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Retirada de Pompei

Al hablar del P. General Ricci presentamos ampliamente el tema del Hospicio para los hijos de los encarcelados en el que tantas ilusiones habían puesto los escolapios durante años, en especial el P. Giovanni Gualberto Giannini, de Toscana, que durante muchos años fue el superior de la casa. Desde el comienzo de su mandato, transmite al P. Sánchez sus inquietudes. Le pide que intervenga, que hable con el Papa, para poder seguir allí[Notas 1]:

Ser echados de Valle de Pompei, no por el gobierno, sino por la Santa Sede, sería un desastre y una deshonra para toda la Orden. Sé que el Papa nos quiere bien, y ciertamente no tiene esta intención. Pero las insidias del diablo son terribles. Hasta que no se arregle lo de esta casa, vivo en la angustia y en la desolación. Por ello le ruego que haga los cambios que estime oportunos, sin miramientos.

Piden al P. Gandolfi, un buen conocedor de la situación, que elabore una propuesta para someterla al Papa, de modo que los escolapios puedan seguir allí. Y el P. Gandolfi cumple su encargo[Notas 2]. Se hacen algunos cambios, como había propuesto el P. Giannini, pero no hay nada que hacer. Bartolo Longo no fue un hombre de palabra, y en lugar de confiar la obra a los escolapios, la entregó en manos del Sumo Pontífice, quien por medio de sus delegados fue dejando fuera a los nuestros poco a poco. Los escolapios piden un contrato que les deje autonomía, y mientras tanto no están dispuestos a poner más carne en el asador. Los delegados papales, Monseñores Sili y De Lai, ante esta actitud, se inclinan por pasar la obra a otra congregación, los Hermanos de las Escuelas Cristianas. el P. Manuel Sánchez al ser elegido General encuentra las cosas muy enrarecidas, pero cree que todavía es posible salvar aquella obra para los escolapios, y para ello está dispuesto a sacrificar a uno de los hombres más hábiles y generosos que tienen las Escuelas Pías italianas: el P. Antonio Gandolfi, de Liguria, que ya había trabajado durante varios años en Pompei y se encontraba a la sazón dirigiendo el Hospicio de los Artesanos de Florencia. Pero tampoco esta medida extrema resultó suficiente. Como lo explica el P. General al Papa, cuando ya se ha tomado la decisión de abandonar Pompei[Notas 3]:

Santo Padre. Manuel Sánchez de los Dolores, Prepósito General de las E.P., besando humildemente su santo pie, viene reverentemente a exponer cuanto este último año habrían querido hacer los escolapios para cumplir la voluntad de Nuestro Señor en l Valle de Pompei, y cómo han sido obstaculizados para cumplirlo.

Quiso la Providencia que el Com. Bartolo Longo tuviera como inspirador y autor de la obra religiosa y civil de Valle de Pompei a un escolapio, el cual fue con el beneplácito de la Santa Sede el Asistente General P. Sisto Buonaura. Llegada la hora de iniciar la obra regeneradora y educadora de los Hijos de los Encarcelados, al P. Mauro Ricci de San Mauro, entonces General, se le pidió por parte del Com. Sr. Bartolo y por el Representante de la Santa Sede que la Orden de las escuelas Pías asumiera su dirección, y por ello desde el inicio fueron envidos allí un cierto número de religiosos escolapios, entre los cuales el P. Giannini, Rector, y los Padres Gandolfi y Santangeli, ambos expertos conocedores de ese tipo de instituciones. Habla la historia del prodigioso desarrollo del Hospicio de los Hijos de los Encarcelados de Valle de Pompei, donde aquellos pobres hijos de los encarcelados reunidos encontraron Padres, Maestros, Amigos, Hermanos en los religiosos escolapios que les guiaban en la vida de la piedad y sólida educación religiosa, mientras aprendían diferentes artes y oficios, de lo cual dieron magníficas pruebas en múltiples ocasiones de gran concurso de visitantes que quedaban atónito ante tales maravillas.

La obra progresaba de año en año, cuando D. Bartolo quiso que los pobres muchachos más que a las artes y oficios se dedicaran casi exclusivamente a las humildes tareas de la tipografía y librería. No se daba cuenta el Sr Bartolo de que, manejado por los explotadores, explotando el trabajo de los pobres muchachos, les acarreaba un grave daño para su porvenir. Pero se dieron cuenta de ello los religiosos escolapios, que presentaron sus justas quejas, que no fueron escuchadas. Y la lucha llegó a tal punto que el valentísimo Director P. Gandolfi, y otros valientes escolapios presentaron su dimisión antes que ser espectadores de tanto abuso, y faltó poco para que Mñr. Mistrangelo, entonces General de la Orden, no hiciese retirar a todos los demás escolapios, y si ello no ocurrió fue gracias a la intervención de P. Leonardi, f.m. Pero la obra educativa se resintió mucho cuando, hecha la cesión total de la obra pompeyana por D. Bartolo a la Santa Sede, intervino V.S., quien, nombrando con un documento público a Mñr. Sili Delegado Apostólico, confirmaba a los escolapios en la dirección del Hospicio. Nos disponíamos a escribir una carta de agradecimiento a V.S. cuando, apenas un mes de la confirmación, sin comunicarnos nada, Mñr. De Lai impuso a uno de los Superiores de los Carísimos que partiera inmediatamente a Valle de Pompei a tomar posesión de aquel Hospicio, porque era la intención de V.S., según decía él, que no fueran los Escolapios, sino los Carísimos los que lo dirigieran. Recordará V.S. cómo el P. Vicario Cianfrocca y el P. Procurador General Homs fueron inmediatamente a los pies de V.S. para evitar una sustitución tan humillante, que hubiera hecho culpable que quién sabe de qué delitos a la Orden de las Escuelas Pías rente a mundo. Y ellos recuerdan con cuanta caridad y benevolencia paterna V.S. se dignó confortarlos, asegurándoles que V.S. no intentaba quitares la dirección a los escolapios, sino proveer a la mejora de la dirección educativa, renovando y ampliando la escuela de artes y oficios con otra escuela agrícola, y que para ello nos pusiéramos de acuerdo con Mñr. Sili y Mñr. De Lai. Y con estos Monseñores pronto nos pusimos de acuerdo para que, llamando al P. Gandolfi, este concretase por escrito las ideas para la renovación de las artes y oficios y la escuela agrícola, y presentase el proyecto. El proyecto fue inmediatamente hecho y presentado, diciendo al P. Gandolfi que volviera a Florencia, donde residía y reside, y esperara hasta que fuera llamado para ponerlo en ejecución, después que la Congregación de Cardenales y los Sres. Delegados lo hubieran examinado y aprobado.

