del pasado 29, creo oportuno declarar antes que este colegio Tolomei sufre el ataque de los periódicos de Siena, que no quisieran ver confiada la educación de estos jóvenes a las Órdenes religiosas. Por ello yo he tenido conversaciones con esta Prefectura y con este Municipio no sólo para sostener nuestra causa, sino también para mejorar la condición del establecimiento.

Seguramente lo que desde Florencia o Roma se veía como un escándalo, en Siena era considerado un acto político acertado, para mostrar a la gente de la ciudad que la educación que daban los escolapios no era “bárbara”, puesto que permitían a sus alumnos cumplir un deber cívico tan simple como asistir al funeral de un profesor suyo, librepensador o no. De hecho, el colegio Tolomei de Siena no se salvó para los escolapios. En el año 1876 el ayuntamiento decidió cerrarlo, seguramente por dificultades económicas y por disminución del número de sus alumnos. En previsión del cierre, el P. Zini informa al P. General el 9 de diciembre de 1875 que estaban estudiando la posibilidad de alquilar la Abadía Fiesolana para trasladar allí a los internos del Tolomei que lo deseasen. Había visitado ya el lugar con el P. Bianchi[Notas 134]. Pasa el tiempo y, efectivamente, la Congregación Provincial pide permiso a la Congregación General para alquilar la Abadía Fiesolana, con la intención de trasladar allí a la comunidad y a los internos del Tolomei[Notas 135]. La Congregación General lo aprueba, y allí empieza una nueva historia.

Sigamos hablando del P. Tomasso Pendola, uno de los escolapios más destacado de ese tiempo y de toda nuestra historia. Su nombre está asociado al Instituto Pendola para sordomudos creado en Siena, que los escolapios rigieron durante siglo y medio. Como hemos dicho más arriba, no fue él el primer escolapio en dedicarse a la instrucción de los sordomudos, pero sin duda es el que más lejos llegó en este servicio. El P. Pendola había nacido en Génova en 1800, y falleció en Siena en 1883. Fue un brillante profesor universitario. En 1859 fue nombrado por Real Decreto Inspector de la Universidad de Siena. En 1861 fue nombrado Catedrático de Filosofía del Derecho, y Rector Magnífico de la Universidad, cargo al que renunció en 1865. Académicamente, no hubo un escolapio tan brillante como él en su tiempo. Además, fue Provincial de Toscana de 1845 a 1848, y director durante muchos años del Colegio Tolomei. Pero todas estas actividades las simultaneaba con otra más humilde, y a la vez más importante para él: la educación de los sordomudos. Copiamos una carta suya al P. General en el que él mismo explica, humildemente, el origen de su aventura[Notas 136]:

Le agradezco de nuevo el consejo que se ha dignado darme, y el amor que muestra hacia estos pobres sordomudos (…) En su veneradísima carta de veo que V.P. Rvma. está mal informada en lo que respecta al colegio de los sordomudos. Permítame, pues, que le cuente un poco su historia.

Nada más ocurrir la supresión de los jesuitas, el Gran Duque confió a los escolapios la dirección del Colegio Tolomei, que todavía ostentan. El Colegio es del Gobierno. Cuando yo llegué a Siena en 1821, vi sordomudos abandonados, y me puse a enseñarles en mi habitación. En 1831 abrí para ellos un instituto mantenido con limosnas, y especialmente con los subsidios que me entregaba el Gran Duque. Mientras tanto, el número de sordomudos iba en aumento, y las limosnas disminuían. En 1843 el mismo Gran Duque confirió al instituto la categoría de estatal, lo dotó y permitió que los Padres Escolapios me concedieran los maestros que yo les pidiera. De hecho, yo siempre tuve un compañero escolapio o dos, que dependían del Rector del Colegio Tolomei. Así que V.P. Rvma. debe reconocer que el Instituto de sordomudos no es mío particular, sino del Gobierno, como es del Gobierno el Tolomei. Del Municipio es el instituto Escolapio de Florencia, y es del Municipio la escuela de Empoli dirigida por los Escolapios, y lo mismo las demás casas.

El nuevo Gobierno decretó que todos los Institutos de beneficencia eran Obras Pías, y por eso el Instituto de sordomudos ha pasado bajo la autoridad del Consejo Provincial de Siena, el cual lo subsidia. Por lo tanto, el Instituto no es del P. Péndola, sino del Gobierno, y de una ciudad en la que todos quisieran ver maestros escolapios.

Aquí hay 91 sordomudos de ambos sexos; las Hermanas de la Caridad enseñan a las niñas, y proveen a todo. El Instituto (único en Toscana) tiene mucha fama en Toscana y fuera; por ello sería necesario que yo tuviese maestros escolapios, para no encontrarme en el caso de tener que contratar de prono maestros simplemente sacerdotes.

En este momento estamos tres escolapios, pero no es suficiente. Había un buen sacerdote de Turín, pero se va ahora, y tendré que sustituirle como pueda. Espero que el nuevo Provincial y la nueva Congregación Provincial vean con mejores ojos la cosa. Me gustaría que V.P. Rvma. visitase este establecimiento cuando venga a visitar las otras casas de Toscana, y vería con qué piedad y con qué celo se trabaja. Ruego a Dios que le inspire hacer esta visita.

Sin embargo parece que el P. Casanovas sigue pensando que el Instituto es un asunto del P. Pendola, y no de la Provincia, porque años más tarde este le vuelve a escribir[Notas 137]:

El P. Marchiò le agradece la buena acogida que V.P. Rvma. le brindó. Pero me dice que cuando le recomendó este Instituto de sordomudos, Usted añadió que no se podía hacer nada, porque el Instituto era del P. Pendola y no de la Orden. Me parece que ya en otra ocasión le había explicado los pasos que había dado para que a mi muerte el Instituto permanezca bajo la dirección de los PP. Escolapios. Pero permítame que con una confianza filial y con toda brevedad le narre cómo están las cosas. En 1823 yo comencé a ocuparme de los sordomudos en mi habitación del Colegio Tolomei. En 1828 abrí una escuela con limosnas piadosas, que iban disminuyendo a causa de la muerte de los bienhechores. En 1831 compré el local actual, y para acomodarlo recibí ayuda del Gran Duque. La Familia Real fundó entonces 15 plazas, y el número de los alumnos creció, porque la Gran Duquesa quiso que se abriera un internado para sordomudos. En 1843 las limosnas casi habían desaparecido, por lo cual con el permiso del Provincial Inghirami pedí al Gran Duque una subvención estable para continuar la obra, que en caso contrario me vería obligado a abandonar. El Gran Duque con un decreto del 13 de abril del mismo año suprimió el Instituto de sordomudos de Pisa, y transfirió las rentas, es decir la subvención de 8000 liras a Siena, y pagó las deudas de nuestro Instituto. Llamó a las Hermanas de la Caridad para que enseñaran a las sordomudas, y ordenó a nuestro Provincial que enviara un religioso de las Escuelas Pías para ayudarme. Pasando el tiempo, el P. Provincial añadió otro más. Y las cosas continuaron de este modo hasta que se produjo el cambio del nuevo gobierno italiano, el cual suprimió la subvención de 8000 liras concedidas por el Gran Duque y destinadas al mantenimiento del personal enseñante. Entonces me vi obligado a recurrir al Consejo Provincial de Siena, al Municipio y al Banco dei Paschi, para que supliesen esa carencia, y estos tres Entes secundaron mi petición. El cierre del Colegio Tolomei ha dejado en Siena tres escolapios al Instituto, y el P. Dati, párroco de S. Agustín, que hace vida con nosotros. Esta es la breve historia de este instituto, de la cual Usted podrá deducir que este Instituto, fundadopor el Pendola, no es del P. Pendola.

V.P. propuso al P. Marchiò que yo, para entregar a la Orden este Instituto, crease una sociedad como las demás que se han creado. Pero yo no sé de dónde sacar tantas acciones como para crear un capital que produzca un interés de cinco o seis mil liras anuales para el mantenimiento del personal enseñante, y poder renunciar a las prestaciones de esta Provincia, del Municipio y del Banco dei Paschi. Si V.P. Rvma. me indica la manera, yo la pondré en práctica inmediatamente, y de este modo mostraré qué falsa es la idea de aquellos que van diciendo que el Instituto es mío, y que yo no he hecho nada para cederlo a la Orden. Perdone esta larga cháchara, pero yo debía explicarme ante una acusación que no creo haber merecido. Espero su consejo.

El P. Pendola escribía al menos un par de cartas anuales al P. Casanovas para felicitarle en las fiestas acostumbradas, y siempre deja traslucir su optimismo y su confianza en Dios, al mismo tiempo que le pide el envío de algún escolapio. El P. Casanovas no hizo nada por él, aparte de enviarle algún donativo para obsequiar a los niños. El P. Provincial Zini sí se tomó más interés por el Instituto, y envió refuerzos al P. Pendola. Este, mientras tanto, seguía escribiendo artículos científicos y métodos para la enseñanza de los sordomudos, convirtiéndose en una autoridad nacional e internacional en la materia. No sólo eso: consiguió además sensibilizar a las autoridades con respecto al derecho de los sordomudos a la educación. El P. Marchiò, compañero suyo en Siena, escribe el Jueves Santo de 1881 al P. General[Notas 138]: Estamos en vísperas de ver declarada obligatoria la enseñanza de todos los mudos. El Ministro ha nombrado una comisión para preparar el proyecto de ley, a cuyo frente se encuentra el P. Pendola, y yo soy uno de los miembros. En esta comisión estamos dos religiosos, dos sacerdotes y un seglar, el Diputado Bianchi. Esto es un honor para nuestro Instituto, así que podemos decir que en conjunto las cosas no van mal.

Unos meses más tarde, el mismo P. Pendola escribe una carta al P. General[Notas 139], comunicándole que ha escrito un libro titulado Principios de metódica especial, para uso de los maestros de sordomudos, y quiere dedicárselo a él. El Instituto va bien, ningún partido político le ataca (a diferencia de los demás colegios escolapios), por lo que convendría que más escolapios se dedicaran a esta tarea. Le dice además: El 30 de agosto envié al Ministro el esquema de la ley para la educación obligatoria de los sordomudos. Creo que será presentada al parlamento en 1982. Afortunadamente, esta vez nadie le acuso de dar escándalo o de colaboracionista con un gobierno librepensador.

El P. Pendola llegó al final de su camino en 1883, a los 83 años de edad. Para dolor suyo le había precedido poco antes el P. Gregorio Marchiò, mucho más joven que él, y a quien consideraba su sucesor. Pero el P. Provincial Zini se compromete a mantener el Instituto como obra de la Provincia, cosa que ya era así desde hacía varios años. El 13 de febrero de 1883 escribe al P. General[Notas 140]: Ayer a la una de la tarde se durmió en el Señor nuestro P. Tommaso Pendola (…) Los pobres sordomudos no serán abandonados, y el asilo que les abrió el buen P. Pendola, continuará abierto. He visto a los padres que colaboraban con él animados del mejor espíritu y resueltos a mantener y continuar la obra piadosa y eminentemente escolapia. El Municipio de Siena ha deliberado rendir solemnes funerales al difunto. (Eso sí, espera que no se mezcle la política en ello, la normal desconfianza de la época).

Un mes más tarde el P. Luigi Pellicioni, sucesor del P. Pendola al frente del Instituto, escribe al P. General[Notas 141]: Estoy seguro de que V.P. se alegrará de saber que después de la muerte del P. Pendola no se van a interrumpir la dirección y las tradiciones de este Instituto, porque se me ha asegurado por parte de personas autorizadas del Ministerio de Instrucción Pública que como Director será elegido uno de nuestros Padres. Espera también que siga mostrando su bondad habitual que venía mostrando hacia el Instituto, con regalos para los niños. Los escolapios mantuvieron la dirección del Instituto de Sordomudos de Siena hasta 1979.

Hemos hablado ya de algunos “gigantes” escolapios toscanos de esta época: los PP. Antonelli, Serpieri, Micheli, Zini, Péndola… Nos quedaría hablar de otros como el P. Mauro Ricci, fecundo escritor, Asistente Provincial, Rector y luego Asistente General, Vicario General y Prepósito General, pero de él hablaremos ampliamente cuando escribamos su biografía como General. En esta época les “salen las plumas” a dos escolapios que se convertirán en poderosos gallos de la cultura en una época posterior: los PP. Giovanni Giovannozzi y Ermengildo Pistelli. El primero había nacido en 1860, y tras terminar brillantemente sus estudios de Química en la Universidad de Roma, volvió a Florencia para enseñar y hacerse cargo del Observatorio Ximeniano, donde destacó como astrónomo y sismólogo, entre otras cosas. Sin embargo, nada más terminar le pusieron a dar clases a los niños más pequeños. Como buen escolapio, era feliz así. Escribía al P. General el 20 de diciembre de 1881[Notas 142]: Creo que ya sabrá V.P. que ahora soy maestro de la primera clase de primaria con 84 niños a los que amo como hijos (…) Siento que me costará dejar esta modesta clase, incluso cambiándola con una de las superiores. A veces me pregunto qué pensarían mis profesores de ahí si vieran a su antiguo alumno y Doctor dar clase a 80 niños del primer curso de primaria, y del más bajo origen. Yo no sabría expresarle lo feliz que soy. Por su parte el P. Ermenegildo Pistelli había nacido en 1863 (sobrino de Venanzio Pistelli), y estaba comenzando una brillante carrera como pedagogo y polígrafo. De él había el P. Ricci en 1883[Notas 143]: Es un joven óptimo y de gran ingenio; nuestra mejor esperanza hoy entre nuestros juniores.

Provincia de Nápoles

Según el Catálogo de 1870, esta era la situación de la Provincia de Nápoles en aquel año[Notas 144]:

Casas Religiosos Alumnos

1.S. Carlo alle Mortelle 28 100 (int) + 80 (ext)
2.S. Carlo all’Arena 39 84 + 233
3.Campi 15 19 + 72
4.Francavilla 16 35 + 108
5.Foggia 17 33 + 150
6.Ariano 9 79
7.Ruvo 9 58
8.Benevento 8 13+ 74
9.Catanzaro 16 98 + 300
10.Vibo 14 49 + 29
11.Avellino 19 108 + 121
12.Galatina 13 35 + 125
13.Chieti 20 107 + 283
14.Maddaloni 21 110
15.Posilipo
TOTAL 224 791 + 1712 = 2503

Pero se trata de cifras antiguas, que para nada correspondían con la realidad. La Provincia de Nápoles se encontraba por aquellas fechas en un estado lamentable, que venía del tiempo de la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia (1866), e incluso antes, en el Reino de Nápoles. Apenas quedaban dos grupitos de religiosos que vivían juntos en Nápoles; todos los demás religiosos andaban dispersos, o simplemente habían colgado los hábitos y dejado la Orden. La Provincia de Nápoles era una sombra de lo que había sido décadas antes, y su porvenir era de lo más problemático.

La primera necesidad para la Provincia de Nápoles era el nombramiento de un nuevo Provincial. El P. Celestino Procacci, que ejercía el cargo desde 1860, había tenido muy poco éxito en su gobierno, puesto que la Provincia se había disuelto, y era necesario encontrar un nuevo líder que uniera los ánimos de todos y la reorganizara. Sabía bien el P. Casanovas que la Provincia estaba dividida en dos bandos: uno más reducido, pero formado por dos personas de peso: el P. Wenceslao Profilo (1821-1881), ambicioso e intrigante, que ya anteriormente se había enfrentado con otros padres relevantes de la Provincia; hombre muy capaz a pesar de todo, que al llegar el P. Casanovas a Roma era Asistente General por Nápoles, Comisario y Visitador General de la Provincia, y Postulador General (estaba trabajando en la causa del Ven. Pompilio), y el P. Raffaele del Verme (1800-1879), que había sido Provincial en 1845-48. El otro grupo, un poco más numeroso, estaba formado en torno a los PP. Procacci, Provincial, y Salvatore Nisio, Rector de la comunidad de San Carlo all’Arena. El P. Casanovas se pone pronto en contacto con ellos, pidiendo a los líderes de los dos grupos que se pongan de acuerdo para proponer un nuevo Provincial. Esta es la carta que escribe al P. Profilo el 1 de octubre de 1868[Notas 145]:

Mi venerado P. Profilo: en mi carta, respuesta a la de V.R., le pedía que en obsequio a nuestro Santo Instituto me propusiera un religioso aceptable a V.R. y al actual P. Provincial de esa Provincia, para que pueda ser nombrado Provincial, y le rogaba que se pusiera de acuerdo con el mismo P. Provincial para hacer oír una voz de caridad paterna a los hijos dispersos. Lamento que no me haya respondido en un asunto tan urgente.

También le preguntaba a V.R. si era posible, sin faltar a las leyes civiles, establecer un noviciado de la Provincia de Nápoles no sólo para el H. Gaetano Guerra, sino principalmente para admitir novicios. Si esto no es fácil, dígame si la misma Provincia espera contar con medios suficientes para establecer en Roma un noviciado napolitano a su costa. Si esto tampoco fuera posible, propondré al P. Provincial romano que admita en esta Provincia al citado Guerra. V.R. sabe que los procedimientos a seguir en este caso no son pocos, así que hace falta que V.R. me escriba pronto. Envío a V.R. una circular del nuevo General, el cual no desea otra cosa que la restauración de esa Provincia. Por separado envío seis copias de la misma; la primera para mi venerado P. Del Verme, a quien me tomaré la libertad de escribir tan pronto como me lo permitan mis obligaciones; las otras envíelas V.R. a los que eran rectores de las casas antes tan florecientes. Envío otras tantas copias al P. Provincial con el mismo objeto, porque creo que la primera cosa es el acuerdo entre V.R. y el P. Provincial, si pensamos en serio en el resurgir de esas Escuelas Pías. Envío un abrazo a V.R. y a todos mis hermanos.

Al día siguiente escribe al P. Celestino Procacci[Notas 146]:

Querido P. Provincial, aunque somos de diversas naciones, la caridad une todos los corazones, y la hermandad religiosa estrecha con más fuerza los corazones unidos por la caridad. Por tanto, le aseguro, Padre mío, que, llamado por el Sumo Pontífice a la Prepositura General de las Escuelas Pías, no omitiré nada que puyeda contribuir a la prosperidad de nuestra amada Madre la Orden Calasancia. No es cosa nueva ver un Prepósito General español, y espero la protección del primero, que fundó nuestra Orden, y la protege con su mirada desde el cielo. Sólo hace falta que todos nosotros trabajemos como auténticos hijos suyos, y S. José, que hizo tantos milagros para la fundación de su instituto, hará todavía uno más para su resurgimiento. Creamos, esperemos y obremos.

Ruego a V.R. por el amor de Dios, que intente, en obsequio a nuestra Escuela Pías, un acuerdo fraterno con el P. Profilo. Si toda división es desoladora, en el actual estado de nuestras cosas es motivo de males irreparables. Creo que los hijos no son nunca tan grandes como cuando, generosos, ofrecen el sacrificio de su corazón a su Madre. Hace falta pues, Padre mío, que se restablezca la buena armonía, la caridad fraterna entre todos los nuestros. Y que sean los primeros aquellos que tiene el deber de dar ejemplo a los demás. He escrito al P. Profilo en este mismo sentido, esperando que cese toda diversidad de opiniones en lo relativo al Instituto, y que Dios bendiga esta santa unión.

Con el nombramiento de un nuevo General termina naturalmente el mandato de los nombrados anteriormente; ruego por tanto a V.R. que me proponga como superior de esa provincia a un religioso aceptable a V.R., al P. Profilo y a todos, en la medida de lo posible. Comenzamos la obra de reconstrucción; creo que no está muy lejano el tiempo en que Italia llamará de nuevo a los Escolapios a enseñar. Estemos pues listos para el día de la restauración de las Escuelas Pías. Lo mismo que ocurrió en España, ocurrirá en Italia. Yo estoy siempre dispuesto a hacer todo lo que sea útil.

Envío a V.R. la Circular acordada con mis Asistentes; por separado envío algunas copias, como al P. Profilo, esperando que por este medio sea oída por todos una voz paterna que llama a los dispersos a volver a sus puestos. De acuerdo con el P. Profilo hagan que llegue una a cada Rector, y que estos se asocien a su solicitud. Un cordial saludo a los hermanos.

