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El P. Casanovas establece los primeros contactos y hace una visita
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Reunificacion1868-1906/El P. Ricci convoca Capítulos Generales; Ephemerides Calasanctianae; la casa de Roma. Celebración de los 300 años. Beatificación de Pompilio M. Pirrotti.
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El P. Mistrangelo visita las provincias; intervención de la S. Sede. El monumento de Peralta.
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El P. Ricci convoca Capítulos Generales; Ephemerides Calasanctianae; la casa de Roma. Celebración de los 300 años. Beatificación de Pompilio M. Pirrotti.

El P. Mauro Ricci heredó de su predecesor el encargo de reunir las diversas partes de la Orden, y pensó que la mejor estrategia para lograrlo era reunir a representantes de toda la Orden que se reunieran para elegir al nuevo Superior General. Ya en su nombramiento como Vicario se habla del Capítulo General a celebrarse en Roma al año siguiente, 1885[Notas 1]. Sin embargo el Capítulo no pudo celebrarse, y el P. Ricci pidió permiso para proceder a la elección del General por correo[Notas 2]:

Como, de acuerdo con la orden de V.S. de convocar en el año 1885 el Capítulo para la elección del General, habiendo interrogado a las Provincias extranjeras, estas, con válidas razones, han expresado la imposibilidad en el momento actual de intervenir en Roma. Se añade que por ahora falta aquí a la Orden una casa en la que poder tener con toda libertad una reunión. Por lo tanto, el suplicante y su Congregación General creen que dicho Capítulo no puede tenerse con presencia personal, sino solamente como otras veces, mediante papeletas de voto. Por ello suplica a S.S. que autorice este modo de elección, y que conceda a tal fin al suplicante en unión con su Congregación General la facultad de derogar, como otras veces se ha derogado, aquellos artículos de las Constituciones de la Orden que, a causa de la escasez de tiempo, y en algunos lugares debido a la escasez de individuos, no se puedan observar.

El Papa accedió a su deseo, por medio de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Con todo, el tiempo se echaba encima; no había tiempo material para que se reunieran los capítulos en las provincias (precedidos de los capítulos locales) para elegir a los vocales que debían votar, así que se tuvo que recurrir a una prórroga en el mandato del Vicario General, como se informaba en un decreto de fecha 9 de septiembre de 1885[Notas 3]:

A nadie se le oculta que para el recto gobierno de las comunidades debe haber siempre un supremo moderador. Como resulta que termina el mandato del Vicario General de las Escuelas Pías y que hay obstáculos para la celebración del capítulo General para la elección del Prepósito, según sus Constituciones, principalmente fuera de Italia, el Procurador General suplica que se tome alguna providencia para el caso para el gobierno de su Orden, al menos hasta que se resuelvan las dificultades para la celebración del Capítulo General. Tras haber referido todo lo anterior a Su Santidad el Papa, en audiencia concedida benignamente al infrascrito Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares el 4 de septiembre de 1885, Su Santidad, tras haber pensado maduramente la cosa, prorrogó por un año la elección del Prepósito General, y confirmó por un año al actual Vicario General en su cargo.

Él fue el elegido, y así tuvo tiempo para preparar el siguiente capítulo, de 1892, al final de su mandato. En la circular anunciando el Capítulo, insiste en el deseo de la Santa Sede de que todas las provincias envíen sus delegados[Notas 4]:

Puesto que el Santo Padre en su venerada respuesta ha ordenado que “El Prepósito General diga que la Sagrada Congregación desea que todos los Delegados, incluso los extranjeros, asistan al Capítulo”, me reservo comunicar en una circular en latín a las provincias extranjeras lo que a ellas solamente les concierne; y mientras tanto trataré aquí lo que se refiere a las Provincias de Italia. (…) Por tanto, hace falta que antes de finales de julio cada Provincia haya celebrado su Capítulo, en el que, además de las ternas para sus futuros superiores, se elijan dos vocales que asistirán, con el Provincial entonces en el cargo, a Roma, y un vocal adjunto que supla en caso de necesidad a alguno de ellos impedido. A Roma llevará el Provincial las Actas de su Capítulo, con las informaciones económicas, verdaderas y reales, de todas las casas. (…) Por ello hace falta que como Vocales se envíen Religiosos de amor vivo al Instituto, de celo prudente, a cuya vista desaparezcan los individuos y prevalezca la Orden, Religiosos que no se conformen con palabras, sino que sobre todo piensen en los hechos. Procurad, en suma, que tantos pensamientos, tantas abnegaciones y las continuas angustias que he sufrido en silencio durante ocho años, no los haya sufrido en vano, y sin ningún provecho para la Orden.

El último Capítulo General había tenido lugar en 1860; luego la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia había impedido la celebración de nuevos capítulos. Este Capítulo de 1892 era muy importante para toda la Orden: en él quería ver el P. Ricci una imagen de la unidad de la Orden recobrada. Sin embargo, a pesar de su insistencia, no pudo lograr que todas las provincias se hicieran presentes. De Hungría se excusaron; las provincias españolas mandaron como observador sin voz ni voto al P. Calasanz Homs, su Procurador en Roma. El Capítulo reeligió al P. Mauro, quien expresó en una Circular su satisfacción por el modo como se había desarrollado el Capítulo[Notas 5]. En ella además comunicaba algunos decretos que se habían establecido, y algunos proyectos que se pensaban llevar a cabo. Entre ellos, de cara a la unificación, se establecía:

1. Instáurese en toda la Orden la comunión de misas y preces por los hermanos difuntos, según dicen las Constituciones.

5. En las Provincias extranjeras, para mantener la unión con toda la Orden, los novicios que profesen incluyan en la fórmula, de acuerdo con las Constituciones, el nombre del Prepósito General.

