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Su experiencia como General
Antes de emitir una apreciación global sobre el generalato del P. Casanovas, nos quedan algunos asuntos de interés que abordar.
El P. Casanovas era un hombre de profunda fe, y de confianza plena en la Providencia. Una frase que repite en varias ocasiones es: “Cuando no podemos hacer lo que queremos, hay que querer lo que podemos”. Desde el principio de su mandato expresa su actitud humilde y su confianza en Dios para salir adelante, como se ve en la carta que escribe al P. Ramón del Valle, anterior Vicario General de España, al que le unía una entrañable amistad[Notas 1]:
Las cartas de V.R. me hacen mucho bien y la última principalmente ha sido para mí una consolación. Cuando me considero lo nada que valgo, temo por mí, sin méritos ni fuerzas para el destino que ocupo, temo por la Escuela Pía confiada al saber y virtud de quien carece de ambas prendas. Pero viene su carta llena de cariños para mí, y me digo “entonces el P. Ramón aún no desconfía de que a pesar de mi indignidad la Providencia se valga tal vez de mí para hacer algún bien a nuestra amada Escuela Pía, y sus oraciones me atraerán la asistencia divina que yo no sabría merecer”. Ruegue por mí, Padre mío, ruegue por nuestro pobre Instituto, tan combatido por de dentro y por de fuera, y tan útil por no decir necesario a la Iglesia de Dios cuando por todas partes se enseña la abominación y la mentira. Parece que la generación presente está condenada por sus prevaricaciones a no volver en sí de sus delirios; trabajemos, pues, en dar a Dios una nueva generación, educando en la piedad a los niños, los cuales son la más bella, quizás la única esperanza del porvenir.
Acontecemos meditar a veces sobre las cosas de nuestro Instituto: si miro los individuos, principalmente a mí mismo, no me ocurren más que ideas tristes, creo que nos hallamos en nuestra última época, cercanos a una muerte segura y sin gloria; si miro a los niños, cuyos ángeles ven siempre al Padre celestial, espero un milagro, bien lo haga el Concilio protegiendo los cuerpos enseñantes, bien lo hagan los pueblos instintivamente llevados del interés a favor de la infancia. No será casualidad sino providencia que el Sumo Pontífice, discípulo de la Escuela Pía, tenga inmediato a su derecha al Sto. Fundador en el aula conciliar; las estatuas de los santos fundadores de las Órdenes religiosas adornan la nave mayor de la Basílica, y nuestro S. José colocado con otros tres fundadores en el brazo del crucero, preside ahora el Concilio Vaticano.
Un ejemplo de esta confianza en la Providencia, entre otros muchos que podrían presentarse, lo tenemos en su respuesta al P. Fidel Fonoll, de Cataluña, que se mostraba descontento y desanimado porque las cosas no iban como él esperaba. Le dice el P. Casanovas[Notas 2]: No sé qué filosofía es esa que parece excluir la Providencia de los acontecimientos humanos. Yo creo que un hombre tiene el deber de aspirar y de contribuir por su parte al resultado que le parece mejor; mas si a pesar de sus gestiones sobreviene lo que no desea, es un laborioso y vano empeño querer que su opinión prevalezca cuando los demás, sea por lo que fuere, no la admiten. Resígnese V. con seguir o dejar andar cuando no se le quiere seguir, y se ahorrará los disgustos y sinsabores que hacen la vida menos apacible y sosegada. Créame, P. Fidel, cuando una corriente no se puede dominar, debe franqueársela; ponerse en frente es arriesgarse a verse arrollado”.
En ocasiones el P. Calasanz Casanovas se siente amargado, agobiado por la carga del generalato, impotente para realizar su tarea, a causa de la dificultad de los tiempos. Escribe al P. Luigi Gheri[Notas 3]:
Los males de la Iglesia, las aflicciones del Santo Padre, la situación de nuestro Instituto de las Escuelas Pías y la perversa doctrina que se procura instilar en las almas de la juventud, me producen mil amarguras, y lo que es más desolador es la imposibilidad de poner remedio a tantos males. Solamente la esperanza en el Señor hace que no nos veamos confundidos, Pero no viéndome con suficientes fuerzas para dirigir el Instituto en tiempos tan difíciles, ruego a V.R. que procure se mantenga en los nuestros el espíritu de S. José, viva el celo por la instrucción religiosa de la juventud, y la abnegación y sacrificio por la conservación de la orden de las Escuelas Pías. Aumentemos las oraciones, y hagámoslas eficaces con el fervor.
Escribe al P. Zini, Provincial de Toscana, que se quejaba de que no respondía a sus cartas[Notas 4]:
Padre Zini, se ha hablado tanto de la innata bondad de V.R. que he llegado a abusar de ella, dejando sin respuesta no pocas cartas de V.R. llenas de obsequio y de sinceridad, cuando no teniendo tiempo para cumplir todas mis obligaciones he creído que el P. Zini sería el más dispuesto a disimular no mi falta de voluntad, sino la falta de tiempo y de fuerzas para cumplir mis deberes. ¿No es cierto, Padre mío, que disculpa a este pobre que, decrépito a los 56 años, se encuentra en el cargo de General en tiempos dificilísimos sin Asistentes, sin Procurador, sin Secretario, sin amanuense? Me faltan las fuerzas, pero no la voluntad. Y mi voluntad… se ha hecho impotente.
A una carta del P. José Balaguer, en la que se queja del peso de su cargo como Vicario General de España, le responde[Notas 5]:
En cuanto al segundo punto, ¿qué he de decirle yo, que he perdido la cabeza y la salud en este puesto que ocupo, contra mi voluntad desde el principio, sólo por obediencia que me entregó nuestro buen Padre Vicario General Ramón Valle para que fuese a Roma, y por mandato del Santo Padre, que no tuvo en cuenta mis observaciones; yo, que no he podido hacerme dar un sucesor a pesar de mis gestiones con la Sagrada Congregación y con el mismo Santo Padre? Mientras en mis manos todo se va arruinando y nada puedo reparar, V.P. al menos tiene el consuelo de ver que sus afanes no son ineficaces; ha aumentado el número de las casas y de los religiosos; ha conservado la disciplina regular a pesar de las dificultades internas y externas; ha mantenido y aumentado el lustre de nuestra enseñanza; el Instituto es apreciado en toda España, y no han venido a Roma, de los nuestros y de los de fuera, sino testimonios de aprecio y veneración hacia el Vicario General. Si Dios bendice sus trabajos, ¿por qué no ha de continuar V. su sacrificio? Dejemos que hable la Providencia por medio de los acontecimientos.