El P. Procacci es más rápido en responder que el P. Profilo. El 5 de octubre responde lo siguiente al P. General[Notas 147]:

Unidos por el voto solemne de la caridad de San José de Calasanz, que representa a todos sus hijos sin importar el país de donde sean, los religiosos de esta Provincia Napolitana se alegrarán también de que por medio de Usted los vínculos que los unían a sus hermanos de España se estrechen aún más. Bendigamos pues la voluntad del Vicario de Jesucristo el Papa Pío IX que ha elegido a V.P. Rvma. como Prepósito General, y roguemos a Dios por medio de nuestro Santo Fundador que le conceda la fuerza necesaria para restaurar esta Provincia, para que si ahora, tras quedarse con un reducido número de hijos, se esfuerza par cumplir su tarea, pueda luego con un número mayor continuar prestando su servicio a la juventud con la piedad y con las letras. Mientras tanto me sorprende que V.P., según deduzco claramente por el contexto de su carta, tenga la idea de que reina y haya reinado algún tipo de desunión entre el P. Profilo y yo. En calidad de Superior de la Provincia yo he visto y veo a todos como hermanos míos en Jesucristo. Siempre he aborrecido el dualismo que se habría creado en la Provincia a este propósito, y que habría desparramado las fuerzas, que sólo Dios sabe cuánto ha hecho falta para mantenerlas unidas como en un haz, especialmente en estos tiempos en que el espíritu religioso se ha debilitado tanto. Y ciertamente no sabría decirle cuántos sacrificios hemos tenido que hacer para mantenernos unidos. Y Usted mismo podría comprobar que lo que digo es cierto si quiere venir personalmente a Nápoles, como sería mi deseo y el de todos, o enviarnos uno de sus Asistentes, o si quiere preguntar uno por uno a aquellos religiosos que merecen un nombre por su vida temerosa, por los cargos desempeñados en la Orden o por los años empleados en la enseñanza. Pregunte pues a estos y dénos sus disposiciones, que yo estoy dispuesto a acoger con gran gozo de ánimo, igual que los que buscan la restauración de una Provincia a cuya conservación tanto he contribuido como Superior y como maestro, oficios que sigo desempeñando simultáneamente en la actualidad.

Reuniré inmediatamente mi Congregación cuyos miembros no están todos en Nápoles en este momento, y comunicaré a V.P. el nombre que ella creerá proponerle como Superior de la Provincia.

Vemos que el P. Procacci quiere justificarse como Provincial. En una carta posterior, del 13 de octubre[Notas 148], insiste en que se lleva muy bien con el P. Profilo, especialmente después que volvió de Roma. No obstante, estos dos “amigos” no son capaces de ponerse de acuerdo para proponer el nombre de un Provincial satisfactorio para ambos. El P. General escribe a otros Padres, e incluso envía al P. Francesco di Sales Gasdia, napolitano, desde Roma, para que hable con todos los religiosos de la Provincia sondeando su parecer. Tras esta visita, el P. Carlo Gioffredi escribe al P. General desde Nápoles el 4 de enero de 1869[Notas 149]:

Habiendo venido desde Roma el P. Gasdia, y hablado con cada individuo de esta familia religiosa, nos hizo saber que había recibido el encargo por parte de V.P. para conocer cuáles son nuestros deseos en relación con el nombramiento del Provincial. Yo no he dudado en absoluto en manifestarle francamente y en conciencia mi opinión, y lo mismo han hecho todos los demás. Tenga por seguro V.P. que el P. Nisio, sobre quien le escribí en una carta anterior, es sumamente aceptado por todos los religiosos, bien visto por este Cardenal Arzobispo, y es un hombre prudente y de vida muy ejemplar. Estoy seguro de que este nombramiento desagradaría mucho al P. Profilo, y de rebote al P. Ex provincial Del Verme, los cuales, aunque sean buenos religiosos, querrían que el poder permaneciese en sus manos, y a causa de ello han ocasionado no pocas molestias a varios Generales de nuestra Orden. Aquí ya no hay partidos, y cada religioso está dispuesto a obedecer al Superior que V.P. nombre, con tal que no sea Profilo o alguien propuesto por él. Mientras tanto debo avisar a V.P. que la tardanza en nombrar Superior da ocasión para que aparezcan diversas aspiraciones, que V.P. podrá fácilmente percibir en las cartas que a menudo recibe Usted de Profilo y del Ex provincial Del Verme. Estos hacen todo lo posible para atraerse a su lado a los religiosos, los cuales no hacen caso, pues los conocen bien. El P. Del Verme es mayor, y fácilmente se deja convencer por el P. Profilo. Estos hermanos míos y yo más que nadie ansiamos el nombramiento del nuevo Superior lo más pronto posible, porque vemos que esta obra plantada con nuestros esfuerzos se va destruyendo poco a poco porque Profilo, que es incapaz de hacer nada, creyéndose el Superior, dispone a su capricho sin pedir consejo a nadie. Nosotros por principio religioso, por prudencia y por no dar escándalo, no reaccionamos, pero esperamos que V.P. con su sabiduría nos consuele lo más pronto posible.

Escuchemos también la opinión de la otra parte. El P. Raffaele del Verme responde el 18 de febrero de 1869 a una carta del P. General[Notas 150]:

En respuesta a la apreciada carta de V.P. Rvma. de fecha del pasado 25 de enero le escribo cuanto sigue. Puesto que al nombrar a un Superior provincial se trata solamente de pensar en la ventaja de las Escuelas Pías (como sabiamente me indicaba Vd.), no es posible que yo y los otros religiosos que deseamos la restauración de esta provincia nuestra nos pongamos nunca de acuerdo con los que han echado por tierra todo el edificio moral. Por lo tanto, nunca aprobaremos a los sujetos que le proponen aquellos, pues son incapaces de conducirnos a la disciplina que forma el verdadero espíritu de nuestro Santo Instituto.

Si mi edad avanzada y mi poca vista no me hubiesen retenido, habría ido personalmente a Roma para informar a V.P. Rvma. sobre el estado deplorable de esta Provincia y del escaso personal que es idóneo para poderla restaurar de sus males, y devolverla a la observancia de nuestros reglamentos.

Por ello encargué al P. Francesco di Sales que hablara al respecto con V.P. Rvma. y debo creer que ha cumplido escrupulosamente el encargo y le ha dado las informaciones más exactas, de modo que V.P. Rvma. no se equivoque en una elección de tanto peso, de la cual depende el resurgir o la total extinción de esta Provincia religiosa. Los que actualmente gobiernan la Provincia han incurrido en graves faltas para mantenerse en sus puestos sin dar ningún signo de enmienda, y este primer paso ha arrastrado a muchos otros; se han cerrado los ojos ante cualquier transgresión de la regla; se ha tolerado todo tipo de libertad con gran escándalo del público; se ha permitido todo capricho…. En resumen, cada cual, aun siendo mediocres religiosos, ha vivido a su manera sin ninguna dependencia religiosa. Habituados a esta manera de vivir, todos los componentes de la Provincia ahora querrían que las cosas continuasen en su statu quo, para seguir viviendo como viven. O bien que se pusiera en medio cualquier otro que pareciese bueno, pero que no tuviese fuerza ni energía, de tal modo que cada cual pudiese continuar viviendo tal como vive. Yo, que los conozco a todos por los muchos años en que he gobernado la Provincia, y que en estos últimos tiempos soy, por voluntad y mandato de su Antecesor, Rector de la casa de S. Carlo alle Mortelle, habiendo sido expulsado de dicho colegio por orden del gobierno como todos los religiosos, he tomado en alquiler un gran edificio, en el que, uniéndome con algunos religiosos de buena voluntad, para conservar el espíritu de nuestro Instituto, y mantener las escuelas según mandan nuestras Reglas. Pero no pudiendo continuar ejerciendo como Rector a causa de la edad y de la vista, entre los que se han unido conmigo he elegido, según las Reglas, al más antiguo, es decir al Ex Asistente P. Profilo, que, ante el Señor, es el único que tiene cabeza y energía, es sumamente afecto al Instituto y además es muy prudente en el gobierno, como ha probado en otros tiempos como Rector del Colegio. Pero si V.P. Rvma. no autoriza con una carta suya a este P. Profilo dándole todas las facultades necesarias para conservar este pequeño manojo de la Provincia, y llamar a algún otro de buena voluntad para trabajar en las escuelas junto con nosotros, no se puede ir adelante. Convénzase V.P. Rvma. que el P. Profilo, dejado sin autoridad ni privilegios con gravísimo daño para la Orden, no puede continuar manteniendo en esta casa la obra comenzada con tanto esplendor y crédito ante la Iglesia y el mismo público seglar. Su simple influencia personal es limitada. (…) Escribo pues a V.P. Rvma. como si fuera el testamento de mi conciencia, debiendo presentarme ante Dios a dar cuenta de más de cincuenta años de vida religiosa. El momento actual, se lo he dicho, es tremendo para la Provincia. Todo ha terminado. Con el P. Procacci, y tres o cuatro que le acompañan algunas horas al día por los intereses de la sociedad, no se puede hacer sino la simple caridad que se emplea con los enfermos. Pero habilitarlos con autoridad para malvivir, yo no sé qué mente humana podría aconsejárselo nunca.

Las posturas están bien enfrentadas, son irreductibles. Para salir adelante, el P. General decide consultar al Arzobispo de Nápoles, Emmo. Sisto Riario Sforza, para que le recomiende un nombre. Este al fin le responde el 2 de junio de 1869, y le dice[Notas 151]:

Lamento no haber podido responder antes a su pregunta; con la presente le daré mi opinión, lo mejor que pueda, en respuesta a la preciada carta que me envió el 14 de enero pasado, y siguiendo a las dos mías de fecha 15 de enero y 19 de abril.

He dicho lo mejor que pueda, ya que no doy mi opinión sin tener alguna duda en contra, pero como veo que es necesario tomar una decisión para salir de la situación actual, que, si se prolongara durante más tiempo. haría cada vez más desordenada la situación de la Provincia. Ha sido una dificultad para que yo diera mi opinión antes el hecho que da lugar a dudas de encontrarse los Padres como divididos en dos partidos principales, a favor y en contra de Procacci, sin excluir otras diferencias no menos graves, de modo que si intentáramos reunirlos para hablar no llegaríamos a ningún resultado verdaderamente útil, y escuchándolos de uno en uno tampoco da ningún fruto, pues todos son tenaces en el punto fijo de su respectiva idea, y ninguno, por bueno o malo que sea, quiere dar pasos para abrir el camino hacia un entendimiento de caridad y de orden según Dios. Salvo poquísimas excepciones, encuentro en muy pocos un verdadero espíritu eclesial, y en algunos ni siquiera una actitud de prudencia. No me consta que haya individuos de conducta o costumbres gravemente extraviadas, excepto unos pocos individuos que en sus doctrinas se acomodan al mundo, casi con una cierta espontaneidad, y normalmente la vida es una vida no siempre ordenada y de observancia religiosa.

Mientras tanto tengo poderosas razones para esperar que si se lograra encontrar un nombre para ponerlo al frente de todos estos individuos, tal que quiera para sí y para todos los demás el ejercicio de una vida edificante, ocupada y útil para las almas, con la enseñanza y con las obras del Santo Ministerio, si esta persona está dotada de tacto y de prudencia, podrá este Superior hacer el bien, bien impidiendo que empeore la situación, bien mejorando las cosas un poco cada día, pues hay que tener en cuenta que actualmente en Nápoles, ciudad acogedora en estos tiempos del clero activo e industrioso para el bien, no faltarán ocasiones a los buenos eclesiásticos para ocuparse en la enseñanza y en la dirección de las almas.

Me falta decirle lo que pienso acerca de la persona a la que someter a esta prueba confiándole el oficio de Superior. Después de todas las averiguaciones que he podido hacer a este respecto, habiendo hablado también con muchos Padres de mi confianza, me he convencido de que, en las actuales circunstancias, el P. Nisio es el menos inadecuado. Reúne muchos requisitos. Tiene y vive un carácter conciliador, hasta el punto que se pueda temer que en algún caso sea débil, pero no habiendo otro mejor, deberá desde el principio tener cuidado con la elección de los asistentes con los que deberá consultar para los diversos asuntos.

El P. Profilo me parece un sujeto excelente en todos los aspectos, pero no creo que tenga de hecho lo que hace falta para unir los ánimos, y para obtener que los malos al menos no se vuelvan peores.

Sería largo describir a V.P. Rvma. las circunstancias que me han dictado lo que he escrito en toda esta carta mía; sería más bien un asunto para ser tratado de viva voz, y desearía que después de haber tomado Usted la resolución de Dios le dicte para la elección del Superior local, quiera luego con su presencia, si es posible en estos tiempos, dar otro espírito a la reforma de esta Provincia.

Oído el Arzobispo, el P. Casanovas toma la decisión de nombrar Provincial al P. Nisio; no podía obrar de otro modo para no hacerle un desaire. Le escribe para que vaya a Roma a verle, y este va a San Pantaleo a mitad de junio de 1869. No parece que ponga mayor objeción al cargo. La Congregación General decide entonces nombrarlo Provincial. Leemos en el Libro de Actas, con fecha 20 de junio[Notas 152]: Habiendo venido a Roma el P. Salvatore Nisio de Nápoles, se trató sobre el nombramiento de este religioso como Provincial de aquella Provincia. Tras examinar el último Capítulo Provincial en el que él venía considerado; teniendo en cuenta que el actual Provincial con su Congregación, reunida por orden del P. General para presentarle sujetos dignos, lo proponen a él para tal cargo, y teniendo en cuenta la opinión de los religiosos más serios de aquella Provincia, expresada al caso por carta, además de la facultad concedida a los Superiores Mayores por la Sagrada Congregación para poder nombrar para los cargos de la Orden a las personas que crean más idóneas, fue propuesto el P. Salvatore Nisio de S. Juan Bautista como Provincial de Nápoles, y hecha la votación, todos los votos le fueron favorables.

El 27 de junio, de vuelta en Nápoles, el P. Nisio envía su propuesta de Asistentes, que es naturalmente aceptada[Notas 153]. El mismo P. Nisio cuenta su buena acogida como Provincial[Notas 154]:

El mismo día de mi vuelta, sin haber notificado aún oficialmente mi nombramiento como Provincial, se me presentaron muchos hermanos, felicitándome y expresando sumo placer. Al día siguiente vinieron también el Ex Provincial P. Del Verme, el Ex Asistente Profilo y el P. D’Atri, a quienes iré a visitar hoy. Con otra carta informaré detalladamente a V. Paternidad de las expresiones afectuosas que he tenido con el citado P. del Verme, y del resultado de mi primera conversación con él con respecto a la reunión de las dos partes de su comunidad. He entregado ya las patentes a los Padres Asistentes y consultores de la Congregación Provincial, y todos las han aceptado y se han mostrado agradecidos.

El P. Casanovas, satisfecho y prudente, le responde[Notas 155]:

Bendito sea Dios Padre de todo consuelo, que nos ha consolado con la noticia de su feliz vuelta a Nápoles, y de la obsequiosa acogida que le han hecho todos los nuestros, y en especial los PP. D’Atri, Del Verme y Profilo. Con caridad y discreción, y principalmente con la oración para merecer la ayuda divina, espero que sea posible llevar nuestras cosas a buen puerto. No se precipite en hacer visitas, y procure en lo posible que sean aceptadas sus disposiciones, incluso sin tener que imponerlas usando su autoridad. Pero si en último extremo fuera indispensable usarla, para ello la ha recibido V.R. de Dios. Por ahora me abstengo de escribir a los nuestros de Nápoles; cuando sea oportuno les escribiré agradeciendo la cooperación y confortando el ánimo de todos los que están dispuestos a actuar con el espíritu de nuestro S. José. Mientras tanto imploro…

El 19 de agosto el P. Nisio le informa sobre el eco de la circular enviada a todos los religiosos comunicando su nombramiento como Provincial[Notas 156]:

La carta circular que he enviado a los nuestros que residen en Nápoles y fuera ha producido un doble efecto: dar a conocer no sólo mi promoción al provincialato, sino también la asunción de V.P. al generalato, conocida de pocos. Este anuncio formal por medio de mi encíclica ha sido una buena ocasión para extinguir la lamentable escisión de esta Provincia nuestra, y para acercar hacia nosotros el corazón de nuestros hermanos religiosos, reconociéndonos en la calidad de Superiores, que ellos creían que ya no existían. Muchos arzobispos y Obispos, con los que tengo una relación íntima, han pedido varias copias de la citada circular para enviarlas acompañadas de una carta pastoral a los nuestros que residen en sus respectivas diócesis, al entender que ya ha terminado y se ha extinguido el cisma que durante muchos años ha dañado nuestros Colegios, y han exclamado de manera concorde: “¡Esto es un portento de la gracia divina!”. La misma exclamación ha repetido nuestro Eminentísimo Cardenal, dignidades eclesiásticas y otros muchos individuos que conocían nuestra condición. Mientras escribo esta relación a V.P. Rvma. me siento conmovido hasta el llanto, y sólo puedo decir: “¡Sólo a Dios honor y gloria!” Esperemos que el Señor concurriendo con su ayuda, lleve a término la obra comenzada con tan favorables auspicios.

Parece que la cuestión, después de casi un año de disputas, estaría resuelta, pero no fue así. Nombrado ya el Provincial y sus asistentes, la lucha se trasladó luego a conseguir el título de Rector del colegio de la Infrascata, donde vivía el grupo mayor de escolapios reunidos en Nápoles. Los frentes eran los mismos, y la irreductibilidad, semejante. Protestó el P. del Verme, que proponía como superior al P. Profilo, inaceptable para la mayoría. Aducía ciertas irregularidades legales en la propuesta de rectores por el P. Provincial[Notas 157]. El P. General, dolido o enfadado, escribe una larga y seria carta al P. Provincial[Notas 158], respondiendo a las dudas del P. del Verme, para darla a conocer a todos:

Mientras discutimos, las Escuelas Pías van a la ruina; y cuando ha llegado la hora de intervenir y poner cualquier remedio al edificio que se está cayendo perdemos miserablemente el tiempo en inútiles controversias. Sabemos que las Escuelas Pías son la obra de Dios plantada en la Iglesia por nuestro S. José, y si en el día del juicio será maldito el hombre que hace negligentemente la obra de Dios, no sé qué podrán esperar los que no sólo no hacen, sino que incluso se oponen a lo poco que se puede hacer en la obra de las Escuelas Pías. Poco o nada debe importarnos el lugar que nos sea asignado, mientras nos confíen alguno; cuanto más humilde sean, mayores han de ser nuestras ganas de ocuparlo, y sería un espectáculo grato a Dios y también a los hombres el ver que aquellos religiosos que ocuparon los primeros lugares de la Provincia ahora dan ejemplo de abnegación, no importándoles otra cosa que el conservar y aumentar si es posible lo que queda de nuestro Instituto. ¿Será, pues, cierto, Padre mío, ¿será cierto que la división ha llegado a tal punto que no podamos esperar sino la desolación? ¡Pobres niños, que se encuentran abandonados o combatidos incluso por aquellos que han jurado consagrarles las fatigas de toda la vida!

Conjuro a los Padres de la Provincia a sostener el Instituto de las Escuelas Pías a costa de cualquier sacrificio, y a no oponerse a la voluntad de Dios que actualmente se manifiesta de manera evidente en las mismas decisiones actuales providencialmente tomadas. Todos tienen la obligación de secundar y reconocer esta voluntad de Dios en las disposiciones del nuevo P. Provincial nombrado por mí, por mí que he pasado casi un año meditando, consultando, orando, ajeno siempre a cualquier espíritu de partido, no buscando cómo complacer a los hombres, sino sólo como proveer al mejor servicio de Dios. Pues bien, aunque en las familias religiosas debería bastar conocer la voluntad de los Superiores para ponerla en práctica sin discutirla, y para secundarla más bien que para contradecirla, o haciendo en su caso observaciones para facilitar su ejecución, pero nunca tendentes a frustrarla, sin embargo, responderé a las dudas presentadas, espero que nadie quiera contestar mis resoluciones tomadas de acuerdo con la Congregación General, que serán aceptadas con respeto por todos. Y esta es mi respuesta.

Pasa entonces el P. General a responder a las objeciones de tipo legal presentadas por el P. Del Verme, mostrando que en las actuales circunstancias tiene autorización de la Santa Sede para obrar como ha obrado. Ordena, para terminar, que dé a conocer su respuesta a los PP. Del Verme, Profilo, y a quienes crea oportuno.