Para que sean mejor conocidos por todos los nombres de los difuntos y sus hechos, los Padres determinaron elaborar una Ephemerides bimestral en la que no sólo se hable de ellos, sino también de hechos notables de toda la Orden que ocurren actualmente.

Además, para que no pase en silencio el año 1897, en que comienza el cuarto siglo desde la fundación de las Escuelas Pías, los Padres Capitulares decidieron que “se edite un volumen de colaboraciones en el que aparezca la unidad de la Orden, con la historia de las Provincias, y con temas relativos a las ciencias y a las letras, en idioma nativo o en latín. Cada Prepósito Provincial elija los escritores, e informe al Prepósito General de sus nombres con los argumentos que van a tratar. Él, por sí mismo, o por medio de algunos más doctos de los nuestros, dirigirá toda la obra; los gastos se repartirán a prorrata entre las Provincias”.

Cuando se acerca el tiempo para el siguiente Capítulo General, de 1898, el P. Ricci vuelve insistir, apoyado por el Papa, en que todos deben asistir, según indica en su Circular intimando los Capítulos[Notas 6]:

Hago saber por lo tanto a todos vosotros Escolapios de Italia que el día 2 de agosto del próximo año 1898, en Roma, en la nueva casa llamada de S. José de Calasanz, tendremos el Capítulo General para la elección del Superior de la Orden. Dos o tres días antes, todo el mundo procure presentarse. Desde agosto pasado se pidió y se obtuvo del Papa LEON XIII el permiso para dispensar, en su caso, las formalidades de menos cuenta, que no afecten al hecho y la sustancia de las elecciones y de aquellas exigencias que, debido a las condiciones aún tristes de las comunidades religiosas en Italia y de las leyes en el extranjero, o mantenidas en vigor, o resucitadas hoy, podría aducirse como pretexto para no intervenir. De hecho, en cuanto a los de fuera, el Santo Padre me ha hecho saber su expreso deseo que ninguno falte a la llamada.

Tampoco en esta ocasión acudieron todos a la invitación, a pesar de la insistencia del deseo del Papa. Sí vinieron representantes de Hungría; en cambio los superiores de España fueron tajantes: un Papa nos separó de Roma con una bula; para volvernos a unir, hace falta la bula de otro Papa. Los asistentes al Capítulo fueron 24.

Acabamos de mencionar la creación de la revista Ephemerides Calasanctianae como una decisión del Capítulo General de 1892 para favorecer el conocimiento mutuo entre las provincias de la Orden. Digamos algo más sobre ella. El P. Luigi del Buono había acudido al Capítulo como vocal de Liguria. Tal vez se le ocurrió a él mismo la idea y por eso le cayó el encargo, de ahí la propuesta del P. Ricci con él como director de la publicación. Luego le encargaría, directamente o por medio de su Provincial, que le presentara algunas ideas sobre la misma. Esta es la respuesta que un mes más tarde, ya vuelto a su colegio de Savona, le escribió el P. Del Buono[Notas 7]:

El P. Provincial me escribe que V.P. me invita a pensar en el periódico del que se ha hablado en Roma. Si con un programa se pudiera alcanzar el objetivo, el periódico tendría pronto vida, y floreciente, pero no se me ocultan las dificultades, y para que el intento no sea un aborto, me limito a señalar a V.P. la manera simple como yo empezaría la publicación, y si la aprueba V.P., pondremos manos a la obra.

Parto del supuesto de que la intención de quien ha propuesto la publicación es que se logre que los religiosos de una provincia conozcan el estado de toda la Congregación, y como consecuencia de este conocimiento podría surgir un sentimiento de simpatía común, por el cual, rotas las ataduras que nos tienen separados, con el tiempo tendría lugar una unión real de todas las provincias. Yo no daría a la publicación el carácter de diario, sino que lo reduciría a seis fascículos impresos anuales, en los cuales se distribuyera la materia que le enumero en el folio adjunto. Por lo tanto, no habría que presentar cada número, porque los seis fascículos formarían un solo volumen, conteniendo el estado de las Escuelas Pías en un año determinado. Con tal que haya un mínimo de buena voluntad por parte de los Provinciales de fuera, las noticias se podrán tener, y si luego se desea más, será fácil aumentar. Rogaría a V.P. que indicara un título para ponerlo a los fascículos, que expresase su índole como un memorial para las Escuelas Pías. Para que los Provinciales no se ofendan al recibir la petición de un simple religioso, V.P. podría escribirles dos líneas. Eso sería a los provinciales trasalpinos. Para España yo escribiré al P. Homs[Notas 8], como escribiré también directamente a los de Italia. Cuando V.P. lo apruebe, me dedicaré a la compilación, pidiendo las noticias deseadas. Preparado el primer borrador, lo enviaré a Florencia a nuestra imprenta, la cual podrá enviar las copias directamente a los Provinciales, el doble de copias que el número de casas, y en cuanto a los gastos serán pagados en proporción por las Provincias.