Santo Padre, El P. Gandolfi estaba ya dispuesto con el nuevo personal para ir a aquel Instituto, pero esperó todo el año pasado y no recibió ninguna llamada. En Pompei, a donde fui el pasado mes de febrero, yo ismo vi a Mñr. Sili y le dije que, si las cosas iban tan despacio, podría pensar el Santo Padre que nosotros no tenemos en cuenta sus deseos, o que, por lo menos, somos indolentes. Mñr. Sili por toda respuesta me dijo que ya hablaríamos en Roma de cualquier reforma que hubiera de hacerse. Lo volví a ver en Roma, y me dijo que pronto se reuniría la Comisión de Cardenales y se arreglaría todo. Partí para la visita de los colegios escolapios de Toscana y de Liguria; el P. Asistente Cianfrocca y el P. Procurador Homs, por orden mía, fueron a ver a Mñr. Sili los últimos días de abril, para que les comunicase las decisiones de la Comisión de Cardenales, y Mñr. Sili les dijo estas palabras textuales: que la Congregación de Cardenales todavía no había podido reunirse, y que por ello dejaran correr las cosas de Pompei tal como iban hasta finales de este año, y que para el nuevo año escolar, es decir, el próximo mes de octubre, se reuniría la Comisión, y se nos comunicarían las reformas y nos pondríamos de acuerdo sobre lo que habría que hacer, tanto en lo referente al personal escolapio, como en lo demás.

Liberado de esta preocupación, estaba yo tranquilo con esta determinación cuando en estos días, tanto por Mñr. Sili como por Mñr. De Lai me entero de que se nos tacha de indolentes y de descuidados en el seguir las órdenes que nos dio V.S. hace un año para mejorar Pompei. Dejo imaginar a V.S. la desagradable impresión ante una contradicción tan evidente y tan humillante, mientras nosotros no habíamos dejado de intentarlo, para poner en práctica cuanto antes el nuevo reglamento y llevar a cabo el proyecto presentado por nosotros a su debido tiempo, y todavía no discutido ni presentado a la citada Comisión.

Estando así las cosas, convocada la Congregación General, se tomó la decisión unánime, para salvaguardar el honor y el decoro de la Orden de las Escuelas Pías, de presentar a V.S. la renuncia a la dirección de aquel hospicio de Pompei, como ahora efectivamente la presento, rogando a V.S. que lo más pronto posible pueda retirar a los religiosos.

Hay otro borrador de esta carta, en la que en lugar de “Carísimos” se dice llanamente “Hermanos de las Escuelas Cristianas”. Y se añaden otros detalles[Notas 4]:

Cuando el P. Giannini con una comisión de Hijos de Encarcelados con ocasión de la consagración episcopal de Mons. Sili, fue admitido a la presencia de V.S., lamentó mucho el panegírico que el Com. Bartolo Longo hizo del P. Giannini, sin mencionar a la Orden a la que pertenece ni a la humilde persona del General que la representa en presencia de V.S. Confieso que tanto yo como el P. Giannini fuimos mortificados por ello. Pero estábamos persuadidos de que el Com. Bartolo Longo y Mñr. Sili querían conservar en la dirección de aquella Obra Pontificia al bueno y manso P. Giannini, el cual, si bien ha sido el primer autor de aquel Instituto y dócil instrumento de Bartolo Longo, no se encuentra ahora con fuerza para darle nuevo impulso a causa de su frágil salud y su edad ya avanzada.

El Papa no dijo nada. Los escolapios en julio dejaron Pompei. Quien más sufrió con este abandono fue probablemente el P. G.G. Giannini, que unos meses más tarde escribe al P. General desde la Badía Fiesolana, a donde había sido enviado como maestro de juniores[Notas 5]:

En cuanto a mí, me encuentro bastante bien de salud, pero confieso mi debilidad: mi pensamiento y afecto sigue estando en Valle di Pompei, con los pobres hijos de los encarcelados. Compadézcame V.P. si siento mucha más viva inclinación hacia los niños pobres y miserables que hacia estos hijos de grandes Señores. Pero me esfuerzo por resignarme, pensando que no debo servir al Instituto según mi gusto, sino según la voluntad de Dios y de mis superiores.

Notas

  1. RG 251 c 1, 7. 24 agosto 1906.
  2. RG 251 d 1, 1. 15 agosto 1906.
  3. RG 24, 13. 5 julio 1907.
  4. RG 24, 14.
  5. RG 251 d 2, 47. 13 noviembre 1907.