El 3 de octubre, por fin, se nombran los rectores de las dos comunidades[Notas 159]. Pero no con ello se calman las cosas. El P. Profilo y el P. Del Verme se van del colegio y abren otro por su cuenta, sin pedir permiso a nadie. Además, se llevan el instrumental del laboratorio de física, y lo venden para poder financiarse. Naturalmente, la tensión crece. Ante los reproches del P. General, el P. Profilo responde diciéndole que está mal informado, y que ellos actúan de buena fe, para salvar la Orden. El M. Michelangelo D’Atri escribe al P. General explicando la situación[Notas 160]: Consciente de la sugerencia de V.P. Rvma. para que intentara la concordia y la unión de los P. Profilo y Del Verme con los religiosos de esta comunidad de la Infrascata, después de serias reflexiones, voy a expresarle mis sentimientos. Durante todo un año me he estado esforzando, haciendo incluso sacrificios pecuniarios para apagar el fuego de la discordia encendido entre los religiosos mayores y jóvenes de esta comunidad, y no he podido conseguir nada. Más bien me he quemado las manos, como suele decirse, o sea, he sufrido angustias de conciencia y algún detrimento en lo que se refiere a mi reputación. De hecho, el P. D’Atri era partidario de Profilo y Del Verme al principio, pero luego ha descubierto sus manejos. Es mejor dejarlos fuera, por la paz de todos. Pero hay que recuperar las máquinas del laboratorio. Las máquinas las recuperaron volviéndolas a comprar a quienes se las habían vendido Profilo y Del Verme; la división duró tanto cuanto el provincialato del P. Nisio. Sólo volvió la concordia cuando el P. Nisio cesó en su gobierno al ser nombrado Obispo en 1875. Le sucedió precisamente como Provincial el P. Michelangelo D’Atri, que fue aceptado sin problema por ambos disidentes, que se sometieron de buena agana a sus órdenes.

Hemos visto al principio de esta sección que, según el catálogo de 1870, la Provincia de Nápoles contaba oficialmente con 15 casas y 123 religiosos. La situación real era diferente. Es cierto que en varias de aquellas casas había aún escolapios, al cargo de escuelas o iglesias, pero de manera privada, puesto que la Orden había sido suprimida en 1866 y los Superiores habían quedado un tanto perplejos, sin saber qué hacer. Algunos religiosos se ponen en contacto con el P. Casanovas cuando se enteran de que hay un nuevo General, y piden instrucciones. Veamos algunos casos concretos.

Escribe al P. Angelo Antonio Beri, rector de Ruvo de Bari (la casa se había abandonado en 1866)[Notas 161]:

Tanto consuelo como me ha causado su estimada carta por los sentimientos religiosos que V.R. expresa en ella, igual pena me ha causado el ver disuelto su colegio de Ruvo, y dispersa su comunidad, y alejados de su Padre los hijos que Dios le ha confiado a V.R. Creo, Padre mío, que ya es hora de hacerle escuchar una voz amorosa, recordando que todos somos hijos de S. José, y debemos cumplir la misión que Dios nos ha confiado, y que nosotros hemos aceptado solemnemente. Si la tempestad nos ha hecho desaparecer, llegan días más tranquilos, y respetando las leyes civiles podemos atender a la enseñanza de los niños, bien en casa propia, bien en casa alquilada, o gratuitamente si el municipio nos concede una dotación suficiente, o mediante un pago de los alumnos para cubrir nuestras necesidades. Reunámonos en comunidad, y si las circunstancias de esa casa son tan desfavorables que no sea posible reunirse personalmente, que exista al menos una unión moral, de espíritu, conservando la relación de Superior con sus súbditos, buscando la ocasión de reunirse, y estando dispuestos y preparados para la restauración de nuestras escuelas. Para tan santo empeño, dígame V. R. qué podría hacerse, y me encontrará siempre dispuesto a secundar sus religiosos deseos.

De Francavilla Fontana le escribe el P. Angelo Domenico Della Corte, que había quedado a cargo de la iglesia, después que el Gobierno hubiera expulsado a los escolapios de aquel colegio fundado en 1682. Le responde el P. Casanovas[Notas 162]:

Agradezco de corazón los afectuosos sentimientos expresado por V.R. en su apreciada carta, y me alegro en la esperanza de ver a V.R. entre los primeros que se afanarán por la restauración de nuestras Escuelas Pías en la Provincia de Nápoles. Dígame, Padre mío, ¿cómo está su colegio de Francavilla Fontana? ¿Cuál es la suerte de los hijos que Dios le había confiado? ¿Siguen todos fieles a su vocación? ¿Están reunidos en nuestra casa, con V.R. como Superior? ¿Se conserva entre su casa y las demás casas nuestras, y principalmente con el P. Provincial, las relaciones propias de los miembros de esta corporación? Y si no es así, ¿qué medios cree V.R. que deberían aplicarse para reorganizarse?

También recibe noticias el P. General de Campi del P. Nicola Giovinazzi, que le dice lo siguiente[Notas 163]:

Yo pertenezco al colegio de Campi Salentina, donde he estado desde el año 60 en calidad de Rector. Cuando hace dos años fuimos suprimidos, aquel Municipio mantuvo a toda la comunidad enseñando durante un año. Pero este curso por falta de medios el Municipio no ha podido contratarnos, por lo que los maestros y los hermanos se retiraron a casa de sus propias familias, permaneciendo en nuestra casa los PP. Alessandro della Corte como rector de la iglesia, Serafino Leuzi y yo, nombrado Director del Colegio por el Consejo Municipal de instrucción pública. Se dice que para el curso próximo el Municipio ha obtenido parte de los bienes que nos pertenecían, y quiere implantar un gimnasio, cuya dirección nos confiaría. Esto es lo que puedo decirle de mi persona, del Colegio de Campi y su situación.

El P. General le responde a los pocos días[Notas 164]:

Le agradezco a V.R. los cumplimientos que me ha hecho y que no merezco; todo es obra de Dios, y nosotros debemos secundar los designios de la Providencia. Los sentimientos que expresa V.R. en su apreciada carta son propios de un verdadero hijo de S. José, que aguanta firme durante la tempestad, y espera tranquilo la serenidad y bonanza.

Me duele que se haya disuelto en parte la comunidad de Campi Salentina; si hubiera sido posible continuar todos unidos dedicándose unos a la enseñanza, otros a la predicación y a otras obras pías, habría sido un hermoso ejemplo de hermandad religiosa apreciado por Dios y por los hombres; pero, puesto que no ha sido posible, no pierda de vista a los Padres y Legos que se han ido con su familia, y tan pronto como lo permita el estado de su casa, aumentada con la protección del Municipio, llame a todos para la nueva escuela, y para el servicio de la iglesia y de la comunidad. Aunque con alguna escasez, vivan unidos a su Padre los hijos que Dios le ha dado. Sea este el deseo de V.R., y haga aquello que le aconsejen las circunstancias. Conserve la relación con el P. Provincial y con aquellos que eran y son súbditos nuevos. No me prive de ulteriores noticias de ese colegio. Saludo con afecto paterno a los PP. Alessandro y Serafino, a los que amo de todo corazón.

El mismo P. Giovinnazzi le da más noticias un par de meses más tarde[Notas 165]:

Habiendo obtenido este Municipio una parte de los bienes que nos pertenecían, quisiera ahora abrir las tres primeras escuelas de gimnasio, y para ello ha invitado a diversos Padres nuestros, pero ninguno ha aceptado. Así que el Municipio ha abierto un concurso para las clases que quiere abrir. Siguiendo con el sistema de concurso, o pudiéndose aprobar seglares de pensamiento moderno, pienso que harán lo mismo para el Director. Si pueden pasarse sin escolapios como maestros, podrán pasarse también sin un escolapio como director. Estando así las cosas, y debiendo el local ser ocupado por los que vengan, y destinado a nuevos fines, V.P. Rvma. ve bien que mi presencia aquí es inútil e incompatible, incluso imposible. Por eso me iré con mi familia antes que el Municipio me pida que deje libre mi lugar, y pido a V.P. Rvma. permiso para ello. De cualquier modo, sigo siendo hijo de S. José de Calasanz, y estoy siempre dispuesto a acudir en cualquier momento en que la Orden tenga necesidad de la colaboración de sus hijos. Mi salud ya no es buena, y después de una hemoptisis que he padecido, y una enfermedad de la piel que he sufrido durante muchos años, ahora voy tirando de aquellas maneras. Este cambio de aire nativo me sentará bien.

Llegan unos años oscuros para la casa de Campi, aunque siempre quedaron algunos escolapios a cargo de la iglesia, y promoviendo al cusa de beatificación del Ven. Pompilio María Pirrotti, allí enterrado. El P. Provincial Michelangelo d’Atri escribe años más tarde lo siguiente[Notas 166]:

Me escribe nuestro P. Moschettini que el Consejo municipal de Campi intenta llamar para noviembre de 1879 a los PP. de las Escuelas Pías a aquella casa nuestra para cultivar a la juventud que frecuenta el gimnasio. En respuesta he encargado al P. Moschettini que prepare el personal necesario proponiéndole varios religiosos, que creo pueden estar disponibles y ser aptos para aquel gimnasio. Esperemos que el Señor nos ayude a conseguir asentar una comunidad nuestra en aquella nuestra, fundada por San José de Calasanz, y donde se encuentra depositado el cuerpo de nuestro venerable Pompilio.

Sin embargo, no debieron llegar a un acuerdo para ese encargo de la enseñanza en el gimnasio. Ya fuera de la época de nuestro estudio, en 1885 y 1886 el municipio hace nuevos esfuerzos para confiar el gimnasio a los escolapios, pero las negociaciones no son fáciles: los escolapios no tienen el personal cualificado necesario para la empresa.

El P. Casanovas escribe al Provincial de Nápoles preguntándole si hay algún escolapio que pueda hacerse cargo de la iglesia del antiguo colegio de Ariano, de donde habían sido expulsados en 1867. Le decía lo siguiente[Notas 167]:

Tras instancia del Vicario General de Ariano para volver a abrir nuevamente al culto las iglesias de los PP. Escolapio y de los Reformados, cerradas desde hace dos años, asignando capellanes para que aseguren el culto, la Sagrada Congregación de Obispos ha querido escuchar el deseo de las respectivas Órdenes. El Procurador General de los Reformados, de acuerdo con la opinión del P. Provincial de Nápoles, pide que sean destinados a su iglesia sacerdotes de su Orden, y falta pues que V.R. me diga si hay algún escolapio residente en Ariano o dispuesto a ir allí bajo la orden de V.R. para que también nosotros reclamemos nuestra iglesia o si V.R. sabe que los nuestros no quieren o no pueden administrarla, para responder a la petición del Vicario, reservándonos nuestros derechos. Escríbame cuanto antes.

Por suerte sí hubo un escolapio, el P. Ermenegildo Castelluzzi, que se hizo cargo de la iglesia. En 1888 incluso abrió un internado. A Ariano fue destinado como Obispo el P. Nisio.

En Galatina habían conseguido mantenerse un pequeño grupo de escolapios, dando clase en su mismo colegio, con el acuerdo del municipio, a pesar de la supresión. Pero las cosas se complicaron, y en 1975 cesó allí su presencia. El P. Enrico Enrico, enviado por el P. Provincial D’Atri para intentar arreglar las cosas, explica lo sucedido[Notas 168]:

Querido P. Provincial. Enviado por V.P. el 9 de octubre a ir a Galatina, y recibr allí, si era necesario, la ayuda de los PP. Lucio Muscogiuri y Sisto Bonaura, que se encontraban veraneando en aquella provincia, para lograr que nuestros religiosos continuaran enseñando en aquel colegio, no tardé un momento en cumplir su voluntad. Y, de hecho, en cuanto llegué allí me puse en contacto con los Padres citados, y pusimos manos a la obra. Pero, por desgracia, la cuestión estaba cerrada, y nuestros esfuerzos resultaron vanos. El partido llamado “progresista”, que había prevalecido en las últimas elecciones, deseando secularizar la enseñanza, y tener mejores profesores, desde el mes de mayo había abierto un concurso para las cinco clases secundarias, de las cuales tres ocupaban profesores nuestros; concretamente la 3ª, el P. Carone; la 2ª el P. Leone, y la 1ª el P. De Pace, que desempeñaba al mismo tiempo el oficio de Rector para la comunidad, y censor de disciplina del internado. Y si ahora retienen a dos de ellos, es sólo de manera provisional, porque no han encontrado el suficiente número de profesores para cubrir todas las plazas, quedando vacantes la 1ª de secundaria y la 1ª de primaria, a las cuales destinan al P. Carone y al P. Carriero.

En este estado de cosas, mientras nos dolía perder la única casa religiosa en cierto modo que nos ha quedado en la Provincia de Nápoles, no podíamos menos que sentir además dolor por el descrédito moral que venía para los dos religiosos, retenidos solamente porque el Municipio tenía necesidad de ellos, debiendo el P. Carone descender de la 3ª a la 1ª de secundaria, y teniendo que conformarse el P. Carriero con la 1ª de primaria, cuando antes enseñaba en la 5ª de secundaria, y desde hacía cinco años en la 2ª de primaria.

Sin embargo, por prudencia, pasando por alto este segundo hecho, y pensando solamente en salvar, de la mejor manera posible, la comunidad religiosa, propusimos a los nuestros alquilar una casa por allí cerca, a expensas del Colegio Calasancio, declarándola como una dependencia del mismo colegio. Allí residirían durante un año, al cabo del cual, si no les agradaba continuar más tiempo o si hubieran sobrevenido razones independientes de su voluntad que hicieran imposible su continuación allí, serían llamados a Nápoles, donde con el consentimiento de V.P., que ciertamente no les sería negado, abriríamos un nuevo centro de enseñanza, aprovechando su colaboración. Para persuadirles de la bondad de este plan nuestro, aducíamos: 1º, que no les sería difícil vivir juntos, obteniendo el mantenimiento cotidiano de los honorarios municipales, de la pensión, de la misa, e incluso de alumnos particulares, que no les faltarían; 2º, que serían un signo de admiración para la mayoría del lugar, ajenos a ciertos sentimientos políticos; 3º, que su unión les habría liberado de la sujeción inmediata la Obispo de la diócesis; 4º, que la Orden habría quedado bien ante los Progresistas, los cuales, pensándoselo mejor, quizás con el paso del tiempo les habrían permitido volver al colegio, al menos para atender la iglesia, la cual, servida hasta ahora por los Padres de las Escuelas Pías, había sido de mucho provecho para el lugar.

Pero, debo decirlo con pesar, estas razones nuestras no tuvieron ningún valor frente a su voluntad. Los dos religiosos que habían quedado por voluntad del municipio no quisieron saber nada de salir del colegio, siendo más cómodo para ellos el quedarse, a pesar de que sería inconveniente para ellos, comentándose ya en el pueblo que el nuevo Director iría allí a vivir con su mujer y sus hijos. Y el P. De Pace, aunque estaba de acuerdo con nuestro consejo, había hecho ya tratos antes con el Municipio de Trani para ir allí a enseñar en 1º de secundaria, y están para firmar el contrato.

Si me lo permite, yo le diré cuál es la verdadera causa que explica la presente condición moral de estos religiosos. Después de la caída del P. Moschettini como Rector de aquel colegio hace doce años, ellos han vivido siempre cada cual por su cuenta, con poca o ninguna dependencia del Provincial del momento. Solamente el año pasado, cuando las cosas habían empeorado bastante, después de las reiteradas instancias de V.P., en las cuales parece que se prometía una cierta mejora de sus condiciones, se inclinaron a formar una comunidad religiosa, y mostraron reconocer su voluntad.

Lo ocurrido en Galatina debió ser similar a lo ocurrido en otros colegios de la Provincia de Nápoles, y también en Sicilia y Cerdeña. Al mismo tiempo, como en otros lugares de Italia, llegaban invitaciones para hacer nuevas fundaciones. Una de ellas llega de Alvito, un lugar cercano a Alatri. Es precisamente el P. Angelo Bellincampi quien comunica la noticia desde Alatri[Notas 169]:

Dos señores de Alvito, pueblo cercano a Sora, han expresado el deseo de aquel Municipio de confiar a los escolapios el internado local. Dicen que el edificio es regio, y el aire óptimo. Les he prometido escribir al P. Provincial de Nápoles, cosa que he hecho.

Se conformarían por ahora con tres religiosos sacerdotes, que se ocuparían del gimnasio; la petición será hecha formalmente a V.P. en Roma por una delegación; el Municipio acepta cualquier condición. La subprefectura ha prometido aprobar la decisión municipal.

He aconsejado al P. Provincial Nisio invitar a algunos religiosos de los que se encuentran aislados, y le he sugerido que en las habitaciones de aquel internado puede poner a prueba a los aspirantes a nuestro hábito para hacerlos novicios; sería el principio de arreglo para el noviciado que hace falta en aquella Provincia. Le he sugerido que lo piense y que exponga sus ideas a Vuestra Paternidad.

A finales de 1874 encontramos al P. Profilo en Alvito; el intento de colegio en Nápoles con el P. Del Verme le ha salido mal. Pero al ir pasando el tiempo, surgen problemas también en el colegio de Alvito. El Obispo de Sora, Mons. De Niquesa, escribe al P. Provincial Nisio pidiéndole que vaya a verle, pues han surgido problemas en Alvito. Pero el P. Nisio le responde que no es una obra asumida por la Provincia, sino por el P. Profilo, por lo que es mejor que no vaya a verle[Notas 170]. El Obispo escribe al P. General, ofreciéndole la obra de Alvito. Y si no la acepta, la ofrecerá a otra congregación religiosa[Notas 171]. El P. Casanovas le responde:

Monseñor: comprendo bien la justa preocupación de V.E. Rvma. por la conservación y la prosperidad del colegio de Alvito, pero me duele que después de las explicaciones verbales que le di escueta y sinceramente a V.E. en Roma, no esté convencido de que en la condición a que ha sido reducida la Orden de las Escuelas Pías, el P. General, que no puede salvar los colegios existentes, se encuentra absolutamente sin recursos para abrir otros nuevos (…) Sólo me queda rogar a Dios por la pobre juventud, y a V.E. que me haga la caridad de creer que no me ha faltado buena voluntad, y que desde el principio he procedido con sinceridad y claridad.

El P. Profilo sigue en Alvito. El P. General le escribe diciéndole que va a nombrar a otro postulador para llevar adelante la causa del Ven. Pompilio, y le da noticias del P. Cabeza, en Argentina, por el que el P. Profilo se había interesado bastante. Parece que le sugiere que tendrá que dejar Alvito, a lo que el P. Profilo da una curiosa respuesta[Notas 172]: él está dispuesto siempre a hacer lo que le manden. P. Profilo, haga esto, deje aquel encargo, vaya a París (y sería oportuno ir a Francia, al menos los nuestros, si no el P. Profilo). Aquí estoy, a la orden, responderá el P. Profilo (…) En efecto, otros escolapios fueron a Francia, a París, un siglo más tarde…

Mientras tanto el P. Nisio, al que el P. Profilo no podía ver, es nombrado Obispo de Ariano, y para sucederle en el cargo de Provincial es elegido el P. Michelangelo D’Atri. Este, que tenía mejores relaciones con el P. Profilo, lo invita a regresar a Nápoles, y el P. Profilo aceptará la invitación, quedando ahí la aventura de Alvito. Le escribía el P. D’Atri[Notas 173]:

Tuve noticias de que V.P. dejará la dirección del Colegio de Alvito. Si es cierto, desde ahora le invito a formar parte de esta mi comunidad. (…) Podrá instalarse en mi propia habitación, donde pondremos dos camas separados por un tabique provisional para mayor libertad, hasta que nos decidamos a alquilar una residencia más amplia.

Se cumplía otro trienio, el segundo del P. Nisio cumplía como Provincial, y este escribe al P. General[Notas 174]: De acuerdo con nuestras Constituciones, cumplo el deber de recordar a V.P. Rvma. que estando próximo el final del segundo trienio de mi provincialato, se complazca en disponerlo todo para el nombramiento del nuevo Provincial. Mientras tanto, no considero superfluo recordarle que la mencionada carga es incompatible con el gobierno de esta iglesia, que exige una atención continua, graves preocupaciones e incesantes sacrificios de mi asistencia personal. Pide ser relevado del cargo, pero no es ese el plan del P. General[Notas 175]:

El final de un trienio en un cargo religioso da el derecho a quien lo tiene para proveer a un nuevo nombramiento, pero no significa el final del cargo de quien lo ocupa, que debe continuar hasta que se le nombre un sucesor. V.R. ha visto que su Congregación se ha pronunciado unánimemente por la continuación de V.R. en el provincialato; han pasado varios días y nadie me ha hecho ninguna observación en contra; en vista de lo cual también mi Congregación se ha pronunciado por el “reinen quienes reinan” en la Provincia de Nápoles. Continuemos, pues, sacrificándonos hasta que nuevas circunstancias nos aconsejen tomar otras decisiones. Ahora V.R., con la ayuda del P. Procacci y otros religiosos de buena voluntad, no se desanime en llevar adelante el proyecto de hacer alguna adquisición que sea para el porvenir el centro o fundamento sobre el que reconstruir la Provincia. Que todos los nuestros sepan que cuando por deber o por afecto quieran dejar algo a la Escuela Pía, tienen una Caja, un fondo que puede crecer con el acuerdo de todos para ventaja de todos. En este momento en la Provincia de Liguria se está formando un instrumento de compra o adquisición de un terreno para refugio y seguridad o porvenir de nuestros religiosos, unidos en una sociedad civil. Pagan por él 140.000 liras, reunidas con los restos anuales de las casas y con las pensiones depositadas desde el principio de la supresión. Otro tanto están intentando hacer los religiosos de Toscana, y con gran satisfacción he oído decir que V.R. con el P. Procacci y otros han concebido un proyecto semejante, no tan ambicioso, pero sí proporcionado a las circunstancias distintas en que se encuentran en esa provincia de Nápoles. Dios les bendecirá a todos. Adelante, pues, ánimo, y firme confianza en nuestro San José que no dejará desaparecer las escuelas Pías fundadas por él en Nápoles.

