Diferencia entre revisiones de «General29/Valoración conclusiva»
(Página creada con «{{Navegar índice|libro=General29|anterior=Su experiencia como General }} =Valoración conclusiva= Al P. Calasanz Casanovas le tocó asumir el gobierno de la Orden en uno...») |
(Sin diferencias)
|
Última revisión de 16:31 24 ene 2020
Valoración conclusiva
Al P. Calasanz Casanovas le tocó asumir el gobierno de la Orden en unos tiempos particularmente agitados. Era, además, el primer escolapio español que ejercía un cargo en Roma desde hacía casi un siglo. Al salir de su país dejó unas provincias que, a pesar de los sobresaltos sufridos durante el siglo XIX, habían salido adelante y se estaban consolidando, para encontrar otras provincias aún sacudidas por la reciente supresión de las Órdenes Religiosas en Italia, y que necesitaban ser salvadas y consolidadas. Y otras provincias, más allá de los Alpes, de las que no sabía gran cosa, pero que tenía intención de conocer y de acercar, en lo posible, al resto de la Orden.
Tuvo, pues, que adaptarse a una cultura y a una lengua nuevas, mientras respondía a las mil urgencias que de un lado y otro surgían. El Papa Pío IX le había llamado para guiar a las diversas ramas de las Escuelas Pías hacia la unidad, una unidad que sólo se conseguiría años más tarde, por medio del P. General Alfonso Mistrangelo. Pero el P. Casanovas preparó, sin duda, el camino. Era el primer General (después del P. G. F. Foci, en 1695-96) que visitaba las Provincias Ultramontanas (el P. Groll, nativo de aquellas tierras, no visitó Polonia). Mantuvo además una activa correspondencia con muchos religiosos de todas las provincias, facilitando de este modo un mayor conocimiento mutuo y una aproximación hacia el objetivo de la unidad.
El P. Casanovas tenía un gran don de gentes: se hacía querer de todos, por su amabilidad, su comprensión, su proximidad, su servicialidad. Al mismo tiempo ponía los puntos sobre las íes cuando era necesario: no se apartaba nunca de las Constituciones de la Orden y de la disciplina de la Iglesia, aunque ello pudiera ocasionar algún descontento. A distancia animaba a todos, especialmente a los Provinciales y Rectores que le comunicaban su desánimo o su impotencia. Era algo con lo que él mismo tenía que luchar, aun a costa de su propia salud. Y parece que sus palabras comunicaban esperanza, y ganas de seguir luchando. Se percibe en el caso de algunas provincias que, de no haber sido por él, tal vez, se habrían desmoronado. Con todo, tal vez debía haber visitado alguna vez las provincias que estaban sufriendo particulares dificultades: Cerdeña, Sicilia, Nápoles, cosa que si no hizo tal vez fue por un exceso de prudencia.
Un empeño muy particular suyo fue salvar la casa de San Pantaleo para la Orden (cosa que los Generales de otras Órdenes religiosas no lograron en Roma). Se defendió utilizando todos los recursos a su alcance (sin traicionar, sin embargo, las normas dadas por la Santa Sede). Y podemos decir que lo consiguió, pues finalmente sólo una pequeña parte de la misma fue ocupada por el Gobierno, y los escolapios siguieron utilizando el resto del edificio, aunque fuese como huéspedes. A este logro consagró el resto de su vida y su muerte: anciano y enfermo, libre de la carga del generalato, en lugar de volver a su tierra prefirió quedarse hasta el final en San Pantaleo, para ver si su sacrificio era útil a las Escuelas Pías.
Durante su gobierno no pudo dedicarse a los grandes temas típicos de la Orden, como la educación de las escuelas o la formación de los candidatos, porque había que salir del paso como se pudiera: era un tiempo de supervivencia. Tanto en Italia como en España cada colegio debía vérselas con su respectivo municipio; en las provincias austriacas tenían que vérselas con el Emperador, lo cual era peor. El dinero era escaso, y por primera vez, en Italia y España, algunos colegios comienzan a cobrar a los alumnos para poder subsistir, algo que estaba prohibido por las Constituciones, pero que la Santa Sede permitió, antes que cerrar los colegios. En su tiempo se dio un impulso definitivo al proceso para la beatificación del Venerable Pompilio M. Pirrotti, aunque aún hubo que esperar años hasta la conclusión del mismo.
Un proceso importante que comenzó en su tiempo fue el de la expansión definitiva de las Escuelas Pías en América del Sur. Cierto que no fue una decisión tomada por la Orden, sino más el resultado de una iniciativa personal, pero el objetivo de erigir las Escuelas Pías en Argentina se logró. De este modo se estaban poniendo las bases para una Orden de carácter más universal.