Esta tendencia a secularizar las Escuelas Pías que V. entrevé, ha destruido las Provincias de Italia; en las de Cerdeña y Sicilia no hay ni un grupo de los nuestros; en la de Nápoles hay dos grupos que trabajan a utilidad propia, pero consienten en llamarse Casas, y me hacen nombrar los Rectores y el Provincial; las de Liguria y Toscana se conservan como antes de la supresión, pero se hace cada día más difícil mantener la observancia, y temo por ellas; la Provincia Romana se va disolviendo, y cada vez tengo menos probabilidades de salvar algo en el presente naufragio. San José puede obtener de Dios un milagro, que yo no merezco, para que el Instituto no desaparezca del todo en San Pantaleo; en él espero y a él me encomiendo. Me auguran que dentro de pocos días el Municipio tomará estas escuelas, y el General con sus Asistentes serán acorralados en un rincón de la casa.
Esta visión un tanto pesimista sobre su actuación como General se puede leer también en una carta que escribe al P. Mauro Ricci cuando este le quiere dedicar un libro: El General de las Escuelas Pías es hoy un General suprimido, derrotado, impotente para evitar la ruina universal, y todavía más para reedificar con ella o sobre ella. “No pertenezco a esa clase de hombres por los cuales ha venido la salvación a Israel”. Déjeme el silencio de los sepulcros ahora que en torno a mí todo muere, y resérvese para sacar a la luz las gestas de un sucesor mío al que Dios conceda restaurar nuestro Instituto.[Notas 6]
El P. Casanovas era tenido por conservador. Le toca vivir unos tiempos difíciles, particularmente en Italia, pues una mentalidad liberal podría ser considerada como una oposición al Papa. Pero al mismo tiempo sabe navegar con la modernidad de los tiempos, y las conveniencias. Al P. Ricci, que sospecha que su relación con Nicolò Tommaseo, un destacado liberal italiano, pudiera molestarle, le responde[Notas 7]:
Querido P. Ricci. Los nombres liberales no me asustan, especialmente los que van unidos a personas honradas y de sentimientos católicos. En España estoy aprobado para servir a los reyes constitucionales y en la dirección de la familia de la infanta Luisa. Es cierto que nunca me ha gustado recibir un calificativo político, ni siquiera el de conservador: he servido a quien ha pedido mi servicio en relación con mi propio ministerio, y nada más. Incluso ahora, si vuelvo a España, sigo siendo predicador de Su Majestad, puesto que yo no he renunciado ni el nombramiento me ha sido retirado; y llegada la ocasión, con la misma libertad haría oír la Palabra de Dios a la Corte de Amadeo como la anunciaba a Isabel y su Corte. La misión en nombre de Dios puede llevarse a cabo siempre con respecto a cualquier persona. El señor Tommaseo me ha manifestado en una carta suya los hermosos sentimientos que tiene con respecto a los escolapios. Dios le pague tanta benevolencia. (…) También yo pensaba hasta ahora poder decir el “non ignara mortis”, después de haber sufrido en España todo el peso de la revolución, pero allí nosotros hemos conseguido no sólo salvar el Instituto, sino doblar el número de novicios y juniores, e incluso eximirlos de la leva militar, pero en Roma… (…) no se puede cumplimentar a ciertas personas, y debemos seguir la suerte de las órdenes religiosas.
Ya antes había escrito a tres exalumnos suyos, Alberto Faura, Casimiro Girona, y Antonio Ferratges elegidos diputados provinciales de Barcelona tras la Revolución de septiembre de 1868[Notas 8]:
No he podido contenerme al ver vuestros nombres inscritos en la Diputación Provincial. Hace tres meses que estoy en Italia, en Roma, y desde aquí estoy presenciando la revolución que transforma la sociedad y acaba de cambiar los destinos de mi patria. En Roma no son mal acogidas las ideas nuevas; cuando se habla de respetar a los soberanos, piensan dar autoridad a los gobernantes que han recibido el poder, cualquiera que sea la forma del gobierno. Si fuera posible separar la política de la religión, el catolicismo os contaría entre sus hijos más ilustres. La Iglesia, que no se ocupa más que de llevar consuelos al alma, no pide la protección interesada que a veces le dispensan ambiciones hipócritas; sólo pide que se la deje en paz y en libertad de ejercer su acción divina.
Pío Nono es el hombre del siglo, debiera ser la norma de los grandes bienhechores de la humanidad. Siempre tranquilo, deja marchar los acontecimientos a su destino. Personificación del catolicismo, no puede sancionar doctrinas disolventes; y si convoca un gran concilio no es para condenar las ideas nuevas que vivifican, sino para desenmascarar el error que embrutece al hombre en vez de engrandecerlo. ¿Qué era la primitiva sociedad cristiana, sino un núcleo de hombres independientes, que modificaba las demasías del poder? Se ha creído que la iglesia está agitada del espíritu de dominación: es un error. La Iglesia no quiere dominar; enseña la verdad y la justicia, y como estas son virtudes deben hallarse en todos los estados y condiciones, se ha confundido a los apóstoles de la justicia y de la verdad con los negociantes que venden sus mercancías, con los poderes reprobados que sólo piensan explotar las sociedades que debieran hacer felices.
Paz a la Iglesia, y la tendrá España; libertad para la Iglesia y los españoles serán libres; no se la persiga, y la libertad no será perseguida; no se la hostigue y la paz no será turbada. Cortes Constituyentes, pero indefinidas; legislar es constituir, y hacer que las leyes dimanen de bases fijas es desconocer que el día de mañana tendrá distintas necesidades que el día de hoy. Sólo deben sentarse como principios eternos la verdad y la justicia. Del seno de las Cortes Constituyentes indefinidas pudieran salir cinco hombres en quienes se depositase el poder supremo, cinco hombres nombrados en una sola votación, los cinco que reúnan mayor número de votos, el que tenga casi unanimidad al lado de quien tenga pocos, no debiendo votar cada diputado más que un solo hombre. Así todas las aspiraciones tendrían su representante en el poder. Las resoluciones del poder, tomadas por unanimidad; faltando esta, decida el Congreso.