La “nuevas circunstancias” les aconsejaron pronto tomar otra decisión. Tuvo lugar un acontecimiento que conmovió a la Provincia, y fue el nombramiento del P. Nisio como Obispo de Ariano. Sin duda era un hombre afable, totalmente dedicado a promover el culto en la iglesia de San Carlo all’Arena, muy bien visto de Arzobispo de Nápoles. Su nombre ya sonaba para Obispo al poco tiempo de ser nombrado Provincial, como informa al P. General en diciembre de 1871[Notas 176]:

No le sea molesto presentar mis felicitaciones al respetable P. Asistente Pesce, por medio del cual le hice saber que mi nombre aparecía en la lista de los obispos que iban a nombrarse inmediatamente; sin embargo, le rogué que informara a V.P. Rvma. a fin de que hiciera todo lo posible para evitar el nombramiento, y como este no ha llegado hasta ahora, debo pensar que gracias a su mediación se ha apartado de mí esta tribulación, que me ha tenido enfermo varios días. ¡Oh, cuánto anhelo morir como un pobre religioso desconocido en la vida privada, que es el camino más seguro para salvar el alma!

No se libró, sin embargo, de ser nombrado Obispo. Unos años más tarde informa al P. General[Notas 177]: Ayer me envió el Auditor de Su Santidad un oficio con mi nombramiento como Obispo de la Catedral de Ariano. Esta noticia me ha llenado de confusión y de consternación. Yo he presentado mis razones, por las que suplicaba al augusto Pontífice reinante que me exonerara de esta carga, añadiendo que mi complexión física no es tan fuerte como para soportar la rigidez del clima de Ariano, de modo que si voy allí será para sucumbir, etc. Ahora me dirijo a V.P. Rvma., rogándole que haga todo lo posible para que mis razones sean admitidas (…)

Lo mismo piden otros religiosos de Nápoles, como el P. Michelangelo M. Monti, que escribe al P. General[Notas 178]: Tengo el deber de manifestar a V.P. que la pérdida del Prov. Nisio significa el hundimiento de esta pobre Provincia, y especialmente de la iglesia de S. Carlo all’Arena, que es para nosotros el mejor centro de unión (…) Si V.P. cree presentar a Su Santidad la petición de todos nosotros, hágalo cuanto antes para salvar esta provincia tan abatida, que sin embargo intenta recuperarse y volver a florecer (…) Sin embargo el P. Casanovas nada quiso o nada pudo hacer, y el nombramiento del P. Nisio como Obispo de Ariano fue una realidad. Para desgracia suya, porque, tal como él temía, a los pocos meses enfermó gravemente, según él a causa del clima de Ariano. Perdió casi por completo la vista, y a los pocos meses escribe al P. General para que medie con el Papa para a fin de descargarlo de su responsabilidad como Obispo de Ariano por motivos de salud, y envía un certificado médico que apoya su decisión[Notas 179]. El P. General encuentra la decisión un poco precipitada, pensando que tal vez el problema es temporal. Y escribe inmediatamente al P. Celestino Procacci lo siguiente[Notas 180]:

Querido P. Ex Provincial Celestino Procacci: esta carta es reservada para V.R. solamente. Monseñor Nisio me ha enviado un certificado médico, afirmando que el aire de Ariano no es bueno para él. Al mismo tiempo Monseñor me ha pedido que hable de ello con Mons. Latoni, Auditor de Su Santidad, e incluso con el mismo Papa. Mons. Latoni me aconseja que no hable con el Papa, y sobre todo que no le muestre el certificado médico, ya que el Santo Padre quiere a toda costa que la sede episcopal de Ariano esté ocupada, y si creyera que Mons. Nisio no puede ocuparla, incluso podría pedir al P. Nisio que presentara la renuncia para nombrarle un sucesor. Parece que conviene que Monseñor no hable de renuncia, porque podría ser aceptada, y entonces volvería a las Escuelas Pías, perdiendo el estipendio que le pasa el Santo Padre, o al menos quedando este muy disminuido.

He pensado que, en lugar de escribir estas cosas a Monseñor, sería mejor que le escribiera V.R., para que le hiciera saber, no como algo que yo le he escrito, sino como una idea que se le ha ocurrido a V.R., para ver qué hacer. Por lo que he comprendido parece que Mons. Nisio podría explicar a quien debiera que por orden del médico ha ido a Nápoles para restablecer su salud, y en cuanto el médico se lo permita volverá a Ariano, como es su deber, y mientras tanto gobierna la diócesis su Vicario General.

Luego veremos qué nos dará Dios; si Monseñor recobra la salud, cuando llegue el buen tiempo vuelve a Ariano; lleva a cabo alguna visita si puede, o nombra un visitador; si no recobra la salud, intentaremos que siga gobernando su diócesis desde Nápoles por medio del Vicario General sin que le nombren un sucesor, lo que me parece que sólo puede ocurrir tras la renuncia del titular actual.

Sin embargo esa solución no le parece moralmente correcta al P. Nisio, que sabe que su enfermedad de la vista es grave, y que una diócesis no puede gobernarse a distancia[Notas 181]. Insiste en presentar su renuncia. El Papa la acepta, y nombra al P. Nisio Obispo titular de Amorio y Auxiliar de Nápoles, donde vuelve a residir en su querida casa de S. Carlo all’Arena, prestando todo tipo de servicios (dentro de las limitaciones impuestas por la grave enfermedad de la vista) tanto a la diócesis como a las Escuelas Pías[Notas 182]. Y allí siguió, prestando humildes servicios hasta el día de su muerte en 1888, a los 64 años de edad.

Mientras tanto el P. Casanovas había nombrado un nuevo Provincial, el P. Michelangelo d’Atri, quien en una circular fechada el 25 de noviembre de 1875 comunica a la Provincia su nombramiento y el de sus Asistentes y Consultores[Notas 183]. En ella exhorta a todos, sacerdotes y hermanos, a los que viven en comunidad y a los que están fuera, a que sean fieles a los votos emitidos, y perseveren en estos tiempos difíciles, hasta que sea posible para todos volver a vivir en comunidad. Al mismo tiempo escribe al P. General una carta en la que, entre otras cosas, le dice[Notas 184]:

En quince años de supresión religiosa en esta Provincia Napolitana ha habido un tal cambio de cosas que resultaría dificilísimo a los Rectores de las casas cuidar de los religiosos que pertenecían a sus propias comunidades, a causa de la gran distancia que los separa a unos de otros. Me parece que sería más fácil asignar a los nuevos rectores todos los religiosos que se encuentran más cerca de ellos, de modo que no quede ninguno, incluso los que han apostatado, sin estar recomendado al cuidado de un rector. Y luego haríamos un nuevo catálogo.

El P. D’Atri respondía a una carta del P. General, fechada el 14 de noviembre, en la que le preguntaba si debían confirmarse los rectores de las casas abandonadas, o mejor nombrar otros nuevos[Notas 185]. El P. D’Atri, de acuerdo con la Congregación Provincial, había respondido que convenía: 1º, confirmar como rector de Campi al P. Alessandro della Corte, que vive en la casa y cuida de la iglesia. 2º, confirmar como rector de Francavilla, donde hay muchos religiosos, al P. Angelo Domenico della Corte. 3º, en Foggia, donde hay varios religiosos, nombrar a Elviro Benvenuti. 4º, en Galatina, donde viven juntos los padres como maestros del gimnasio municipal, nombrar a Giuseppe De Pace. 5º, para Ariano y Ruvo, esperar hasta que se consiga más información. 6º, en Benevento, Catanzaro, Monteleone, Chieti, Avellino y Maddaloni no quedan escolapios. Aquí tenemos una visión mucho más realista de la Provincia que en el catálogo de 1870.

El P. D’Atri intenta volver a poner en marcha el noviciado. El P. General le recomienda que envíe los novicios a otra provincia donde existan las condiciones requeridas. Pero el P. D’Atri le responde, que, de acuerdo con su Congregación, ve muchas dificultades para enviar fuera los novicios, así que prefieren guardarlos en Nápoles[Notas 186]. También en Nápoles había dificultades: una, de espacio para ubicar a los novicios; otra, de dinero para mantenerlos. De todos modos hace un esfuerzo, y en noviembre de 1875, después de muchos años, admiten el primer novicio: un sacerdote, Fernando Ferrara, que ya antes de la supresión había hecho algunos meses de noviciado, y además tenía un hermano escolapio, Agostino[Notas 187]. Pide algún consejo al P. General, como si el novicio podía quitarse en algún caso la sotana sin invalidar el noviciado[Notas 188]. Pero pasa el tiempo y no son capaces de montar un auténtico noviciado en Nápoles. Incluso tienen que rechazar vocaciones por esta incapacidad para acogerlos[Notas 189]. Al fin encuentran una solución, años más tarde: enviar los novicios a Florencia, donde el P. Provincial está dispuesto a acogerlos[Notas 190]. El Colegio Calasancio se hace cargo de los gastos de su mantenimiento.

Siguiendo los consejos del P. General, los escolapios de Nápoles se ponen de acuerdo para comprar un edificio propio, en el que poder instalar escuelas, vivienda y noviciado. Entre diez religiosos (incluyendo el Obispo Nisio, que pudo contribuir más generosamente) compraron a subasta el edificio que se encuentra en Largo Donnaregina (donde el Colegio Calasancio ha funcionado hasta finales del siglo XX), por 23.000 liras[Notas 191]. Sin embargo el edificio no lo podían ocupar hasta dos años más tarde[Notas 192], aunque era ya un gran paso de cara a la restauración de la Provincia. Unos años más tarde, en 1880, son capaces de comprar otra propiedad en Bellavista, localidad cercana a Nápoles. El 8 de febrero de 1880 el P. Michelangelo d’Atri le comunica que ya han recibido permiso de la Santa Sede para comprarla[Notas 193]; el 28 de marzo del mismo año el P. Lucio Muscogiuri comunica que la compra es ya una realidad[Notas 194]. También allí se creará un colegio, de nombre Landriani, que ha funcionado también hasta finales del siglo XX.

El P. D’Atri, como su predecesor Nisio, tenía como principal actividad el servicio pastoral de la importante iglesia de S. Carlo all’Arena (todavía hoy, 2017, a cargo de los Escolapios de Nápoles). Por eso, aunque hay que atribuirle no pocos logros (y entre ellos la reunificación con el resto de los PP. Del Verme y Profilo), tampoco pudo hacer lo que hubiera deseado, por falta de tiempo y tranquilidad. Por ello en 1882 pide ser descargado como Provincial[Notas 195]. Se siente enfermo desde hace mucho tiempo, sin ánimo: En cuanto al noviciado de Nápoles, puedo afirmar que, desde el principio de mi provincialato, mi principal y continua preocupación fue ponerme en una situación favorable para poder recibir jóvenes en mi casa y crear un noviciado formal (…) Pero no le han ayudado los hermanos de Nápoles. Todos estos motivos me aconsejan hace varios meses que pida humildemente a V.P. Rvma. que me exonere de mi cargo de Provincial, y si hasta ahora no he presentado la petición, es por el temor de causarle un disgusto. Quizás esto sea un signo especial de la divina Misericordia para proveer radicalmente a las necesidades de esta Provincia religiosa nuestra.

El P. Casanovas no quiso saber nada de ello. Cuando el P. Mauro Ricci es puesto al frente de la Orden como Vicario General, el P. D’Atri vuelve a la carga[Notas 196]: Le escribo desde la cama, pues estoy enfermo. Ya han pasado dos años o más desde que expuse al Rvmo. P. General Casanovas la necesidad de ser exonerado por motivos de salud del cargo de Provincial, y hasta hoy no he vuelto a insistir, porque el mismo P. General me prohibió que lo hiciera. Ahora el estado de mi salud se ha agravado tanto que me hacen pensar en un fin no muy lejano.

El P. Ricci sí que hizo caso a su petición, y desde 1885 el nuevo Provincial fue el P. Lucio Muscogiuri. Pero el final del P. D’Atri no estaba tan cercano: Falleció en 1894, a los 74 años de edad. No era sólo el P. D’Atri quien se consideraba a sí mismo poco activo y desanimado; otros religiosos de la Provincia le achacan también a él los males de la Provincia. Como es el caso del P. Enrico Enrico, discreto escrito y orador, que tiene una opinión negativa de los superiores de su Provincia. Escribe al P. General el 18 de dici8embre de 1881[Notas 197]:

¿Cómo se explica que al primer grito de revolución una provincia tan floreciente de jóvenes, que eran la envidia de las demás provincias de Italia, y en particular de la Romana, que tomaba de nosotros maestros y superiores, de pronto se disolviera? ¿No sería porque los religiosos estaban puestos bajo una prensa hidráulica? Algunos echan la culpa a la falta de formación religiosa. Si los superiores, en lugar de actuar como tiranos, se hubieran esforzado por animarla y caldearla, no habría tenido lugar la dispersión de la Provincia, y la revolución la habría encontrado concorde y empeñada en reducir los daños. Hace seis años fue nombrado un Provincial enfermo, inepto, incapaz. (…) Es una amarga vergüenza, P. General, ver aquí en Nápoles renovados los religiosos de otras órdenes con casa propia y presididos por un buen Provincial elegido en Capítulo, como han hecho los nuestros de las provincias toscana, romana y ligur. Y esta reconstrucción de las Órdenes religiosas se ha hecho de manera abierta, a la vista de todos. Es falso y exagerado lo que se dice acerca de la aversión del Gobierno. (…) Perdóneme, Vuestra Paternidad, pero debe poner reparo a estos males; no escuche a los que le engañan; escuche a los religiosos honrados y activos que en estos tiempos de decadencia han mantenido vivo el nombre de las Escuelas Pías. Lo sabe el P. Ricci, que es una gloria de las Escuelas Pías; le interrogue, pregúntele qué piensa él.

Puede que exagere el P. Enrico, y que se deje llevar por sus antipatías, pero es bueno también escuchar las voces de la disidencia. Hay que reconocer, con todo, que entre estos dos provinciales enfermizos y dedicados principalmente a las actividades parroquiales de S. Carlo all’Arena, fueron capaces de sacar a la Provincia de Nápoles del marasmo en que se encontraba en 1868, y encaminarla, poco a poco, hacia una cierta restauración y estabilidad, que se alcanzaría avanzado el siglo siguiente.

Una de las contribuciones de la Provincia al resto de la Orden durante este periodo fue el esfuerzo para conseguir la beatificación del Venerable Pompilio M. Pirrotti. Es cierto que la mayoría de las gestiones se llevaban a cabo en Roma, ante la Santa Sede, y que todas las provincias de la Orden respondieron con oraciones y dinero para la causa, pero el esfuerzo principal, como es lógico, pues el Venerable estaba enterrado en Campi Salentina, correspondió a la Provincia de Nápoles, y fue el P. Wenceslao Profilo, nombrado Postulador durante varios años, quien más esfuerzos hizo para llevar adelante la causa. En 1874 escribía el P. General al P. Nisio, Provincial[Notas 198]:

Tras recibir aviso del abogado de la Causa de nuestro Venerable, encargué a V.R. que avisara al P. Rector de Campi que de las 9 a las 12 del corriente mes, mientras se celebre la reunión de la Congregación de Ritos, para que se orase con exposición del Santísimo Sacramento. En este momento, 6 de la tarde, me dice el P. Profilo que todas las casas de la Orden normalmente tendrán oración con exposición del Santísimo a la hora indicada. Por lo que lo comunico inmediatamente a V.R. para que dé aviso a nuestras casas donde crea que el aviso podrá llegar oportunamente. Haría falta darlo a conocer al público con antelación, de modo que los fieles estén avisados para poder acudir, pero ni yo ni el P. Postulador lo hemos sabido antes.

Tenemos ecos de otras provincias de la Orden en los que se percibe que también ellos participaron ese particular día y a esa hora en la oración por la beatificación del Venerable Pompilio. Y no fue la única vez: El P. Nicolò Cigliuti, Provincial de Liguria, escribe el 6 de septiembre de 1682[Notas 199]: En todas las casas hubo exposición del S. Sacramento, incluso con asistencia de fieles, y todos desean que acabe pronto. Sin embargo, el proceso no terminó hasta el 26 de enero de 1890, día en que León XIII proclamó Beato a nuestro Pompilio, que sería canonizado por Pío XI el 19 de marzo de 1934.

Para concluir con la Provincia de Nápoles, nos referiremos a otro escolapio científico, el P. Michelangelo Monti (1832-1889), que sin haber conocido tanta fama como su colega toscano Eugenio Barsanti (1821-1864), inventor de un motor de explosión, tuvo ideas de ingeniería aplicada tan ambiciosas como las suyas, y, desde luego, más “elevadas”. En una primera carta, sin fecha, tras felicitar al P. Casanovas por su nombramiento, y pedir para él la ayuda divina, le dice[Notas 200]:

Habiendo conseguido resolver el difícil problema de la dirección de los aeróstatos[Notas 201], ¿qué quiere V.P. que haga? Aquí la mayor parte querrían que yo registrara la patente de mi descubrimiento en Italia, Francia e Inglaterra, y luego creara una sociedad para construir el aparato en mayores proporciones. Pero yo no daré un paso sin las órdenes de V.P.

El P. Monti muestra un tremendo respeto por el P. General, y está dispuesto a obedecer su decisión. Buscaba su apoyo moral, y tal vez el económico, pero no lo encontró. A una primera carta, le respondió el P. Casanovas, tratando de disuadirle de su idea[Notas 202]:

Agradezco a V.R. los afectuosos sentimientos expresados en su apreciada carta. Me alegro mucho de ver que V.R. se dedica al progreso de las ciencias, en pro de la misma ciencia y para gloria de nuestras Escuelas Pías. Sólo puedo animarle a continuar con sus fructuosos experimentos, pero recordándole que otros, después de haberse dedicado a los aeróstatos, se han arruinado con los gastos para poner en práctica su invención, y nadie lo ha conseguido, bien porque la materia se niega a ciertas combinaciones contrarias a su propia naturaleza, bien por causas hasta ahora desconocidas. El mismo Arquímedes pedía un punto de apoyo para mover el universo. Sobre el papel lo tenía claro, pero en el espacio no lo encontró nunca. Le recuerdo esto porque me dolería que después de tantas fatigas V.R. además saliera perjudicado en sus intereses, que siempre son pequeños entre los Escolapios. A pesar de esto, si V.R. cree que debe seguir otro camino, avíseme.

El P. Monti, un poco más tarde, le responde primero recomendándole al P. Nisio como Provincial, deseo de todos, y luego explicándole en qué cosiste su invento[Notas 203]:

Volviendo al descubrimiento del que le hablaba, yo antes que nada quisiera la aprobación de los Matemáticos de nuestra Orden. Es cierto que yo no puedo describir el aparato en detalle, ni puedo presentar mis cálculos, porque aún no son definitivos. A pesar de todo expondré a V.P. la cosa por encima, para que entienda mi idea. En resumen, yo he imaginado un sistema rígido en perfecto equilibrio. En el centro de gravedad de todo el sistema se encuentra el motor, el cual actúa con la suficiente fuerza como para vencer la resistencia del aire. El motor que he elegido es una máquina de vapor, más o menos como las máquinas de hélice que sirven para mover los piróscafos[Notas 204]. Hubiera preferido otro tipo de motor, pero como V.P. sabrá, las máquinas de vapor en la actualidad son perfectas en su género, después de los trabajos de Beighton, Watt, Madley. Ahí en Roma está el famosísimo Profesor Chelini[Notas 205], gran matemático, y primer mecánico de Italia. Quisiera someter este esbozo a sus reflexiones, para que con su pericia me diga a priori si cree que es posible construirlo en un tamaño grande, pues en tamaño pequeño funciona de maravilla. De ello hablaré también al P. Provincial de Toscana[Notas 206], y a algún otro.

El P. General no le responde, así que el P. Monti le vuelve a escribir el 11 de diciembre[Notas 207], y en este caso ya le pide financiación: Ruego además a V.P. me diga algo acerca del descubrimiento del que le hablé. Aquí he tenido el gusto de verlo aprobado por los entendidos a quienes lo he presentado. Si V.P. lo cree conveniente, ayúdeme en la obra, pensando en el honor que vendrá a toda la Orden. Espero tanto más ser ayudado por V.P. cuanto que estoy dispuesto a renunciar a cualquier ganancia a beneficio de la Orden.