Y adjunta un folio:

Materia del periódico.

1)Decretos de la S. Sede que se refieren a todos los Regulares y en especial a las EEPP.
2)Decretos de la Con. General y ordenanzas del P. General de carácter común.
3)Cargos de toda la Orden, comprendidos los rectores de las casas y ministros de las residencias.
4)Estadísticas anuales de religiosos y alumnos por casas y provincias.
5)Anuncio de los fallecimientos de los religiosos que se publicarán en el fascículo siguiente. Este anuncio sirve de aviso para celebrar los sufragios.
6)Información sobre publicaciones hechas por escolapios. Si la obra está escrita en una lengua moderna, se repite el título en latín, con la indicación del precio y dónde se puede comprar.
7)Cualquier noticia de orden interno y que interese a toda la Congregación.
8)Estaría bien que cada provincia enviase poco a poco una breve información histórica sobre la fundación de las casas, incluidas las suprimidas.

N.B. Cada provincia debería ocuparse de la publicación en latín de los religiosos difuntos, para enviar a cada Provincial tantas copias como sean las casas existentes.

El P. Del Buono ha entendido (como el P. General Ricci) que las Ephemerides tienen un objeto que va más allá de la simple información: se trata con ellas de crear comunión, de construir Escuelas Pías. Esa es la fuerza escondida, el potencial de la comunicación. Las provincias escolapias habían vivido de espaldas unas a otras, y “ojos que no ven, corazón que no siente”. Había que hacer ver a los escolapios, para que sus corazones volvieran a sentir lo que el Fundador común había querido para todos sus hijos.

En un primer momento la revista fue muy bien acogida. Vemos que uno de los objetivos (seguramente el principal, en un primer momento) de la misma era informar sobre los difuntos de la Orden, para poder aplicar los sufragios ordenados en las Constituciones, práctica que se había perdido y que el P. Ricci reanimó. Tras unos números publicados, el P. Del Bueno vuelve a escribir unas observaciones sobre la revista al P. General[Notas 9], en respuesta seguramente a una carta suya:

Las Efemérides no deben salir de nuestras casas, y conocer nuestras miserias hasta cierto punto nos puede ser motivo para mejorar, pues la altivez de las nubes no sirve para nada. No podría ni me atrevería a tocar el latín de los españoles: sé que allá alguno comienza a decir que habría que mejorar las necrologías en la forma; en cuanto al contenido se pondrá remedio cuando V.P. con una circular sugiera y ordene lo que deben contener. En Liguria se hacen según la devoción de quien escribe, pero no encontré exageraciones, y si no se alaba ni siquiera a los muertos que fueron ejemplares, no sé a qué ideales puedan ser empujados los jóvenes clérigos. En las Escuelas Pías domina una crítica destructiva que abatiría incluso a nuestro S. Padre si volviera entre nosotros, y alguna palabra de alabanza puede servir al menos para expansión del ánimo de quien no ha perdido completamente la fe. Tenga la bondad de enviar al P. Serrighi las pruebas corregidas; será la manera más rápida de ir adelante.

No estaría mal, por otra parte, que se encontrara en Florencia o en Roma, donde V.P. reside habitualmente, el compilador de las Efemérides, el cual mostraría a V.P. la redacción, antes de ordenar la composición, de modo que se evitaran fatigas y gastos inútiles de sellos.

Pasa el tiempo, se pierde el primer entusiasmo; tiene lugar el siguiente Capítulo General (1898), y el P. Luigi del Buono es nombrado Provincial de Liguria. El P. Ricci tiene el deseo de reanimar la publicación, pero el P. Del Buono, viendo las dificultades, le propone una modificación en el formato[Notas 10]:

Con respecto a las Efemérides, importa las órdenes que estime oportunas. Yo las reduciría a un tamaño menor, aunque sólo fuera para publicar los difuntos, si los Provinciales se dignan enviarlos. Si añaden algo más, tanto mejor.

La primera fase de las Ephemerides se va apagando, como escribe Del Buono al P. Ricci[Notas 11]:

¿Y las Efemérides? Para mí se han hecho imposibles. No envían nada de las provincias, y ya no tengo a un benévolo que me enviaba algún decreto de las Congregaciones romanas. Y no me parece bien incordiar a alguno dedicado al trabajo cotidiano de la escuela, o a los intereses materiales de la Provincia, de los que nadie quiere encargarse, estando todos ocupados, y de atender a todos los jóvenes para que no estén abandonados. Quizás en Roma donde todo se centra y de donde todo parte, se encontrará algún amanuense para no dejarlas extinguirse del todo. Yo por el momento soy como el perro de la fábula, que por tener los dientes desgastados tuvo que soltar la liebre, con el agravante de que no puedo descubrirla.