Es posible que en el pesimismo que a veces le dominaba influyera su mala salud. Frecuentemente quienes le escriben se preocupan por su salud. Ya antes de ir a Italia había estado enfermo en España, pero las preocupaciones del cargo y el pasar encerrado en San Pantaleo la mayor parte del tiempo debieron acentuar su propensión a la enfermedad. En 1872 enfermó gravemente, hasta el punto de que se le administrara la extremaunción. Debió ser algún tipo de fiebres tifoideas o semejantes que en la época causaban estragos en Roma. Incluso la Sagrada Congregación de Regulares expidió un decreto nombrando al frente de la Orden mientras durara su enfermedad al P. Angelo Bellincampi[Notas 9]. El susto debió ser grande, como le escribe su hermano el P. Agustín desde España[Notas 10]:
Gracias a Dios has salido de la gravísima enfermedad, que amenazaba acabar con tu vida y cuya primera noticia nos causó hondo pesar a todos especialmente a mí, que antes de morir deseo darte un abrazo fraternal. Esta enfermedad te enseñará que no debes a tu edad manifestar en los negocios la actividad que tanto te ha honrado y distinguido hasta el presente. Tus bríos se han gastado con el excesivo trabajo que te ha abrumado siempre. Calma, calma, si no quieres sucumbir bajo el peso inmenso de la Generalidad. Los tiempos son malos, y así te conviene más descanso en medio de los sinsabores y pesadumbres, que por todos los lados te circundan en esta infortunada Roma.
Hemos visto antes cómo en el año 1877 presentó su poca salud como un motivo para hacer el viaje a Europa Central[Notas 11]. Se comprende que en este caso se trataba de un estado mental más que físico, causado en buena parte por los problemas relacionados con el gobierno, y más concretamente con las dificultades que tenía con la casa de Alatri y la Provincia Romana.
En 1881 se ve tan débil, que pide ser sustituido al frente de la Orden[Notas 12]. En 1882 viaja a Cataluña para recuperar la salud, pero incluso allí se pone aún más enfermo[Notas 13]. En 1883 dice estar sufriendo un “catarro de los bronquios”[Notas 14]. En 1878 ha sufrido una sangría para aliviarse de su enfermedad, como informa el P. Bellincampi al P. Martra[Notas 15]. En otras ocasiones se le inflama la mejilla, y tienen que llamar al médico[Notas 16]. En definitiva, su salud no fue nunca muy robusta, y al final de su vida perdió bastante vista[Notas 17]. Con todo llegó a vivir 73 años, edad más bien longeva para su época.
Cuando comenzó a sentirse ya en baja forma, y necesitado de ayuda, escribió oficialmente a su Congregación General, en marzo de 1881, para que dieran su opinión, y propusieran alguna solución. Y esta es (en parte) la respuesta oficial que recibió[Notas 18]:
Puesto que nuestro Rvmo. P. General, con una salud muy dañada, dice que no puede continuar en el desempeño de su cargo, sus Padres Asistentes y los Provinciales de las Provincias de Italia supervivientes consideran que conviene a la Orden, más que reemplazarlo, como él quisiera, darle un Coadjutor, y esto también para conservar para la Generalidad la Casa de San Pantaleo, la cual con el cambio de Superior General se perdería sin duda según las disposiciones de la conocida ley llamada de las garantías.
Teniendo en cuenta por las razones citadas y por otras quizás no menos graves que debe mantenerse en su puesto el benemérito P. General Casanovas, y al mismo tiempo contentarle desgravándole de la carga que ahora le aplasta, la natural consecuencia es que tenga cuanto antes el coadjutor, y que este pueda y deba dar curso a todos los asuntos correspondientes a la autoridad que reemplaza, en inteligencia, se entiende, con los Padres Asistentes, tal como prescriben nuestras Santas Constituciones.
Están pues, de acuerdo con que se nombre un Vicario o Coadjutor. A continuación, señalan algunos detalles en relación con el gobierno de la casa de San Pantaleo, cómo llevar a cabo la transición, administración de las cuentas, etc. Y luego le dan un consejo sobre quién puede ser el Coadjutor:
En consideración a lo anteriormente expuesto, y por otras muchas y quizás no menos graves razones, los interpelados Padres Asistentes serían de parecer, que someten, de que lo mejor sería que el Rvmo. P. General llamase a Roma, con autorización de la Santa Sede, al famosísimo P. Martra.
Este le representa ahora y dignamente en España, y como escolapio que desde hace año gobierna las provincias tal vez más florecientes de la Orden, tiene sin duda sobre los demás una mayor experiencia, y prudencia para ser el moderador y guía de todos los hijos de Calasanz.
La ciencia de gobernar no se aprende toda en los libros, y nosotros seríamos afortunados de tener al frente a un hombre larga y ampliamente experimentado, que es lo mismo que decir que ha visto muchas cosas, ha aprendido la prudencia y tiene sólidos principios; un hombre, en suma, como el P. Martra, que cumpla su deber frente a cualquier circunstancia.
Si por desventura obstáculos insuperables impidieran al respetabilísimo P. Martra venir a Roma para hacer de Superior de la Orden, en este caso los PP. Asistentes desearían que el Rvmo. P. General, junto con su Vicario, como quienes mejor conocen a quienes dependen de ellos, y se preocupan tanto como los demás y más que los demás por la prosperidad y el decoro del Instituto, propusieran ellos mismos a la Santa Sede dos o tres escolapios entre los supuestos más idóneos para desempeñar su oficio.
Puesto que el Capítulo General debe posponerse a tempo más propicios, los PP. Asistentes, y máxime el P. Perrando, insisten en la conveniencia de llamar de España al citado P. Martra, o alguien en su lugar, para sustituir al fatigado y enfermo Rvmo. P. Casanovas
Parece también de justicia distributiva que después del gobierno de tantos italianos, se mantenga aún por un tiempo en las manos de los españoles la alta dirección del Instituto, y esto se debe además por deferencia a la brillantez de aquellas Provincias, al número y al mérito de los religiosos que las componen, y que las ponen ahora por encima de las italianas y de las germanas, en todos los aspectos.
Esta especie de confirmación, además de la conveniencia señalada, redundará sin duda, en beneficio y honor de toda la Orden; mirándose en ella se levantará el ánimo de los religiosos italianos, que en estos momentos se encuentra más bien hundido por las durísimas leyes que nos han desorientado, empobrecido en personal y finanzas, y dispersado por muchos lugares.