Le responde entonces el P. Casanovas[Notas 208]:

En cuanto a la construcción del aparato aerostático, ya le expresé claramente a V.R. mis sentimientos en mi carta anterior. El P. Chelini, experto en la materia, me pide que aconseje a V.R. que no pierda tiempo y esfuerzos en la solución de un problema irrealizable. Puedo asegurarle que he conocido en España a un gran mecánico llamado Sottomaggiore[Notas 209], el cual por medio de una sociedad de acciones reunió más de doce mil escudos para construir su anunciado Eolo; se gastó el dinero, y el Eolo ni siquiera pudo alzarse, y el autor se vio obligado a desaparecer de la vista de los acreedores. Ruego a V.R. que en esta manera mía de pensar no vea la falta de voluntad para secundar los progresos de la ciencia, y especialmente los estudios de los nuestros, sino sólo la consecuencia de una convicción personal mía que creo imposible reducir a la práctica la solución del problema. Le deseo todas las bendiciones de la Santa Navidad.

El P. Conti, con todo respeto, le responde el 4 de enero de 1869[Notas 210]:

Veneradísimo P. General, yo siento por Usted un gran aprecio, profundo y desinteresado: siento veneración por Usted. V.P. me dice que mi invento no funcionará, y yo recibo su palabra como un oráculo. Sin embargo, mi pensamiento me dice que llegará un tiempo en que mis ideas serán puestas en práctica, y mi ingenio se moverá con dirección determinada. Es tal la ligereza de todo el sistema rígido que he inventado, es tal la velocidad de mi hélice, que el hecho no podrá dejar de corresponder a mis expectativas. Lo cierto es que todos han aprobado la cosa, y me están animando.

Está claro que el carisma de los escolapios no es la construcción de automóviles ni dirigibles. El P. Casanovas cortó las alas al sueño del P. Monti. Este volvió a escribirle otras cartas, pero ya no volvió a mencionar su aeróstato, que quedó en un bello sueño, en un proyecto frustrado.

Provincia de Cerdeña

La Provincia de Cerdeña, según el Catálogo de 1870, contaba teóricamente con las siguientes casas y religiosos:

Casas Religiosos

1.Cagliari colegio 24
2.Cagliari noviciado 7
3.Isili 6
4.Tempio 7
5.Oristano 11
6.Sassari 12
7.Santulussurgiu 2
TOTAL 69

Sin embargo, la situación real es bien diferente. Interrogado el P. Serafino Usai, último Provincial, elegido en 1863, responde con datos más reales[Notas 211]:

Incluyo el estado que pide la Sagrada Congregación para conocer la condición de la destruida Provincia de Cerdeña. Parece que todos los municipios se hayan conjurado contra nosotros, ya que, como se puede ver en el mismo, tan pronto como el Gobierno obtuvo las casas e iglesias, han intentado darles otro uso para no permitir que los nuestros vivieran juntos en ellas, y ahorraran lo que cada cual gasta en alquiler o pensión en casa de seglares. Para agravar nuestra miserable condición, aparte de la ley que concede una limitada pensión a los sacerdotes, y limitadísima a los legos, se añade para nosotros los sacerdotes la privación de la limosna de las misas, puesto que desde el 68 las iglesias fueron liberadas del cumplimiento de los legados píos. Habiendo el mal superado en todos los aspectos las columnas de Hércules, se desespera de un cambio logrado con medios humanos; tan sólo Dios podrá con su infinita misericordia dispersar el ruinoso huracán y concedernos lo más pronto posible la deseada calma. V.P. Rvma. haga el favor de registrar en el Archivo General la nota siguiente: todos los documentos y libros pertenecientes al Archivo Provincial y al Archivo del Noviciado se encuentran en dos cajas diferentes selladas, guardadas en depósito por las Monjas del Monasterio de Santa Clara en Cagliari, teniendo cada una la siguiente inscripción sobre hojalata: “Arca de papeles que pertenece al Muy Rev. P. General de las Escuelas Pías en Roma 1866”[Notas 212]. De modo que, si nuestra corporación resurge, el P. General del momento podrá indicar al Provincial de Cerdeña dónde se encuentran los documentos mencionados.

En cuanto mejore el tiempo, que es borrascoso desde hace ocho días por mar y por tierra, podré presentarme al Arzobispo y obtener una declaración que dé a conocer claramente que es falso que yo haya entregado voluntariamente al Gobierno las llaves de la iglesia, como han referido maliciosamente a la Sagrada Congregación.

A continuación, el P. Usai presenta el estado general de los religiosos, casas e iglesias de la Provincia (destruida) de Cerdeña:

  • Cagliari: eran 7 sacerdotes y 7 hermanos. Todos los hermanos se fueron a su casa (uno se casó); de los sacerdotes, el P. Alberto Degiannis es inspector escolar en Florencia; los demás son profesores de gimnasio en Cagliari; uno se ha casado; otro, Puddu, es coadjutor en su pueblo. Pasquale Cima es director del gimnasio. Añade el P. Usai: El Colegio de Cagliari, cedido por Gobierno al Municipio, después de desalojar a los religiosos fue convertido en Tribunal de Distrito, de las dos pretorías de Cagliari y del Tribunal del Juez de Paz. Sólo quedan las escuelas en la planta baja, tal como estaban cuando las poseíamos nosotros. Todos los religiosos expulsados del Colegio viven en diversas casas de seglares. Todos los hermanos legos, tras quitarse el hábito se ganan la vida con el trabajo corporal, recibiendo como pensión del gobierno sólo 65 céntimos al día. La iglesia está cerrada.
  • Noviciado. Había 1 sacerdote (Usai, el Provincial) y 5 hermanos. Todos se han ido con sus familias. Uno se ha casado. La casa del noviciado fue ocupada por los R. Carabineros en 1862, dejando sólo tres habitaciones en el vestíbulo de la iglesia, que el municipio cedió a la parroquia, junto con la iglesia.
  • Isili. Había 2 sacerdotes y 2 hermanos. Se han retirado todos. La casa ocupada por el Municipio se convirtió en Tribunal, y en la planta baja se mantienen las escuelas dirigidas por seglares. La iglesia está cerrada.
  • Oristano. Había 4 sacerdotes y 3 hermanos. Los hermanos y un sacerdote se han retirado. Tres sacerdotes son profesores en Oristano. El Colegio ha sido ocupado por el Municipio, por el Tribunal de Distrito y por las escuelas de secundaria y de primaria. La iglesia la dirige el teólogo Battista Serra, a quien el Municipio ha entregado todo el utillaje sacro, plata y cuanto pertenecía a la misma.
  • Sassari. Había 8 sacerdotes y 2 hermanos. Los sacerdotes, 4 son profesores y uno coadjutor. Los hermanos se han retirado. La casa cedida por el gobierno al municipio fue vaciada de los nuestros y totalmente convertida en escuelas técnica y primarias, incluida la sacristía. Luego convirtieron la iglesia en Sala del Consejo Agrario. Todos los religiosos viven en casas separadas con seglares; el P. Carboni, ex Rector, y el P. Alfonso Maria Manca viven juntos en una casita que han alquilado.
  • Residencia de Santu Lussurgiu. Había 1 sacerdote y 3 hermanos. Todos se han retirado a su casa. La Residencia, que había sido la vivienda del Fundador, nos la quitó el Municipio y la puso en alquiler. En la planta baja se han conservado las escuelas, dirigidas por seglares. La nueva casa y la iglesia estaban casi terminadas cuando la ley destruyó la corporación y el Municipio se apoderó de todo.
  • Tempio. Había 5 sacerdotes y 1 hermano. El P. Scipioni, ex Provincial, es inspector escolar en Sassari y Alghero. Otros dos son profesores, y uno coadjutor. Los otros dos se han retirado. El colegio ha sido cedido por el Gobierno al Municipio, que por gracia especial ha permitido que sólo el P. Lisia viva en el mismo, para atender a la iglesia que ha permanecido siempre abierta. El P. Crobu está a pensión en casa de seglares.

Todos los religiosos mencionados en este estado son profesos de votos solemnes. Cuando la destrucción, la Provincia no tenía oblatos ni novicios. Había dos noviciados en la Provincia: el de Cagliari, que tenía más de dos siglos, y el del colegio de Oristano abierto con rescrito pontificio bajo el provincialato del P. Antioco Usai en 1852.

El P. General mantiene algún contacto postal con la Provincia. Hay un Asistente General por ella, el P. A. Bellincampi, que se ocupa más bien de asuntos más cercanos a Roma. Muy pronto pide noticias al P. Provincial[Notas 213]:

Recibirá por correo V.R. los decretos de los nombramientos pontificios, que ruego a V.R. dé a conocer a los Rectores de nuestras casas para que sean conocidos de todos los súbditos de V.R. Le ruego también me diga en cuántas casas de esa Provincia se mantienen nuestros religiosos reunidos en comunidad enseñando, y qué cree V.R. que puede hacerse para conservar o restaurar las Escuelas Pías, y admitir algunos jóvenes para perpetuarlas. A mí y a la Congregación General nos encontrará siempre dispuestos a apoyarle y a llevar a cabo cuanto sea conducente para la prosperidad de nuestro Instituto calasancio. Dios inspire el espíritu de S. José, y haga triunfar nuestros propósitos de ser útiles a la juventud para guiarla por el recto camino. Ante todo, hace falta que V.R., animado por el espíritu de N.S.P., procure sostenerlo en los nuestros, haciendo oír su voz paterna, y conservándolos en la observancia religiosa en la medida de lo posible.

No tenemos la respuesta del P. Usai, que debió ser bastante pesimista, pues a continuación el P. Casanovas le envió una nueva carta, tratando de darle ánimos[Notas 214]:

Tristísima es la relación que me hace V.R. sobre el estado de esa Provincia Sarda. Pero ¿por qué desesperar, Padre mío, de una restauración? Quien hizo tantos milagros para fundar las Escuelas Pías, hará otro para reintegrarlas. Oremos, dice Usted, oremos al Altísimo para que se digne concedernos la gracia de la reintegración de la Provincia. Pues bien, Padre, hay que orar y actuar. Yo he orado ante el corazón de S. José, y S. José pide la cooperación, la iniciativa de V.R. el establecimiento de V.R. en calidad de rector de la Anunciación, donde se encontraba el noviciado, es el medio que se nos da para abrir de nuevo las Escuelas Pías. Habrá algunas dificultades, pero no insuperables. Siendo V.R. el Provincial, creo que podría reunir algunos religiosos, bien en la casa donde V.R. reside, bien en otra vecina, tomada en alquiler, en la que intentar practicar el ministerio escolapio, y con la pequeña pensión del Gobierno, con algunas limosnas de misas, y con algo que hagan pagar a los alumnos de las escuelas, puesto que “quien sirve el altar debe vivir del altar”, con todo ello reunido creo que se puede comenzar la restauración. Actualmente cada religioso vive por su cuenta y se paga su propio alquiler; reunidos, con el mismo gasto se puede alquilar una casa más grande, se gasta menos para vivir, y se forma algún operario. Las familias católicas enviarán a sus hijos a nuestras escuelas, y nos ofrecerán protección. Dios pide a V.R. que haga este servicio. Comience la obra, y Dios no le abandonará con su providencia. Déme, P. Provincial, este consuelo. La juventud nunca ha necesitado tanto como ahora nuestra ayuda para salvarse, y nosotros debemos soportar con alegría todas las privaciones, todos los sacrificios para cumplir este meritorio ministerio. En los tiempos tranquilos, cualquiera puede gobernar la barca; en los tiempos procelosos, es un deber sacrificarse para salvarla.

Pasa el tiempo y el P. General pide más noticias al P. Provincial Usai, quien le responde[Notas 215]:

En cuanto a los nuestros, como me pregunta, debo decirle que están enseñando en todos los gimnasios donde se encontraban enseñando antes de la destrucción, llamados por los mismos Municipios a ello, y Dios permitirá que sigan ejerciendo el ministerio, aunque el infierno haga todos los esfuerzos posibles para secularizar la enseñanza, de modo que los niños no oigan hablar más de Dios y de su Iglesia. Ciertamente estamos bajo el látigo, privados de las limosnas de misa ya desde hace dos años, habiéndose suspendidos los legados hasta que el patrimonio eclesiástico sea liquidado de manera que nos hagamos más espirituales, pero conformándonos con la voluntad de Dios que lo permite, nos sentimos un poco aliviados.

El P. Casanovas le escribe bastante preocupado por la situación de los religiosos en Cerdeña, y el P. Usai le transmite una información bastante completa[Notas 216]:

En la carta que V.P. Rvma. Me escribió el 19 de los corrientes percibo la angustia en que se encuentra a causa de la destrucción de la Provincia de Cerdeña de la cual ocupo indignamente el cargo de Superior Provincial. Es en verdad deplorable el estado en el que nos encontramos, mas ya que Dios lo ha permitido, adoremos su divina voluntad y esperemos del mismo que por medio de su misericordia nos abrevie los sufrimientos devolviéndonos al prístino estado.

En ninguna de las casas de la Provincia viven nuestros religiosos, porque el Gobierno y los Ayuntamientos las han convertido para otros usos, a pesar de que tuvieran otros locales a propósito, y con ello han mostrado el odio que tienen contra la enseñanza católica, que ha llegado al colmo, queriendo a toda costa la secularización de la misma y obligando a los religiosos que se dedicaban a ella a vivir hambrientos y en la miseria. Pues de hecho al formular la Ley de la destrucción han querido con toda maldad infernal que a cada miembro le faltaran los medios para vivir juntos, asignándoles una pensión que los degrada por debajo del último bedel de las escuelas primarias de la ciudad, que goza de un estipendio de 700 a 800 L al mes, mientras que entre los sacerdotes sólo los mayores de 60 años han tenido la suerte de recibir 600 L de pensión, y los demás, según la edad, de 300 a 400. A los legos les dan indistintamente una pensión de 240 L al año. Sobre esto podrá tener noticia cierta de palabra si visitando a los Obispos Sardos hablara con ellos sobre la situación del estado del Clero secular y Regular en Cerdeña. (…) El elenco de los Religiosos que viven en Cerdeña, tal como me lo pide V.P. Rvma., no puedo dárselo hasta que el Fisco se digne permitirme entrar a la habitación donde vivía, pues han sellado la puerta de ingreso a la iglesia. (…)

Si las cosas estaban mal, con el tiempo aún empeoran. El 20 de noviembre de 1870 informa el P. Usai desde Cagliari al P. General[Notas 217]:

Informo con gran dolor a V.P. Rvma. que aquello que mi corazón presagiaba se ha cumplido hoy, día 20. Lo que le decía en mi anterior carta a V.P. Rvma. sobre el presentimiento que tenía con respecto a nuestra iglesia de la Anunciación ha sucedido, y los párrocos se han apoderado definitivamente de ella con el consentimiento del Ilmo. Sr. Vicario Capitular, echando fuera todas las cosas que tenía en la habitación en la que había vivido, dirigiendo la misma durante 35 años seguidos. Para que comprenda mejor la injusticia, le haré conocer todos los detalles.

Explica el P. Usai que el Fisco había cerrado la iglesia durante dos años. La gente se quejó, y cuando el Municipio estaba decidió a reabrirla, los párrocos intervinieron, y les dieron a ellos las llaves. La iglesia había sido construida con dinero de los escolapios, y él mismo se había esforzado por amueblarla y enriquecerla desde que en 1836 el Provincial le puso a cargo de la misma. Pide al P. General que haga valer los derechos de la Orden ante la Sagrada Congregación. El P. General le responde, pero el asunto es difícil que se resuelva a nuestro favor: las autoridades diocesanas habían declarado que la iglesia la habían cerrado voluntariamente los escolapios. El P. Usai está dispuesto a presentar un certificado mostrando que le obligaron a cerrar, y le pidieron las llaves. Pasa el tiempo, reclama de nuevo el P. Usai[Notas 218], pero no parece que la iglesia, hoy parroquia, fuera ya devuelta a los escolapios.

No es P. Usai el único que informa al P. General sobre el estado de la Provincia de Cerdeña. El P. Alfonso Manca le describe la situación en Sassari[Notas 219]:

He recibido la última suya con mucho placer y me alegro de saber que goza de buena salud. A su debido tiempo hablaremos de nuestras cosas. Hasta ahora estamos trabajando en estas escuelas y tanto la gente como este municipio se muestran satisfechos con nuestro trabajo. Los ocho escolapios que vivimos aquí seguimos en la enseñanza, excepto el P. Rector, que voluntariamente la dejó para dedicarse exclusivamente a la predicación.

En cuanto a formar grupos, según su deseo, me parece que no podrá llevarse a efecto pronto. Hasta ahora las cosas siguen igual; vivimos juntos tres: el P. Rector, un ex Provincial nuestro que ahora es Inspector de las escuelas primarias, y yo. Es cierto que, si hubiese un poco más de espíritu de unión y de amor a la Corporación, no sería difícil la realización de los justos deseos de V.P.; y si no se lograse inmediatamente, se podría lograr en poco tiempo.

Esta carta pone de manifiesto, como otras, que, en algunas provincias escolapias, quizás más duramente tratadas al principio de la supresión de las Órdenes Religiosa, lo que luego faltó para una restauración fue la voluntad de los religiosos, que habían encontrado una forma más cómoda de vivir haciendo el mismo trabajo.

El P. General quiere seguir manteniendo la apariencia de Provincia, y pide al P. Usai que le envíen las binas para poder nombrar a los Superiores de las casas, como hacían las demás provincias. Esta es la respuesta del P. Usai[Notas 220]:

Impedido por una erupción cutánea, efecto del gran calor, que me atormenta desde hace más de un mes, hasta ahora no he podido responder a la carta de V.P. Rvma. con la cual me informaba sobre las disposiciones del S.P. con respecto a nuestra corporación General, así como tampoco a la Circular de V.P. Rvma. expresando el deseo de reunir el Capítulo Provincial, si era posible, para formar las binas para Superior de cada una de las casas. Si pudiera llevarse a cabo este santísimo deseo, sería para mí el único consuelo que me concedería el Señor antes de pasar a la otra vida, pero V.P. Rvma. sólo tiene que echar una ojeada al prospecto que el adjunté en marzo del 72 para convencerse por completo de la imposibilidad de reunir ningún tipo de congregación con los individuos esparcidos en los diversos lugares de la Isla para ganarse el pan, estando privados de casa, de iglesia y de estipendio suficiente para su sustento. Gracias al cielo Cerdeña mantiene el título de Provincia en lo espiritual, pero en lo temporal, desde el momento en que hemos sido tan vilmente destruidos, quitándonos las casas, las iglesias, habiéndonos concedido un estipendio miserable, estamos en condiciones tales de ser considerados como una Provincia no existente, sumándose por añadidura la siega que la muerte de vez en cuando lleva a cabo entre los mejores sujetos de la Provincia, como el año pasado, en que nos quitó al gran Gian Pietro Radicati, de Turín, profesor de Física en la Real Universidad de Cagliari, de 66 años; y el pasado mes de junio se nos llevó, casi de repente, al Ex Provincial P. Giuseppe Maria Scipioni, de Tempio, Inspector de las Escuelas de Método en las dos provincias de Sassari y Alghero, de 70 años de edad.

Estas son, Rvmo. P. General, las tristes condiciones de los religiosos de Cerdeña, y si la Divina Providencia no se compadece del estado deplorable en que nos encontramos, andaremos de mal en peor. Reciba mis respetos…

Estaba claro que el P. Usai no era una persona de mucho ánimo, después de todo lo que había pasado. El 7 de septiembre de 1876 el P. Giuseppe Pes, secretario del Vicario Provincial P. Usai, comunica al P. General que este ha fallecido[Notas 221]. Le cuenta que tras vivir con una prima suya que se apoderó de todos sus bienes, se fue a vivir con los Capuchinos, donde murió muy pobre. Dejó dos cajas en un monasterio (de las que él había escrito en carta del 8 de marzo de 1872, copiada más arriba), y la superiora del mismo ha venido a pedirle que venga a llevárselas, pues teme a la policía. Pide instrucciones.