El 27 de enero de 1900 falleció el P. General Mauro Ricci. Tenía ya 73 años de edad, pero su muerte fue inesperada. El 4 de abril de ese mismo año León XIII nombró General de la Orden al P. Alfonso Mistrangelo, Arzobispo de Florencia. Seguramente este escribió al P. Del Buono, Provincial de Liguria, preguntándole por las Ephemerides. Y esta es la respuesta que le dio[Notas 12]:

Es triste la historia de las Efemérides. El difunto P. General desde el principio no quiso que el compilador estuviese en Florencia ni en Roma. Después de encontrar un poco de material no quiso que se publicase, porque, me escribió, la Toscana, en otro tiempo jardín de las Escuelas Pías, quedaba mal. Desde hace dos años ya no recibía los decretos de las Congregaciones Romanas, y después del último Capítulo General, a pesar de las recomendaciones, ni siquiera mandaban los difuntos ni las consuetas. Ya le contaré, y quizás se puedan relanzar si hay un poco de interés.

Estaba claro que el P. Del Buono no podía seguir al frente de la revista. En 1901 el P. Mistrangelo llamó de España al P. Tomás Viñas, que dominaba perfectamente el latín y el italiano, y tenía facilidad para escribir. Lo llamó a Italia tras su visita de 1900, y le encomendó el Archivo General y la redacción de Ephemerides, que volvió a aparecer en 1901, y continuó su andadura hasta que se presentó otra crisis en 1930. El boletín se afianzó como vínculo de conocimiento mutuo y unión de toda la Orden.

El P. Luigi del Buono, además de dar consejos con respecto a la composición de Ephemerides, lanzó otra importante idea, que solo medio siglo más tarde se llevaría a cabo: la edición de escritos de interés histórico para la Orden, y en particular de las cartas de S. José de Calasanz. Así lo proponía al P. General[Notas 13]:

No pude conseguir la transcripción de las cartas del S. Padre, las cuales, si se estropearan o desaparecieran en un incendio, tantas afirmaciones suyas desaparecerían. Incluso esto sería de gran ayuda para la publicación, y una buena ocasión para mostrar a los religiosos la voluntad de aquel por el cual existen. En el archivo de Roma, aunque medio destruido en el 70 a causa de la inundación, existen las memorias de las fundaciones de las casas. Yo mismo encontré los particulares de la fundación de Savona, ignorados, y nunca narrados por los cronistas. (…) el P. General difunto no quiso que publicase las noticias estadísticas, que recogí a partir del 94. Sin embargo, cada año formarían un folleto en sí mismas, y no dirían que no se sabe nada de nuestras cosas.

Hemos hablado ya del extraordinario interés que tuvo el P. Mauro Ricci en que la orden tuviera una casa propia en Roma. Que debía servir no sólo para la Curia General, la Provincia Romana y las demás provincias italianas, sino para toda la Orden. Para que pudieran enviar a ella estudiantes también de fuera, como hacían otras congregaciones, y para poder celebrar el Capítulo General sin interferencias de nadie. Desea que los provinciales envíen allí a sus juniores a formarse, pues Roma le parece un lugar ideal para ello: A partir de ahora los mismos Provinciales se dispongan a enviar a esta nueva casa a los religiosos jóvenes, no sólo para estudios superiores, sagrados y profanos, sino también para los estudios de Liceo, si su provincia carece de un liceo propio. Roma ensancha las ideas; en medio de tanta juventud eclesiástica de todas las Naciones crece el deseo de conocimiento y se aprende mejor la grandeza del Papado.[Notas 14]

Para asociar a toda la Orden al proyecto de la casa nueva de Roma, pide la colaboración económica de todas las provincias. Y todas colaboran, según sus posibilidades. Pero la contribución voluntaria no es suficiente. En su circular de 1 de julio de 1889, el P. Ricci dice[Notas 15]:

Las ayudas, que otra vez os pedí, apenas han bastado para pagar la cuarta parte del terreno comprado. Vuelvo pues con una forma que os resulte menos onerosa, como lo han hecho felizmente otros Superiores de Religiosos, pobres, pero ricos de corazón, a solicitar vuestra caridad en pro de la Orden, que es lo mismo que decir en pro de vosotros mismos, emitiendo las siguientes disposiciones:

Todas las casas de la Orden, a partir del corriente julio, deberán celebrar cada mes, según la intención del Padre General, tantas misas cuantos sacerdotes religiosos haya en cada comunidad, hasta que se paguen los gastos de la construcción.

Igualmente, todos los padres sacerdotes válidos celebrarán por su parte una o más misas, cada mes, en las mismas condiciones.

Las casas y las personas que puedan y quieran hacer aún más, o conseguir ayudas de amigos y bienhechores o enviar limosnas de misas para la finalidad anteriormente mencionada, más merecerán ante la Orden y ante Dios.

Los hermanos operarios pueden ayudar con una limosna anual.

Y esta obligación de misas, que en algunas provincias no es bien acogida por ser pocos sacerdotes y tener muchas obligaciones, se mantiene durante años: la casa de Vía Toscana tuvo que mantenerse siempre con ayuda de la Orden.

Dos acontecimientos que durante el generalato del P. Ricci sirvieron para estrechar lazos entre las provincias escolapias fueron la beatificación de Pompilio María Pirrotti y la celebración del Tercer Centenario de la creación de las Escuelas Pías.