El nuevo Superior español en Roma contribuirá no poco a aumentar las comunicaciones entre hermanos lejanos; y el relacionarse más fácilmente, más frecuentemente, incluso el intercambio de libros y de ideas con respecto a nuestro ministerio de educar e instruir, mejorará los métodos, y con ellos beneficiaremos a miles y miles de jóvenes que asisten a nuestras escuelas. Además, será útil y agradable a los hermanos de España tener en la capital del mundo católico y cerca del Sumo Jerarca uno de los suyos, y además en calidad de Superior directo.
Y por último añadiremos que la continuación del Generalato en un religioso de España estaría conforme con el pensamiento explícito del glorioso Papa Pío IX, el cual buscando precisamente unir más las Provincias Escolapias llamó de España a nuestro actual Padre General, para que presidiese desde Roma a todos los Escolapios de las diversas Provincias, queriendo de este modo atenuar, ya que no podía reparar, los deplorables efectos de la famosa Bula de Pío VII, quien en tiempo de controversias políticas entre España y Francia, que entonces prevalecía en Italia, emancipó, auque de mala gana, el gobierno de las provincias españolas del de Roma (…)
Los Padres de Roma lo tenían muy claro; quien no lo tenía claro en absoluto, como hemos visto más arriba, era precisamente el P. Martra. Algunos pensaron que, puesto que Martra rechazaba el nombramiento, el P. Casanovas quería probar con otro escolapio español, el P. Manuel Pérez, que por esas fechas había llegado a Roma. Pero el P. General desautorizó completamente esa idea, escribiendo al P. Mauro Ricci, Asistente General: No sé de dónde viene la idea de que haya venido el P. Pérez de España para ponerlo a prueba; todos tienen el derecho a inventar. Ha venido para ocuparse de las cuestiones de España ante la Santa Sede, como antes los PP. Zorrilla, Puchades y Jofre. Y no se ocupa de nada más.[Notas 19] Quien por fin sustituyó al P. Casanovas fue un italiano, el P. Mauro Ricci[Notas 20].
Durante su mandato el P. Casanovas tuvo diversas peticiones para fundar en nuevos países, comenzando por los obispos que en Roma asistieron al Concilio Vaticano II. Hemos visto que la única que atendió, indirectamente, fue la del Arzobispo de Buenos Aires, por medio del P. Cabeza. Pero le habían pedido fundaciones en Estados Unidos y California[Notas 21], en Guatemala[Notas 22], en Lima[Notas 23]. Hablamos luego de las propuestas para fundar en Marsella, Francia. Por la Vicaría General de España se intentó una fundación de Portugal, que no salió adelante[Notas 24]. La respuesta había sido siempre negativa, por falta de personal. Precisamente al amigo que le escribe D. José Sevilla, sobre la fundación en Guatemala, le dice[Notas 25]: Siempre le he dicho a V. que si se pensaba formalmente en llevar a América las Escuelas Pías, no había otro medio que abrir y mantener en Roma un Noviciado a este objeto. Actualmente no tengo medios, pero si se me proporcionasen, cualesquiera circunstancias serían incapaces de impedir la ejecución del proyecto.
No faltaban quienes le aconsejaban que fuera a fundar a Inglaterra, como su amigo y ex escolapio Hermenegildo Coll de Valldemia, que había fundado por su cuenta con otros escolapios emigrados de España un colegio en Cuba en 1836, y luego, tras abandonar la Orden, otro en Mataró en 1856, llamado “Colegio Valldemia”, que intentó traspasar, sin éxito, a los escolapios[Notas 26]:
En cuanto a la conservación del Instituto, que no he dejado de corazón, creo que sería de hacer reunir los más adictos, los más entusiastas, más entendidos, pero sobre todo más apostólicos, porque sin este espíritu se trabaja sobre arena, y trasladar con ellos el fuego sagrado a los Estados Unidos de América y hasta a Inglaterra, preparando el refugio de los que permanezcan fieles, a la hora del cataclismo europeo, quienes guardarían allá el paladión de la obra del inmortal Señor de Calasanz. (…) ¡Cuánto avanzaría en esta dilatación del espíritu (el escolapio) si lo trasladase a Inglaterra y a Norteamérica, los dos pueblos más cosmopolitas de la tierra! De ahí podrían seguirse muchas fundaciones en diferentes países del globo (…) Una idea que también se le había ocurrido al P. Martra, como expresa al P. General[Notas 27]: Lo presente de España no es nada halagüeño; y es muy posible que así como hasta ahora ha sido la España el mejor puerto para las Escuelas Pías, debamos en lo sucesivo buscar refugio en otra parte. Así entre otros proyectos, menudos si se quiere, concebí el de fundar en Inglaterra.
Un acontecimiento importante al comienzo del generalato del P. Casanovas fue a su asistencia al Concilio Vaticano I. Él, como otros muchos religiosos, esperaban que el Concilio dijera algo sobre la vida religiosa, pero las circunstancias políticas lo abreviaron, y el tema no se tocó. Al P. Ramón del Valle, que le escribe[Notas 28] deseando Que el Espíritu Santo descienda de lleno sobre todos los miembros del Concilio, para que su voz, que será la voz de Dios, el santo eco de la verdad, resuene, se oiga y se acate en todo el orbe en medio de la confusa infernal gritería de la mentira, y cese tanto vértigo mental, tanta aberración y delirio, le responde el 13 de enero de 1870[Notas 29]:
Acontecemos meditar a veces sobre las cosas de nuestro Instituto: si miro los individuos, principalmente a mí mismo, no me ocurren más que ideas tristes, creo que nos hallamos en nuestra última época, cercanos a una muerte segura y sin gloria; si miro a los niños, cuyos ángeles ven siempre al Padre celestial, espero un milagro, bien lo haga el Concilio protegiendo los cuerpos enseñantes, bien lo hagan los pueblos instintivamente llevados del interés a favor de la infancia. No será casualidad sino providencia que el Sumo Pontífice, discípulo de la Escuela Pía, tenga inmediato a su derecha al Sto. Fundador en el aula conciliar; las estatuas de los santos fundadores de las Órdenes religiosas adornan la nave mayor de la Basílica, y nuestro S. José colocado con otros tres fundadores en el brazo del crucero, preside ahora el Concilio Vaticano. El Concilio procede por ahora con lentitud: un solo decreto se ha presentado, relativo a la fe, han hablado cuantos han querido, y no han sido pocos; mientras tanto los Obispos se van conociéndose comunican sus ideas, se unifican sus aspiraciones y se prevé que las decisiones se formularán con presteza y por unanimidad.