El P. Casanovas piensa que este fallecimiento puede ser una oportunidad para reanimar la Provincia por medio de otro religioso, y piensa en nombrar otro líder para la misma. Le responde a vuelta de correo, diciéndole lo siguiente[Notas 222]:

En cualquier circunstancia habría sido una pérdida sensible la muerte del P. Provincial Serafino Usai, pero se hace más dolorosa en el estado presente, cuando son ya tan escasos los religiosos de las Escuelas Pías supervivientes a la supresión. (…) Quisiera que V.R., en calidad de Secretario del difunto, se dirigiese a quien según nuestras Reglas le corresponda asumir la dirección de la Provincia, pues en este caso es necesario consultar al religioso que la representará, y esto no está prohibido por la ley de la supresión. La dirección de la Provincia corresponde al primero de los siguientes: 1º, Asistentes; 2º, consultores; Ex Provinciales, Rector de la Casa Provincial; Rectores de las demás casas por orden de cercanía o de antigüedad. Si ninguno de estos se encuentra en estado de poder asumir la dirección, la asuma V.R., y me informe sobre la situación de nuestras casas. En relación con las cajas, haga V.R. aquello que estime más conveniente y oportuno, avisando antes, si es posible, a alguno de los nuestros, y me escriba lo que ocurra. V.R., como ejecutor testamentario, pida consejo a la curia eclesiástica, o a alguna persona religiosa y docta, o al menos a su confesor. En lugar de vender los libros, dígame el precio que supone que obtendría por ellos, y le enviaré un cheque por otras tantas liras, y V.R. guarde los libros en nombre de la Provincia. Si hay monjas y Capuchinos, ¿por qué no podría haber maestros escolapios? Aunque sólo sean pequeños grupos para ayudarse con caridad, y no terminar sus días en soledad, como el P. Serafino.

Y recibe de él la siguiente respuesta[Notas 223]:

He esperado a responder a la suya apreciada del mes que termina hasta asegurarme del contenido de los bienes dejados por el P. Usai, que consistían simplemente en unos pocos libros de ningún valor, motivo por el que he tenido que poner de lo mío para cubrir las deudas que había contraído con los Capuchinos de Sanluri (…) Según las recomendaciones hechas por V.P. Rvma. he retirado las dos cajas que el P. Usai depositó en el monasterio de Sta. Clara, y las he encontrado llenas de manuscritos, que forman nada menos que el archivo provincial, correspondencia generalicia y contratos de fundaciones de las varias casas de esta desolada Provincia, libros de administración de la casa del Noviciado, de vestición y profesión de nuestros religiosos pasados y presentes, sellos de la Provincia, etc. Y a estas cajas debo añadir otra de documentos correspondientes a la corporación que he encontrado en la habitación que ocupaba en Sanluri. Los religiosos de esta Provincia ya no tienen casa religiosa, pues los municipios han desahuciado a casi todos, y por ello cada uno se las arregla lo mejor que puede para vivir en su casa. Algunos religiosos dan clase pagados por los municipios; otros viven independientes o dan clases particulares; muchos están ocupados en parroquias rurales, y el Ex Provincial Gaetano Corte, octogenario, vive en el Colegio de Isili, en dos cuartitos que el municipio le ha cedido con la obligación de cuidarse de la iglesia (que ahora está cerrada porque amenazaba ruina), habiéndose convertido el resto del edifico en cuartel, oficinas de policía y qué sé yo más.

Aquí en Cagliari el P. Fortina tiene una escuela privada; el P. Martini, el P. Porqueddu y yo nos encargamos de las clases de gramática, o sea las tres primeras de secundaria, y recibimos una pobre gratificación del municipio; las otras dos clases están a cargo de seglares y el P. Pasquale Cima es el Director dei Gimnasio Comunicativo, y el municipio le concedió alojamiento contiguo al local del gimnasio. Este municipio nos ha quitado incluso la iglesia, motivo por el cual nos vemos obligados a celebrar en otras iglesias. Ya puede ver que de hecho esta Provincia es de hecho un desierto, y no podría reorganizarse sino por medio de un milagro. De cualquier modo, para la dirección de la misma yo le sugiero la persona del P. Pasquale Cima, que tiene gran afecto a la corporación, y que tiene sentido común y no poca prudencia dadas las actuales circunstancias. Él era el primer Consultor, y yo el segundo, pero dada mi inexperiencia no sería bueno que yo asumiese la dirección, dada la crítica situación de la Provincia. Ya le he nombrado algo, y aunque me ha respondido presentándome muchas dificultades, espero que las palabras de V.P. Rvma. producirán un efecto óptimo en su ánimo y cederá para asumir la citada dirección.

Dada, pues, nuestra crítica situación, creo inútil conservar como bienes de la Provincia aquellos pocos libros que quedaron de la liquidación del P. Usai, de los cuales había vendido ya una cantidad considerable antes de retirarse (…) Falta saber qué debo hacer con el archivo provincial, o a quién entregarlo, pues yo no tengo suficientes estanterías, ni cajas buenas para preservarlo de la polilla y de los ratones Espero que si el P. Cima asume la dirección de la Provincia guardará los documentos más interesantes, y echara al fuego los inútiles o aquellos que podrían comprometernos, o comprometer la memoria de los nuestros. V.P. Rvma. con su prudencia sugerirá la manera de obviar estos inconvenientes que se nos han presentado en la coyuntura actual, y podremos conjurar de este modo las consecuencias de leyes y circulares vejatorias que nos apenan y entristecen.

Apenas existen más cartas provenientes de Cerdeña durante el resto del generalato del P. Casanovas. Parece que este, teniendo otros problemas más urgentes en torno, deja la isla como cosa perdida. La correspondencia se interrumpe casi por completo hasta 1885, cuando el P. Vicario General Mauro Ricci decide intervenir para ver si se puede salvar aún algo, y se pone en contacto con el P. Pes. Del P. Pes escuchamos un breve resumen de la historia de la Provincia[Notas 224]:

Esta Provincia ha sufrido durante mucho tiempo el abandono por parte del General, pues en el 61, siendo yo secretario del P. Marras, escribí una carta para el General en la cual se le pedía, en vano, un Visitador delegado para poner remedio a la Provincia Sarda que se encaminaba hacia su ruina. A continuación vino la ley de represión, no de supresión, ya que esta corresponde a la Santa Sede, y los escolapios fueron abandonados por completo. El sucesor del P. Marras, P. Serafino Usai, hombre sin ninguna energía, abandonó voluntariamente la casa y la iglesia del noviciado en poder del Gobierno, y se retiró a la vida privada. Murió en el convento de los Capuchinos de Sanluri en extrema miseria, y yo, su ejecutor testamentario, tras recibir una herencia de harapos, en el 76 me escribí con el P. G. Casanovas con el fin de retirar el archivo de la Provincia que todavía guardo celosamente y que el P. Usai había depositado, no sé con cuánto sentido común, en el monasterio de las Clarisas de Cagliari. Y fue en esta circunstancia cuando el P. General me recomendó que le sugiriera un religioso para nombrarlo Provincial, y eligió al octogenario Gaetano Corte que yo le había indicado. Cuando falleció el P. Corte en Isili vino corriendo el P. Angelo Maria Manca, retiró los sellos de la Provincia y todavía los guarda. El P. Manca escribió al P. General, pero este no pensó en dar un cuerpo a esta desgraciada Provincia, motivo por el cual ha quedado cancelada del número de las provincias de las Escuelas Pías. En lo sucesivo, el egoísmo no pudo sino triunfar. Ante los Obispos hemos ofrecido la más triste imagen, pues estamos acéfalos, y en general nos tienen muy poca consideración. Cima, el que escribe y Porqueddu nos hemos visto obligados a permanecer a sueldo del Municipio mezclados con seglares de reputación inmoral; Fortina se dedicaba a la enseñanza privada en Cagliari. Del elenco de religiosos que le incluyo V.P. de qué modo se han ocupado los demás escolapios para tirar adelante en la vida. (…) Isili, dije; Isili, sede antigua de los escolapios, podría como el Ave Fénix renacer a vida nueva, si nosotros volviéramos animados del celo y espíritu de Calasanz. Presenté al Com. Hon. Pietro Ghiani-Mameli mi idea y el pensamiento de V.P., y uno y otro fueron acogidos con expresiones de viva alegría. “Escuelas e internado”, este es mi proyecto. Ghiani añadió: “Si Usted crea en Isili escuelas e internado, desde este momento le garantizo 5.000 L en oro, le prometo todo mi apoyo como Consejero Municipal y Provincial de Isili, y los pagos del Municipio y de los privados superarán sus expectativas”. En mi opinión V.P. podría animar a los religiosos de esta Provincia con un circular, exhortándoles al espirito de vivir juntos. Reúna con el bálsamo de la caridad paterna los miembros dispersos dándoles una cabeza, y animando a los capaces –que son bastantes- a añadir su piedra al edificio. Pero recuerde que yo no tengo ningún prestigio entre mis hermanos de religión, y que la pobreza es mi hermana (…)

A partir de este momento se cruzan abundantes cartas entre el P. Ricci y Cerdeña, pero las veremos cuando estudiemos la vida del Vicario General, luego Prepósito General Ricci.

Provincia de Sicilia

Según el Catálogo de 1870, este era el estado de la Provincia:

Casas Religiosos

1.Palermo 13
2.Mesina 3
3.Adernò 4
4.Leonforte 3
5.Agrigento 2
6.S. Mauro 3
7.Palma 7
TOTAL 35

Como en el caso de Cerdeña, se trata de datos oficiales. La realidad era diferente, mucho más sombría. La primera carta que llega al P. Casanovas con noticias de Sicilia viene del P. Antonio Maria Pontorno, de Leonforte, y dice lo siguiente[Notas 225]:

Escribo con lágrimas en los ojos. No encuentro a quien poder dirigir mis aflicciones sino al Padre Común. Aunque la fatal dispersión quiso privarnos de la vida religiosa, quedó sin embargo siempre aquella sumisión que los religiosos deben en conciencia a su Superior. Por ello escribí a V.P. Rvma., y quizás la carta se ha perdido en el correo, porque no he recibido ninguna respuesta. Yo era el Rector de esta casa de Leonforte antes de la ley de supresión, y como la toma de posesión se retrasó hasta el 24 de agosto de 1868, vivía con un hermano y un clérigo con los recursos de la comunidad religiosa. Después de despojarnos de nuestros bienes, expulsarnos de casa y cerrar la iglesia, nos hemos quedado sin techo, sin pan y sin ayuda. La ley que concede a cada religioso una pensión, hasta ahora no la hemos podido tener, y por eso me he dirigido a V.P. Rvma. para que haga el favor de escribir a nuestros religiosos de Florencia para que por medio de alguna persona cercana al Ministro podamos cobrar la pensión yo y el lego profeso, Ottavio Re. En resumen, haga algo para poder obtener de aquellos Padres algún patrocinio, pues yo no sé a quién dirigirme.

A primeros de marzo le responde el P. Casanovas[Notas 226]: .

Desde hace seis meses que el Santo Padre me nombró General de la Orden, su carta es la primera que me llega de Sicilia. Me duele ver el estado deplorable al que se ve reducido el Instituto de S. José en esa isla, y me duele aún más cuando considero que esa desolación nos ocurre por falta de unión y de caridad entre nosotros mismos, siendo todos hijos del mismo Padre. Las Escuelas Pías pueden conservarse en cualquier lugar sin protección de los gobiernos y sin faltar a las leyes del Estado; los pueblos tienen necesidad de instrucción y de formación religiosa. Entonces ¿por qué el P. Rector de Leonforte junto con los que han quedado firmes a la vocación escolapia no se dedican a la enseñanza? De manera gratuita si el municipio o la caridad de los ciudadanos atienden a las necesidades de los maestros; o pagando si no queda otro recurso para vivir de ello. Donde se ha actuado así no ha faltado la bendición de Dios; cuando cada uno se las ha querido arreglar por su cuenta, vienen las tribulaciones. Sé que algunos han conseguido una vida cómoda, pero no es esa nuestra profesión y nuestro deber; unos pocos días pasados en la inacción y en ocupaciones impropias de nuestro Instituto pueden privarnos de la recompensa que Dios tiene preparada en el reino de los cielos a quien haga y enseñe.

A pesar de ello no soy insensible a las aflicciones de V.R., pero es imposible remediarlas individualmente, porque el gobierno no recibe instancias de ese género. Hace falta que V.R. escriba al P. Provincial dándole a conocer su propio estado y el de su comunidad; el P. Provincial deberá hacerme una relación referida a todas nuestras comunidades e individuos que se encuentran en la misma situación, con datos para poderlos presentar ante el Gobierno, y yo haré todo lo posible para encontrar alguien en Florencia que apoye nuestras reclamaciones, y obtenga un resultado favorable.

Esperando que V.R. obre así, y que podré serle útil, recomiendo a V.R. y a todos los nuestros que oren fervorosamente a nuestro S. José por la restauración del Instituto Calasancio en la isla de Sicilia.

Decide entonces el P. Casanovas escribir al P. Nazareno Sapienza, que era el Provincial de Sicilia desde 1860[Notas 227]:

P. Provincial, no me ha sido posible hacer llegar mi voz hasta V.R. y otros hijos de S. José hermanos míos, a pesar de haberlo intentado por medio del P. Ex General Perrando. Esta falta de noticias me ha sido tanto más penosa cuanto que llegan hasta mí las voces de pena y dolor que afligen el corazón de varios religiosos nuestros que carecen de todo tipo de recursos. Entre estos està el P. Antonio Maria Pontorno, Rector de Leonforte, quien con lágrimas en los ojos me escribe que se encuentra con su comunidad sin techo, sin pan y sin ayuda, y por tanto me ruega que le consiga la pensión del Gobierno. Le respondo que no es posible (…)

Ruego a V.R. por amor de Dios, de S. José y de los niños que nos piden el pan espiritual que me escriba pronto. A continuación le envío algunas primeras circulares; pongámonos de acuerdo para restaurar su Provincia.

El P. Sapienza, en efecto, le respondió pronto desde Palermo dándole las siguientes noticias[Notas 228]:

Me ha llegado la gratísima carta de V.P. Rvma. anunciándome su promoción a Moderador de la Orden de las Escuelas Pías. Me alegro, y le auguro todo bien posible. Los tiempos son muy escabrosos, es cierto, pero Dios y nuestro Santo Padre Fundador le darán conforme a los tiempos la necesaria virtud para la buena marcha de la grey que por el cielo le ha sido merecidamente confiada.

Ahora tengo el gusto de manifestar a V.P. Rvma. que casi todos los religiosos de esta Provincia continúan haciendo escuela en las mismas localidades, donde estaban de comunidad, recibiendo de los respectivos municipios el estipendio determinado por la Instrucción. Están bien vistos y son muy respetados. A todos el Gobierno les pasa la pensión a trimestre cumplido, además del estipendio que reciben de los municipios por sus trabajos escolares. Sin embargo, vivimos todos fuera de las casas religiosas porque esta fue una orden del Gobierno General para esta isla benditísima. Todas nuestras casas están en poder de los municipios, dedicadas a otros usos. Algún religioso de edad avanzada y que tiene parientes decidió retirarse a su pueblo en el seno de su propia familia, donde está bien atendido en todos los sentidos. Verdaderamente hasta ahora no debemos quejarnos de la Providencia.

Por lo que se refiere al P. Antonio Maria Pontorno, Rector de la casa religiosa de Leonforte, su patria, cuando trato este tema me acomete una cierta tristeza en el corazón teniendo que hablar de él, pero la obediencia lo impone, así que lo haré. No he sabido nada de este religioso desde antes de que ocurriera nuestra expulsión; en cuanto fue sancionada por el Parlamento, se emancipó por completo, rompiendo toda relación con su Superior, y según se contaba, era uno de aquellos chalados que esperaban con ansiedad la disolución del Cuerpo moral. Le escribí varias cartas, y todas encontraron en él un obstinado silencio. Pasó mucho tiempo, y atrajo sobre sí mi indiferencia, e incluso la indignación del Obispo de aquella diócesis. Me sorprende ciertamente que hasta ahora no haya conseguido la pensión como los demás. De hecho no me ha escrito, ni se atreve a escribirme. Pero sé que en Leonforte están de comunidad él y un hermano solamente. Cuando dice que se encuentra sin techo, sin pan y sin ayuda con su familia, quiere decir con la familia de sus parientes, no con la familia religiosa, ya que el hermano, aunque es nativo de Palermo, se ha quedado allí al servicio de aquel municipio para barrer las escuelas y otras cosas, y recibe un salario con el que puede mantenerse. El P. Pontorno tiene la escuela municipal, y recibe el estipendio determinado por la Instrucción. Así que bajo todos los puntos de vista es un mentiroso, mientras él, mejor que otros, está bien en casa de sus propios parientes. Sobre si sus reclamaciones por la pensión aún no recibida son justas, Rvmo. P. General, no sé qué decirle, no entiendo por qué sólo él y el hermano son los únicos que hasta a hora no han recibido la pensión como todos los demás religiosos. Si me escribe haré todo lo posible por ayudarle inmerecidamente.

Vemos que las informaciones son contradictorias. A esta carta responde lo siguiente el P. Casanovas[Notas 229]:

La querida carta de V.R. me ha causado placer y disgusto. Me alegro y me felicito con todos los hermanos religiosos de esa isla por la ventajosa situación en que todos se encuentran a pesar de ser los tiempos tan difíciles, y por la estima que las familias y los municipios tienen por ellos, pero me duele el ver que personas que han jurado vivir juntas están separadas, al considerar dispersa la grey, quizás porque los pastores no fueron cuidadosos para mantenerla reunida. Mi dolor aumenta al ver con cuánta facilidad habrían podido conservar una personalidad bajo el título de Asociación para el trabajo o con cualquier otra relación, aprovechando del favor de las poblaciones, y tanto más porque las órdenes emanadas de la Sagrada Penitenciaría a este propósito son claras y precisas, de continuar unidos en la medida de lo posible, en el número que sea concedido, y siempre bajo la dependencia de los Superiores. ¡Quizás faltó la concordia, quizás el esfuerzo para mantener unidos en torno a sí aquellos hijos que Dios le había confiado!

Creo que las leyes ahí serán las mismas que en Toscana, en Liguria y en las demás provincias de Italia, donde los escolapios no han recibido ninguna observación y trabajan y prosperan, y son nuestro gozo, el bien de la sociedad y la gloria del Instituto.

Desearía mucho oír de V.R. alguna proposición para reunir al menos en alguna casa a los religiosos, y no hacer perecer por completo ahí esta Orden que ha costado tantas penas a nuestro santo Fundador, quien mostró una atención especial por esa isla, también en sus portentos; esa Orden que ha jurado mantener íntegra al entrar en ella. Consuéleme, querido P. Provincial, indicándome algún proyecto para repristinar la ventaja de la enseñanza de los pobrecitos de Jesucristo, y el Padre Celeste le dará toda la fuerza para actuar. (…)

Al P. Casanovas le van llegando noticias de otros lugares de Sicilia, con lo que va teniendo una imagen más completa de la situación de los escolapios en la isla. El P. Salvatore Amato le escribe desde Messina[Notas 230]:

En respuesta a la suya del 22 de marzo pasado, le señalo que esta casa nuestra, reducida exclusivamente a un internado bajo la dependencia de una Delegación elegida por el Gobierno Real ya desde antiguo, fue afectada por la ley de supresión como todos los demás conventos y monasterios, y en consecuencia, igual que los demás religiosos, los escolapios fueron expulsados de su propia casa para vivir por su cuenta con la esperada pensión de un franco y algunos céntimos diarios.

Los únicos escolapios que hay en Messina son el P. Antonio Civetta, perteneciente a la Provincia de Nápoles, alojado en un cuarto de los PP. Teatinos que le ha alquilado el Fisco, y que se ocupa a dar clases particulares para ganarse la vida; el P. Girolamo Rainieri, retenido como profesor de matemáticas en nuestro antiguo internado (que sigue abierto y confiado a la diputación administrativa de seglares con amplias facultades, y lo ha llenado de educadores y profesores seglares); y yo con el cargo provisional de rector de la iglesia de los Padres Menores, que como toda compensación recibo el alojamiento en su casa suprimida. Y este es el estado de la casa y de los religiosos de las Escuelas Pías en Mesina.

Yo me he quedado esperando mejores tiempos, a pesar de las cálidas y repetidas instancias que me han hecho mis parientes para que vuelva a Palma di Montechiaro, mi patria, pero hoy día, el encarecimiento de los víveres que es cada día mayor comienza a dominarme la voluntad de doblegarme a los deseos de los míos. De todos modos, si me voy a Palma, avisaré a V.P. R., para que sepa a dónde enviarme sus órdenes, a las cuales me declaro siempre sumiso con reverencia.