Durante varias décadas ya se venían haciendo esfuerzos por lograr la Beatificación del Venerable Pompilio María Pirrotti. Se trataba de una cuestión de toda la Orden, pero como es natural, la Provincia de Nápoles era la que tenía más empeño en conseguirla, y lo mismo ocurría con la población de Campi Salentina, donde murió Pompilio en 1766, y donde estaba enterrado. La beatificación se esperaba como un signo del resurgir de las Escuelas Pías en un periodo turbado y difícil para la Orden, y en especial para la misma Provincia de Nápoles. Hay una abundante correspondencia en la que se va informando al P. General sobre el estado de la causa[Notas 16]; él mismo informa a la Orden en varias de sus circulares[Notas 17]. Dedica buena parte de una de ellas a anunciar la ya próxima beatificación[Notas 18], mientras aprovecha para incitar a los religiosos a una vida más piadosa y fiel:

El largo deseo de la Orden está a punto de cumplirse; las oraciones que desde hace cincuenta y cinco años hemos elevado, las ha oído ahora Dios; y dentro de pocos días vamos a ver un hermano, el Padre POMPILIO PIRROTTI, gloria de la Provincia Napolitana, elevado a la gloria de los Beatos. El Papa León XIII, condescendiendo a nuestra impaciencia, ha concedido que el día 12 de enero, en el Vaticano, en su presencia, se lea el Decreto solemne; y el siguiente día 26, en la sala sobre el pórtico de S. Pedro, se celebre el rito sublime. Reconfortémonos, hermanos míos, de las muchas experiencias amargas sufridas en tiempos tan miserables; ninguna alegría es más justa; y a partir de ahora preparaos, cuando en el año os venga mejor, a celebrar también vosotros en nuestras iglesias, con la mayor fiesta, el feliz acontecimiento.

Pero si todo se redujese a una sagrada pompa, magnífica como vuestro celo sabrá ciertamente planificarla, esta por el Beato hermano no sería una fiesta. La Divina Providencia deber querer algo más con este hecho en pro de nuestro Instituto. Este es el momento de volver a recorrer mentalmente aquellos días memorables, cuando las Escuelas Pías eran el domicilio de sacerdotes, todos dedicados antes a la piedad más profunda y luego a la más amplia doctrina; de maestros, que incansables y, por lo tanto, incluso ante el mundo, involuntariamente gloriosos en la formación literaria y científica, no contentos con enseñar el catecismo desnudo, enfervorecían a sus alumnos en las verdades de la fe y costumbres católicas. Es el momento de recordar la vía por la que la gran alma de POMPILIO PIRROTTI había abierto el vuelo al cielo, fue la ferviente observancia de esos votos mismos profesados por nosotros; para reflexionar cada uno si sus costumbres corresponden en todo a las promesas hechas; si obedece cándidamente a los superiores, en lugar de obligarles indirectamente a obedecerle a uno; si después de jurar la pobreza, corre tras el interés; en vez de ayudar a su madre la Orden hoy tan necesitada, ofreciendo a extraños o a propios ayudas, sin ser dueño ni propietario de nada. Y sintiendo remordimientos de conciencia, este es el momento para todos nosotros, hermanos míos, de enmendarnos.

Tras la solemne beatificación, en todas las casas de la Orden se celebró un solemne triduo para celebrar la beatificación de Pompilio. Varias de ellas informan sobre la celebración.[Notas 19] En Campi es el municipio mismo quien toma la iniciativa de organizar una gran fiesta, sin contar mucho con el rector de la Comunidad[Notas 20]. También en Montecalvo Irpino, patria del Beato, un sobrino suyo que lleva su mismo nombre y es el párroco del pueblo, quiere organizar una gran fiesta[Notas 21]. La beatificación de Pompilio significó para toda la Orden un estímulo poderoso para seguir adelante. Fueron varios los escolapios que en aquellos años escribieron biografías del Beato, principalmente en italiano y en español: Manuel Pérez (1875); Michelangelo Monti (1882; 1890); Filippo Rolletta (1890); Carlos Lasalde (1890); Luigi Leoncini (1890).

En su circular del 26 de octubre de 1892, en que el P. Mauro Ricci comunicaba su reelección y algunas determinaciones[Notas 22], decía entre otras cosas que Además, para que no pase en silencio el año 1897, en que comienza el cuarto siglo desde la fundación de las Escuelas Pías, los Padres Capitulares decidieron que “se edite un volumen de colaboraciones en el que aparezca la unidad de la orden, con la historia de las Provincias, y con temas relativos a las ciencias y a las letras, en idioma nativo o en latín. Cada Prepósito Provincial elija los escritores, e informe al Prepósito General de sus nombres con los argumentos que van a tratar. Él, por sí mismo, o por medio de algunos más doctos de los nuestros, dirigirá toda la obra; los gastos se repartirán a prorrata entre las Provincias”.

Cuando llega el momento de la celebración, el P. General dedica una circular, con fecha 20 de febrero de 1897[Notas 23], en la que ofrece normas e ideas para la celebración del centenario:

El cumplirse el tercer siglo desde que se abrieron en Roma las primeras escuelas pías para los hijos de los pobres, con la intención principal de pulir sus corazones y sus mentes para que mejor aprendieran las santas verdades católicas, recuerda un hecho grande y digno de que, con preferencia a muchos otros, se celebre la solemnidad de su centenario. Buenos y malos historiadores se equivocaron al no parar a considerar seriamente su importancia y valor, porque fue la obra de simples religiosos, capitaneados por un sacerdote humilde y santo, nacido en España, italiano de corazón, llamado a la ciudad de los Papas por voces internas de Dios.