El P. José Draper responde a una carta suya[Notas 30]:
Me dice V. en su última que se halla constituido Padre de un Concilio Ecuménico con asombro de sí mismo. Tiene V. razón para asombrarse: y a mí me parece que ha de haber un no sé qué providencial en las dos coincidencias siguientes. 1ª, es elegido General Romano el P. Calasanz, que no ha sido Rector, ni Provincial, ni Vicario General, y eso por un modo tan extraño que no podría entrar en cálculo humano. 2ª, en el primer Concilio Ecuménico que se celebra desde el establecimiento del Instituto asiste el General de las Escuelas Pías (elegido ut supra) y es el primer General que lleva el nombre del Sto. Fundador. En la coincidencia de estos dos datos es la que me parece hay el quid providencial que yo no acierto, pero el tiempo se encargará de descifrar si es fundada mi observación.
Digamos una palabra de las relaciones del P. General con otras congregaciones de la que hoy llamamos “Familia Calasancia”.
Sta. Paula Montal, fundadora de Las Madres Escolapias, conto desde el principio con el apoyo de dos escolapios catalanes, los PP. Jacinto Feliu y Agustín Casanovas, hermano del P. Calasanz. Cuando el P. Feliu fue nombrado Comisario General de las Escuelas Pías de España en 1845, y tuvo que partir a Madrid, dejó como asesor de las religiosas al P. Agustín, que las acompañó hasta 1857 como Director General. Ese año el Obispo de Barcelona exoneró del cargo al P. Agustín, decidiendo que en las diócesis en que estuvieran presentes (Barcelona y Gerona a la sazón) fuera su director un sacerdote diocesano nombrado ad hoc. Las escolapias se fueron extendiendo, y prepararon las Constituciones que les pedía la Santa Sede. Cuando el P. Casanovas fue elegido General, M. Felicia Clavell, la Superiora General, le escribe pidiéndole que les haga el papel de “un buen padre” en Roma, y les ayude a conseguir la aprobación de las Constituciones[Notas 31]. También el sacerdote Tomás Sibilla, director diocesano, le ruega que entregue “con su poderosa recomendación” en la secretaría de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares las constituciones, que le envía traducidas al latín[Notas 32]. Sin duda el P. Calasanz haría lo posible por conseguir la deseada aprobación, que se consiguió “ad experimentum” en 1870. Con algunos cambios, con respecto a lo que ellas habían presentado. Escribía Madre Felicia al P. Calasanz[Notas 33]:
Se me ha avisado con reserva de que esa Sagrada Congregación de Obispos y Regulares ha remitido nuestras santas Reglas al Sr. Obispo de Gerona, para que cambie de todas sus cláusulas donde dice “Director General” diga “Superiora General”, cosa que a mí repugna, porque conozco que una mujer no es suficiente para el gobierno de una Congregación, y dicho Señor ha comisionado para ello a nuestro P. Director. Yo como nada he sabido por parte de los referidos Sres., no me atrevo a hacerles la más mínima pregunta sobre el particular; y de otra parte deseosa de saber lo que hay de verdad, he pensado recurrir al bondadoso corazón de tan buen P. y protector, para que V.P. se digne enterarse con reserva lo que hay sobre ello para mi gobierno. Siempre me ha parecido, Rvmo. Padre, que Dios no gusta de algunos cambios que se han hecho en nuestras Constituciones, y por eso permite tantos estorbos. Dios y su Stma. Madre se dignen bendecirnos, para que en todo se haga la divina voluntad (…)
A lo que el P. Calasanz le responde[Notas 34]:
No he podido adquirir noticias ciertas y claras sobre lo que V. me pregunta. Parece que efectivamente se trata de suprimir el cargo de Director General, uniendo sus atribuciones a la Madre Superiora General, lo que provendrá tal vez de la dificultad de hallar un Director que sea aceptable a los varios Sres. Obispos que tienen colegios en sus diócesis. Si esto se verifica, alabemos a Dios y no dudemos que esta es su voluntad para el bien de las Escolapias Hijas de María. No hallará V. nuevas dificultades para gobernar, antes será su acción más expedita, pues será lo natural que cada Obispo elija un sacerdote de su diócesis que se entienda con V. o con la religiosa que V. designe, y V., aconsejándose de persona que la pueda dirigir, contestará al sacerdote o religiosa por V. designada lo que le pareciere en el Señor, y todo andará bien con la bendición de Dios.
Una vez aprobadas provisionalmente las Constituciones, descubren que hay algunas deficiencias o errores[Notas 35]: no se habla del voto de enseñanza; no se nombró Madre Provincial en el último Capítulo General; las Constituciones no señalan las atribuciones de la Madre Provincial. Y le piden que pida en la Sagrada Congregación un remedio para estas cuestiones.