El P. Provincial Sapienza, tras recibir la carta recriminatoria del P. General, cambia de tono: ahora ya todo no es de color de rosa para los escolapios de Sicilia. Reconoce que es sumamente difícil poner en práctica los deseos del P. General[Notas 231]:

Nuestra situación, como la de todos los cuerpos morales de esta provincia de Sicilia es bastante lamentable, y a mi parecer sin ningún remedio, a no ser que el Señor Dios misericordioso se digne volver hacia nosotros su piadosa mirada, escuchar nuestras fervorosas oraciones y concedernos lo que pedimos. Por ello es vano cualquier esfuerzo, cualquier idea o proyecto que pueda hacerse para reunir a nuestros religiosos, volver a abrir las casas, y convertirlas de nuevo en comunidades, puesto que nuestras casas, esenciales para el ejercicio del instituto, en el momento de la supresión fueron todas ocupadas para uso de los respectivos municipios, y de este modo se nos ha privado del primer medio para poder volvernos a reunir. Es cierto que al principio de la supresión algún Cuerpo Moral quiso alquilar una casa particular, y reunirse para convivir en forma de comunidad, pero pasados algunos días se disolvió, y ya no se han visto más ejemplos. Además, vestir el hábito religioso es lo mismo que ponerse como blanco de los insultos para los jovenzanos corrompidos en toda maldad y de los hombres liberalísimos, y mientras tanto la policía no se hace garante en absoluto. Por todas estas razones aquí no se ve ningún Cuerpo Moral reunido, ni vistiendo hábito. Me dicen que en la Italia Superior estas cosas no pasan. Pues entonces digámoslo francamente: este maldito país insular es de una índole perversa, y fragua de todo desorden, que vive aún en medio del salvajismo, de la ignorancia y de la mayor depravación, especialmente la baja plebe. Hable V.P. Rvma. si lo cree conveniente con los Obispos; ellos, pobrecillos, tienen sus propios apuros, y estoy seguro de que no le responderán de manera diferente a lo que yo le he dicho. Dios, por otra parte, cuando quiera podrá coronar sus santos deseos, que serían el deseo de todos los buenos religiosos. Y termino. Difícil, si no imposible, es la restitución de las casas religiosas. Inútil cualquier esfuerzo nuestro si no nos asiste y tutela la poderosa mano del Gobierno.

Después de mi última nota han fallecido los siguientes religiosos: el ex Provincial P. Ignazio Dainotti, de Palma de Sicilia; el P. Cristoforo Chirico de Messina; el P. Alfonso Capra de Leonforte; el P. Gabriele Prado de Palermo. Estos son los religiosos que quedan (siguen una lista con 24 nombres; de ellos uno está en Florencia y los demás en Sicilia). Estamos todos fuera de las casas religiosas, menos el P. Eugenio Santi Salomone, que es rector provisional de nuestra iglesia de Adernò, y el P. ex Provincial Alfonso Miccichè, que es rector provisional de nuestra iglesia de Leonforte. Yo era rector provisional de nuestra iglesia de S. Silvestre de Palermo, fui echado de allí; al colegio S. Rocco, que ocupó toda nuestra casa religiosa, le dieron también la iglesia, que ha sido convertida en comedor. Todos tiramos adelante de manera mezquina, con la escasa pensión y con los trabajos escolares, adaptándose cada uno con sus propias fuerzas. Vivir en medio de estos apuros y especialmente a una edad avanzada es verdaderamente una dura aflicción, un dolor continuo, pero reconociendo que este es el deseo de Dios, vivimos en paz, plenamente resignados a su divina voluntad. Sin más, le beso con todo respeto sus sagradas manos.

El P. Amato vuelve a escribir desde Messina en 1870; se ve que por parte de algunos escolapios existe la voluntad de reunirse para formar una pequeña comunidad, pero al parecer las dificultades son insuperables[Notas 232]:

No pudiendo formar en Messina una forma cualquiera de comunidad religiosa por falta de escolapios y de medios con los que hacer frente a los gastos indispensables para el alquiler de una casa y mobiliario, he escrito a Palma di Montichiaro al P. Alfonso Miccichè, al que siempre he tenido por un buen religioso y amante de las Escuelas Pías, para ver si acaso podría encontrarse la manera de reunir algún número de religiosos que pudieran ejercer nuestro instituto, y si aquel pueblo estaría dispuesto a apoyar una obra tan útil y tan santa. Pero por lo que puede deducirse de su respuesta, que adjunto, parece que hay dificultades insuperables. En esta isla, verdaderamente, se ha desplegado más que en el continente una sistemática aversión a las órdenes monásticas, y especialmente a confiar la instrucción a eclesiásticos.

La carta citada del P. Miccichè al P. Amato decía lo siguiente[Notas 233]:

P. Amato, los deseos del Rvmo. P. General han sido y son los míos. Desde el momento de la expulsión intentamos vivir en común, alquilando una casa, pero cuando se enteró el Delegado, vino a amenazarnos. Hubo en esta isla un decreto del General Cadorna con la intención de hacer quitarse el hábito a los religiosos y de impedir cualquier tipo de reunión de los mismos. Supuesto lo cual, para ir adelante hace falta antes que nada obtener un decreto o una orden ministerial que permita poder vivir juntos para el ejercicio del instituto y para poder vestir el hábito como en el continente. El P. General, que tiene tantas ganas, podrá obtenerlo en Florencia, y entonces estaremos en condiciones de invitar a los religiosos a vivir según los deseos santísimos de nuestro Rvmo. P. General. Yo tengo 71 años (…)

Obviamente no son compatibles los deseos del P. Casanovas con la difícil situación que viven los escolapios en Sicilia. Quizás habría hecho bien haciéndoles una visita, y lo mismo a los escolapios de Cerdeña. Cuando en 1874 el P. Casanovas es confirmado como General para otro mandato, vuelve a la carga escribiendo al P. Provincial Sapienza, quien le felicita y dice que informará a los demás sobre su nombramiento. Y luego responde a la propuesta que el P. General le hace[Notas 234]:

En lo que se refiere a los tres supuestos sobre los que V.P. Rvma. me encarga con el mayor empeño que le informe, yo, de la forma más lacónica le respondo que ningunos de los tres supuestos se puede llevar a cabo en esta isla, puesto que no tenemos ni iglesias ni casas religiosas. En algunos lugares como Leonforte la iglesia fue convertida en teatro, y la casa en escuelas municipales. En Adernó, después que el P. Salomone, nuestro religioso rector de aquella casa fue asesinado en la misma casa religiosa, quedó abandonada en poder del municipio. En S. Mauro no hay ningún religioso; en Mesina el colegio fue entregado a los italianísimos y el pobre P. Salvador Amato fue nombrado, por caridad liberalesca, capellán del cementerio. En Agrigento, después de alejar al P. Saverio Nato que era el rector de aquella residencia, entraron los sacerdotes. En Palma, como casa generalicia, vive el ex Provincial P. Alfonso Miccichè, el cual se cuida y mantiene a expensas suyas el culto en aquella iglesia para que siga como tal, pero la casa religiosa se ha convertido en casa y sede del Municipio. La casa de S. Silvestre de Palermo fue entregada por el municipio junto con la iglesia al Colegio S. Rocco, porque es un colegio municipal, y la iglesia fue convertida en comedor, y una parte en capilla para los niños. Con el cambio de las cosas y tras la supresión que ocurrió aquí del modo que se sabe, apenas dieron a cada religioso la cama y una parte de la ropa que cada cual tenía, y nada más. Por ello el Archivo de la administración de las rentas y el Archivo Provincial quedaron en poder del Fisco, y todos los religiosos andan dispersos por la isla. Algunos se han ido a vivir con su familia, y otros a diversos municipios para ganarse la vida, ya que la escasísima pensión que da el Gobierno de 40 liras al mes no es suficiente, dada la actual carestía de los víveres, para saciarse de pan. Ahora bien, un religioso que vive una vida tan apurada, ¿va a pensar en el P. Provincial, en el Rvmo. P. General o en la Orden? Lo menos que piensa es que todas esas cosas son inútiles.

Así, pues, si V.P. Rvma. y su benemérita Congregación quieren mantener la forma litúrgica, más teórica que práctica, en la elección de nuevos Superiores, y quiere con mayor certeza confirmar o renovar a los actuales Superiores, yo le puedo enviar el último Capítulo Provincial que se tuvo aquí, y que entonces no pude remitir a Roma, porque nos cayó como un rayo la supresión, y la inmensa catástrofe de desgracias que la acompañaron. Por ello el P. Giuseppe Messina, rector de la casa de Palermo y Asistente Provincial, se retiró a Florencia, y allí vive con vergüenza para nuestra Orden y gran dolor mío. Y no escribo nada más para no aburrirle ni afligirle más de la cuenta. Le pida la santa bendición….

El P. Antonino Giamboni comunica al P. General el 27 de abril de 1875 que ha fallecido el P. Provincial Sapienza, y han celebrado sus exequias en la iglesia de Palma di Monte Chiaro[Notas 235]. Pide que les nombre a los pocos que quedan otro Provincial, o un Comisario General, y sugiere diversos nombres. Y parece que el P. General acepta la sugerencia, pues encarga al P. Pontorno que escriba a los demás pidiendo que le envíen papeletas de voto. Le responde el P. Pontorno[Notas 236]:

He recibido su apreciada carta, que me dio gran gozo. (…) En cuanto al encargo de recoger nuevos votos para poder nombrar un nuevo Provincial, me parece difícil en estos tiempos tan amargos, pues el espíritu religioso casi ha desaparecido en esta Provincia. Por mi parte cumplí su encargo y he escrito a varios, pero ninguno se ha dignado responderme, excepto uno solo (…) en Palermo hay infinitas desgracias y miserias, pues la mayor parte de los religiosos están alojados en escuelas del gobierno, y todo se pierde, menos San José de Calasanz, por lo que de todos estos, vueltos inútiles, sólo se puede contar con la persona de un mediocre religioso llamado P. Saverio Nato (…)

Pasa el tiempo, y no se nombra Provincial. Consultado el P. Alfonso Miccichè, responde desde Palma di Monte Chiaro[Notas 237]:

Después de escribir a los Padres de nuestra Orden comunicándoles la voluntad de V.P. Rvma., le comunico lo siguiente. (Tres no han querido responder; seis han votado por Pontorno; dos por Miccichè; uno por Rainieri. Otro lo deja en manos del P. General. Él recomienda a Pontorno como el más capaz. Él, Miccichè, tiene ya 78 años y está enfermo; no cuente con él). En cuanto a formar un grupo de religiosos unidos canónicamente en una familia bajo un superior, en mi opinión sólo podría lograrse en Palermo, aunque es imposible en el estado actual vivir en comunidad.

Por su parte por las mismas fechas escribe un grupo de religiosos de Palermo[Notas 238] con sus propias propuestas para Provincial. Se han reunido ocho; presentan como candidatos a Francesco Torregrossa, Vincenzo Porto y Francesco P. Natoli. Dicen que hasta ahora estaban sin tener noticias del General, pues el anterior Provincial no les informaba de nada. Vista la disparidad de opiniones, prefieren no nombrar ningún Provincial. Así se lo explica el P. Angelo M. Bellincampi, Asistente General, al P. Antonio Giambone[Notas 239]:

Me alegro de que el ex Provincial Miccichè goce de buena salud. Transmítale las expresiones de afecto desde Roma del Rvmo. P. General y del que suscribe. Añada que no se ha hecho ningún nombramiento para esa Provincia porque se han visto dos partidos y los dos fuertes, y resolutamente contrarios el uno al otro. No fue posible llegar a un acuerdo y se decidió suspender toda resolución para que no se separen todavía más. Cuando Dios quiera suscitará un espíritu escolapio que animará a los buenos para que hagan que esa Provincia no desaparezca de la Orden de las Escuelas Pías. Sin embargo, no cesen el P. Ex Provincial y V.R. de procurar unir algunos movidos por el celo de la Orden, y cuando se pueda llegar a algo, escriban a Roma y haremos lo que sea posible.

A pesar de lo mal que están las cosas, todavía llega alguna propuesta de fundación escolapia. Escribe Salvatore Cantore desde Adernò (Adrano)[Notas 240]:

A principios del siglo pasado en esta patria mía de Adernò en la Archidiócesis de Catania se fundó una casa de su benemérita Orden. Tenía pocas rentas, 500 liras anuales. Al principio del siglo actual, por iniciativa del P. Severino se alzó un magnífico edificio, que hace 40 años el P. Sidoti había hecho floreciente con un internado. La desaparición de religiosos de Adernò y la incuria de los Provinciales que mandaron religiosos que no eran en absoluto modestos, desacreditaron la Orden y las escuelas. El impúdico vivir del desgraciado P. Salomone terminó en tragedia. Lo cuento y me pongo a llorar. Un sacerdote celoso ha continuado manteniendo el culto en la iglesia con mayor esplendor, y la ha decorado bellamente. Y además de haber resurgido el entusiasmo en Adernò por los Padres de su benemérita Orden, hace que ella ande bien en Florencia. Pues ahora el óptimo Barón Antonino Spitaleri[Notas 241], Alcalde de esta, a petición mía ha resuelto restituir a la famosa Orden de Calasanz la iglesia y el grandioso edificio anejo, dotándoles con 10.000 liras anuales.

Les ofrece todo lo necesario para equipar casa, iglesia y escuelas. Y pide que vengan al menos 5 religiosos… Naturalmente, tal como estaban las cosas fue imposible dar una respuesta positiva.

Para hacernos idea del estado de la Provincia al final del generalato del P. Casanovas, entrando ya en el mandato de su sucesor el P. Mauro Ricci, transcribimos dos cartas más. La primera es del P. Francesco Natali, de Palermo. Escribe lo siguiente al P. Ricci[Notas 242]:

Si las provincias escolapias de Italia y de Cerdeña se esfuerzan por reunirse, e intentan recuperarse de la violencia de la supresión, que Dios y el Santo Padre bendiga y secunde sus santos deseos; no puede esperarse lo mismo de la Provincia de Sicilia. En Palermo no tenemos casa, ni iglesia, ni colegio. San Silvestre se convirtió en Colegio S. Rocco, y nos quitaron incluso la iglesia. El colegio Calasanz se convirtió en un local de escuelas técnicas públicas, y las rentas se añadieron a las del colegio se los Jesuitas, y establecieron el Colegio llamado Vittorio Emanuele. En Palermo sólo quedamos seis padres viejos, enfermos e inútiles para todo: el P. Torregrossa, con ambas piernas inútiles y de 77 años; Noto, débil de 69 años; Dainotti, sordo y enfermo de cerca de 70 años; Porto, de 67 años, tiene una escuela del Gobierno y espera el retiro, por estar sordo y fastidiado; Guzzino tiene una escuela municipal. Yo, de 74 años, sufro un dolor continuo en la rodilla y en los riñones a causa de haberme sacado una piedra de la vejiga rompiéndola a trozos, y apenas puedo celebrar la misa. En este estado de cosas, ¿qué puedo sugerir a V.P. Rvma., si estamos como los hebreos, sin Rey y sin Reino? Por la Provincia de Sicilia contamos seis casas y no más de 7 padres y hermanos; no puedo dar más detalles a V-P. Rvma., porque más no sé. Este es el infelicísimo estado de la Provincia de Sicilia.

El P. Salvatore Giambone escribe algo más tarde dando datos más precisos, e incluso sugiriendo el nombramiento de un Superior, algo que el P. Ricci quería conseguir. Esto es lo que le cuenta[Notas 243]:

Agradezco a V.P. Rvma. el haberme respondido. (…) Envío el elenco de los pocos padres de nuestra Orden en Sicilia.

1.P. Francesco Torregrassa, en Palermo, de unos 76 años. Vive de misas y de la pensión. ¡Fue amigo de Garibaldi! Conducta dudosa. Basta.
2.P. Francesco Paolo Natoli, en Palermo, de unos 70 años. Vive de misas y de la pensión. Conducta y costumbres buenas. La salud, no tan buena.
3.P. Vincenzo Lo Porto. De unos 65 años, vive en Palermo. Profesor de gimnasio en el antiguo colegio de los jesuitas. No sé por qué razón no celebra y viste casi como un seglar.
4.P. Ignazio Dainotti[Notas 244], en Palermo. De unos 62 años. Sardo, muy pobre, de santas costumbres. Sólo celebra los domingos y los días de precepto.
5.P. Celestino Guzzino, e Palermo, de unos 50 años, maestro de cuarta de primaria, de buena conducta.
6.P. Giacomo Rainieri, en Messina, casi ciego, de buenas costumbres, de unos 70 años.
7.P. Eugenio Spagnolo. De unos 72 años, conducta dudosa, poca inteligencia.
8.P. Alfonso Miccichè, de 87 años, ex Provincial, de buena conducta y santas costumbres. El pobrecillo ahora comienza a olvidarse de las cosas. Raramente celebra la santa misa, va declinando día a día. El Padre General José Calasanz Casanovas quiso hacerlo Provincial y él no aceptó.
9.P. Antonino Salvatore Giambone, en Palma Montechiaro, de 52 años. Maestro de primaria. No conviene que hable de mi propia conducta. El ex Provincial Miccichè y el Arcipreste Vizzirio hace algunos días enviaron un certificado de buena conducta a V.P. para que me conceda el permiso de celebrar en cualquier lugar y poder administrar los sacramentos de la Iglesia. He sido confesor de comunidades religiosas. Soy confesor de uno y otro sexo, predicador y otras cosas.

Yo creería conveniente, tras obtener la respuesta negativa del anciano ex Provincial Miccichè, elegir al P. Francesco Paolo Natoli o al P. Celestino Guzzino. A excepción de Torregrossa y de Spagnolo, puede elegir libremente a cualquiera de los citados.

Realmente, no tenía mucho donde escoger el P. Ricci… Era el final de la Provincia escolapia de Sicilia, y de cualquier tipo de presencia de las Escuelas Pías en la isla.