Al final del otoño de 1597 este sacerdote santo se dirigía a los niños de la gente humilde con las palabras dulces que más tarde la Iglesia consagraría, en muchos países, a su gloria: Venite, filii, audite me; timorem Domini docebo vos.

De aquí surgió la primera chispa de la pedagogía verdadera y santa, esto es, la educación apoyada por la instrucción de los hijos de los proletarios despreciados y surgida del único libro autorizado, el Crucifijo.

En medio de la sucesión de tantos centenarios, no todos meritorios, de hecho, muchos carentes por completo de mérito, ninguno nos parece más hermoso, ninguno más obligado que el nuestro, hoy particularmente que se disputa a la Iglesia el mérito y la gloria de haber sido la primera en buscar también la redención del pueblo de la ignorancia, maestra de malas acciones.

En el último Capítulo General, en el que abrazamos en Roma, en la nueva Casa de San José de Calasanz, no sólo a los hermanos italianos, sino también a aquellos que no habían venido desde hacía muchos años de las provincias extranjeras, se resolvió, por unanimidad, solemnizar con festivales literarios y sagrados la celebración del Nacimiento de las Escuelas Pías. Ya solo unos pocos meses nos separan de ello.

Los Escolapios del extranjero están llenos de ardor para que se celebren dignamente; el Vicario Provincial de Austria, P. Antonio Brendler, modelo de bondad y de doctrina, ya ha publicado para su impresión un trabajo egregio: La obra de los Padres Escolapios desde su asentamiento en Viena[Notas 24]; el joven P. Stanislaus Bieganski de Cracovia ha escrito dos valiosas monografías, Brevis Congregationis Schol. Piar. Historia y Scriptores Schol. Piarum Provinciae Lituaniae; el eruditísimo P. Benedicto Csaplár de la Provincia Húngara, además de otras brillantes, prepara una obra, que realmente sería grandiosa, si la escasez del tiempo no le impusiera reducir su propósito. Es de lamentar que las provincias que no serán capaces de hacer mucho, son precisamente las de Italia, porque, después del duro golpe de supresión y con el cambio de los planes de estudios, los maestros religiosos están sobrecargados de fatiga; y no pueden consultar con facilidad nuestras antiguas bibliotecas, llenas de libros y manuscritos.

Sin embargo, recoger en un volumen lo escrito por todo el mundo, hoy ya no parece fácil, como lo parecía durante el Capítulo General. Pero sería igualmente bienvenido, igualmente fructífero, lo que cada provincia haga separadamente por sí misma, ilustrando la institución escolapia con trabajos de crítica o de historia literaria y científica, referidos a los tiempos, a los países, a la gente que más nos protegieron, o ayudaron, dejando de lado (porque la fiesta la queremos serena y tranquila) sus antiguos y modernos adversarios.

Pero, sobre todo, nuestro centenario debe ser una solemnidad religiosa, dirigida a reavivar el fervor de la piedad en nosotros, en los estudiantes y en el pueblo cristiano, ante las veneradas reliquias del Fundador, con funciones sagradas, con comuniones generales de los jóvenes, con discursos y conferencias, llevadas a cabo en nuestras iglesias por sacerdotes, especialmente escolapios, o por nuestros estudiantes más adultos en los oratorios, en presencia de quienes son o fueron educados y enseñados por nosotros en escuelas, colegios, seminternados. Reunir también, donde se pueda, alumnos ricos con los hijos miserables de los trabajadores, de modo que ellos mismos les sirvieran alguna modesta comida o les regalaran ropa, sería una caridad digna de la ocasión.

En Roma además una visita de los alumnos y los devotos de Calasanz, al Trastevere a la querida Iglesita Santa Dorotea, ¡oh, cuántos recuerdos hermosos despertaría!

Ustedes me harán notar que para hacer esto se necesita hacer gastos y, nosotros, a causa de las expropiaciones sufridas, no podemos hacerlos. Respondo que los nuevos tiempos han desarrollado entre los cristianos un nuevo poder, el de los llamados comités que, en ocasiones recientes, en toda Italia, han hecho portentos. Los provinciales, rectores, inclinados a tener buena esperanza, elijan un Comité entre los alumnos, otro de los antiguos, o combinen éstos y ésos en uno: los unos con la impetuosidad de la juventud, los otros con el sentimiento despertado del agradecimiento, todos con el ardor de la caridad, se animarán mutuamente, recogiendo donativos y ofreciéndose a actuar en una Academia literaria sobre el fructífero tema.

En las ciudades, donde tenemos más de una casa, se haga una sola fiesta, y las otras contribuyan a hacerla más solemne.

Como señalé anteriormente, nuestras memorias dicen que las primeras escuelas calasancias abrieron sus puertas al final del otoño de 1597, sin mencionar el día. Nosotros, para que los estudiantes, después de las vacaciones de otoño, se reúnan alrededor de sus amos, fijamos las santas fiestas para los días 19, 20 y 21 del próximo mes de noviembre, para cerrarlas en la Fiesta de la Presentación de la Virgen María en el Templo, sin negar sin embargo a los Rectores el derecho de cambiarlas cuando lo crean necesario o ventajoso.