En 1871 fue elegida Superiora General Madre Francisca de Domingo. También ella recurre al P. General para que le aconseje y ayude. En una ocasión le somete un asunto que para nosotros religiosos puede parecernos irrelevante, pero que en aquellos momentos tenía una gran importancia para nuestras hermanas, hasta casi provocar un cisma entre las escolapias[Notas 36]:
Después de tanto tiempo como he estado sin escribir a V.P. ha de permitirme que le canse unos momentos para un asunto de esta Congregación de Escolapias de España, que en sí no vale un pito, pero que tal como está en el día de hoy tiene importancia grandísima. Es el asunto de las guarniciones de que ya V.P. tiene conocimiento. La mayor parte de nuestros colegios la llevan planchada lisa, después que viendo yo los inconvenientes de llevarla acanalada, y sobre todo el mucho tiempo que se perdía lastimosamente en acanalarlas, ordené que así se llevaran, y sólo cinco entre quince colegios se han resistido al modesto cambio. Digo mal se han resistido; no son los colegios, es la intrusión de M. Carmen, Consultora General y Superiora del colegio de Barcelona, que, auxiliada por un canónigo de esa ciudad, que se titula Visitador, y por un familiar del Sr. Obispo de Gerona, ha llevado la perturbación y la desobediencia a los colegios de Barcelona, Masnou, Arenys, Gerona y Figueras. ¡Cosa notable! ¡Protestan el que nuestras Constituciones prescriben llevarlas acanaladas, y permiten buenamente que en estos colegios la lleven lisa las Operarias! (…) Pero es el caso que la M. Carmen, firme en sus trece y dando a la cosa proporciones que no debía tener, en unión de M. Gonzaga, Consultora General, y de la viejecita M. Paula (que la lleva lisa) acudió con fecha 27 de julio próximo pasado al Sr. Nuncio de Madrid en queja, no de la modificación, sino (¿qué sé yo?) de que no se hizo como supone debía hacerse (…)
Pero , en fin, así están hoy las cosas; y hoy mi autoridad, la paz de la Congregación, el contento de la mayoría, depende de la resolución, que recomiendo a su celo y buena voluntad (…) Actualmente somos 171 religiosas que llevamos la guarnición lisa, y sólo 50 que llevan acanaladas, y es lástima y gran lástima que una medida que creí debía contentar a todo el mundo, y a la que en un principio ninguna de las cuatro Consultoras Generales ni aun la M. Carmen hicieron oposición, haya provocado tanto conflicto. (…) Dispénseme V.P. en estorbarle con mi escrito, pues no dudo conocerá V. Rvma. en el conflicto que me hallo, y que sólo V.P. me puede sacar de él. (…)
En la misma carta, el P. Agustín Casanovas añade:
Como indica más modestia y religiosidad llevar la gorra lisa y no acanalada, parece preferible la disposición de la Madre Francisca de que sus súbditas todas de la Congregación lleven la gorra simplemente planchada a pesar de lo que se lee en las Reglas, medida que al principio podía convenir, pero que ahora solamente es vanidad. Este es el parecer de tu hermano que te quiere.
La intervención del P. Calasanz debió ser eficaz, pues poco más tarde le escribe M. Francisca[Notas 37]:
Me apresuro a noticiar a V.P. que el 27 de diciembre último recibí un Decreto del Sr. Nuncio (autorizándole especialmente su Santidad) en el que mandaba se regularizase en todas las hermanas la guarnición lisa en la gorra, lo que luego lo puse en conocimiento de las Madres Sup. Locales, quienes obedecieron al momento, las que se resistían. Gracias a Dios, a la Purísima Virgen y a nuestro Santo Patriarca que ya vamos todas iguales, y todo sea para gloria del Señor y para nuestra santificación. El día de Navidad vino a esta su casa su hermano el Rvdo. P. Agustín, nuestro Fundador, celebró las tres misas y nos dio a todas la Sagrada Comunión. ¡Es increíble la alegría que todas tuvimos al ver y hablar con nuestro amado Padre, después de 16 años de vernos privadas de sus santos y sabios consejos! Ojalá se digne continuar sus visitas como nos lo prometió, pues ahora más que nunca necesitamos sus instrucciones.
Pero había otro asunto de mayor importancia para el cual las Escolapias pedían también ayuda al P. General: la aprobación definitiva de sus Constituciones, que se iba retrasando. Así le escribía M. Francisca[Notas 38]:
Esta tiene por objeto felicitar a V.P. las Pascuas (…) No sé cuántas cartas he escrito a V.R., sin tener el consuelo de ver letra suya. (…) nos parece que si V.P. no toma parte activa en la aprobación de nuestras Reglas, será cosa larga y tal vez interminable. Cuando estuvo aquí Monseñor Bianchi el mes de agosto último, le entregué la copia de las dos relaciones, que envié a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, en 1873 y 1876; unas Reglas; el libro de Preces, y otros papeles que explican todo lo que venimos practicando con uniformidad en todas nuestras casas desde el año 1846, que nos lo ordenó nuestro primer Director General el R.P. Agustín Casanovas (…)
Monseñor Bianchi me prometió se vería con V.P., y los dos trabajarían con empeño para la conclusión de esta obra tan santa y agradable al Señor (…) ¡Quién sabe si el Señor le tiene destinado para acabar la obra que su Rvdo. Hermano empezó! (…)
También su hermano Agustín le pedía que echara una mano[Notas 39]:
Mi querido hermano, es de todo punto indispensable poner término favorable a las justas pretensiones de las Religiosas Escolapias de España. Las promesas muchas del Sr. Bianchi al salir de Madrid para Roma, nunca creí que las pudiera cumplir solo, come se esforzaba en hacérnoslo creer. Sus palabras muy afectuosas, muy repletas de miel no pasarán a ser un hecho si no pones tú también la mano en este negocio vital para la Congregación de dichas Hermanas. ¡Tanto tiempo que esperan estas del Monseñor Italiano una carta de consuelo, y esta no llega nunca! No sería extraño que un negocio tan eficazmente recomendado yaciera arrinconado en los estantes de su escritorio sin haber pensado más en él o al menos con mucha indiferencia.
Te suplico pues que hagas un esfuerzo para que te dé una solución plausible a las justas pretensiones, que para mayor firmeza de las Reglas de la Congregación de Escolapias está tanto tiempo ha gestionado la Superiora Gl. Madre Francisca de Domingo en la Capital del mundo cristiano, y que parece están durmiendo en esas oficinas o en el poco valimiento de Monseñor.
Me parece que no habré de tomar más la pluma para molestarte en que se active, come te lo suplico, la conclusión de una obra, que sin duda es del agrado de Dios Nuestro Señor.
Sin embargo, el P. Casanovas en esta ocasión no pudo acelerar mucho las cosas, aunque tuvo la satisfacción de ver las Constituciones de las Escolapias aprobadas definitivamente el 7 de enero de 1887.
También en tiempo del P. Calasanz Casanovas hubo algunos contactos con el canónigo francés Joseph Marie Timon David. Leemos en las Actas de la Congregación General[Notas 40]:
El sacerdote J. Timon David, profesor de escuelas en Marsella para la clase de niños que también trabajan, ha escrito al Rvmo. P. General proponiéndole una casi unión con las Escuelas Pías. Leído el escrito, se aprobó totalmente la decisión del Rvmo. P. General, a saber: proponer al citado sacerdote que si quiere podría enviar dos o más jóvenes a su costa a nuestro noviciado de Roma, los cuales cuando vivieran a Marsella podrían vivir según las Constituciones de nuestra Orden, y tras profesar se atendrían estrictamente a ellas. Se envió también copia de nuestras Constituciones al citado sacerdote.