Notas

  1. Reg. Gen 246 f 2, 121. Fechado el 4 de febrero de 1882.
  2. Dom. Gen. 18, pág. 167.
  3. Cf. AUSENDA G. – VILÁ PALÁ C., Pío IX y las Escuelas Pías, Roma, Ed. Calasancias, 1979, pág. 119.
  4. Reg. Gen 244 d 3, 90. Fecha: 24 de agosto de 1877. Calasanz por aquellas fechas se encontraba de volviendo de su visita a las Provincias Ultramontanas.
  5. Reg. Gen. 246 e 4, 4.
  6. Reg. Gen. 247 a 18.
  7. Reg. Prov. 54 B 6, 5.
  8. Reg. Gen 18 pág. 94. Fecha: 14 agosto 1870.
  9. Reg. Gen. 241 b 11 a, 7.
  10. Reg. Gen. 245 f 3, 4.
  11. Reg. Rel 7.
  12. El P. General escribe una letra a los religiosos de Alatri; el P. Rector Angelo Tedeschini le comenta el 25 de noviembre de 1870 que la ha leído en comunidad (Reg. Gen. 243 B g, 86). El resumen de la carta, en palabras del P. Casanovas es: Obligados por las circusntancias a cambiar de sistema de enseñanza, el P. General recomienda a la comunidad que, dispuestos a todo para salvar las Escuelas Pías, propongan ellos mismos la combinación de maestros de primaria, gimnasio y liceo de la manera más adecuada a las necesidades del momento e instrucción de los alumnos, con las menores molestias posibles para los religiosos; y si no quieren hacer ninguna propuesta, que se la pidan al P. General.
  13. Reg. Gen. 244 d 1, 22.
  14. Reg. Gen. 244 d 2, 4.
  15. Reg. Gen. 244 d 2, 5
  16. Reg. Gen. 244 d 3, 108.
  17. Reg. Gen. 243 B j, 55.
  18. Reg. Gen. 246 f 2, 135. Fechado el 20 de abril de 1882.
  19. En relación con este cambio, cf. VANNUCCI P., Il Collegio Nazareno, Roma, 1998; Cap. VIII.
  20. Reg. Gen 244 d 3, 96.
  21. Reg. Gen 244 d 3, 95.
  22. Reg. Gen 245 f 2, 413.
  23. Según los directorios capitulares, las papeletas de voto deben destruirse después de efectuarse una elección en un Capítulo, y siempre se hace así. Sin embargo, hecho excepcional, en este caso decidieron conservarlas, y se guardan todas en el Archivo General. Probablemente temía el P. General algún tipo de contestación por parte de algunos religiosos de la Provincia, pues las cosas andaban muy tensas, principalmente por el hecho de que no se hubiera convocado el Capítulo.
  24. Reg. Gen. 245 f 3, 30. Fecha: 4 de abril de 1879.
  25. Reg. Gen. 245 f 3, 46. Fecha: 20 de mayo de 1880.
  26. Reg. Gen. 245 f 3, 80.
  27. Reg. Gen. 246 f 1, 320. Fecha: 2 de julio de 1881.
  28. Reg. Gen. 246 f 1, 281.
  29. Reg. Gen. 246 f 1, 206.
  30. Reg. Gen. 244 d 2, 134.
  31. Reg. Gen. 244 d 2, 131.
  32. Se trata de una sentencia que el P. Casanovas repite varias veces en su correspondencia, y que sin duda es una de las normas de su actuar.
  33. Reg. Gen. 244 d 3, 1.
  34. Reg. Prov. 2 B, 140.
  35. Reg. Gen. 2 B, 354.
  36. Reg. Gen. 243 B j 64.
  37. Reg. Gen 244 d 2, 97, fechado 12 de julio de 1876: Esta Representación Municipal se ha dirigido a mí con una carta suya del 6 del mes corriente para que ejerza mis oficios con V.P. al efecto de que el conocido P. Meddi, perteneciente a la Orden que Usted gobierna, continúe ejerciendo la dirección de este Colegio – Internado.
  38. Reg. Gen. 245 f 3, 9.
  39. Reg. Gen. 245 f 4, 60.
  40. Reg. Gen. 245 f 4, 62. Fechada el 19 de octubre de 1880.
  41. Reg. Gen. 244 b 1, 18.
  42. Reg. Gen. 244 d 3, 4.
  43. Reg. Gen. 243 B f, 20.
  44. Reg. Gen. 18, pág, 72 (19 diciembre 1869). A la petición de establecer la fundación, los escolapios respondieron que enviarían un rector, cuatro maestros, dos hermanos operarios y un criado. A cambio pedían, como era normal, la casa religiosa con huerto, iglesia, escuelas, todo bien amueblado. Y además debían pagar mil escudos anuales para mantenimento de los religiosos.
  45. Reg. Gen. 18, pág. 21 (10 enero 1869): Se trató otra vez de los religiosos de esta Provincia Romana que viven en sus casas, y se decidió que el P. Provincial Sarra tome las determinaciones que crea convenientes para hacer saber a esos individuos que no establezcan compromisos ni con los Municipios, ni con las familias particulares en lo que respecta al próximo curso, y que en agosto del corriente año 1869 esté prontos para volver a la Orden en el lugar al que los destinen los Superiores.
  46. Reg. Gen. 18, pág. 25 (7 de febrero de 1869). Se comunica la negativa: idem, pág. 69 (25 de julio de 1869).
  47. Reg. Gen. 18, pág. 55 (8 de agosto de 1869).
  48. Reg. Gen. 18, pág. 75 (16 enero 1870) El Secretario del Obispo de Udine ha presentado en nombre del Obispo una petición para tener Escuelas Pías en aquella Ciudad para confiar a los religiosos un establecimiento que se fundaría para acoger a jovencitos díscolos. Se hace notar que ese tipo de fundación no corresponde con el espíritu del Instituto. Además, la distancia, el clima y el número reducido de personas (pues piden un individuo o como mucho dos) hacen que aquella casa tenga muy poco interés para la Provincia Romana: se decide dar las gracias al Señor Obispo.
  49. Reg. Gen. 241 B 13, 257.
  50. Hoy día la ciudad recibe el nombre de Dubrovnik, en Croacia. Los escolapios llegaron a Ragusa en 1777, para hacerse cargo de un colegio del que habían sido expulsados los jesuitas. En 1854, ante las múltiples dificultades presentadas (sobre todo de falta de personal) se devolvió el colegio al Obispo.
  51. Reg. Prov. 2 B. 133. Fecha: 6 de febrero de 1879.
  52. Reg. Gen 245 f 3, 39. Fecha: 4 de mayo de 1879.
  53. Reg. Gen. 246 f 2, 144. Fecha: 18 de diciembre de 1882.
  54. Reg. Gen. 18, pág. 108.
  55. Reg. Gen. 244 d 2, 9. Fecha: 1 de enero de 1876.
  56. Reg. Gen. 244 d 2, 22 (14 de marzo de 1876).
  57. Reg. Gen. 244 d 2, 16 (24 diciembre 1876).
  58. Reg. Gen 247 e 3, 38 (15 de enero de 1887).
  59. Reg. Gen. 245 d 2, 15 (26 de marzo de 1880).
  60. Reg. Prov. 6 A, 3.
  61. Reg. Gen. 243 B e 56.
  62. Reg. Gen. 241 A 2 b, 67.
  63. Arch. Prov. Liguria, 13.
  64. Reg. Gen. 241 A 2 a, 30 (13 de junio de 1869). En español. La correspondencia entre los PP. Escriu y Casanovas es a veces en español, y más frecuentemente, en italiano.
  65. Arch. Prov. Liguria, 4.
  66. Arch. Prov. Liguria, 8.
  67. Reg. Gen. 241 A 2 b, 54.
  68. Idem, borrador.
  69. Reg. Gen 241 A 2 b, 52. Fecha 14 mayo 1869.
  70. Reg. Prov. Lig. 14. Fecha: 5 junio 1869.
  71. Transcrita más arriba.
  72. Reg. Gen. 241 A 2 a, 3.
  73. Reg. Gen, 246 f 2 23.52.
  74. Reg. Gen. 243 B e, 101. Fecha: 3 junio 1870.
  75. Reg. Gen. 246 d 2, 7. Fecha: 13 enero 1882.
  76. Reg. Gen. 246 d 3, 33. Fecha: 10 septiembre 1883.
  77. Reg. Prov. 6 A. 7. Fecha: 24 mayo 1872.
  78. Reg. Prov. 6 A, 10. Fecha: 9 de junio de 1872.
  79. Reg. Prov. 6 A, 12.
  80. Reg. Prov. 6 A, 13.
  81. Reg. Prov. 6 A, 29. Fecha: 22 de marzo de 1877.
  82. Arch. Prov. Lig. 69. Fecha: 9 diciembre 1873.
  83. Reg. Prov. 6 A, 26. Fecha: 10 junio 1875.
  84. Reg. Gen. 244 c 2, 2.
  85. Reg. Gen. 244 c 1, 19 (carta al P. General, 28 abril 1875): En caso de que este proyecto [Varazze] saliera mal, la ciudad de Torino, bastante buena y religiosa, presentaría alguna buena oportunidad para establecer un semi internado, en el cual se recibieran a los muchachos pro la mañana y por la tarde serían devueltos a sus padres. Nuestra edad, el cansancio y la necesidad de un poco de reposo se adaptarían tal vez mejor a este sistema. El que no puede dar clase, puede ayudar con los estudios, y permitir que los demás descansen (…) En suma, cualquier tipo de providencia para el porvenir, quizás no lejano, hay que tomarla. Aquí estamos en peligro: en Ovada quieren internado y un gimnasio formal; en Finale los nuestros no tienen lo suficiente para vivir; en Carcare se vive del internado, y pobres de nosotros si disminuye el número de internos. Como ve, esto es un vivir incierto, sin ninguna estabilidad, y además carecemos de buenos administradores, y algunos en las comunidades piden más de lo que las casas pueden conceder.
  86. Reg. Gen. 244 c 3, 98 (7 de noviembre de 1875).
  87. Reg. Gen. 244 c 4, 9 (1 diciembre 1878). En ese momento los estudiantes son un sacerdote (Del Buono) y tres juniores.
  88. Reg. Gen. 244 c 2, 44. Fecha: 4 agosto 1876.
  89. Reg. Gen. 244 c 4, 120.
  90. Reg. Gen. 244 c 4, 119.
  91. Reg. Gen. 244 c 4, 43 (fecha: 27 junio 1878).
  92. Reg, Gen. 246 d 1, 8.
  93. Reg. Gen. 246 d 1, 48 (29 diciembre 1881).
  94. Reg. Gen. 246 d 4, 15 (10 mayo 1884).
  95. Reg. Gen. 245 d 1, 9 (Fecha: 25 agosto 1879).
  96. Arch. Prov. Lig. 72 (fecha: 23 agosto 1879)
  97. 26 de mayo.
  98. Reg. Gen. 245 d 1, 13 (fecha: 22 julio 1879).
  99. Reg. Rel. 7.
  100. Reg. Rel. 22.
  101. Reg. Gen. 18 pág. 18. 3 de enero de 1869.
  102. Reg. Gen. 242 B a 60.
  103. Reg. Gen. 241 B 13, 90.
  104. Reg. Gen. 244 b 1, 18.
  105. Reg. Gen. 241 A 4, 4 (Fecha: 7 octubre 1868).
  106. Reg. Gen. 241 A 4, 8.
  107. Reg. Gen. 242 B a, 74. Fecha: 25 diciembre 1870.
  108. Reg. Gen. 242 B a, 54. Fecha: 16 enero 1871,
  109. De hecho, en febrero de 1871 se encontraba en Grosseto, construyendo un acueducto para la ciudad. Reg. Gen. 244B a, 49.
  110. Reg. Gen. 242 B a 3. Fecha: 27 septiembre, 1871.
  111. Cursos para obtener la titulación oficial para dar clase. En aquel momento había 11 escolapios en Roma haciéndolos.
  112. Reg. Prov. 19 B, 229. (1883)
  113. Reg. Gen. 247, e, 4, 80.
  114. El P. Ricci era superior de otra casa de Florencia, el Pellegrino, cuando en 1881 fue nombrado Asistente General del P. Casanovas, aunque siguió residiendo en Florencia. En 1884, al ser nombrado General, y especialmente en 1886, al ser nombrado General, estableció su residencia en Roma, pero siguió visitando con cierta frecuencia Florencia.
  115. Reg. Gen. 247, e, 4, 81
  116. Reg. Gen. 247, e, 4, 7.
  117. Carta 4120, al P. Vicente Berro, el 31 de julio de 1643. El texto original dice: “Procuri però V. R. (se però da questi Padri non haverà ordine in contrario, e a quali può ancora scrivere in che stato ha trovato cotesti novitii, se non gli ne havesse scritto) che attendino prima a quello che più importa, cioè alla perfettione religiosa, nel che mi rimetto alla prudenza sua, avvertendo con la piacevolezza di rimetterli in osservanza e di fargli conoscere, che il primo fine del religioso doppo la gloria di Dio, è la propria salute e per secondo fine la salute del prossimo; e che bisogna prima raccorre come conca per ispargere poi ad altri come canale”.
  118. Reg. Gen. 247, e, 4, 7.
  119. Reg. Gen. 246 e 1, 38. Fecha: 7 de noviembre de 1881.
  120. Reg. Gen. 244 b 4, 24.
  121. Reg. Gen. 244 b 4, 24.
  122. Reg. Gen. 244 c 4, 40 (Fecha: 2 octubre 1878)
  123. Reg. Gen. 242 B b, 8.
  124. Reg. Gen. 242 B b, 9.
  125. Carta original. En Reg. Gen. 242 B, b, 30.
  126. Reg. Gen. 246, e, 4, 15.
  127. Reg. Gen. 18, pág. 90. Fecha: 29 de mayo de 1870.
  128. Reg. Prov. 19 B, 166. Fecha: 29 de mayo de 1870.
  129. Reg. Gen. 242 B a, 94 (Fecha: 7 de junio de 1870).
  130. Reg. Gen. 19, pág. 13. Fecha: 27 enero 1878.
  131. Reg. Gen. 242 B b, 86.
  132. Reg. Gen. 242 B a, 94 (fecha del borrador: 29 de julio de 1873).
  133. Reg. Gen. 242 B a, 83 (sin fecha)
  134. Reg. Gen. 244 b 1, 36.
  135. Reg. Prov. 19 B, 203. Fecha: 26 de junio de 1876.
  136. Reg. Gen 242 B. b 53. Fecha: 18 octubre 1874.
  137. Reg. Gen. 244 b 3, 7. Fecha: 20 febrero 1877.
  138. Reg. Gen. 246 e 1, 15.
  139. Reg. Gen 246 e 1, 29.
  140. Reg. Gen 246 e 3, 27.
  141. Reg. Gen 246 e 3, 10.
  142. Reg. Gen. 246 e 1, 20.
  143. Reg. Gen. 246 e 3, 50.
  144. Reg. Rel. 7.
  145. Reg. Gen. 246 f 2, 23-1.
  146. Reg. Gen. 246 f 2, 23-2.
  147. 241 A, 3 a,4.
  148. Reg.Gen. 241 A 3 a, 8.
  149. Reg.Gen. 241 A 3 a, 30.
  150. Reg.Gen. 241 A, 3 a, 35.
  151. Reg.Gen. 241 A, 3 b, 55.
  152. Reg.Gen.18, pág. 49.
  153. Reg.Gen. 241 A,3 b, 60.
  154. Reg.Gen. 241 A, 3 b, 62. Fecha: 5 julio 1869.
  155. Reg.Gen. 241 A, 3 b, 62. Borrador, sin fecha.
  156. Reg.Gen. 241 A, 3 b, 78.
  157. Reg.Gen. 241 A, 3 b, 74. Fecha: 11 agosto 1869.
  158. Reg.Gen. 241 B, 13, 63, 1869, sin más precisión.
  159. Reg.Gen.18, p. 61.
  160. Reg. Gen. 242 B c, 13. Fecha: 8 septiembre 1870.
  161. Reg. Gen. 246 f 23-49. Fecha: 16 noviembre 1868.
  162. Reg. Gen. 246 f 23-46. Fecha: 9 de noviembre 1868.
  163. Reg.Gen. 241 A 3 a, 3. Fecha: 2 octubre 1868.
  164. Reg. Gen. 246 f 23-20. Fecha: 19 octubre 1868.
  165. Reg. Gen. 241 A 3 a, 23. Fecha: 12 diciembre 1868.
  166. Reg. Gen. 245 b 1, 45. Fecha: 24 de diciembre de 1878.
  167. Reg.Gen. 241 B 13, 57. Sin fecha, 1869.
  168. Reg. Prov. 11 B, 201. Fecha: 30 octubre 1876.
  169. Reg.Gen. 242 A, 125. Fecha: 21 agosto 1874.
  170. Reg. Gen. 244 e 1, 23. Fecha: 8 de agosto 1875.
  171. Reg. Gen. 244 e 1, 24. Fecha: 10 agosto 1875.
  172. Reg. Gen. 244 e 1, 21. Fecha: 23 julio 1875.
  173. Reg. Gen. 244 e 2, 3. Fecha: 27 enero 1876.
  174. Reg. Gen. 244 e 1, 15. Fecha: 13 mayo 1875.
  175. Reg. Gen. 244 e 1, 18. Fecha: junio 1875.
  176. Reg. Gen. 243 B b, 36.
  177. Reg. Gen. 244 e 1, 26. Fecha: 31 de agosto de 1875.
  178. Reg. Gen. 244 e 1, 27. Fecha: 31 agosto 1875.
  179. Reg. Gen. 244 e 2, 15. Fecha: 24 de marzo 1876.
  180. Reg. Gen. 244 e 2, 19. Fecha: 29.3.76. Tal vez no llegó a enviarla: copiamos el borrador. En todo caso expresa claramente la manera de pensar del P. Casanovas.
  181. Reg. Gen. 244 e 2, 22 y 24.
  182. El P. Nisio fue Obispo de Ariano desde el 17 de septiembre de 1875 hasta el 26 de junio de 1976. Ese día fue nombrado su sucesor, Mons. Francesco Trotta.
  183. Reg. Prov. 11 B Nº 193.
  184. Reg. Gen. 244 e 1, 41. Fecha: 25 noviembre 1875.
  185. Reg. Prov. 11 B, 194.
  186. Reg. Gen. 244 e 2, 4. Decha: 29 de enero de 1876.
  187. Reg. Gen. 244 e 1, 41.
  188. Le responde el P. General (Reg. Gen. 244 e 2, 21, 31 de marzo de 1876): En Inglaterra y en otros países del exterior, los novicios y profesos de las órdenes religiosas llevan el hábito sólo en casa, y aparecen entonces como religiosos; así que en las actuales circunstancias nuestro novicio puede asistir a la escuela municipal, e ir solo sin compañero, pero siempre con permiso de su Maestro y con la bendición del Superior. Aunque alguna vez tuviera que quitarse el hábito, por orden del Superior, no se interrumpiría su noviciado.
  189. RG 244 d 3, 137. Fecha: 3 febrero 1877.
  190. Reg. Gen. 246 b 3, 23. Fecha: 23 noviembre 1883.
  191. Reg. Gen. 244 e 3, 9. Fecha: 19 de marzo de 1877.
  192. Reg. Gen. 244 e 3, 14.
  193. Reg. Gen. 245 b 3, 4.
  194. Reg. Gen. 245 b 3, 13.
  195. Reg. Gen. 246 b 2, 1. Fecha: 3 enero 1882.
  196. Reg. Gen. 246 b 4, 12. Fecha: 30 diciembre 1884.
  197. Reg. Gen. 246 b 1, 37.
  198. Reg. Gen. 242 B d, 2. Fecha: 8 enero 1874.
  199. Reg. Gen. 246 d 2, 14.
  200. Reg.Gen. 241 A 3, 110.
  201. Se refiere, como veremos en la carta siguiente, a un prototipo de globo dirigible. Los hermanos Montgolfier ya habían volado en un globo de aire caliente en 1782. Henry Giffard fue el primero en añadir un motor a un globo, para poderlo dirigir, en 1852, creando el primer dirigible. Se hicieron notables experimentos y progresos en diversos lugares de Europa a partir de 1880, usando motores eléctricos. La época dorada de los dirigibles o zepelines fue de 1900 a 1930.
  202. Reg. Gen. 245 f 23-45. Fecha: 9 noviembre 1868.
  203. Reg.Gen. 241 A 3, 21. Fecha: 24 de noviembre de 1868.
  204. Barcos a vapor.
  205. El P. Domenico Chelini (1802-1878), escolapio de la Provincia Romana, era Catedrático de Mecánica Racional en la Sapienza Romana. Publicó 53 títulos científicos (DENES).
  206. Lo era entonces el P. Giovanni Antonelli, matemático, ingeniero y astrónomo.
  207. Reg.Gen. 241 A 3, 22.
  208. Reg. Gen. 245 f 23-71. Fecha: 23 diciembre 1868.
  209. Se trata en realidad de Pedro de Montemayor, de Medina Sidonia, que en los años 1847-1851 intentó construir una máquina voladora, tipo también globo con motor, sin lograrlo por diversas circunstancias.
  210. Reg.Gen. 241 A 3, 32.
  211. Reg. Prov. 30 B, 237. Fecha: 8 marzo, 1872.
  212. En español en el original.
  213. Reg. Gen. 246 f 23-50. Fecha: 20 noviembre 1868.
  214. Reg. Gen. 246 f 23-73. Fecha: 24 diciembre 1868.
  215. Reg. Gen. 241 A 6, 10. Fecha: 10 julio 1869.
  216. Reg.Gen. 241,a, 6, 11. Fecha: 18 noviembre 1869.
  217. Reg.Gen. 241 A 6, 2.
  218. Reg. Gen, 241 A 6, 3. Fecha: 7 diciembre 1871.
  219. Reg. Gen. 242 B g, 2. Fecha: 18 diciembre 1873.
  220. Reg. Gen. 242 B g, 1. Fecha: 8 de agosto de 1874.
  221. Reg. Gen. 244 g, 2.
  222. Idem, borrador. Fecha: 9 septiembre 1876.
  223. Reg. Gen. 244 g, 1. Fecha: 28 septiembre 1876.
  224. Reg. Gen. 247 c 1, 19. Fecha: 31 julio 1885.
  225. Reg.Gen. 241 A 5, 5. Fecha: 6 febrero 1869.
  226. Reg.Gen. 241 B 13 ,48.
  227. Reg.Gen. 241 B 13, 48. Borrador, a continuación del anterior. Fecha: 6 marzo 1869.
  228. Reg.Gen. 241 A 5,8. Fecha: 13 marzo 1869.
  229. Reg.Gen. 241 A 5, 10. Fecha: 3 mayo 1869.
  230. Reg.Gen. 241 A 5, 4. Fecha: 25 abril 1869.
  231. Reg. Prov. 27 A, 157. Fecha: 1 noviembre 1869.
  232. Reg. Gen. 243 B c, 4. Fecha: 24 enero 1870.
  233. Reg. Gen. 243 B c, 5. Fecha: 18 enero 1870.
  234. Reg. Prov. 27 A Nº 158. Fecha: 22 julio 1874.
  235. Reg. Gen, 244 f, 1.
  236. Reg. Gen, 244 f, 22. Fecha: 1876.
  237. Reg. Gen, 244 f,20. Fecha: 1 de enero 1878.
  238. Reg. Gen, 244 f, 14. Fecha: 4 enero 1878.
  239. Reg. Gen. 246 c, 2. Fecha: 29 julio 1881.
  240. Reg. Gen. 245 f, 4. Fecha: 2 de enero de 1880.
  241. Seguramente descendiente del Barón Pedro Spitalieri que fundó el colegio en 1704.
  242. Reg. Gen. 247 c 1, 23. Fecha: 17 agosto 1885.
  243. Reg. Prov. 27 A, 155. Fecha: 12 agosto 1886.
  244. Naturalmente, es distinto del religioso del mismo nombre que el P. Sapienza daba por muerto en 1869. El difunto había sido Provincial de Sicilia de 1842 a 1845; el todavía vivo había hecho su profesión solemne en Palermo en 1852.