Más tiempo no podemos dedicar a nuestro centenario; nos lo prohíben los deberes de la enseñanza, sagrados para nosotros. No deseamos lujo ni suntuosidad extraordinaria, sino la participación en la confesión, en la comunión y muchas oraciones, hechas más con el corazón que con la boca, por la Iglesia, por el Papa y el Papado, por nosotros los religiosos, por nuestra Orden y por mí individualmente, que cansado ya de mi cargo invoco que no tarde a tener un sucesor.

El Señor, la Santísima Virgen y el Santo Padre Calasanz bendigan a todos.

De diversas casas y provincias llegan informaciones sobre la celebración del centenario, normalmente con un triduo festivo[Notas 25]. Es evidente que en todas partes se tomó con interés esta celebración. El P. Ricci, que residía normalmente en Florencia y de vez en cuando se acercaba a Roma, escribió una circular el 3 de junio de 1897[Notas 26] en forma de carta al Provincial de Toscana S. Consumi, en la que alaba una celebración con los alumnos en la ciudad. Se alegró mucho al ver la piedad de todo el mundo, y concluye diciendo: Un éxito tan feliz me da esperanza de que el inminente comienzo del siglo IV del nacimiento de las Escuelas Pías se celebrará también entre nosotros con ese fervor, ya vivísimo en nuestras casas de las provincias extranjeras. Hermosa manera de ver la celebración: el comienzo de un nuevo siglo de vida, mirando al futuro.

Todavía aprovechó otro acontecimiento el P. Ricci para aunar la Orden: la celebración del Jubileo de León XIII. Todo el generalato del P. Ricci transcurrió durante el largo pontificado de León XIII (1878-1903). Fue él quien le nombró Vicario General (a propuesta del P. General Casanovas) en 1884, y quien le confirmó luego en el cargo en 1885. Fue también él quien validó su elección como General mediante votación secreta en 1886. Y Mauro Ricci siempre fue agradecido y sumamente respetuoso con el Papa, procurando no darle ningún disgusto, por parte suya y por parte de los escolapios. Y esa misma actitud tuvo con otras autoridades eclesiales, como el Cardenal Vicario y Protector Parocchi, en el momento de su aceptación del cargo para un tercer mandato en 1898. El Papa por su parte trató de ayudar al P. General en lo que pudo, como cuando buscaba una residencia en Roma al poco de ser nombrado Vicario General.

León XIII había sido ordenado sacerdote en 1837. Al acercarse las bodas de oro de su ordenación, Mauro Ricci envió una circular a todos los Provinciales, pidiendo que colaboraran para ofrecer un regalo al Papa, consistente en dinero, y además en un álbum por provincia con colaboraciones de los alumnos de los colegios, todas en el mismo formato, 21 x 31 cm. Él se encargaría de hacer la dedicatoria.[Notas 27] Recibió una respuesta entusiasta, si no por parte de todas, al menos de la mayor parte de las provincias. Por su cuenta además quiso el P. Ricci dedicar una obra especial dedicada a León XIII en esta ocasión: la Epigrafia leoniana[Notas 28], colección de epígrafes o sentencias, en latín y en italiano, en su honor. Obra lujosamente editada, ampliamente alabada por mucha gente.

Quiso además el P. General ofrecer un regalo especial al Papa: una estatua de San Pedro encadenado en mármol, (imagen de su propia condición de prisionero en el Vaticano) que se puede ver en los jardines del Vaticano. En realidad, la primera idea era colocar la estatua en la casa nueva de Roma. El modelo en arcilla se quedó en la casa de S. Giovannino de Florencia, y las demás casas recibirían una copia en yeso.[Notas 29] La autora era la escultora florentina Amalia Dupré. La escultora se conformaba con que le pagara lo que pudiera, lo que hubiera recibido como don, aunque calculaba que los gastos totales, incluido transporte, no sobrepasarían las 3000 L.[Notas 30] El P. General, además de pagar lo que pudo, le concedió la Carta de Hermandad. La caja con la estatua partió hacia el Vaticano a primeros de diciembre de 1887, y fue instalada en un vistoso lugar de los jardines, donde hoy podemos verla convenientemente protegida contra la lluvia.[Notas 31] La autora además fue premiada con una medalla de oro por parte del Comité para la Exposición Vaticana[Notas 32].

Este regalo común de la Orden fue una ocasión más que aprovechó el P. Mauro Ricci para acercar las provincias a las iniciativas de la Congregación General. En la circular con la que comunicaba a la Orden su reelección como General en 1892[Notas 33], les dice que entre los temas tratados en el Capítulo General, además se habló de la solemnidad que en el mes de febrero celebrará el orbe católico en honor de León XIII, al cumplirse los 50 años de su episcopado, y unánimemente los Padres que cada Provincia, sin que le cueste un sacrificio muy grande, contribuya con una oblación, que deberá enviar al Prepósito General para que él las ofrezca conjuntamente al Sumo Pontífice con la felicitación. También en este caso hubo respuesta por parte de las provincias, aunque seguramente menos vistosa que la anterior, por repetirse pocos años después de ella.