Sabemos que luego Timon David vino a Roma, escribió una magnífica vida de S. José de Calasanz en francés, inspirándose en la escrita por el P. Talenti, y luego mantuvo correspondencia con varios escolapios que había conocido aquí[Notas 41].
El P. Martra escribe al P. Jofre, que se encuentra en Roma, hablándole de una fundación en Marsella. Tl vez se trate de Timon David, tal vez sea otro intento diferente. Le decía lo siguiente[Notas 42]:
Me habló el P. General tiempo atrás de un cura de Marsella que quería y preparaba en Francia una fundación de nuestro Instituto: no me acuerdo qué cosa me decía, qué inconvenientes veía, etc. etc., pero el cura persiste según tengo entendido, y escribe artículos o libros sobre nosotros manifestando la ventaja que de nuestra fundación reportarían los franceses. Y como actualmente hay en Francia nuestros Aragoneses fugitivos de España [juniores huidos porque no querían hacer la mili] ordenados ya de presbíteros, que se dedican a la enseñanza y me suplican se les aprueben los años como de ejercicio de la Corporación, yo creo que tal vez la ocasión oportuna, si no providencial, para realizar los deseos del piadoso cura, y los nuestros que por humildes y pobres que sean, grandes son y levantados si aspiran a la mayor gloria de Dios nuestro Señor. V.R. hable al P. General, póngame en contacto, si es posible, con ese cura para que, si Dios quiere, podamos en el curso próximo venidero poner mano a la obra. La ocasión es oportuna.
El P. Jofre, vuelto a España, informa al P. General de su visita al cura citado en la carta anterior, que, salvo error al escribir su nombre, no es Timón David. Dice lo siguiente[Notas 43]:
En Marsella fui a ver al Abbé Mr. Caire, rue Turenne n, 13, que quiso en otro tiempo fundar el Instituto en aquella ciudad. Al oír mi explicación lloró de consuelo y de sentimiento, me contó toda la historia de su pretensión y de sus diligencias, me enseñó una lámina o cuadro que representa una procesión con todos sus discípulos en la que llevaban en andas una imagen o estatua de S. José Calasanz, y no cesaba de repetir: “¡S. José de Calasanz, S. José de Calasanz!” Actualmente estaba medio comprometido con los Hnos. de las Escuelas Cristianas, últimamente arrojados de las escuelas parroquiales. Sin embargo, me instó mucho para que tanteáramos la fundación, asegurándome que abundaban los elementos para su establecimiento y prosperidad.
Pero ninguno de estos contactos produjo frutos concretos; Timon David fundó su propia congregación en Marsella, y las fundaciones en Francia tuvieron que esperar algunas décadas.
Notas
- ↑ Arch. Gen., Reg. Gen. 242 B k, 14. Borrador respuesta a una carta del 20 de diciembre de 1869.
- ↑ Reg. Gen, 243 A c, 223. Fecha: 7 junio 1869.
- ↑ Reg. Gen. 242 B a 19. Finales diciembre 1871.
- ↑ Reg.Gen. 241 B 13, 78. Sin fecha: 1872?
- ↑ Reg. Gen. 242 B j, 54. Respuesta (borrador) a una carta de fecha 9 octubre 1874.
- ↑ Reg. Gen. 249 l 4, 12. 10 junio 1879.
- ↑ Reg. Gen. 242 B b, 134. Fecha:
- ↑ Reg. Gen. 246 f, 23-17. Sin Fecha (octubre 1868)
- ↑ Reg.Gen.18, p. 139. Fecha: 14 octubre 1872. “Se nos comunicó que mientras dure la enfermedad del Rvmo. P. General Casanovas, la S. Congregación de Obispos y Regulares por orden de Su Santidad había enviado el siguiente despacho: El Santo Padre, acogiendo la súplica presentada por V.P. se ha dignado benignamente designar al P. Angelo Maria Bellincampi, único Asistente actualmente presente en Roma, para que asuma interinamente el gobierno de la Congregación de las Escuelas Pías hasta que Usted se restablezca de su presente enfermedad y considere que está en condiciones de volver a hacerse cargo del supremo gobierno de la misma”.
- ↑ Reg.Gen. 241 A 8, 22. Fecha: 5 noviembre 1872.
- ↑ Reg.Gen. 36, pág. 9. Fecha: 13 mayo 1877.
- ↑ Reg.Gen.24 B, 11-12. Fecha: 25 abril 1881.
- ↑ Reg. Gen. 245 a, 52. Fecha: 3 agosto 1882. El P. Martra es cribe al P. Bellincampi: Por la carta al P. Asistente Manuel Pérez supo V.R. la feliz llegada de nuestro Rvmo. P. General a Barcelona; con todo no nos hagamos muchas ilusiones: el P. General está muy desmejorado. El 3 de octubre del mismo año escribe el P. Martra, también al P. Bellincampi (Reg. Gen. 246 f 2, 257): Se le ha abierto de nuevo al Rvmo. P. General la antigua fístula que tenía en el ano antes de venir a Roma. Ha estado un poco grave, pero ahora, gracias a Dios, va bien. A pesar de ello no podrá volver cuando deseaba, y haría falta que V.P. Rvma., cuando pueda, le obtuviera una prórroga para estar fuera más de tres meses.
- ↑ Reg. Gen. 246 f 3, 47. Fecha: 17 octubre 1883.
- ↑ Reg.Gen. 241 B 13, 141. Fecha: 21 abril 1878. Dice el P. Bellincampi: La salud del Rvmo. P. General Casanovas es buena, y va mejorando. La sangría de la que él mismo le escribió en la post data de una carta mía fue necesaria a causa de un malestar que desde el año 1874 se le reproduce en la primavera y el otoño. Le vendría bien salir alguna vez de Roma, y yo le he aconsejado y le insisto para que vaya a Nápoles, donde el aire del mar le dará fuerzas. Sería su compañero de viaje el P. Jofre, pues es cosa normal que cuando el Rvmo. P. General sale de Roma yo me quedo en San Pantaleo.
- ↑ Reg. Gen.20, pág. 29. Fecha: 24 abril 1878. Reg.Gen.20, pág. 30. Fecha: 20 junio 1878.
