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Una anécdota

El 26 de febrero de 1903 el P. Salvatore Addeo, Asistente General y Rector de Alatri, escribe una curiosa carta al P. General Alfonso Mistrangelo[Notas 1], copiándole una parte de otra que le había escrito desde Manila Monseñor Giovanni Battista Guidi, Delegado Apostólico en Filipinas y amigo de ambos:

A Ud. que es tan aficionado a su benemérita Orden, le interesará saber que en el siglo pasado hubo PP. Escolapios en Manila, y dirigían el rico colegio de S. José, antes propiedad de los PP. Jesuitas. ¡Quiera Dios que yo pueda volver a entregar a los escolapios la posesión de este colegio! Lo intentaré, pero me temo que no podré lograrlo por la simple razón de que no podría contar sino con los Escolapios de España. Le interesará saber que uno de los más doctos y célebres arzobispos de Manila ha sido un Escolapio, llamado D. Basilio Sancho, que ha dejado aquí pruebas insignes de su munificencia y piedad. El altar de plata maciza que está en la capilla arzobispal; otro altar aún más rico que hay en la catedral; gran cantidad de cálices (algunos de oro macizo con piedras preciosas), de ostensorios (uno de los cuales de oro, con mil o más gruesos diamantes que forman su corona), de píxides y de ornamentos y objetos sagrados que componen el tesoro de la Iglesia Metropolitana, son donativo de aquel Prelado y están por ello marcados con sus armas (las mismas armas de la Orden de las Escuelas Pías) y con su nombre. Este Arzobispo a fines del siglo XVIII tuvo un gran altercado con estos frailes; la Santa Sede decidió la controversia a favor del Arzobispo. Si tengo un poco de tiempo revisaré los archivos del Arzobispado y reuniré noticias sobre este Arzobispo, tal vez desconocido en Europa

Continúa diciendo el P. Addeo que, si llegan más noticias sobre esto, se las hará llegar. Se alegra de que en el pasado hubiera escolapios que habían honrado a la Orden, y deseaba que pudiera resurgir de nuevo a aquel nivel. Por desgracia, Monseñor Guidi no tuvo oportunidad de enviar más noticias sobre los escolapios. Había sido enviado por la Santa Sede a Manila con un doble objetivo: primero, que los norteamericanos no expulsaran a los sacerdotes y religiosos españoles, después de apoderarse de las islas en 1898. Segundo, conseguir una indemnización sustanciosa para los religiosos por todas las propiedades que les habían confiscado. Y parece, por lo que él mismo escribe en otra ocasión al P. Addeo, que logró ambos objetivos. Había llegado a las islas a finales de 1902, y en julio de 1904 falleció en Manila, víctima de alguna enfermedad tropical, a los 52 años de edad. La anécdota pone de manifiesto que tanto el P. Addeo, Asistente General, como el P. Mistrangelo, General, lo ignoraban todo con respecto al pasado escolapio en Filipinas. Y no es porque no hubieran llegado noticias en su tiempo a Roma: el P. General Cayetano Ramo (1713-1795) y el Arzobispo Basilio Sancho (1728-1787) eran ambos de la Provincia de Aragón, nacidos en pueblecitos de Teruel distantes entre sí una treintena de kilómetros, y el generalato del primero (1772-1784) coincide con buena parte de la estancia del segundo al frente de la Archidiócesis de Manila (1767-1787). Tenemos la prueba además de que el P. Ramo estaba al tanto de lo que ocurría en Manila (y de su posible intervención en Roma a favor del Arzobispo) en una carta que el P. Joaquín Traggia, que había acompañado al P. Sancho a Manila, y había regresado a Madrid con la documentación del Concilio de Manila promovido por el Arzobispo Sancho, envía al P. General. Copiamos sólo unos fragmentos[Notas 2]:

Por lo que toca a los asuntos de Manila, nuestro Arzobispo corre muy bien con el Sr. Anda[Notas 3], que favorece todas sus ideas. Está también muy de acuerdo con el Obispo de Nueva Segovia[Notas 4] que es Dominico, de muchas letras y virtud. El de Cebú tiene el mismo espíritu de unión. Sólo el de Nueva Cáceres[Notas 5] es el opuesto. (…) Nuestro Arzobispo antes del Concilio me hizo trabajar un aparato de materiales para el Sínodo, con algún método para no hallarse desprevenido. Hizo ánimo de comunicarlo a los Obispos para que manifestaran su sentir (…) Y esto es lo que V.P. si se ofreciere podrá hacer saber a esos Señores Purpurados a quien habrá de ir sin duda el negocio (…) De eso mismo colegirá V.P. el poco caso que debe hacer de las noticias que se han esparcido contra el honor del Arzobispo (…)

La memoria del Arzobispo Sancho, uno de los escolapios más ilustres de nuestra historia, se había borrado por completo en Roma. No así en España, al menos en Zaragoza, a cuyo colegio de Escuelas Pías el P. Sancho había enviado valiosos regalos desde Manila, que todavía se conservan allí. Es una prueba de que las Escuelas Pías de Italia y las de España discurrían por vías paralelas, sin llegar a encontrarse. Y lo mismo ocurría con las Escuelas Pías de los territorios del Imperio Austrohúngaro, que se habían cerrado sobre sí mismas (por decisión gobernativa) a finales del siglo XVIII, y a principios del siglo XX no encontraban aún fácil el camino de la reunificación con el resto de la Orden.

Notas

  1. RG 250 d 42, 11.
  2. RG 214 B 11, 1. Madrid, 16 de septiembre de 1772.
  3. Simón de Anda y Salazar, Gobernador General de Filipinas en 1762-64 y 1770-76.
  4. Hoy Vigan, al norte de la isla de Luzón.
  5. Hoy Naga, en el sur de la isla de Luzón.