Notas

  1. Circular con fecha 15 de agosto de 1884.
  2. RG 2, 383. 5 junio 1885.
  3. RG 2, 385.
  4. RG 24, 36.
  5. RG 24, 40. 26 octubre 1892.
  6. RG 24, 45. 1 noviembre 1897.
  7. RG 249 a 4, 88. Fecha: 6 septiembre 1692.
  8. El P. Calasanz Homs era en aquel momento Procurador de las Escuelas Pías de España en Roma; era el español que había asistido al Capítulo General.
  9. RG 249 a 2, 6. Sin fecha.
  10. RG 249 a 3, 171. Fecha: 4 de marzo 1899.
  11. RG 249 a 2, 23. Fecha: 23 de noviembre 1899.
  12. RG 249 a 3, 11. Fecha: 18 de junio de 1900.
  13. RG 250 a 1, 3. 27 febrero 1901.
  14. RG 24,18. Pascua 1885.
  15. RG 24, 32.
  16. Cf. RG 248 c 4, 5; RG 249 j, 63.72.74.76; RG 249 l 4, 7.10; RG 249 l 10, 9.10.14.16. Curiosamente, el P. Provincial de Nápoles F. Gisoldi se queja en una carta (RG 248 c 4, 10; 5 junio 1892) de que el Cardenal de Nápoles se ha negado a apoyar la causa de canonización de Pompilio diciendo que “¡A todos los quieren hacer santos!”.
  17. RG 24, 21 (3 noviembre 1885); RG 24, 27 (10 octubre 1886); RG 24, 32 (1 julio 1889); en RG 24, 41 (23 enero 1895) habla ya de los progresos en el proceso de canonización de Pompilio, y en el de beatificación de Glicerio Landriani.
  18. RG 24, 35, 6 enero 1890.
  19. Ovada, RG 248 b 3, 2; Carcare, RG 249 a 4, 5; Florencia, RG 248 b 1, 106; Badia Fiesolana, RG 248 2, 27; Nápoles, RG 248 c 6, 13; Roma, RG 249 l 10,11.
  20. RG 248 c 2, 17; 5, 11.
  21. RG 248 c 2, 31. 30 noviembre 1890.
  22. RG 24, 40.
  23. RG 42, para las provincias de Italia. Para las del extranjero, en latín, RG 24, 43, con fecha 1 marzo 1897.
  24. Das Wirken deRP .P. Piaristen seit ihrer Ansiedelung in Wiena in Collegium der Josefstadt, zu St. Thekla auf fer Wieden und im Löwenburg’ sehen Convicte.
  25. El P. Antonio Brendler, Provincial de Austria, informa sobre la celebración en Viena del 26 al 29 de agosto (RP 53 A 7, 23); el P. Francisco Frank, Provincial de Hungría, sobre las celebraciones en todas las casas de la provincia en torno al 8 de diciembre (RP 54 B 9,3). El P. Tadeusz Chromecki, rector de Cracovia, pregunta qué fecha es la más adecuada para la celebración (RP 57 A 4, 25). En España, el rector, el alcalde y el párroco de Peralta quieren erigir una estatua de bronce en honor a Calasanz frente al colegio, y piden su permiso (RP 63 A, 153). El P. Rector pide además que los escolapios contribuyan para la fabricación de la estatua (RF 249 f 1, 29). El P. G. Sodini, Provincial de la Romana, informa sobre la preparación de las fiestas en Roma (RG 249 l GS, 26). El P. S. Addeo informa sobre la celebración en Alatri (RG 249 l SA, 10) El P. Carlo Pissarello, Provincial de Liguria, dice que ellos quieren inaugurar el colegio de Cornigliano para celebrar el Centenario (RG 249 a 1, 16). El P. Vittorio Banchi, rector de Florencia, dice que la celebración del Centenario en la ciudad ha sido espléndida, con misas solemnes, muchos alumnos y reparto de premios a los escolares (RG 249 b 2, 21). El P. Francesco Gisoldi, Provincial de Nápoles, le envía el programa de las celebraciones, y le pide un par de epígrafes para ponerlos en la puerta de la iglesia de S. Carlo (RG 249 c 4, 60). Por su parte el P. Giannini desde Pompei le pide que envíe otra circular a Bartolo Longo para celebrar también allí el centenario, pues sin el consentimiento de Bartolo Longo no se puede hacer nada (RG 249 c 1, 8). Más tarde el P. Gandolfi le dice que también en Pompei se celebrará el centenario (RG 249 c 1, 34). El P. Giuseppe Pes, Comisario de Cerdeña, informa sobre la celebración en los diversos lugares de la isla donde hay escolapios (RG 249 e, 11). El P. Porqueddu cuenta al P. General que algunos periódicos de Cerdeña dan la noticia de la celebración del centenario (RG 249 e, 17).
  26. RG 24, 44.
  27. RG 24, 30. 15 febrero 1887.
  28. Florencia, Ciardi, 1888.
  29. Carta del P. Antoninio Fioresi, desde Florencia, 26 octubre 1887. RG 247 e 3, 7.
  30. RG 247 e 3, 32. 31 octubre 1887.
  31. RG 247 e 3, 55.
  32. RG 247 c 4, 44. 18 diciembre 1888.
  33. RG 24, 40. 26 octubre 1892.