- ↑ Reg. Gen. 241 B 12 b, 28. Fecha: 17 diciembre 1887. Reg. Gen. 241 B 12 b, 35. Fecha: 12 abril 1888.
- ↑ Reg. Gen. 24 B 11 – 12. Fecha: 25 abril 1881.
- ↑ Reg. Gen 249 l 4, 31. 20 marzo 1883.
- ↑ Documento de renuncia y de nombramiento del Vicario General (Reg. Gen. 2, 378. Fecha: 2 agosto 1884): Santo Padre. José Calasanz Casanovas, Prepósito General de la Orden de las Escuelas Pías, sintiéndose incapaz de desempeñar su cargo por causa de enfermedad, abdica de su cargo, y entrega todas sus facultades a la Congregación General. En este caso, según nuestras Reglas, hasta una nueva elección de General, el primero de sus Asistentes será nombrado Vicario General, el cual puede ceder su lugar a otro Asistente con el voto de los demás Asistentes. Pero como el primer Asistente es el Rvmo. P. Giovanni Batista Perrando, ex General, octogenario, y el segundo Asistente es el Rvmo. P. Prospero Passera, Rector de la casa y de la iglesia de S. Pantaleo, también mayor, creen que deben renunciar al cargo de Vicario General, queda el tercer Asistente, el Rvmo. P. Mauro Ricci, a quien le corresponde tal cargo. Según las mismas Reglas tiene también la facultad de elegir según su beneplácito el Procurador General. Por lo tanto, si a Vuestra Santidad le parece bien, podría nombrar al Rvmo. P. Mauro Ricci para el cargo de Coadjutor o Vicario General. DECRETO Su Santidad el Papa León XIII, en audiencia celebrada conmigo, el infrascrito Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares el 27 de julio de 1884, escuchando benignamente la petición del P. José Calasanz Casanovas de S. Francisco, aceptó y confirmó su renuncia al cargo de Prepósito General de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de las Escuelas Pías, con la condición sin embargo de que conserve el simple título de Prepósito General y que siga viviendo en la casa general. Además nombró, diputó y constituyó el Vicario General de la Orden citada hasta la celebración del Capítulo General que se tendrá el próximo año 1885, y a tenor del presente decreto se diputa, se nombra y se constituye al religioso P. Mauro Ricci, hasta ahora tercer Asistente General de la Orden, con todas las facultades y derechos del Prepósito General, mandando a todos los alumnos y profesores de la misma de cualquier grado y preeminencia, en virtud de Santa Obediencia, que reconozcan al citado P. Mauro Ricci como Vicario General de toda la Orden, y todos le presten la debida reverencia y obsequio. Sin que obsten las Constituciones de la Orden y otras cualesquiera. En Roma, Secretaría de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, 2 de agosto de 1884. J. Cardenal Ferrieri, Prefecto.
- ↑ Reg. Gen. 18, pág. 71. Fecha 5 diciembre 1869. Se conformaban con dos o tres para comenzar un noviciado.
- ↑ Reg. Gen. 57 B 58 e, 12. Fecha: 13 julio 1870. Reg. Gen. 241 A 8, 16. Fecha: 25 febrero 1870. Reg. Gen. 241 a 8, 16. Fecha: 25 febrero 1870. Según el P. Balaguer, la Provincia de Aragón se haría cargo de esta fundación: Reg. Gen. 242 B j, 20 (2 septiembre 1870). Reg. Gen. 242 B j, 22 (23 octubre 1870).
- ↑ Reg. Gen. 241 B 11 a, 49. Fecha: 17 noviembre 1870.
- ↑ Reg. Gen, 243 A 77. Fecha: 3 septiembre 1878.
- ↑ Reg. Gen. 241 B 13, 103. Fecha: 5 marzo 1871.
- ↑ Reg. Gen. 243 A c, 212. Fecha: 1 junio 1974.
- ↑ Reg. Gen. 243 A d, 19. Fecha: 24 agosto 1875.
- ↑ Reg. Gen. 242 B k, 14. Fecha: 20 diciembre 1869.
- ↑ Ibidem, borrador al dorso.
- ↑ Reg. Gen. 243 A b, 103. Fecha: 28 junio 1870.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 1, 24. Fecha: 9 octubre 1868.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 1, 17. Fecha: 20 octubre 1868.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 1, 18. Fecha: 19 noviembre 1869.
- ↑ Ibidem, borrador al dorso.
- ↑ Reg. Gen. 241 B 13, 28. Sin fecha.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 2, 1. Fecha: 30 noviembre 1875.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 2, 2. Fecha: 24 enero 1876.
- ↑ Reg. Gen. 242 B l 2, 5. Pascua de Resurrección 1878.
- ↑ Reg.Gen. 241 A 8, 43. Sin fecha.
- ↑ Reg.Gen.18, pág. 11. Fecha: 3 diciembre 1868.
- ↑ Cf. VILÁ PALÁ Claudio, SAUVAGNAC R., “Cartas de algunos escolapios a Timón David”, en Archivum Scholarum Piarum XII (1988) 23, 233-324. El 15 de octubre de 1875 hay una segunda carta de Timón David solicitando la agregación; desde este momento la relación es más continuada. En octubre de 1881 encuentra en Roma, a donde había acudido a predicar dos retiros, la Vida de Talenti, que recibe de regalo con otras reliquias del Santo para la casa de La Viste; celebró en varias ocasiones la misa en la habitación-capilla de San José de Calasanz; visitó el colegio Nazareno y regaló una casulla para honrar al Santo. De mayo de 1882 a junio de 1883 escribe la Vida de San José de Calasanz que publica en diciembre. El 22 de octubre de 1884 Leonetti, rector del Nazareno, le escribe agradeciéndole el primer volumen de la Vida de Calasanz, que había escrito, y deseándole llegue a Provincial de las Escuelas Pías; desde ese momento y hasta 1886 la correspondencia entre ambos es abundante, pues el aprecio es mutuo; se conocen personalmente en Roma en febrero de 1884 y de tal conocimiento brota nuevamente el proyecto de hacer a Timón David Provincial de la Orden. (DENES)
- ↑ Reg. Prov. 63 A, 247. Fecha: 14 enero 1877.
- ↑ Reg. Gen. 243 A 2, 89. Fecha: 4 junio 1878.